El Heraldo de Cristo 1966, n. 681
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EL HERALDO DE CRISTO

REVISTA MENSUAL DE LOS P P. FRANCISCANOS DE LA T. O. R.
DICIEMBRE 1966

Año LVII - Núm. 681
REDACCIÓN Y ADMÓN:
CONVENTO DE SAN FRANCISCO
TELÉFONO 212695
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IMPRESIÓN: ARTES GRÁFICAS GIMÉNEZ

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NUESTRA PORTADA
Una vez más la poética realidad
del misterio de Belén: el Verbo hecho
carne para habitar con nosotros. La expresión plástica o literaria es lo de
menos.
J

lea en este números

El ateísmo de los cristianos ...

3

La santa Misa Sacrificio de Cristo . 4

El obrero en la nueva sociedad .

.

5

Nuestras misiones

7

De qué tuvo que sonreírse el Niño

Jesús

10

Petit poema deis retorns (poesía) . . 12

Virgen, pura azucena (poesía) . . 13

Página Literària

.

.

. 14

30 años de sudor han levantado una

Parroquia .

16 ....

Nuestra pequeña historia .

19

«Amor y Fe»

20

Acaso a ti también .

.

.

.23

Página del Terciario Bibliografía
Chistes

25 .... .27
27

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EDITORIAL
El ateísmo de los cristianos
J l/o es la primera vez que traemos a esta página editorial el
tema del ateísmo contemporáneo. No vamos a detenernos esta vez en el ateísmo de los intelectuales que refleja, después de todo, una voluntad -filosófica de «pensar» el mundo sin Dios, vulnerable como todos los sistemas ideológicos. Nos preocupa mucho más la experiencia atea de las multitudes que llenan nuestras ciudades y que podría enunciarse así: «Se vive muy bien sin Dios». Es una acti¬ tud práctica que tiene, naturalmente, sus causas.
Desde un tiempo a esta parte, más concretamente desde la au¬ rora de la era atómica, la concepción que el hombre tenía de la naturaleza y de la utilización de sus fuerzas se ha visto trastornada. El sentido del mundo se ha fijado en función de una puesta al servicio de los intereses económicos y sociales de la humanidad. Nada en todo esto que habla de Dios. Todo habla del hombre y remite al hombre. Dios está ausente de la actual promoción humana. Más aún. Al creyente se le impone un hecho impresionante, turba¬ dor: el silencio de Dios. El átomo ha puesto en manos del hombre un poder capaz de hacer saltar este universo creado por Dios. Y Dios, creador del átomo, no reclama sus derechos. Dios se calla, a pesar de la oración de los creyentes y el martirio de los pueblos, a los que deja morir. Algunos han dicho: después que la bomba ató¬ mica estalló en Hiroshima, Dios ha dejado de existir. ¿Tendrá razón
el ateísmo?
Ante el silencio impresionante de Dios se alza el ateísmo de muchos creyentes, que no saben si relegar a Dios a la situación de pariente pobre, de retardado, de vencido quizá, o si prescindir sim¬ plemente de él. jCuánto más fácil y más sencillo sería que Dios no existiese! Unas imágenes expresan con violencia este estado anímico. En una película de Eisenstein se ve una fotografía doble: durante una sequía, un mujik besa el terruño y el clero organiza procesiones; el obrero soviético construye presas y cava acequias. El orador ofi¬ cial comenta: «Hace dos mil años que los crédulos piden a Dios el pan cotidiano. Pronto tendrán los trabajadores soviéticos la gloria de haber contestado favorablemente a esa súplica de la humanidad».
La paradoja contemporánea es, pues, que los incrédulos intentan trágicamente encontrar un sentido al quehacer del hombre y a su destino, eliminando a Dios, ya que el Dios en quien se refugian los cristianos parece desentenderse de las cosas de este mundo. Pero, ¡cuidado! Ese Dios que niegan los ateos y al que se aferran muchos cristianos como a un seguro de vida, es un «seudo-Dios», no el vivo, el verdadero, «el que ha amado tanto al mundo que le ha enviado a su Hijo para salvarlo». El verdadero creyente no debe temer verse dividido entre la fe en el mundo y la fe en Dios. Una es impensable sin la otra. Es amando este mundo que debe manifestar su fe en Dios, con la certeza de que el mundo camina hacia su salvación, hacia una liberación religiosa, social, económica y política. Creer en Dios es creer en la salvación del mundo, aún cuando a nuestro alrededor las gentes mueren de hambre y se matan por culpa de la injusticia de los hombres. Aunque Dios continúe callándose.,. Es el creyente quien debe hablar de Dios al mundo, dando testimonio del sentido divino de la historia y de los problemas humanos.
3

la santa misa sacrificio de cristo
(Conlinuación)

uestro artículo publicado en el número de ^ ^ septiembre de esta revista demostraba que la santa Misa es Sacrificio de Cristo. De esta demostración se desprende otra muy afín con la anterior; la santa Misa es también Sacri¬ ficio de toda la Iglesia.
En primer lugar la santa Misa es el Sacrificio de la Iglesia porque ésta nació de la Cruz; la Cruz, por otra parte, se actualiza en la Misa. Siendo esto así, es lógico que la Misa sea la fuerza y el alimento de la Iglesia. Es en la tercera estrofa del himno de vísperas de la fiesta
del Sacratísimo Corazón de Jesús en donde la
Iglesia celebra su nacimiento del pecho atra¬ vesado por la lanza en la Cruz:
Del pecho abierto, la Iglesia desposada con Cristo nace; ésta es la puerta del arca para que el mundo se salve.
En la consagración del vino, el Señor dijo: «Esta es mi Sangre de la nueva Alianza». Esta
Alianza la ha sellado el Señor con su nuevo
pueblo, la Iglesia, mediante su Sangre derrama¬ da en la Cruz. Cada vez que celebramos la santa Misa, esta Alianza se reafirma, esto es, por ella la Iglesia cobra nuevo vigor, la Esposa se vuel¬ ve más bella para el Esposo.
La vida de Jesús está encerrada en su Sacri¬
ficio de la Cruz que compendia el amor que tuvo a la humanidad; está encerrada en la Ulti¬ ma Cena, ya que en ella celebra el memorial de su amor y entrega, y por lo mismo la Misa ac¬ tualiza la vida de Jesucristo. La Misa, pues, es
la vida de la Iglesia, ya que la Iglesia es Cristo que continúa entre nosotros. La Misa recoge
toda nuestra vida de cristianos. Somos cristia¬
nos porque el Señor nos ha unido a su Misterio Pascual (o sea a su Pasión y Resurrección) en el Bautismo y en la Eucaristía. En la medida en que participamos en la santa Misa, nuestra vida cristiana será de ayer, de hoy y de siempre, nuestros frutos permanecerán para la vida eter¬
na.
La vida de Jesús es la nuestra. El ha puesto en nuestras manos su Sacrificio para que lo ofrezcamos al Padre y para que también noso¬ tros seamos ofrecidos en la misma oblación. En
toda Misa encontramos a la Iglesia que se ofre¬ ce con el Señor. Así la santa Misa no es sola¬ mente el Sacrificio de la Cabeza del Cuerpo Místico de Cristo, sino también de todos los miembros de este mismo Cuerpo, que son la Iglesia.
En donde más plásticamente se vive nuestra

incorporación con la Iglesia al Sacrificio de Cris¬ to es en el «amen» que dice el fiel antes de re¬
cibir al Señor en la comunión. Esta fórmula no
hace solamente alusión a la presencia real sino también al Cuerpo Místico de Cristo que se edi¬ fica en la comunicación de todos y de cada uno en el Sacrificio de Jesús. Otro significado muy relacionado con el anterior tiene la fórmula de
la recepción de la comunión: es un acto de adhesión a la nueva Alianza establecida y sella¬ da por el Señor con el derramamiento de su Sangre. La Eucaristía fue instituida en la Cena Pascual que recordaba la alianza de Dios con su pueblo escogido, porque ella también es la Pascua cristiana. La Eucaristía es memorial de
la Pasión y Resurrección de Cristo. Cuando el sacerdote nos dice antes de la comunión: «El
Cuerpo de Cristo», es como si nos dijera: «Mira el memorial, el recuerdo de la Alianza de Dios con su nuevo Pueblo, la Iglesia». Al contestar «amen», es como si respondiéramos: «Sí, quiero entrar a formar parte de esta Alianza y por ello me comprometo a vivir las obligaciones del Bautismo que fue el momento de mi admisión en esta Alianza, en este Pueblo».
Terminemos con el número 47 de la Consti¬
tución de Sagrada Liturgia, en el que se añade una nueva razón que confirma que la Misa es Sacrificio de la Iglesia: La Iglesia tiene en la santa Misa su Sacrificio por voluntad de Jesús, que le ha entregado a ella la celebración y cus¬
todia de su Sacrificio de la Cruz: «Nuestro Sal¬
vador, en la Ultima Cena, la noche que le trai¬ cionaban, instituyó el Sacrificio eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre, con el cual iba a perpe¬ tuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y a confiar así a su Esposa, la Igle¬ sia, el memorial de su Muerte y Resurrección...»
P. Jaime Fe Cerró, t. o. r.

