El Heraldo de Cristo 1963, n. 645
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EL HERALDO
D E CRISTO
L.
REVISTA MENSUAL DE LOS P. P. FRANCISCANOS DE LA T. O. R.
DICIEMBRE 1963
Año LUI - Núm. 645
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REDACCIÓN Y ADMÓN:
CONVENTO DE SAN FRANCISCO
TELÉFONO 12695
PALMA DE MALLORCA
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DIRECTOR:
P. L. GARÍ-JAUME, T. O. R.
VICE-DIRECTOR:
P. JAIME TUGORES, T. O. R. ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA:
P. F. BATLE, T. O. R. Y GORO IMPRESIÓN:
ARTES GRÁFICAS GIMÉNEZ
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PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN: ORDINARIA. ... 40 PTAS.
BIENHECHOR ... 75 PTAS. PROTECTOR ... 100 PTAS.
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DEPÓSITO LEGAL P. M. 340-1958
NUESTRA PORTADA
Todos los pueblos en todas las eda¬
des han sabido evocar el dulce misterio
de la Virgen Madre y el Niño Dios que conmemoramos en Navidad. En su ingenua plasticidad nos lo dice esa vieja talla sacada del anominato de los siglos.

en numero:

‘El Concilio de la Iglesia* ... 3

La hora de los seglares .... 4

«Ninguna división podrá impedir que

nos amemos»

7

Yo he besado la estrella de Belén. . 8

IV Concurso literario

....

12

CCL aniversario del nacimiento de

Fray Junípero Serra .... 13

Milinario de Monte Athos

...

14

Primer convento de mojas luteranas . 15

Cuestiones Lulianas

16

Nueva revista. Carta de Huamachuco 17

Venerable P. Maestro Fr. Cipriano de

Santa María, T. O. R. . . . 19

Ca! Es broma

21

Página del Terciario Página de humor

23 .... 27

»

BIRECTOR-PROPIETARIO:
NELSON B. CRAMER

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EDITORIAL
«EL· COMCIL·IO 1>E EA 10LE§;iA»
-a iíiea ¿/e la Iglesia ha irrumpido en las mentes y corazones de los cristianos de hoy y no se la puede detener. Asistimos hoy a una creciente toma de concitncia eclesial (el término es de acuñación reciente) prometedora de glandes e insospechadas realizaciones. Así el movimiento litúrgico, el mo¬ vimiento social están exigiendo en todas partes una renovación sin preceden¬ tes, a ritmo acelerado, que no concede tregua. Y el movimiento ecuménico que sacude las almas de todos «los que invocan el nombre del Señora, ¿qué es sino una nostalgia de Iglesia, una aspiración a realizar en una vida de Iglesia la plenitud de la vida cristiana?
Se ha dicho — a nuestro modo de ver, un poco precipitadamente — que el Vaticano II será el Concilio de los Obispos, como el Vaticano I lo fue del Romano Pontífice. En efecto, se ha hablado mucho de los Obispos en esta segunda sesión. Y para el hombre sencillo de la calle, que también es y se siente Iglesia, quizá demasiado. Uno se pregunta, después de todo, ¿acaso, en el más profundo sentido de la palabra, no somos todos los creyentes la Iglesia? En este meticuloso examen que están haciendo los Padres Conciliares sobre la naturaleza íntima de la Iglesia, ¿acaso puede separarse al Obispo de sus fieles, al pastor de sus ovejas? No creemos que la mayor insistencia en los Obispos sea en perjuicio de esa gran idea de la Iglesia que bulle en las mentes y que palpita en los cinco capítulos del esquema «De Ecclesia^, arquitrabe de todo el Concilio. Por eso nos inclinamos a pensar que, más que de los Obispos, el Vaticano II será el «Concilio de la Iglesia».
Es verdad que el Vaticano I quedó en deuda con los Obispos. Pero no solamente con ellos. Ahora se considera providencial el que entonces, por causas ajenas, no se abordara el tema del episcopado. Ahora se tiene mucha más luz, aunque, quizá, no la suficiente para tratarlo de una manera defi¬ nitiva. La fecunda idea paulina por ejemplo, del Cuerpo (místico) de Cristo que nos hace sentir a todos Iglesia en su razón más íntima, era considerada entonces demasiado «abstracta y mística». ¡Como si la Iglesia, en su doble misterio de comunicación y comunión de vida en Cristo, fuera cosa que pudiera tocarse con las manos! La gran idea de la Iglesa trasciende a todos sus miembros, pastores y rebaño. Ella es, en definitiva, el misterio de nuestra salvación en y por Cristo. Del Vaticano II esperamos, pues, un proyecto de Iglesia en su realidad integral, cabeza y miembros, es decir, todos los que formamos parte de este Cuerpo. Por algo han sido llamados a Roma, como auditores conciliares, representantes de los hombres de chaqueta.
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LA HORA DE LOS SEGLARES

Fr. Adolfo Pérez, T. O. R.

Concilio Vaticano II, para seguir
las directrices de su convocador
Juan XXIII, tenía que imprimir a su
orientación un fin netamente «actualizan¬
te». Era muy grande, en efecto, el cam¬ bio sufrido por el mundo a raíz de esas dos guerras europeas de principios y me¬ diados de siglo, y enorme, también, el re¬ vés que encajaron las estructuras políti¬ cas, sociales, humanas... La Iglesia no puede mostrarse en la actualidad que le toca vivir revestida de un pesado bagaje que dificulta enormemente su mensaje y finalidad salvifica, y hasta le impide, en muchos de los casos, hacer acto de pre¬
sencia en ciertas estructuras de la socie¬
dad. Pensemos, por ejemplo, en el mun¬ do obrero, en los pueblos de color, en to¬ das esas naciones jóvenes con olor aún a pólvora de independencia... Con razón se ha hablado de la gran «apostasia de las masas». Y es que, hemos de confesarlo, la membración actual y arquitectura ex¬ terior de la Iglesia no pega bien con las corrientes de hoy en día que nos hablan de democracia de paridad de derechos, de sencillez. Ni le va a las gentes del si¬ glo veinte que prefieren la eficacia en el poder de políticos y estadistas con corba¬ ta a la pomposidad y oropel exterior de las dinastías regalistas. Y en la Iglesia actual hay mucho aún de cancillería, de solemnidad vistosa, de derecho canónico, de clericalismo... Con lo que pierde efi¬ cacia la fuerza de su apostolado. Por al¬ go están ahora reunidos los Padres Con¬ ciliares y por algo habló Juan XXIII en su convocación de una puesta al día
El caso de los seglares
Es curioso que el seglar, al que se le ha dicho que forma parte del Cuerpo Místico de Cristo y, por tanto, parte ac¬ tiva, vital, en movimiento so pena de es¬ tar muerto, haya permanecido tantos y tantos siglos en completa relajación de actividad, alejado de toda mínima preocu¬ pación por la extensión de este mismo cuerpo del que él forma parte y es célu¬ la viva. O al menos, alejado de una acti¬ vidad conjuntada, orgánica, dependiente y encauzada por las directrices de la Je¬ rarquía.

Es curioso también leer en la vida del
gran Cardenal inglés Newman las difi¬ cultades con que tropezó por parte de muchos sacerdotes y católicos simplemen¬ te por creer él en la misión de los segla¬ res. He aquí algunas de las frases que hace tan sólo un siglo escribía Mons. Tal¬ bot: «Si no se frena pronto a los laicos en Inglaterra, ellos terminarán gobernan¬ do a la Iglesia en el puesto de la Santa Sede y de los Obispos... No tienen dere¬
cho a mezclarse en materias eclesiásticas. El doctor Newman es el hombre más pe¬
ligroso de Inglaterra y vos veréis cómo va a utilizar a los seglares contra los Obispos». Y esto por defender el puesto de los seglares dentro de la Iglesia.
Peiioemos, por otra parte, en esas co¬ rrientes de espiritualidad seglar que co¬ rren por el mundo. Como anota Martín Descalzo, «¿quién no ha encontrado los
síntomas de «sacerdotes menores» en los
seglares, cuando se les quería dar a éstos participacioncitas de la vida de los reli¬ giosos? Corrientes éstas que buscaban breviarios para seglares, fundaba Terce¬ ras Ordenes Seculares en las que se les hacía parte de las Primeras o Segundas... ¿Hay algo más simbólico que el escapula¬ rio? Este no era más que una forma re¬ ducida de hábito en la que dos trocitos de tela y dos cordones, pasando a cada
lado del cuello, eran una forma menor
c'el gran escapulario de los hábitos».
Todo esto, como se ve, no son sino conatos de aproximación. Y en el caso de los escapularios no era otra cosa que tra¬ tar de adaptar a los seglares, salvadas sus naturales diferencias, la piedad y costumbres de los religiosos.
Nos encontramos, además, desde otro ángulo de mira, con que el hombre medio se impresiona mucho más cuando le ha¬ bla de espiritualidad, de «vida cristiana», un seglar que un cura. Con que al sacer¬
dote le están vedados muchos accesos a
ciertas estructuras sociales, cuya cristia¬ nización sólo sería posible a través de seglares capacitados y ejemplares en su vida privada. Con que hay zonas infinitas en distancia y en densidad humana a las

4

que una atención espiritual adecuada só¬ lo seria posible a través de seglares «diᬠconos». El grito desgarrador del Carde¬ nal Rugambwa, pidiendo brazos para la mies de color, el de Monseñor Maurer, en nombre de todos los obispos de Bolivia y de otros países hispanoamericanos, el de Mons. Yu Pin, en nombre de cuarenta obispos chinos, coreanos y joponeses, etc., se puede resumir en un mismo clamor: la Iglesia necesita el diaconado, la ayuda del seglar, para la evangelización del
mundo.

