El Heraldo de Cristo 1965, n. 669
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EL HERALDO
DE CRISTO

REVISTA MENSUAL DE LOS P. P. FRANCISCANOS DE LA T. O R.

DICIEMBRE 1965

Año LVi - Núm. 669
REDACCIÓN Y ADMÓN: CONVENTO DE SAN FRANCISCO
TELÉFONO 12695 PALMA DE MALLORCA
•
IMPRESIÓN: ARTES GRÁFICAS GIMÉNEZ

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN:

ORDINARIA. . . . 50 PTAS.

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DEPÓSITO LEGAL P. M. 340-1958

NUESTRA PORTADA

Es la hora del yantar. El corn re¬

suena por toda la geografía de la pos¬

sessio. Las rústicas cucharas de pa¬

lo... No son todavía fuente de inspira¬

ción las vajillas de plástico ni los

aparatos electrodomésticos.

V

J

cJ^ea en
i este numero:

La tentación del ateísmo.

.

.

3

Del nostre clàssic

4

Sor Francisca Ana Cirer .... 5

Canción de la luna en querella . . 6

Kumala

7

Nuestras misiones

13

La darrera ofrena (poesiaj . . .16

Página del Terciario

17

Nuestra pequeña historia .

. 19

Ecos del Sanatorio-Escuela «Mater Mi¬

sericordiae»

20

Bodas de plata y Noticia de Roma . 21

Cuestiones Lulianas

23

Bibliografía

25

Página de humor

27

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FACILIDADES DE PAGO
2

EDITORIAL
LA TENTACION DEL ATEISMO
Entre los más graves cuestiones que el Concilio Vaticano II ha puesto sobre el tapete está, sin duda, la del ateísmo que, como una pleamar, amenaza en invadir los diferentes estratos de la sociedad
de nuestros días. Así lo ha señalado Pablo VI en su encíclica «Eccle¬
siam suam», al afirmar que la negación de Dios es el fenómeno más grave de nuestra época.
Plantear el problema del ateísmo en un país como el nuestro, que pasa por católico, y desde la primera página de una revista re¬ ligiosa, podrá parecer un atentado a la buena fe de nuestras gentes. Sólo a primera vista. Por poco que nos detengamos a pensar sobre el mundo que nos rodea, descubriremos el ateísmo reventando bajo nuestras miradas. Al menos esto le ha ocurrido a la Iglesia, al dis¬ ponerse a abrirse en diálogo con nuestro mundo: se ha encontrado con un mundo que en gran parte ya no cree. El hecho no podía ser m.ás trágico. El ateísmo pone a la Iglesia en la peor crisis de su
historia.
El General de los jesuítas, P. Arrupe, recordó en su interven¬ ción conciliar que en 1961 el 18 por 100 del mundo era católico y que actualmente había descendido hasta el 16 por 100. Recordamos haber leído que en Francia, país de misión, tan sólo el 2 por lOO de la clase obrera practicaba la religión. Ante estas cifras ya no sirve la excusa de Robespierre: «El ateísmo es aristocrático». El ateísmo contemporáneo es un hecho masivo, arrollador, que desconoce pre¬ misas históricas. Debiéramos tenerlo muy presente los que vivimos, nms o menos tranquilos, detrás de los Pirineos.
El hombre de nuestro siglo, percatándose cada vez más de las enormes posibilidades que la ciencia y la técnica pone en sus manos, se cree capaz de dominar y transformar el mundo por sí mismo, sin ayuda de nadie. En nombre del progreso humano, se da de lado a Dios. De ahí nace para muchos la tentación del ateísmo.
Prescindiendo de ideologías, hoy se ha generalizado en la masa una experiencia atea que podría enunciarse así: «Se vive muy bien sin Dios», y que en otros tiene una expresión más concreta: «Sólo se vive auténticamente sin Dios». En un mundo pluralista como el nues¬ tro, el ateo de hoy no repele ésta o aquella religión: considera sen¬ cillamente cualquier religión como un estorbo a su desarrollo. Así vemos con espanto al ateísmo erigirse en civilización.
Aunque el hecho sea relativamente reciente, la tentación del ateísmo es tan vieja como el hombre. Fue la tentación de nuestros primeros padres. La Biblia, desde el primer capítulo del Génesis hasta el último del Apocalipsis, nos muestra el universo, que Dios amasó con sus manos, confiado al hombre para que colabore con El. El ateísmo de hoy representa la mutilación del hombre, que ya no se interesa más que por la técnica y a quien falta el sentido de Dios. El conflicto es tan grave como erróneo. El hombre que se cie¬ rra a sí mismo está abocado al fracaso. Sólo se es verdaderamente hombre cuando se sobrepasa todo lo humano en Dios.
3

Del

nostre clàssic
Pàgina, escollida

H JHESU CHRIST, SENYOR GLORIÓS, AMORÓS, ABUNDOS EN TOTS BENS! A la vostra sancta humilitat sia glòria e honor
per tots temps, qui en la vostra nativitat vós humilias tant, que en lo pus vil loc e en la pus vil casa del alberc vós féu néxer; car molt feés gran humilitat, Sènyer, con vós plac néxer en 1 es¬ table on eètan les bèsties, e no volgués néxer en la cambra on
estan los hòmens.
2. Per tal que la vostra humilitat, Sènyer, fos mills demos¬ trada a nos altres, volgués que a la vostra nativitat no agués moltes fembres qui ajudassen a la benahuirada verge gloriosa, e volgués que a la vostra nativitat nostra dona no- agués molts draps en què us embolcàs. ón, tot assò volgués, per tal que per defalliment d ajuda de fembres e per defalliment de draps, tot nuu fóssets posat en terra.
3. Tant fo, Sènyer, la vostra nativitat plena de gran hu¬ militat, que tot vós lexàs anar a humilitat; e al dia que nas¬ qués, tot aitam poc quax volgués demostrar lo vostre poder ni la vostra saviea, com si gens no n aguéssets: e assò feés vós, Sènyer, per tal que major fos vista la vostra humilitat.
R. LLULL, CoxitemplaiCió, cap. 88

PAZ Y BIEN
LA DIRECCION DE
«£L HERALDO DE CRISTO^
FELICITA LAS NAVIDADES A SUS REDACTORES, COLABORADORES, LECTORES Y ANUNCIANTES, AUGURÁNDOLES UN AÑO NUEVO PROSPERO DE
PAZ Y DE BIEN.
4

SOR FRANCISCA ANA C I R E R

Un proceso de Beatificación que ya toca a su fin.

