El Heraldo de Cristo 1966, n. 680
noviembre: 1966

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EL HERALDO DE CRISTO

REVISTA MENSUAL DE LOS P P. FRANCISCANOS DE LA T. O. R.
•
NOVIEMBRE 1966

Año LVII - Núm. 680
•
REDACCIÓN Y ADMÓN: CONVENTO DE SAN FRANCISCO
TELÉFONO 12695 PALMA DE MALLORCA
•
IMPRESIÓN: ARTES GRÁFICAS GIMÉNEZ

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN:

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NUESTRA PORTADA
Dos amigos inseparables; el campanario de San Francisco y la palmera del claustro contiguo. No os engañe la vista la palmera, femenina, y por lo tanto vanidosa, se ha puesto en primer plano. Pero, por ahora, es mucho más baja que el campanario, cime ro sobre los bloques urbanos que lo circun¬ dan. Decimos por ahora, pues el campana¬ rio es naturaleza muerta, mientras que la palmera vive y con una constante te:;-
dencia hacia el cielo azul.
J

lea en este números

La paz, obra de todos .

.

.

.

3

Los laicos en la Constitución sobre la

sagrada Liturgia
Nuestras misiones

.

.

,

.

4

6

La «Historia Literaria de España» de

los Mohedano

9

Juan Jorgensen . ^ .

10

Página Literària

14

Temps de fires

16

Acaso a ti también

17

Nuestra pequeña historia

18

Página del Terciario
Cuestiones Lulianas

....
....

19 21

Ecos del Sanatorio-Escuela «Mater Mi¬

sericordiae»

23

Página de humor

27

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EDITORIAL
LA PAZ, OBRA DE TODOS
y 1/unca quizá como ahora habíamos deseado tanto la paz; señal de que se nos escapa, de que es más grave el peligro de per¬
derla. La patética apelación de Pablo VI: En nombre del Señor gri¬ tamos ¡alto!, a propósito de la interminable guerra del Vietnam,
reviste los caracteres de una última llamada a la conciencia y recto sentir de todos. Sí, ha llegado el momento de pararse. Es preciso
extinguir cuanto antes ese incendio que puede acabar con todo lo bueno que todavía nos queda. Ha llegado el momento de preguntar¬ nos con Pablo VI: ¿Qué puedo yo hacer por la paz?
Para cualquier hombre de buena voluntad no hay don más esti¬ mable que la convivencia pacífica con sus hermanos, los hombres, en un mundo querido por Dios. «Tranquilidad en el orden» definió San Agustín la paz. Y orden es asignar a cada ser su lugar apropiado
en la armonía universal. Que cada hombre ocupe su puesto corres-
pendiente, y habrá concordia entre los hombres. Sintetizándolo, podríamos reducir esta exigencia de orden a lo que, paradójicamen¬ te, constituye una conquista de nuestro tiempo: respeto al hombre. ¡Ironía del tiempo! En la hora de la proclamación de sus derechos, el hombre ha conocido la peor treta de la historia. Vivimos en una época zarandeada por fuerzas contrarias. No podemos esperar el equilibrio —la tranquilidad en el orden— de esos dos «bloques» materialistas, el americano y el ruso, cuya concepción del hom¬ bre y de la existencia humana no va más allá de las fronteras te¬ rrestres. Soñadores de paraísos sobre la tierra, a la medida del hombre, se han olvidado que el hombre tiene la talla de Dios, hecho a su semejanza. Y el despertar ha sido amargo: un «tercer» mundo de hambre y resentimiento.
Ha llegado el momento de pararse y buscar la paz por otros caminos. No habrá paz entre los hombres, si ésta no fructifica pri¬ mero a nivel de los espíritus. No puede haber paz verdadera más que en función de un fin realmente bueno, capaz de responder ple¬ namente a las exigencias del corazón humano.. Otra frase de San Agustín nos lo viene a confirmar: «Nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti, Señor». Una paz que no se funde en el plan y orden establecidos por Dios no pasará de ser aparente y
engañosa. Paz en la verdad, en la justicia, en la libertad, en el amor,..,
recordaba a los hombres el llorado papa Juan en «Pacem in terris». De todas esas paces en la tierra brotará la única y verdadera paz, hi¬ ja del cielo. Porque no hay que olvidarlo: la verdadera paz es un don de Dios que se merece haciendo obra de paz, primero en sí mismo, y luego entre los hombres. Y para esto no bastan los trata¬ dos de paz, ni las convenciones más solemnes, ni las conferencias internacionales... Una paz mundial tiene que ser obra de todos y para todos.
Sin duda no depende de cada uno de nosotros que el choque de los egoísmos y la victoria aparente y temporal de las ideologías belico¬ sas y ateas vengan a arruinar nuestros esfuerzos de paz. La paz em¬ pieza siempre para los hombres de buena voluntad. Hay que implo¬
rarla siempre con el clarear de cada día, para que el sol no se pon¬ ga sobre la maldad de este mundo que hemos edificado con manos impías.
3

LOS LAICOS EN LA CONSTITUCION SOBRE LA SAGRADA LITURGIA
(Conclusión)

/'"^ara convencernos del interés que tiene la
Iglesia en que los fieles participen más conscientemente en la Liturgia, sobre todo en la misa, basta leer el artículo 50 de la Consti¬ tución de Liturgia. En dicho artículo se pide una revisión del ordinario de la misa a fin de que se haga más fácil «...la piadosa y activa parti¬ cipación de los fieles». La preocupación pasto¬ ral de la Iglesia y correlativamente la importan¬ cia de los laicos en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia aparece más claramente toda¬ vía en los artículos 51, 52 y 53. El artículo 51 empieza de este modo: «A fin de que la mesa de la palabra de Dios se prepare con más abun¬ dancia para los fieles...»
En la misa hay preparado un doble banquete y una doble mesa: la mesa de la palabra y la mesa del Cuerpo y la Sangre del Señor. El Va¬ ticano II determina graves obligaciones en po¬ cas palabras: «Abranse con mayor amplitud los tesoros de la Biblia». De aquí se deduce que estos tesoros están poco abiertos. Y ciertamente algunas perícopas de gran importancia sobre la vida, las palabras y los hechos del Señor no se leen nunca o, al menos, no se leen al pue¬
blo en las misas dominicales o festivas. Por
ejemplo: la resurrección de Lázaro, el coloquio con la mujer samaritana, la oración sacerdotal
de Jesús...
Prescribe, además, el Concilio que se restau¬ re la oración en común o de los fieles, según

la antigua costumbre de los santos Padres. Por
oración común o «de los fieles» o «solemne» se
entiende aquella oración que en otro tiempo, después del oremos, era como la respuesta del pueblo fiel al evangelio y a la predicación y comportaba la imagen de la Iglesia orante que suplica por todos los hombres. Se llama de «los fieles» porque se decía después de la sa¬ lida de los catecúmenos: se llama «común» porque unía en el acto de orar y en las inten¬ ciones del que oraba a toda la comunidad cris¬ tiana: «solemne», finalmente, porque llega a su cima en la Liturgia del día de la Muerte del
Señor.
No conviene pasar por alto la reintegración hecha por el Concilio de la comunión bajo las dos especies, según la costumbre de los santos Padres. En el artículo 55 se nombra en particu¬
lar a los laicos.
En tiempos pasados la comunión bajo las dos especies ofrecía peligros para la fe. El Conci¬ lio de Trento tuvo que condenar el siguiente error: todos deben recibir la comunión bajo las dos especies como algo necesario para la sal¬ vación y que no es suficiente con la recepción de una de las dos especies para la salvación.
La comunión bajo las dos especies se había convertido en un signo distintivo de la «refor¬ ma». En nuestros tiempos la comunión bajo las dos especies ya no ofrece peligros para la fe.

4

Por tanto la autoridad eclesiástica puede cam¬ biar la «práctica». La razón de este cambio es evidentemente ecuménica, pero también bíbliolitúrgica. La Iglesia puede y debe acercarse a los hermanos separados de Oriente y de Occi¬ dente en las cuestiones disciplinares: los estu¬ dios bíblicos y litúrgicos piden una estructura primitiva y una conformidad externa con la Ce¬ na; la sicología moderna exige la plenitud del signo, quitado todo peligro para la fe.
Otra prueba de la dignidad de que gozan los laicos y del papel importante que la Constitu¬ ción de Liturgia les otorga es que son admiti¬ dos a participar en el Oficio divino.

Madre Iglesia, ciertamente participan en su Li¬ turgia, en su dignidad y honor. La Iglesia no obliga a los laicos, pero les invita y les llama a su Oficio. Para entender esto que venimos diciendo conviene tener presente que lo que hace la acción litúrgica no es la obligación sino la llamada de la Iglesia, la cual puede hacerse de una doble manera: obligando y no obligando, de tal manera que podemos distinguir recta¬ mente entre reputación que obliga y la que no obliga. Por tanto, según la mente del Concilio, los laicos gozan también ahora de la dignidad y el honor de la Liturgia, si rezan el Oficio di¬ vino reunidos entre sí o en particular.

La naturaleza del Oficio divino es explicada en el artículo 83 de la CCL, en el 84 y 85. Pero es sobre todo en el artículo 100 donde se invita encarecidamente a los fieles a que participen en el Oficio divino. El Oficio divino es la voz de todo el Cuerpo Místico, de la Cabeza y de los miembros. Por lo tanto los laicos no deben ser excluidos en modo alguno de la participa¬ ción en él.

