El Heraldo de Cristo 1969, n. 715
HERALDO DE CRISTO
OCTUBRE 1969

PARA EL AÑO 1970

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dades do la T.O.F.

V

REVISTA MENSUAL DE LOS P P. FRANCISCANOS DE LA T. O. R
•
OCTUBRE 1969

Año LX • Núm. 715

•
REDACCIÓN Y ADMÓN:
CONVENTO DE SAN FRANCISCO
TELÉFONO 212695
PALMA DE MALLORCA
•
DIRECTOR: MIGUEL COLOM MATEU, T. O. R.

ADMINISTRADOR: JAUME TUGORES MESTRE, T. O. R.

•
CON LICENCIA ECLESIASTICA

•
IMPRESIÓN: ARTES GRÁFICAS GIMÉNEZ

•
PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN:

(A partir de enero 1SB9)

ORDINARIA. . . . 65 PTAS

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DEPÓSITO LEGAL P. M. 340 -1958

NUESTRA PORTADA
SAN FRANCISCO, de Pedro de Me¬ na. — 'El más famoso de los discípulos de Alonso Cano fue Pedro de Mena y Medrano, cuyo ta¬ ller superó en importancia, aunque no en renom¬ bre al de su maestro... El 7 de mayo de 1663 el Cabildo de Toledo le nombró su escultor. Moti¬ vo o consecuencia de esta merced fue la estatui¬ lla admirable de San Francisco de Asís, que se conserva en el tesoro de la catedral primada^ Marqués de Lozoya Historia del Arte Hispá¬
nico.
^J

lea

en este

nümerot

La juventud del Domund .

3

Elogio de los misioneros .

4

Mensaje franciscano .

5

El Rdmo. P. Luis Secundo, Ministro

General de la T. O. R. de paso

en Mallorca

5

Mes del Rosario.

6

Fisonomía de San Francisco

7

Hoy se reza menos y, sin embargo,

nos es más necesario orar

8

Hay que rezar .

10

«Por la hermana Luna loado seas, mi

Señor» ....

10

Apariciones y revelaciones

12

Página literària ...

14

El franciscanisme de la poesia de Ma-

ria Antonia Salvà

16

Viàtic monacal (poesia) .

17

Habla Pablo VI .

18

Nuestra pequeña historia

19

Nuestras misiones .

.

20

Juventud actual y
Página del terciario . Itinerario evangélico .
Chistes

.

•

22

24

25

28

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2

EDITORIAL
LA JUVENTUD DEL DOMUND
y^ODOS los años el DOMVND, con su oportuna consigna, conecta con la vibración del mundo ambiente. Las campañas anuales del DOMUND constituyen una cate¬
quesis de largo alcance, que, año tras año, desarrolla una pedagogía especial sobre los aspectos diversos en que se refracta la poderosa luz de la Misión. Así, gracias al DOMUND, temas vitales del cristianismo, pero casi ignorados por la gran masa de los creyentes, han saltado a la calle y han penetrado en la opinión pública.
Basta repasar algunas de las últimas consignas del DOMUND para comprobar esta realidad: DOMUND DE LA ESPERANZA, DE LA POBREZA, JUSTICIA Y PAZ... Ahora la jornada misionera salta a la calle con una de las banderas más significativas, apasionantes y también inquietantes de nuestro tiempo: la juventud. No es difícil mon¬ tar una ideología sobre el slogan que escolta este año al anuncio del Día Misional: PUE¬ BLOS JOVENES - IGLESIAS JOVENES. En efecto, así como la Geografía de la Misión coincide con la Geografía de la pobreza, también las Misiones, a las que el Concilio llama «Iglesias jóvenes», coinciden geográfica y socialmente con los países que acaban de es¬ trenar, con mayor o menor madurez, su libertad política, con los pueblos jóvenes, con¬ centrados principalmente en Africa y Asia. La Misión, ciertamente, si es fiel a sí misma, debe ser un fermento de verdad, justicia, amor y libertad en la entraña de estos pueblos, que acaban de incorporarse, como estados autónomos, a la Historia de las naciones libres.
Pero la consigna del DOMUND 69 tiene un sentido mucho más profundo. La Mi¬ sión es causa y al mismo tiempo efecto de la permanente juventud de la Iglesia. Además, la Misión revela esta esencial juventud de la Iglesia no solamente a las Gentes, o sea, a los pueblos no cristianos, sino también a nosotros mismos, que, en nuestros días, nos vemos frecuentemente asediados por una peligrosa tentación: el desaliento y la amargura ante una Iglesia, que se nos antoja en muchas ocasiones como una realidad de museo, como una institución benemérita en el pasado, pero actualmente envejecida, que ha per¬ dido ya su oportunidad en la Historia.
El DOMUND proclama que la Iglesia es perennemente joven porque es permanente¬ mente fecunda. Esta radical y esencial fecundidad le viene a la Iglesia de su propia na¬ turaleza católica, esto es, universal. La Iglesia siempre está dando a luz nuevos hijos. «Populos parit Ecclesia», decía San Agustín. «La Iglesia alumbra Pueblos». Y de Peguy es esta bella expresión: «La Iglesia es eternamente joven porque es eternamente Madre».
Son las Misiones las que realizan de una manera visible esta juvenil maternidad per¬ manente de la Esposa de Cristo. Pero ella revela su propia juventud como algo que per¬ tenece a su profunda naturaleza. La Iglesia es la comunidad de la esperanza, la religión del porvenir. Millones de hombres, en este tiempo, piensan y afirman que el cristianismo no tiene futuro. Pero la certeza de que la Iglesia sobrevivirá hasta la plenitud de los tiem¬ pos no es una ilusión triunfalista, sino una realidad consustancial a la Iglesia misma.
La esperanza de los cristianos se apoya en la fidelidad de Dios a sus promesas. La Iglesia es escatològica, lo cual quiere decir que vivirá y se desarrollará misteriosamente
3

mientras dure la Historia, o sea, en ese tiempo intermedio encuadrado entre la primera venida del Señor y la segunda «en la que la Iglesia será recogida desde los cuatro vien¬ tos, como mies para el Reino de Dios», según afirma el Vaticana^ II.
Esta es la clave de la fortaleza juvenil de la Iglesia. Sus miembros son perennemente jóvenes porque son «hijos de la Promesa»; saben que Dios es fiel. Y esta certeza les da la seguridad de su esperanza.
La Iglesia se realiza y desarrolla como «comunidad de la esperanza» precisamente por medio de la actividad misionera. «La actividad misionera es, en última instancia —dice el Concilio— la manifestación del propósito de Dios o epifanía y su realización en el mundo y en la Historia, en la que Dios, por medio de la Misión, perfecciona abiertamente
la historia de la salvación».
Pero hay otra nota de la Iglesia, en que se manifiesta de manera todavía más trans¬ parente su perenne juventud: la Iglesia es la «comunidad del amor». Se halla animada por el mismo Amor de Dios. «La Iglesia está preñada de Trinidad», decía Orígenes. Por eso participa de la juventud misma de Dios, de la juventud del Amor. El cristianismo conoce, quizá como ninguna otra religión, lo que ya descubrieron los pensadores antiguos, lo que proclamaba Platón: «Yo afirmo que el Amor es el más joven de los dioses y que su juventud es eterna».
Esta juventud del Amor y de la Esperanza es la juventud de la Misión, la juventud del DOMUND. Por eso, de las Misiones llega hoy hasta las «viejas cristiandades», que son las nuestras, tan escandalosamente divididas entre sí, tan alarmantemente doblegadas por el derrotismo, un aire puro, un oxígeno tonificante. Es el aire y el ímpetu de la ju¬ ventud misma de la Iglesia.

ELOGIO DE LOS MISIONEROS

«Estos son los campeones de la verdad salvadora y de la caridad rayana en el he¬ roísmo. Son los pioneros de la universali¬ dad, es decir, de la catolicidad efectiva de la Iglesia; son los promotores más asiduos, más humildes, más desinteresados, más efi¬
caces de la confraternización entre los hom¬
bres, de la paz. Son los servidores de una civilización que supera todo confín geogrᬠfico, cultural, económico y que tiende a ex¬ presarse en las dimensiones y en las for¬ mas, que transcienden de todo horizonte

particular y temporal para dirigirse al hom¬ bre verdadero en su plenitud total. Son los maestros de la vida, que enseñan el valor del tiempo, del trabajo, del dolor, del per¬ dón, de la oración, del amor, gratuitamente. Son los portadores de la cruz, pesada y sa¬ crificada, para ellos mismos; luminosa y sa¬ ludable para quien la recibe y escucha. Son los profetas de la palabra eterna, de la bon¬ dad, de la esperanza. Ninguna misión se asemeja a la suya».
(Pablo VI)

rç de octubre: DOMUND DE LA JUVENTUD
4

MENSik JE FRikNClSCikNO

Hi Franciscanismo pulsa en vertien^te y en pianos, donde su presen¬
cia no es reconocida como tal. O sea
que se incurre en im error de perspec¬ tiva, al contemplar al santo de Asís, y no verlo sino transfigurado en el monte Alvernia, y recordarlo hablando con aves, peces y flores, y llamando herma¬ no al mismo fuego.
Esto equivaldría a suponer que San Francisco quedó allá —en la lejana edad media— para presidir, con toda su per¬ sonalidad espiritual, una época de la
historia. Pero nada más.
Lo cierto es que, si puede hablarse de la presencia del medioveo en la espiri¬ tualidad y pensamiento contemporáneos, débese, en gran manera a esa fuerza con que el «Poverello» realmente histórico —no el personaje de la leyenda— ha atravesado siete siglos, para explicar a
nuestra centuria la misma lección —sin
pérdida alguna de actualidad—> que dic¬ tó a la suya, tan compleja y dinámica.
Esa misma apentuación presente del cristocentrismo de la Teología Moral, se¬ gún la cual Cristo es el polo de imita¬ ción y ejemplar de la vida, es una pro¬ yección del franciscanismo teológico que como el aceite, se ha ido desparra¬ mando e infiltrado en sistemas y teo¬
rías.
Es la tesis misma del Primado univer¬
sal de Cristo —¡en realidad, más luliana que sscotista— llevada al Orden moral.
Etienne Gilson —eminente buenaven-
turista— declara que, cuando se lee el
«Comentario a las Sentencias de Pedro
Lombardo» del Doctor Seráfico, se sien¬ te la impresión de que es San Francis¬ co de Asís el que filosofa; porque es tal la sancillez y la ternura con que San Buenaventura habla de Dios, que recuer¬ dan los sentimientos de San Francisco, mientras estaba leyendo el hermoso li¬ bro de las imágenes de la naturaleza.