Un paso adelante en el Concilio
Sin embargo, no es precisamente esto, la necesidad urgente de brazos seglares para la cristianización del mundo, lo que
ha motivado la inclusión del tema sobre
el laicado en los debates conciliares. Lo
apuntó en un discurso Su Santidad Pablo VI. Ni se trata, tampoco, de definir sus formas concretas de apostolado en la vi¬ da de la Iglesia. Sino más bien de encua¬ drarles «teológicamente». De darles su puesto y papel dentro del pueblo de Dios,
su verdadero «sacerdocio» en la común
tarea junto con la Jerarquía en la salva¬
ción de las almas.
En el esquema sobre los seglares se afirma, efectivamente, que estos partici¬ pan del sacerdocio de Xto. Ahora se trata, pues, de sacar todas las consecuen¬ cias a esta afirmación teológica, como defendía el incansable y batallador Mons. De Smedt, obispo de Bruselas. Ya que si el seglar participa de este sacerdocio de Cristo debe participar también de estas tres grandes tareas sacerdotales: ense¬ ñar, con sus palabras y con su postura de testimonio; santificar, ya que el hom¬ bre de la calle está mucho más unido a los sacramentos de lo que a primera vis¬ ta parece, al sacramento del matrimonio del que él es ministro, al de la Eucaris¬ tía del que es oferente...; regir, dominán¬ dose a sí mismo, haciendo más humanas las estructuras del mundo para la exten¬ sión del reino de Cristo.
Discusiones éstas, como se ve, teóricas, pero de las que después se desprenderán consecuencias de un nivel y relieve insos¬ pechado. Esperemos, pues, confiados. Por¬ que es claro que no haya nada todavía definitivo y que lo que pase dentro del aula conciliar no tenga carácter decisivo hasta su promulgación. Pero hay hechos, sin embargo, que dan luz y orientar al espectador. Son las intervenciones de los Padres y las votaciones particulares den¬ tro de cada esquema. Y el hecho de la

Los símbolos del Concilio
inclusión dentro del esquema «De Eccle¬ sia» de Itema sobre los seglares, cuando en los manuales anteriores nada se habla¬ ba al respecto, dice mucho de la actual preocupación de la Iglesia por el hombre con chaqueta. Su discusión, que tuvo lu¬ gar en la última quincena del mes de oc¬ tubre, atrajo las simpatías de todos los Padres Capitulares. La corriente un poco restrictiva que se dibujó en un principio, vino envuelta después por otra mayoritaria y netamente positiva.
Ahí está, de hecho, esa votación, no ofi¬ cial aún sobre el Diaconado, pero que arroja a su favor una cifra aplastante.
Y ahí están, también, como espectado¬ res privilegiados, los trece hombres de la calle que siguen las intervenciones de los Padres y les hablan a su vez a ellos de que en la Iglesia ha sonado la hora de los seglares.

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El número de los asistentes a esta segunda

reapertura se calcula en 2.470. Ochenta y cin¬ co Padres han fallecido en los meses de entre

la primera y segunda sesión. Cinco de ellos es¬

pañoles.

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Alguien dice que se notan muchos menos Pa¬ dres en los bares y que, sin embargo, ha sali¬ do un nuevo lugar de «peregrinación». Es la
tumba de Juan XXIII. El otro día vieron a un
obispo, después de mirar a derecha e izquierda como si fuera a hacer un pecado mortal, que cortaba una flor de las que hay ante la tumba y la guardaba entre las hojas de su breviario. Pecado mortalísimo. Monseñor.

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Mons. Felici, secretario general del Concilio, ha referido que el trabajo más duro de la in¬
tersesión ha sido realizar el archivo de lo tra¬
tado en la primera sesión. En él se guardan to¬
das las intervenciones habidas en el aula y to¬
madas a taquigrafía, además de las infinitas ano¬ taciones enviadas por obispos y peritos a la Se¬
cretaría. Además se conservan en cinta magne¬
tofónica todas las sesiones conciliares, desde el
primero hasta el último minuto. Si el Concilio dura cuatro o cinco sesiones, como se calcula, el archivo será el más grande que se conozca.

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Es noticia ya común el que los Padres Con¬ ciliares sólo puedan durar en sus intervencio¬ nes el espacio de diez minutos. De lo contrario,
un timbrazo del Cardenal Moderador corta en
seco la palabra. El otro día, un Obispo francés al que, por lo visto, debieron intervenir, comen¬
taba socarrón: «A mí esto me recuerda la Re¬
volución Francesa, donde por nada que te ex¬ cedieras te «guillotinaban» la garganta.» Con lo que los Cardenales Moderadores vendrían a ser los verdugos. Y el timbre la guillotina.

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Muy curioso. Los obispos españoles reciben a diario por «telex» las noticias más importantes de la geografía nacional. Es, después, la ofici¬ na de información española la encargada de dis¬ tribuir en particular el boletín de noticias. En el de cada lunes aparecen los resultados de fút¬ bol. Con lo que se demuestra una vez más que
el fútbol seguirá siendo el deporte nacional.

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La nacionalidad de los Observadores Seglares se reparte así: 4 italianos, 3 franceses, un es¬ pañol, belga, griego, polaco, argentino y nor¬ teamericano. Ocho de ellos son casados y los
restantes solteros. Tienen la media de su edad
en cincuenta años. Y sus profesiones son las siguientes: seis profesores de Universidad, un diplomático, dos políticos, un industrial, un ad¬ ministrador, un obrero y un periodista.

«NINGUNA DIVISION PUEDE IMPEDIR QUE NOS AMEMOS»

n de octubre marcará un hito en la historia de la
unión de los cristianos. Era la impresión general en¬ tre los Observadores no católicos, a la salida de la audiencia íntima con que había querido obsequiarles Pablo VI en su biblioteca privada, lugar habitual de trabajo del Papa.
«Esta ha sido para todos nosotros una gran jornada», resumió uno de ellos conmovido. Y es que la tonalidad del común diálogo había sido, en realidad, íntima y fraternal.
El profesor Kristen Skydsgraard, teólogo protestante en la Universidad de Copenhague, dijo entre otras cosas, en un saludo cariñoso al Papa: «Por encima de todo, ninguna di¬ visión puede impedir que nos amemos los unos a los otros, porque el amor de Cristo no conoce límites. Es dentro de este amor donde hay que buscar y encontrar la verdad; bus¬ car para encontrar y encontrar para seguir buscando, como dice San Agustín».
A lo que respondió, firme y seguro, como es costumbre en él. Su Santidad Pablo VI: «Acercarse, encontrarse, salu¬ darse, conocerse, dialogar, ¿hay algo más simple, más natu¬ ral, más humano? Pero entre nosotros hay algo más aún: escucharse los unos a los otros, rezar los unos por los otros. y después de tantos años de separación, y de tantas doloro¬ sos polémicas, volver a amarse los unos a los otros.»

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Yo he besiado la Eistrella de Belén

Impresiones del II Gran Itinerario de la Fe a TIERRA SANTA, organizado
por «El Heraldo de Cristo».
Escribe: L. GARI-JAUME, T. O. R.

(III)

À
iZ alguien me ha querido insinuar, a raíz de mis escritos, que un viaje a Tierra San¬
ta no debe contribuir mucho a aumentar la fe.
Lo diría, seguramente, por los incesantes atro¬ pellos y vejaciones que han sufrido los Santos Lugares a lo largo de su historia. Y aludiría también a lo que una piedad de mal gusto ha acumulado en torno a ellos, hasta borrar su ver¬
dadero rostro. En este sentido —añado de mi
parte—, una visita al País de Jesús puede, in¬ cluso, acarrear amargas decepciones a quien no está bien preparado. El visitante que sólo qui¬ siera recoger bellas imágenes con que vigorizar su fe, haría mejor quedándose en casa. Y no hablemos del que emprendiese viaje a Tierra Santa con la misma disposición de ánimo del que viene, por ejemplo, a gozar de nuestras playas de Mallorca. El turista tiene muy po¬ cas cosas que hacer allá, si no es revivir en los zocos de Oriente algún cuento de Las mil y una noches. No mucho más debió hacer Pie¬ rre Loti, el escritor protestante francés que se aventuró a peregrinar con sólo sus hábitos y preocupaciones de novelista exótico. Sus relatos son de los que entristecen, cuando no irritan. Pero el peregrino, que tiene algo más que ojos para ver e imaginación para soñar, verá surgir a cada paso al Dios que un día se aUneó entre las filas de los hombres. El tiempo dejará de
existir para él. Sus pasos se confundirán con los pasos de Jesús. Su fe encontrará el Cami¬ no. Valga esta breve reflexión para justificar, al menos, el nombre de Itinerario de la Fe que damos a nuestro viaje al País de Jesús.