La reforma litúrgica se ha puesto en marcha. Los frutos no se han hecho esperar, ya que los
laicos han encontrado su sitio en ella. El laico va tomando conciencia de sí mismo, de su dig¬ nidad de bautizado, y así, estremecidos de go¬
zo, asistimos al despertar del laicado católico. Se había pecado un poco de excesivo clericalis¬ mo y hasta de paternalisme, como si los laicos
fueran unos eternos niños.

Esta opinión a través de los siglos ha sido obscurecida de tal manera que el Oficio, según la opinión de no pocos clérigos y laicos, era algo específico y peculiar del elemento clerical.
Esta mentalidad quiere destruirla en su raíz la Constitución mediante estas recomendacio¬ nes pastorales: Las horas principales, especial¬ mente las Vísperas, celébrense en común en la Iglesia para que participe todo el pueblo. Se recomienda que los mismos laicos reciten el Oficio o con los mismos sacerdotes, o unidos entre sí o también cada uno por sí solo. (Ar¬ tículo 100).
Los fieles que secunden este deseo de la

El papel importante que la Constitución de Liturgia atribuye a los laicos es a todas luces evidente. Y los fieles lo han comprendido muy bien. Por eso un gran cardenal de la Iglesia, el cadernal Lercaro, ha podido afirmar: «La aplica¬ ción de la Constitución de Liturgia constituye, sin duda alguna, uno de los acontecimientos más importantes en la vida de la Iglesia de este segundo milenio, por la sencilla razón de que no interesará solamente al clero, sino que también calará muy hondo en el corazón del pueblo fiel».
P. Bernardo NEBOT, T. O. R.

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misiones

MEDALLA DE ORO
a Mons. Damián Nicolau T, O. R. y a los Padres de la Prelatura de Huamachuco (Perú)

«Día 28 de julio. Fiesta Patria de Perú, el Concejo Provincial de Huamachuco concedió ima Medalla de Oro y Diploma
de Honor a Mons. DAMIAN NICOLAU
y Padres Franciscanos de la T.O.R. por
su contribución eminentemente morali-
zadora y constructiva en bien de los ele¬ vados intereses espirituales y materiales
de nuestra Provincia».
Así suena la noticia, Al cumplirse en este mes los cinco años de la partida de nuestros primeros misioneros a Perú, esta medalla de oro y este diploma ha¬ blan muy claro sobre la labor magníñca realizada por nuestro pequeño bata¬ llón apostólico en tierras peruanas.
Aunque la gran recompensa esté re¬ servada para más allá de las fronteras de la vida presente, no deja de ser elo¬ cuente el hecho de que los mismos hom¬
bres sientan la necesidad de manifestar
su admiración por los abneg^ados misio¬ neros que con tanto sacriñcio van con¬ sumiendo sus días y sus energías para el bien espiritual y material de gente tan necesitada de ayuda en todos los aspectos de la vida.
También nosotros reservamos nues¬
tro grande aplauso para aquel día de la recompensa deñnitiva. Pero séanos permitido no obstante enviar a nuestros queridos hermanos condecorados nues¬
tra emocionada enhorabuena.

Ya tiene ahora su nueva iglesia, obra llevada a cabo por el P. Maimó, verda¬ dero apóstol de la pobre Provincia. La inauguración de este templo ha motiva¬ do dos recientes viajes de Mons. y otros Padres a Bolívar. Dejando para el pró¬ ximo número la crónica de la bendición del nuevo templo y la publicación de al¬ gunas fotografías alusivas al acto, ofre¬ cemos hoy algunos interesantes detalles de imo de los viajes de Mons. en com¬ pañía del P. Maimó.
Sudando... no precisamente
por el calor
«...Desde Cajabamba, con caballos que nos prestaron, partimos hacia Marcamachay, y al día siguiente con otros ca¬
ballos tomamos el camino hacia el Ma-
rañón. Esta etapa es larguísima. Hay irnos abismos que dan miedo y el sen¬ dero va bordeándolos siempre. Sudé unas cuantas veces, y no era por el ca¬ lor... Es una pendiente que parece no
va a terminar nunca. Recuerdo que
cuando parecía habíamos llegado al fon¬ do, después de muchas horas de cabal¬ gar, el P. Maimó dijo: Estamos a la mi-

BOLIVAR
Ya saben nuestros lectores lo que sig¬ nifica esta palabra Bolívar. Una Provin¬ cia hasta ahora abandonada, lejana, un
viaje tremendamente difícil para visi¬
tarla.

6

tad del camino... Cuando llegamos al Marañen, todavía tuvimos que andar tres horas subiendo por un camino pé¬ simo que se encarama por peñascos que
se asoman al río».
¡Estos moscos!
«...En Chuquitén nos paramos irnos
días. Cada noche celebrábamos las dos
misas, predicábamos, rezábamos el ro¬ sario y administrábamos el bautismo y
la conñrmación.
Lo único que estaba a tono eran los «moscos» que pican como demontres y cuya picadura molesta mucho durante
una semana».

10 horas seguidas a caballo. Lluvia
en abundancia. Dos víboras
«Para ir a Bolívar desde Chuquitén se¬ guimos la ruta del Marañón; en balsa una media hora, luego montamos al mu¬ lo, y adelante, montaña y más monta¬
ña. Cuando subimos al mulo eran las
12’30, y a las 10 de la noche, después de atravesar las 36 veces reglamentarias el río Pana, y soportar durante cuatro ho¬ ras una fuerte lluvia que nos llegó a la piel a pesar de nuestros ponchos de go¬ ma, llegamos a la hacienda de Pana, donde pasamos la noche.
Durante este trayecto una víbora pasó debajo del mulo de nuestro acompa¬ ñante. En Chuquitén otra víbora picó a un perrito, que muy pronto estuvo hin¬ chado. Pero el señor de Chuquitén tiene una tintura, hecha por él mismo, untó la herida, y al cabo de media hora corría el perrito como si nada».
Enorme alegría de la gente de Bolí¬ var a la llegada de Monseñor y el P. Maimóy por el cual sienten pro¬
fundo cariño
«Salimos de Pana después de haber bautizado y confirmado. El camino has¬
ta Bolívar es de unas siete u ocho ho-

Mons Damián desde Pana a Moneada, entre cactus enormes y bandados de papagayos.
ras, pasando por una altura de 4.500 metros. Ya empezaba a obscurecer cuan¬ do llegamos. La gente no creía ya que llegásemos a aquella hora y se habían retirado; pero al darse cuenta de nues¬ tra llegada, todos salieron a la calle y hubo una alegría como no se puede ima¬ ginar; repiqueteo de campanas, vivas, júbilo indescriptible. La gente de Bolí¬ var es muy buena y aman con delirio ai P. Maimó. Muchos nos dijeron que cuando se marchó, el año pasado, todos
lloraban como si vinieran de enterrar a
su padre».
Uns comptes fa s^ase^ i uns altres
en va fer el muí...
«Desde Bolívar salimos para visitar el sur de la Provincia que yo no conocía

aún. Teníamos que ir ante todo a Bambamarca. Como está muy lejos, fuimos a pernoctar en una hacienda llamada Cujihamba. Desde allí teníamos que par¬ tir a las tres de la madrugada, pero «uns comptes fa s’ase, i uns altres en va fer el meu mul...» A las tres, y a pesar de la luna clara, no lo encontramos en
ningún sitio. Se había escapado... Cerca de las seis y media lo hallamos en un buen pasto que él conocía de otras ve¬ ces. Y partimos. Horas y más horas por la puna (grande altura), que estaba blanca de escarcha. Si se hallaba algún charco estaba completamente helado. Después de la puna empezó el descenso, senderos peligrosísimos, abismos que daban sencillamente espanto. Y esto du¬

rante horas y más horas hasta llegar a Capellanía. A Bambamarca llegamos des¬ pués de catorce horas de cabalgar».
Fiebre, frió, temblor
«Una hora antes de llegar a Bambamarca, ya caminábamos en medio de ne¬ gra obscuridad; y hacía tanto frío, que yo, con un poco de fiebre que ya tenía a causa del cansancio y malas noches, me
sentí invadido de im frío tan intenso que
las piernas empezaron a temblar como nunca me había pasado. Pero... llega¬
mos».
(Continuará)
Mons. Damián NICOLAU, Prelado

Mons. Roberto Gomes de Arruda, T. O. R. nuevo Obispo, Prelado de Guajara-Mirim (Brasil).
8

empuntes para una historia de nuestra Orden en Sspaña
LA «HISTORIA LITERARIA DE ESPAÑA» DE LOS MOHEDANO

r].n 1766 —cúmplese hogaño la se-
*^gunda centuria— las prensas de
Antonio Pérez de Soto, en Madrid, saca¬ ban a luz el primer tomo de la «Histo¬ ria Literaria de España, desde su prime¬ ra población hasta nuestros días».
Eran sus autores, los doblemente her¬ manos, de sangre y de religión, M. RR. PP. Pedro y Rafael Rodríguez Mohedano, de la Tercera Orden Regular de San
Francisco.
Cuando el l.° de octubre de 1847, en el discurso de apertura de la Biblioteca Provincial y del Instituto de 2.^ Enseñan¬ za de Baleares, el entonces Jefe Supe¬ rior Político, D. Joaquín Maximiliano Gi¬ bert, Comendador de la Real Orden Ame¬ ricana ed Isabel la Católica, nombraba entre los historiadores españoles (los Mariana, Zurita, Solís, PP. Flórez y Ris¬ co, Zúñiga... y los nuestros Mut, Binimelis, Quadrado, Bover, etc.) a los PP. MOHEDANO, seguramente a muchos de sus oyentes se les haría de nuevo aquel nombre, como aun ahora extrañaría a no pocos de hasta entre los pertenecien¬ tes, como ellos, a la Tercera Orden Re¬ gular.
Permítasenos, pues, que, dominados por un idéntico afán de sacar de la obs¬ curidad a la Orden que aquéllos honra¬ ron, sentemos nuestra modesta cátedra de eruditos para divulgar y encarecer ante propios y extraños el nombre y la obra de los MOHEDANO, que fue cali¬ ficada por Ballesteros de «labor meritísima»; por Pampolini, de «documenta¬ da»; por Redel, de «interesante y erudi¬ tísima»; y por Pérez Bayer, de «útil y bien trabajada».
I
Los hermanos Pedro y Rafael Rodrí guez MOHEDANO nacieron en Córdoba los años 1722 y 1725, respectivamente. Cursados con aprovechamiento los es¬ tudios de Latinidad, siéntense llamados a la vida religiosa, vistiendo, a la edad correspondiente, el hábito negro de la Tercera Orden Regular de S. Francisco, en el Convento de Madre de Dios, de su
ciudad natal.

