El Heraldo de Cristo 1964, n. 655 y 656
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EL HERALDO DE CRISTO
REVISTA MENSUAL DE LOb P. P. FRANCISCANOS DE LA T. O. R

OCTUBRE-NOVIEMBRE 1964

Año LV - Núm. 655-656
•
REDACCIÓN Y ADMÓN:

CONVENTO DE SAN FRANCISCO
TELÉFONO 12695
PALMA DE MALLORCA
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DIRECTOR:
P. L. GAR(-JAUME, T. O. R.
VICE-DIRECTOR: P. JAIME TUGORES, T. O. R.
ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA: P. F. BATLE, T. O. R. Y GORO
IMPRESIÓN: ARTES GRÁFICAS GIMÉNEZ

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PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN:

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ORDINARIA. ... 50 PTAS.

BIENHECHOR ... 75 PTAS.

i

PROTECTOR ... 100 PTAS.

(

DEPÓSITO LEGAL P. M. 340-1958

NUESTRA PORTADA
El 12 de octubre es un día dedicado
a los que oran «pro orantibus».
«Todo un mundo de rodillas rezando
por ese otro mundo que vive de espal¬ das a Dios.* (Véase amplio reportaje en páginas interiores).

en

numero:

Cartas al Director

2

«Domund» de los tiempos nuevos

(Editorial)

5

A tiempos nuevos, misión nueva.

6

12 de octubre: Día «Pro Orantibus»

(Reportaje sobre el monasterio de

Santa Clara)

9

In memoriam

15

Una obra gigantesca para una barriada

madrileña

16

El M. R. P. A. Bauzá, reelegido Mi¬

nistro Provincial de la T. O. R.

17

Los mártires de Uganda .

.

.

18
,

Falliment (poesía)

19

Cuestiones Lulianas ...

20

Huamachuco: cartas y noticias

21

Página del Terciario

....

23

Página de humor

27

OIRECTOR-PROPIETAKIO;
NELSON B. CRAMER

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LAVADO EN SECO Y HÚMEDO

NUESTROS TELÉFONOS:

TALLERES Y OFICINAS; asajeCa'n Faixina, 68-70 y 72-15012 y 22273 TIENDA: Plaza Olivar, 22 -11104 SUCURSAL DEL TERRENO; Calvo Sotelo, 198 - 30221 SUCURSAL EN PALMA: Barón Santa M.' Sepulcro, 20

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A ALGECIRAS: 14 nov , 3 y 22 dcbre.

A PALMA:

15 nov., 4 y 23 dcbre.

A BARCELONA: 16 nov., 5 y 24 dcbre.

•
III CRUCERO «FIN DE AÑO»

Salilla de BARCELONA; 26 diciembre a las 19‘00 horas
Llegada de BARCELONA: 7 enero a las 9‘00 horas
Escalas: GENOVA, ALEJANDRIA, FORT SAID, BEIRUT, HAIFA, GENOVA.
Precio por persona: desde Ptas. 8.400

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Avda. Antonio Mauro, 64 Teléfono 15303 |3 lineas) PALMA DE MALLORCA
2

¿Diminuyen
las
conversiones?
Rdo. P. Director:
Según las estadísticas, en los últimos tres años, es decir, desde el comienzo del Concilio, las conversiones del protestantismo al catolicis¬ mo han disminuido. Esto mismo afirmaba un Padre conciliar, en una intervención suya sobre la libertad religiosa discutida en esta tercera se¬ sión del Vaticano II, por lo que abogaba por una clara distinción entre libertad y verdad religiosa. Hablando del asunto en una tertulia de amigos, alguien relacionó la disminución de conversio¬ nes con el movimiento ecuménico actual. ¿Qué le parece a Vd?
G. S. — Palma
Es habitual en mí una actitud de reserva
frente a las estadísticas por lo que suelen tener de inexactas. Mi perplejidad aumenta cuando se anda con datos concernientes al espíritu. Me parece, por tanto, prematuro sentar conclusio¬ nes y establecer relaciones. En esta clase de hechos la historia suele operar a distancia.
Con todo, atendiendo el dato estadístico, se puede explicar el fenómeno de disminución de conversiones individuales por una actitud sico¬ lógica del momento, sin tener que relacionarlo
necesariamente con el ecumenismo de nuestros
días. Es muy natural que los protestantes, que parecen ser los que siguen más de cerca las se¬ siones y trabajos del Concilio de entre los her¬ manos separados, adopten, mientras dure el Concilio, una actitud de espectativa y se pre¬ gunten: ¿Qué hará el Concilio? Puede tam¬ bién explicarse el fenómeno por cierta confusión que reina en el ánimo de muchos, a raíz de
ciertos temas discutidos abiertamente en la sala
conciliar, como si tan sólo se tratara de mati¬ ces en la profesión de la misma fe. De ello me he dado cuenta hablando, sobre todo, con an¬ glicanos, tan cercanos a nosotros en la fe y práctica de un mismo Credo.
A mi entender, la conversión y el movimiento ecuménico son dos cosas diversas, dependientes ambas de la gracia de Dios. Cada una sigue un camino distinto, un proceso diferente, porque diferente es su naturaleza y su fin. La conver¬ sión individual es siempre resultado de un acto personal. Es una respuesta de la persona, como individuo, a la llamada de Dios.

cartas al director

«OBJECCION DE CONCIENCIAD
Rdo. Padre: En el último número de su re¬
vista se publicó un artículo propugnando el derecho a la «objección de coniencia». Días des¬ pués cayó en mis manos otro que defendía la opinión contraria. Alegaba en su favor que los que más se alegraron en Italia de la implanta¬ ción de tal privilegio fueron los comunistas, y añadía que el problema de los objetares es de falta de patriotismo que no debemos favorecer. ¿Con cuál de las dos debemos quedarnos?
G. Cañellas, Palma

1.
fl i a é II
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El artículo que usted menciona era tratado
en nuestra revista como «tema en estudio». El
autor no pretendía dogmatizar en él, sino ex¬ poner las ventajas de este privilegio que poco .a poco va implantándose en todos los países, y aunque no compartiera la opinión contraria, tampoco la excluía.
Además, debe usted tener en cuenta que los artículos firmados no representan el pensamien¬ to de la revista, sino el de sus respectivos au¬
tores.
Suponemos que el otro trabajo del que usted nos habla se fundará en argumentos más sólidos que los citados en su carta: un hecho no es bueno o malo por el aplauso que puedan darle los comunistas. Tenemos el caso —como ejem¬ plo— del Cardenal J. B. Montini, candidato de algunos periódicos comunistas para el supremo pontificado en el último conclave.
Si piensan como nosotros en este punto no por esto seremos comunistas. Como máximo podre¬ mos deducir que también ellos piden una ma¬ yor abertura en este campo, haciendo gala una vez más de su hipocresía: hablar de libertad los que se dedican a esclavizar naciones enteras!
Tratar a los objetores de antipatriotas nos pa¬ rece injusto desde el momento que admiten un servicio civil. No creemos que en Inglaterra, Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Ale¬ mania, Holanda, Francia, Estados Unidos, Aus¬ tralia, Nueva Zelanda y Canadá (países donde existe el derecho a la Objección) se fomente la falta de patriotismo.
No es que debamos reconocer tal derecho por¬ que así lo hayan hecho estos países, sino porque así lo exige un principio de civilización cristia¬ na: el carácter sagrado de la conciencia.
De todas formas el ser partidario de una u otra opinión es cuestión de criterios personales que debemos respetar.

Plaza San Antonio, 25-27
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4

cartas al director
D. CANDIDO SE DESPIDE
Sr. Director:
Siento tenerle que comunicar que hemos acordado, mi mujer y yo, que ya no escriba más en su revista. Dice ella que bastante tengo ya con los disgustos de la familia para que tenga que seguir soportando los que me vienen de fuera. Porque, como Vd. bien sabrá, a uno le resulta caro y doloroso a veces el manifestar sobre papel impreso todo lo que el mundo ha¬ bla y comenta en la calle. Eso de escribir como uno siente es un lujo demasiado caro para un pobre como yo.
Además, Vd. comprenderá que tengo mu¬ cho trabajo y que me es bastante difícil en¬ contrar un poco de tiempo para escribirle unas cuartillas. ¡ Y es que está todo tan caro, caram¬ ba! Ya ve Vd. los mismos colegios... Uno se ve obligado a mandar a sus chicos a un centro cualquiera, o tener que emplearse en varias ocupaciones para poder costear un colegio que sea algo decente.
Me pregunto, Sr. Director, si no será mejor que no les cobren impuestos a los colegios que no son estatales, para que nosotros, los padres, no tengamos que pagar tanto. ¿Y no sería me¬ jor que se distribuyeran en partes iguales entre todos los colegios, estatales y no estatales, los fondos públicos destinados a la enseñanza? ¿Acaso no provienen estos fondos del dinero de todos los españoles y no han de emplearse para beneficio de todos?
—¿Para qué hablar o escribir así, si no te van a hacer caso? No somos nadie, Luis, no somos nadie— me repite la mujer. Tanto me lo ha repetido estos últimos días, que ya he empezado a creerlo. No somos nadie, Sr. Direc¬
tor.
Gracias por todo, Sr. Director. Reciba un abrazo muy fuerte del amigo a quien las cir¬ cunstancias obligaron a sustituir su nombre por ese tan inocente (y que ha resultado ser tan sospechoso para muchos) de
D. CANDIDO
Sentimos —así en plural, porque estoy seguro de interpretar el sentir de muchos— que ya no pueda o no quiera seguir escribiendo en nuestra revista, al frente de una de sus secciones más leídas, ¡ palabra! Como Vd. siempre nos habló clara y sinceramente, no tengo ahora por qué poner peros a su decisión. La altura y nobleza
de sus sentimientos se traicionan en la carta.
—^Así es la vida,— nos decimos, D. Cándido, cuando queremos expbcarnos ciertas cosas que no acabamos de comprender. —Así es la vida— tam¬ bién, D. Cándido, con eso de los colegios. Quizá un día nos decidamos a tratar ese grave proble¬ ma que arrastramos desde hace mucho tiempo. Pero, quizá, sería mejor hablar antes de la ca¬ chaza española frente a problemas vitales. ¿No le parece, D. Cándido?