Igualmente, me apresuro a decir que no es preciso ir a Belén para amar la ciudad que vio nacer a Dios sobre unas pajas. Aprendimos a amarla desde pequeños. Belén es la ciudad de nuestra infancia. Y de siempre. El Niño que nació aquella noche —la más augusta de las noches— se parece demasiado al niño que vi¬ ve en cada uno de nosotros. Además, muy po¬ co queda de aquel Belén, «el más pequeño de los clanes de Judá (Mig. 5, 2)». Nuestros be¬ lenes de corcho, nevados de harina y verdes de musgo, reproducen mejor el blanco caserío so¬ bre el que debieron volar los ángeles. ¿Qué añade, pues, una visita al Belén de verdad? Eso de que hablábamos antes y que en Belén
se traduce en un indefinible temblor de alma
que yo vi asomarse a los ojos de los peregrinos.
Ir a Belén es desandar la historia y convencer¬
se de que allí empezó todo: el antes y el des¬ pués del nacimiento de Cristo. En ninguna otra parte se da uno cuenta de encontrarse en el centro del mundo. Y esto bien vale la prisa de miles de kilómetros por besar la estrella que
señala el comienzo de nuestra historia.
Un nombre con historia
Pienso que a San Francisco no le gustaría la rígida interpretación que de Belén nos dan los sabios de hoy. A través del acadio —Bit-ilulaham— deducen que el nombre hebreo Beth¬ lehem no significa «casa del pan», como se creía vulgarmente, sino «casa del dios Lahamu». En esta nueva etimología, parece que la palabra ha perdido aquel sabor de pan que debía tener.

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por ejemplo, en labios del humilde Francisco. Dicen que en Greccio —primer Belén de Occi¬ dente— la boca se le hacía agua cada vez que pronunciaba Belén, imitando el balido de la oveja. Igual debió sucederle al genio español,
cuando de Beth-lehem ha hecho un nombre así
de sencillo: Belén.
Belén recobra su dulzura de pan de la tie¬ rra que tiene para nosotros en el sobrenombre que le da la Biblia: Ephrata, «la fértil». ¿No fue en sus campos donde Rut, la espigadora, fue colmada por la ternura de Booz en una no¬ che de amor, de los que saldrá ese «tronco de Jessé» citado por Isaías, que fructificará en Da¬ vid y florecerá en el Mesías? Belén hace ho¬ nor todavía a su nombre. Cuando lo visitamos,
no quedaban ya espigas para recoger, pero el oro viejo de sus trigos brillaba en las eras. Be¬ lén de Efrata, a pesar de lo que digan los lin giiistas, seguirá siendo «casa del pan».
Por caminos de guerra
No más que a nueve kilómetros al sur de Jerusalén está la ciudad de David. Pero ya no se va a Belén por caminos de paz. El juicio sa¬ lomónico que presidió la actual partición de
Palestina ha desmenbrado en trozos la buena
calzada que unía directamente a las dos ciuda¬ des. Ahora sólo se abre a las representaciones di¬ plomáticas, una vez al año, por Navidad. El peregrino tiene que seguir una peligrosa ruta, mucho más larga (23 km.), que se mete por entre ese oleaje de colinas cretáceas y de valles pedregosos del desierto de Judá. Así, por ca¬ minos de guerra, se va hoy al lugar donde se abrió por primera vez el cielo para hablarnos
de paz.
El camino está jalonado por una serie de tra¬ diciones demasiado expKcitas para ser verdade¬ ras: «El pozo de los Magos», donde brilló de nuevo la estrella eclipsada por algún tiempo, «el reposo de la Virgen», cansada del trotecillo de su montura, «el sepulcro de Raquel», que todavía llora a los hijos de su dolor... No nos detuvimos a evoear la preciosidad y ternura de estos recuerdos. Salimos muy de mañana de Jerusalén, en autocar, con la prisa de los pas¬ tores. A las ocho y media estaba fijada la Mi¬

sa de nuestro grupo en la Gruta de la Nativi¬ dad. No había tiempo que perder. Ahora pienso que quizá fuera mejor ir en caravana, a lo¬ mos de camello o de uno de esos asnos palestinenses, de trote duro y paso firme, como lo hi¬ cieran José y María, y así soñar con los Magos o detenerse a pensar en qué pensaría la Virgen con el Hijo de Dios en sus entrañas. O avan¬ zar, en silencio, como San José, adorando el misterio de los siglos.
¿Dónde está la Gruta?
Reeostada sobre dos lomas gemelas, a una altura de 700 metros, Belén nos sonrió de le¬
jos con el gran sol de Oriente en plena cara. Hasta me pareció, a medida que el coche avan¬ zaba, que el desierto —ese duro y árido desier¬
to de Judá— nos sonreía también. A un lado
del camino, el valle se extendía en tierras de pan llevar, alegradas por higueras, olivos y almendros, y en rellanos conquistados a la pen¬ diente se encerraban viñas, vigiladas por cipreses y pinos. Es todo cuanto puede dar esa tie¬ rra calcinada, en su esfuerzo para sonreír al Niño que viniera a nacer en una de tantas gru¬ tas que horadan sus costados.
Pero, la Gruta, ¿dónde está? —preguntó el Vicario General, que debía celebrar la Misa en ella. ¿Dónde está la Gruta? —inquirió D. Fer¬ nando, el impresor, en los ojos ingenuos de D. Fernando, el arqueólogo. ¿Dónde está la Gruta? —suplicaron todos en el autocar. Evi¬ dentemente, la emoción traicionaba nuestras al¬ mas de niño. A la vista de Belén, se desperta¬
ron todos los recuerdos dormidos en el cora¬
zón sin memoria de nuestra infancia. ¿Que dón¬ de está la Gruta? —Allí, en aquel amasijo de viejos y nuevos edificios que bordean el lado oriental de la ciudad—, señalé con la mano, con la convicción de que no era aquello lo que buscaban. ¿Habré que advertir de nuevo al leetor que ya no existe la Gruta de hace dos mil
años?
¡Aquíy nació!
Poco importa lo que han hecho los hombres para cubrir la desnudez y pobreza del lugar que escogió Dios para nacer. Aquí, en esa cripta

Vista panorámica de Belén con el Herodion destacándose en el horizonte.

9

de la vetusta Basílica de la Natividad, con pa¬ vimento de mármol y paredes tapizadas de ro¬ jo y verde antiguo; aquí, en ese rincón ilumi¬ nado constantemente por quince lámparas de plata, hay inscritas sobre losa de pórfido estas palabras, rodeando una estrella de granate: «Hic de Virgine Maria Jesus Christus natus est». Aquí, en esa cueva deformada por el gusto de los hombres, que mide exactamente 12 metros de largo por 3’50 de ancho, la Virgen Madre, «cumplidos los días de su parto, dio a luz a su hijo primogénito y le envolvió en pañales», y allí, a dos pasos de la estrella, «le acostó en un pesebre, por no haber sitio en la posada (Le. 2, 6-7)», asegura una antiquísima tradi¬ ción que sabe más que la historia. ¿Qué po¬
demos añadir nosotros a todo esto? No cabe más
que caer de rodillas y adorar silenciosamente el misterio. No hay más que decir: ¡ Aquí, aquí... nació! Y después, besar la estrella, re¬ galo de España, que pretende señalar con exac¬ titud el lugar del nacimiento. Es lo que hici¬ mos, uno tras otro, los treinta mallorquines, la mañana del día 3 de julio de 1963. Este fue, sin duda, el momento más impresionante de
nuestra visita a Belén. Por eso he titulado es¬
tas líneas «Yo he besado la estrella de Belén».
Después, de boca del guía —amable guía el joven padre franciscano de León—, uno tiene que enterarse de cosas tan desagradables, como
es la secular rivalidad existente entre las tres
confesiones cristianas que se disputan la perte¬
nencia de la Gruta de Belén. Una rivalidad
que ha llenado de horrores de sangre el lugar escogido por Dios para hablarnos de paz. Al número de inocentes que pagaron con sus vi¬ das la liberación de Jesús de las sangrientas ma¬ nos de Herodes, hay que añadir el nombre de cinco frailes franciscanos, heridos y golpeados por una horda cismática que saqueó, el día 25 de abril de 1873, la santa Gruta y aniquiló una Adoración de los Magos, de nuestro Murillo. ¿Cuántas otras más profanaciones se habrán co¬ metido desde que en 135 Adriano entronizó en la Gruta al amante de Venus, Adonis? El
peregrino se resiste a evocarlas, para sólo ad¬ mirar y agradecer lo que, a pesar de todo, han respetado los siglos: la vetusta basílica de la
Natividad.
Nadie espera encontrar detrás del viejo mu¬ ro arrugado, que sirve de fachada, una tan be¬ lla y armoniosa basílica como es la que levan¬
tó Constantino El Grande. Las cinco naves, se¬
paradas por una cuádruple serie de columnas monolíticas de piedra roja con capiteles corin¬ tios de mármol blanco, deben su salvación a
los Reyes Magos del mosaico del frontón. Las hordas persas, que devastaron Tierra Santa en 614, reconocieron en ellos a sacerdotes mazdeíslas y respetaron la basílica. Pero la maldad de otros saqueadores, menos respetuosos, obligó a tapiar las tres grandes puertas de acceso a la basílica, dejando por única entrada una pe¬ queña abertura que, más que una puerta, es la
entrada de una ratonera. La basílica está flan¬

queada de conventos. Los griegos y armenios en una parte, y los franciscanos en otra. El lugar del Nacimiento está reservado al culto de los primeros; nosotros, los latinos, tenemos el altar del Pesebre y una serie de capillas sub¬ terráneas que se comunican con la Gruta: la de San José, en memoria del aviso de huida para frustar los planes de Herodes, la de los Inocentes, la de San Jerónimo, donde el egre¬ gio doctor compuso la Vulgata, etc. Todo está allí, rodeando la santa Gruta, con sus fallos humanos y sus prodigios divinos. Belén repre
senta el esfuerzo de todo un Dios para acercar¬
se a los hombres. Es el mensaje del amor in¬
finito inclinado sobre nuestra infinita miseria.
La Gruta de la Leche
A muy poco trecho de la basílica de la Na¬ tividad hay otra gruta, más natural y auténti¬ ca, llamada «Gruta de la Leche», por haber da¬ do allí de mamar la Virgen al Niño. Así lo quiere una ingenua tradición y no hay para qué contradecirla. El corazón tiene sus razones. Se dice que, ingiriendo pedazos de roca redu¬ cidos a polvo, no falta la leche a los pechos ma temos. Así al menos lo aseguran las madres betlemitas, cristianas y musulmanas, que se cui¬ dan de arañar la roca par tener alimento abun¬ dante para sus hijos.
De regreso de la gruta, me llamó precisa¬ mente la atención la belleza atrayente de las mu¬ jeres y niños de Belén. ¿Será una gracia de la Virgen? Ellas lo saben y por eso esquivan
Interior de la Basílica de la Natividad