Luego que profesaron, siguieron con codicia las disciplinas de la Filosofía aristotélica y de la Teología escolástica, y se maravillan de que «muchos gran¬ des entendimientos y talentos estuvie sen satisfechos, y reducidos a la esfera de estas facultades (1). Son los prime¬ ros destellos de su espíritu progresista y emprendedor.
Lectores de Filosofía y de Teología, en las cátedras que profesan en los Con¬ ventos de Madre de Dios, de Córdoba, y de S. Antón, de Granada, no cesan de inculcar a sus maravillados discípulos el buen gusto y el amor a la buena lite¬ ratura y las modernas orientaciones de las Ciencias, que ellos aprendieron «en
la lectura de toda casta de libros lati¬
nos o españoles, nacionales o extranje¬ ros, modernos o antiguos..., que eran la ocupación de su trabajo y el embeleso de su curiosidad» (2).
El conocimiento del latín, griego, fran¬ cés e italiano, con imas nociones de ára¬ be, les facilitaba la lectura de tales li¬ bros; y el trato y correspondencia con literatos y hombres de ciencia, naciona¬ les y extranjeros dará ensanchas y fir¬
meza a sus conocimientos.
Ambiciosos de lograr días de esplen¬ dor para su Orden y de gloria para su Patria, se ponen a la ardua tarea de su «Historia Literaria de España», «para volver por su honor para con los extra¬ ños y excitar a los naturales a que con¬ serven y aumenten el crédito de su Pa¬ tria» (3).
En 1766 dan al público el primer fru¬ to de su laboriosa tenacidad y erudi¬ ción: el primer tomo de la «Historia Li¬ teraria de España, desde su primera población hasta nuestros días». Exito de crítica y de venta. Celebran su aparición literatos y eruditos, tales como Pérez Bayer, Duque de Alba, P. Flórez, Ma¬ yans, etc. La aceptación por parte del
(1) Prólogo de la Historia Literaria.
(2) Prólogo de la Historia Literaria.
(3) Dedicatoria al Rey nuestro Señor.

9

público viene patentizada por la necesi¬
dad de una tercera edición.
Los Superiores de la Orden, interesa¬
dos en la continuación de una obra que
tanto les honra, tomaron partido que ios PP. MOHEDANO morasen en adelan¬ te en un mismo Convento, que fue el de S. Antón, de Granada, alzándoles, ade¬ más, de ciertas obligaciones, como de coro, refectorio, etc. Desde entonces (1767-68) el Convento provincialicio de Granada se convierte en seminario y obrador donde los PP. MOHEDANO «em¬ pleando los días y las noches, gastando salud y fuerzas, privados de todo des¬ canso y diversión y haciendo trabajar
incesantemente a nuestros amanuenses»
ordenarán, aliñarán y escribirán para dar a la estampa hasta nueve tomos de
su celebrada Historia.
En 1768 sale a la luz pública, dedica¬ do al Presidente del Consejo de Castilla, Sr. Conde de Aranda, el tomo II; ello y la presentación, en la Granja, por ma¬ nos del P. Rafael, de unos bien encua¬ dernados tomos al Rey, Personas Reales, Ministros y Jefes Palatinos granjea a los hermanos MOHEDANO el aprecio de sus personas y la protección de su obra con una pensión anual de 1.000 du¬ cados, que por decreto de 18 de julio concede S. M. Carlos III, el gran protec¬ tor de las Ciencias y de las Letras.
«La gracia real —dirá el P. Rafael— era oportunísima y absolutamente nece¬ saria por los muchos gastos que se nos ofrecen (hasta ahora éstos eran sufra¬ gados de su peculia particular) corno para dar estimación a la obra y sancio¬
nar con el honor la inmensidad del tra¬
bajo» (4).
Los PP. MOHEDANO considerarán los mil ducados reales, más que como el ga¬
lardón por lo hecho, como espuelas de honor para dar cima a su obra, juzgada de utilidad para la Nación. Por eso, en¬
tre mil dificultades y asechanzas que
les para la envidia y la emulación, dan a la estampa, en 1771 y 1772, los tomos III y IV de su Historia, recibidos «con la mayor aceptación de la Corte alta y
de los eruditos».
II
El tomo V, aparecido en 1777, fue la verdadera piedra de escándalo de la

Historia Literaria y de los PP. MOHE¬
DANO.
El Censor del Consejo, P. Juan de Aravaca, aun cuando la censura de la Or¬ den considerara dicho tomo V «muy dig¬ no de la luz pública», le pone algimos reparos, que los MOHEDANO tendrán que refutar en prolija defensa «que gus¬ ta y de la Corte insisten se imprima», haciéndolo en 1778 bajo el título de
APOLOGIA DEL TOMO V.
A apenas dos años de su aparición sa¬
le una festiva a la par que acre censu¬
ra con el epígrafe de «Carta crítica del
Bachiller Gil Porras Machuca a los PP.
MOHEDANO». Sentidos del juicio poco benévolo y del estilo jocoso del autor anónimo (5), los PP. MOHEDANO aco¬ meten a escala vista y con gran coraje y hasta «con los mismos consonantes», que dijo el otro, la defensa de su obra; y en julio de 1783 un amigo suyo, encar¬ gado de su personalidad (no hemos de ir nosotros practicando lo que desapro¬
bamos en el otro) saca a la luz la DE¬ FENSA DE LA HISTORIA LITERARIA Y DE LOS PP. MOHEDANO, por el Ba¬
chiller D. José Suárez de Toledo, clérigo
de Menores. «Bien se maltrata en este
libro —dice Redel— al Bachiller Gil Po¬ rras, nada ignaro por cierto».
Rencilloso y poco mandria, el citado Bachiller (López de Ayala) no encogió la pluma, y en marzo de 1784 obtiene permiso para imprimir su «Carta del Dr. Rojas Peñalosa a D. José Suárez de To¬ ledo en respuesta a la Defensa de la His¬ toria Literaria que publican los PP.
MOHEDANO».
En medio de estas enervantes contro¬
versias literarias y de dificultades de otra índole, que no es del caso reseñar aquí, el celo y la tenacidad de los her¬ manos MOHERANO darán al público los tomos VI, VII, VIII y IX de su discuti¬
da Historia.
El tomo X se publicará en 1791, falle¬ cido ya el P. Rafael (28 abril 1788).
«A pesar de los émulos y detracto¬ res —dice Luis M.“ Ramírez— su obra, superior a las críticas bastardas, mere¬ ció un general aplauso, así en España como en el extranjero; pues, aun conce¬ diendo que no carezca de algún defecto (interminables digresiones), todos los sabios reconocieron su importancia y

(4) Carta a D. Femando de Velasco, Presidente de la Real Chancillería de
Granada: 5 de agosto 1768.

(5) D. Ignacio López de Ayala, Jesiuta expulso; autor de una Historia de
Gibraltar y varios poemas latinos.

10

utilidad, no menos que su buen emps^ ño» (6). Bien podemos aplicar a la obra de los MOHEDANO lo que dijera Balles¬ teros de la de Mariana: «Aunque la pi¬ queta de la investigación derribara algu¬ nos bastiones... siempre quedaría como virtud inmarcesible el intento... y siem¬ pre será su Historia un sublime código de patriotismo» (7).
El Abate Andrés, en su «Origen, pro¬ gresos y estado actual de toda literatu¬ ra», escribe: «Gracias a los MOHEDANO España ha sido la primera, después de Francia, que baya emprendido ima ver¬
dadera Historia Literaria... con tal ex¬
tensión de investigadores y con miras tan vastas, que hace temer no pueda concluir y que España carezca de His¬ toria Literaria por quererle dar una so¬ brado completa y acabada» (8).
Y en el «Guardia Nacional», periódico racionalista y, como tal, contrario a to¬ da Orden religiosa, leeremos más tar¬ de (20 de marzo de 1836): «LOS PP. MO¬ HEDANO, del Convento de S. Antón de Granada, escribieron la HISTORIA LI¬ TERARIA DE ESPAÑA, que por cierto
hace honor a nuestra literatura».
En marzo de 1785 la Real Academia
de la Historia, a propuesta de su Direc¬ tor, Conde de Campomanes, admitía por aclamación, como miembros correspon¬ dientes, a los PP. MOHEDANO, y «aun algunos que habían sido émulos se di¬ fundieron en elogios de la Historia Lite¬ raria y de nosotros» dirá el P. Rafael a
Cenáculo.
Era el mejor y más merecido aplau¬ so; el refrendo, la consagración defini¬ tiva de una obra a la que los MOHE'nANO dedicaron sus afanes y desvelos «por espacio de más de veinte años, sin arredrarnos la falta de medios, ni la es¬ casez de libros, ni las preocupaciones de los émulos, ni la irrisión de los ignoran¬ tes yendo siempre adelante nuestro ca¬ mino» (a Velasco, 1770).
Ill
La Historia Literaria no agotó la enor¬ me capacidad de trabajo de los PP. MO¬ HEDANO, ni les apartó del principal
(Sigue en pág. 25)