4

EL OBRERO EN LA NUEVA SOCIEDAD

Causas de la descristianizacién
En la sociedad actual tenemos que constatar un hecho realmente triste: la
descristianiziación del mundo obrero, la “apostasia de gran parte de los trabaja¬ dores”. España misma sufre, en nuestros días, los efectos d-el cambio social opera¬ do por el paso de una sociedad tradicio¬ nal y rural a una civilización industrial y urbana. Un índice significativo acerca de la situación religiosa que nos presen¬ ta este mundo obrero industrial y urba¬ no, receptor del campesinado, es la en¬ cuesta realizada por la H. O. A. C. en 1957 a 15.481 obreros de diferentes ramas industriales de toda España. Sólo el 7,6 por 100 van regularmente a misa domi¬ nical. R. Duocastella, después de haber examinado el problema de la práctica re¬ ligiosa española con gran profundidad y bajo una gran variedad de aspectos, y especialmente la práctica religiosa obre¬ ra, dice acerca de este índice de la citada encuesta: “Este índice (7,6 por 100) con¬ firma las cifras que nos ofrecen otras encuestas y puede expresar probablemen¬ te el índice medio del país para esta ca¬ tegoría social”.
Muchos están buscando las causes del
alejamiento progresivoi de los obreros con relación a la Iglesia. Unos creen que la Iglesia está demasiado vinculada a los ricos, otros que los obreros han carecido siempre de un minimo de bienes, etc. Quizás haya parte de verdad en todas estas afirmaciones. Pero hay algo mucho más importante. El mundO' obrero pasó de una civilización donde los valores re¬ ligiosos se recibían más por las institu¬ ciones y por las costumbres que por una formación personal. De una clásica vida rural se pasó a una civilización industrial en la que los valores cristianos estaban ausentes. Lógicamente, los obreros, al abandonar' unas estructuras meramente capitalistas que mantenían su unión con la Iglesia,; abandonaron sus relaciones personales con la misma iglesia.
La Iglesia llevaba siglos de pacifica
convivencia con las estructuras sociales
y políticas en las que tenía que existir.
5

Y en la edad moderna, cuando el mundo S3 independiza de la Iglesia y se fabrica una existencia propia, con olvido de la religión, se cae en el espinoso camino de la incomprensión y de la calumnia. El
mundo obrero va tomando conciencia de
su dignidad y poder. Y en esa toma de
conciencia se viven unos valores contra¬
puestos, según la mentalidad obrera, a los defendidos tradicionalmente por la Iglesia. Frente al orden ellos piden cam¬ bio radical, como contraposición a la li¬ mosna exijen la justa retribución del tra¬ bajo, ante la autoridad y el jererquismo desmedidos, pregonan la libertad e igual¬
dad. Los valores de la mentalidad del mundo obrero, aunque no tengan nombre
ci'istiano, en el fondo son profundamente
cristianos. Y es realmente triste que mu¬
chos obreros hayan creído ingenuamente que para defender esos valores tengan que alejarse del campo católico.
Dignidad dei trabajo
A los obreros de nuestro tiempo hay que darles una exacta visión de su ma¬ ravillosa dignidad. Pese a los prejuicios existentes, el trabajo no es consecuencia del pecado. Nos dice el G nesis 2, 15: “Tomó Yahve al hombre y lo estableció en el huerto del Edén para que lo culti¬ vara y lo guardara”. Esto lo hace Dios antes de que el hombre peque. Lo crea a su imagen y semejanza y sabemos que
Dios describe su acción creadora con ges¬
tos de obrero, modelando al hombre. El trabajo no es una consecuencia del pe¬ cado sino el cumplimiento del plan de Dios. El hombre trabajando debe conti¬ nuar la obra de Dios y así se asemejará a El. Querer ser semejantes a Dios sin trabajar es imposible. La Escritura reac¬ ciona con fuerza contra el ocio (Prover¬ bios 13,4; 16,26). Incluso, no teniendoi piedad con el fabricador de ídolos, alaba su habilidad (Is. 40,19 ss.).
En el Nuevo Testamento es ensalzado
por el ejemplo de Jesús-obrero y de San Pablo. Cristo no sólo toma comparaciones del mundo del trabajo y presenta el apos¬ tolado como un trabajo, sino que con su

conducta supone la existencia de un mun¬ do trabajador y considera anormal no ha¬ cer fructificar los talentos. Es por ello que el obrero está colaborando eficaz¬ mente en el plan de Dios. Y la nueva y
auténtica mentalidad obrera cristiana vendrá cuando el obrero tenga un abso¬ luto convencimiento de su dignidad.
Noi hemos sabido hacer vivir al obrero
—pueblo de Dios— su profunda ligazón con la Iglesia. Y, por ello, ellos “desde fuera” critican enérgicamente nuestra có¬ moda postura de aceptación de lo hecho, de tranquilidad, de pacífico asentimiento de la “carga” del trabajo. Para muchos las cosas de la Iglesia son cosas de los
curas. Es sintomática la frase de un sim¬
pático viejo andaluz: “Los curas son co¬ mo los gatos, siempre están en el mejor zitio”. Hoy la predicación no puede ser monótona y aburrida frente al gancho que representan la prensa, radio y tele¬
visión.
Existe una teología del trabajo. El Con¬ cilio ha puesto unas premisas fundamen¬ tales sobre las que debe progresar hacia una visión cristiana y teológica, no filo¬ sófica del trabajo.
“Es deber permanente de la Iglesia es¬ crutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio de forma que, acomodándose a cada ge¬ neración, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido' de la vida presente y futura y sobre la mutua relación entre ambas. Es necesario, por ello, conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el ras¬ go dramático que con frecuencia le ca¬ racteriza”. (G. S. 14).
Bajo el signo cristiano de la compren¬ sión y de la perfecta asimilación de los valores humanos que lleva metidos en su cuerpo el mundo del trabajo, lograremos que esa inmensa masa de obreros de to¬
do el mundo vuelvan su vista hacia Cris¬
to, auténtico ejemplo de trabajador ab¬ negado y perfecto.
P. GREGORIO MATEU, T. O. R.