Nuevos aires de vida y actividad han surcado el procesa de Beatificación de nuestra sierva Sor Francisca Ana Cirer, fundadora de nuestras Hermanas de la Caridad y terciaria franciscana.
Todos los mallorquines y en especial los hijos de Francisco nos alegramos de que así sea. La figura sencilla y maternal
de la «tia Xiroia» se ha hecho altamente
simpática, ha calado muy hondo en el co¬ razón del pueblo mallorquín; prueba de ello son las continuas peregrinaciones que, personas agradecidas a sus favores, hacen a su sepulcro en Sencelles.
Ultimamente se ha reactivado su Proce¬
so de Beatificación; un largo período' de ímprobos trabajos va pronto, si Dios quiere, a concluir felizmente. El cielo,
abierto con el decreto de introducción fir¬
mado por S. S. Pío XII en 1940, parece que ya va a cerrarse a la medida de los
deseos de todos los devotos de «la Vene¬ rable».
Es la hora en que todos los mallor¬ quines debemos unirnos en la oración para pedir a Dios muy de veras e insis¬ tentemente la pronta culminación de un proceso que a todos nos afecta, porque podremos añadir una figura tutelar más al exiguo santoral de la Iglesia Mallor¬ quina.
Ahí van unas breves sugerencias:

Suplicamos A los enfermos, necesitados y afligidos, devotos y conocedores de la fama de san¬ tidad y favores otorgados por la Sierva de Dios, pidan al Señor la curación de sus dolencias, el auxilio de sus necesida¬ des y el consuelo en su aflicción ponien¬ do por intercesora a Sor Francisca Ana.

Pedimos

A cuantos acuden a su intervención

poderosa lo hagan con la avisada discre¬

ción de que, ante el Señor no pongan

oíro intercesor

a fin de que, si Dios

escucha sus peticiones y accede a ellas

concediendo el favor impetrado, se sepa con claridad a quien atribuirse el vali¬

miento.

Agradeceríamos

A quienes se sientan favorecidos por

la Sierva de Dios lo comuniquen, a su

debido tiempo, indicando clara y concre¬ tamente, la gracia obtenida, (si la pru¬

dencia no impone un discreto silencio), comunicación más minuciosa si se trata

de curación de dolencias físicas.

Recordamos
Que, para peticiones de propaganda (novenas, reliquias, estampas, biografías, hojas informativas, etc.); envío de limos¬ nas; comunicación de favores y encargo de misas han de dirigirse a la Rda. Ma¬ dre Superiora, Convento de la Caridad, Sancelles (Mallorca).

5

umu
or, u
I.
ÜERELLA
Si ellas son tu fulgor, si fingen una ronda de soles y, en su fiel reflejo, de tu hermosura son ardiente espejo, ¿por qué yo sola, triste y sin fortuna?
¿Quién me hizo yerma si me quiso cuna? ¿agudo esquife si de Ti me alejo? Responde el Angel: —Ellas, su cortejo, ellas, las doce; pero tú, la Luna.
Tú, casto estrado de inhollada nieve, concha de aljófar a sus pies de rosa, arco triunfal rendido, esquife leve.
¡Hiende el nocturno azul! ¡Ven presurosa! Dile: Seré navio real que os lleve. ¡Ponga su planta en mí la Toda Hermosa!
Gen-ro XAVIER VALLEJO
6

La mañana y el mar se afrecían al Pa¬ dre Lorca como un cuenco de leche, fres¬
ca y espumosa.
Faltaba una hora para la Misa y nin¬ guna preparación espiritual mejor que aquel paseo bajo los cocoteros, con las azules aguas a la izquierda y el pueblo a su derecha, porque nada habla con más elocuencia de Dios que las cosas por El creadas. Además, el Padre Lorca necesi¬ taba conocer bien el lugar y apenas tenía tiempo de intentarlo durante el día, sobre todo con la rapidez que quería. Pensaba hacer grandes cosas y se sentía feliz de haber sido destinado allí, porque le gus¬
taba Tela con sus caisas de madiera aupa¬ das sobre las plataformas que las res¬

guardaban de la tierra pantanosa, y le gustaba también el viejo puentecillo que, sobre el brazo de mar, dividía la ciudad vieja de la nueva.
Al pasar sobre él, a su llegada dos no¬ ches antes, había visto un montón de gente acodada en su tosco barandal, y unos inquietos haces de luz sobre el
agua.
—¿Sucede algo?
—Buscan a un hombre. Se cayó borrar
cho.
—Se tiró.
Una risa socarrona espumajeó.
—Son tontos. Ese debe estar durmien¬
do la «mona» en algún rincón del bosque. Se oyeron protestas.
—No estaba borracho.
—Lo vieron caer y no salió. En su casa
lo buscan.
—Son tontos... —de nuevo el espuma¬
jeo—. Tontos... De estar ahí ya lo ha¬
brían sacado...

7

El Padre Lorca, su maleta en la mano, fue al encuentro de los que alumbraban e hizo más preguntas, pero no supieron
decirle nada nuevo.
Sacó de aquel suceso la impresión de que aquél no debía ser un lugar tan tran¬ quilo como en un principio imaginara. Y sin duda no se equivocaba. Sus habitan¬ tes eran demasiado heterogéneos —ame¬ ricanos, indios, alemanes, negros, fran¬ ceses, chinos, judíos...— y sin sumar más de 15.000 contaban con un templo bautista, una sinagoga, una logia masóni¬ ca y dos iglesias: una anglicana, y la ca¬ tólica, de la que le habían encargado a él. Tal mescolanza de razas y religiones no podía ofrecer mucha afinidad. Aqué¬
llo venía a ser como un muestrario de la Humanidad.
Pero a decir verdad ésto no inquietaba
al Padre Lorca. De haber inconvenientes
habrían también frutos, y esto era lo im¬ portante.
Se detuvo al final de la playa, frente al maloliente y triste barrio de los ne¬
gros.
Las maderas de las casas, despintadas, astillosas, ofrecían infinidad de clavos mohosos, con las puntas vueltas y agre¬ sivas. El Padre Lorca los contempló un momento, consultó luego su reloj, y dan¬ do media vuelta inició el regrosó lenta¬
mente.
A lo lejos las campanas comenzaron a anunciar su Misa.
Negros, indios, orientales, sajones... Lo esencial no eran las razas, sino los senti¬ mientos y éstos carecían de pigmenta¬
ción...
Miró hacia las aguas, que rebrillaban
ahora como escamas de sol.
Sentado sobre un pequeño muellecito, un muchacho se divertía tirando piedre-
cillas al mar. Una tras otra. Suavemente.
El Padre Lorca se detuvo a su lado.
—Buenos días.
La criatura era negra y sus ojos, al mi¬

rar al Padre tenían extraños destellos de odio.
—Buenos —dijo, y siguió tirando pie¬ dras, imperturbable.
El Padre Lorca era un hombre intuiti¬
vo y necesitaba, además, conocer a las gentes. Procurando olvidarse de la hora se recogió un poco la sotana y se sentó
en la madera.
—¿Cómo te llamas? La mirada del joven centelleó. —^Mire, váyase y no me fastidie. —No eres muy amable... —^¿Le importa? —^Claro. Quisiera ser tu amigo. —^No necesito amigos.
—Todos los necesitamos...
El muchacho se revolvió, como una
bestezuela azuzada.
—Escuche, cura, váyase y déjeme en
paz.
—Está bien, vayámonos. Tengo prisa, pero no quiero dejarte sin saber qué te
pasa.
—Sabe quién soy, ¿verdad? —¿Cómo voy a saberlo si te veo por vez primera? —Ayer se publicó mi retrato. -^¡Oh...! —Mi cuerpo cayó bajo el puente y no
volvieron a verlo.
—¿Eres tú?
—Yo. Sé nadar bien. He estado dos días
escondido en el bosque porque quería
escarmentarlos.
—¿A quién? —A mis padres. El sacerdote se levantó. —Está bien, vamos. —¿Por qué he de ir con usted? —Supongo que necesitas comer y lo