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(6) MS. de la B. N. de Madrid, n." 12865. Hijos ilustres de Córdoba. Año
1863.
(7) Discurso de D. Antonio Balleste¬ ros en la R. A. de Historia. Bol. de la Acad., t. LXXXVI.
(8) Traducción española, año 1793.
11

luán Jorgensen, escritor de fama Interna^cional, autor, entre otras cosas, de una
célebre «Vida de San Francisco de Asís» (1), nació, hace cien años, en Svendborg, Dinamar¬ ca, el 6 de noviembre de 1866, y murió en su patria, a la venerable edad de noventa años, el 29 de mayo de 1956. Estamos, por consi¬ guiente, a los cien años de su nacimiento y a los diez de su muerte.
En la larga curva de su noble vida, el período más intensamente fecundo, tanto literariamente como espiritualmente, fue sin duda el de los cincuenta años que pasó en Italia, casi siempre en Asís. Le gustaba considerar la ciudad del Povereilo como su segunda patria, y Asís, a su vez, correspondió al escritor danés con igual estima y afecto nombrándole su ciudadano ho¬
norario.
La prolongada estancia de Jorgensen en Asís estuvo precedida de una fatigosa peregrinación espiritual, en afanosa búsqueda de la verdad. Hijo de pescadores, de religión protestante lu¬ terana, su niñez estuvo pronto atormentada pol¬ la incredulidad: a los once años ya había fun¬ dado una sociedad secreta, compuesta de niños y niñas, llamada de «Satanás». Lugar de las reu¬
niones: una carbonera.
Con el paso de los años, su espíritu anticon¬ formista le llevó a interesarse por los más va¬ riados sistemas y movimientos intelectuales y
(1) La «Vida de San Francisco de Asís» la dio a luz Jorgensen, en el original danés, en 1907. Fue vertida a casi todas las lenguas cultas de Europa y existe una traducción castellana de la «Editorial Voluntad», Madrid, sin año. N. de
la R.

morales, a la lectura fervorosa de los escrito¬ res de ideas más disparatadas. Al no sentirse satisfecho con esto, intentó calmar su espíritu en la embriaguez y en el vicio.
Errante por media Europa, sintió muy pronto la fascinación de Italia, el actractivo de Asís. Se sabe, efectivamente, que la admiración de los protestantes por San Francisco de Asís no es de ningún modo inferior a la de los católi¬ cos. Bajó a Italia en 1894; tenía veintiocho años.
Su larga permanencia en Asís
El mismo año de 1894 el joven Jorgensen se halla ya en Asís. Estamos en la última fase de la peregrinación por la busca de la verdad: la de su conversión. No fue «resultado de simples impresiones», sino que fue «una resolución pon¬ derada» la que le condujo «hasta la lógica meta de la suma del pensamiento cristiano, a la clave de bóveda del dogma, Kefas, Pedro, Roma». Y si llegó a Roma y a Pedro, fue a través de Francis¬ co, «el hombre católico y todo apostólico». Y decimos ya ahora que fue ciertamente mérito principal de Jorgensen haber entrevisto desde el principio, en la catolicidad, el aspecto esen¬ cial de la compleja personalidad de San Fran¬ cisco de Asís, en contraste con la tesis protes¬ tante de Sabatier, que privaba en aquel tiempo.
Es cierto que el ambiente místico de la pe¬ queña ciudad umbra, donde cada piedra habla del «todo seráfico en ardor», del que fue el más grande de los anticonformistas, contra todo pre¬ juicio tradicional, hubo de influir decisivamente en el ánimo de quien, aun en medio de los erro¬ res, había siempre tenido intención de encon¬ trar la verdad, la verdad auténtica, sin disfraces y sin reservas.
En el arduo camino le sirvió ciertamente de

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guía espiritual la palabra iluminada de algún hi¬ jo del Poverello, y tal vez aún más, su vida pobre y sencilla, tan cercana a la del Seráfico
Padre.
Como en familia
A este propósito es para nosotros motivo de
alegría y de satisfacción recordar cómo el pri¬
mer convento franciscano de Asís que Juan Jorgensen pudo observar en la intimidad, fue el que los Franciscanos de la Tercera Orden Regular tenían entonces cerca de Monte Fru¬ mentario, en el camino que desde el centro con¬ duce a la triple basílica del Seráfico Patriarca.
Nos place narrarlo con las mismas palabras que él empleó después, en 1935, en el Prefacio de la Historia de la Orden, escrita por el llora¬
do Padre Raniero Luconi;
«Una de mis primeras noches en Asís... ¡Hace tantos años, que es mejor no decir cuántos!
La noche es bella. Salgo de la hospedería de la buena Filomena Sensi, la primera persona co¬ nocida en la ciudad de San Francisco. Tengo el propósito de dar unos cuantos pasos, tal vez sentarme para escuchar el dulce murmullo de Hermana Agua, en la cercana fuente Oliviera.
Pero desde una ventana enrejada del palacio contiguo a la casa Sensi, me llega otro murmu¬ llo, tan dulce como el del agua, un murmullo bajito de rezo. Me paro delante de esta venta¬ na y, picado de curiosidad, invisible en la pe¬ numbra, me pongo a mirar.
Y en una pequeña estancia con paredes blan¬ cas, veo a cinco o seis frailes, vestidos de ne¬ gro, ceñidos por la cuerda franciscana, sentados
en las sillas de un coro monástico. En el centro
de este pequeño coro, un rústico facistol con un gran libro abierto y todo iluminado con la débil luz de una lámpara de aceite con tres picos (había de llegar muy después la época de la luz eléctrica. ¡Estamos en 1894!)
Es !a primera vez que me es dado echar una ojeada en la intimidad de un convento francis¬ cano. Estoy inmóvil, miro. Ahora se hace un pequeño silencio. Después veo al P. Prior que se signa —una gran señal de la cruz— y vuel¬ ve a comenzar la plegaria: «Deus, in adjutorium
meum intende...»
Y fuera, en la sombra, también el extranjero, el peregrino, se signa e invoca la ayuda de
Dios...
Vuelto a casa pregunto a la buena Concep¬
ción:
—¿Quiénes son esos frailes que están vecinos de aquí?
—¡Por el amor de Dios, son los frailes de San
Antonio!
Así, oh mis amados frailes de San Antonio, llegué a conoceros. Sabía muy poco de vosotros, de vuestra historia; pero encontraba entre voso¬ tros buenos amigos, guías seguros para la difí¬ cil subida espiritual».
La alusión a los «buenos amigos», a los «guías seguros para la difícil subida espiritual», se re¬ fiere particularmente al Padre José Cosimi, que fue por muchos años confesor y director espi¬

ritual del escritor, hecho católico y lanzado, con ardor de convertido, al logro de la perfección
cristiana.
En el pi;ólogo a la vida de Don Bosco de Jorgensen, Coiazzi refiere otro gracioso episo¬ dio, que también confirma la familiaridad del
escritor con los Padres Franciscanos de la Ter¬
cera Orden Regular. Narra, pues, Coiazzi que fue a Asís para in¬
vitar a Jorgensen a escribir la vida del Santo de los jóvenes. Se le indicó la iglesia de Santa María de la Minerva, donde el escritor solía ir a misa. Lo encontró, en efecto, en devoto reco¬ gimiento, en la iglesia casi desierta y le vio
acercarse a la diaria comunión.
Al final del sagrado rito, Jorgensen invitó a Don Coiazzi a conocer al «Padre José, mi con¬ fesor», y le reveló sus preferencias por aquella iglesia y por aquellos frailes: «¿Veis? —dijo— esta iglesia está servida por los Padres Ter¬ ciarios Franciscanos, y como yo soy también Terciario Franciscano, así me parece estar aquí
como en familia».
Para comprender mejor la sencillez y la pro¬ fundidad de la fe católica de Jorgensen, no será inútil añadir aquí que los días que estaba en¬ fermo, desde la iglesia de la Minerva a su casa de calle de las Rosas, por los escalones gasta¬ dos de un callejón medieval, los pasos cansinos del Padre José o ios más ágiles de algún otro frailecito se turnaban para llevarle diariamente
a Jesús.
En el mismo año 1956, el ilustre penitente y el humilde confesor se volvieron a encontrar en
el cielo. El P. José se extinguió en Asís, el 26 de febrero, a los setenta y dos años de edad, venerado y llorado por todos; el Obispo de Asís hubo de definirlo en aquella ocasión: «Un religio¬ so ejemplar, un santo sacerdote, el siervo de
todos».
Jorgensen, en el mes de mayo siguiente, concluía, a los noventa años, su peregrinación terrena, en la misma tierra, donde la había ini¬ ciado, en Dinamarca, invocando, a la par que al Santo de Asís, a la Santa de Siena, Catalina, y poniendo como sello de su laboriosa vida, las palabras de dicha Santa: «Oh Espíritu Santo, oh Deidad eterna, oh Cristo amor...»
Cansada del prolongado navegar, aquella alma grande entraba así en el puerto seguro: Cristo,
amor.
¡Cuánto deben a Jorgensen, en todo sentido, la ciudad de Asís y los hijos y admiradores del Poverello Seráfico! Y, no obstante, nos encontra¬ mos que su memoria no ha sido confiada aún no ya al mármol o al bronce, sino que ni si¬ quiera al papel, ni se han preocupado los ciuda¬
danos de Asís de conmemorar a su conciudada¬
no honorario, ni los hijos y admiradores del Poverello se han acordado de aquel que les precedió en el tiempo y en el ardor.
El centenario del nacimiento y el decenio de su muerte nos brindan a todos una ocasión pro¬ picia para cumplir un deber de agradecimiento.
P. Gabriel ANDREOZZI, T. O. R.