6

NUEsTR^S MISIONES

“^oUoar tiene qa su altar

«Continuará», decíamos en el otro nú¬ mero después de relatar algo del pri¬ mero de los dos viajes que Mons. Nico¬
lau había realizado con motivo de la
bendición de la nueva iglesia de Bolí¬
var. Pero no vamos a continuar la rela¬
ción de aquella aventura —siempre lo es im viaje a Bolívar— porque quere¬ mos decir algo sobre lo que era el mo¬ tivo de aquellos viajes, la inauguración del nuevo templo con su monumental
altar. No obstante no resisto a la tenta¬ ción de dar a conocer xm detalle que
pudo muy bien hacer cambiar la ruta a Monseñor, haciéndole llegar no a Bolí¬
var sino a la eternidad. Nos lo cuenta
así:
A dos dedos de la eternidad
«Ya empezaba a oscurecer, y me ba¬ jé de la muía, teniéndola sujeta con las
riendas para que no se escapase como
la otra vez en busca de un poco de pas¬ to, pues estaba hambrienta. Y dicho y hecho, parte tirando de las riendas, pero como yo la tenía bien sujeta, para des¬ hacerse de mí levanta las patas traseras y me propina ima coz tan solemne que me levantó el sombrero. Dos dedos más abajo, y me hubiera levantado la tapa

de los sesos... ¡y «cursum consummavi»! Dios encontró que no había llegado la
hora aún». Y pasemos ya al tema.
Segunda llegada a Bolívar para la bendición del templo
«Faltaban tres horas para llegar a Bo¬ lívar —es siempre Mons. Damián quien escribe— cuando encontramos im joven enviado desde Bolívar para encender una grande hoguera en la cima de una montaña, desde donde se ve ya la ciu¬ dad. Y así lo hizo; era el anuncio para qué se enteraran los habitantes de Bolí¬ var de que nos encontrábamos ya allí. Al llegar, después de tres horas, axín se veía el fuego».
Preparación espiritual
«Al día siguiente empezamos ima tan¬ da de sermones, una Misión popular, y la iglesia estaba cada día llena. El día 29, vigilia de la fiesta de Santa Rosa, los tres Padres, Maimó, Mas y yo, tuvimos mucho trabajo de escuchar confesiones».
Consagración del altar
«El mismo día por la noche hicimos la consagración del altar de piedra que ha quedado muy bien. Este altar es un
monumento. Tiene tres metros de lar¬
go, unos 50 centímetros de grueso, y un metro y 20 centímetros de ancho».

«Dosdedos más abajo, y me levanta la tapa de los sesos,
y... ¡«cursum consummavi»! (Mons. Nicolau). Dibujo de GORO

La historia de este altar
No podemos menos de reproducir aquí unos párrafos ya publicados en MISIO¬ NES T. O. R. en que el mismo Padre
Maimó nos cuenta la historia del altar. Dice el texto:
«Fue un capricho, pero con suerte: se me antojó un Altar Mayor de acuerdo con la pesadez del templo; encargué a todos los fieles la busca de ima piedra grande y plana; generosamente reco¬ rrieron muchos kilómetros y encontra-

7

mos una medida atención alcohólica, re¬
picamos largamente las campanas y... ¡a buscar la piedra!, algo recortada por la colaboración gratuita de dos «pica¬ pedreros». ¿200, 300 hombres? No los conté pero grabé empeño y más empe¬ ño, música y gritos, sogas y palancas, «coca» y copas, y dos dias de loco pata¬ lear; era el día de Navidad, a las cinco de la tarde, y la piedra llegaba al presbi¬ terio... ¡Aplausos frenéticos y propósito de sacarme en hombros por la plaza!;
pero me avergonzó un trofeo que con¬ sidero exclusivo para toreros o atletas».

Mons. Nicolau consogro el altor. En primer térmi¬
no el P. Moimó.

Pop lo menos vuelta al ruedo-»
«Estaba emocionado como im niño y
acepté la expresión de su afecto cami¬ nando ima vuelta a la plaza entre músi¬ ca y vivas de todo im pueblo que se apretujaba en torno a su «Padresito», en vísperas de ausentarse por unos cuantos meses. No recuerdo qué grita¬ ban aquella tarde, pero recuerdo lo que suplicaban en la mañana siguiente, cuando regresaba de Huamachuco: «No nos deje, Padre»... «Nos avengüenza
tanto cariño»...

Este extraño personaje sentado y a punto de ser transportado a la otra orilla del Morañón es el P. Maimó, después de duotro meses de estar en Bolívar sin afeitarse ni ver ningún barbero...
ron varias que, una a una, iba descar¬ tando porque caprichos son caprichos; al fin se encontró: 3'5 metros de ancha, 0,50 mts. de alta; calculé de 3 a 4 mil kilógramos y a una distancia de dos ki¬ lómetros; acepto un considerable más o menos en el peso, pero el esfuerzo titᬠnico por traerla y mis pelos erizados co¬ braron tributo a mi capricho».
(A buscar la piedra!
«Invitamos a los Caseríos vecinos, lla¬ mamos a la banda de música, autoriza-

Concelebraciones y solemne
Pontifical
«Durante toda la semana —sigue di-
ciéndonos monseñor Nicolau— cada día
hubo concelebración, y el día de Santa Rosa, Patrona del Perú, inauguramos oficialmente la nueva iglesia con im so¬ lemnísimo Pontifical concelebrado. La comunión fue larguísima. Muchos hacían su primera comunión. Durante estos días ha habido muchos matrimonios, y
continúan todavía».
El nuevo templo, símbolo de la renovación espirituai obrada en
Bolívar
El Padre Mas, que ha asistido también a las solemnidades de Bolívar, nos es¬
cribe:
«La bendición de la iglesia y consagragración del altar han resultado emoti¬ vas. Vale la pena ir hasta allá para co¬ nocer la buena labor que ha hecho el
P. Maimó. Realmente se ha reconstruí
do iglesia y cristiandad. Algo excep¬
cional. En casi tres semanas de estar en¬ tre ellos no he visto más borrachos que
que los dedos de una mano. Es todo un record que se puede poner como mode¬ lo para el resto de pueblos de la Prela¬
tura».

8

Mons. Nicolau, el P. Moimó, y D. David Lozano, Director del Colegio de 2.° Enseñanza de Bo¬ lívar y gran amigo del P. Maiffló. Se ha comprometido a cui¬ darse de la construcción del
nuevo Colegio, buscando el di¬
nero necesario.
En el fondo, la nueva iglesia. El campanario pertenecía a la iglesia anterior y debe derri¬
barse

Y el nuevo altar monolíticoi
símbolo de unidad
Ha sido la obsesión del P. Maimó, y lo ha logrado. Reina en Bolívar una unidad tal entre todos, que recuerda el «cor unum» de la cristiandad primitiva.
Nos decía el P. Maimó en una precio¬
sa carta:
«Así como se inició la construcción
de la iglesia con 21 pesetas en efectivo... así también empezaremos otras obras; hay algo que no se consigue con el dine¬ ro y en Bolívar lo suple hasta cierto punto: entusiasmo y unidad».
«Al dejarles después de cuatro meses de convivir con ellos, les aseguré que, por mi parte, regresaría y les rogué que
no me recordaran como al Padresito de
la iglesia nueva, sino como al Padresito que se hizo pesado insistiendo con
AMAOS UNOS A OTROS»...

«... Empezaremos otras obras»
Acabáis de leerlo. Sí, el P. Maimó tie¬ ne en proyecto otras obras, y cuando él
lo dice...
¿Y cuáles son en concreto esas obras?
Nos lo dice el Prelado: «Al final del Pon¬ tifical dimos a todos ima estampa-re¬
cordatorio, y les dije que si querían dar algo para empezar las obras del Colegio, pusieran los donativos en la bandeja. Se recogieron 4.500 ptas. A continuación bendijimos la prim.era piedra de la Ca¬ sa Parroqquial y del Colegio de Segimda Enseñanza para chicas, cuya direc¬ ción esperamos y deseamos acepten las Religiosas Franciscanas, tan queridas en Bolívar, desde el viaje que allí hicieron Sor Gregorià de la Inmaculada y Sor Ma¬
ría del Corazón Inmaculado».
Siga Dios bendiciendo el trabajo mag¬ nífico de nuestros misioneros y misione¬
ras en Perú.
P. Bartolomé Nicolau T. O. R.
Roma, 3 nov. 1966.