8

harás en mi casa. Luego me contarás lo que te pasa y trataré de ayudarte.
Lo vio vacilar, porque debía tener hambre. La piedra se quedó un instante entre los dedos adolescentes y el Padre Lorca sintió deseos de quitársela y tirar¬
la él. Se contuvo.
—'¿Eres creyente?
La piedra hizo un arco en el aire y se
hundió al fin en el mar.
—Soy bautista, pero no creo en nada.
—Vamos. En el jardín de la Parroquia podrás desayunar.
♦**
Su tragedia era simple, pero sin duda le calaba hondo. Se consideraba indesea¬ do en su casa y la familia era para él cual próximo enemigo. Dos días antes había dicho una mentira y su padre lo había castigado severamente. El Padre Lorca le dijo que aquello era justo.
—¿Justo que me azoten por una estú¬ pida mentira? —los ojos echaban chispas y por un momento pareció que iba a aba¬ lanzarse sobre el Padre—. ¿Qué clase de
cura es usted?
—Bueno... no se debe mentir. Sin duda
tu padre odia la mentira y ello le movió
a ser severo en exceso.
—Mi padre es un cochino cerdo, más embustero que el que más. Lo que pasa es que me odia a mí. Esa es la única ra¬ zón de su castigo. Me odia por ser el úl¬
timo varón de una miserable familia sin más hembras que su mujer. Los dos me
odiaron desde que nací. Querían una ni¬ ña, ¿se entera? La venían deseando des¬ de hacía diez años. Por eso me odia. El, mi madre, y mis ocho hermanos, me
odian.
—Eso es absurdo, muchacho.
—No lo es. Yo también los odio. Uno a uno. Estamos en paz.
El Padre Lorca sonrió. Luego trató de aconsejarle, pero el muchacho no era

fácil de manejar. Tenía metida hasta el tuétano la rebeldía. Se negó a volver a su casa. Se negó a que el Padre intervi¬
niera. En cambio accedió finalmente a
quedarse en la Parroquia para ayudarle, siempre que no hablase a nadie de él.
Era una criatura extraña, desquiciada por quién sabe qué sucesos o interpreta¬
ciones falsas.
Tras de las primeras confidencias, el
Padre Lorca le tendió la mano.
—^¿Cómo te llamas?
—Kumala.
—^Me alegra conocerte, Kumala. No sa¬ bes cuánto me alegra.
El muchacho volvió a semejar recelo.
—¿Por qué? —dijo hosco.
El Padre Lorca se echó a reir.
—^¿No te fías de lo que te digo? ¿Ne¬
cesitas razones?
Por primera vez, el muchacho esbozó una sonrisa.
♦*
A los cuatro meses se fue voluntaria¬ mente a su casa, pero continuó yendo a la Parroquia todos los días. Había apren¬ dido a ayudar la Misa y le encantaba lu¬ cir la indumentaria de monaguillo. Ade¬
más, habíase descubierto que tenía una hermosa voz, y el Padre estaba prepa¬ rándolo afanosamente para que cantase
como solista en la Misa de Nochebuena.
El cambio operado en él era, a primera vista, extraordinario. Parecía bastante calmado y a veces incluso semejaba estar alegre. No habían vuelto a hablar de su problema, pero la madre visitó una tarde al Padre Lorca para expresarle la grati¬ tud que sentía.
Era una mujer demasiado gorda, de¬ masiado tosca, que aparentaba más can¬ sancio moral que físico. El Padre Lorca prometió visitar su casa para conocerlos n todos, y lo hizo precisamente la víspera

9

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10

de Navidad, cuando fue a visitar también a otras familias, para desearles felices
Pascuas.
La vivienda que ocupaban era paupé¬ rrima, pero estaba limpia. Kumala lo re¬ cibió en el porche y le besó la mano
sonriente. Los demás salieron cuando oyeron las vOices.
—Pase, pase, PadrecitO', queremos que
tome un vaso de fresco...
Se lo sirvieron en unión de unas ho¬
juelas con miel, y mientras comían char¬ laron amigablemente. Kumala, ai su lado, irradiaba satisfacción y orgullo.. Al final
le tiró de la sotana timidamente.
—Venga, Padre, quiero que vea mi ár¬
bol.
Lo tenía en la sala vecina y era, cierta¬ mente, muy bonito. El mismo había, ido a cogerlo al bosque, y lo había adornado luego con bombillas de colores y estrellas de cartón pintadas de purpurina. Pero al Padre no le gustó aquello.
—^Un árbol no es propio de una Navidad católica —dijoi—. Me hubiera gustado más que hubieses preparado un pese¬
bre...
—Sí, claro... —dijo la madre—. Un pesebre hubiera sido mejor...
—Pero como es tan terco —terció un
hermano—. El quería un árbol...
Kumala permanecía callado. El Padre lo miró y vio en sus ojos el mismo cen¬ telleo del primer día.
— Hijo, no creas que...
Kumala estalló.
— ¡Sabía que estaría usted con ellos! ¡Lo sabía! ¡Todos se unen siempre contra mí y usted no iba a ser una excepción!
Dio un empujón al árbol y éste cayó con estrépito, sin que nadie hiciera un gesto para evitarlo, ni tampoco para de¬ tenerlo a él, que salió corriendo de la
casa
♦ 4^ #

El Padre Lorca quedó extrañado cuan¬ do lo vio aquella noche en la sacristía, poco antes de la Misa de Gallo. Lo había buscado durante toda la tarde por la playa, el pueblo y el bosque, sin locali¬ zarlo. Estaba tan seguro de que no acu¬ diría a cantar que ya había tomado pre¬
cauciones en ese sentido. Pero inútilmen¬ te, porque allí estaba el muchcaho.
Decidió no hacer alusión a, lo sucedido.
—¿Cenaste? —^preguntó con indiferen¬
cia.
—Sí —^dijo Kumala—. ¿Y usted?
Parecía tranquilo. Sonreía.
—Yo cenaré después de la Misa. Cena¬ remos todos. Tú, los muchachos, y yo, co¬ meremos pavo y chocolate con churros.
—¿Churros? ¿Qué es eso?
—Ya lo verás. Espero que te gusten.
Sonrieron ambos. Luego el muchacho' se fue al Coro y el Padre quedó vistién¬ dose. El órgano preludiaba música sacra y las campanas llamaban a Misa por últi¬ ma vez. El templo rebosaba de gente y centelleaba de luces. El sacerdote salió, seguido del Sacristán, y dio comienzo al Santo Sacrificio. Los fieles lo siguieron con atención y el Padre Lorca se sentía repleto de misticismo y amor. Amor a Dios y a aquellas criaturas por El crea¬ das y a él encomendadas para que se salvasen. Experimentaba, como tantas otras veces, una gran felicidad por ser
Alter Christus.