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Parte de nuestro grupo rodeando el lugar del Nacimiento, señalado por una estrella.

el objetivo fotográfico. Su atuendo es singular: cofia alta en la cabeza, de la que pende el tabush o velo, y túnica larga con pecheras bor¬ dadas de vivos colores. ¿Qué viajero del Orien¬ te, aunque sea peregrino, no habrá intentado recoger en su celuloide la silueta airosa de una mujer con cántaro de agua sobre su cabeza? Con un poco de bakchich (propina) a un grupo de niños árabes, sucios y morenos, conseguí una bella fotografía que puede servir a cual¬ quier pintor de modelo para pintar al Niño Je¬
sús.
Pasamos un buen rato en las tiendas y co¬
mercios de Belén, rebosantes de objetos religio¬ sos y tipicos de la región. Y ya se sabe, en los zocos de Oriente, las palabras son elemento esencial de la venta. Hay que hablar y rega¬ tear. Ah! y beberse el café turco con que todo comerciante obsequia a su cliente. La cortesía oriental lo exige. Aunque, después, tenga uno que pagarlo en la cuenta increíblemente reba¬ jada. No corre mejor suerte el turista en manos
de los occidentales.
No podemos ir en autocar al «campo de los pastores, a 2 Km. al este de Belén, por causa del mal camino. Lo contemplaríamos luego, en lontananza, de vuelta a Jerusalén. En su lugar, visitamos los Estanques de Salomón y la aldea de Urtas, donde religiosas del Uruguay tienen el orfelinato de Santa María dell’Orto. ¿Esta¬ ría aquí el huerto o jardín cerrado, y allá, jun¬ to a los Estanques, la fuente selL·da del Cantar de los Cantares? Así lo imagina una tradición del siglo XVI. Desde luego, se requiere mucha

imaginación para revivir aquí, bajo el fuego del verano, las encantadoras imágenes con que se describe a la bella Sulamita, y en las que los vientos de la noche llevan todos los perfu¬
mes de Oriente.
El Campo de los Pastores
Belén es una ciudad que se abandona con nostalgia. Cuesta despedirse de ella. Es una ciudad a la que uno quisiera siempre volver. Por eso, ya en sus afueras, nos volvimos pa¬ ra dirigirle el adiós de nuestros ojos. Belén, en¬ tonces, sí que me sonrió con la sonrisa de esas diminutas aldeas encaramadas sobre el papel
de roca de nuestros belenes. Y ahora me pre¬
gunto si no es en éste —en el belén que surge en cualquier rincón del hogar— donde Dios busca sitio para nacer todos los años.
El lugar escogido para nuestro último saludo es una magnífica atalaya sobre Belén y suS contornos. Frente a nosotros y al este de Be¬ lén, está el «campo de los pastores», donde re¬ sonó el primer Gloria in excelsis Deo. No se ven pastores, a estas horas altas del sol del medior día, porque ellos, hoy lo mismo que ayer, ve¬ lan las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Su pueblo es Beit-Sahur —la casa de los que vigilan—. Los pastores de la primera Noche¬
buena no debían diferir mucho de esos beduinos
trashumantes, cuyas pobres tiendas de piel de cabra nos conmovieron hasta la compasión. Igual debió sucederle al Dios que plantó su
(Sigue en pág. 22)

n

21..--««PPrreemmiiooIV CONCURSO LITERARIO
DE «EL HERALDO DE CRISTO»
Convoca^torÍA:
Cala Murta de Formenior» ofrecido por
D. Ignacio Rotger Villalonga al mejor estudio sobre «La poesía castellana de Costa y Llobera»
Dotación: 3.000 ptas.
San Francisco, Primavera 1964» insti¬
tuido por nuestra revista para la mejor composición poéti¬ ca de tema y extensión libres.
Dotación: 1.500 ptas.
Basiesí:
aj Se podrá concurrir con trabajos, rigurosamente inéditos, en mallorquín o castellano. • b) Los originales deberán presentarse por duplicado y escritos a máquina en folio holan¬ dés, a doble espacio y en una sola cara, provistos de lema y con el nombre del autor en plica cerrada. • c) Los originales galardonados quedarán en propiedad de los fundadores de los Premios, reservándose los derechos de publicación. * d) Los cinco miembros del Jurado se darán a conocer en el próximo número de la revista. Para la pública adjudicación de los Premios se organizará, como en años anteriores, una simbólica Fiesta de la Poesía. • e) El plazo de admisión se cerrará el día 1 del próximo mes de abril de 1964. • f) Los trabajos deberán enviarse al Director de «El Heraldo de Cristo», Convento San Francisco,
Palma de Mallorca.

MIQUES DEL COR

He de fer miques el meu cor per a llençar-lo a les estrelles.
Es tornará un eixam d’or
i veuré alçar-se les ahelles
per dins les ampies serenors, a beure llum i meravelles,
a xuclar nectars i colors,
com a flors blanques i vermelles!
I esdevindrà núvol de llum, goteig eteri d’ambrosia, ubriaguesa de perfum, l’eixam nascut de la carn mia!
Any 1936

Llavors de nou el cridaré
perquè en mon pit faci la bresca; i quin plaer més bell hauré quan dins mon ésser s’expandesca
la fina i transcendent dolçor del past diví; i quan mes venes, inflades ara d’amargor, del cèlic bàlsem sien plenes;
quan per les rugues de la pell, que és ara bruna i apagada, vegi florir l’esclat novell de la sidèria flamada!
P. Miquel Colom, T. 0. R.

CCL ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE
Fray JUNIPERO SERRA
24 - XI -1713 24 - XI - 1963
En la foto:— 0.° Magdalena Rosse¬ lló, Ciudadana de Honor de la Ciudad de San Francisco (California) y de la Casa Serra, ¡unto a la lápida que el pueblo de Petra ha mandado a Califor¬ nia con motivo de esta conmemoración juniperiana.

£0^ e Mrs. Dina Moore Bowden, entusiasta e incansable impulsora del actual movi¬
miento juniperiano, recibimos una cordial invi¬ tación, acompañada de la foto que publicamos, para asistir en Petra a la Clausura de las fies¬ tas conmemorativas del CCL aniversario del Na¬
cimiento de Fray Junípero Serra, Misionero y
Civilizador de California. A los diferentes ac¬
tos que reseñamos asistieron las Autoridades provinciales, una representaeión del Consejo Superior de Misiones, un numeroso grupo de
la colonia norteamericana residente en Mallor¬
ca y el pueblo en masa de Petra que, una vez más, demostró el entrañable amor que siente hacia su ínclito paisano.
Después de la misa eelebrada a las 10 de la mañana en la iglesia parroquial por el limo. Sr. D. Francisco Payeras, Vic. General, Delegado del Sr. Obispo de Mallorca ausente en el Con¬ cilio, tuvo lugar el siguiente homenaje público:

A las 10,45, Ofrenda del Vítor, por el M.R.P.
Juan Rodríguez de Legísima, O. F. M., Presi¬ dente de la Comisión Permanente del Consejo Superior de Misiones y de la Asociación Espa¬ ña Misionera. Descubrimiento de la lápida, por
la Excma. Sra. Doña Carmen Eulalia Vereterra
de Alvarez Buylla. Recepción del Vítor, alocu¬ ción en nombre del pueblo de Petra, por el
Rvdo. don Jorge Pascual, Cura Ecónomo. A las 11, ofrenda de coronas ante el monumento al
Venerable P. Serra, visita a la Casa Natal de
Fray Junípero, a la Iglesia de San Bernardino y al Museo Juniperiano. A las 12, en el Teatro Principal, discurso del Excmo. Sr. don Adolfo Muñoz Alonso, Catedrático de Historia de la Fi¬
losofía en la Universidad de Madrid. Y final¬
mente, proyeeción de la película «El camino real», galantemente cedida por el productor don Samuel Bronston en obsequio del Pueblo de Pe¬ tra. La jornada del 24 del pasado noviembre fue digno colofón de las brillantes fiestas juniperianas celebradas durante este año.

13

no^TK ATHOS
república
de
monjes

el 22 al 24 del pasado junio duró la ceremonia de clausura del milenario (963-1963) de Monte Athos, llamado también el «Tibet cristiano». La primitiva Lavra, todavía existente, fue fun¬ dada por San Atanasio unos cien años antes de la separación de las Iglesias de Oriente y Occidente. Después de la separación se convirtió en la montaña de la Ortodoxia oriental, hasta formar una verdadera república de monjes, que goza de una protección internacional den¬
tro del territorio de Grecia. Además de los veinte monasterios reco¬
nocidos que tienen su gobierno en la pequeña capital de Karyé, hay otros muchos diseminados por toda la montaña, agarrándose a las ro¬ cas, como el de Dionisio que aparece en la foto de esta página. De los monjes, unos llevan vida anacoreta, otros cenobítica en grandes co¬
munidades, mientras otros viven en grupos de dos o tres. En un tiempo no muy remoto, el Monte Athos fue habitado por millares de monjes griegos, rusos, servios etc. Hoy, 1.500 monjes habitan esta santa montaña que no puede ni ha sido visitada hasta ahora por mujer alguna. La presente conmemoración milenaria, a la que asistieron quince representantes católicos, ha tenido gran repercu¬
sión ecuménica.