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9

Cuento de Ttaoidad
por Carlos Enrique WaggerI

• ¿No vivimos en un tiempo universal de Adviento? ¿No nos parece todo amena¬ zado por unas progresivas tinieblas ..? No hay ayuda ni refugio alguno en la sabidu¬ ría de los sabios ni en el poder de los po¬ derosos... Por esto son tan sólo las fuerzas del corazón, las que tal vez nos podrán
salvar.^

De qué tuvo que sonreírse el Niño Jesús

^^uando José, juntamente con Ma-
ría, se encaminaba de Nazaret a Belén para declarar que él descen¬ día de David —cosa que la autoridad hubiese tenido que saber tan bien co¬ mo uno de nosotros, pues estaba es¬ crito hacía tiempo—, pues bien, en aquel entonces el ángel Gabriel bajó una vez más del cielo, para inspeccio¬ nar el estado de cosas en el establo.
Hasta para un arcángel, con toda su ilustración, era difícil comprender, por qué tenía que ser en un muy mez¬ quino establo donde Dios vendría al mundo, y por qué su cuna no sería nada más que un pesebre. Pero Ga¬ briel quería por lo menos mandar a los vientos que no silbasen muy duro a través de las rendijas, y que las nu¬
bes en el cielo no se estremeciesen de
emoción y que no cubriesen al Niño con sus lágrimas. Y en cuanto atañe
a la luz de las linternas, tenía que re¬ comendársele una vez más, que ilumi¬ nara mesuradamente y que no luciera
y deslumbrara como la estrella de
Navidad.
El arcángel Gabriel arrojó toda cla¬ se de alimañas del establo, las hormi¬

gas y arañas y ratones, pues no se podía imaginar lo que pasaría si tal vez prematuramente la Madre de Dios se horrorizase por un ratón. Solamen¬ te asno y buey podían quedarse; el asno, porque más tarde, de todas ma¬ neras, tendría que estar a mano para la huida a Egipto; y el buey porque era tan gigante y tan holgazán, que todos los ejércitos celestiales no lo hubiesen movido del lugar.
Por ñn, Gabriel repartió una banda¬ da de angelitos por el establo, sobre las viguetas. Eran de los de clase pe¬ queña, que casi sólo consisten en ca¬ beza y alas. Ellos tenían que estarse simplemente quietos y atentos, e in¬ formar, si algo malo amenazase en su desnuda indigencia al Niño. Un vista¬ zo más alrededor, luego el poderoso batió sus alas y se alejó impetuosa¬
mente.
Bien así. Bueno, no tanto, pues que¬ daba todavía una pulga en el fondo del pesebre, entre la paja, y dormía. Este minúsculo bicho había pasado por alto al ángel Gabriel, y se com¬ prende, pues, ¡cuándo se las había

10

habido un arcángel con pulgas!
Cuando hubo sucedido el milagro y el Niño en persona yacía sobre la pa¬ ja, tan lleno de gracia y tan conmove¬ doramente pobre, los ángeles no pu¬ dieron aguantarse más con tanto en¬ canto y revolotearon en torno del pe¬ sebre, como una bandada de palomas. Unos abanicaban perfumes balsámicos al Niño, otros aliñaban las pajas para que ningún canutillo le pinchara.
Con este estrépito despertó la pul¬ ga en el lecho de paja. Le dio una gran angustia, pues creía que alguien, como de costumbre, la estaba persi¬ guiendo. Dio vueltas por el pesebre, probó todas sus mañas y ñnalmente, en un extremo apuro, se escurrió ha¬ cia el divino Infante, en su oreja.
«(Perdóname!», susurró la jadeante pulga, «no puedo hacer más; si me cogen, me matan. Me esfumaré en se¬ guida, Gracia divina, espera que sepa
cómo!»
Ojeó alrededor y ya tuvo de pronto su plan hecho. «Escúchame», dijo, «si junto todas mis fuerzas y tú te estás quieto, entonces podría llegar tal vez hasta la calva de San José y desde allí logro alcanzar el crucero de la ventana y la puerta...»
«¡Salta ya!», dijo el Niño Jesús im¬ perceptiblemente, «me quedo quieto!»
Y he aquí que la pulga saltó. Pero no pudo evitar de hacerle unas cos¬ quillas al Niño, cuando se colocó y encogió las patas bajo el vientre.
En este instante zarandeó la Madre
de Dios a su esposo para despertarle.
«¡Ah, mira!», dijo beatíficamente María, «¡mira, como ya sonríe!

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petit poema dels retorns
Retorn a les tendreses de Nadal!
(Sec i endurit, el cor s’és fet igual que un test; els anys l’han cuit i Vlian recuit,
i de l’oli i del nard Vhan deixat buit.
Mes ara sent la gana deis retorns a la suavitat dels antics jorns). Retorn als dies, com la joia bells, frissosos de betlem i pastorells; als dies sants, com una pluja, plens d'aromes consagrats, com d'un encens —coca amb llavors d’anís, neules, torró
i caramel d’ametles al tambor.
Retorn a l’hora rtuinsa dels records
pels qui son vius i pels qui ja són morts; al plaer de les hores capvesprals que estopegen de llum els cors malalts, quan posa el solellet clars tocs de mel
damunt les coses de la terra i el cel.
Retorn a l’hora que traspassa el crit del tord que fuig amb vol esporuguit; a l’hora tensa dels infants en joc, amable de rondalles vora el foc.
Retorn a l’alta nit, alta de cims
drapats de neu i lluna, amb nets bolquims:
a la nit constel.lada d’un tresor
de bells presagis, somnis i estels d’or. Retorn a aquella nit blanca de pau,
del cel baixat a terra per un trau
de llum; del Pare, del Sant Esperit, del Verb fruitat en carn d’infant petit —li dóna ja la Verge el primer tast de son pit amorós, tan dolç i cast!
Retorn al bell misteri tot encès
de fulgors d’àngels que dauren el bres; al gaudi de Josep, el bon fuster, amb la vara florida de tot bé; als pastors de jonolls, amb els sarrons que vessen d’estupor i de rústics dons; al bou i l’ase que del tebi alè, flairós de palla, fan a Déu mercè. Retorn a la sentor agresta de pi, de murtra, d’arbocera i rom.aní i galzeran, tot decorat dels bells glòbuls vermells, lluents com a joiells. Retorn a aquella albada matinal de minyonia, quan era Nadal un temps de meravella pel sentit i pels simples anhels de l’esperit. Qui pogués retornar a mon cor de fang, sec i recuit, aquella roja sang, aquell oli, aquell nard i l’abundor d’aquella pau de quan era minyó!
P. Miquel Colom, T. O. R.
12

ÏIIIGEfí. PÜBA AZÜCEIA
/ Virgen, pura azucena, Urio en valle, càndida y limpiamente concebida; Virgen, donde se mide el sin medida, preciosa cinta a su divino talle!
Jardín donde no hay flor que no se halle de las virtudes, de que estáis vestida; árbol, en cuya planta esclarecida la sierpe antigua para siempre calle.
Si Dios se cifra en vos, ¿qué puede hallarse para excelencia vuestra, si ésta excede tanto, que a Dios no deja en qué alargarse?
Cuanto El puede, y vos sois, aquí se quede, que como Dios no puede mejorarse, así de Madre mejorar no puede.
LOPE DE VEGA, terciarlo
PAZ Y BIEN
LA DIRECCION DE
EL imm OE CMSTO”
FELICITA LAS NAVIDADES A SUS
REDACTORES, COLABORADORES, SUSCRIPTORES Y ANUNCIANTES, ROGANDO AL SEÑOR LES OTOR¬ GUE LO QUE EL MUNDO NO ACIERTA A DAR: UN AÑO NUEVO PROSPERO DE PAZ Y DE BIEN.
13

PÀGINA
XJN PI
Digau.me, caminer', ¿que és aquest pi que han deixat caure al mig del bon camí? Donau part an el Batle. Els llenyaters podien haver fet de que caigués
dins la veinada terra,
—Es que el pi és del Marquès de la Mamerra... —Ah!... Si el pi és del Marquès de la Mamerra!...
I maldament que sia de Sant Pere. ¿Per que no el lleven prest? ¿Per qué aquí espera el senyor que se see? Feis que el s’enduga un carro, que aquí estorba de que puga
passar-ne cap persona.
— Es que el vol per fer bigues de tafona. —Ah!... Si el vol per fer bigues de tafona!...
Si almanco li tallás totes les rames
i li escapçàs un poc aquestes cames, el perjui que causás fóra més poc, puix sempre quedaria un poc de lloc
pel pas de carro, encara. —Es que diuen que és mal tallar-les ara. —Ah!... Si diuen que és mal tallar-les ara!...
Però primer és el públic que ningú, i ara pateix tothom per amor d!u, i no és just que el pecat del llejiyater, d'uquí que arrib la lluna de Gener
el pag qui res no n’és. —Es que així li convé al senyor Marquès, — Ah!... Si així li convé al senyor Marqués, fe't comptes, caminer, que no he dit res!
Pere d’A. PENYA (1823-1906)
14

LA MORT DEL PI DE TORMENTOR

I encara, en el cim aspre, regnà algunes anyades, dret davant Déu, i únic i, com un cedre, sant; lluità encara amb oratges, damunt les nuvolades, des que hi pujà amb ses ales novelles desplegades,
el càntic fulgurant.