Es verdad que los sentimientos no son doctrinas. Mas sucede, con harta fre¬ cuencia, que éstas son engendradas por aquéllos. Por lo cual, no es descabella¬
miento el ver en la fisonomía de la es¬
cuela franciscana —distinta de la aris¬
totélica del Maestro de Aquino— el in¬ flujo del franciscanismo amante de la
naturaleza.
Es muy franciscana la lectura de la creación, en la que Dios se ha revelado, al mismo tiempo que en la Biblia.
En ese libro leía San Francisco de
Asís; de parigual manera que, más tar¬ de, San Juan de la Cruz. Y Ramón Llull
—de tendencias dominicanas— es un
franciscano de cuerpo entero, en su «Li¬ bre de Blanquerne» y sus peculiares mé¬ todos científicos, que se basan en la ar¬ monía que enlaza a Dios y a las criatu¬
ras.
Ese grito de hoy, lanzado para pedir pobreza voluntaria, es un auténtico eco de la voz de San Francisco de Asís, que fundó una ascética de la vida, basada en el espíritu de desprendimiento de los
bienes de la tierra.
Es verdad que el Concilio basó su doc¬ trina en la pobreza del Señor. Pero lo es igualmente que «II Poverello d’Assisi» la predicó y practicó, inspirado en el ideal —tan del medioveo— de la imita¬
ción de Cristo.
Thode —^protestante— vio en el fran¬ ciscanismo uno de los movimientos más
verdaderamente universales. La razón
del hecho sea, tal vez, su integridad: que es todo Elvangelio.
El mensaje del franciscanismo puro al mundo de hoy es de amor apasiona¬ do a Cristo, devoción a la Eucaristía, amor a los hombres, humildad y po¬ breza, obediencia a los mayores y de¬ voción a la «Madonna Sapienza».
Me place ver en el «Canto del herma¬ no Sol» un mensaje al ateísmo moder¬
no.
GARCIAS PALOU, Pbro.

EL ROMO. P LUIS SECUNDO, MINISTRO GENERAL DE LA T. 0. R.,

DE PASO EN MALLORCA

De regreso de los Estados Unidos de América del Norte y cediendo a la invi¬ tación de nuestro P. Provincial, Muy Rdo. P. Miguel Pascual, el lunes, día 8 del pa¬ sado mes de septiembre llegó a Mallorca el Rdmo. P. Luis Secondo, Ministro Ge¬ neral de la Tercera Orden Regular. Nues¬ tro P. General permaneció tres días en

el Convento de San Francisco de Palma
donde pudieron saludarle y departir con él, buen número de religiosos de nuestra
Provincia Franciscana. La mañana del
jueves, día 11 del mismo mes, el P. Ge¬ neral reemprendió su viaje a Roma, acompañado del M. R. P. Antonio Bauza,
Custodio Provincial.

5

MES

y aforismos, «slogans» diríamos hoy, que guar-
damos en nuesira alacena histórico-literaria y que
utilizaba el celoso y ferviente propagandista del ROSARIO PERPETUO, nuestro P. Fornés, quien, lo recordarán nuestros lectores, mereció yj en 1905 ver premiado su celo con el nombra¬
miento de PRESIDENTE DE TODAS LAS SEC¬
CIONES DE MALLORCA (vide «Heraldo de
Ci’isto», enero de este año). En las cédulas de aviso siempre metía una
frase estimulante, un pinchazo. Ahí van algu¬
nos:

DEL ROSARIO
Por
Francisco Amengua!, T.O.R.

Si no teniu costum de resar el Rosari cada
dia. preniu-la i a Vhora de la mort vos será de gran consol.
Antes de sopar és Vhora més indicada per resar el Rosari en familia.
Pares i mares! ¿Voleu que els vostres fills sien acertats i no resau el Rosari en familia?
Qui no resa el Rosari, no sopa! Aquesta hauria d’esser sa máxima de totes ses famí¬
lies cristianes.
Medicina hen provada per curar es «mo¬ rros» de sogra, ses «ceies» de ñora i, fins i tot, sa «mala cara» de ses cunyades... és el
Rosari de cada dia.
¿Que no ho eréis, malsofrides, que vos mi¬ ran com es fasols? Ido resau-lo plegadetes tot un any i después me poreu tornar respos¬ ta (1).
Y para hacer más deleitable y acuciante su en¬ señanza, hasta apeló a aquel poco de poeta que todos llevamos dentro, escribiendo las cuatro cuartetas siguientes, de las que sólo vio la luz la primera, quedando inéditas las restantes. Di¬
cen así:

Allá se las compongan el curita portugués, «contestatario» del mensaje de Fátima, y el es¬ pañol que se envanece de haberse «cargado el Rosario». Nosotros, chapados a la antigua, «no
sentimos miedo de creernos en retraso dentro del
movimiento de las ideas» al declararnos desco¬
lladamente por «esta forma de oración que la piedad de la Iglesia, aun no declarándola oficial, es decir, litúrgica, nos ha enseñado y recomen¬ dado tanto» (Pablo VI). No aflojaremos, pues,
en nuestra devoción al santo Rosario, máxime des¬
pués de saber que el más autorizado y genuino intérprete del Vaticano II ha dicho: «AMAD EL
ROSARIO Y DEDICAOS A DIFUNDIRLO LO
MAS POSIBLE» (el Papa, 5 mayo, 1968). Y proseguiremos llamando Mes del Rosario al mes de octubre, aun sospechando que mereceríamos mejor aplauso de algún laicista «novador» si lo «bautizáramos» ¡perdón! con el nombre de «Ven¬
dimiarlo» o «Brumario».
Con motivo, pues, del Mes del Rosario permí¬ tasenos sacar a la plaza algunas de las máximas

Sa cara ben empolvada, es cabéis en es quart pis (2), ¿i sa anima abandonada? Resa el Rosari, infeliç!
El Rosari has de passar
cada vespre de vetlada si és que d’una volada en el cel vulgues anar.
En el cel me’n vui anar
i per això tots es dies ses cinquanta Avemaries
del Rosari vui passar.
¿Te queixes de malalties, de mal temps o poca sort? Passa’t, venga dret o tort,
el Rosari tots es dies.
Del mérito literario, de la envoltura de la se¬ milla, no juzgamos; pero que la cosecha era es¬ pléndida y abundante, es «notorio y pública fa¬
ma».

(1) Esta «Medicina» pareció «pedestre» a nuestra superioridad de entonces, que mandó re¬
coger la edición estableciendo la «previa censu¬

ra».
(2) Alusión a los altos moños que peinaban la.s jóvenes a principios de siglo.

ó

Tisonomia de San Trancisco
su MUERTE
/ / ataía ciimplido ya el año vigésimo de su total conversión a
Dios, siguiendo las inspiraciones de la voluntad divina. En cierta ocasión, hallábanse el bienaventurado Francisco y fray Elias en Poloigno, y mientras descansaban durante la noche, colocóse junto a fray Elias un sacerdote vestido de blanco, de muy venerable aspecto por su avanzada edad, y le dijo: Levántate, hermano, y di a fray Fran¬ cisco que se han cumplido ya dieciocho años desde que, terminados éstos, la voz del Señor le llamará a Si y entrará en el camino de toda carne». Asi sucedió, para que se cumpliese la predicción del Señor, al llegar al término señalado.
Como, pues, permaneciese algunos dias en aquel lugar deseado y conociese que se le acercaba por instantes la muerte, llamó a si a dos hermanos y a sus hijos predilectos y les ordenó con alegría de espíritu que en voz alta cantasen las alabanzas del Señor. El, por su parte, esforzándose cuanto pudo, entonó el salmo de David que principia: «Alcé mi voz para clamar al Señor; al Señor dirigí los clamores de mi plegaria». A esto, un religioso de los que le asistían, y a quien el Santo profesaba especial amor y que se mostraba extra¬ ordinariamente solícito por todos sus hermanos en religión, al oírle conoció que se acercaba el fin de bienaventurado y le dijo: «¡Oh Padre amantísimo! ¡Ay!, tus hijos van a quedarse sin padre y se verán privados de la verdadera luz de sus ojos. Acuérdate de los hi¬ jos a quienes dejas huérfanos, y perdónanos las faltas cometidas y confórtanos con tu santa bendición a los presentes y a los ausentes».
A lo que el Santo contestó: He ahí, hijo mío, que Dios me llama a Sí; a todos mis frailes, tanto a los ausentes como a los presentes, les perdono todas las ofensas y culpas, y en cuanto a mí depende los absuelvo de todo; cuando les notifiques estas palabras, bendícelos a todos de mi parte.
Ordenó, finalmente, que se le llevara el libro de los Evangelios y suplicó que se le leyera el Evangelio de San Juan desde el punto que comienza: «Antes del día de la Fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que era venida su hora de pasar de este mundo al Padre». Este mismo punto del Evangelio proponíase el que le cuidaba, antes que le fuera ordenado, leerlo, y el mismo salió al abrir por primera vez el libro, y eso que era una Biblia entera y completa.
Mandó después que le colocaran sobre un cilicio y le cubrieran de ceniza, ya que en tierra y polvo debía convertirse dentro de poco. Reunidos allí todos los religiosos cuyo fimdador y padre era, mien¬
tras presenciaban y a^ardaban con religiosa ansiedad el fin dicho¬
so y bienaventurado, sintióse aquella santísima alma libre ya de las ataduras de la carne y absorbida en el abismo de la eterna claridad, y el cuerpo durmióse en el Señor (tarde del domingo día 3 de octu¬ bre, de 1226).
Uno de los religiosos y discípulos del santo Padre, no poco cono¬ cido y, cuyo nombre creo prudente no publicar, porque mientras viva en la tame no desea gloriarse con tan distinguido favor, vio el alma del santísimo Padre subir directamente al cielo sobre multitud de nubes. Era cual esplendorosa estrella de las grandes dimensiones de la luna, y con la resplandeciente claridad del sol puesto sobre cándi¬
da nubecilla.
CELANO, Vida primera, 1. II, c. 9
7