El monasterio Dionisio de Monte Athos tiene el aspecto de una fortaleza, y de hecho como tal sirvió en los siglos pasados para defenderse contra los incursiones de los turcos y de los piratas. Hoy es el más bello de los nu¬ merosos m'nasterios que se levantan en Monte Athos.
14

Dos monjas luteranas trabajando en los talleres de su tipografía.

PRIMERA COMUNIDAD DE MONJAS LUTERANAS

F
I J n Darmsladt (Alemania), ciudad casi to¬ talmente destruida por la última guerra
mundial, en la noche del 11 al 12 de septiem¬ bre de 1944, nacieron, como fruto de la sangre y del sufrimiento, las «monjas ecuménicas de
María». Mientras la ciudad ardía en llamas un
grupo de señoritas luteranas que desde 1939 se reunían para rezar y estudiar la Biblia, bajo la dirección de Klara Schlink, comprendió que era
necesario salir al encuentro de tanta miseria.
Así nació la idea de una Comunidad religiosa. La primera experiencia se tuvo en la casa de la señorita Schlink. Pero el pequeño grupo au¬ mentó y fue preciso buscar una Casa mayor. El

padre de una de ellas les regaló unos terrenos en la periferia de Darmstadt, y empezaron a construir ellas mismas su primer convento con las piedras de los edificios arruinados por las
bombas. Han construido también una casa pa¬
ra huéspedes, llamada «la alegría de Jesús», dispuesta para encuentros interconfesionales. Las «monjas ecuménicas de Maria», actualmen¬ te, unas noventa, se dedican a enseñar el cate¬ cismo protestante, a divulgar la Biblia, a des¬ pertar la fe entre los indiferentes... Viven en
pobreza franciscana (admiran mucho a San Francisco), entregadas a la oración y penitencia
por la unión de todos los cristianos.

(Atención, suscriptores!
Por aumento de los gastos de papel e impresión nos vemos obligados a fijar el precio de la suscripción anual
ordinaria de nuestra revista en la cantidad de 50 ptas.
para el año 1964. Rogamos a las personas encargadas de cobrar nuestras suscripciones que lo hagan durante este y el próximo mes. Gracias.

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cuestiones lulianas

ENFERMEDADES DE LA PIEL
(Conclusión)
Pariente muy cercana de la ronya es la tinya, que se localiza, como se sabe, en la cabeza. Ya
hemos citado anteriormente ese texto: «Vemos
que los niños, apenas han nacido, están ya lle¬ nos de tinya y de ronya y de suciedad» (Con¬ templació III, pág. 4). «Si es gran menteca¬ tez y gran locura que alguien que sea lepro¬ so o tinyós se enorgullezca de su lepra o de su tinya...y> (Ib., pág. 249). «Y por eso son los niños tinyosos y postermats cuando se les da comida por fuerza» (Doctrina Pueril, pág. 176).
Citemos, por último, como enfermedades que se manifiestan por afecciones en la piel, las vertoles (ganglios) y las vexigues (ampollas): «Y por eso son los niños ronyosos y con buanyes, y tienen vertoles y vexiguesy> (Blanquerna, pág. 13). Y las glánoles (bubones) y las porcelanes (esirófulas): «Y tiene el hombre... glᬠnoles y porselanes y muchos otros males» (Doc¬ trina Pueril, pág. 177).
Creemos que por un proceso parecido al que siguió la palabra posterma para llegar a signi¬ ficar moco o mucosidad, como ya hemos visto anteriormente, vorin (muermo) significa tam¬ bién moco y vormosos, adjetivo que usa Llull, mocosos: «Por eso es significado que más son queridos los niños pequeños, débiles, sin en¬ tendimiento ni razón, vormosos, sucios, inclina¬ dos al pecado y a la culpa, que Vos» (Contem¬ plació VI, pág. 148).
El parásito que produce la ronya es el briant (arador), bichito que se distingue por su pequeñez casi microscópica: «La vista sensual no acierta a ver las patas ni los ojos del briant, tan poca cosa son» (Contemplació VI, pág. 174). «Cuéntase que un briant se quejaba a Dios porque le había hecho una criatura tan pequeña y había hecho al hombre tan grande y honrado. Y entonces Dios puso el briant en el hombre, en lo cual le honró por cuanto le ha bía puesto en compañía de aquél para que el briant le picase y para que el hombre no es¬ tuviese orgulloso de su honor y el briant olvi¬ dase su pequeñez y vileza» (Arbre de Scienda II, pág. 376). «El cuerpo es tan endeble, que en este mundo lo atormenta un poco de ham¬ bre. ..; hasta un briant, que es cosa pequeña, le da tormento» (L. de Meravelles IV, pág. 307).
Otros parásitos o bichos que dan guerra a la

piel del hombre y cuyos nombres encontramos en Llull, son el cimoll (chinche), la mosca, la neyra o puça (pulga) y el pooll (piojo).
La palabra cimoll (1) sólo está documenta¬ da en el siguiente texto luliano: «El hombre está en molestia y en afán día y noche por poolls y por puces y por cimolls y por mosques» (Contemplació III, pág. 198).
Textos en donde sale la palabra mosca: «No temas picadura de la mosca» (Proverbis, pág. 385). «Preguntaba amor al amigo por qué su amado había creado las neyres y las mosques» (Art amativa, pág. 301).
Otro texto donde aparece el término neyra (del latín nigra = negra): «Uno de aquellos donceles... vio en una vestidura de jamete (samit) blanco, que el rey vestía, estar una neyra. Aquel doncel dijo al rey que le pluguise darle permiso para acercarse a él y coger una neyra que estaba en su manto. El rey autorizó al doncel para acercarse; y el doncel cogió la neyra, y el rey quiso ver la neyra» (L. de Maravelles II, pág. 102).
De la palabra latina peduculus (piojo) encon¬
tramos en Llull toda una serie de variantes que muestran diversas fases de su evolución foné¬
tica:
Possol: «El otro doncel tuvo envidia de su
compañero y al día siguiente puso un gran possol en el manto del rey» (L. de Meravelles II, pág. 102). Posol (es una variante ortogrᬠfica, más correcta, de la forma anterior, en otro códice). Pozol: «El doncel dio el pozol al rey» (Ib.). Pooll (ya hemos visto el texto donde aparece esa forma), Poyl: «El doncel dio el pozol al rey y éste se puso muy furioso y le dijo que era digno de muerte porque no guar¬ daba sus vestidos de poyls» (L. de Meravelles II, pág. 102). Poy: «Si no queremos sentir pu¬ ces, poys, queramos velar mucho» (Blanquerna, pág. 100).
En los textos citados hemos visto ya la pala¬ bra puces ■=. pulgas.
La picazón y molestia que causan al cuerpo dichos insectos es designada con la palabra menjanea (comezón): «Si sentimos puces y menjanga en nuestra cama y no podemos dormir...» (Blanquerna, pág. 100). «Cosa mucho mejor es rogar a Dios y velar, que querer dormir y sentir puces u otra menjanga» (Ib.).
P. Miguel Colom, T.O.R.

(1) La palabra cimoll parece provenir de cimuculus, por cimex = chinche, con un falso cambio de sufijo, y sería una formación del la¬ tín vulgar calcada sobre peduculus (por pedi¬ culus) z=. piojo, palabra con la cual tiene ci-

molí gran relación ideológica. Moll, en DCVB, explica dicha palabra dentro del catalán, par¬ tiendo de címeu (címice), palabra atestiguada. Pero su explicación no deja de ofrecer dificul¬
tades.

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Nuevd revista de misiones

Caria de
IfloHS, Damián fticolau,
recientemente nombrado Vrelado TtuUius de diuamackuco

Celebramos efusivamente la aparición de la nueva revista «Misiones T.O.R.», fun¬ dada bajo los auspicios del Rdmo. P. Juan E. Boccella. Ministro General, y dirigida por el Muy Rdo. P. Bartolomé Nicolau, Comisario General de las Misiones de la T.O.R. en el mundo. El primer número correspondiente al mes de Noviembre consta de 40 pᬠginas de 17 .r 22 cm., escritas en ciclostil, en cuya portada aparece la bella ilustración
que reproducimos en estas líneas. La nueva revista quiere servir de portavoz y órgano informativo de las distintas misiones confiadas a la T.O.R. Le deseamos larga y fecun¬ da existencia, con los mejores augurios para su director, nuestro querido corresponsal
en Roma P. Bartolomé Nicolau.
De «Misiones T.O.R.» entresacamos la siguiente carta de Mons. Damián Nicolau, dirigida a su hermano el P. Bartolomé. Mons. Nicolau, recientemente elevado a la dig¬ nidad prelaticia, se encuentra ahora en Roma como Padre Conciliar y tiene anunciada una próxima visita a Mallorca. En el próximo número de El Heraldo esperamos poder
dar a nuestros lectores una más amplia y directa información de sus actividades misio¬ nales, al mismo tiempo que testimoniar a Su Rdma. nuestro gozo y satisfacción por su reciente nombramiento pontificio. Mientras tanto besamos respetuosamente su anillo pastoral.