—¡Orad hermanos!
Para que seamos todos felices, para que todos gocemos de la satisfacción de la fraternidad auténtica, para que nazcamos esta noche, con Cristo, a la vida espiri¬
tual verdadera...
Celebraba el sacrificio con unción, pe¬ ro estaba pendiente también del momen¬ to en que Kumala haría su debut ento¬ nando aquel villancico que había ensaya¬ do tan cuidodasomente. ¡Tenía una voz tan hermosa! El Padre pensaba encargar¬ se de educársela y quizá fuera en el fu¬ turo su fuente de vida y de gloria, por¬ que indudablemente el muchacho tenía madera de cantor... ¡Ah, ya comenzaba el órgano las estrofas iniciales...!
En ese momento, rompiendo la inefable beatitud del momento, disconrdante con él y las notas del órgano, se elevó la voz de Kumala cantando de cualquier modo y a voz en grito una absurda canción de
cha-cha-chá.
Se oyó un súbito murmullo y un crujir
de asientos. Las cabezas de casi todos los
presentes se volvieron hacia arriba, y las sonrisas surgieron inevitables y asom¬
bradas.
El Padre Lorca contuvo el aliento.
Casi en seguida el órgano subió es¬ truendosamente su tono, se oyeron ca¬ rreras y el disonante cantor enmudeció.
♦♦♦

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12

—Kumala, ven aquí.
El Padre Lorca estaba serio.
—Lo siento —dijo el mucliacho sin mo¬ verse—. Quise vengarme, pero aliora lo
siento.
Mas el Padre Lorca estaba decidido a no ablandarse.
—Ven conmigo.
El muchacho lo siguió, un poco intimi¬
dado.
Salieron a la calle y atravesaron el ba¬ rrio americano hasta llegar al puente.
Allí el Padre Lorca se detuvo.
—¿Sabes lo que pienso, Kumala?
—No, Padre.
—Que eres soberbio, ególatra y estúpi¬ do. Quisieras que todos te adorasen y se inclinasen a cada palabra que dices o cada cosa que haces.
—^Eso no es cierto...
—Lo es. Pareces bueno, y tal vez en el fondo deseas serlo, pero lo cierto es que todo tu pensamiento se orienta hacia la idea de destacar y no admites que los demás te lo impidan con sus censuras. Eres una mentira viviente, aun a tus pro¬ pios ojos. Y a los míos he aquí lo que en
este momento mereces.
Y agarrándolo de un brazo —el Padre Lorca era joven y robusto—, lo arrojó sin miramientos al agua, en el mismo lu¬ gar en que otra noche, él se tiró.

#

♦

♦

Al día siguiente un alud de flores sil¬ vestres adornó mágicamente el pesebre navideño que el Padre Lorca había colo¬ cado en un rincón de la iglesia, y a la hora de la Misa de doce la voz espléndi¬ da de Kumala entonó desde el Coro los más bellos villancicos que los fieles de Tela habían escuchado jamás.
San Salvador, diciembre del 61.

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'■íííí:i·M.-V.ÏsVriW^.ín/¿W1»'?'-!-W'-'''í-ï'';1 S~4“N Sàte^Ss >'' >f·'fK

nuestra.
misione

LOS CAMINOS DEL MISIONERO

I (Gortinuación)
/
èbtomono

Monos y víboras

23 Julio. Por fin , hemos llégado a Cotomono, cosa que mé„parece casi impo¬ sible. No comprendo como resisten mis cargueros. Sólo Dios sabe los sufrimien¬ tos que hemos tenido que soportar. El camino es horrible y, en muchas partes, ni se le ve. En Cotomono ya son grandes selvas completamente llanas, pero más arriba hay tremendas subidas y bajadas. Y como el suelo en la selva es completa¬ mente húmedo, nos caíamos a cada mo¬
mento. Yo he sufrido una seria caída
atravesando un riachuelo; gracias a Dios no fue más que el susto.
Ha sido una verdadera suerte tener un
buen guía, que adivinaba por dónde iba el camino. Veíamos pájaros muy lindos, pero no había humos para disparar.

Por la mañana, antes de salir, hemos
escuchado el chillido de los monos. Con la carabinai nos hemos internado en la
selva, pero, como está tan espesa, se han
escondido.
Por el camino hemos visto bastantes
huellas de animales de diferentes clases, especialmente al pasar por los caminitos que ellos hacen al salir de noche.
Lo más serio ha sido atravesar el río
Huacamayo; un río que debe tener mas de 60 metros de ancho, con una gran corriente en el centro. Como ninguno de mis acompañantes sabía nadar, he tenido que pasar yo todos los bultos nadando,
atravesando el río unas ocho veces. Ya
no podía más; y con el peligro' de que se

El camino va por dentro de un riachue¬ me escapara y se hundiera toda la carga.

lo, sale a la fioresta y vuelve a entrar. Al principio nos quitábamos las botas, pero después ya nos metíamos en el agua con botas y calcetines.

Hemos visto tres víboras venenosísi¬ mas; el solo verlas pone de punta el pelo. Pero, gracias a Dios, ¡llegamos;

13

Entre leprosos y sifilíticos
24 de Julio. A pesar de dormir en el suelo, lo he hecho como si estuviera so¬ bre un colchón «Flex».
Por la mañana, mientras se reunía la gente para la misa, Abel y yo nos he¬
mos metido a lavanderas. Era necesario.
Casi todos los habitantes de Cotomono
son leprosos y sifilíticos. He asistido a una enferma grave y realmente tenía miedo al contagio al ungirla con los sa¬ grados óleos.
Por la tarde hemos viajado a Pizana; tres horas andando..

libre junto al río Huallaga. El mosco no nos ha dejado tranquilos.
El Huallaga se desliza majestuoso, co¬ mo el rey de la selva, al que abren pasoi los árboles. Ayer tarde no sbañamos en el río. Me acordé de aquellos baños en aguas del Mediterráneo... ¡Qué lejos es¬ toy de allí!
Esperar... ¿Hasta cuándo? 26 de Julio. Estamos en una tremenda dificultad, en Tocache. No encontramos mulas para regresar a Tayabamba. A pie son cinco días por un camino tremendo. Y a pie no tenemos ya ánimos para ir. Mañana veremos.