13

P À G I N*

Ca.iiçó dels pins
De la costa brava som la cabellera, i sobre els abismes del mar avançant, som de la Roqueta la visió primera
que saluda de lluny al navegant.
Quan Villa va néixer, la mà creadora en la terra verge llençà la llavor de la raça nostra, qui dominadora,
per tot arreu la clapa de verdor.
Som una harmonia de Villa qui canta; de la nostra escorça degota salut; i sota Vespessa verdor onejanta,
brunzeix un mòn d’eterna joventut.

Tribus espargides que es veuen d’enfora, alenam empeses per un ritme sol; si un pi destralegen, la pineda plora;
si la pineda cau, Villa se’n dol.

Aquí la llegenda hi té son hostatge; palau de columnes que s’alçen a mils, van, al clar de lluna, per sota el ramatge,
blanques visions de túniques subtils.

Coronam la serra de segles enrere,

i sobre els abismes del mar avançant,

som de la nostra illa la visió primera

que encoratja de lluny al navegant.

i

Aquí la sofrença hi troba, col.liris: l’insecte s’hi penja de l’or que ha teixit; i el pastor, a l’hora que es baden els lliris,
lli consulta l’horari de la nit.

Atreim a la terra la boira que passa;
som l’aura divina de la llibertat;
si la destral sona, com una amenaça,
retruny al cor d’un món esparverat.
Joan ALCOVER (1854-1926)

14

LITERÀRIA.
Xi^Rlta. Temor dels pins
Ualta remor dels pins en el serè migdia per sobre un mar de llum se’n du mon pensament cap a la terra d’or d’on mon camí partia, al càndid paradis del pobre cor dolent.
En hores estivals de blanca poesia, guantes vegades dins l’atzur incandescent l’alta remor dels pins en el serè migdia bressà de ma infantesa el clar encantament!
Avui bressa només mes buides enyorances,
se’n porta el meu dolor damunt ses ones manses, l’eixampla i el difon pel blau de l’infinit.
I un bàlsam immortal, en la ferida oberta, vessa del cel, en tant que l’ànima desperta ■s’adorm amb la cançó del temps i de l’oblit.
Miquel FERRA

lDesola.ció
Oh l’horror tràgica d’un pi sol i ferest damunt l’altura, sortint d’un jaç de pedra dura que l’aridesa fa escruixir!
Les rels convulses i retortes,
braços caiguts fins a agranar el sòl de l’aspre roquissar amb un ventall de branques mortes...
Així en ses fondes soledats mon cor ombrívol el remembra, guaitant les postes del novembre fugir pels cels amoratats.
Batut pel vent i les ruixades d’un horabaixa ïlagrimós, apar el geni misteriós
de les tardors desconsolades.
Lluny de la vida palpitant, lluny de la clara primavera qui munta en flaire volandera de la vall fresca i verdejant,
com un sinistre reliquiari, de l’hivernada guarda els dols, llençant ses queixes com a vols de corbs pel cingle solitari.
Cor qui et nodreixs en l’eixutor i les angoixes de la lluita, tu qui la vida plores fuita, tot sol enmig de la buidor;
aquesta asceta espaventable de les muntanyes diu ta sort, en el salvatge desconhort
de son llament inacabable.
Miquel FERRA

1-1947)

15

TEMPS DE fir.es
Ió

Casi ja no fa capvespre; fuig molt prest el sol poruc.
No esmussa les dents la nespra
perqué ja és estat Sant Lluc.
Els codonys molsuts groguegen;
i es veuen dins els cistells
esclata-sangs que saiiguegen, cogomes i picornells.
Va tornant rossa Voliva, i dins el matí humit es sent la volada esquiva del tord i el cant del rupit.
Un diumenge, altre diumenge
i encara un tercer. Traüt.
Qui, vagant, castanyes menja; tu has comprat i jo he venut...
I passades les tres fires
i els rosaris de Tots-Sants
i el dissabte ple d’espires dels foguerons dels infants,
ve, també un poc firera. Santa Maria Major, la bona madona inquera, gloriosa d'antigor.
Alegries de campana, església de gom en gom. «Mare d'Inca —el cor demana—, henéiu-nos; tots hi som».
Llum i parament solemne, calent d'or, sermó enlairat amb la glòria, al temps indemne, dels grans fills de la ciutat.
Es una roda que gira cada any del mateix tenor: sant Lluc, diumenges de fira, santa Maria Major.
I la bella temporada del fireig fa el darrer tro quan s'acluca la diada i el truier del Dijous-bo.
P. Miquel Colom, T. 0. R.
* Ens referim a les famoses fires d'Inca. Els versos reflecteixen, es¬ tructuralment i ideològicament, més bé un estat de coses d'ara fa una quarantena d'anys. De llavores ençà... quantum mutatus ab
illo!

í^caso a ii también...
VIII
MODELANDO A LOS FUTUROS FRANCISCANOS

1 1 la invitación de Cristo has de dar¬
le la respuesta tú mismo en la so¬
ledad de tu alma. Es una decisión que s
nadie pertenece más que a ti, por muchas que hayan sido las consultas realizadas y los consejos que hayas podido recibir. Y una vez que te has resuelto a seguir la llamada, principia ya el trabajo de tu
formación como Franciscano. Si no has
efectuado aún los estudios de Humani¬
dades o de Bachillerato, tu vida francis¬
cana se iniciará en el Seminario Menor
de La Porciúncula (SAN FRANCISCO, MALLORCA), Allí, al mismo tiempo que se atenderá a tu preparación intelectual, irás dando ios primeros pasos en la vida religiosa. Para los niños o jóvenes que reciben el llamamiento de Cristo antes
o durante los años escolares, es aquél un paso de suma importancia. Se han malogrado muchas vocaciones por ha¬ berlas relegado a más adelante, sin pla¬ zo fijo.
La primera fase de formación en el
Seminario de La Porciúncula es de ale¬
gre -actividad y de exuberante anima¬ ción. No obstante, aun esta etapa no de¬ ja de ofrecer dificultades y de suponer
sacrificios. Y no son los menores tener
que separarse de la familia y acomodar¬
se a la vida de comunidad.
De ordinario, la subida al presbiterado comienza con el viaje a La Porciúncula
en el coche de la familia o en el auto¬
bús. Terminada la pequeña fiesta de despedida en el hogar paterno y recibi¬ dos de las amistades los regalillos y los buenos augurios, te pones serio, más pensativo, casi nervioso. Tus papás quie¬ ren aparentar alegría, pero los desmien¬
te la atmósfera reinante. La vista del
imponente edificio de La Porciúncula más bien ayuda a aumentar la incerti¬
dumbre. Pero los calurosos saludos de
los Frailes que te dan la bienvenida ya disipan en parte la desagradable impre¬ sión. Después de un corto paseo por los campos de deporte y de un rato de char¬ la en el locutorio de la portería, llega la hora de marcharse tus papás. Es un mo¬ mento un poco triste para ellos, pero ya lo esperaban desde hace tiempo y se

sienten orgullosos de ver que tú también te sientes animoso para afrontarlo.
No queda mucho tiempo para alimen¬ tar la nostalgia con lo mucho que hay que ver en La Porciúncula. Te enseñan primero el puesto que has de ocupar en el dormitorio y te presentan a los que van a ser tus compañeros y, como lo com¬ pruebas en seguida, también tus herma¬ nos. Te causarán extrañeza los grandes
refectorios e interiormente los compara¬ rás con la pequeña mesa de la cocina de allá en el hogar de tus papás. Y después hay las clases y las demás actividades
propias de todo colegio.
Finalmente, vendrá el descubrimiento del nuevo mundo de la vida espiritual. Empiezas por obedecer a la voz de una campana. Aprendes el arte de conversar íntimamente con Cristo; te acostumbras a apreciar la maravilla de la Misa.
El tiempo corre de prisa. Llegan las Pascuas de Navidad y con ellas las pri¬ meras vacaciones en casa de tus papás. Aquel año tienen las Navidades para ti un significado especial de mayor ale¬ gría y felicidad. Hablas largo y tendido con mamá y con papá y te hallas más unido que nunca con ellos. Tal vez se lo manifiestes, adivinando que el motivo es porque las oraciones mutuas han esta¬ blecido entre tú y ellos una ligazón más fuerte que la de cualquier otro lazo na¬
tural. Y ellos están de acuerdo.
De nuevo corre el tiempo siempre muy de prisa. Y han pasado ya seis años. Tu
formación en el Seminario Menor ha terminado felizmente. Otras vacaciones
en casa. Invitaciones para un acto de gran transcendencia. Regreso al Semina¬ rio y ocho días completos de Ejercicios Espirituales como preparación para po¬ der dar un sí más deliberado y categó¬ rico a la llamada de Cristo. Y otro viaje de tus papás y familares para la solem¬
ne fiesta de tu toma de hábito de Fran¬
ciscano.
Fr. M. C. trad.

17

UESTRA PEQUEÑA HISTORIA

át ace cincuenta años,..