Magnífic solitari, el Pi reial tenia la cabellera lenta damunt un tronc d’aram;
era el darrer dinasta de l’àrdua dinastia
qui, tràgic, entre els mívols, immòbil oferia son front votat al llamp.

Veié calmes augustes, tormentes viofentes, i ajeure’s altra volta la calma a poc a poc; i alçar-se aurores pàl lides i aurores sangonentes; desficis de les lentes estrelles somnolentes
com uns suspirs de foc.

La lluna plena i pura qui fa somriure l’ona i amb blanc silenci trèmol anega el mar sens fi i el sol qui porta el dia; i a l’hora en que s’afona, oberta en glòria tota la llum de sa corona
i els raigs del cap diví...

I s’amarà de l’èxtasi fugaç d’aquella estona en què el difús aroma amb la remor es confon, damunt l’aura tan fina, que un hom no se n’adona si és un perfum d’Angelus o un sanglot de l’ona,
o un gemec del món.

No li emmollí la fibra l’amor amb blana ni mai cap plançó regi no li sortí del flanc; la santedat vestia’l, flotan^, com una vesta, i com l’antic Elies, ja veia la tempesta,
al si del núvol blanc.

festa,

I un jorn vingué la pluja cenyida de negrures". davall ses ales fosques la mar s’ennegreí, i el tro cantà la glòria de Déu en les altures... I, finalment, les cimes se revelaren pures;
mes, ja no hi era el Pi.
Ara blaveja nua la serra gegantina: morí el sant arbre mític; ni deixà rastre enlloc; car Déu qui en la tenebra lluentejant camina, el visità amb el glavi amb què els cimals fulmina
i el consagrà amb son foc.
Llorenç RIBER (1882-1958)

15

El P. Sauer, con sombrero en mono o chaleco, trabaja como un albañil más.

30 AÑOS DE SUDOR HAN LEVANTADO UNA PARROQUIA
{"Recoftes de una crónica)
El P. Francisco Sauer T. O. R., rector de nuestra parroquia de S. José de Wolfersberg, Viena, ha juntado a la tenacidad de los campesinos de la Selva Negra (Alemania), su patria, la paciencia de la hormiga. Durante treinta años ha ido formando una comunidad parroquial y céntimo a céntimo ha logrado dar cima al sueño de su vida: construir un templo digno de Dios.

El 5 de julio de 1936 recibía el Padre
Francisco Sauer, en nombre de la Tercera Orden Regular de San Francis¬ co, el encargo, de fundar una nueva pa¬ rroquia en Wolfersberg (Viena). La si¬ tuación inicial era miserable. Solamente
con sencillez, pobreza franciscana y cons¬ tancia era posible vivir y salir airoso en
tales circunstancias.
El 23 de setiembre llega de Mallorca la ansiada ayuda de un hermano lego, fray Antonio Juan, para desempeñar los oficios de amo de casa, cocinero y sa¬ cristán. Por Navidad construye el herma¬ no, el primer pesebre, aprovechando las Unicas materias que se tenían a mano: restos de saco, papel y madera. Las fi¬ guras del Niño, María y José son el ob¬ sequio de desinteresados bienhechores.
Después de adquirir casa y solar, era necesario poner el huerto en forma: cer¬ carlo, limpiarlo de escombros y piedras, arrancar maleza. Aquí demuestra el pᬠrroco novato su habilidad, al mismo tiem¬ po que logra con su sudor una cura de almas óptima. No con empaque aristocrᬠtico, sino con el atuendo de hortelano y albañil, se atrae el nuevo pastor las sim¬ patías de amigos y alejados de la iglesia. Lentamente se perfilan también las ins¬ tituciones parroquiales: coro, catecismo,
grumos juveniles, etc.
1938. En el cielo político de Austria amenazan sombrías nubes. Austria queda
anexionada a la Alemania nacionalsocia¬

lista. Las organizaciones católicas se de¬ claran fuera de ley, al mismo tiempo que se confiscan sus bienes y se les hace la vida imposible. Por un decreto guberna¬ mental se procede a la expropiación de nuestra parroquia. E. P. Rector se apre¬
sura a exponer su situación en la emba¬
jada española de Viena, donde encuen¬ tra cordial acogida. Resultado., la propie¬ dad del solar y casa queda a salvo de la expropiación por ser patrimonio de la provincia española de la Orden. El Padre Sauer puede respirar tranquilo, pues ha encontrado buenos abogados que defien¬ den su causa. Sin embargo, la labor pa¬ rroquial se ahoga bajo la tirantez políti¬ ca; sólo a trancas y barrancas sigue ade¬
lante.
Un día, un grupo de fanáticos nazis da rienda suelta a su odio y envidia ape¬
dreando todos los cristales de la casa pa¬
rroquial. La tensión política se exaspera.
1939. El miércoles, 20 de setiembre, el P. Sauer tiene que comparecer ante la Gestapo (policía secreta de Hitler) acu¬ sado de distintos delitos; propaganda re¬ ligiosa, ampliación de la iglesia, etc. El acude puntualmente a la cita y, para im¬ poner respeto y demostrarles que no era un parásito de la sociedad, cuelga las me¬ dallas de mérito civil y militar que logra¬ ra en la primera guerra mundial. Y la
feliz ocurrencia no le valió de poco. Superadas no pocas dificultades y los
ataques del partido nazi, el cardenal de

16

Viena Innitzer erige, el 1 de octubre, la nueva parroquia de San Jasé de Wolfersberg.
1942. Estamos en plena guerra mun¬
dial. A fines de enero una ola de frío siberiano azota Viena. La temperatura lle¬
ga a bajar hasta 29 grados bajo cero. La
cañería del retrete revienta. En las calles se acumulan masas de nieve. En las es¬ cuelas se dan vacaciones, debido al ina¬ guantable frío. En la iglesia se multipli¬ can las misas de requiem por los caídos en el frente. El día de muertos, después
de la misa vespertina, se canta “Yo tenía un camarada”, que hace saltar las lágri¬
mas a muchos asistentes.
1944, 26 de julio. Bombardeos en la parroquia. El P. Rector, con roquete y estola, se presenta al lugar de la catás¬ trofe para prestar los últimos consuelos a los moribundos, pero inútilmente, por¬ qué los mandamás del partido nazi le cierran el paso. Resultado final, 66 muer¬
tos.
1945, 7 de abril. Avanzando sobre Wolfersberg los rusos invaden Viena. La pa¬ rroquia queda metida de lleno en el fue¬ go del frente. Soldados y población civil sucumben bajo las balas. Tampoco faltan quienes se suicidan de miedo. El 11 de abril, el P. Sauer, ayudado por unos vo¬ luntarios, da sepultura a 28 caídos. Vie¬ na, la ciudad gloriosa de los emperadores, la capital de la música, la cuna de los valses, la cantada Viena, novia del Danu¬ bio, presenta un aspecto pavoroso. Bajo el castigo de las bombas, las ruinas, es¬ combros y des.echo se acumulan en mon¬ tañas; la Catedral y el Teatro de la Ope¬ ra arden. ¿Será posible una regeneración?
Ante la carestía y miseria que se van agudizando, se organiza la cáritas parro¬ quial. Unas 600 personas reciben socorro en alimentos y vestido. Hasta se habili¬ ta en invierno un cuarto donde poder ca¬
lentarse los necesitados. En tales cir¬
cunstancias se multiplica la labor social y pastoral.
1946, 8 de febrero. Apertura de la guar¬ dería parroquial. Se inscriben 660 niños.
12 de juniO). El P. Sauer, armado de