Durmiendo al aire libre 25 de Julio. Hemos dormido al aire

27 de Julio. Otro día más en Tocache. No encontramos mulas para salir de esta tremenda selva.

14

28 de Julio. Estamos todavía en Tocache y sin esperanzas de salimos de este infierno verde. Hemos perdido toda es¬ peranza de viajar en mulo hacia Tayabamba.
Por fin^ el regreso
29 de Julio. Por fin hemos salido de
Tocache en canoa rumbo a Juanjuí. Un día entero de viaje. El panorama es pre¬ cioso y muy distraído. El Cajón de Sion es algo singular y magnífico. El río va pasando por este estrecho, entre peñas¬
cos de más de cien metros de altura.
Por la orilla pudimos ver toda clase de pájaros. Me llamó la atención una ma¬ nada de monos de la especialidad «cotomonos» que nos estaban mirando pasar. Lástima que el barquero tuviese prisa y no pudiéramos coger algunos con la ca¬ rabina.
Como recuerdo de Tocache me llevo
una ardillita muy linda, más graciosa que un mono. Es salvaje, ya que no lleva más de dos días de «civilización», pero
ya se acostumbrará.
Ya me he cortado la barba. He creído prudente hacerlo, porque si hemos de
pasar por Trujillo, no quiero me tomen por un castrista.

30de

Rumbo a Trujillo

Julio. Ya hemos' salido de Juan¬

juí rumbo a Trujillo en un avión militar.

Es un verdadero cacharro, que no com¬

prendo cómo vuela. Se mueve más que

una barca en alta mar.

Por lo visto tengo una gran resistencia en las alturas. Al sobrevolar la cordille¬ ra andina, todos tuvieron necesidad de oxígeno menos yo, que no sentí la menor molestia, con admiración de todos. Como la puerta no cerraba bien, hacía un frío tremendof. Como compañeros de viaje llevábamos unos treinta pavos. Era un avión militar de carga.

Con diesE horasi sentados en el piso del camión^ se acabó la
aventura
1 de Agosto. Hemos empezado el mes muy bien. Hemos tenido que viajar des¬ de Trujillo a Huamachuco sentados en el piso del camión, por falta de sitio mejor. Naturalmente no hemos dormido nada durante esta noche de viaje.

Hemos llegado
mente mareados.

a Huamachuco

total¬

P. Miguel RAMON, T. O. R.
Misionero en el Perú

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LA DARRERA OFRENA
Si és que cerques gerdor de primavera,
amic, ves-te'n d’aquí;
per mi els tons vius, el pàmpol, la cirera són ja sols un record d’en temps enrere,
d’un molt llunyà ahir.
Mos horitzons són curts, color de cendra; no hi ha cap flor dins el meu camp, ni res que sia tendre.
Tal volta el cor...
Em resta solament escassa fruita de Vautumnal esplet;
la major part, fa temps se la n’han duita
el vent i pZ fred.
Ha pres ja com un lleig rovell de coure
el pensament, i és mal de moure
per entre les grans presses del moment.
Sembla que es torni una miqueta amarga l'aigua dins el meu vas; estic en el capvespre i ja s’allarga l’ombra que faç, com un pi dret davant l’ocàs.
Els meus aucells no es fan ja molt enfora de llur redol;
i pens que prest per mi arribarà l’hora
del trist mussol.
S’espessirà a poc poc la fosca interna
del meu neguit:
ai, que no em manqui el foc d’una lluerna
en començar la nit!
Amic, espolsa’m la darrera fruita de ma tardor, la que encara el mal temps no se n’ha duita; perquè si no,
ja romandrà penjada a l’alta branca,
sense collir;
per jo abastar-la, cor i delit em manca, no és ja un treball per mi.
P. Miquel Colom, T. 0. R.
16

Asistentes a la Jornada de
Oración y Estu¬
dio.
(Foto Jüonet)

agina Jet ^e

Jornada de Oración y Estudio para dirigentes de la T. O. F. de Mallorca

El domingo día 31 del pasado mes de octubre, se celebró una Jornada de Orar ción y Estudio para los dirigentes de la
T. O. F. de esta isla.
En la Sala de la Hermandad del Con¬ vento de S. Francisco de Palma, a las 10
de la mañana, dio comienzo dicha Jorna¬ da, ocupando la presidencia el Comisario y miembros del Discretorio Provincial de la T. O. F. de Baleares y asistiendo diri¬ gentes de las Hermandades de Palma, Inca, Llucmajor y una representación de jóvenes religiosos del Seminario Seráñco
de La Porciúncula.
Después del rezo de las preces de apertura y canto del himno «¡Oh Sant Dolcíssim!», el Ministro Provincial Sr. Ferrer, saludó a los reunidos y expuso
la necesidad de la debida formación de

los dirigentes y que sientan la responsabiliad del cargo. Anuncia el programa de esta Jornada y termina ofreciéndose a
todos.
La Secretaria Provincial, Srta. Ferretjans, da cuenta, a continuación, de las actividades desarrolladas siempre por los terciarios en Mallorca, siendo los pri¬ meros en muchas obras sociales y de apostolado. Hace un resumen del traba¬ jo de la T. O. F. durante estos últimos años y termina diciendo lo que debe ser
en adelante.
Seguidamente, el Comisario Provincial, Rdo. P. Tugores, dio la bienvenida a los asistentes y leyó una carta del Rdo. P. Barceló, Comisario Nacional, expresando su satisfacción por esta Jornada.

17

Pasó después a dar sus impresiones con relación al Congreso de la T. O. F. celebrado recientemente en Santiago de Compostela, cuyo temario queda resu¬ mido en las siguientes conclusiones:
Afirmar el carácter seglar de la T.
O. F.

Fomentar la participación Litúrgica y
Convivencia Fraternal.

Dejar bien sentado que la T. O. F. no es solamente para la santificación indi¬ vidual de sus miembros, sino que es apostólica y debe irradiar su acción a los demás.

Se inicia un animada coloquio, con atinadas sugerencias, que se interrumpe a las 12 para asistir a Misa, reanudándose una vez terminada ésta, hasta la una y
media.

A las 4 de la tarde, se reúnen nueva¬ mente los jornadistas, y después de re¬ sumir el P. Tugores lo tratado y las su¬ gerencias expuestas, se acordaron las si¬ guientes conclusiones:

19 Que para fomentar la COMUNI¬ DAD FRATERNAL, además de la Misa de Comunión mensual, cada Hermandad
celebre una reunión en la forma que se estime más conveniente para la convi¬ vencia entre los Hermanos.