HOY SE REZA MENOS Y, SIN EMBARGO,

NOS ES MAS NECESARIO ORAR

Necesidad de volver a la oración
«¿Por qué retornar? Porque creemos, creencia que quisiéramos ver desmenti¬ da por los hechos (como, por fortuna, lo está en muchos casos) que hoy tam¬ bién los buenos, también los fieles, tam¬ bién aquellos que están consagrados al Señor, rezan menos de un tiempo acá. Diciendo esto parece que deberíamos ofrecer las pruebas y decir el porqué de ello. Pero no explicaremos ahora es¬ te deber; exigiría un muy largo discur¬ so. Invitamos más bien a cada uno de
vosotros a hacerse esta reflexión:
¿Se reza hoy?
¿Sabe rezar el hombre moderno?
¿Siente la obligación de i hacerlo? ¿Siente la necesidad? ¿Tiene el cristiano facilidad, tiene gusto, tiene empeño por la oración? ¿Siente afecto siempre por las formas de oración que la piedad de la Iglesia, aun no declarándolas oficia¬ les, es decir, propiamente litúrgicas, nos ha enseñado y recomendado tanto, como el rosario, el {viacrucis etc,, y especialmente la meditación, la adora¬ ción eucarística, el examen de concien¬ cia, la lectura espiritual?
La liturgia na sustituye ni
empobrece la deveción personal
Nadie se permitirá atribuir la dismi¬ nución de la oración personal, y sobre
todo de la vida espiritual, de la reli^o-
sidad interior, de la «piedad», entendida como devoción, como expresión del don del Espíritu Santo por el que nos vol¬
vemos a Dios en la intimidad del cora¬
zón con el nombre familiar y confiado de Padre, a la liturgia, es decir, a la ce¬ lebración comunitaria y eclesial de la palabra de Dios y de los misterios de la redención; liturgia que, por obra de un intenso y extenso movimiento religioso, coronado, más aún, canonizado por el reciente Concilio, ha adquirido incre¬ mento, dignidad, accesibilidad y parti¬ cipación en la conciencia y en la vida
espiritual del pueblo de Dios y que de¬ seamos crezca en un próximo futuro. La liturgia tiene su propia primacía, su propia plenitud, y por sí misma su pro¬ nia eficacia que todos debemos recono¬ cer y promover. Pero la liturgia por su naturaleza pública y oficial en la Igle¬ sia, no sustituye, no empobrece la de¬ voción personal. La liturgia no es sólo rito; es misterio y como tal exige la ad¬ hesión consciente y fervorosa de cuan¬

tos en ella toman parte; supone la fe, la esperanza, la caridad, y tantas otras virtudes y sentimientos, actos y condi¬ ciones como la humildad, el arrepenti¬ miento, el perdón de las ofensas, la in¬ tención, la atención, la expresión inte¬ rior y vocal que dispone al fiel para su¬ mergirse en la realidad divina que la ce¬ lebración litúrgica hace presente y ope¬
rante.
Devoción personal y
participación litúrgica
La devoción personal, en cuanto a ca¬ da uno es posible, es condición indis¬
pensable para una auténtica y consciente participación litúrgica; y no sólo eso, ella es también fruto, la consecuencia de tal participación enderezada precisa
mente a santificar las almas y a corro¬ borar en ellas el sentido de unión con
Dios, con Cristo, con la Iglesia, con los
hermanos de la humanidad entera.
¿Por quéy hoy es menos
intensa la vida interior?
La disminución, si se da, de la reli^o-
sidad personal debe ser buscada en bien
distinta dirección. Probad aún a pregun¬
taros: ¿Por qué hoy la vida interior, es decir, la vida de oración, es menos in¬ tensa y menos fácil en los hombres de nuestros tiempos, en nosotros mismos? Pregunta que exigiría una respuesta ex¬ tremadamente compleja y difícil, pero que podemos ahora sintetizar así: nos
hemos educado en la vida exterior que
ha alcanzado un desarrollo y fascina¬ ción maravillosos, pero no tanto en la vida interior cuyas leyes y satisfaccio¬ nes conocemos muy poco; nuestro pen¬ samiento se desenvuelve principalmente en el reino sensible (se habla de la «ci¬ vilización de la imagen»: radio, televi¬ sión, fotografía, símbolos y esquemas mentales, etc.), y en el reino social, es decir, en la conversación y en la rela¬ ción con los demás; somos extrarefle¬ jos; incluso la teología cede a menudo el paso a la sociología; la misma con¬ ciencia moral está abrumada por la si¬ cología y reivindica una libertad que, abandonándola a sí misma, se hace buscar fuera de sí, a menudo en el mi¬ metismo de la moda, la propia orien¬ tación. ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está Cristo? ¿Dónde la vida religiosa de la que todavía y siempre sentimos oscura pero insatisfecha curiosidad?

8

Vosotros sabéis cómo este estado de
cosas constituye el drama espiritual, y, podríamos decir, humano y civil de nuestro tiempo.
Oios está dentro de nosotros
Pero ahora, por lo que respecta a nos¬ otros. hijos de la Iglesia, bástenos re¬ cordar, con un célebre pensamiento de San Agustin, que el punto de encuentro esencial con el misterio religioso, con Dios, está dentro de nosotros, está en la celda interior de nuestro espíritu, está en aquella actividad personal que llama¬ mos oración. Es en esta actitud de bús¬
queda, de escucha, de súplica, de docili¬ dad donde la acción de Dios nos llega normalmente, nos da luz, nos da senti¬
do de las cosas reales e invisibles de su
reino; nos hace fuertes, nos hace fieles, nos hace como El nos quiere.
Orady hermanos
A vosotros, hermanos y hermanas, consagrados al Señor, os decimos que tenéis el derecho y el deber de mante¬ ner gozosa conversación con El; a vos¬
otros, jóvenes ávidos de encontrar la llave del nuevo siglo; a vosotros, cris¬ tianos que queréis descubrir la síntesis posible, purificadora y beatificante de la vida vivida hoy de la fe que tenéis; a
vosotros, hombres de nuestro tiempo, lanzados a la vorágine de vuestras agobiadoras ocupaciones y que sentís la ne¬ cesidad de una certeza, de un consuelo que el mundo no os da; a todos os de¬ cimos: Orad, hermanos. No os canséis de intentar que surja del fondo de vues¬ tro espíritu con vuestra íntima voz este: ¡Tú!, dirigido al Dios inefable, a ese mis¬ terioso Otro que os observa, os espera, nos ama. Y ciertamente no quedaréis desilusionados o abandonados, sino que probaréis la alegría nueva de una res¬ puesta embriagadora: He aquí que es¬ toy contigo».
PABLO VI
(Discurso en la audiencia general de
14-8-1969)

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9

HAY QUE REZAR

Esto ha dicho el Papa: hay que rezar. Ya lo sabíamos, pero lo olvidamos con frecuencia. La verdad es que a veces só¬ lo consuela rezar. No mecánicamente,
sino con esa tensión que parece decir: «¡Que me ahogo, que me ahogo!» O con
esa lenta suavidad de la pena, que co¬ mienza a convertirse en esperanza, en
cuanto empezamos a rezar. Yo supongo que los que dicen que no creen en na¬ da —'¿es posible no creer en nada?— sienten como cada hijo de vecino la necesidad de rezar. ¿A quién? Tendrán que inventar algo. Los teólogos sabrían decir con precisión y conocimiento de causa lo que yo digo ahora por instinto de adivinación. Una señora que no aca¬ ba de creer, me decía que se había in¬ ventado un ángel de la guarda para su uso particular. Y im ateo suplicaba a unas monjas que rezasen por él. Una de ellas le contestó que ya él, al pedir esto, estaba rezando a su manera. Un sacerdote visitaba a im famoso escritor
moribundo hace algunos años. «Rece ‘usted lo que sepa.» «Sólo me acuerdo de lo de las cuatro esquinitas. ¿Servirá?» «Sirve, sirve.» ¿Qué hacer cuando fallan todas las previsiones humanas? Rezar, rezar. Aim sin palabras. Es el único re¬ curso. ¡Y qué hermoso! Advertimos que ya no podemos más, que hemos agota¬ do todas las vías y que en nosotros si¬

gue pesando la injusticia, el dolor, el desprecio, el vacío. O al contrario. Tam¬ bién habrá que rezar cuando las cosas
nos van bien o demasiado bien. Lo que
pasa es que solemos rezar únicamente cuando las cosas humanas, nuestras co¬ sas, no tienen arreglo. ¿Por qué no re¬ zamos un poco antes? Rezamos muchas veces por egoísmo. ¿Por qué no reza¬ mos por generosidad, pensando en los
otros? Nos acostumbramos a que nos lo den todo resuelto. Para eso está la técnica. Para eso está la ciencia. Para
eso están los seguros. ¡Ingenuos de nos¬ otros! Todo esto, en un momento de¬ terminado, deja de funcionar, y es en¬ tonces cuando no nos queda otro cami¬ no que el de la oración, «que tanto ne¬ cesitamos en la peregrinación por este
mundo terreno».
Junto a mí, en la terraza de un café, un señor conocido mío que tiene fama de hombre raro, permanece con la ca¬ beza apoyada en el puente de las manos, como si le sucediera algo. Le pregunto que si se encuentra mal y él me dice que no, que es que de cuando en cuando reza un poco. Luego añade: «Es mi pas¬ tilla de aspirina».
F. Javier MARTIN ABRIL
(De «Ya»)

«POR LA HERMANA LUNA LOADO SEAS, MI SEÑOR»
{Del «Cántico de las criaturas», de San Francisco de Asís)
iba a romper todo el encanto y poético ensueño de nuestra ju¬ ventud, el de las románticas leyendas de las «noches de luna». Unos instantes de suspenso inñnito vivimos ante el televisor cuando se iba cronometrando el tiempo del alunizaje: «cuatro, tres, dos... uno... No se cumplieron, gracias a Dios, las siniestras predicciones de los agoreros. Vimos bajar a Armstrong. Después, nuestros ojos llenos de curiosidad, vieron estupefactos cómo el mismo Armstrong daba gra¬ ciosos y suaves saltos sobre la superñcie lunar. ¡Con qué cordialidad, con qué apacible serenidad nos recibía «nuestra hermana luna»! «Loa¬ do seas, mi Señor, por la hermana luna», hubiera dicho radiante de gozo Francisco de Asís.
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Un irreflexivo ha llegado a decir estos días: «Y ahora la fe ¿qué?
Ahora la fe se ha ensanchado como el universo. Todo esfuerzo del
hombre es un caminar hacia Dios. Para el cristiano es el camino del
amor, raíz y fundamento, pero también compromiso. La conducta hu¬ mana es una generosa respuesta al amor de Dios y a su acción en el
hombre.

Los astronautas, según ha dicho Borman, sienten vértigo de pequeñez cuando atraviesan la inmensa obscuridad del cosmos. Senti¬ miento de pequeñez contemplando en la lejanía esa pequeñísima es¬ fera que es la tierra donde vivimos; teniendo en cuenta que la tierra es uno de los nueve planetas que giran en torno al Sol. Que éste es uno de los 200.000 millones que forman la Vía Láctea y que ésta sólo es una entre miles de millones de galaxias que pueblan la inñnitud cósmica. A mí no me ocurre más que decir: «Qué grande es Dios».
Y si en la tierra contemplamos las cosas bellas que son un rastro de la belleza de Dios, girando en el cosmos, maravillados de esas leyes que se cumplen inexorablemente, tenemos que abismarnos en la con¬ fesión de la grandeza de Dios.
Pero hay más para un franciscano. Una visión franciscana del mun¬ do, del cosmos. Dios crea por amor: toda la creación en los espacios inflnitos está llena del amor, que constantemente crea y sostiene toda
la creación.