Las primeras catorce horas
a caballo. Al final sumarán
90 horas.
«Querido hermano: Ayer 6 de marzo, regre¬ sé de mi visita, en compañía del P. Maimó, a
todo el norte de la Provincia de Bolívar. Todo
ha ido muy hien, gracias a Dios y a las mu¬ chas oraciones que se van haciendo por nosotros. Partimos en camión hasta Cajahamha (tres ho ras); luego unas dos horas de camioneta has¬ ta llegar a una hacienda llamada Jocos, don¬ de fuimos recibidos con ramos y palmas. De aquí partimos a caballo —unas siete horas— ha cia otra hacienda, Marcamachay, donde tam¬
bién se nos recibió con mucho cariño. Y al día
siguiente nos prestaron nuevos caballos o mu¬

los para seguir hasta el río Marañón —siete
horas—.
El amigo Adolfo Luna. La bal¬
sa. Atravesando el río 36
veces.
Allí, junto al río, nos estaba esperando un gran amigo del P. Maimó, Adolfo Luna Vic¬ toria, que desde la parte opuesta nos saludó con unos petardos de dinamita. Es de unos treinta años de edad y se deja crecer la barba. Un Fi¬ del Castro pero de lo mejor. Ya tenía prepara¬
da en nuestra orilla una balsa hecha con unos
veinte troncos, y junto a ella unos einco hom¬ bres robustos nos estaban esperando para pasar¬ nos al otro lado. Nos pusimos sobre la balsa y nos adentramos en el río. Aquellos cinco hom-

17

bres iban remando con unas palas muy anchas para impedir que la corriente nos arrastrara y nos llevara al Atlántico; y navegando unos qui¬ nientos metros llegamos a la parte opuesta. Un fuerte abrazo del amigo Luna, quien nos ofre¬ ce unas botellas de naranjada que ya tenía pre¬ paradas; montamos otra vez a los mulos que también nos tenía a punto, y ¡ala! a subir una montaña muy empinada, para bajar de nuevo hasta cerca del Marañón donde nuestro amigo y guía tiene una casa. Unos árboles altísimos, naranjos gigantes cargados de fruto, ciruelos, etc. etc. Cenamos bien, y dormimos debajo del porche; y al día siguiente, a escalar nuevamen¬ te la montaña hasta llegar a otra casa de la misma hacienda, atravesando a caballo —fija
te bien— 36 veces el río. El camino serpentea
siempre junto a la ribera, y es necesario atra¬ vesar la corriente 36 veces, con el agua hasta la mitad del cuerpo del caballo.
Sumando horas cabalgando.
A 4.500 metros de altura.
Pasamos la noche en esta segunda casa, lla¬ mada Pana (la primera se llama Moneada) y al día siguiente, acompañados del mismo Adol¬ fo, emprendimos nuevamente la subida, hasta una altura de 4.500 metros, para llegar des pues de seis horas a Bolívar. Aquí, banda de música, autoridades, y mucha gente. Una gente muy buena. Tres días en Bolívar dando Misión, en la que comulgaron por primera vez unos se¬ tenta, de uno y otro sexo, bastantes de más de quince años de edad.
Continuamos nuestro viaje, visitando Unamen, Ucuncha, Longotea (de Ucuncha a Lon¬ gotea hay doce horas de mulo) y Uchumarca. En todas partes el mismo programa. La prime¬ ra noche, rosario, dos sermones un poco de canto. Al día siguiente dos misas con sermón; durante la jornada, preparar niños y niñas pa¬ ra confesar y comulgar. Por la noche, otra vez rosario y sermones; confesiones. Y a la maña¬ na siguiente, comunión general.
En todas partes ha ido de maravilla. Un de¬ talle. Este mes es tiempo de lluvias; pues se¬ pas que no hemos viajado ni un solo día con lluvia. Es un milagro, dice la gente. Las auto¬
ridades de Bolívar son excelentes personas; muy
unidos y compañeros; se invitan mutuamente a

comer, van juntos a cazar, etc. Es algo nunca
visto. Todo el día los teníamos en nuestra com¬
pañía.
Regreso. 28 horas sin más
comida que unas verdolagas.
De regreso hicimos el mismo camino hacia Pana y de Pana a Moneada, siempre en bajada junto al río. A un cierto punto, Adolfo, que volvió a acompañarnos con sus caballos, notó que las aguas del río habían subido mucho, y creyó prudente que esperáramos. Y esperamos. No traíamos nada para comer. Ni un pájaro se puso a tiro de nuestra escopeta. Y tuve que contentarme con unas verdolagas que descubrí —el hambre aguza la vista— y que comí como es natural sin aceite ni vinagre ni sal. Prepa¬ ramos un lecho de hierbas, y después de encen¬ der una grande hoguera para pasar el tiempo y no pensar en la comida, nos dormimos en el suelo junto al río que hacía un ruido del dia¬ blo (no sé propiamente qué ruido hace el dia¬ blo).
Muy de mañana, creyó Adolfo que el agua del río había disminuido algo. A mí no me lo pareció, pero me guardé de decirlo, y partimos. Tuvimos que atravesar de nuevo las treinta y seis veces reglamentarias el río y llegamos fe¬ lizmente a Moneada, después de 28 horas de no comer nada. Adolfo hizo matar un cabrito, lo asamos, y se nos pasó el apetito; esto sí, el cabrito lo pasó muy mal.
Cinco años sin ver un sacerdo¬
te. ¿Misay sin vino ni hostia?
Desde Moneada fuimos a visitar una hacien¬
da vecina, tres horas de camino, pasando por unos parajes siempre llenos de grandes cactus y árboles espinosos, el «canachín» y el «pates».
De la corteza del último se forman correas y
cuerdas. La hacienda se llama Chuquitén. Fui¬ mos allá para ver al propietario que nos había invitado, y se las arregló para hacernos quedar. Fue providencial. Hacía cinco años que no ha¬ bían visto un sacerdote. El P. Maimó y el P. Vanrell en su primera visita a esta Provincia la habían dejado involuntariamente sin visitar. Hi¬ cimos muchos bautismos, un matrimonio, y pre¬ dicamos a la gente que es de lo mejor que he
encontrado. El Marañón estaba enfurecido y no
era posible atravesarlo en la balsa. Tuvimos que quedar y esperar tres días. Y la gente encan¬ tada. «Cuánto me alegro —decían—, tendremos misa y rosario otra vez». Cada noche les reu¬ nía, y todos en círculo, sentados en el suelo, escuchaban con atención y devoción extraordi¬
narias. Entre ellos había un hombre de Dios.
Lleva barba y siempre trabaja. Cada día, antes de empezar la misa, nos traía un ramo de ro¬ sas para la Virgen. El propietario de la hacien¬ da nos dijo que un día le dio una camisa y al cabo de poco tiempo ya no la tenía; decía que
(Sigue en pág. 22j

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VENERABLE P. MAESTRO FR. CIPRIANO DE SANTA MARIA, T. 0. R.

(1663-1963)

umpliéndose este año el tricente¬ nario de la muerte del insigne Teó¬ logo y Escriturario, acérrimo defensor de la Inmaculada Concepción y afamado pre¬ dicador, el R. P. Maestro Fr. Cipriano de Santa María, Religioso de la Tercera Or¬ den Regular de Penitencia, de cuya Pro¬ vincia B ética de la antigua Congregación Española fue Ministro Provincial, nos ha parecido oportuno sacar a vistas de nues¬ tros lectores algo de lo que llevamos apuntado en una «Biblioteca Tercero Re¬ gular Española», que tenemos en prepa¬
ración.
OBRAS PUBLICADAS; SERMON pre¬ dicado en la Ciudad de Alcalá la Real
en el Convento de Ntra. Sra. de Consola¬
ción del Orden de Penitencia Tercero de
nuestro Seráfico Padre San Francisco,
en las honras, que eí mismo Convento hi¬
zo por el Rey N. Sr. don Felipe III, a diez y ocho de junio de mil seyscientos y veynte y uno. Impreso en Granada. Hay un ejemplar en la Biblioteca Pro¬ vincial de Sevilla (Sig. 113/68). También
hemos visto otro en la Colección Particu¬
lar del Sr. D. Miguel Herrero Garda,
Catedrático.
ORACIÓN FüNEBRE, predicada en la
Ciudad de Sevilla en el Convento de
Ntra. Sra. de Consolación del Orden de
Penitencia Tercero Regular Observancia, de N. S. P. S. Francisco, en las Obsequias (sic) que los Esclavos de nuestra Serení¬ sima Reyna y Señora celebraron por el P. Fr. Juan de San Joseph, Lector de Teología que fue en el mismo Convento; a 21 de Setiembre de 1630. (Biblioteca
Provincial de Sevilla, Sig. 113/86). RESOLUCIÓN Y APOLOGIA DELLA,
acerca de un grave y raro caso que en
materia de espíritu, se consulta con el P. M. Fr. Cipriano de Santa María, Lec¬ tor jubilado... Dedicada al M. R. P. D. Francisco de Loaysa, Prior de la Car¬ tuja de las Cuevas de la Ciudad de Se¬ villa, y Visitador de su Provincia. Impre¬
(1) Hay un ejempiaren la Biblioteca Provincial de Se¬ villa (Sig. 113/68) También hemos visto otro en la Colec¬ ción Particular del Sr. D. Miguel Herrero García, Cate¬ drático.