2®' Establecer una ESCUELA PARA

DIRIGENTES,
una Comisión.

quedando ya nombrada

39 Que cada Hermandad tome a su cargo alguna OBRA DE CARACTER SO¬ CIAL, poniéndose a disposición de la Je¬ rarquía.

4^ Que se estudien los elementos con que cuentan los Discretorios, para cono¬ cer las obras én que puedan ser utiliza¬ dos, como también que las Hermandades
den conocimiento de sus actividades a
las demás y que haya colaboración entre
las mismas.
5^ Que los terciarios, con el cumpli¬ miento de sus deberes profesionales, ser¬ vicio al prójimo y buen ejemplo, DIGNI¬ FIQUEN EL AMBIENTE.
fi?- Necesidad de que los terciarios co¬
nozcan bien las CONSTITUCIONES DE
LA T. O. y la conveniencia de que las Hermandades adquieran la obra «EN LA
ESCUELA DE SAN FRANCISCO».
79' Que todas las Hermandades hagan llegar un ejemplar del boletín «GERMA¬ NOR» a cada uno de sus miembros.
Estudiar la división de Mallorca
en varias Comarcas y nombrar Discreto¬ rios Districtuales para las mismas.
99 Celebrar, el día 28 de noviembre, en Sencelles, el últimoi retiro espiritual trimestral de este año, y, en el próximo, organizarlos por Comarcas.
ipa Promover entre las Hermandades
que no lo hayan hecho todavía, colectas para la auquisición de un aparato nece¬ sario para el quirófano^ del Sanatorio Escuela «MATER MISERICORDIAE», aparato presupuestado en unas 125.000 ptas.
Como final de la Jornada, a las cinco de la tarde, en la Basílica, se celebró una paraliturgia, terminando con la bendición Eucaristica.
F. S., T. F.

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18

NXIESTRA. PEQUEÑA. HISTORIA.
Kftace cincuenta años...

^íuestra revista, en aquel tiempo con
un carácter mejor definido que ahora, más sensible a las palpitaciones del cielo litúrgico y del santoral, glosa¬ ba, en su primer artículo, las palabras del saludo arcangélico, Ave gratiai plena, dirigido a la Virgen, llena de gracia por su concepción inmaculada,. Firmaba un
Fr. Silvestre.
D. Mateo Nebot, Pbro., el que fue más tarde capellán castrense, como eco aún del centenario luli?,no, escribía un breve trabajo sobre «Es cor d’el nostro Beato», en un mallorquín bronco j anguloso, co¬ mo era frecuente por entonces.
El entusiasta biógrafo del P. Junípero Serra, D. Francisco Torrens, Pbro., transcribia el juicio sobre el famoso misione¬
ro petrense, formulado por el P. Ceferino Englehardt en su obra «The Missiona¬
ries of California».
Aparecía un comentario, sin firma, so¬ bre la relevante figura del clero mallor¬ quín, D. Miguel Maura, recién fallecido entonces, que, como se sabe fue inolvi¬
dable Rector del Seminario Diocesano y
fundador de las Religiosas Celadoras del Culto Eucarístico, vulgarmente llamadas
del Centro.
Fra Ginebró, buen dilettante en el ma¬ llorquín literario, de aquel tiempo, claro, publicaba «El ciprer de la voluntat», le¬ yenda franciscana mallorquina. El P. Guardián indicó al aspirante a religioso, Francisco, que antes de entrar debía de¬ jar colgada la voluntad propia en lo alto de un ciprés secular que se erguía junto a la puerta: «¿Has vist, li va dir (el Guar¬ dián), el ciprer que magestuós creix a la porta del Convent? Ido, a damunt ell la pots posar (la voluntad) i sois aixís, se¬ parada de la terra, els àngels del cel se¬ ran sos feels guardadors...».
Se efectuaba todavía (no se había ce¬
rrado el centenario) alguna peregrina¬

ción al Santuario de Cura (Algaida, Pe¬ tra, Inca) y al sepulcro del Beato (.S’Arracó). Datos curiosos sobre la de Inca: Debía tener lugar el 21 de no¬ viembre y a causíL del mal tiempo se trasladó al domingo inmediato, el 28. Acudieron 220 personas. Salieron de Inca a las tres de la madrugada. El himno de Costa y Llobera, «Pujem a Cura», estre¬ nó una música nueva, de D. Bernardo Salas, Pbro., inquense, celebrado orga¬ nista de la Catedral Basílica. Dijo la Misa mayor el P. Sebastián Llinás, entonces recién ordenado, y predicó el P. Pedro J. Cerdá. La Peregrinación estuvo de re¬
greso en Inca a las siete y media de la
tarde.
Se daba cuenta, en crónicas resipectivas, de que las Hermandades de Tercia¬
rios habían tenido su fiesta de San Fran¬
cisco en Campos, Lloseta y Muro.
Y leemos también: «El día 28 de No¬
viembre, el limo. Dr. D. José Miralles Sbert, Obispo de Lérida, en el oratorio particular de su casa (Palma), confirió la sagrada orden del Díaconado a nuestros
reñgiosos Fray Antonio 'Mójer Jaume,
Fr. Guillermo Rigo Cañellas, Fr. Mateo Amorós Sancho y Fr. Gabriel Tous San¬
cho».
«El día 15 del pasado Octubre, festivi¬ dad de la gran Doctora española Sta. Te·resa, en el Convento de los Religiosos Franciscanos de este pueblo (Artá) tuvo Jugar la conmovedora ceremonia de la
profesión simple de nuestros hermanos coristas Fray Bartolomé Oliver Oliver, de Sansellas; Fray Jaime Rosselló Vadell, de Pelanig; Fray Miguel Quetgías Pujol, de Andraig; Fray Rafael Ginard Amorós, de Artá».
La Juventud Seráfica llenaba sus co¬
rrespondientes páginas con escritos de los jóvenes Moragues, Salvá, Jiménez, Se¬ gura, y con una breve sección de cró¬
nica.

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En diciembre la casa adquiere un va¬ lor más enorme gracias a la complicidad del frío y la ternura. Las joirnadas de este mes nos traen estos dos elementos
que se llaman invierno y Navidad. Co¬ mo por arte de magia, en estas fechas, uno se siente mas tieTmo y delicado ante el rostro alegre y anticipado de la Navi¬ dad, en las calles engalanadas, en la agitación de las primeras panderetas y en la alada gracia de los primeros villan¬
cicos.
Todas las líneas aéreas, todos los bar¬ cos que surcan los mares, todos los tre¬ nes y trénecillos tejen en este tiempo una gigantesca tela de araña en todo el mun¬ do, siempre en torno al hogar. Cuando se avecinan estas ñestas tan entrañables
y familiares debemos acordarnos de aquellos seres desfavorecidos que no pue¬ den correr tras un balón o no pueden agitar alegremente una ffestíva pande¬ reta, por sufrir una obligada parálisis en sus piernas o brazos.
Colaboración obligada
Estamos convencidos que la generosi¬ dad de los mallorquines, en estos nos¬ tálgicos días navideños, se volcará en beneficio de tantas niñas cuyas limitacio¬ nes corporales o intelectuales constitu¬ yen un impedimento para disfrutar ple¬ namente la alegría de estas fiestas in¬ comparables. Las monjitas, cual peren¬ nes reyes magos, intentan llenar de op¬ timismo y felicidad las vidas de estas pe¬
queñas. Su entrega generosa, su disponi¬