Francisco de Asís compuso el «Cántico de las criaturas», que es uno de los más bellos poemas y la primera obra literaria de la lengua italiana. Al ñn de su vida lo compuso el santo, dejando a sus discí¬ pulos su modo de veriflcar y enfocar la vida. Es una versión de la ala¬ banza a Dios contemplado en las diversas criaturas del universo sen¬ sible: el sol, la luna, las estrellas, el viento, el agua, el fuego y la tierra que produce flores y frutos. No es el cántico una graciosa figura retó¬ rica; es la revelación del secreto de su existencia.

A la luz de esta fe concreta en el Padre, se descubre una concepción
del mundo totalmente nueva: el es «fraterno». Esto es un descubri¬
miento optimista, confiado, constructivo; una actitud de afabilidad, de simpatía y acogimiento.
A los tímidos y «flacos en la fe» tenemos que decir: «No temáis, hombres de poca fe», porque para los hijos de Dios el mundo, el cos¬ mos, es «nuestro hermano», está compuesto de «hermanos» y «herma¬ nas», en el amor del Padre.

Cuando los hombres lleguen con su técnica y su valor a Marte, tendremos otro día de júbilo para decir con Francisco de Asís: «Loado seas, mi Señor, por nuestro «hermano Marte»; porque la condición
humana es la de cantar a Dios.

(De «Ideales Seráficos»)

Fray Avelina M. DE CEDILLO

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APARICIONES Y REVELACIONES

por Gregorio Mateu, T. O. R.

]^TItimamente y con una notable promomoción publicitaria, se ha venido ha¬ blando de unas supuestas apariciones de la Santísima Virgen a 4 niñas en San Sebas¬ tián de Garabandal. Uno que contempla con cierto excepticismo tales manifestaciones, no puede menos que apelar a las verdades más puras de nuestra religión para escla¬ recer toda clase de equívocos. No cabe la menor duda de que Dios puede revelarse y revelar ciertas verdades (mensajes) a tra¬ vés de alguno de sus santos. Pero, es cier¬ to, igualmente, que la revelación pública ter¬ minó con la muerte del último de los após¬ toles. Y las revelaciones privadas no entran, en forma alguna, dentro de la materia de fe de los creyentes. Pueden ser creídas o no, sin que por ello disminuya un ápice nuestra
fe.
Evidentes abusos
Hace cierto tiempo que una revista norte¬ americana publicaba estos anuncios: «¿No consigues resolver un asunto importante? Acude a San Judas, abogado de los imposi¬ bles. Escribe solicitando una novena en el
Santuario de san Judas...» «¿Padeces de ór¬
denes nerviosos o mentales? Reza la nove¬
na a santa Difna». Ese mundo misterioso
de lo mágico ha tenido en muchos casos profunda aceptación entre los creyentes. La devoción a los santos es buena, pero bien
entendida. Ya el Concilio de Trento advirtió
que «es preciso apartar toda superstición de
la invocación de los santos, del culto de las
reliquias y en el piadoso uso de las imᬠgenes». Dice claramente el Card. Ottaviani: «El amor de Dios está, antes que en los ac¬ tos de culto y rito, en hacer la voluntad de

Dios y en obedecer sus preceptos: en esto consiste la verdadera religión».
Es evidente que la Iglesia no puede ver con buenos ojos el fomento inconsiderado
de llamativos hechos sobrenaturales cuyo
significado es, en muchos casos, profunda¬ mente dudoso. San Agustín, que dirigía sus sermones a gente sencilla, dice en uno de ellos: «¿De dónde han nacido a la Iglesia tantos abusos como deploramos, tantas cos¬ tumbres del todo ajenas a la vida de los
santos».
Concretamente con las revelaciones se
han dado hechos manifiestamente contra¬
dictorios en las vidas de los santos. Santa
Catalina de Sena aseguró que la Virgen le había revelado que no había sido inmacu¬ lada en su Concepción, contra el dogna de¬ finitivo siglos después. Entre los videntes de la pasión, santa Magdalena de Pazzis, santa Brígida y otras muchas, se han halla¬ do curiosas contradicciones. Santa Brígida creía que la Virgen le había dicho en una aparición que murió 15 años después de Cristo, y a santa Isabel de Schoenan le pa¬ reció ver y oír que sólo fue un año y medio después. La venerable María de Agreda asegura que transcurrieron 21 años, y Ca¬ talina Eimerich, 13 años. Y con el simple detalle de los azotes, las cifras que seña¬
lan los videntes varía desde un mínimo de
39 hasta llegar algunos a afirmar, sin nin¬ gún género de dudas, que fueron 15.000 los azotes recibidos por Cristo. Como puede observarse, hay para todos los gustos.
¿Qué pensar de las apariciones?
La mayoría de las apariciones han sido prohibidas por la Iglesia, a pesar del fervor

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popular que pudieran despertar. En los últi¬ mos treinta años, de 28 apariciones famo¬ sas, la Iglesia solamente aprobó 3. Un cató¬ lico puede, si lo quiere, aceptar los hechos milagrosos, relacionados con Lourdes, Fáti-
ma y otros santuarios similares; pero, si lo prefiere, los puede ignorar. Dice Pío X en la encíclica «pascendi» que todas las aparicio¬ nes o revelaciones autorizadas por la Igle•sia «no son aprobadas ni reprobadas por la Sede Apostólica, la cual se limita únicamen¬ te a permitir que se crean piadosamente con mera fe humana». No podemos olvidar que lo esencial es el Evangelio, y la doctri¬ na de la Iglesia católica se ciñe solamente al mensaje religioso y moral que Dios manimestó en la Biblia a toda la Humanidad, a través de su Hijo Jesucristo y por medio de sus apóstoles.
Los milagros existen, pero sólo tenemos que creer obligatoriamente en los de los Evangelios, porque es de los únicos que sa¬ bemos con certeza que Dios nos habla por ellos. En 1950, dirigiéndose Pío XII a los carmelitas, les ponía en guardia contra la falsa interpretación y los supuestos mila¬ gros que la gente ignorante adivina en el privilegio del Escapulario del Carmen. «No piensen quienes lo visten —les decía— que pueden conseguir la vida eterna en la pe¬ reza y en la indigencia espiritual». Sin ora¬ ción y sin buenas obras, el Escapulario —ni cualquiera otra devoción— no salva a na¬
die.
Garabandaly actualidad
El día 10 de mayo de 1969, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe pu¬ blicó la siguiente nota: «El Ordinario de la Diócesis de Santander sigue ejerciendo su autoridad como juez de la situación de Garabandal». Según la comisión nombrada por
Mons. Beitía «no consta la sobrenaturali¬
dad de los fenómenos que se han estudia¬ do cuidadosamente». Y añade seguidamente: «No hemos encontrado materia de censu¬
ra eclesiástica condenatoria ni en la doctri¬
na ni en las recomendaciones espirituales oue se han divulgado en esta ocasión como
dirigidas a los fieles cristianos y que contie¬
nen fórmulas tradicionalmente laudables».
Mons. Beitía lamentaba la excesiva publi¬ cidad que se había dado a estos sucesos tanto en España como en el extranjero, y prohibía, como sus antecesores, el llamado movimiento de Garabandal. Suspendía, asi¬ mismo, toda clase de publicación —libros, folletos, etc.— que tendiera a la orooagación
de dicho movimiento. Todos los sucesos
acaecidos tiene explicación natural, cosa que ha motivado la total prohibición de peregri¬
naciones a San Sebastián de Garabandal.
Está prohibida toda intervención de los sa¬ cerdotes, tanto participando y colaborando
activamente en el desarrollo de los hechos.

cuanto en la simple presencia como espec¬
tadores y se recomienda a los fieles cristia¬
nos que se abstengan de fomentar con su
presencia el ambiente creado en torno a di¬ chos sucesos. En una carta de Mons. Cirarda se dice que «según consta en el archi¬ vo de este Obispado, las cuatro pretendidas videntes han confesado en espontáneas y coincidentes declaraciones, que todas las co¬ cosas que la gente llama prodigios o decía que adivinábamos, eran cosas que hacíamos
nosotras».
Todo esto nos lleva de la mano a consi¬
derar nuestra gran responsabilidad para no dar crédito a supuestas manifestaciones so¬
brenaturales, a oscuras revelaciones, a apa¬ rentes milagros. La autoridad eclesiástica es suficientemente clara en el caso que nos
ocupa. Y no cabe la menor duda que el men¬ saje de Cristo en el Evangelio es más que suficiente para señalarnos el camino que de¬ bemos seguir los hombres para encontrar a Dios. Sin necesidad de caer en utópicas y contradictorias manifestaciones sobrenatu¬
rales.

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PÀ GINA

I. I T S R A. R I A.

Quail raranya ardida i sola ha enganxat sa barrióla per les branques d’aladern. i verdeja la garriga, i se gela al brot la figa que anuncia ja Vhivern.
aleshores és ma vida
más que mai alleugerida; un no-res li fa delit. Oh la gírgola hivernenca, el mirall de gel que es trenca. Varribada del ropit!
Poc a poc el fred s'arrisca,
i és lluenta la llentrisca
i el brancatge és més lluent:
i ha deixat la tardorada
son tapís de flor morada per Vherbei tot just naixent.
Tot s’alegra, tot fresqueja: l’espinal incult rumbeja
cireretes de coral.
Ve la boira fredolega,
i ve el tord. i ve la cega
i el bon foc dins el casal.

TARDOR
El vi raja de l’aixeta del botam, i riu la pleta cada dia amb nous anyells; treuen flor les llimoneres: lli ha arrop a les salseres
i vi blanc als carretells.
Tota mà d’infant esgrana pedreries de magrana; hi ha gínjols i murtons:
les novelles porrasseres
ja prometen falagueres la florida dels oubons.
I és la glòria que s’acosta, pels celatges de la posta, fitar l’ull allà d’allà,
amb la cara tota encesa de sentir-hi l’escomesa de l’airet tan viu i sà.
1 escoltar per l’alta via —o plaent xelabardia!— mils d’aeris cascavells, quan pel cel de l’horabaixa va passant, immensa faixa, un estrepit d’estornells!
Maria Antònia SALVA

UN OCELLIC

De plomall i brossa venint jo de lluny trobí en ma finestra d’un niu la deixalla

Bolleta rosada tot bec i gavaig i boqueres grogues com pol.len de lliri,

I

i quan ja el llnn·çava dins de la senalla

massa en passaria mon cor, de martiri,

I

quelcom bellugant-se dels meus dits s’esmuny.

si per a surar-te no fes un assaig.