EDITORIAL
«DOflUMD» de loü tiempof^ nuevos
y\\/uestra generación vive la inquietud y la crisis del parto de una
nueva época. En esta conciencia colectiva de un alumbra¬ miento revolucionario de nuevas estructuras, procedimientos y le¬ yes y posibilidades para la convivencia y el desarrollo humano, la Iglesia ha tomado también una postura alineándose con otros orga¬ nismos en la raya paradójica de esta inquietud y de esta esperanza. Ha sido el Papa Juan XXIII, quien, recogiendo la conciencia de la Iglesia y el magisterio de sus predecedores, ha señalado en la Encí¬ clica «Pacem in terris» las características fundamentales de la época moderna, del signo propio de los tiempos nuevos: la preeminencia de lo económico-social, la irrupción de la mujer en la vida social y la igualdad política de todos los pueblos.
Esta revolucionaria y vertiginosa transformación de la humani¬ dad afecta de modo principal al deber misionero de la Iglesia. El cristianismo ha tratado siempre de transformar el mundo adaptán¬ dose en cada época a la estructura, a las exigencias y a la mentali¬ dad del hombre y de la sociedad. Ahora, en esta etapa, que desde el punto de vista católico pudiera denominarse como la época del Con¬ cilio Ecuménico Vaticano II, la Iglesia advierte que el mundo, sobre todo el mundo no cristiano, hasta el que había llegado la onda del mensaje evangélico a través de la acción admirable de los heraldos del Evangelio y de las obras misioneras, se ha transformado y sigue evolucionando profunda y rápidamente. Este hecho obliga a la Iglesia misionera a una seria reflexión sobre sí misma, sobre sus procedi¬ mientos, sobre sus errores tácticos, sobre sus nuevas posibilidades apostólicas, sobre problemas inéditos hasta el presente, sobre solu¬ ciones inesperadas, cargadas todas ellas de agudas preocupaciones e
inmensas esperanzas.
Una de las grandes venturas de la Iglesia en nuestros días es su creciente pasión de sinceridad, típica de las nuevas generaciones. El catolicismo no quiere tolerar un comportamiento de «Iglesia-aves¬ truz», que ocultara la cabeza bajo el ala para sostener una euforia catastrófica, al negarse a dar rostro valientemente a los problemas reales que la fe religiosa tiene planteados en la humanidad de nues¬ tros días. El Concilio Ecuménico Vaticano II ha sido y sigue siendo un vivo testimonio público de este afán de autenticidad, que hoy constituye una de las características más apasionantes de la Iglesia.
La misión que pudiéramos llamar clásica ha ido evolucionando en los últimos años. La mayoría de los pueblos no cristianos han despertado en lo político, económico, social y cultural. El signo so¬ cial está hoy inscrito en casi todos los procesos de independencia. La promoción de la mujer introduce un elemento verdaderamente revolucionario en la mayoría de los pueblos de Africa y de Asia. Todo el campo religioso, moral, social y político de las antiguas misiones se ha transformado en el breve espacio de unas décadas. Este hecho
transcendental determina automáticamente una revisión de la estra¬
tegia misionera. Por eso este año, el Día de las Misiones quiere llevar hasta millones de fieles esta inquietud y al mismo tiempo esta espe¬ ranza de la Iglesia misiónera.
5

En SXTECXi^
li.a.3r a.lg;o más
q[ue turistaiS
Sí, a usted quizá le ha extrañado esta referencia. Pero la Iglesia católica no so¬ lamente tiene misiones en el Africa Cen¬ tral o en la India, sino también en los paisese escandinavos. La diócesis de Es, tokolmo depende de la Sagrada Congre'■y gacióh de Propaganda Fide. En Suecia, con una población de siete millones y medio de habitantes, los católicos son tan sólo 27.500 repartidos en 19 parroquias y tres capillas.
Usted, cuando entrega su limosna para el DOMUND ayuda también a las Mi¬ siones de Suecia. Porque el dinero del DOMUND, después de pasar por las ma¬ nos del Papa, llega hasta las manos del Obispo misionero de Estokolmo. El mis¬ mo prelado, Mons. Taylor, Oblato de Maria Inmaculada, nos explica asi el
destino de los últimos subsidios recibidos
de la Obra de la Propagación de la Fe:
1. — 15.000 dólares, como contribución para la adquisición de un terreno para una iglesia. Hemos comprado una casa en Linkóping, donde para comenzar he¬ mos instalado una capilla. Esta capilla está servida por Padres Franciscanos, que llegaron a Suecia el año pasado. Linkóping es un antiguo obispado católi¬ co en el que hay que volver a hacer todo el trabajó después de la Reforma.
2. — 10.000 dólares como contribución
para una nueva iglesia en Malmó. La Sagrada Congregación de Propaganda Fi¬
de nos ha enviado esta suma para ayu¬
darnos a levantar las graves deudas con¬ traídas para la construcción de esta igle¬ sia, que es la tínica que existe en Suecia suficientemente grande para las necesida¬ des de la parroquia. A la vera de la
misma se han construido una casa parro¬
quial y locales para la parroquia. Sola¬ mente el precio para la construcción del templo se eleva alrededor de 200.000
dólares.
3. — 40.000 dólares como contribución
a la construcción de una iglesia en Góteborg (el precio total es de unos 160 000 dólares aproximadamente).
6

c/l tiempos HUBOOS,
• En el mundo de las misiones se
está realizando una verdadera
revolución.
• Toda la Iglesia debe prepararse para la nueva etapa misionera.
• Declaraciones de Mons. Angel Sagarmínaga.
un misionero pilotando un heli¬ cóptero: ésta es la imagen que, di¬ fundida por más de 300.000 carteles
anuncia este año la celebración del DO¬ MINGO MUNDIAL DE LA PROPAGA¬
CION DE LA FE, que tendrá lugar en todo el mundo católico el próximo 18 de octubre. La consigna del DOMUND este
año es ésta: «DOMUND DE LOS TIEM¬ POS NUEVOS — A TIEMPOS NUEVOS, MISION NUEVA».
Mons. Sagarmínaga —casi 40 años al frente de la Obra de la Propagación de la Fe en España— sigue pilotando con entusiasmo y brío juvenil esa gran nave de la ayuda a las Misiones, que es la Organización Misional Pontificia, cuya jornada oficial es el DOMUND.
—¿Qué objetivo tiene la consigna del presente año?
—En todo el mundo estamos asistien¬
do a una transformación ideológica, so¬ cial, moral, económica y política, que configura eso que ya se ha dado en lla¬ mar «los tiempos nuevos». Estas transfor¬
maciones se están realizando de modo
muy especial, con un signo casi revolu¬ cionario y al mismo tiempo con un ritmo vertiginoso, en el mundo no cristiano. Consiguientemente, debe cambiar la es¬
tructura misma de la obra misionera. El
DOMUND, que es una gran oportunidad para transmitir anualmente a los fieles los problemas vivos de la Iglesia misio¬ nera, quiere llamar este año la atención sobre esta nueva etapa de las Misiones, que oficialmente comienza con el Concilio
Vaticano II.
—¿Cuáles son las características de es¬ ta nueva etapa de las Misiones?
—Hay algo permanente en la vida mi¬ sionera de la Iglesia desde su nacimiento
hasta el retorno de Jesús al fin de los

THisián nueoa
tiempos: es esa exigencia de universali¬ dad, que pertenece a ia entraña misma de la Iglesia y que es la base y al mis¬ mo tiempo el impulso de la misión en to¬ dos los tiempos. Pero la catolicidad se realiza adaptándose en cada época a las características y a las posibilidades y exi¬ gencias reales de los pueblos. Hasta ha¬ ce poco, la misión, que pudiéramos lla¬ mar clásica, se verificaba primordialmen¬ te por medio de misioneros extranjeros; hoy se camina hacia un clero y una jerar¬ quía nativos. Antes existía casi exclusi¬
vamente el esfuerzo orientado a la pre¬
dicación y al ejercicio de la caridad; hoy, además, las Misiones reclaman con ur¬ gencia un gran trabajo de adaptación cultural y de promoción de carácter so¬ cial y técnico. La Iglesia misionera ha de aparecer cada vez más como una co¬ laboradora de todos los pueblos, que lu¬ chan en el orden humano, social, técnico, cultural, político y económico por un porvenir mejor.
—Entre tantos objetivos de la misión nueva, ¿cuál es la meta primaria de la Iglesia misionera en nuestros días?
—Yo creo que esta meta es llevar a de¬ finitivo término la gran «revolución mi¬ sionera», que se inició con el Papa Pío XI allá por los años 20: la naturalización de las Misiones. El objetivo de la Iglesia misionera es hacer que la Iglesia sea na¬ tiva de cada pueblo y no una realidad ex¬ tranjera. Este proceso se está verifican¬ do en los últimos años bajo un signo
alentador. Vea Vd. estas cifras: el año 1889 sólo había 870 sacerdotes nativos
en las Misiones. Hoy son 13.000. Pero to¬ davía es mucho más importante la pro¬ moción del clero nativo al episcopado. Puede decirse que exceptuando algunos casos aislados, esta promoción comienza bajo el pontificado de Pío XI; en 1940, siendo ya pontífice el Papa Pío XII, los obísipos nativos de las Misiones eran 28; hoy son 264 y entre ellos hay un carde¬ nal africano, otro indio, otro chino y un japonés.
—Si la misión cambia en la vanguar¬ dia, se transformará también la estruc¬ tura de la cooperación misional en la re¬ taguardia?
—Sinceramente creo que esta reforma y transformación es una urgente necesi¬ dad. Dé hecho las líneas de fuerza de la ayuda a las Misiones ya se están trans¬ formando en nuestros días. Hace poco

4. — 10.000 dólares para ayudar a las Hermanas Dominicas en Rógleback a re¬ construir una parte del convento con sa¬ lón para conferencias, destruido por un
incendio.