bilidad a toda prueba, constituyen el obsequio más preciado para esas vidas inocentes. También nosotros, cuando ce¬ lebremos en la intimidad hogareña la fiesta de Navidad con ricas viandas y
agradables licores, debemos acordamos de unos seres menos favorecidos, que también tienen pleno derecho a disfmtar las alegrías propias de estas fechas.
La Tercera Orden Secular, consciente de las apremiantes necesidades del Sana¬ torio Escuela, ha organizado una gran campaña en favor de todas las niñas del Centro. No dudámos que los frutos de esa campaña serán óptimos, conscientes de la estupenda revitalización de esta secular
organización que tanta gloria ha dado a la Iglesia.
Esperemos que todos los amantes del
Sanatorio —terciarios o no— colabora¬
rán con toda generosidad para el pleno éxito de esta campaña. Será la mejor
manerai para que podamos dar un senti¬ do cristiano a nuestra vida, ayudando efi¬ cazmente a Cristo necesitado
Numerosas personas visitan nuestro Centro. Durante estos pasados días, va¬ rios colegios de los pueblos mallorquines han desfilado por el Sanatorio, dándose cuenta perfecta de la magnitud de esta
Obra. Todos cuantos deseen conocerla
serán bien recibidos por las siempre sim¬ páticas monjitas, quienes darán cumpli¬ das explicaciones de los propósitos y fi¬
nes del Sanatorio-Escuela.
P. GREGORIO

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En el Monasterio de Ntra- Señora de
Vico (Arnedo), sede de uno de nuestros Seminarios Seráficos, el 12 del pasado mes de octubre, fiesta de Ntra. Señora del Pilar, en una emotiva ceremonia con¬
memoró su Jubileo de los veinticinco años
de sacerdocio, el Rdo. P. Antonio Riera, T. O, R. Le apadrinaron en aquel acto los distinguidos señores D. Joaquín Jaén y D.° Juliana Ruiz. Asistieron las autoridades de Arnedo (Logroño), ciudad donde el P. Ferrer es muy conocido y apreciado. Como se re¬ cordará, el P. Antonio Ferrer fue el primer Superior de la Comunidad de Vico al esta¬ blecerse allí los Terciarios Regulares en 1953.
A las muchas felicitaciones recibidas por el P. Ferrer con motivo del fausto aconteci¬
miento, «El Heraldo de Cristo» adjunta la su¬ ya muy efusiva.
NOTICIA DE ROMA
A Fr. Jorge Llompart Perelló, T. O. R., religioso corista de nuestra Provincia, que
cursa estudios en la Pontificia Universidad
Gregoriana de Roma, tras brillante examen
de Licencia en Filosofía, le ha sido concedi¬ da la Medalla de Oro de la Universidad en dicho ramo de la ciencia.
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(Conclusión)

Un elogio más explícito de la «Orden de los Apóstoles», lo hallamos en el comienzo del L. d°. les Bèsties, que es la séptima parte de las diez de que consta el L. de Meravelles, obra escrita probablemente en 1288 (Galmés). Léa¬ se: «A la exida de la valí, ell encentra .II. hó-
mens qui havien grans barbes e grans cabells, e eren pobrement vestits. Fèlix saluda aquells .II. hòmens, e ells saludaren Fèlix. —Bells se¬
nyors —dix Fèlix—, vosaltres, ¿d’on venits? ni de qual orde sots? Car segons vostros vesti¬ ments, semblança bavets que siats de algun or¬ de—. —Sènyer, —digueren los .II. bòmens—, ...nosaltres som appellats de la «orde dels apòs¬ tols», e nostres vestiments e nostra pobretat sig¬ nifiquen lo capteniment en què los apòstols
eren dementre vivien en est món.— Molt se
meravellà Fèlix dels .II. hòmens com havien
empetrat tan alt orde com és celi dels apòstols; e uix aquestes peraules: —Orde de apòstol és subirá à tots ordes» (L. de Meravelles II, pags. 85 y 86). Las alabanzas continúan en el mis¬ mo tono, pero con lo transcrito hay ya bastante para evidenciar que Llull sentía admiración por la Orden de los Apóstoles en el tiempo que re¬ dactaba el L. de les Bèsties, o Bísties, como di¬
ce el códice.
Según hemos dicho anteriormente, la prime¬ ra condenación contra los hermanos apostólicos fue lanzada en 1286. Por lo tanto, si es buena
la fecha que se da para la aparición del L. de Meravelles, al salir éste a la luz pública, sólo hacía dos años que había ocurrido aquel hecho. Y como Llull era hijo sumiso de la Iglesia, a

cuyo juicio sujeta siempre sus escritos (El trac¬ tat sia corrigit — si en res eu hi hai fallit), en la parte octava, o libro octavo, (el que si¬ gue al de las Bestias), de aquella obra, se lanienta amargamente de que al hábito de los apostólicos no respondan, con evidente hipocre¬ sía, obras de verdadero apóstol. Pero es mejor que se vea el texto mismo. Dice así: «Estans enaxí perlant lo ermita e Félix, vaheren venir .11. hòmens qui s’apellen de la orde deis Apòs¬ tols. Aquells .11. hòmens foren plasents a veer, segóns lo àbit e la disposició de lurs cabells e barbes, que signiffica la santa vida que los apòstols feyen, e la pobrea que havien anans per lo món. Mas car lo ermita e Félix conside¬ raven lo stament en qué aquells hòmens estan, los quals s’apellen de la orde deis Apòstols, e aquells no preyqiien ne fan ço que.ls apòstols feyen, adonchs agren lo ermita e Félix desplaser en veser aquells .II. hòmens, per ço car
lurs obres no.s convenien ab l’àbit que porta¬
ven. Lo ermità e Fèlix ploraren longament, e digueren ensems aquestes peraules: —Ay, ipocresia! per què no mors? ¡A, bellea de àbit e falça entenció! ¿per què.us ajustats en negun
hom?» (L. de Meravelles IIL, pàg. 68).
De la circunstancia de encontrarse en el L.
de Meravelles alabanza y reprobación de la «Or¬ den de los Apóstoles» sacan los críticos la con¬ clusión de que el L. de les Bèsties donde, se¬ gún hemos visto, hay los encomios, fue redac¬ tado antes que el resto de la obra, formando un librito autóctono (1).
P. Miguel Colom, T. 0. R.