1947.Enpico y pala y ayudado por unos volunta¬
rios, se dispone a ampliar la iglesia pro¬
visional. En octubre el fin corona la obra
y la bendice el cardenal. Los círculos de jóvenes, hombres y mujeres pueden dis¬ poner de un local más holgado.
reconocimiento de los méritos
contraídos, el cardenal nombra al Padre Sauer consejero arzobispal. Estamos en
diciembre.
Los feligreses aumentan y la iglesia parece achicarse. Hace falta una nueva,
definitiva casa de Dios. Las dificultades
no son simplemente económicas. Las obras empiezan, pero a poco de empezar se anula el permiso de construcción, de¬ bido a manipulaciones políticas. La con¬ tinuación de la obra se presenta muy pro¬ blemática. Sin embarga, el párroco no pierde el ánimo y al final su tesón triun¬ fa. Las paredes van subiendo, la iglesia cobra forma, el campanario se perfila... El 30 de octubre de 1949, el cardenal In¬ nitzer ya puede bendecir el nuevo, sen¬ cillo y artístico templo. Luego viene el
acabado del interior. Año tras año se en¬
riquece la obra con algún detalle: las campanas, el órgano, la capilla bautismal, frescos decorativos, calefacción, etc. La

Parroquia de San José de Wolfersberg,
Viena.

casa de Dios no se acaba nunca, porque
siempre puede hacerse más digna de El y más acogedora para los hombres.
1961, agosto. El convento es insuficien¬ te; es necesario ampliarlo. Las obras em¬ piezan con tiempo favorable, pero avan¬
zan lentamente. Es a fines de octubre de
1962, cuando el último obrero abandona
la construcción. La obra ha salidoi moder¬
na y cómoda, pero las deudas que deja son una carga pesada.
1966. La parroquia ha cumplido 30 años. Al volver la mirada hacia el pasado, po¬ demos contemplar con satisacción muchas esperanzas cumplidas, fallidas otlras. El camino fue duro, no pocas las privacior nes y desengaños, pero nunca se ahorra¬
ron esfuerzos. Ahora los frutos es¬

tán patentes: Convento e iglesia no su¬ ponen sólo un valor para los feligreses, sino también para la Orden. Padres es¬ tudiantes pueden ampliar en Viena su formación superior tanto en la Universi¬
dad domo en la mundiaímente famosa Academia de Música.
Wolfersberg, barriada ganada a los fa¬ mosos bosques de Viena, es alegre y tran¬ quilo. En verano se visten sus jardines de flores, en invierno de nieves. El actual bienestar y confort ha hecho olvidar ca¬ lamidades pasadas. Pero se nota una ti¬ bieza religiosa general; es la enfermedad de nuestro tiempo. La iglesia está allí, apuntando con el dedo de su campanario hacia Dios y abriendo sus puertas a todos los que quieran encontrarle.
P. Salvador Cabot, T. O. R.

NUESTROS DIFUNTOS
ARIANY.- Día 22 de octubre, la religio¬
sa franciscana Sor María de la Porciún-
cula, a la edad de 88 años y 63 de vida re¬ ligiosa. Fue muy querida por todo el pueblo, que acudió en masa a los funerales.
PALMA DE MALLORCA.-A los39años
de edad, y día 16 de noviembre, D. Antonio Tugores Mestre, suscriptor de nuestra re¬ vista y hermano de nuestro P. Administra¬ dor, Rdo. Fr, Jaime Tugores, y de Sor Mar¬ garita del Corazón de María, franciscana.
Reciban nuestro más sentido pésame.
18

OBSEQUIE A SUS FAMILIARES Y AMIGOS CON UNA SUSCRIPCION
ANUAL A
«EL HERALDO DE CRISTO»
Es una manera cordial de repetir por
12 meses: «ME ACUERDO DE TU

NUESTRA pequeña
HISTORIA

átace cincuenta años,,.

1,0 hemos afirmado en otras ocasio¬
nónos: nuestra revista, en los prime¬ ros quinquenios de su existencia, era
más fiel a sí misma. Era el «heraldo de
Cristo». Los tiempos han cambiado. Di¬ rán unos que para bien y otros que pa¬ ra mal. Según el aspecto que se consi¬ dere o según la cumbre de años de vida en que se halle cada uno situado.
Decíamos, pues, que hace cincuenta años nuestra revista era más piadosa y más franciscana. Y por eso en el núme¬
ro de diciembre de 1916 se veían cuatro
grabados: dos referentes a la Inmacula¬ da, uno de San Lázaro (17 de diciem¬ bre) y otro de la Basílica de San Juan
de Letrán (Roma). De los relativos a la Inmaculada, el primero representaba a «Las naciones pidiendo a Pío IX la pro¬ clamación dogmática de la Inmaculada Concepción» y el otro, la «Plaza de Es¬ paña (Roma)», donde se halla el famo¬ so monumento que suele cuajarse de flo¬ res el 8 de diciembre.
Y en cuanto al texto eran cinco los
trabajos montados sobre el tema de la
Inmaculada. F. Torrens, Pbro., T. era autor de dos de dichos trabajos: uno, más bien teológico, titulado «María en su Concepción Inmaculada», y otro his¬ tórico, bajo el epígrafe de «Los solda¬ dos de María Inmaculada», donde se na¬ rraba im episodio de la guerra de Es¬
paña en Plandes, allá por el año de 1585, bajo Felipe II. Fr. Gerardo (seudónimo) fantaseaba, y por eso intitulaba «Fanta¬ seando», sobre la obra de la creación, el paraíso, Adán y Eva, la serpiente ten¬ tadora, María concebida sin el veneno del pecado, y el Redentor. Y en «Juven¬
tud Seráfica» F. Pons también discurría
sobre lo mismo, pero sin la «fantasía»
de Fr. Gerardo.
La celebrada poetisa María Antonia Salvà colaboraba con un «Himne per la Immaculada Concepció de Maria», bella poesía a la cual puso música nuestro P. Juan Rubí y que nosotros cantába¬

mos cuando niños. La segimda parte co¬
menzaba así: «O María sempre pura, —
sempre blanca, com la neu, — sense ta¬ ca ni lletjura, — tan excelsa criatura, — que US diu Mare el Fill de Déu».
En «Crónica Franciscana» iba porme¬ norizada una excursión de las cantoras
del coro franciscano de Palma a La Por-
ciúncula, que entonces no era aún cole¬ gio (faltaban todavía bastantes años). En la capillita de aquella residencia el P. J. Rubí, director del coro, celebró mi¬ sa para ellas y les dirigió «con gracia y sencillez una sentida plática».
En «Noticias y variedades» podían leerse los siguientes títulos: «Obispo condecorado», xm obispo francés; «Cam¬ paña inicua», del periódico italiano II Po¬ pulo contra el Papa y la Iglesia; «La co¬ dificación del derecho canónico», obra del cardenal Gasparri; «Nuevo templo católico en Londres», en un barrio obre¬ ro; «El porvenir del catolicismo en Ale¬ mania», favorable según confesión de un Pastor protestante; y «Lo que vale im minuto», donde, después de enume¬
rar muchas cosas de orden material
que se hacen en un minuto, se concluía así: «¿Qué más? En im minuto se pue¬ de ganar el cielo».
Llenaban la sección «Juventud Seráfi¬
ca», junto con F. Pons citado anterior¬
mente Jiménez con «Ora et labora», sobre la Iglesia y la Patria, Seugarom (Moragues) con «Ruidos misteriosos»,
los que se hacían en el montaje del fa¬ moso «misterio» de Belén, con movi¬ miento, obra de algunos jóvenes seráfi¬
cos. Se daba cuenta también de la visita
de una comisión de la Juventud al nue¬
vo Obispo, Dr. Domènech, con bendicio¬ nes de éste para los jóvenes y para to¬
da la Tercera Orden.
En un aviso a los suscriptores se les suplicaba que se pusiesen en regla con la administración pagando el precio de la suscripción: UNA PESETA anual. Y
ce cerraba el número con el índice de todo el año.

19

«i^ACOXl Y FE»
étimno de La ^uoeniud Seráfica

A 0.° Concha Vilella y Crespo, a quien deben su formación musical la mayoría de nuestros jó¬ venes Religiosos.