•

•

•

¿A dónde va el dinero del DOMUND?
Ya lo han visto ustedes. Va a todo el
mundo y por eso también llega a las
Misiones de Suecia. Cuando usted entre¬
gue su limosna el Día de las Misiones
para la Obra de la Propagación de la Fe, recuerde que está contribuyendo al des¬ arrollo de la Iglesia Católica en los paí¬
ses escandinavos. En Suecia no solamente
viven los turistas, que durante el verano vienen a buscar el sol de Mallorca. En Suecia está presente también la Iglesia Católica. Ella vive allí gracias al DO¬ MUND. O sea, gracias a usted.

☆

España ocupa el cuarto
lugar en la ayuda a las
Misiones
La colaboracibón de España a la Obra de la Propagación de la Fe puede consi¬
derarse como extraordinaria. El año pasa¬
do el DOMUND obtuvo en España la
cantidad de 68. 037.296 pesetas, supe¬ rando, en números redondos, en nueve
millones de pesetas a la cifra obtenida por el DOMUND 62. Esta notable colecta ha situado a España en un lugar de ex¬ cepción entre los países que prestan una colaboración más generosa a la Obra de la Propagación de la Fe. España, que ocupaba el pasado año el sexto lugar dt la recaudación absoluta, ha rebase do este año a Canadá y Francia, situándose en 4.° lugar, con una recaudación oficial en Roma equivalente a 1.053.232 dólares. Precede a España en la recaudación, Ita¬ lia con 1.360.000 dólares, Alemania con 3.260.000 dólares y Estados Unidos —ese gigante de la cooperación misional— con 12.732.973 dólares. La aportación de los Estados Unidos equivale aproximadamen¬ te al 50 % de la colaboración del resto
del mundo a la Propagación de la Fe.
La aportación española es de gran ca¬ tegoría, sí se tiene en cuenta que los pases que le preceden, Estados Unidos, Alemania e Italia, tienen un nivel de vida y un valor adquisitivo en su mone¬ da notablemente superior al de España.

7

Ateniéndonos a esta realidad, que es de justicia subrayar, España, de hecho reba¬ sa a Italia y se acerca a la aportación alemana, con lo que en realidad su puesto en el palmares de la generosidad misio¬ nera es el tercero. A esta reflexión debe añadirse que tanto ItaV.a como Alemania y sobre todo Estados Unidos tienen un número mucho mayor de católicos que España.
☆
Misioneros en todo
el mundo
En toda la tierra hay actualmente casi
dos mil millones de hombres que no co¬
nocen a Dios «como Padre»; que desco¬ nocen una Vida maravillosa y real, comu¬ nicada por Jesucristo a través de su Iglesia, mediante la cual todos pueden y deben llamarse y ser Hijos de Dios. Refiriéndose a ellos, repite todavía hoy Jesús: «...tengo otras ovejas que no per¬ tenecen a mi aprisco; también ellas de¬
ben ser conducidas a él».
Son en realidad, hijos que se encuen¬ tran todavía fuera de casa y que, incons¬ cientemente, llaman a gritos al Padre.
Todo cristiano que tiene la suerte de ser hijo de Dios, en la Casa del Padre, la Iglesia, es en algún modo responsa¬ ble de este retorno de los hijos que están lejos.
Es verdad ,el anuncio del Evangelio, la «Buena nueva» de la paternidad de Dios compete ante todo al Papa y a los Obispos: y ellos lo realizan a través de los apósto¬ les del Evangelio, llamados con una vo¬
cación extraordinaria. Están extendidos
por toda la tierra; en todo el mundo re¬ suena su voz; se sirven de todos los me¬ dios: escuelas, hospitales, asilos, iglesias; iluminan a pueblos enteros con la luz de la civilización; preparan en los Semina¬ rios locales a los sacerdotes hijos de esos pueblos; contribuyen a preparar los fu¬ turos directores de las naciones; reciben a menudo ingratitud y expulsión, a ve¬ ces se les exige el testimonio personal de la propia vida.
Pero su obra quedaría paralizada si no pudiera contar con una colaboración ha¬ bitual, asidua, constante, que, provinien¬ do de la retaguardia, les asegure la po¬ sibilidad de vivir, de trabajar, de hacer el bien «hasta que Cristo sea anunciado a todos los pueblos».
8

más de 25 años puede afirmarse que la Iglesia misionera solamente recibía ayu¬ da de obras u organismos específica y
exclusivamente misionales: las Obras Mi¬
sionales Pontificias y las obras particula¬ res de ayuda a las Misiones. Hoy, a este frente de cooperación misional se incor¬ poran nuevos organismos que directa o indirectamente por su carácter universa¬ lista o internacional, prestan una colabo¬ ración de extraordinario valor a la Igle¬
sia en las Misiones. Ahí está la Cáritas
Internacional; ahí está esa obra grandio¬ sa de los católicos alemanes «Misereor»;
ahí está la colaboración de los católicos
a la lucha contra el hambre, promovida por la F.A.O. y apoyada y estimulada vi¬ gorosamente por la Iglesia. Pero yo pien¬ so que la misión nueva reclama una re¬ forma de la misma Organización Misio¬ nal Pontificia más adaptada a las exigen¬ cias de los tiempos nuevos y a la misma
mentalidad de los católicos en nuestros
días. Porque es triste comprobar que de hecho hoy la cooperación de los católi¬ cos a las Misiones es insignificante y que la Iglesia misionera queda retenida ante actividades imprescindibles solamente por falta de medios materiales.
—¿Qué perspectivas ofrece el DO-
MUND de este año?
—Yo soy siempre enormemente opti¬ mista porque el DOMUND no me ha de¬ fraudado jamás. La última gran sorpre¬ sa fue el año pasado. Todos los años el
DOMUND va teniendo un aumento con¬
solador de cuatro o cinco millones de pe¬ setas sobre la recaudación del año prece¬ dente. Pues bien; el DOMUND de 1963
pasó en números redondos de 59 millo¬ nes de pesetas a 68 millones. El aumen¬ to fue de 9 millones de pesetas. Esto re¬ vela por una parte el interés creciente de nuestros católicos por la Obra de la Propagación de la Fe; pero también nos demuestra por otro lado que las posibili¬ dades de la generosidad misionera son casi ilimitadas y que, a pesar de estas cifras aparentemente brillantes, todavía
estamos en los comienzos de una gran
movilización de la generosidad misione¬ ra, porque 68 millones de pesetas nos dan aproximadamente una aportación media de poco más de dos pesetas por católico. Y los tiempos nuevos reclaman de la retaguardia una colaboración en personal, en ayuda moral y en aportacio¬ nes materiales que esté a la altura de las normales posibilidades que a la obra mi¬ sionera de la Iglesia se le ofrecen en nuestros días. La consigna del DOMUND 64 quiere llevar a todos los fieles esta in¬ quietud y esta esperanza.

12 de octubre
Día. consagrado
a los que oran
«PRO ORANTIBUS»

El Real Monasterio de Santa
Clara, primer convento de
clausura de Mallorca. Su vida
contemplativa empezó hace
más de setecientos años.

(Reportaje en exclusiva para EL HERALDO DE CRISTO)
Escribe: L. GARÍ-JAUME, T. O. R.

Me alegra y conmueve la iniciativa de CLAUNE (Comisión Nacional pro CLAUstros NEcesitados) de dedicar un día del año a los que oran «pro orantibus», no sólo por lo que supone de ayuda material y consideración humana hacia ellos, sino, sobre todo, por la profunda signifi¬
cación que puede tener para nosotros. Frente a un mundo que duda ya de todo y en especial de sí mismo, el silencio orante de los elaustros nos pone en presencia de la intangible verdad de Dios. En una hora en que los más graves temores son admisibles, ese «día» blanco de la oración viene a recordarnos que aún es po¬ sible la esperanza para ese pobre mundo que hemos edificado con manos impías. Mientras haya manos alzadas en eonstante imploración a Dios, no habrá motivo para temer o desesperar:
Dios está con nosotros.
Ignoramos las verdaderas razones que indu¬ jeron a los dirigentes de CLAUNE a fijar ese
día de «manos alzadas» en la histórica fecha
del 12 de octubre. No me parece una elección fortuita. Los españoles sabemos que fue la fe recibida a orillas del Ebro la que impulsó las

naves de Colón hasta el otro extremo del mar
desconocido. Y los españoles no debiéramos ol¬ vidar que la época de nuestra mayor expansión coineide con el tiempo de mayor afluencia a nuestros claustros. Quien recorre las viejas
ciudades castellanas eneuentra a cada paso un
convento o una iglesia abierta al culto o con¬ vertida en cualquier otra cosa. —¿Cuántas son las iglesias de Segovia? —Tantas como chime¬ neas —me respondió no hace mucho una mujer ceñida con el cordón de una promesa. ¡ Viejas iglesias y conventos de España, fortalezas de
Dios! A su sombra se forzó nuestra raza.
Un mundo de rodillas
Según las últimas estadísticas facilitadas por CLAUNE, los conventos de clausura de España son 935 eon una población total de unas 20.000 entre profesas y novicias, ¡ Todo un mundo de radillas rezando por ese otro mundo que vive de espaldas a Dios! España es la nación que. tanto relativa como absolutamente, posee mayor número de lugares acotados para el cielo, que