\\

14

Vo és per la volada ton lleu borrissol; ¿com ensinislrar-te dins ta pròpia escola si no menjaries ni blat ni escaiola, ni tens esma encara de menjar tot sol?
Les llamineries preses del meu plat potser et plaurien... D’elles et peixia
i de tu curava de nit i de dia
i t'arrecerava de l’urpa del gat.
Poc a poc creixies i ets avui mig fet;
veure’t de bon aire m’és una bonesa.

girant per la gàbia ple de gentilesa talment la pupd.la d’un ull inquiet.
Quan sia enfortida la teva ala fina, llavors serà l’hora del meu comiat; vola sens temença, tiola en llibertat, i Déu t’alliberi de la salvatgina.
A la tardorada si cl cel torna gris i fa neu o pluja per serráis i comes, potser acollint-te t’eixugui les plomes el burell amable del Germà d’Assís.
Maria Antònia SALVA

TRÍPTIC

Sant Cristòfol, portador de Crist, talla de gegant, que, pel riu anar passant, d’un fasser n’heu fet bastó: Si dels anys per la maror el gaiato ja m’espera, dau-me'n un que es torn palmera
dins la célica blavor.
Oh Sant Pau, primer ermità, a qui el bon Déu alimenta
del corb amb la cura atenta
que vos portava mig pa:
ara em cal també tastar del corb la rebosteria...
—que no em manqui mai cap dia pel meu cos reconfortar.
Amb el pa de cada dia tan gustós que assaboresc, i un bastó tallat de fresc, envant ja puc fer ma via; amatent la poesia m'acompanya, i jo seguesc; parlau-me vós, sant Francesc, de la perfecta alegria.
Maria Antònia SALVA

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EL FRANCISCANISME DE LA POESIA
DE MARIA ANTONIA SALVÀ
ha conceptes que posseïm plenament, però, en venir i'hora de voler expressar-los amb claretat i precisió, ens manquen els mots adequats. Un d’ells és el de franciscanisme considerat com a estil literari o artístic. Limitant-nos estrictament a l’aspecte literari, diríem que és franciscana aquella poesia que cerca una bellesa fàcilment asse¬ quible o comprensible pel poble, ja que empra el seu mateix llenguatge en tot allò que té aquest de noblesa, finura i expressivitat. Tot dit amb volguda contenció, quasi amb austeritat. Però, al mateix temps, tot amarat de saludable alegria, jocunditat i optimisme.
I en quant a la temàtica, la poesia franciscana té jjreforència pels temes humils, per les petites coses de la naturalesa més bé que per les grans o, en tot cas, tractades aques¬ tes darreres amb un to simple, casolà, familiar, fraternal, coses que cl poble veu i sap entendre: Laudato si, misignore, cum tucte le tue creature, / spetialmente messer lo frate sole, / lo quale iorna e allumini noi per loi... Laudatu si, misignore, per sora luna e le stelle, / in celu l’ai formate clarite, pretiose e belle... Laudato si misignore, per sora aqua, / la quale è molio utile et humile et casta... (Sant Fnanccsc, CANT DEL GERMA SOL).
Creim que és opinió general que la poesia de Maria Antònia Salvà pot esser classifi¬ cada dins aquesta modalitat d’estil que porta el nom de franciscà. I això tant per xma bona part dels asumptes que poetitza com per l’expressió literària amb què els revesteix. Ja bo fèiem observar en una nota que escrivíem damunt aquesta mateixa revista, ara fa onze anys, amb ocasió de la mort de nostra gran poetessa. Per a arranjar aquest comen¬ tari quasi ens bastaria posar en català les idees que llavorcs anaren emeses en castellà. Adduíem les paraules de Costa i Llobera en la introducció a les primeres POESIES de l’autora: Sempre ha volgut glorificar senzillament el Creador a semblança d’aquelles aus amigues del Pare Sant Francesc, a les quals ell predicava per dins el camp de la Umbria. Es de creure que el Seràfic Patriarca se complau en les cançons d’aquesta terciària seva, eli qui tan intensa i delicadament sentí la poesia de la natura, crismada amb la unció de lo sobrenatural, ell qui tant s’agradà de l’amable senzillesa. Abans, en la mateixa ibtroducció. Costa ja ha dit: La senzillesa discreta, la naturalitat sense vulgarisme, una correcció sens esforç, un gust exquisit, un fons de bondat ingènua i de sentiment delicat sense exaltacions insanes: vet-aquí les dots amb què nasqué dotada aqueixa Musa (la de Maria Antònia). I retreu el judici de Ruyra: L’insigne Ruyra, amb molta exactitud, se¬ nyala per nota característica dels versos de Na Salvà l’espontaneïtat de la perfecció, sen¬ zillesa i galanura nativa. Ens sembla que tots aquests són precisament els trets principals de l’anomenat estil franciscà i que les apreciacions dels dos venerables mestres són encara vàlides, almenys per a una porció molt important de l’obra poètica de Maria Antònia. Ja es sap, com bo fa notar Josep Maria Llompart (LA LITERATURA MODERNA A LES BALEARS), que l’ccespontaneïtat» és només aparent. En el fons és fruit d’un estudi cu¬ rós tant en quant al llenguatge, cercant sempre el mot i l’expressió més escaients, com a la selecció de les idees per tal que responguin bellament a la realitat que es vol de¬
tectar.
Amb les composicions que escriví Maria Antònia amb signe franciscà —bo dèiem tam¬ bé en la nota a la qual ens hem referit anteriorment— es podria formar una no gens petita CORONA POETICA mariano-franciscana. Es quasi popular a Mallorca l’himne regional dels Terciaris, Oh Sant dolcíssim, amb bellissima música de l’inspirat compositor mallorquí, Josep Massot. Però, ultra els himnes o poesies franciscanes compostes més o menys per encàrrec —és aquesta la petita tara d’alguna d’elles— o on s’al.ludeix expres¬ sament al Poverello, quina bella garba se’n podria fer d’altres que, pel demble literari i més per l’esperit, poden esser marcades amb el segell franciscà! Si el temps i l’espai bo permetessin, seria interessant recollir trets de les FLORETES —el llibre franciscà més saturat de franciscanisme, i que Maria Antònia coneixia— que tenen els seus reflexos en poesies de nostra estimada autora lluernajorera.
Fra M C., T.O.R.
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VIÀTXC l^OM'A.CA.l.

Les portes de la clausura s’obrin a nostre Senyor,
s’obrin també al seu ministre
qui porta el sagrat copó.
Ran d’una gòtica arcada par salmegi el brollador, i aquell silenci de seda no el pot torbar sa remor, que l’ofeguen uns bellveures,
centinel.les de verdor.
**
Pujant l’espaiosa escala —corcmenjat cada graó—. ciri encès, quatre Sors joves
reciten en to menor, els versets del Miserere...
I ja entrant al corredor. Campanel.la, toca i avisa que arriba nostre Senyor. Les parets, de la calç, lluen i és pulcritud llur blancor, rebent per tres finestrelles glopeigs de viva claror.
**
Quan pos els peus en la cambra
m’envaeix l’emoció
de veure com s’incorpora
en son llitet de dolor
la malalta — alaferida, ala sense tremolor—,

i sobre el pit les mans junta amb gest d’adoració. Venera i rep l’Hòstia santa, viàtic confortador; i segueix, tranquil.la i atenta, i amb accents de ver fervor, la litúrgia que traspua
la darrera unció.
A las germanes de Regla, humil, demana perdó
i vol el bes de cada una
com qui desitja un gran do,
i un ritme se mou llavores
de dolça estimació. Quin tresor s’amaga als claustres, de fe, esperança i amor! Ah món, tarat de follies, tu no ho saps conèixer, no.
* i-
Un detall la cel.la havia
cque em cridà l’atenció: floqueters i alfabagueres. en bella profusió, regats a la matinada, que l’aigua té més frescor. «Tot per mon Espòs castíssim; com més n’hi haja, millor». Ho ha explicat la Priora, mig plorosa de tristor: Hem fet el gust de Sor Paula. «que avui és festa major».
B. Guasp, Pr

PARTIERON HACIA LA CASA DEL PADRE
PALMA DE MALLORCA.—Día 3 de marzo, doña Antonia Cardona Llull, suscrip-
tora de esta revísta.
ARIANY. — Día 21 de setiembre, D. José Genovard Ribot, padre nuestro hermano de hábito, Rdo. P. Jaime Genovard Font — Rector de La Porciúncula — y de las Francis¬ canas Hijas de la Misericordia Sor Catalina da Santa Teresa del Niño Jesús y Sor Mag¬
dalena de la Inmaculada.
LLUCMAJOR.—En agosto, D.‘‘ María Garau Jaume, seglar ítanciscana. INCA. — D.° Franaisca Marqués FioJ (15 agosto) y D.° Francisca A. Risco Melis (-13 setiembre), miembros de la T. O. F.
17

(discurso ctet 17 • 9 • 1969)

Necesidades de la Iglesia
¿Qué es lo que necesita hoy la Iglesia? Tal es la pregunta que Nos tenemos siempre pre¬ sente en el ejereicio de nuestro ministerio apos¬ tólico, pregunta que las condieiones actuales de la Iglesia no eonsienten satisfacer eon una res¬
puesta fácil y única.
Necesita —decíamos en una precedente audiencia—■ volver a encontrar la confianza en
sí misma, es decir, en las promesas y en los carismas divinos que lleva consigo; en el patri¬ monio de la verdad que, a través de la auténtiea tradición, le confiere razón de ser y de obrar; en el propio conjunto constitucional y místico al que Cristo ha conferido la verdadera auten¬ ticidad y la indefectible perennidad; en su eapacidad de recomponer la quebrantada unidad de la única y universal familia cristiana; en la validez y variedad de su acción pastoral, apta para reanudar, con el hilo de las eostumbres cristianas, antiguas y recientes, el tejido de su renovación eclesial, como los tiempos actuales sugieren y bajo ciertos aspectos, imponen; en la propia misión, abierta al mundo de hoy y de mañana, de instrumento y signo para toda la
humanidad.
Necesita también poner en práctica el Con¬ cilio; necesita volverse a encontrar interiormen¬ te unida, eoncorde, disciplinada y feliz; necesita una revisión organizada de su liturgia como ya se está haciendo; necesita un nuevo y bien es¬ tudiado código de su legislación, como también se está laboriosamente tratando de hacer; nece¬ sita un renovado empeño en su vocación evan¬ gélica de caridad y santidad; necesita una nue¬ va eficacia pastoral y misionera, así como ecu¬ ménica; necesita —y Dios nos oiga— de una nueva oleada inspiradora del Espíritu Santo.