«El que la sigue, la mata», reza un refrán que presumimos cinegético. Y no creemos, por cierto, que deba después culparse al cazador si la pieza cobrada no corresponde al tiempo gastado, a las fatigas sufridas, a los üros echados, ni al carlear de los perros que intervinie¬
ron en la cacería.
Y decimos esto para curarnos en sa¬
lud del motejo de alguno que, leídas esas líneas, quiera echamos la copla del «parto de los montes».
No importa el número de años —que no son pocos— que hemos andado ham¬ breando a la caza de un HIMNO DE LA JUVENTUD SERAFICA que nos consta¬ ba había compuesto, allá por los años 1913 ó 1914, el joven «seráñco», abogado y poeta, D. Santiago Vilella y Crespo; al que pusiera música el también joven co¬ rista-teólogo, Fr. Mateo Amorós, T.O.R.
(1).
Numerosas pesquisas, indagaciones sin cuento, ningiín rincón dejado sin mi¬ rar. Discurrir por los «seráñcos fimdadores» de la J. S. y sus contemporᬠneos... Los actuales... «pero ni si hubo un tal himno oímos jamás». Los más

enterados nos remitían al «Himne de
les Juventuts Seráfiques», música de Fr. Antonio Martorell, T. O. R., del año 1934. Del otro, ni rastro.
Y decimos mal; porque noticia y me¬ moria de él la guardaba, entre otros, D. Francisco Pons, uno de los primeros Se¬
cretarios de la J. S.. Y la música la re¬
cordábamos muchos, pero con letra en mallorquín, que le había puesto, para la Juventud Seráfica de Llucmayor, el poe¬
ta local D. Francisco Pomar.
Pero a nosotros nos picaba la letra castellana del primer Himno.
Canturreando con el citado D. Fran¬
cisco Pons, para ver de forzar la memo¬ ria, llegamos a la conclusión de que «por la senda florida del jardín francis¬ cano, nacen flores y lirios», pero no se
nos abría esta senda ni en ella descu¬ bríamos sino broza y maleza...
Se nos iban ya desmayando los áni¬ mos cuando, insistiendo en la carga so¬ bre el segundo verso, nos tropezamos
con la feliz memoria de D. Jaime Tortell, «Seráfico de antes de la guerra», el cual a los pocos días de nuestro acuciante

(1) La primera vez que se alude a la
Juventud Seráfica en «El Heraldo» es
en el número de octubre de 1913. Cele¬
bra su primera velada literario-musical el 26 de octubre del mismo año («Heral¬ do», noviembre 1913). No figura el Him¬ no propio. La primera Junta Directiva
se nombra el 26 de diciembre de 1913.
Es el Secretario D. Santiago Vilella y Crespo. La segunda velada literario-mu¬ sical, el 18 de enero de 1914. Interviene

D. Santiago Vilella, abogado y poeta («Heraldo», febrero de 1914). Tampoco
se menciona el Himno. El 26 de abril de
1914 los Seráficos realizan una excursión
al Santuario de Cura y el trayecto se pa¬ só «cantando animados cantares, him¬ nos religiosos y PARTICULARMENTE
EL HIMNO PROPIO DE LA «JUVEN¬
TUD» («Heraldo», mayo de 1914). Por lo tanto el Himno ya estaba compuesto an¬
tes del 26 de abril de 1914. N. de la R.

20

empeño... ;eureka! presentaba casi com¬ pleta, sólo con pocas lagunas, la letra
del Himno de marras.
Nuestro gozo y satisfacción sólo pue¬ den compararse con los que experimen¬ tamos, unas semanas después, al descu¬ brir debajo de un ex-escenario de la J. S. de Llucmayor, entre mil trastos y baratijas, im ennegrecido y desmedrado papel, con la letra y música del HIMNO

DE LA JUVENTUD SERAFICA. - AMOR
Y PE. Talmente reza el preciado papel. ¡La matamos! ¡Loado sea Dios!
Del mérito y bondad literaria del mis¬ mo, no nos cumple a nosotros hacer juicio. Doctores tiene la Iglesia. Nos¬ otros, a fuer de impenitentes cazadores, decimos simplemente: ¡Ahí va la pieza!
P. Francisco AMENGUAL, T. O. R.

ikMOB. Y FE
Por la senda florida del jardín franciscano brotan rosas y lirios, brotan la fe y el amor; vigorosos renuevos de árboles seculares cuyas frondosas ramas se esparcen en redor.
Son bélicos acentos de trompeta guerrera
que desde polo a polo, de uno a otro confín, resuenan, majestuosos, remembranzas de antaño, con los ecos de aceros del mejor paladín.
Santiago VILELLA

P. ADOLFO

PEREZ

JIMENEZ

O T ■

R ■

■

Primer sacerdote de nuestro monas¬ terio-seminario de Ntra. Sra. de Vico
Arnedo, (Logroño). Fue ordenado sacer¬ dote por el limo. Sr. Obispo de Colahorra, y Logroño, Dr. D. Abilio del Cam¬ po y de la Barcena. A su ordenación y primera misa, que tuvieron lugar en el citado monasterio, asistió numeroso pú¬ blico de Arnedo y comarca, junto con los padres y hermanos del ordenado. Felici¬
tamos cordialmente a nuestro novel sa¬ cerdote deseándole un fecundo aposto¬
lado en el campo que la obediencia le
señale.
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encaso a ti también...

IX y último
NOVICIO

l^ECIBIDO el santo hábito, normalmente en el Santuario de Nuestra Señora de Cura, en la cumbre del famoso monte de Randa (Ma¬ llorca), permanecerás un año entero, apartado de todo, entregado al estudio exclusivo de la Regla y a la esmerada formación de tu per¬
sonalidad franciscana.
En aquel solitario luvar, santificado por las penitencias y contemplación de Ramón Llull y de otros anacoretas, bajo la guía de un sabio Maestro de Novicios, irás explorando los secretos de la espiritualidad, francisqana. No te faltarán cruces. La disciplina del noviciado es tradicionalmente rígida. Debe serlo, pues marca la pauta de toda tu vida religiosa.
Al terminar el año, si la Orden te considera digno y tú das el libre consentimiento, pronun¬ ciarás los votos temporales de pobreza, castidad y obediencia. Estos votos atan por tres años. Luego, si tus Superiores lo aprueban y tú lo deseas, emitirás los votos solemnes que te ligan
hasta la muerte.
Clérigo
Ahora, bien que no haya de cesar tu entre¬ namiento espiritual, vuelves a la vida estudian¬ til del Seminario de La Porciúncula. Empiezas a intensificar tu preparación intelectual para el presbiterado. Son destinados tres años al estu¬ dio de la Filosofía. Los cuatro siguientes se de¬ dican a la Sagrada Teología —la verdad tal co¬ mo Cristo la reveló y la enseña la Iglesia.
Y vas dando los primeros pasos hacia el al¬ tar. La tonsura clerical, las órdenes menores, el subdiaconado y, finalmente, el diaconado se¬ ñalan el transcurso de los años. \\, como de
improviso, te encuentras ya practicando -los ritos y ceremonias del oficio presbiteral: la ad¬
ministración de los diversos sacramentos y, so¬

bre todo, lo concerniente al santo sacrificio de
la misa.
Y un día, tú y tus condiscípulos acudís en procesión al santuario; y por manos del Obispo, el poder de Dios toca tu alma y deja en eUa el indeleble sello del presbiterado. «Tú eres sacer¬ dote para siempre».
Sacerdote
i Sacerdote para siempre! Lleno de Cristo has¬ ta lo más profundo y hasta lo más alto, en toda la longitud y en toda la anchura de tu ser. Un hombre que ahora pertenece todo a Dios. Un hombre que participa, en cierto modo, del po¬ der de Dios: su poder de bendecir, de consagrar, de perdonar los pecados.
El día de la ordenación es el más grande de tu vida. Unas íntimas alegrías se presentan en seguida: impartes la primera bendición sacerdo¬ tal sobre tus padres, sobre la restante familia, sobre tus hermanos de hábito y sobre tus ami¬ gos; celebras tu primera misa rezada, ejerciendo el poder de convertir el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre vivos de Cristo; cantas tu pri¬ mera misa solemne, de ordinario en la iglesia parroquial de tu pueblo.
Pero estos días de gloria —que jamás se ol¬ vidan y que nunca vuelven a repetirse— pa¬ san y vienen días de trabajo y tal vez de sufri¬ miento, pero, paradójicamente, de felicidad y de alegría de cada vez más hondas. Algunos días transcurrirán completamente grises y otros irán sobrecargados de ocupaciones. Muchos de ellos no saldrán de su rutina, no cumpliendo tú más que los deberes que te hayan asignado.
Pero de vez en cuando, a medida que avance el ciclo de tus años, te pararás para considerar con gran asombro una misteriosa realidad: ¡ Dios me hizo sacerdote franciscano!
Fr. M. C., trad.