^or fin había hecho su solemne en¬ trada, un domingo del mes de oc¬ tubre, el nuevo Obispo de Mallorca, D. Rigoberto Domènech y Valls. Hacía más de un año que la grey mallorquina se
encontraba huérfana de Pastor. El Obis¬
po Campins había fallecido el 23 de fe¬ brero de 1915. Para sucedería, el 2 de marzo de 1916 se eligió al Sr. Domènech,
entonces Rector del Seminario de Va¬
lencia. Pero, como decimos, la entrada, que nosotros presenciamos, no tuvo lu¬ gar hasta el 15 de octubre de 1916, un domingo algo lluvioso, por cierto... A pesar de ello, toda Palma acudió al re¬
cibimiento.
«El Heraldo» dedicaba varias páginas
de su número de noviembre al fausto
suceso. Un grabado a toda plana que mostraba ai nuevo Prelado con su ata¬ vío episcopal, ilustraba dichas páginas. El editorial, sin firma, contenía una fer¬ vorosa bienvenida. Entre otras cosas, lo siguiente: «Los hijos de Mallorca sienten
su corazón inundado de amorosos sen¬
timientos de tierna y acendrada devo¬ ción filial para con Vos que sois su Pa¬ dre y su Maestro. —Entre vuestros dio¬ cesanos se cuentan millares de discípu¬ los de S. Francisco, que ciñen el cor¬ dón del Serafín de Asís y se honran de ser hermanos de la gloria más legítima y más alta de nuestra Isla, el insigne Mártir de Cristo, Ramón Llull. En su nombre EL HERALDO DE CRISTO os
saluda, besa reverentemente vuestro ani¬ llo pastoral...».
Los demás trabajos referentes al mis¬ mo asunto iban firmados por Fr. P. J. C., por Fr. Silvestre (seudónimo) y. en la sección «Juventud Seráfica», por J.
(Jiménez).
Otra parte del número, una buena parte, la ocupaba el tema de los Muer¬
tos. Se estaba en el mes de noviembre.
Trataban dicho tema F. T. Pbro. T. («La
Fiesta de los Difuntos»), Pellizquemos úna idea: «Cuando pequeñuelos, no ha¬ bía. para nosotros, sino un día de di¬ funtos en todo el año: ahora todo el año
es día de difuntos para nuestro espíri¬
tu». También Fr. G. Tous escribía sobre
la materia que le era favorita:. ¡«Oh! Aquella niebla misma, aquel sonido gra¬

ve, la melancolía de la estación, ejerci¬ tan un no sé qué irresistible en nuestro corazón predispuesto ya a la tristeza. Son las lágrimas de las cosas...». Y tm cuento, titulado «Los enamorados de la muerte» y firmado por J. Z., no carente de interés y de gracia: «Así las cosas, llegó la Muerte al convento. Eran las al¬ tas horas de la noche, brillaba una her mosa luna, y la comadre, por no ser vis¬ ta, saltando de sombra en sombra, por todas las que los grandes árboles y es.i2esos arbustos de la huerta proyecta¬ ban en el suelo... llegó al convento y se metió en un largo y sombrío claustro». Parece romántico, pero no es romántico, es humorístico, seriamente humorístico, si vale la paradoja.
Había también en el número unos ver¬
sos, no muy felices, de F. Pomar, Ter¬ ciario. Francisco Pomar, de Llucmayor, Maestro Nacional y «dilettante» en gaya ciencia, sufría la comezón de las pala¬
bras en cursiva.
Había pasado el mes de octubre y la
«Crónica» estaba bien nutrida de rese¬
ñas de fiestas en honor de nuestro P. San
Francisco. Primero la fiesta de la Impre¬ sión de las Llagas en las Franciscanas de Inca, con bendición de nuevos cua¬
dros; las Cuarenta. Horas, celebradas por primera vez, en nuestro Convento de aquella misma ciudad, los días 2, 3 y 4 de octubre; y fiestas en honor del mismo Seráfico Patriarca en Felanitx,
Sineu, Secar del Real y Lloseta. Entre las «Noticias y Variedades» se
recogía la de la introducción de la causa
de beatificación de los 206 mártires de
la Revolución francesa de 1792. Como se
sabe, la beatificación se llevó a feliz tér¬ mino en 1926, por Pío XI, figurando en¬
tre los beatificados nuestro P. Severino
Girault.
En la sección «Juventud Seráfica», además del artículo a que nos hemos antes referido, había una «Triste ale.ería». escrito de A. Moragues, un poco .'Sibilítico, y se daba cuenta de un acto lii-erario-musical, tenido el 8 de octubre, aon motivo de la pasada fiesta de San Tí’rpncisco. Presidió el Canónigo D. An¬ tonio Deya. Firmaba la reseña el seráfi¬
co Jaime Tortell.

15

„ pAe?ina> del teroia>rio

VISITA DE HERMANDAD A LA T. O. F. DE MENORCA
(24-27 setiembre)
EXTRAORDINARIA JORNADA FRANCISCANA EN MONTE-TORO (25 setiembre)
Con gusto reproducimos la interesante crónica que publicó * DIARIO DE MENORCA», en su edición del 28 de setiembre de 1966, diario al que la T. O. F. ha de agradecerle tam¬ bién la atención de hacer referencia repetidas veces a la expresada concentración de la T. O. F. y a la representación mallorquina que se desplazó a la bella ‘isla blanca y azul».

«Monte Toro fue, una vez más, marco incom¬
parable, escenario maravilloso, en el que se desarrolló la magna concentración de los ter¬ ciarios franciscanos. En el presente año, por cierto, ha revestido una peculiar importancia, tanto por el tema general («una T.O.F. postcon¬ ciliar») que se ha estudiado, como por el hecho de que más de medio centenar de miembros
de las distintas Hermandades de la vecina is¬ la de Mallorca hayan participado en esta con¬

centración franciscana, expresamente desplaza¬ dos para este fin.
Un espectáculo sencillamente emocionante el que ofrecían esos peregrinos mallorquines, pos¬ trados a los pies de la Virgen de Monte-EI To¬ ro, en sincera fraternidad con sus hermanos los terciarios de Menorca, los cuales acudieron en nutridísimas representaciones de los diversos pueblos, destacándose, por su importancia nu-

Grupo de 55 mallorquines en visita de Hermandad a la T. O. F. de Menorca. Las Hermandades represii^ntadas fueron: Ariany, Artà, Inca, Muro y Palma de Mallorca La instantánea fue tomada en el puerto de Mahón. (Foto Fr. Campins).
19

mérica, la de Ciudadela, integrada por cerca de 150 peregrinos.
Presidió todos los actos el M. I. Sr. D. Fran¬
cisco Anglada, Canónigo, Rector del Seminario Diocesano y representante del Sr. Obispo. Le acompañaban el Rvdo. P. Jaime Tugores, T.O.R., Comisario Provincial de Baleares, y el Rvdo. P. José Luis Rueda, Capuchino, Vicecomisario de
Cataluña.
Asistieron también el Rvdo. P. Miguel Colom, T.O.R., de la Comunidad Franciscana de Inca, eminente filólogo e inspirado poeta; el M. Rvdo. D. Gabriel Server, Arcipreste de Alcudia y Ecó¬ nomo de Muro; el Rvdo. Fr. Jaime Campins, T.O.R., de la Comunidad del Convento de San Francisco, de Palma; el Director de la Herman¬ dad de Ciudadela, Rvdo. D. Fernando Cortés, y el Rvdo. Sr. Ecónomo de Alayor, don Antonio
Sintes.
I
Llegados que fueron todos los peregrinos a la cumbre de la santa montaña, se celebró una gran Asamblea, en la que intervinieron muy cer¬ teramente el Ministro de la T.O.F. de Cindade¬ la, D. Domingo Marqués, y el expresado Ecóno¬ mo de Alayor, Rdo. Sr. Sintes. Con gran tino glosaron aquellos distintos aspectos que es pre¬ ciso cultivar de manera especial para que la T.O.F. pueda dar, no solamente para sus miem¬ bros, sino también para toda la Comunidad Cris¬ tiana —dentro de la cual está enmarcada— los mejores frutos de vivencia evangélica.
La voz del seglar y del eclesiástico resonaron vivamente en el corazón de los asistentes (unos 500), ansiosos de seguir las huellas del Seráfico Padre San Francisco, del que tanto nos queda aún para aprender.
El P. Tugores, motor incansable (en tandem con el Sr. Cortés) de esta gran concentración, dio a conocer el estado actual de la T.O.F., co¬ municando directrices y señalando las más ade¬ cuadas actuaciones para cada distinto caso.
Seguidamente, el M. I. Sr. Anglada celebró la Santa Misa, pronunciando una homilía que no dudamos en catalogar como parte interesantísi¬ ma de un programa de vida con sincero espíritu
franciscano.
A continuación, tuvo lugar una interesante reu¬ nión de estudio. En ella participaron los dirigCT-

tes de las distintas Hermandades, y se trataron temas concretos, llegándose a resoluciones que, sin duda alguna, habrán de conducir a los ter¬ ciarios menorquines hacia la realización de una positiva labor.
Por la tarde, con el espíritu saturado de fuer¬ tes emociones, la CELEBRACION DE LA PALA¬ BRA DE DIOS puso punto final a esta inolvida¬ ble jornada que los terciarios franciscanos de Menorca, en fraternal unión con sus Hermanos venidos de Mallorca, celebraron en nuestra Ca¬ tedral Payesa de Monte Toro».
OTROS DATOS PARA EL ARCHIVO:
Cuidó de la organización técnica de la expe¬ dición mallorquina la prestigiosa agencia «VIA¬ JES AEROMARITIMA, S. A.».
Al numeroso grupo de terciarios reunidos en Monte-Toro llegaron tres atentos telegramas. Fueron escuchados con el mayor interés. El pri¬ mero, era del Ministro del Discretorio Provincial de la T.O.F., y decía así:
«Presente espiritualmente fraternal asamblea TOF. Menorca y Mallorca, auguro bendiciones Cielo para renovado fervor seráfico al servicio Iglesia posconciliar. — Ferrer, Ministro».
El segundo, procedía de Madrid y había sido impuesto por el Rdo P. Antonio Barceló, Comi¬ sario Nacional, en estos términos:
«Saludamos terciarios dirigentes y simpatizan¬ tes obra franciscana reunidos Monte Toro im¬ plorando Santísima Virgen bendiga sus activida¬ des y les ayude para ser testimonio de vida evangélica y cooperadores de la paz y bien que San Francisco deseaba a todos los hombres. — Padre Barceló, Comisario Nacional».
Era del Muy Rdo. P. Antonio Bauzá, Ministro Provincial de la T. O. R., la tercera comunica¬ ción telegráfica. He aquí sus términos exactos:
«Vivamente complacidos espíritu renovador T. O. F., enviamos concentración terciarios Me¬ norca y representación mallorquina copiosa Ben¬ dición Seráfica prenda favores divinos auguran¬ do copiosos frutos florecimiento Hermandades bien Iglesia. — Bauzá, Provincial».