9

la «fémina andariega» de Avila gustaba en lla¬ mar «sus palormarcicos». Tiene en realidad cer¬ ca del 40 por ciento de los conventos del mundo.
De los once conventos de clausura que había
en el reducto amurallado de la ciudad de Pal¬
ma, a principios del siglo pasado, sólo quedan siete en la actualidad, j Siete conventos, como siete acrópolis que mantienen vivo el fuego sa¬ grado al viento del mar de nuestra historia! La ley de Mendizáhal, en 1836, al no permitir
la existencia de más de un convento de la mis¬
ma Orden en un mismo lugar, significó la ex¬
tinción de cuatro mansiones claustrales de las
que ni siquiera podemos admirar el polvo de sus ruinas. La gente que hoy va de compras al mo¬ derno y bullicioso Mercado del Olivar, no sabe que aquello fue un día lugar de oración y peni¬
tencia. De allí salieron, en mala hora, las treinta y cuatro clarisas que habitaban el desa¬ parecido convento de la Purísima Concepción, para incorporarse a la comunidad de Santa Cla¬ ra. j Ironía de la historia! Allí donde se inten¬ tó un día extenuar al hermano cuerpo con ci¬ licios y vigilias, se han instalado hoy Ceres y Baco para gritar sus mercancías. Y uno piensa con espanto que quizá no tarde en llegar la ho¬ ra, como ya les ha llegado a las dominicas del Convento de Santa Catalina de Siena, en que la iconoclasta planificación de nuestras calles obli¬ gue a las monjas de clausura a salir de la rui¬
dosa morada de los hombres en busca de para¬
jes más propicios para la oración y el silencio.
En Santa Clara
el tiempo se ha detenido
Alguien podría pensar por lo que llevo es¬ crito que he pasado horas y más horas cabe las rejas para llenar mi admiración por la vida de clausura. Debo confesar, no sin cierta confusión mía, que era la primera vez que me acercaba al torno de Santa Clara, cuando decidí hacer este reportaje. Hasta Santa Clara me había llega¬ do, alguna que otra vez, después de errar por el dédalo de callejuelas y patios íntimos que forman el viejo barrio de la Catedral, que mal llaman gótico por la mezcla de gustos y estilos diferentes. Atraía mis ojos la graciosa torre de campanas, con sus ojivas cegadas por celosías y la terraza con su pequeña cúpula que le da un
aire de minarete moruno, al divisarla en el azul desde el fondo de la calle de Santa Clara. ¡Ay, las campanas de Santa Clara que velaron mis vigilias nocturnas con su llamada a Maitines, al filo de media noche, antes de que obedecieran a la drástica «ley del silencio» impuesta a la ciu¬ dad. ¿No evocaban ellas, las tímidas campanas, los «silencios veladores» de la noche de que ha¬ bla San Juan de la Cruz?
Traspasado el portal que da acceso a un gran patio, tranquilo y desierto como una plaza de pueblo, me impresionaba siempre la profunda quietud de ese lugar llamado en otro tiempo

«Born de Santa Clara», tan animado que hacía la competencia al «Born» o paseo por excelencia de la aristocracia mallorquina.
Una vez pregunté a la «donada» si los turis¬ tas habían descubierto aquel rincón perdido de Palma. — Sí, algún que otro turista se llega por aquí. Por cierto, una vez, una turista (ligera de ropa, añadió, bajando la voz) estaba empeñada en que yo le abriera la puerta principal que sir¬ ve de entrada solemne a las mujeres que no piensan. salir jlamást. —Está; indicado en la guía — me quiso significar señalan¬ do con el dedo el punto de referencia. Desde luego, no lo está en la ruta turística de la ciudad que trazan las agencias. Y es una lástima, porque es aquí, en esta espeeie de isla dentro la balear mayor que es Santa Clara, don¬ de tiene algún sentido la frase sobradamente cé¬ lebre de «isla de la calma», con la que se insis¬ te en llamar a Mallorca. Yo aconsejaría al bue¬ no del turista que tiene tiempo para perder y alma para sentir, que se detuviera ante estos muros claustrales y escuchara su voz de siglos. De seguro que encontraría lo que el «slogan» le promete, pues, aquí, en Santa Clara, hace más de setecientos años que el tiempo se ha detenido.
Las orígenes se remontan
a los tiempos de la Conquista
Concerté la entrevista con la Madre Abadesa
para el día siguiente, a través del torno. Había llegado poco antes de las doce de la mañana y
a esta hora se cierra el locutorio. El torno de
madera, enclavado en pared blanca, tiene una fe¬
cha: 1889. Miro a mi alrededor y me convenzo
de que todo es mucho más viejo. Se trata, evi¬ dentemente, de una fecha de restauración. Gi¬ ra el torno y se me pasa un poco de materia para informarme: una breve monagrafía del convento escrita por una religiosa del mismo,
con motivo del VII Centenario de su Funda¬
ción (1260—1960), juntamente con un volu¬ minoso álbum de fotografías. Sin más, salí al patio inundado de sol y penetré en la penum¬ bra de la iguesia: en el coro velado por altas celosías y cortinajes oscuros, unas voces tímidas, lejanas, se contestaban con los latines de Sexta.
De las quince páginas de la monografía, es¬ critas con amor y estilo —llamémoslo mona¬ cal—, tan sólo extraigo lo referente a los orígenes del monasterio que se remontan a los tiempos de la conquista de la Medina Mayurka por Jai¬ me I de Aragón. Fue, exactamente, en 1256, tres años después de la muerte de Santa Clara, cuando vinieron dos clarisas de Tarragona para fundar el convento palmesano. Conocemos sus nombres: Sor Catalina Berenguer y Sor Guiller¬ mina, su hermana. Con la ayuda del Rey Don Jaime se compró por dos mil escudos el huerto propiedad de Don Bernardo de Santa Eugenia. Y allí, en pleno barrio árabe, apareció termina¬
da en 1260 la fábrica del convento. El 13 de

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enero, fecha slele veces centenaria en el recuer¬ do de las monjas, empezaba la clausura. A par¬ tir de entonces, reyes y papas rivalizaron en la concesión de gracias y privilegios al «más noble y grave» y más antiguo convento de Palma. En él se conservan, como oro en paño, unos corporales bordados por la mano de Santa Clara, aquella mano que un día empuñó la Custodia para abatir a los veinte mil sarracenos enviados por Federico II contra la ciudad de Asís.
La inédita colección de fotografías que Jeró¬ nimo Juan, con especial permiso de la Nuncia¬ tura, sacó de las dependencias, claustros, jardi¬ nes, huertos y otros rincones insospechados del ilustre cenobio, suple y compensa la imposible visita de estos lugares. Yo agradezco, sobre to¬ do, al artista fotógrafo que tuvo la suerte de en¬ trar en la clausura, la detallada reproducción en blanco y negro de una serie de obras pictóricas de la mejor escuela mallorquina, que bastarían por si solas para formar un notable museo.
Diálogo a través de rejas
Me había dicho la Madre Abadesa que las ho¬
ras de locutorio eran de 9’30 a 12 de la mañana

y de 3’30 a 6 de la tarde. A media mañana del día siguiente aguardaba solo, sentado en una gran silla frailera, frente a una doble reja de hierro, la llegada de la Madre Abadesa. Estaba en el locutorio de arriba (después supe que las monjas lo llaman «sa grasa», del castellano gra¬ da), pequeño, con dos bancos de madera a me¬ dio roer por el tiempo, destartalado... ¿Estaba
en una sala de la Edad Media? Un ruido inde¬
finible de pasos y ropas monacales me anunció la presencia de la Madre Abadesa. Se descorrió una cortina y aparecieron, al otro lado de la re¬ ja, en penumbra, tres bustos de monjas con un velo caído sobre sus rostros. ¡Seis ojos me mira¬ ban sin yo poderlos ver! Me sentí acribillado por sus miradas.
El diálogo brotó de la manera más espontánea. ¡ Que gran conversadoras son las mujeres de
clausura! Debemos creer a Santa Teresa cuando
se define: «Yo no soy para más de parlar». La vida de silencio debé de ser una gran escuela para aprender a hablar. Al principio era yo quien preguntaba, anotando las respuestas en mi bloc. Pronto comprendí que era mejor de¬ jarme llevar por la deliciosa conversación enta¬ blada a través de las rejas.

«...E/ silencio orante de los claustros nos pone en presencia de la intangible verdad de Dios.» En la foto, vista parcial de uno de los claustros de Santa Claro, con columnas octa¬ gonales que sostienen arcos ojivales, del tiempo de la fundación. (Foto - El HERALDO)..

La voz que atendía por la Madre Abadesa era agradable, persuasiva, un tanto imperiosa. Reve¬ laba una mujer de buen talante, segura de sí misma, inteligente (Por algo fue elegida Madre Abadesa). A las dos jóvenes monjas que estaban a su lado, las palabras les salían riendo, brin¬ cando, de la boca. Se mostraban la mar de ex¬ presivas. Su acento nativo les delató al momen¬ to: eran las dos hispano-americanas de que me habían hablado. Una es de Puerto Rico y la otra de Santo Domingo, pero las dos residentes en New York cuando decidieron volar, hace unos seis años, hacia nuestra «Roqueta» para encerrarse en este palomar de Santa Clara. Vi¬ nieron en busca de austeridad, pobreza... y la encontraron. No les preguntéis si viven conten¬ tas, porque les ríe todo el cuerpo cuando ha¬ blan y se quitan el velo de la cara, sin darse cuenta (y con perdón de la Abadesa), para en¬
señaros su sonrisa.
—Nos conocieron a través del P. Sebastián
Lliteras, T. O. R., residente en New York, —^puntualiza la Madre Abadesa. —¿Y qué fue lo que más les extrañó? —La pálida luz de las bombillas —respondió una de las americanas. ¡ Oh, qué bombillitas tan pobres! —añadió la otra. Se comprende, venían de New York, del imperio de la luz...
Me hablaron con entusiasmo y sencillez de su vida de oración, trabajo y penitencia, que sigue igual como en el medioevo. Excesivamen¬ te frías me parecen ahora, al releerlas, las bre¬ ves notas que tomé al calor de la conversasión. Renuncio a presentarlas. La pluma me traicio¬ naría a cada momento. Después de todo, no im¬ porta mucho saber si son cinco las veces que acuden al coro a salmodiar (la última, a me¬ dianoche, a cantar Maitines), o si trabajan seis horas, ocupadas en el cultivo de sus dos huertecillos conventuales o en cualquier otra obra ma¬ nual. Tampoco interesa mucho conocer la rece¬ ta de las famosas acoques», especialidad de Santa Clara, porque su secreto está en la habili¬ dad con que se amasa la pasta, o si cenan de «sopes» mallorquínas todas las noches del año y después, a las nueve, van las veintidós mon¬ jas a descansar en pobres compartimientos ins¬ talados en un vasto dormitorio, capaz para se¬ senta clarisas, que mide 83 metros de longitud. Lo importante es saber que aquí, en Santa Cla¬ ra como en cualquier otro convento de clausu¬ ra, se vive, ora y trabaja en alegría y paz bajo
la mirada de Dios. Y de esto uno se da cuenta
con sólo acercarse a las rejas.
{No publique^ por favor,
estas fotografíasi
Llevaba máquina y flash, por si acaso... Su¬ pliqué a la Abadesa si querrían sacarme algu¬