Y así no se puede observar sin aprensión la fa¬ cilidad con que se deja de cumplir esa virtud de la obediencia eclesial, que es principio constitu¬ tivo en el designio preparado por Cristo para la estabilidad y desarrollo de su Cuerpo místico y visible que es precisamente la Iglesia. Quizá se ha pasado el límite consentido en el esfuerzo, loa¬ ble de suyo, de incluir al sacerdote en las filas de la sociedad, secularizando totalmente sus hᬠbitos, su modo de pensar y de vivir, empujándolo por el sendero de las competencias temporales, que no es el suyo, y disminuyendo así el vigor de su vocación y su función de ministro del Evangelio y de la Gracia.
Se ha puesto demasiado en discusión su celi¬ bato y se va debilitando demasiado la fuerza de la ascética cristiana y el carácter irreversible de los compromisos sacros contraídos ante Dios y ante la Iglesia. Y quizá se ha recurrido también demasiado a formas excesivas de publicidad, de encuestas, de experiencias irregulares, de presio¬ nes en la opinión pública, para que pueda hallar¬ se el camino justo de la renovación y con acerta¬
da luz católica.
4

Dificultades de la Iglesia
Pero las dificultades son muchas, como todos ven. El Coneilio ha impreso en la Iglesia impul¬ sos múltiples y vivaees, pero no siempre son apro¬ vechados en su buena dirección, es decir, para edificación de la Iglesia de Dios. Y así son no pocos los síntomas que parecen presagiar graves daños para la Iglesia. Nos mismo hemos señalado ya algunos, como cierta flexión en el sentido de la ortodoxia doctrinal en algunas escuelas y en algunos investigadores. Y no hay quien no vea el peligro que para la verdad religiosa y para la eficacia salvadora de nuestra religión constituye el considerar solamente su aspecto humano y so¬ cial, en perjuicio del aspecto primordial, sacro y divino, como es el de la fe y la oración.

GONSTRUCGIONES MUT, S. A.
Contratistas de obras

Santiago Rusiñol, 4

Tol. 211342

PALMA DE MALLORCA

^1

18

NUESTRA PEQUEÑA HISTORIA

Tftedio siglo atrás...

1^) ecíamos el mes pasado que en 1919 septiembre y octubre salieron en un solo número. Resumida ya la mitad del con¬ tenido de dicho número, hagamos ahora lo
mismo con la otra mitad.
Celebrábase aquel año —ya nos referimos a ello en otra ocasión— el primer centena¬
rio del nacimiento de José M.^ Cuadrado.
Recordemos de pasada que Cuadrado, ar¬ queólogo, historiador y poeta, nació en Cin¬ dadela (Menorca) el 14 de junio de 1819 y murió en Palma, donde transcurrió casi toda su vida, el 6 de julio de 1896. Así pues, Antonio Jiménez proseguía su ensayo so¬ bre «Cuadrado, arqueólogo», cuya primera parte había salido en el número del ante¬ rior agosto. Entre muchos títulos de la pro¬ ducción histórica y literaria de nuestro gran polígrafo, el autor citaba «su ardiente defen¬
sa de! «Claustro de San Francisco»,
En «El pueblo sin Dios» Fr. Juan de Alver-
nia se hacía eco del malestar reinante entre
patronos y obreros, malestar acentuado a
raíz de la primera gran guerra europea, que había finalizado el año anterior.
Un tema parecido tocaba Daniel en «¿Cué farem?», sobre la escasez y la carestía de las subsistencias, tema tratado con el acos¬
tumbrado gracejo en un diálogo escrito en maliorquín popular. Léase una secuencia:
«—Peró, no direu que ses coses de men¬ jar no estiguen a un ui de sacara.
—¿1 tú qué vols? Vols que es pobre conrador que paga ses eines cares, perqué ha pujat es ferro: ses sabates cares, perqué es cuiro, i ses mans d’es sabaters han pu¬
jat; i sa roba cara, per tot lo que hem dit antes; i el menjar dels animals car, per cin¬ quanta motius, llavors se’n venga en mig de sa plaça i diga: Jau, tots voltros que demanau vuit hores de feina, i els jornals cars, preniu regalats els fruits de la terra que jo he suats amb dotze o tretze hores de feina feixuga. ¿Què te pareix? ¿Pot esser
això?».
Seguían cuatro páginas de «Noticias y va¬ riedades». Destaquemos las más importan¬
tes. Había fallecido el Dr. Tolosa Latour,
terciario y sabio benemérito, llamado el pa¬ dre de los niños por haber levantado en
Andalucía el Sanatorio de Santa Clara para
los pequeños enfermos. Hace cincuenta años la Tercera Orden florecía extraordina¬
riamente en Suiza donde contaba con
298 hermandades, con 410 sacerdotes y
22.000 terciarios distribuidos en 3.300 her¬
manos, 18.000 hermanas y 700 terciarios se¬
glares aislados. En aquel entonces el insigne
terciario Sr. Marcó Fidel Suárez, presidente

de Colombia, juntaba la banda presidencial
con el cordón franciscano. Conmemorábase el séptimo centenario del establecimiento de los Franciscanos en Palestina como guar¬ dianes de los Santos Lugares. Se publica¬
ba una estadística general de la Orden
Franciscana en todo el mundo. Había en
aquel tiempo 500 Terciarios Regulares y
2.396.848 terciarios seculares. Otra noticia
se refería a la colocación de la primera pie¬ dra para un monumento a nuestro Padre San Francisco en la ciudad del Cairo (Egip¬ to). No ignoramos que todas esas noticias, según la mentalidad actual, huelen a triunfalismo.
En «Crónica Franciscana» venía reseñado
el brillantísimo acto literario celebrado por
la Asociación de Josefinas que la Tercera
Orden tenía establecida en nuestro Conven¬
to de Artá. El objeto del acto era allegar fondos para los pobres de aquella villa. En dicha velada se representó el diálogo «Per amor de Déu sia», que se reproducía en aquel mismo número.
En aquel mismo Convento de Artá, día 17 de agosto habían tomado el hábito diez as¬ pirantes: seis a coristas y cuatro a legoc.
A continuación van los nombres: Jaime Ge¬
labert (salido), Antonio Muntaner, Bartolomé Bover (salido), José Pocoví, Vicente Coll (fallecido) y Sebastián Lliteras, coristas; Bartolomé Rosselló (salido y fallecido), Jai¬ me Rosselló (salido), Pedro Juan Llabrés (salido y fallecido) y Francisco Oliver, legos.
Igualmente en el noviciado de Artá emi¬ tieron los primeros votos, día 18 de sep¬ tiembre, veinte de los veintidós que habían
recibido el hábito el año anterior (recuérdese
que por no tener aún la edad canónica no habían podido empezar el noviciado los ac¬ tuales P. Francisco Company y P. Miguel Ferrer). Como los nombres ya aparecieron el año pasado al referirnos a la vestición, sólo repetimos los de aquellos que actual¬ mente perviven en nuestra Orden: Fr. Juan Domenge, Fr. Antonio Bauzá, Fr. Miguel Co¬ lom, Fr. Juan Caldentey, Fr. Antonio Nicolau y Fr. Francisco Amengual, coristas; Fr. Juan Llabrés, Fr. Bartolomé Torrens y Fr. Lorenzo Tomás, legos.
Como noticia de última hora se insertaba
la de la llegada a Mallorca, día 1 de octu¬ bre, del Rdmo. Procurador General de nues¬
tra Orden, P. Arnaldo Rigo. Procedía de los EE. UU. de América del Norte a donde ha¬
bía ido como delegado del P. General para practicar la Visita Canónica a los Conventos de aquella nacionalidad.

19

MISIONES

C A. T E Q U I S T iV S

No sé si alguna vez hemos hablado de la preciosa ayuda que dan a las Misio¬ nes los catequistas y las catequistas.
La mayor dificultad con que tropiezan los misioneros —esto sí lo hemos dicho
muchas veces— es la escasez de clero.
En India —me dijo imo de nuestros mi¬ sioneros— que él solo tenía el cuidado de sesenta pueblos con cristianos, sin contar los pueblos donde todavía no ha¬ bía un solo cristiano. ¿Cómo llegar a repartir imas migajas de doctrina y de ministerio apostólico a estas multitu¬ des? Una consoladora respuesta a ese interrogante la da la actuación de los catequistas de ambos sexos. Magníficos y sacrificados ayudantes del misionero, despliegan un celo edificante y eficaz, son el brazo largo del misionero. Con
sus lecciones de catecismo bien orga¬ nizadas, con el conocimiento del carác¬ ter de la gente, con sus programas de
sanas diversiones para niños y niñas, y sobre todo con su buen ejemplo, preparan muy bien el terreno para cuando venga el sacerdote. Este encuen¬ tra preparados a niños y niñas para la Primera Comunión, para confesarse también por primera vez, y contestar bien a las preguntas que a guisa de
examen les hará el misionero. Están
preparados para casarse las parejas de novios, para recibir el bautismo los aun no bautizados, etc. Es fácil adivinar que los catequistas tienen una gran partici¬ pación en la vida espiritual de la Mi¬

sión, y que contribuyen muchísimo al éxito apostólico de los misioneros.
Nos ha inspirado estas líneas la si¬ guiente carta de una catequista de nues¬ tra Misión brasileña de Cáceres, que con gusto reproducimos.
Esta •• NEMEZIA, la catequista de nuestra Mi¬ sión de Cdceres (Brasil). Su padre, anciano je¬ fe de la oración y del catecismo, recibió de Mons. Galibert T. O. R., Obispo de lo dióce¬ sis, hoce más de 30 años, la autorización de presidir oficialmente la celebración religiosa
■ de los matrimonios.

20

¿VAN AL CIELO LOS NIÑOS NEGROS?
Se presenta Soy la catequista de mi pueblo, desde hace tres años.

He de confesar que desde el principio encontré un gran apoyo en las padres de los niños. Ahora éstos continúan vi¬
niendo con regularidad.

Bien en la capilla, bien en torno a ella, yo paso muchas horas de los do¬ mingos entreteniéndoles, instruyéndolos, enseñándoles cantos, acompañándolos con mi acordeón. Me ayudan dos chicas
de 16 años.
Fiestas infantiles
Yo organizo de tanto en tanto peque¬ ñas fiestas con regalos, adquiridos con mis sacrificios, cosa que hago siempre con alegría y satisfacción; o me los pro¬ porciona el P. Amador T.O.R. Estos re¬ galos despiertan más el interés en los que asisten, y atraen a otros.

Enseñanza religiosa
Yo tengo a mi cargo 180 niños y ni¬ ñas. Las explicaciones de catecismo son seguidas con atención. Veo a estos pe¬ queños escuchar con avidez mis expli¬ caciones. Y no faltan preguntas inte¬ resantes, a veces muy originales.