20

cuestiones lulianas

LENGUAS DEL PUEBLO III (Conclusión)

Hasta para la gente de mediana cultura opina Llull que es conveniente el uso del vulgar con objeto de asegurar la comprensión de los tex¬ tos: «Deus, per far a vos honrament ■— de lógi¬ ca tractam breument, — lo qual és compendi novell, — en mon enteniment appell — que translat de llatí en romanç — en rimes e n mots
qui són plans, — per tal que hom puscha mos¬ trar — lògica e philosophar — a cels qui no saben latí — ni aràbich» (Lògica del Gatzel, en Rims I, pg. 3.
Una intención más concreta aún —que los hombres que saben latín sepan también hablar bellamente en vulgar—, se podrá constatar a través del siguiente párrafo: «La entenció per
que nos esta amancia posam en vulgar, és per ÇO que los hómens qui no saben latí pusquen aver art e doctrina con sàpien ligar lur volentat a amar ab bona amor, e encara, com sàpien aver scièneia a conèxer veritat; e encara, per ço la püsam en vulgar, que Is hòmens qui saben latí ajen doctrina e manera com de les paraules la¬ tines sàpien devallar a parlar bellament en vul¬ gar, usant dels vocables d esta art, car molts hò¬ mens són qui de la scièneia en latí no saben transportar en vulgar per defalliment de voca¬ bles, los quals jjer esta art aver poran» (Art Amativa, pàg. 7).
Los textos citados no ofrecen ambigüedad. El pensamiento y el talento práctico de Llixll quedan tersos. Llull rompió los moldes clásicos y no puso reparos en servirse del vernáculo, tan¬ to en sus obras de carácter ascético y místico co¬ mo en las filosóficas y teológicas y en las de fic¬ ción y de controversia. Así las ponía al alcance del pueblo de su tiempo. Aunque no siempre lo consiguiese, Llull intentaba escribir de tal ma¬ nera que todo el mundo le entendiese. Véase
cómo lo dice: «Cada scièneia ha mester los vo¬
cables per los quals mils sia manifestada; e cor a aquesta scièneia demostrativa sien mester vo¬ cables escurs e que los hómens lechs no han en ús; e cor nos facam aquest libre ais hómens
lechs, per açò breument e ab plans vocales par¬ larem de esta scièneia» (Libre del Gentil etc., Palma de Mallorca. 1901, pág. 4). «E per açò es
covinent cosa que fassam aquest Libre de Home, lo qual fem abreujadament e tant declarativament que pusque ésser entès bonament per tot home» (Libre de Home, etc., pág. 3).
Nuestro trabajo no quedaría completo si no añadiésemos aún unas palabras más sobre el uso que hizo Llull del idioma árabe, el vernáculo de buen número de moradores de Mallorca en su
tiempo y de vastos territorios en el mundo, ocu¬ pados por los hijos del Profeta. En cuanto a los primeros vimos ya que nuestro Maestro, hablán¬ doles en su lengua, se afanaba en frecuentes dis¬ putas y sermones para atraerlos a la fe de Cristo. Y en la Vida Coetània se registran tres incursio¬ nes misionales al Norte de Africa (Túnez y
Bugía) donde Llull sostuvo borrascosas discu¬ siones sobre la ley de los cristianos y la secta de los moros, sufriendo allí cárceles, azotes, palos.

piedras y toda clase de vejación, con grave pe¬ ligro de muerte violenta. Dijimos también que fue constante y santa preocupación de Llull im¬ petrar la fundación de monasterios en donde se adiestrasen en lengua árabe —y en otras lenguas orientales— religiosos destinados a misiones entre
infieles.
Pero Llull apeló igualmente a otro medio, más científico que el de la palabra improvisada, para
intentar la conversión de los sabios musulma¬
nes: el libro escrito en su propia lengua. Preci¬ samente parece que fue en árabe que escribió, nuestro Maestro, su primera obra, el Libre del Gentil e los tres Savis. «Seguint la manera del libre aràbich Del Gentil», se lee en la versión catalana hecha por el mismo Llull (Del prólech. Libre del Gentil, etc., edición ya citada). Vimos ya un texto donde se decía que el Maestro pen¬
saba trasladar al árabe su obra Art Amativa. Y
el texto también citado de la Lógica del Gatzel supone una primera redacción en lengua arábiga. En arábigo dice expresamente Llull que redactó primitivamente el Libre de Contemplació en Déu (5): «Car lo vostre servidor per gràcia vostra sia romansador d aquesta Obra d aràbic en ro¬ mans» (Cont. VII, pág. 456). Y en el explicit se fijan hasta los días del acabamiento de ambas versiones: la arábiga en viernes santo y la cata¬ lana el primer día del año (Ib., pág. 645). Del
libro Es de Déu afirma también Llull que se
proponía traducirlo al árabe: «Aquest libre proposam metre en aràbich» (Arbre de Filosofia d Amor etc., Mallorca 1901, pág. 440). Lo mismo dice del Libre deis Angels. «Ab ajuda de Déu, entenem aquest libel treladar en aràbic (Libre de Home, etc., pág. 353). Y en la Vida Coetània (pág. 17) se relata que en Génova el Maestro «lo dit libre inventiu de la veritat (Art. inven¬ tiva) trensladà en morisch». Se sabe que tam¬ bién se escribieron en árabe Disputado Raymundi christiani et Hamar saraceni y .4rs concilii.
P. Miguel Golom T. O. R.
(5) Nos resulta un poco misterioso que
Llull escribiese en árabe una obra de carácter
tan personal, con tan frecuentes puntualizaciones autobiográficas, como es el L. de Contemplació. Desde Obrador se viene diciendo que lo haría como ejercitación en aquel idioma que había aprendido con el esclavo moro, cosa muy poco en consonancia con la fervorosa espontaneidad que se rezuma del libro. Que la imitación de los «sufies» llevase a Llull al extremo de emplear su misma lengua en una obra como L. de C., apenas se comprende. Más convincente es la razón que da P. A. Oliver, C. R. (Estudios Lulíanos IX, 1965, 262) para explicar la desapa¬ rición de las obras árabes del Maestro. Si bien, tratándose de un reducido número de obras, cada
una seguramente con manuscrito único, vertidas ya al catalán por el mismo Maestro, la desapa¬ rición puede explicarse sin más, por no ser en¬ tonces aún muy virulenta la pasión por los ob¬ jetos «inútiles» de las bibliotecas y museos.
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I ^tispués de una prolongada ausencia de es¬ tas páginas, volvemos hoy con renovado gozo para informar a nuestros queridos lecto¬
res de la marcha del Centro.
El pasado curso vimos realizadas preciosas ilusiones que sirvieron de estímulo a cuantos trabajan —médicos, hermanas, señoritas— vol¬ cando su generosidad y su ciencia en bien de tantas pequeñas necesitadas. Cada día podemos convencemos plenamente de que el Centro va cumpliendo perfectamente su función benéficosocial y realizando progresos extraordinarios.
Recordando
Todavía recordamos con singidar emoción la simpática y aleccionadora fiesta de la Primera
Comunión de seis niñas del Centro. Vimos con
alegría como esos ángeles de paz —alguno desde su sillón de ruedas— recibían a Jesús Euca¬
ristía con un recogimiento y una devoción real¬ mente ejemplares. El Centro respiraba una ale¬ gría extraordinaria al contemplar como presta¬ ba seis nuevos sagrarios al Señor, dispuestos a ser dignos receptáculos de la Divinidad. Desde estas páginas agradecemos a todos cuantos ayu¬ daron con su generosidad y entrega a que este día fuera realmente agradable para todas esas niñas que recibían a Jesús por vez primera en
su corazón.
Cabe reseñar, también, la simpática fiesta de
fin de curso. Las niñas del Centro realizaron
vistosos ejercicios gimnásticos, interpretaron bailes variados, recitaron bellas poesías... Todo ello con una exactitud y justeza dignas del ma¬ yor elogio. Desde estas páginas damos la más sentida y sincera enhorabuena a las hermanas y señoritas que con tanta paciencia y caridad saben llenar de vida y alegría a todos esos seres muchas veces despreciados por la sociedad.
Durante las vacaciones de verano, no se ha
interrumpido el ritmo de las operaciones más urgentes. En este espacio veraniego el pabellón de las niñas paralíticas ha atendido a todas aquellas pequeñas cuya dolencia no admitía de¬ lación. Demostrándose con ello, una vez más.