nas fotos de los rincones más pintorescos de la clausura para ilustrar este reportaje. En la co¬ lección de Jerónimo Juan no aparecían las mon¬ jas y yo las quería con ellas. No hubo reparo alguno. —Las dos americanas entienden un po¬
co de eso— añadió. Y fue cuando les enseña¬
ba el manejo de mi máquina y flash, que vi el momento oportuno para sacar algunas fotos in¬ teresantes. Aproveché la oportunidad, lanzando tres o cuatro disparos rápidos. Cada explosión de flash les cogía de sorpresa. Las dos jóvenes monjas, para ver mejor mis indicaciones, se habían quitado el velo de la cara. —¡ Están con la cara descubierta! —les gritaba la Abadesa. El último disparo sorprendió la man>j de la Aba¬ desa bajando el velo a una de ellas. —: Ay, ha¬ brá salido esa mano sucia de pelar patatas esta mañana! —gemía. Vuelta en sí, componiéndose otra vez su voz y porte, me dijo muy seria: —Acaba de portarse como un periodista. Le hablo ahora como a sacerdote que es. ¡No pu¬ blique, por favor, estas fotografías! —Bueno, Madre, descuide —acabé por decirle, sin estar muy seguro de lo que haría. Convenimos des¬ pués en trasladarnos, cada uno por su camino, al comulgatorio de la iglesia para sacarles unas fotos conformes: ¡ Con la cara cubierta! Y ahí están, en la foto que encabeza este reportaje, tomadas de espaldas y mirando el precioso re¬ tablo del «Combregador», las tres monjas de mi aventura periodística.
—^Descuide, Madre, descuide. ¡ No publicaré fotos de monjas con la cara descubierta! —tuve que repetirle, a la despedida, para tranquilizar¬ la. La llamé esta vez Sor Bienvenida, el seudó¬ nimo que me dio ella al preguntarle su nom¬ bre, a poco de iniciar esta entrevista. (Demasia¬ da modestia, le diría su Madre Santa Clara, quien ha consentido que su nombre patrocina¬ ra nada menos que la televisión.)
—¡ Descuide, Sor Bienvenida! Le prometo
obediencia.
Al día siguiente, me presento al tomo con el caiTete revelado: una treintena de bien logradas fotos. A la verdad, hicieron buen trabajo mis dos alegres aprendices. A la vista están dos de sus fotos, resaltando mi escrito. Pero, también ellas hicieron de las suyas. ¡ Dispararon en al¬ gunas tomas a la cara sin velo de sus herma¬ nas! —¡ Pobrecitas, habrá que pedir perdón a la Abadesa en el próximo capítulo de culpas! —digo para mis adentros.
—Por favor, no publique fotos de monjas con la cara descubierta, —me recordó la Abadesa.
—Pero, ¡ Madresita, qué foto tan bonita!—, alegó una de las dos americanas, refiriéndose a una foto que le saqué a ella, sonriente, entre las barras del enrejado. —¡ Podría atraemos voca¬
ciones!
—Pongo el asunto, continuó la Abadesa, bajo

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«En Santa Clara, como en cualquier otro convento de clausura, se vive, ora y trabaja en paz y alegría bajo la mirada de Dios.» En la foto vemos a una monja cuidando con mimo
las celebradas y olorosas «aufabegueres» de Santa Clara (Foto - EL HERALDO).

su responsabilidad. Pida, si quiere, permiso al Vicario General y veremos después lo que de¬
cide el Discretorio del convento.
No hubo necesidad de consultarlo al Discre¬
torio, porque el Vicario General, dada la crítica situación de la diócesis (la muerte del Obispo se esperaba de un momento a otro), no quiso comprometerse. No me extrañó. Las fotos, por tanto, seguirán sin ver la luz pública. Repre¬ sentan un caso nuevo no previsto por unas Cons¬ tituciones escritas sobre pergamino del siglo XIII mucho antes que Gutemberg iniciara la civiliza¬ ción del papel impreso. Y no seré yo quien las haga salir. No quiero turbar la conciencia de estas santas mujeres. Me basta haberlo hecho una vez, sin querer ni imaginarlo siquiera, con un artículo aparecido en el pasado número de Junio de esta revista, cuya lectura en un refec¬ torio de monjas sin clausura tuvo que suspen¬ derse. No, no seré yo quien haga salir a la luz pública estas benditas fotos.
Mi «souvenir» de Santa Clara
En Santa Clara no hay teléfono, ni radio, ni neveras, ni estufas eléctricas... La civilización

del siglo XX no ha entrado todavía. Hay mon¬ jas que no han visto jamás un automóvil. Pero en Santa Clara hay muchas de esas cosas anti¬ guas que tanto gustan hoy a la gente y que compran los turistas. Hay relojes de arena, por ejemplo, que todavía se usan para contar frac¬ ciones de treinta, quince y hasta cinco minutos. Así la monja sabe que, una vez pasados, de arri¬ ba a abajo, todos los granitos de arena en el re¬ loj del locutorio, tiene que concluir su visita de media hora. Cada monja tiene su reloj de arena. Me bastó con expresar mis deseos de po¬ seer uno, para que las tres monjas fueran en busca de relojes. —¿Cómo lo quiere? —Me es igual, pero que sea viejo, muy viejo. Será un gratísimo recuerdo de esta inolvidable entrevis¬
ta.
El reloj que me entregaron por el torno era de media hora. Precioso «souvenir» que los tu¬ ristas no encontrarán en las mil y una tiendas de Mallorca. ¿Cuántos años tendrá? Sólo Dios lo sabe. En Santa Clara, tanto los Siglos como las horas y los minutos se cuentan con grani¬
tos de arena.

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COLEGIO RAIMUNDO LULIO

oúra gigantesca para
una barriada madrileña

Eduardo Rojo es un muchacho de 28 años,
nacido en el Puente de Vallecas. Es un poco
soñador y, como tal, siempre ha deseado lo mejor para sus vecinos...
Fr. Eduardo Rojo es un franciscano de 28 años, destinado por sus Superiores al Colegio Raimundo Lulio, sito en la Av. de San Diego, 63, Puente de Vallecas...
Una tarde, Eduardo Rojo pasó por allí a la hora de salida de clase. Cientos y cientos de chavales sonrientes, cuentan a sus madres las últimas aventuras colegiales del día, el partido de baloncesto o los lugares que han ganado en clase. Y comprende entonces la maravillosa realidad que tiene ante sus ojos: un colegio pa¬
ra más de 3.000 alumnos.
Sin poder evitarlo, picado por la alegría y la curiosidad, penetra en él.
—Buenos días. Padre, ¿podría visitar el cole¬ gio?
—¡No faltaba más! Tenga la bondad de es¬ perar hasta que hayan salido todos los mucha¬ chos y yo mismo, con mucho gusto, se lo en¬
señaré.
Con los ojos desorbitados por el asombro, nuestro visitante contempla la maravillosa ca¬ pilla, con su jardín interior, todo un poema de luz, sencillez y arte exquisito; los campos de deporte; los laboratorios, donde nada sobra y nada falta; las aulas, perfectamente orientadas; los comedores; el salón de actcs, con una ca¬ pacidad de 850 butacas, una joya del funciona¬ lismo imperante, con una iluminación que para sí quisieran algunas salas de altos vuelos...
—¡ Esto es maravilloso... I
—Sí, amigo mío, pero sólo ha visto usted el esqueleto. Si no tiene alma, no será más que un monumento. Hay que corresponder a la obra que la Providencia ha puesto en nuestras manos trabajando sin cesar por la elevación humana y cristiana de nuestra barriada.
—¿Proyectos?
—Esto no puede ser solamente un Centro de Primera o Segunda Enseñanza. Tiene que cons¬ tituir un foco de irradiación cultural y religiosa para toda la barriada.
““¿Medios?
“Aparte de las clases normales, la academia nocturna, los seminarios de especialización, el club deportivo, la asociación de padres de fa¬ milia, las revistas orales e impresas y, si Dios quiere, una emisora de radio.
—¿Cuánto ha costado esta gigantesca obra?
“Tirando muy por bajo, puedo asegurarle

oue llevamos ya gastados unos 32 millones de
pesetas.
—Habrán contado ustedes con muchas cola¬
boraciones...
—Perdone. Hasta ahora, todo el dinero in¬ vertido en esta obra ha salido de los desvelos de nuestro M. Rdo. P. Provincial, a quien
nunca podrá agradecer el Puente de Vallecas
una obra de tanta trascendencia. Ultimamente, se nos ha concedido un crédito que servirá pa¬
ra terminar la primera fase de nuestros pro¬
yectos.
—Le aseguro que estoy impresionado de
verdad...
—Ahora, si me lo permite, voy a ser yo quien le pregunte a usted.
—Encantado, Padre.
—¿Había soñado con algo igual para su
barriada?
—Como utopía, puede ser. Como cosa reali¬ zable, jamás.
—¿Qué cree usted podrá representar todo esto para Vallecas?
—Si llevan a efecto sus planes, sencillamente: su radical transformación para dentro de muy pocos años, sobre todo si entre ustedes reina
la armonía...
—De eso, puede estar totalmente seguro. Na¬ turalmente, siempre habrá gente maliciosa que hablará lo que quiera procurando llevar el agua a su molino, pero eso es algo que ya parece tiene que ir inherente con nuestra vocación
sacerdotal.
—En este caso concreto, lo que cuentan son los hechos. Obras son amores, que no huera*razones... Como Vd. dice, Vallecas nunca po¬ drá agradecer a la T.O.R. una obra tan mara¬
villosa. ..
—Al Señor, amigo mío, al Señor. Nosotros no somos más que sus pobres Ministros.
—Como natural del Puente de Vallecas, me siento orgulloso de esta obra y de quienes la
han llevado a término.
—Como Sacerdote, me siento orgulloso de la
actitud de Vallecas con respecto a nuestros ideales.
—Padre, estoy incondicionalmente a su dis¬ posición para cuanto gusten. Ante una obra de estas dimensiones, todos tenemos que cooperai según nuestras fuerzas.
—Encantado, amigo. Tendremos muy en
cuenta su colaboración.
—Mi nombre es Eduardo Rojo, vallecano... —El mío. Fray Eduardo Rojo, de la Tercera Orden Regular de San Francisco...