¿Van al cielo los niños negros?
Les hablo ante un altar que nos de¬ jó el Padre Amador. Pero el caso es que en el retablo no hay ninguna figura de santo negro. Un día, un pequeño me preguntó: ¿Puede ir al cielo un negro? Yo intenté del mejor modo posible ex¬ plicarles que todos los hombres son iguales ante Dios. Muchos se mostraron poco convencidos. Yo no sabía qué añaotros en el pueblo somos talepbyu’uu dir. Estaba preocupada, porque nosotros en el pueblo somos todos negros...

r

^

PARA NUEVOS CRISTIANOS EN NUAMACHUGO

o.” Montserrat Alomar Vanrell, de SINEU,
entregó la limosna de 100 pesetas paro que nuestros misioneros de Huomachuco (Perú) bauticen un Juan Jesús y una María Concep¬
ción.
Mil gracias, D." Montserrat, antigua suscriptora de nuestra revista.

V.\_\_\_

^

Bella solución
Mientras tanto, recibí el encargo de hacer unos dibujos sobre el Padre Nues¬ tro. En una de las hojitas, dibujé una niña negra jugando entre niños y niñas de color blanco, y en el centro el Niño
Jesús.
El domingo siguiente les distribuí las hojitas. Todos tenían el dibujo ante los ojos. Se pusieron muy alegres: «Es ver¬ dad, todos somos iguales, pues negros y blancos juegan con el Niño Jesús»...
Al ritmo de la Liturgia En ocasión de las fiestas procuro lla¬
mar la atención de los niños sobre los misterios que se celebran: les declamo
poesías, les enseño cantos, organizamos actividades: así, por Navidad montamos una cueva de Belén, un árbol de Noel (antes no lo conocían). En las fiestas de la Virgen, del Espíritu Santo, organiza¬ mos procesiones con luces y trajes. En Viernes Santo hacemos el Vía Crucis, y llevamos en silencio la imagen de Cris¬ to Muerto por las calles de la pobla¬ ción, con los adultos...
A los pequeños les gusta mucho esto... Y a los mayores también.
NEMEZIA, Catequista

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PALMA DE MALLORCA

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21

JUVENTUD ACTUAL Y...
V
LOS ASOMBROSOS EFECTOS DE LOS ESTÍMULOS ERÓTICOS
Y REVOLUCIONARIOS SOBRE NUESTRA JUVENTUD

Escribe: fray rojo

¡Caramba con el titulito del presente artículo! Les prometo abreviarlos en
sucesivas colaboraciones.
Una revista tiene el inconveniente de la falta de rabiosa actualidad, pero tie¬
ne la ventaja, sobre el diario o el noti¬ ciario de radio y televisión, de contem¬ plar los hechos con mayor perspectiva y profundidad.
Hoy vamos a recordar tres episodios
todavía recientes:
a) La visita de Nelson Rockefeller
—enviado especial del Presidente Niíxon—, a Latinoamérica, como se la lla¬ ma ahora no sé por qué.
b) El viaje del propio Presidente a
Rumania.
c) El aniversario de la ocupación de Checoslovaquia por las tropas del Pac¬
to de Varsòvia.
En estos tres acontecimientos encon¬
tramos unos protagonistas de excep¬ ción: la juventud. Una juventud que apedrea y muere atacando a «Rochy» o a los tanques rusos. Y una juventud que aplaude frenética —¡repasen, por fa¬ vor, las fotografías publicadas por la prensa nacional y extranjera—, al Pre¬
sidente Nixon.
El contraste hace pensar: la juventud
occidental Latinoamericana odia al co¬
loso Capitalista, mientras que la orien¬ tal —^Rumania—lo aplaude.
¿Aplaude? ¡No! Odia al coloso Revo¬ lucionario y manifiesta ese instinto aplaudiendo a su gran rival. Y cuando ho van a conseguir absolutamente nada unos jóvenes mueren a sabiendas de que
con la ofrenda de sus vidas —Checoslo-

vaquia o Latinoamérica—, quiere decir que se sienten bien recompensados só¬ lo con poder manifestar su repulsa armque tengan que pagar un precio tan al¬
to.
Hasta aquí no hemos hecho más que
comentar tres noticias de todos conoci¬ das. Ahora es cuando viene la refle¬ xión...
Todos decimos que la juventud actual está muy mal, ¿no es cierto? Vemos cosas en ella que no nos gustan y, a veces, hasta nos escandalizan.
Pero hemos demostrado que la verda¬ dera causa de muchas de estas posturas se debe a que nuestra juventud —nues¬ tro mimdo, ¿para qué engañarnos?— es¬ tá monstruosamente «dirigida», por no emplear el manoseado y quizá poco cla¬
ro «alienada».
Ahora bien, ¿cuántos hombres sesudos, cuántos intelectuales, cuantos señoritos políticos de café corrían delante de los «gorilas» sudamericanos o de los tanques soviéticos? ¿Cuántos se atrevieron a aplaudir al Presidente Nixon en Buca¬
rest?
Queridos amigos: ¿Saben ustedes que una Bernadette Devlin, a sus veintidós años, ha hecho más por los parias de Irlanda del Norte —que éstos sean cató¬ licos o no es lo de menos para nuestra reflexión; lo que debe importarnos es que eran quinientas mil personas sufrien¬
do una absurda descriminación— que
todo el Parlamentode Su Graciosa Majes¬
tad en cincuenta?
¿Saben ustedes que todo un batallón
de soldados norteamericanos se ha ne

22

gado a combatir en Vietnam? No: a és¬ tos no se les puede acusar de cobardes o de temor a la muerte, porque saben muy bien que serán juzgados por un Consejo de Guerra..., si es que antes al¬ gunos «voluntarios» de la C.I.A. no se en¬ cargan de hacerlos desaparecer de algu¬
na manera. Ni rebelión militar, ni su¬ blevación, ni falta de patriotismo. Senci¬ llamente: les ordenaron conquistar una
colina donde mueren cientos de compa¬
ñeros suyos y, cuando estuvieran arriba, les dieran orden de bajar «porque el ho¬ nor había quedado a salvo». ¡Claro que había quedado «el honor» a salvo! lo es¬ taba ya antes de comenzar la batalla. Porque ese «honor» no va a las guerras ni a las manifestaciones; se queda muy bien arropadito en sus casas de Nueva York, Londres, Moscú o París.
Sigamos reflexionando. Por lo tanto, ¿es tan mala nuestra juventud? ¿O será que su mentalidad está cambiando de signo? Porque el hombre es un ser limi¬ tado en el tiempo y en el ser y, por lo tanto, siempre tendrá defectos.
En mi opinión particular creo también que la juventud actual abusa del erotis¬ mo, del alcohol, de las drogas y de las melenas. Pero creo intuir, a través de esas noticias recogidas al azar, que bus¬ ca con más autenticidad que nunca la Verdad, la Justicia y la Libertad.
Y no solamente busca, sino que —que¬ rámoslo aceptar o no— algo va consi¬ guiendo. Pensemos en un calificativo que está muy de moda al hablar de juven¬ tud: REBELDE. Acusamos a la juventud de REBELDE..., sin darnos cuenta que, al emplear ese término, nos estamos acusando a nosotros mismos. Porque
REBELDE es la persona que se re¬
siste con obstinación a acatar leyes, ór¬ denes o principios, PERO QUE NO HA
PODIDO SER DOMINADA NI FISICA NI MORALMENTE. Un estado de RE¬
BELDIA indica, pues, dos cosas. Prime¬ ra: que el REBELDE está libre. Segun¬ da: que la sociedad que persigue, criti¬

ca o envidia al REBELDE es menos po¬
derosa que él, puesto que aún no ha conseguido privarle de esa libertad.
Uno, ante todo esto, se queda perplejo y se pregunta honradamente si en reali¬
dad tendremos suficientes elementos de
juicio para poder emitir un dictamen so¬ bre nuestra juventud actual en sentido global o genérico. Más claro: ¿podemos hablar de LA JUVENTUD, de los defec¬ tos y virtudes de LA JUVENTUD, de la ideología de LA JUVENTUD? ¿Es que hoy, en una sociedad pluralista en polí¬ tica, técnica y religión debemos hablar de UNA SOLA JUVENTUD? ¿No estare¬ mos cometiendo un error de base al in¬ tentar generalizar, definir o resumir lo que no es posible? Ese universal y ob¬
sesionante debate —a veces aburrido por tanta reiteración de los mismos tópicos—
sobre LA JUVENTUD, ¿no puede deberse a que unos estudian, ven o conviven con UNA parte DE LA JUVENTUD y otros
con OTRA?
Pero ese estudio sobre LAS VARIAS JUVENTUDES habrá que dejarlo para más adelante, puesto que no quiero fa¬ tigarles. Creo que por hoy basta, aunque no hemos hecho más que comenzar a es¬ tudiar esos «asombrosos» efectos que los estímulos capitalistas —ísrotismo— y co¬ munistas —revolución—, están produ¬ ciendo en nuestra juventud.
(Continuará)
N
La prensa católica - escribió
Juan XXIII - «es uno de los
medios más poderosos de que se puede servir la palabra de Dios para llegar a los hoga¬ res y hacerse comprender y
amar »
EL HERALDO DE CRISTO
es prensa católica.
^^

23

pagina á.el^ tercia,rio

ÀUTORREVISIÓN SINCERA

Tenemos ante los ojos la «vida» de la Her¬ mandad X. Dicen que somos unos quinientos hermanos en la misma. ¿Cuántos exacta¬
mente? No lo sabemos. Ahí es donde tiene
su principal origen la enfermedad que aqueja
a nuestra TOF. No nos conocemos. No so¬ mos familia, no hacemos fraternidad.
Se nos ha dicho mil veces que debemos ser —por imperativo de nuestra vocación—
ESO: FRATERNIDAD. Efectivamente ahí está
la existencia fundamental del Evangelio. Se nos ha dicho que la Tercera Orden Francis¬ cana es, principalmente, para eso. Pero, todo, las más de las veces, queda en palabras y
teoría...
Queremos un cristianismo y un Franciscanismo sin compromiso y sin enganche con la vida. Total, en muchos casos, nada. No queremos chocar con lo difícil. Y no hace¬
mos misterio. No molestamos. Estemos se¬
guros de que nadie nos perseguirá. No su¬ ponemos ningún obstáculo ante las fuerzas oscuras o públicas del mal. Somos «pacífi¬ cos» en el peor sentido que pudiera tener esta palabra.
La denominación de ORDEN que conlleva
nuestra institución está también vacía de
contenido. La palabra «orden» implica en¬ cuadratura, disciplina, norma común de vida de perfección evangélica... Pero todo esto es música china para muchos de nuestros
adscritos.
¿Y, si nos contentáramos con aquella TOF de tiempos pasados? Peor que peor. Aquella fue buena e hizo su bien en su tiempo... Respetamos el pasado. Pero si hoy se pre¬ senta con revestimientos, modos de vida, criterios y planes de «aquellos tiempos»... es como si nuestros hombres y mujeres ac¬ tuales pretendieran vivir y andar con ve¬ hículos, vestidos y medios de vida propios de hace 50 años. Ridículo, ¿verdad?
Nos consta que nuestros Responsables y Dirigentes de primera fila tratan de llevar a cabo la necesaria renovación y puesta al día de nuestra Fraternidad Seglar. La em¬ presa es urgente. Mejor hacerla hoy que en un mañana que puede ser ya demasiado
tardío.
La necrosis es ya incurable en muchos casos. Dejemos, pues, que mueran en tran¬ quila paz esos grupos que ya no reaccionan, que se empeñan en no resucitar o que ya

21..——PLaarsnotienenposibilidadesdesubsistir:rebañi-
tos de ovejas moribundas con pastores sin
alma franciscana.