so en Granada, año 1649. (B. P. de Sevi¬ lla: Sig. 97/40).
DILIGENS COMPENDIUM quo motiva, rationes, et fundamenta (quibus efficaci¬ ter persuaderi posse videtur proxime deffinibilem esse Immaculatam Conceptio¬ nem Beatissimae Virginis Mariae) expla¬ nantur, expendunturque. Ut Magnus et Catholicus Rex noster Philippus IV quas Saepe fecit obsecrationes frecuentet, affec¬ tando diffinitionem hujus mysterii, quam avidissime expectant fideles a Sanctissi¬
mo Patre nostro Innocentio X. Año 1651.
Hay ejemplares en las Bibliotecas Pro¬ vinciales de Granada, Sevilla, Córdoba y
en la del Sr. Conde de Gor.
VARIAS ALUSIONES DE LA DIVINA
ESCRITURA, a costumbres, ritos, y cere¬ monias antiguas a propiedades de anima¬ les, plantas, perlas y piedras preciosas con que se declaran los Misterios que ce¬ lebra la Iglesia Santa a honor de Christo Señor Nuestro, y su Inmaculada Madre a quienes se dedican y consagran.
Sólo se publicó el primer tomo: Fiestas Marianas. Granada 1654. Son 668 págs. Lo hemos visto en la B. N. de Madrid, Sig. 5/1474.
ORACIONES VESPERTINAS, dividi das en dos tomos; el primero trata de va¬ rias conversaciones Evangélicas, y de los pecados capitales. El segundo abraza los
misterios de la Pasión de Christo Señor
Nuestro, todo moralizado. Impreso en
Granada. Año 1660. En las B. N. de Ma¬
drid; Sig. 3/39846 y Provincial de Sevilla, Sig. 199/28.
DILIGENTE EXAMEN DE UNA PRO¬
POSICION, que se predicó, con nota del Auditorio, día de la Assumpción de Nues¬ tra Sra., afirmando que no resucitó en la tierra, sino en el cielo, donde llevaron los Angeles su Santo Cadáver. Impreso en Granada, año 1645. B. P. de Sevilla; Sig. 97/40.
Citamos en último lugar esta Obrita, para enderezar el entuerto que ha oca¬ sionado la sola lectura de su título algo anfibológico.
En efecto: Biografía Eclesiástica Com¬
pleta, Biblioteca Histérico-Bibliográfica

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19

INCOMPARABLE POR SU CALIDAD
20

(Sbaralea) y Enciclopedia Espasa, atri¬ buyen al P. Santa María la «singular idea de que la bienaventurada Virgen no resucitó en este mundo, y sí en el cielo, donde su cuerpo fue transportado por manos de Angeles».
Confesamos, sinceramente, que nos sor¬ prendió «tan singular idea», aunque fue esta opinión de San Gregorio de Tour; y más nos sorprendió que la sustentase y
defendiese nuestro Maestro.
Se nos hizo dificultoso hallar el Diligen¬
te Examen, podiendo por fin deleitarnos con su lectura y comprobar que el P. San¬ ta María lejos de aprobar aquella «singu¬ lar idea», escribió dicha Obrita para ir a la mano a un imprudente predicador que osadamente desde el púlpito preten¬ dió hacerla creer a su auditorio. En el
«Examen» de aquella proposición nues¬ tro Teólogo la califica de «destituida de todo verdadero y sólido fundamento, y que más parece para hacer gala de inge¬ nio que vender por verdad lo que tan ajeno está de ella».
El P. Santa María tiene por verdadera «la doctrina tradicional de la Iglesia, en¬ señada por los PP. así latinos como grie¬ gos, con el sentir general de los Teólogos que censuran, ya de temeridad, ya de error, lo que se opone a semejante ver¬
dad».
Además de los citados escritos, que dio a la prensa, sabemos que tanto en Grana¬ da, como en Sevilla, Córdoba, Jerez, To¬ ledo y otras ciudades adquirió el aplau¬ so de los doctos, así en las Cátedras y Conclusiones Teológicas como en el Púl¬
pito. De sus sermones escribió el Magistral
de la Metropolitana de Granada que «po¬ cos sermones habrá más conformes, pues su Autor, para honra de su Seráfica Reli¬ gión, lustre de su Ciudad y servicio de Dios... obra lo que dice y ejecuta lo que
enseña».
La Orden le honró con cargos de digni¬ dad y gobierno, nombrándole Ministro Provincial, Definidor Habitual, Padre de Provincia y Catedrático de Prima, de la
Universidad de Granada.
Venerado y respetado de todos, y con gran fama de santidad, murió en su Con¬ vento de Granada a los 80 años de edad,
el año de 1663.
Al recordar los eruditos escritos y las
nada comunes virtudes del M. R. P. Fr.
Cipriano de Santa María, rogamos a Dios despierte entre nosotros, sus hermanos en religión, vocaciones de doctos publi¬ cistas y ardientes predicadores que, hon¬
rando como él nuestra Tercera Orden Re¬
gular, ganen muchas voluntades y almas para Dios y su Reino.
Fr. Francisco Amengiial, T. O. R.

Estoy muy contento porque veo que se preocupan mucho
de las familias numerosas.
Hasta se ha hecho un concur¬
so, con premios y todo, para los que tengan más hijos. Un señor muy importante me ha dicho que se repartirán
unos dos millones de pesetas
entre todas las provincias. Me parece muy bien. Porque
así se combate este espíritu materialista que tienen mu¬
chas personas.
♦
Se lo he enseñado al señor
Gómez y tampoco lo entiende.
Al menos eso me ha dicho él.
El telegrama dice: «Consa¬ grados catorce - stop - Españo¬ les uno - stop - Para América». Lo recibí el día del Domund, por la tarde, de un amigo mío que estaba de vacaciones. El señor Gómez parece que está muy preocupado...
¡Qué raro!. Después de unos
días recibo otro: «Dos más -
stop - Continúan vacantes cin¬
co mitras».
Cosas, cosas que no entiendo.
*
Lo acabo de leer en los pe¬ riódicos: «Las mujeres son
más aptas que los hombres pa¬ ra los viajes siderales». (Para que después diga mi mujer que siempre estoy en la luna).
*
Otra cosa que también he leído en el periódico —pues yo, aunque no lo parezca, leo

mucho— es que la earabela esa que presidirá el pabellón espa¬ ñol en Nueva York, la ha eomprado un tío muy rico por
cuatrocientos millones de pese¬
tas. ¡No es paja!
Yo creo que lo que teníamos que hacer, en vez de quejar¬ nos si somos un país pobre y todo eso, es empezar a vender todas las barquichuelas que te¬ nemos del tiempo de Colón.
Propongo que se nombre
una Comisión de entre todos
los astilleros españoles, y que armen muchas ediciones de la
Santa María, La Pinta y La Niña, para los museos de todo
el mundo. Y a cuatrocientos
millones la carabelita, pronto elevamos la renta nacional sin
ningún plan ni desarrollo eco¬
nómico.
A ver si nos quitamos el complejo ese...
*
Me he enterado por mi mu¬ jer que Sofía de Grecia espe¬
ra una criatura. Estaría muy satisfecho si fuera varón. Por¬
que a Juan Carlos, según ten¬ go entendido, le gustan mucho
los niños.
Lo que no me explico es el tiempo que lleva aquí en Ma¬ drid, visitando todos los días
los mismos sitios. Cuando yo fui a Roma, en tres días no
me quedaba nada por ver. Pe¬ ro, en fin, por algo lo hará. Di¬ go yo si serán cosas muy com¬ plicadas.

Plan de Planes: «No hacer
ningún nuevo Plan hasta que no se haya aplicado el ante¬
rior».
Claro, esto tiene el grave in¬ conveniente de que no se ha¬ ría ninguno. Pero ¡ qué caram¬ ba!. ¿Para qué queremos tan¬ tos planes en el archivo?
♦
Hoy estoy furioso. El señor
Gómez ha leído mi libreta sin
mi permiso. Y luego ¡ zas! va y me dice que soy un comu¬ nista y un no sé que más.
Bueno, ¿y qué? —le digo
secamente. Todo esto es lo que
oigo decir a los demás. O lo leo en los periódicos. Además, como la libreta es mía, escribo lo que quiero sin molestar a nadie. ¿Pasa algo?
El señor Gómez ha bajado la cabeza y se ha marchado muy colorado. ¿Se habrá mo¬
lestado?
♦
Lástima que no hayan dado por televisión el partido ese de
Suiza. Sacerdotes católicos con¬
tra pastores protestantes. Dicen que los graderies estaban lle¬
nos de seminaristas de ambas
confesiones. Hasta monjas y to¬ do —me dice mi mujer. Y que el árbitro era protestante y su mujer católica.
*
—¿Qué tal amigo?
—Sin novedad en Asturias.
Luego viene el earbonero y me dice que ha subido qui¬ nientas pesetas la tonelada-
Don Cándido