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fttuif Udo.
P. ANTONIO BAUZA
reelegido
THinistro Prooinciat
de la 7i. O. 'R.
en Sspaña
En la mañana del pasado día 11 de sep¬ tiembre, el Rdmo. P. Thomas Edwards, Delega¬ do General, leyó solemnemente ante la Comu¬
nidad del Real Convento de Palma el decreto de
promulgación de la nueva Curia Provincial inte¬ grada por los siguientes miembros; hAvy Rdo. P. Antonio Bauza, Ministro Provincial; Rdo P, José Roig, Custodio Pral.; Rdos. PP. Esteban Cloquell, Juan Ramón, Rafael Ginard Amorós y Antonio Pericas, Definidores Proles.; Rdo P Ga¬ briel Ferrer, Secret Pral. Al final del acto, los
nuevos curiales fueron cálidamente felicitados
por todos los asistentes.
Desde las columnas de EL HERALDO, puestas siempre al servicio y honra de la nueva Curia, queremos dirigir una especial salutación al hombre que ha dado un nombre a nuestra Provincia. Nos referimos al Muy Rdo. P. Antonio Bauzó, reelegido ahora, por tercera vez y previa postulación a la Santa Sede, Ministro Provincial de la T. O. R. en España y las Américos. En los años de 1946 a 1952 había ya estado en el primer puesto de la Provincia, ini¬ ciando una inmensa y firme obra de promoción en todos sus órdenes que ahora, después
de las grandes reolizaciones de los últimos dos trienios ol frente de lo mismo, le ha valido un excepcional voto de confianza como ningún otro jamás mereciera en toda la historia de
la Provincia.
Esta inusitada confirmación en el supremo ccrgo demuestra por sí sola la talla y valía de ese hombre de proa en quien Dios y nuestra Provincia se han confiado plenamente No vamos, por tanto, a reseñar siquiera la ingente y prodigiosa labor realizada por el P Bauzó durante sus largos años de gobierno, conocida en parte por nuestros lectores a través de nuestros siempre elogiosos y sinceros comentarios sobre estas mismas páginas. Con estas líneas, al felicitar al P. Bauzó y felicitarnos en su reelección como Ministro Provincial, sólo queremos rendir público homenaje de amor y gratitud al hombre que lo ha dado todo a la Provincia y que es portador en su alma de la mejor de nuestras esperanzas.
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Excmo. y Rvdmo.
Sr. Dr. D.
^dúi incilo Du,.
Obispo de Mallorca (1906-1964)
Descansó en la paz del Señor, en Palma de Ma¬ llorca, el 21 de septiem¬
bre de 1964.
«Cuando se trata de hacer balance de toda la vida, es difí¬
cil no encontrar fallos. Yo he tratado de hacer el bien en todas
partes y a todos. Si alguno se cree ofendido por mí o tratado con menos ¡usticia, yo le pido perdón. Asimismo perdono a todos aquellos que me han ofendido o me han negado su colaboración. De las obras que han visto los hombres, ellos hablarán y critica¬
rán; de las que ha visto Dios, Él juzgará con benignidad.» (De la
carta dirigida a sus diocesanos, después de haber recibido los Ultimos Sacramentos. Madrid, 15 de julio de 1964 )
16

IN’
■^Pastor y Padre.» Quizá por un acuerdo tácito entre los cora¬ zones de todos los periodistas de la isla. Quizá por un recuerdo emocionado a la obra y persona del Papa Juan. Pero ahí está el dato.
Todos los rotativos de Mallorca se lo han tributado a su señor Obis¬
po: Pastor y Padre.
Pastor —guía, luz, defensa-— por su acabada preparación cien¬ tífica, por su madurez intelectual: Doctor en Sagrada Teología en la Universidad Gregoriana, Licenciado en Sagrada Escritura en el Pon¬ tificio Instituto Bíblico, profesor en el Seminario de Vitoria y en el de: Madrid, Vice-Director del Instituto «Francisco Suárez» del Con¬ sejo Superior de Investigaciones Científicas, Director de la revista «Estudios Bíblicos», colaborador en múltiples publicaciones, escri¬ tor, exégeta..., y últimamente -^lo saboreamos todos aún con orgu¬ llo— Presidente de la Comisión Litúrgica del Concilio. Sí, en reali¬ dad le cae bien el calificativo de Pastor al que en sus cartas y pas¬ torales diocesanas —quede como dato curioso el haber sido él pre¬ cisamente el primer Obispo español que se enfrentó con el problema de una Pastoral del Turismo, en un Boletín Oficial del Obispado, ya
en 1961— nos iluminaba con su sabia doctrina.
Y Padre ■—que es amor paternal, desvelo, entrega de sí mismo—. Queridos lectores, sincerémonos humildemente, ¿no ha sido quizá esta última cara de nuestro señor Obispo, la de Padre, y tal vez por fallo nuestro en el contacto, en la aproximación, un rasgo tardíamen¬ te apreciado? Si para alguien hubo dudas, éstas deberán desvane¬ cerse para quedar claro solamente un hecho: el del amor de nues¬ tro Obispo a su diócesis y a cada uno de nosotros, sus diocesanos.
Porque la hora de la sinceridad auténtica, que es la hora del sufri¬ miento y de la muerte, ha sido en él hora de amor. Y estos momen¬ tos dramáticos del final previsto y temido no se improvisan. Son mo¬ mentos de sinceridad en los que el corazón humano se da a conocer tal cual es, tal como ha venido preparándose a lo largo de su vida. Pues bien, ahí quedan sus cartas transidas de amor, su pensamiento constante en la isla amada, su ofrecimiento de víctima por el bien del rebaño que le tocó apacentar. Ahí queda, definitivamente, su volun¬ tad y decisión de venir a morir entre nosotros...
Pastor y Padre, luz y amor: he ahí la obra humana y el mensaje espiritual que ha dejado tras de sí, como estela luminosa, nuestro señor Obispo desaparecido, el doctor don Jesús Enciso Viana.
El «Heraldo de Cristo», que ha seguido sus directrices y se ha hecho eco de sus preocupaciones pastorales, quiere también ahora rendirle el tributo filial de su recuerdo sincero. — A. P.
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18 de octubre

^anoni'^CLCÍón JÍq loó
MARTIRES DE UGANDA

De Ediciones Combonionas hemos recibido, po¬ ro su divulgoción entre nuestros lectores, los dos siguientes obras: Los Mártires de Uganda, por José Bedushi, y Uganda, tierra de mártires, por Morie-André du S. C. De esto última reproducimos el prólo¬ go escrito por Daniel - Rops

«¡No, yo no traicionaré la fe de mi bautismo! j No, yo no consentiré en volver a los dioses pa¬ ganos! ¡ Prefiero morir, quemado vivo, antes que
ser traidor a Jesucristo!».
¿En qué momento de la historia nos hallamos? ¿En la Roma de las grandes persecuciones, y esa voz joven que proclama así su fidelidad a la Palabra es la de una Santa Blandina, de una
Santa Inés o de uno de sus hermanos? No. Nos
hallamos en el siglo XIX, hace poco más de 75 años, y los documentos son numerosos, formales. Esta página de la Leyenda áurea es una página de historia, muy cercana a nosotros.
Esos jóvenes que van a morir son africanos, todos; tienen de catorce a treinta y cinco años. Alineados unos junto a otros, son envueltos en cañizos de bambú que van a ser su mortaja ar¬ diente. Ante ellos se agitan los verdugos, con el rostro embadurnado de arcilla roja y rayado con gruesos trazos de hollín, con la cabeza eri¬ zada de plumas y el cuerpo ceñido con pieles de fieras. Pero este ceremonial amenazante, los cantos de muerte, la vista misma de la hogue¬ ra que se prepara, nada hace, nada hará men¬ guar la entereza sublime de aquellos jóvenes luchadores. Excepto tres o cuatro, indultados en el último momento —y gracias a los cuales conocemos los detalles de esta impresionante historia—, todos murieron en la misma exalta¬ ción gozosa, sin dejar traslucir el menor signo
de debilidad. El heroísmo sufrido de los már¬
tires de los primeros siglos que a veces nos sen¬ timos tentados a creer magnificado, embellecido por los hagiógrafos, se nos presenta aquí en to¬ da su cruda realidad y en condiciones que no
admiten vacilación.
Esta página de la historia reciente de la Igle¬ sia es la que evoca el libro de Sor Marie-André del Sagrado Corazón: el martirio, en 1886, de unos pajes y soldados de Uganda. La Iglesia, como se sabe, proclamará próximamente de ma¬ nera oficial una santidad que no ofrece ningu¬