«

«

•

Queremos y deseamos una nueva prima¬ vera de la T.O.F., es decir, presencia nueva, viva y seglar del Franciscanismo en medio del mundo de hoy; testimonio de Fraterni¬ dad y de comunidad evangélica que se tra¬ duzca en el constante compartir fraterno de todo y de todos los hermanos; Fraternidad seglar que se sienta obligada a asimilar to¬ dos los afanes del mundo, excepto el pe¬ cado en cualquiera de sus formas; comuni¬ dad de hermanos que buscan en serio la verdad y la práctica del Evangelio de Cristo.
Pero, para que esa nueva primavera pue¬ da sobrevenir, creemos necesaria la acepta¬ ción de un mínimum de exigencias fundamentaies e ineludibles.
Fraternidades de la TOF no pueden responder a su supremo objetivo si no es¬ tán constituidas por elementos espirituales y mentales cultivados o con capacidad y voluntad de serlo. De ahí que prefiramos la calidad a la cantidad, la fraternidad pequeña a la masa amorfa, gregaria e impersonali¬
zada.
Pensamos que el número ideal de una Fraternidad no debe normalmente pasar de cincuenta. Si en el lugar hubiera más pro¬ fusión de auténticas vocaciones, habría que

pensar en la erección de una nueva Frater¬

nidad. Y entre varias Fraternidades entre sí

próximas cabría la posibilidad de formar una

federación de las mismas.

el ingreso en la Fraternidad de¬ berá exigirse la presencia de una vocación verdadera. Para quien conoce un mínimum de la naturaleza y fines de la TOF se hace evidente que no se puede admitir en la
misma a cualquiera ni de cualquier manera.

Quien quiere responder a esa vocación deberá estar dispuesto a ofrecer su vida, al¬
ma y corazón al bien común de la Fraterni¬ dad, en actitud leal y definitiva entrega. Quien no está dispuesto a este compromiso de entrega o quien haya desistido de dicha actitud no debe permanecer en esta Frater¬
nidad.

24

3.—El miembro de esta Fraternidad debe
45..——EAnlvivir en constante empeño de búsqueda de
Dios y de conocimiento creciente de Jesu¬ cristo y del Evangelio y de practicarlo cada día mejor. Unico camino éste para ser fran¬
ciscano de veras.
También debe exigirse ese mismo empe¬ ño para adquirir madurez en la personalidad humana y la debida adultez en la fe cris¬
tiana.
esta Fraternidad debemos también
exigirnos rigurosamente una actitud apostó¬ lica. Fuera la pereza, el inhibicionismo, la evasión o el escapismo.
Hay que meterse cada día en la empresa divina de salvar el mundo, de expandir la gracia redentora de Cristo y de ordenarlo todo hacia Dios. Por eso, los miembros de esta Fraternidad deberán, en la forma que les sea posible y más conforme a su estado de vida, vivir intensamente una constante preocupación apostólica.
cristiano que hace profesión públi¬ ca y oficial de vida franciscana se le pide también la aceptación del compromiso tem¬ poral en su medio ambiente. Se trata de no
contentarse con el escondite devoto y ca¬
liente del templo, y de un hogar dulce¬

mente presidido por una imagen devota. Hay que comprometerse en la construcción digna y justa del mundo, máxime cuando el am¬ biente que nos rodea está cargado de pro¬ blemas y de cosas mal hechas. Cuando en la calle vecina se declara un incendio, sería criminal esconderse en el hogar o en el templo. El deber es acudir a colaborar —en la forma y medida que sea posible— a re¬ mediar el siniestro. No hace falta explicar esta comparación.
Y el franciscano seglar, incrustado seria¬ mente en la vida de una Fraternidad, debe ser la punta de lanza y la vanguardia de quienes están dispuestos a aplicar a la so¬ ciedad los criterios del Evangelio; hombre feliz y dichoso con Dios y en Dios, pero —al mismo tiempo— angustiado e inquieto ante la situación siempre imperfecta del
mundo.
Hemos expuesto nuestra manera de pen¬ sar y el camino por donde viene nuestra esperanza, la única esperanza ante una TOF que —hoy enfermiza— mañana puede y de¬ be ser una gran fuerza espiritual en la Iglesia.
Fr. Eugenio AGUIRRECHE,
Comisario Provincial T. O. F.

ITINERARIO
(Continuación a la del mes de mayo)

EVANGÉLICO

3. COMO PEREGRINOS Y EXTRANJEROS

Por amor a los hombres. Cristo se hizo pobre. Así El es la cabeza del Pueblo
de Dios en marcha hacia el Reino.
El Señor se hizo pobre por nosotros en este mundo. Esta es aquella eminencia de la altísima pobreza, que a vosotros, carísimos hermanos míos, instituyó herederos y reyes del reino de los cielos, os hizo pobres de las cosas temporales y os subímó en virtudes. Esta sea vuestra herencia, la cual
lleva a la tierra de los vivientes,
(II Regla, 6,3)

Para seguir a Cristo, e! camino de salvación es necesariamente una RUTA DE
POBREZA.
Yo, fray Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y pobreza del Altí¬ simo Nuestro Señor Jesucristo y de su Madre santísima y perseverar en ella
hasta el fin. (Testam, a Sta. Clara)
Procuren todos los hermanos seguir la humildad y pobreza de Nuestro Señor Jesucristo y acuérdense que ninguna otra cosa es necesaria de todo en el mundo, sino que, como dice el Apóstol, teniendo qué comer y con qué

25

cubrirnos, con esto nos contentemos (1 Tim., 6, 8). Y deben alegrarse de tratar con personas viles y despreciadas, pobres y flacos, enfermos y lepro¬ sos, y los mendigos de los caminos.
(I Regla, 9,1-3)
Cristo expone en las BIENAVENTURANZAS las disposiciones esenciales del Pueblo Peregrino.
Para Francisco la pobreza marca toda la vida espiritual.
Bienaventurados los que tienen alma de pobre.
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt., 5, 3). Hay muchos que entregándose a continuas oraciones y plegarias, con muchas abstinencias mortifican a sus cuerpos; pero con una sola palabrilla que conozcan injuriosa a sus personas o por una niñería que les quiten se desazonan al instante y se turban. Estos no son verdaderamente pobres de espíritu, porque quien es verdaderamente pobre de espíritu se odia a sí mismo y ama de veras a los que le hieren en la mejilla.
(Aviso, XIV)
Bienaventurado aquel siervo que, cuando es engrandecido y ensalzado por los hombres, no se tiene por mejor que cuando lo juzgan por vil, simple y despreciable. Porque cuanto es el hombre delante de Dios, tanto es y no
más. (Aviso, XX)
Mirad cómo puede conocer el siervo de Dios que posee el espíritu de Dios: si, cuando el Señor obra por él algún bien, su carne, enemiga de todo bien, no se ensoberbece, antes se reputa por el más despreciable a sus ojos y se juzga el menor de todos los hombres.
(Aviso, XII)
Come del árbol de la ciencia del bien y del mal, el que se apropia su voluntad y se engríe de los bienes que el Señor le dio y obra en él.
(Aviso, II)
Dice el Apóstol: Nadie puede decir Señor Jesús sino movido por el Espí¬ ritu Santo (1 Cor., 12, 3.). Y no hay quien haga bien; no hay ni siquiera uno (Salmo, 52, 4).
Cualquiera, pues, que envidie a su hermano del bien que Dios dice y obra por él, comete un pecado de blasfemia, porque envidia al muy Alto, que dice y obra todo bien.
(Aviso, VIII)
Bienaventurado el siervo que devuelve y entrega todos los bienes al Señor Dios. Porque quien retuviere algo, esconde en sí el dinero de su Señor Dios, y lo que juzga tener se lo quitarán.
(Aviso, XIX)
Bienaventurados los constructores de la paz.
Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt., 5, 9).
26

Son verdaderamente pacíficos aquellos que en todas las cosas que en este siglo padecen por amor de Nuestro Señor Jesucristo, conservan la paz en el alma y en el cuerpo.
Aviso, XV)
No puede conocer el siervo de Dios los quilates de paciencia y humildad que tiene cuando todo sale a medida de sus deseos. Pero cuando llega el tiempo en que los obligados a contentarle y satisfacerle le contrarían, la humildad y paciencia que entonces demuestra, ésa tiene, y no más.
(Aviso, XIII)
Ninguna cosa debe disgustar al siervo de Dios fuera del pecado.
Y en cualquiera forma que alguna persona pecare, y por esto el siervo de Dios se alterase y enojase sin caridad, comete culpa.
El siervo de Dios que no se altera ni se turba por nada, vive con rectitud y sin pecado.
Y bienaventurado es aquel que nada se reserva para sí mismo, sino que las cosas que son del César, da al César, v las cosas que son de Dios, a Dios (Mt., 22, 21).
( iviso. XI)

Bienaventurados los que sufren la persecución.
Todos los hermanos miremos como nuestro dechado al Buen Pastor, que sufrió la pasión de la cruz por salvar a sus ovejas. Las ovejas del Señor le siguieron en la tribulación y persecución, en las afrentas y hambre, en la enfermedad y tentación y en todos los demás padecimientos, y en pago de
esto recibieron del Señor la vida eterna.
! iviso, VI)
Todos los hermanos, dondequiera que estuvieren, acuérdense que hicie¬ ron entrega de sí mismos y dejaron sus cuerpos a Nuestro Señor Jesucristo, y por su amor se han de ofrecer a los enemigos visibles e invisibles, porque dice el Señor: El que perdiere su vida por mi amor, salva la tendrá en la vida eterna (Le., 9, 24). Bienaventurados los que padecen persecución por amor de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt., 5, 10).
(! Regla. 16)

Bienaventurados los corazones puros.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt., 5, 8).
Son de corazón limpio los que desprecian las cosas terrenas y buscan las celestiales, y no cesan de adorar y contemplar al Señor Dios vivo y ver¬ dadero con alma y cuerpos limpios.
í'triso. XVI)

Bienaventurado el fiel que no halla placer y alegría sino en las muy santas

palabras y en las obras del Señor, y así, en gozo y alegría, mueve a los hom¬

bres al amor de Dios.

(Continuará)

(Aviso. XXI)

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