(1) M. Batllori, S. J., en Obres Essencials I,
pág. 314, sufre una distracción al escribir: «Si l’estructura i l’estil d’aquest Ilibre Vllé no ens ho provessin a bastament, el contrast entre les grans lloances que en el pròleg mateix fa Ramon de l’ordre dels apòstols, i els blasmes
que n’ha dits en el llibre III del Fèlix, seria prou per persuadir nos que es tracta d’una obra precedent, escrita abans de la primera condem¬ nació d’aquella secta pseudomística, és a dir, abans de l’il de març de 1286». Los «blasmes» no están antes del L. de les Bèsties, sino des¬

pués, en el libro VIII. Batllori ha confundido
libro III con volumen III de la edición «Els
nostres clàssics», de Galmés, de cuyas notas (en pág. 325, vol. IV) saca el dato. De todos modos resulta extraño que Llull, tan cuidadoso en someter sus escritos al juicio de la Iglesia, según decimos en el texto, al hacer el ensam¬ blaje del L. de les Bèsties con el conjunto de la obra, no suprimiese aquellas alabanzas. La cronología de la vida y de los escritos dé nues¬ tro Maestro suscitan continuamente pequeños o grandes problemas, de difícil solución.

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bibliografía

V. Marcozzi. — EL MILAGRO.
— Vol. 69 Pequeña Biblioteca
Herder. Versión castellana de Joa¬
quín Blázquez. 11 x 18 cm. 96 págs. Rtca. 30 ptas. Sobrecubierta de J. Pía Domènech. Editorial Herder. Barcelona, 1965.
El tema es extremadamente sugestivo. El autor se propone exponer los estudios, las observaciones y los diversos puntos de vista sobre la doctrina del milagro en los
autores católicos de los últimos 40 años.
No pretende, por tanto, ofrecer un trata¬ do completo y sistemático del milagro, como el reciente de Monden, aparecido en la propia Editorial Herder.
Dedica un capítulo especial a los mila¬ gros de Jesús y termina la obra con una interesante exposición de las narraciones milagrosas de Lourdes, que tantas con¬ troversias han despertado entre médicos y científicos de todos los países y de to¬ das las religiones.
Es muy útil la bibliografía que se pu¬
blica al final del libro.
El profesor Marcozzi es profesor de «Quaestiones Scientificae» en la Univer¬ sidad Gregoriana de Roma, y «Libero Do¬ cente de antropologia», en la Universi¬
dad de Milán. — H. C.
P. Babin. — DIOS Y EL ADO¬ LESCENTE. Versión castellana
de linrique Martí. 12,4 x 20,2
cm. 308 págs. Rtca. 135 ptas£.
Sobrecubierta de J. Pía Domè¬
nech. Editorial Herder, Barcelo¬ na, 1965.
El padre Babin es ya conocidoi entre nosotros por sus libros «Los jóvenes y la fe» y «El adolescente y sus pro¬ blemas», este último en colaboración con J. Vimort. Ambas obras las dio a conocer también la Editorial Herder.
En «DIOS Y EL ADOLESCENTE», se ha reunido resultados de diversos
equipos de educadores, sacerdotes, re¬ ligiosos y laicos, bajo la dirección del citado padre Babin.
«DIOS Y EL ADOLESCENTE» es
el resultado de una amplia encuesta efectuada para conocer el sentido de Dios entre los adolescentes. Contesta¬ ron más de dos mil, de ambientes, edades y sexos diferentes, y es, a no dudarlo, un estudio serio y responsa¬ ble de la mentalidad religiosa de los adolescentes.

Este libro brinda un testimonio vi¬
vo, y, por lo mismo, merece la misma calurosa acogida que obtuvo en Fran¬
cia. H. C.
H. Jedin. — EL CONCILIO DE TRENTO EN SU ULTIMA ETA¬
PA.. Crisis y conclusión. Versión
castellana de Jaime Arbona Maylin. 11,2 X 17,4 cm. 176 págs. Rtca. 75 ptas. Editorial Herder, Barcelona, 1965.
Nos parece oportunísima la apari¬ ción, dentro de la actual etapa conci¬ liar, de esta obra del eminente profe¬ sor Jedin, cuya monumental «Historia del Concilio de Trente», en curso de publicación, constituye una obra maes¬ tra de la historiografía católica con¬ temporánea.
El Concilio Vaticano II se compara
frecuentemente, por su importancia, con el Concilio de Trento, cuya terce¬ ra y última sesión duró casi dos años y tuvo su solemne conclusión con una brillante formulación dogmática de la unidad de la Iglesia y otras verdades
de la fe.
Hubert Jedin, antiguo profesor de la Universidad de Breslau, y actualmen¬ te de la de Bonn, ha puesto en el li¬ bro que comentamos capítulos tan in¬
teresantes como estos: Un nuevo Papa, un nuevo curso.
Controversia sobre la residencia. La
Comunión bajo las dos especies y el
sacrificio de la misa. Morone salva el Concilio. La Conclusión del Concilio
de Trento vista por el Concilio Vatica¬
no 11.
Es, pues, otra obra que recomenda¬
mos. H. C.
NUESTROS DIFUNTOS
LLUCMAJOR.—D. Pedro Bonet (9 agosto) y D. Juan Jaume (22 del mismo mes), suscriptores de nuestra re¬ vista; O.° Juana A. Güells Rebassa y D.^ Apolonia Barceló Mayol, terciarios franciscanos. Ambas descan¬ saron en la paz del Señor durante el pasado octubre.
PARA NUESTRAS MISIONES DE HUAMACHU-
CO.—Dos niños del Colegio de las Franciscanas de San Luis (Menorca) entregan 35 ptas. para que nuestros mi¬ sioneros bauticen un Juan Antonio y un Antonio. Gra¬ cias, «peques».
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Pregunta ociosa
Un señor se acerca a la portería de la casa y dice al portero:
— Por favor, ¿los señores de Mir? — Aquí es. — ¿Qué piso? — Quinto piso -¿Hay ascensor? -No. ¿Por qué lo preguntas?
Créditos La oferta de medios económicos para
los que desean fundar un hogar abundo en Norteamérica, donde hay anuncios como
éste:
«Aprenda el verdadero valor del dinero y pídalo prestado.»

Al mal tiempo
Se cuenta del famoso autor cómico fran¬ cés Labiche que estrenó con un colaborador
suyo una comedia que fue estrepitosamente
silbada.
Entre bastidores, Labiche y su colabora¬ dor oían la tormenta, y, por fin, el primero, reaccionando animosamente, dijo:
— Vamos a salir a silbara la sala y asi nos figuraremos que la obra es de otro.
Acierto total
El caballero está siendo reconocido por
el doctor a cuya consulta ha ido — Está usted muy bien - declara el mé¬
dico al concluir-. Llegará usted tranquila¬
mente a los setenta años.
-¡Pero, doctor! ¡Si ya los he cumplido! ¿No se lo decía?
Siempré sale

Las puertas giratorias
Un caballero le decía a otro: -Abomino las puertas giratorias.
-¿Y eso? .. -Porque no puedes cerrar de un porta¬ zo cuando sales irritado.

Un apasionado jugador de ruleta decía:
Hay que insistir siempre en un número; acaba por salir Ayer mismo estuve yo toda la tarde apuntado al número siete.
— ¿Qué ocurrió?
— Que salió tres minutos después de re¬ tirarme yo de la partida.

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