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24

pAgina del teroiario

ALGO MUY IMPORTANTE PARA FRANCISCANOS Y FRANCISCANAS

«No se puede pensar en la Tercera Orden sin probar cada vez de nuevo, y hoy más que nun¬ ca. un sentimiento de respeto, de admiración y de confianza. Apenas puede comprenderse la misión de San Francisco sin esta última y audaz creación que es la Orden Tercera. Es mucho más que una corona y prolongación de sus dos primeras Ordenes. Si la Orden de San Francisco no hubiera logrado infundir el espíritu francisca¬ no en la vida de ios seglares, con toda razón podríamos decir que San Francisco no había conseguido su fin. Cosa que no podemos afirmar de ninguna otra asociación que, ni del mismo modo, ni con idéntico vigor contienen la puesta en marcha de la Regla —aquí, en nuestro caso es el Evangelio— en la vida cotidiana y vulgar y en la misma vida humana.
Ningún terciario de otra Orden tiene, sin du¬ da, como el terciario franciscano, el derecho de sentirse algo íntimo a la Orden, llamado por el espíritu de la Orden. UNA ORDEN FRANCISCA¬
NA SIN TERCERA ORDEN SERIA UNA ORDEN
MUTILADA; UNA CASA FRANCISCANA OUE NO SE EXPANDE Y FLORECE EN LA TERCERA OR¬
DEN, DEMUESTRA NO TENER VIDA, Y SI SE ENCUENTRA SATISFECHA EN ESA POSICION, PODEMOS DECIR OUE HA FALLADO EN SU VOCACION.
El espíritu de San Francisco, si es de verdad espíritu del Evangelio y nada más, no basta que produzca solamente las ramas de aquellos varo¬ nes y de aquellas mujeres que se comprometen con voto a una completa pobreza, a una perfec¬

ta castidad y a la obediencia ciega...; el árbol seráfico está compuesto del conjunto de todas lar ramas; la Orden Tercera no debe aparecer algo así como ramitas secundarias, como un aditamento que se añade a las ramas primarias, que son la primera y la segunda Orden; DEBE
APARECER CRECIENDO TODO EL CONJUNTO DE
LAS TRES ORDENES, PARA CUYA INTEGRIDAD ES NECESARIA LA TERCERA ORDEN, LO MISMO OUE LAS DOS PRIMERAS, que mantienen cierta¬ mente a la Tercera, pero al mismo tiempo tam¬ bién la necesitan.
La Iglesia nunca ha cesado de confiar en la Tercera Orden. Pero, ¿quién hay en las circuns¬ tancias presentes que no reconozca la admira¬ ble oportunidad ofrecida por la T. O. F. al servi¬ cio y utilidad de la Iglesia que camina? ¿Acaso en tiempos pasados se habló más sobre el esta¬ do de los laicos? ¿Por ventura se percibió mejor alguna vez, cuán positiva, plena y necesaria era la misión de los laicos en la Iglesia? Por tanto,
¿qué mejor fermento interno puede añadjrse a
este apostolado de los laicos, que este fermento evangélico, puro, sutil, tal como se conserva en la Regla del Pobrecillo de Asís?
La simplicidad, la pobreza, la fraternidad... ¿no son acaso las notas que la Iglesia exige a los laicos para levantar y salvar el mundo, y notas que el espíritu de San Francisco cultiva y hace crecer en sus hijos?»
MONSEÑOR CARROÑE, Arzobispo Subprefecto de la Sagrada Congregación
de Seminarios y Universidades

LA T. O. F. EN LAS ESTRUCTURAS APOSTOLICAS DE LA IGLESIA POSCONCILIAR
La T. O. F. ha entrado a formar parte de la CONSULTA GE¬ NERAL DE APOSTOLADO DE LOS LAICOS que se ha estableci¬
do en Roma.
El 28 de mayo último se celebró en la Ciudad Eterna una jor. nada de estudio en la que participaron todos los miembros de la Consulta. La T. O. F. estuvo representada en la persona de los 4 PP. Comisarios Generales y la profesora Fausta Casolini.
La T. O. F., por tanto, ha entrado de lleno en las estructuras apostólicas de la Iglesia posconciliar.
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bibliografía

Josef Bommer. ESENCIA Y SEN¬ TIDO DEL AMOR. Versión espa¬ ñola de Ildiko Darvas. 11,4 x 17,8
cm. 112 págs. Rtca. 55 ptas. So¬
brecubierta de A. Tierz. Editorial
Herder, Barcelona, 1966.
Creemos que son libros como el que comentamos los que hacen falta para disipar el falso sentido del amor que reñeja una literatura tendenciosa, sentimentaloide, que no aporta nada nuevo ni bueno, y sume en confusión a multi¬ tud de personas, necesitadas precisamen¬
te de ideas claras.
Bromer no pretende estudiar de modo exhaustivo, ni mucho menos, problemas
tan vitales como son los abordados en
este libro, pero en pocas líneas dibuja la respuesta fundamental a preguntas tan candentes hoy día como son el con¬ trol de la natalidad, la felicidad conyu¬ gal, etc. — H. C.
Karl Rahner. EL AÑO LITURGI¬ CO. Meditaciones breves. Versión
castellana de J. Iturriaga, S. J. 144 págs. 11,4 X 17,8 cm. Rtca. 70 ptas.
Sobrecubierta de A. Tierz. Edito¬
rial Herder, Barcelona 1966.
Otro libro del profundo teólogo ale¬ mán, Karl Rahner. Y lo que causa ver¬ dadera impresión al leer esta obra es la íntima unidad y consecuencia del conte¬ nido, que, por encima de todas las va¬ riaciones del pensamiento y de todos los motivos festivos del año litúrgico, hace sentir el orden de los valores religiosos, aquella perspectiva característica del mensaje de Cristo y que, por tanto, ha de caracterizar también toda predica¬
ción cristiana.
Es otro buen servicio que ha prestado
la Editorial Herder a los lectores de ha¬ bla castellana. — H. C.

ANALFABETISMO PELIGROSO
En el bar de aquella pequeña locali¬ dad del lejano Oeste hay sobre el piano el conocido rótulo del que ya habló Os¬ car Wilde en una oacsión:;
Se ruega al público que no dispare so¬ bre el pianista; hace lo que puede...
Un cliente habitual entra en el bar y
echa de menos al pianista. —^¿Qué le ocurre? —^pregimta. —Le dispararon un tiro ayer noche. —Es que vino un cliente nuevo que no
sabe leer.
PASO EL SUSTO
Un viajero que va solo en un departa¬ mento del ferrocarril se ve sorprendido y se lleva un gran susto cuando se abre la puerta y entra un enmascarado.
—Deme todo el dinero que lleve —dice el intruso, menazando con una pistola.
El viajero, ya tranquilo replica: —No se moleste usted; no llevo un
céntimo.
—Entonces ¿proqué se ha echado a
temblar cuando me ha visto?
—Es que al abrirse la puerta creí que era el revisor, y como tampoco llevo bi¬
llete.
POR SI HABIA MAS

LEA V PROPAGUE
EL
HERALDO DE CRISTO

El nene vuelve a casa de la escuela
echando sangre por las narices.
—¿Qué te ha pasado? —dice el padre. —La culpa es del ilusionista.
—¿Del ilusionista?
—Sí. Ha venido un ilusionista para
darnos una sesión de magia y a mí me
ha sacado de la nariz tres monedas de
cincuenta pesetas.
—Bueno; pero...
—Es que a la salida todos los chicos han querido ver si me quedaban más
monedas.

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