na duda a quien ha leído el relato de este dra¬ ma. Pronto veremes, en la basílica de San Pe¬
dro iluminada, brillar los estandartes con las efigies de estos africanos; y oiremos al Vicario de Cristo rendir públicamente homenaje a los que se hicieron sus testigos. Y el libro de Sor Marie-André, tan vivo, tan claro, tan fiel, con todas sus páginas apoyadas en referencias pre¬ cisas y documentos, contribuirá grandemente a
hacer en cierta manera tocar con el dedo ese
heroísmo tan grande que desconcierta a la pri¬ mera impresión. Será como una prolongación del proceso canónico que culmine en la canoni¬
zación.
—¿Quién dudará de la calidad, de la solidez de esta obra, si sabe quién es Sor Marie-André del Sagrado Corazón? Religiosa misionera de Nuestra Señora de Africa, es decir, hija del cardenal Lavigerie, ocupa un lugar destacado dentro de esa blanca familia a la que tanto de¬
be el continente africano. Doctora en Derecho,
ha consagrado al Africa intertropical estudios de sociología y psicología social que han abier¬ to a numerosos lectores perspectivas nuevas. Sus obras La mujer negra en el Africa occiden¬ tal y La condición humana en el Africa negra constituyen estudios de base en los que muchas páginas llevan también a la meditación; hay que releer su Civilizaciones en marcha, apareci¬ do en 1956, para comprender las razones pro¬ fundas de las actitudes que después han adop¬ tado las jóvenes naciones africanas nacidas de la independencia. Y conviene señalar que, a di¬ ferencia de muchos sociólogos para los que só¬ lo cuenta el documento estadístico, Sor MarieAndré sabe contar, evocar, pintar. La gran ex¬ periencia que tiene de Africa le suministra en todo instante la palabra justa, el detalle que hace revivir. La historia, según ella la concibe, es sin duda esa «resurrección viva del pasado» de que hablaba Michelet.
Sería de desear que en todas las escuelas cristianas se leyeran las páginas de este libro,

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en especial las que relatan la muerte de los jó¬ venes mártires. La larga y lenta marcha de los condenados —porque fueron conducidos lejos de todo poblado para morir—; los preparativos, más lentos todavía, del suplicio, como si los ver¬ dugos quisieran añadir al horror físico un ma¬
yor tormento moral; las vigilias de oraciones de los heroicos jóvenes, todos los detalles que nos
presentan las piezas del proceso de canonización y que con tanta fuerza encogen el corazón y arrancan lágrimas, todo esto es necesario que lo oigan los jóvenes de nuestro tiempo, para los que la fe cristiana es a menudo facilidad, hábi¬

to, rutina. El hecho de que ninguno de estos africanos apostatara ante la suerte atroz que le esperaba confunde el espíritu y ensancha el al¬ ma. Las cristiandades africanas, hoy totalmente dueñas de sus destinos, esas jóvenes Iglesias en
que la Iglesia pone tanta esperanza, no tienen, ante Dios y ante los hombres, mediadores y tes¬ tigos más valiosos que esta larga fila de afri¬ canos sublimes que vemos avanzar hacia las lla¬ mas de la hoguera entre cánticos e himnos, y como en los mejores tiernos de las gestas de los mártires orar también por sus verdugos.

FALLIMENT
De Veixutor infecunda del concepte en vull crear un verger. El medi inepte
demará al cervell un dur treball:
suor i fadiga, bofegues i cali. Se’n desfarà de l’àrdua exigencia amb la imaginativa, que és potencia avesada a prestar un bon servei en les difícils tasques de tal llei.
Farà un bell sementer
si és encertat el pensament primer. Hi sembrarà després, en dreta línea, altres idees. Del bon gust la sínia les regarà amb frescura de bells mots i treuran verdes fulles i verds brots. Llavores el cervell, si això no basta, cercant i recercant per dins la vasta eixamplitud de son màgic casal, trobarà més llacor i pertret verbal. Els verds plançons esdevindran arbreda de fullatge lluent, com a de seda.
I els arbres tornaran encar més bells
quan els pobli de fruites i d'aucells. De fruits de plata o d’or podrà parlar perquè la boca no els ha de tastar. Sens que orella ni ull
s’adonin de l’embull, si vol, fingirà aucells de mil colors i de cant argentí, aurós, melós. I com que prescindim d’hivern i estiu, tot l’any podrà quiscun bastir son niu; ni res hi fa si hi coven aus de pas, de les que a terra estranya fan el jaç.
Si, finalment, s’hi posa una donzella —és clar, una mai vista meravella de finura i beutat— que esplaia allà son cor enamorat, estarà ja el verger molt bé, molt bé, molt bé, segons mon pobre seny... inepte, inepte per fer equilibris sols de pur concepte.
P. Miquel Colom, T. O. R.
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cuestiones lullanas

P R I E D R A S PRECIOSAS

^Continuación)
No encontramos, desde luego, en los escritos lulianos todos los nombres de los piedras pre¬ ciosas. Cita Llull solamente los de aquéllas que eran más habituales en la joyería de su tiempo. Pondremos por orden alfabético su pequeño elenco, con algunos de los textos donde apa¬ recen las designaciones de dichas piedras.

CALCEDOYNE.—Es la calcedonia. Nótese
que para Llull es del género masculino, segu¬ ramente por influencia de los demás nombres de piedras preciosas, la mayoría de los cuales son masculinos. La palabra ofrece la metátesis —yn— por —ni— y ese grupo puede represen¬ tar el nuevo sonido ñ. No poseemos más que el siguiente texto: «La esmeralda y el mármol son metales del agua... y lo calcedoyne y el topacio, del fuego» (Proverbis, pág. 219).

CARBONCLE.

Se encuentra también la

forma carhonclo (iguel que onde y ondo). El hecho de citar los nombres carbonde y rubís uno a continuación de otro, demuestra que Llull no
consideraba como sinónimos dichos nombres:

«A vos. Reina de reinas. Virgen de vírgenes,

carbonde, rubí, esmeralda y zafiro de todas pie¬ dras preciosas» (L. d’Intenció, pág. 344). «De

esperanza son cumplimiento, eorona, rosa y

viola, rubí, diamante, carbonde, esmeralda y za¬ firo». (Ih. pág. 363). «En el zafiro y en el rubí y en el carbonclo que son piedras precio¬

sas» (Sancta Maria, pág. 90).

DIAMAN. — No aparece esa palabra, y aún en esa forma, más que en el texto que acaba¬ mos de citar: «De esperanza son cumplimiento, corona, rosa y alhelí, rubí, diaman, carbunclo, esmeralda y zafiro» (L. d’Intenció, pág. 363).

ESTOPACI. — Es el topacio. La prótesis es — será debida a la analogía con otras palabras

que empiezan de una manera parecida. Sólo hemos hallado los dos textos siguientes: «La esmeralda y el mármol son metales del agua... y la calcedonia y el estopad, del fuego« (Pro¬ verbis, pág. 219). «Blanca flor de lirio, rosa, estopad y viola» (L. d’Intenció, pág. 368).
PROFILI. — Como se sabe, no es una piedra
preciosa, sino un mármol fino, el pórfido. Si
Llull lo enumera entre las piedras preciosas, lo hace seguramente forzado por la necesidad del consonante. Aparece la palabra únicamente en ese texto: «Sots peyra sabs que ha saffili — maragde, robís e profili» (Rims I, pág. 54).
GRANADA. — Se trata del granate. Ealta en el DCVB esta acepción, que se encuentra bajo el artículo GRANAT. No hay más que un solo texto: «La esmeralda y el mármol son metales del agua... y el rubí y la granada, del aire (Proverbis, pág. 219).
MARACDE. — Es el nombre de la esmeral¬
da. Es del género masculino. Presenta esa serie de variantes ortográficas: maracda, maracde, maragde, meragde. Textos: «Cuéntase que en el anillo del rey el oro y el maracde se disputaron» (Arbre de Scienda II, pág. 431). «Lo maracde y el mármol son metales del agua» (Proverbis, pág. 219). «Bellos palacios y bellas cámaras que serán de oro y plata y de piedras preciosas, a saber, rubíes y maragdes y zafiros» (L. del Gen¬ til, pág. 283). De la esmeralda dice Llull, no sabemos por qué motivo, que causa alegría: «Así como el hierro que corta o la sal que sala o lo meragde que alegra» (Contemplació V, pág. 40).
(Concluirá)
P. Miguel COLOM, T.O.R.

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HUAMACHUCO: cartas Q noticias

El Prelado de Huamachuco
nos comunica sus impresiones
sobre la visita a varios pue-
blecitos de Pataz, en compañía
del P. Oliver.
Lo más interesante...
«Lo más interesante fue la
visita a Queros de Chilia. Lle¬ gamos ya en la oscuridad de la noche. Menos mal que el
caballo ve de noche. Yo no
veía si estábamos caminando
sobre algún puente, o sobre peñascos u otros sitios. No sc podía distinguir nada absoluta¬ mente. Llegamos por fin. To¬
do el mundo estaba ya acosta¬ do. Llamamos a una puerta,
se asomó una vieja y nos in¬
dicó dónde habitaba el alcalde.
Más adelante encontramos
una casa abierta, saludamos a un hombre que había dentro, que nos recibió muy complaci¬
do. El mismo fue a avisar a
las autoridades que inmediata¬ mente se presentaron a salu¬ darnos, marchándose en segui¬ da a prepararnos, así dijeron, la cena. Nos quedamos con aquel buen hombre y su mu¬ jer, en un cuarto grande, con pavimento de tierra, y lleno de trastos, trapos y suciedad. A
un lado había dos camas lle¬
nas de peques, tres niños en una y dos niñitas en la otra. La mujer tenía otro en brazos,
llorando.
Sentados, hablamos de mu¬ chas cosas durante dos horas».
La grande cena...
«Por fin regresaron las au¬ toridades. Esperábamos una ce¬ na de postín. Casi seguro ha¬