que la caridad no tiene vacaciones.
Nuevo curso
Más de un centenar de niñas han comenzado
el nuevo curso. Ha aumentado notablemente el
personal docente debido a la cantidad de soli¬ citudes que van llegando continuamente. La di¬ rección, en un empeño de generosidad a toda prueba, intenta atender todas las llamadas. Pe¬ ro, paso a paso, van cubriéndose todas las eta¬ pas que en principio parecían insalvables. Por eso abrigan una confianza ilimitada en el Da¬ dor de todo bien y una esperanza absoluta en la generosidad de los amigos y simpatizantes
del Centro.
Están a punto de terminarse unos campos de deporte, en los cuales las niñas podrán satisfa¬ cer la urgente necesidad de expansión y recreo. Da gloria ver como un ambiente profundamente alegre está rociando unas vidas dignas del ma¬ yor aprecio. De nuevo lanzamos un llamamiento a la generosidad de todos ios mallorquines a fin de que consideren a este Centro como algo muy propio que necesita de su ayuda y cola¬
boración.
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La prensa católica - escribió
Juan XXIIl — «es uno de los
medios más poderosos de que se puede servir la palabra de Dios para llegar a los hoga¬ res y hacerse comprender y
amar »
EL HERALDO DE CRISTO
es prensa católica.
‘;

LA HISTORIA LITERARIA...

(Viene de pág. 111
blanco de sus afanes: sacar de la obs¬ curidad a la 3.“* Orden. Excelente medio,
por cierto, el de la publicación de su
obra.
Sabedores que el esplendor de una Orden religiosa, principalmente si es de vida mixta, se cifra en el profundo gra¬ do de los estudios y en la más exacta observancia regular, tanto de particula¬
res como desde los altos cargos que
ejercieron en su Provincia religiosa de Terceros de S. Miguel (9), procuraron los MOHEDANO la reforma de aquéllos y promovieron ésta con sabias disposi¬ ciones y con celo ejemplar.
Dios mediante, y en lugar apropiado, pensamos dar a conocer su «Plan de Es¬ tudios para la Provincia de S. Miguel de Andalucía del Orden Tercero Regu¬ lar», plan del que no hacen mención Sempere, Méndez Pelayo, R. Herr, ni otros historiadores de las reformas de estudios de Carlos III, desconocido se guramente por no estar publicado y del cual poseemos una copia sacada del Ar¬
chivo del la Boblioteca Pública de Evo-
ra.
Bajo su gobierno y a sus expensas en¬ vían a Portugal a varios Padres de su Provincia para que se instruyan en las Lenguas Hebrea, Griega y Arábiga; y en Matemáti as y Física Experimental, que
luego enseñarían en sus Escuelas y en la
Universidad de Granada.
El P. José Banqueri tanto adelantó y profundizó en el estudio del Arabe, que, enviado luego a Madrid para perfeccio¬ narse bajo la dirección de D. Miguel Casiri, mereció «plaza extraordinaria de
traductor de árabe» en la Biblioteca Real de Madrid. «Distinción —dirá todo al¬ borozado el P. Rafael— tan honorífica,
que jamás se ha concedido a Regulares y ahora se ha estrenado con los Frailes Terceros que por beneficio de Dios (y gracia a los desvelos del P. Rafael, aña¬ dimos nosotros), en esta Corte y en toda la Nación logran el crédito público de ser los que promueven la buena y sólida

literatura» (a Cenáculo, 2 abril 1784). La plaza iba renumerada con quinientos du¬
cados anuales.
De su labor de gobierno, como celado¬ res y promotores de la regular obser¬ vancia y de sus ordenaciones económi¬ cas para el desarrollo de su Provincia, traeremos como testimonio irrefragable el de uno que fue en otro tiempo ene¬ migo suyo y detractor de su Provincia y que, tomando ahora vez y voz entre sus panegiristas, escribe en pública retrac¬
tación: «Confieso haber sido y ser ac¬ tualmente nuestra Santa Provinica una
de las más pacíficas de la Orden Serᬠfica, de las más florecientes en la disci¬ plina regular y de las más fecundas de hombres grandes en literatura y virtud. Reconozco el sobresaliente mérito, el ce¬ lo y buen ejemplo con que han gober¬ nado la Provincia, dando las más sabias providencias, y tomando las medidas más exactas para ponerla en un estado tan floreciente, que ha servido de admi¬ ración y aun de envidia a otras Provin¬
cias. Pruebas son de esta verdad el res¬
tablecimiento de la disciplina regular, el estado de buen gusto que domina por el estudio de las bellas letras y el au¬ mento económico de los conventos; efec¬ tos todos de las acertadas disposiciones regulares y económicas que han dado en el tiempo de su gobierno los PP. MOHE¬
DANO» (10).
Bien merecen, pues, los hermanos PP. Pedro y Rafael MOHEDANO, que su ciu¬ dad, a la que honraron con su obra, la Historia Literaria, y a la que quisieron
dotar de un Centro de hasta nueve Cáte¬
dras (Gramática y Lengua española; Lenguas Griega, Francesa, Italiana; His¬ toria y Cronología; Lógica, Matemáticas, Filosofía Moral, etc.) perpetúe su nom¬ bre dándolo a algún grupo o centro es¬ colar de l.“ o 2.“ Enseñanza; y que los Terciarios Regulares, a quienes nos ca¬ be el honor de llamarles «nuestros», imi¬
temos su tesón en el estudio y en¬
señanza de la Literatura patria, y su celo por la estimación y esplendor de nuestra Provincia que, gracias a la Providencia, ha emprendido también ca¬ minos de sólida y verdadera gloria.

(9) Además de los de Custodio y De¬ finidores, ejercieron el cargo de Minis¬ tro Provincial: el P. Rafael, los trienios 1769-72; 1778-83. Y el P. Pedro, el trie¬
nio 1775-78; o sea que gobernaron la Provincia unos diez años.

P. Francisco AMENGUAL, T. O. R.
(10) Retractación pública del P. He¬ rrera (Domingo), 1784.

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ERROR JUDICIAL
En un bar de los barrios bajos neyorquinos, Sam escucha las confidencias de
Bill.
—Me dan risa —dice Bill— los que ha¬ blan de errores judiciales. Todavía no conozco a nadie que haya sido víctima
de uno de esos errores.'
—Bueno. Si bien se mira, yo he sido
víctima de uno de esos errores.
—¿Tú? ¿Cuándo?
—Cuando hace unos años me detuvie¬
ron por aquel robo y me absolvieron.
YA LA TENIA
Entre las muchas anécdotas que se
cuentan de Bernard Shaw, se dice que en cierta ocasión se hallaba esperando tur¬
no en la antesala de im destista.
Llegó después una señora, y como transcurría el tiempo sin que entrase na¬ die al gabinete, la señora le dijo al dra¬ maturgo.
—¿Lleva usted aquí mucho tiempo?
—Un poco —replicó Bernard Shaw acariciándose la barba—; pero tranquílece; no me ha salido aquí; ya la tenía
cuando vine.
SEGUNDAS NUPCIAS
Un señor que se ha casado con una viuda le dice a un amigo:
—¿Sábes tú quien era más valiente que el Cid, más sabio que Sócrates, más guapo que Adonis, más fiel que File* món y más elegante que el bello Brum-
mel?
—No sabría decírtelo —responde el amigo, asombrado de la pregunta.
—Pues el primer marido de mi mujer.

Manolito, que es la piel del diablo, le
dice a su mamá:
Dime, mamá, ¿cuándo es mi cumple¬
años?
—La semana que viene, hijo. —¡Ah! Entonces convendrá que empie¬
ce a ser bueno.
ERROR DISCULPABLE
Una jovencita que visita a otra se queda contemplando un libro nuevo que su amiga tiene encima del tocador.
—¿Qué miras? —Este libro. No lo tenías, ¿verdad? —No. Y si te apetece te lo regalo. Lo he comprado por equivocación.
—¿Y eso? —Creí que era un manual de baile. Ya ves que se titula «Oliverio Twist».
MARIDO PSICOLOGO
Marido y mujer riñen ásperamente de¬ dicándose escogidos dicterios.
Se hace el silencio, por fin. Pasan dos horas y la mujer, acercándose al mari¬ do, le acaricia suavemente los cabellos y
le susurra al oído:
—Tenías tú razón, amor mío. —Ya —dice el marido—. ¿Me lo per¬
donas?
LOS AUSENTES
Un comediógrafo que acaba de estre¬ nar con dudoso éxito, va al teatro, don¬ de se representa su comedia, y observa que la sala está casi vacía.
—Es curioso —exclama—; ¡cuántos es¬ pectadores han dejado de venir esta no¬
che!

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R
NUMEROS ATRASADOS DE NUESTRA REVISTA
Como ya indicamos efi octubre, gracias a ía amabilidad de nues¬
tros suscriptores, hemos podido completar el archivo de nuestra
administración con lOS ejemplares que nos hacían falta.
Mientras estaba en prensa el citado número de octubre, todavía
hos llegarofi varios «Heraldos» de los pedidos en setiembre. Cor-
dialísimas gracias.
En justa correspondencia, gustosamente comunicamos a nues¬ tros suscriptores que coleccionen «EL HERALDO DE CRISTO» y les haga falta algún ejemplar, que cOn profundo agrado les servire¬
mos gratuitamente los que nos pidan.
A. e. QIMÉNEZ LULIO. 1í-PALMA