bría un buen caldito, revuelto de conejo de Indias, etc. etc. Pero vimos que traían una ca¬ fetera grande bien negra de hollín; pusieron una grande ta¬ za sohre la mesa, la llenaron de agua caliente, una cucha¬ rada de azúcar y otra de café; una tortita de pasta frita, y... —Servidos, Monseñor. Aquello
fue la cena».
«—Y para dormir? —Aquí mismito, Padresitos. Y el huen hombre empezó a preparar unas mantas en el suelo, otra para almohada, dos más para cubrirnos, y... —¿Qué les parece? —¡Muy
bien! Nos echamos. Pensando
que habían empleado dos ho¬ ras en preparar aquella gran¬ de cena, (con el hambre que llevábamos encima) no pudi¬ mos aguantar más y estalló la risa. No sé qué tuve que in¬ ventarme para que aquel po¬ bre hombre no sospechase que
nos reíamos de él.
Noche toledana...
«Pero la cosa no acabó aquí.
Al cabo de cinco minutos apa¬
garon la luz. La mujer se puso en la cama de las niñas, y el
hombre en la de los niños. Al
pequeñín le habían colocado en
una hamaca formada con un sa¬
co colgado por los extremos, con unas cuerdas, del techo... Y empezó la vigilia. Las pul¬ gas embistieron de tal forma que me dejaron hecho una lás¬ tima. No pude dormir ni un
minuto. Picaban como demon¬
tres. Y para colmo, el niño pequeño cada cinco minutos un poco de lloriqueo, y la madre

a mecerlo un poco. Uno de los niños mayorcitos se puso tam¬
bién a llorar hasta que su ma¬ dre le dio una taza de agua
con azúcar. —Lo hace por mimadura, afirmó su padre. Y así íbamos pasando las horas de la
noche.
La Madre Secretaria y cuatro re¬
ligiosas toman el fresco durante
unas horas en medio del rio
Desde Huamachuco cuen¬
tan:
«La Madre Secretaria de las
Franciscanas con dos religio¬ sas de Huamachuco y dos más
de la Caridad venidas desde
Trujillo, fueron a Tayabamba con el P. Oliver que conducía el jeep. Ha sido una aventura. Entre ida y vuelta han pin¬ chado las gomas ocho veces; en
una de estas ocasiones que se
presentan con frecuencia en nuestras «auto-pistas», cayó la camioneta en un hoyo bastan¬ te regular, y a duras penas lo¬ graron salir; estaban aprove¬ chando un gran atajo que hay y tuvieron que desandarlo y dar la gran vuelta por la ca¬ rretera; y al final de ésta se entra en un río que no suele
llevar mucha agua, pero este día había llovido muchísimo,
y, cuando se hallaron en me¬ dio de la corriente, el jeep se rebeló, y allí se quedaron (a las cuatro de la madrugada) hasta que desde Huamachuco fueron
a sacarlos. Para salir tuvieron
que mojarse las pobres monjitas hasta las rodillas. Pero, co¬ mo podéis suponer, contentí¬ simas de poder contar esta
aventura».

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Hepmanclad cle la Parroquia de San «luan Crij^óistono, IVew York:

La Iglesia de San Juan Crisóstomo, que se caracteriza por su gran obra de apos¬ tolado entre los feligreses hispanos de la comunidad del Bronx, se enorgullece en dar a conocer a nuestros queridos lecto¬
res los últimos acontecimientos sobre la
Tercera Orden de San Francisco, Orden fundada hace algunos años en esta pa¬
rroquia. Dirige la Tercera Orden nues¬ tro querido Padre Sebastián Lliteras, T.O.R., quien con su incansable labor y

entusiasmo ha sabido conquistar los co¬ razones de muchos feligreses, ganándose así el cariño y admiración de todos y
haciendo de esta Orden una de las orga¬ nizaciones más sobresalientes de nuestra
parroquia.
En días anteriores se decidió renovar
la Directiva y, después de un serio estu¬ dio, el día 13 de septiembre de 1964 que¬ dó constituida la nueva Directiva en la
siguiente forma:

Director Espiritual
Ministro

....

Vice-Ministra

Secretaria

Vice-Secretaria

Tesorera

Maestro de Novicios ....

Vice-Maestra de Novicios

.

.

Coordinador de la Sección de Hombres

. Padre Sebastián Lliteras, T. O. R
. Sr. Nicolás Jiménez . Sra. Carmen Castañeda
. Srta. Carmen Milagros Echevarría
. Sra. Victoria Fortis . Sra. María Mercado . Sr. Justo Pérez
. Sra. Lydia León
. Sr. Luis Soto

PREFECTOS O VOCALES
Comité de Misiones y Vocaciones
Comité de Enfermos .... Comité de Actividades Sociales . Comité de Publicidad ....
Comité de Actividades Religiosas
Comité de Orden

. Srta. M?^ Rivera y Sra. Carmen Castañeda . Sras. María Báez y Ada Ruíz . Sras. Francisca Díaz y Mariana Bernot . Srtai Ana Lydia Santiago, Sr. Nicolás
Jiménez
y Srta. Carmen Milagros Echevarría . Sras. María Medín y Ada Ruíz . Sres. Ramón García y Elmo Meléndez

Acercándose ya la fiesta de nuestro Padre San Francisco, tuvimos una reu¬ nión general de toda la Hermandad para tratar el programa a seguir en dicha
fiesta.
Durante la reunión general del 13 de septiembre se propuso, y todos queda¬ ron de acuerdo, en tener un Triduo en preparación de la Fiesta de San Francis¬

co, día 4 de octubre. Dicho Triduo em¬ pezará el día 2 de octubre a las 8 de la
noche con la Hora Santa del Primer
Viernes, sermón y oraciones del Triduo. Seguirá el día 3 a la misma hora y ter¬
minará el dia 4 a las 8 de la mañana
con Misa de Comunión general para toda la Hermandad y sermón sobre la vida
del Seráñco Padre San Francisco. Por la
tarde del mismo día. Fiesta del Santo,

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a las 2, habrá la Ceremonia de Vestición de los nuevos miembros con la imposi¬ ción del hábito y cordón. Seguirá la Ce¬
remonia de la Profesión de los novicios
y la renovación de la Profesión de todos
los miembros de la Hermandad.
Dicha Hermandad de la Tercera Orden
tiene proyectada para el domingo, 11 de octubre, a las 5 de la tarde, la exhibi¬ ción de una película tomada durante la peregrinación Mariana de la última ex¬ cursión de julio pasado dirigida por el Padre Sebastián Lliteras, en que toma¬ ron parte más de 60 miembros de nues¬ tra parroquia de San Juan Crisóstomo, entre ellos muchos Terciarios, visitando los Santuarios de Fátima, Lourdes, Roma y distintas partes de Europa. Después de dicha exhibición seguirá un festival bai¬ lable con comidas típicas y refrescos.

Desde cierto tiempo se ha observado mucho ánimo y entusiasmo entre los miembros de la Tercera Orden de San Francisco y la nueva Directiva espera la cooperación de todos para llevar a feliz término un programa entusiasta de ac¬ ción y de apostolado no sólo entre los
miembros sino también entre muchos
feligreses de esta parroquia.
Enhorabuena al Padre Sebastián Llite¬
ras, y pedimos a nuestra titular, el Inma¬ culado Corazón de María, y a nuestro Padre San Francisco que nos lo conser¬ ven junto a nosotros por muchos años.
Comite de Publicidad
Ana Lydia Santiago
Nicolás Jiménez
Carmen Milagros Echevarría

NUESTROS

DIFUNTOS

BINIAMAR: Tras larga y penosada enfermedad sufrida con resignación cristiano, día 27 del próximo pasado agosto, falleció D ° Francisca Nicolau, confortada con los Ultimos Sacromen tos. Recíban sus hijos, nietos y demás fam i liares el testimonio de nuestro más hondo pesar.
LLUCMAJOR. Terciarios fallecidos en los últimos meses: D. Jaime Romaguera Ballester y D.° Apolonia Serra Manresa.
CAMPOS DEL PUERTO. Día 9de septiembre se durmió en el Señor el Rdo. D. Juan Ba¬ llester Tallades, Pbro. Ocupó durante muchos años los cargos de Ministro y Maestro de No¬ vicio de la T. O. F. Reciban el testimonio de nuestra condolencia su hermana D.° Francisca, sus sobrinos D. Mariano, D. Cosme, D ° Margarita y D.” Francisca, y demás familiares.
¡Que el Señor les conceda el descanso eterno!

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V.

J

Pesado
Estaba jugando un caballero y a su lado
se colocó uno de esos curiosos terribles que, además de verle todas sus cartas, le moles¬ taba.
En un momento del juego, dicho caba¬ llero sacó el pañuelo, pero en vez de acer¬ carlo a sus narices agarró las del curioso.
- Caballero, ¿qué hace usted? - gritó
éste.
— Perdone, pero está usted ton cerca que
he confundido sus narices con las mías.

Madre caleta
La niña. - ¡Ah, mamá! Mendelsohn me
encanta.
La mamá - Pues invítale el próximo día
a comer.
Error
El cirujano explica al paciente: — Ya está usted en la mesa de operacio¬ nes. Pero no se asuste. Le voy a dar una in¬ yección. Entonces verá como me voy hacien¬ do chiquito, chiquito, hasta desaparecer. Después volverá a verme muy pequeño al principio; después mayor, hasta recuperar la estatura normal... Entonces se despertará y
estará curado
En efecto, así sucedieron las cosas. Y poco después...
-Lo único que me extraña -dice el pa¬ ciente- es que ahora lleva usted barba,
doctor. .
— Yo no soy el doctor, hijo Soy San
Pedro

—¡Pero tiene que reconocerque el final ha sido estupendo!
Ni intemperie
Un actor muy popular, de principios de de siglo, contaba sus hazañas guerreras.
— Sufrimos horrores No teníamos comi¬
da ni sitio donde guarecernos... Y así siete
días...
-¿Siete días durmiendo a la intemperie? -le preguntó uno de los oyentes
— jOh! Peor, mucho peor. Ni intemperie teníamos. ¡Sencillamente, horroroso!
Deseo cumplido
La visitante en el estudio del pintor: — ¡Qué hermoso cuadro! ¡Cómo me gus¬
taría llevarme esos hermosos colores!
El pintor. — Se los llevará, señora Se ha sentado usted sobre mi paleta.

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