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MISIONES T.O.R.
(Viene de pág. 18)
había hallado otro hombre más pobre que él y se la había dado. El iba hecho un andrajo. El tercer día, el propietario mató un cerdo, lo hizo asar y resultó exquisito. Para la misa y
comunión no teníamos ni vino ni hostias. La
Providencia acudió en nuestra ayuda. En la ha¬ cienda hay unas parras y el propietario tenía unas botellas de vino bien auténtico, selladas. ¡Muy bien! ¿Y las hostias? Pedí un poco de harina; la amasamos e hicimos unas diminutas tortas, muy delgadas, las pusimos a cocer en el horno, y todo solucionado. Es verdad que aque¬ llas hostias no se disolvían en la boca, pero allí estaba Jesús, y aquellos días pudieron comul¬ gar cuantos quisieron.
Momentos de serio peligro
Pasamos por fin el Marañón en la balsa. El río tiene aquí 500 metros de anchura, y la pro¬ fundidad del agua es de 60 metros. Desandamos el camino, ahora siempre cuesta arriba. Unas ocho horas para llegar a Marcamachay. Al atra¬ vesar el río con el caballo, la corriente casi me
llevó al Atlántico. Me arrastraba con fuerza. Ya
sólo se veía la cabeza del animal y la mitad del P. Damián... El P. Maimó dice que se asustó; yo en cambio no sentí la más pequeña preocu¬ pación; confiaba y esperaba llegar a la orilla, y llegué. Hecho una sopa, esto sí; pero, como hacía calor, al cabo de poco tiempo estuve seco.
Llegamos a Marcamachay con luna, a las 10,30 de la noche. Muy de mañana con otras caballerías emprendimos la marcha hacia Jocos, donde el propietario puso a nuestra disposición

una camioneta, y en poco más de una hora lle¬ gamos a Caj abamba para tomar el camión que va a Huamachuco. Un viaje «relámpago». Un mes exacto. Da gracias de nuestra parte a cuan¬
tos ruegan por nosotros.
Tu hermano, Damián»
OTRAS NOTICIAS
Tayabamba es la sede de la segunda Comu¬
nidad de la Prelatura de Huamachuco. Los
miembros son tres, P. Juan Oliver, P. Juan Bus¬ tos y Fr. Paco Andreu. Tres que valen por do¬ ce. Tenemos bellísimas noticias del trabajo ca¬ si increíble de estos misioneros. El P. Oliver, Párroco de Tayabamba, empezó por la base só¬ lida de cultivar desde el principio una gran de¬ voción eucarística. Y ha triunfado. Por algo se llama Juan. Y Juan se llamaba también el Cu¬ ra de Ars, que empezó del mismo modo.
El P. Bustos, aunque resida con el P. Oliver, es párroco de Huancaspata y treinta y cinco pueblos más... Ya sabe que es montar a caba¬ llo horas y horas, y caerse con garbo, y llegar
calado.
De Fr. Paco, nos dicen que es bueno para to¬ do. Y parece tiene el don de bilocación. Nos escribe de todas partes y siempre tan optimis¬ ta. Tiene una pluma que sonríe siempre.
Si a estos hermanos misioneros añadís los
nombres del P. Jerónimo Genovard, viejo mi¬ sionero ya en Brasil y actualmente Vicario Ge¬ neral de Huamachuco, del P. Maimó «caballe¬ ro andante» de Bolívar, y del P. Vanrell, pᬠrroco en Lima, tendréis el cuadro completo de nuestros hermanos españoles que trabajan en
Perú.

YO HE BESADO LA ESTRELLA..
(Viene de pág. 11)
tienda entre nosotros, ya que fueron los pri¬ meros llamados a adorarle. Que no falten, pues, pastores en nuestros belenes de casa, —estos pastores de escayola, medio mutilados y atóni¬ tos, que ocultan bajo su zamarra una sorpre¬ sa de mazapán para el Niño—. Ellos han ins¬ pirado la imagen más tierna del Evangelio: la del Pastor que da la vida por sus ovejas.
Al sur del «campo de los pastores», domi¬ nando toda esta región bíblica y patriarcal, se yergue el Herodion, palacio fortaleza y tumba de Herodes el Grande. El rey de las manos san¬ grientas se había preparado aquí, sobre ese pi¬

co en forma de cono truncado, un sepulcro a
la medida de su ambición. Herodes era el Po¬
der e hizo de una montaña su tumba, como los faraones de las pirámides levantaron montañas de piedra para proteger la momia de sus cuer¬ pos. Y ahí se quedó, solo, abandonado de los hombres, en ese paisaje de muerte y cataclis¬ mo que es el desierto de Judá. El Rey que na¬ ce en Belén es la Pobreza que viene a enseño¬
rearse de la tierra. Le basta poco, una gruta,
par nacer. El quiere habitar en los corazones de los hombres. Es el Príncipe de la Paz. Sólo pide un poco de la «buena voluntad» que en¬ contró en los pastores de Belén.
L. Garí-Jaume, T.O.R.

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tepciario

Agradecemos a nuestro estimado y distinguido
colaborador, el Rdo. P. MIGUEL COLOM,T. O. R., Superior del Convento de Inca y Director de la Hermandad de Terciarios, el interesante artículo que nos ha remitido, accediendo a la petición que le cursara el Rdo. P. Comisario de la T. O. F.
en Baleares.
cabría en los reducidos límites
de una página de «EL HERALDO DE CRISTO», la relación, por somera que fuese, de lo que ha sido y es nuestra
Hermandad de Terciarios seculares de In¬
ca. Mostraremos, por lo tanto, sólo algu¬ nos aspectos de la misma.
Cuando en el año 1910 los Padrés Fran¬ ciscanos de la Tercera Orden Regular se establecieron en el antiguo convento de Frailes Menores, hallaron ya los Tercia¬ rios seculares organizados. LOs diferen¬
tes Custos que desde la exclaustración de 1835 habían regentado la iglesia, sintien¬ do un verdadero amor a la asociación, habían velado por su desarrollo y floreci¬ miento. Así es que ya entonces la Her¬
mandad constaba de 546 miembros, de los cuales sobreviven todavía unos pocos.
Como es natural, al quedar ñuestros Padres instalados en el convento de Inca, la Hermandad recibió una fuerte transfu¬ sión de nueva savia vital y, bajo la direc¬ ción de nuestro llorado P. Cerdá hombre de una actividad extraordinaria, elevóse a cumbres seguramente jamás alcanzadas. Ya en el año 1910 hubo diecinueve vesticiones en las cuales tomaron el hábito 53 hombres y 279 mujeres, de tal mane¬ ra que, al Analizar dicho año, la Herman¬
dad contó con 878 miembros. Además de cumplir todos los actos re¬
glamentarios, la Hermandas de Inca, im¬ pulsada por el celo y entusiasmos de sus diversos Directores, ha realizado gran
número de obras del todo meritorias: tandas de conferencias y de Ejercicios espirituales, veladas culturales y recrea¬
tivas, procesiones y Viacrucis públicos.
•

peregrinaciones y excursiones, obras de caridad y de asistencia social, etc.
Aunque no podemos precisar exacta¬ mente el año, muy pronto el P. Cerdá do¬ tó a la Hermandad de su pequeño órgano de prensa, una Hojita mensual en la que,
además del anuncio de las funciones que se celebran en la iglesia de San Francis¬
co, aparecen las consignas convenientes y breves artículos de espiritualidad fran¬ ciscana o simplemente católica.
El auge del que venimos hablando ha
continuado hasta estos últimos años. En
1960 pudimos celebrar el cincuentenario de la reorganizapión de la Hermandad.
Con tal motivo se dedicó un hermoso ho¬ menaje a los Terciarios y Terciarias que habían alcanzado sus Bodas de Oro, ex¬ tendiéndolo a los supervivientes de los años anteriores a 1910. Totalizaron unos
150, aunque hubo algunas ausencias.
Todos los años, el domingo siguiente a la fiesta de Reyes, se da cuenta, en una emotiva reunión de la tarde, de los falle¬ cidos e ingresados durante el año ante¬ rior y del número total que forman la Hermandad. Bueno, pues; el número de Terciarios registrado el 31 de diciembre de 1962 era de 1.372, 231 hombres y 1.141 mujeres. Casi con toda seguridad la Her¬
mandad de Inca es la más numerosa de
Mallorca.
Pero a nosotros nos gusta decir las co¬ sas como son. Por eso al comentar los
datos que arrojaba el balance estadístico y espiritual del año anterior, con mani¬ fiesto pesimismo escribíamos ya en la Hojita de enero de 1960: «La tendencia
actual es de estacionamiento o hacia un
ligero descenso. Consecuencia del clima de frialdad espiritual en que parece está
metida nuestra ciudad. Y es triste tener
one confesarlo, esta frialdad afecta, más que al número, a la calidad de los miem¬ bros Se observa una total apatía por todo
(Sigue en póg. 25)
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(Viene de pdg. 24)
lo que huele a sacrificio; una glacial in¬ diferencia por todo ideal noble de santi¬ dad y apostolado».
Desgraciadamente esa tónica es la que
domina en todas las asociaciones de ca¬
rácter religioso. Pero seríamos injustos si creyésemos que ése es un fenómeno ex¬
clusivo de la ciudad de Inca. Por un lado
la paganización general de las costum¬ bres y por otro cierta desorientación que viene padeciendo la gente a causa de la interpretación errónea de las directrices dadas por la Iglesia, han contribuido a crear el clima que lamentábamos en aque¬ llas líneas que hemos transcrito.
NUEVA CAPILLA EN EL CONVENTO DE
LAS RR. FRANCISCANAS DE LLUBI
El día 29 de septiembre, fiesta de San Miguel Arcángel, el pueblo de Llubí vivió una jorna¬ da de intenso júbilo. Por una parte, conmemo¬
raba el centenario de la fundación de las Re¬
ligiosas Franciscanas en dicho pueblo y, por otra, veía acabada la nueva Capilla que, con sencillez franciscana, gusto y estilo, se ha po¬
dido levantar como un monumento a las difun¬
tas fundadoras, gracias a la generosidad de los hijos de la villa lluhinense.
A las 6 de la tarde, salió una imponente pro¬ cesión desde la iglesia parroquial y se dirigió al nuevo Oratorio. Todo el pueblo se asoció al
solemne acto. Presidía el Rdo. Sr. D. Gabriel
Massanet, Cura Eeónomo, y le acompañaban todas las Autoridades locales. Además, repre¬
sentando a la Rdma. Madre General de la Con¬
gregación, ausente de Mallorca, también asis¬
tieron la Rda. Madre Viearia General y una Madre Consiliaria.
Llegada la procesión a la nueva Capilla, el citado Sr. Ecónomo, Delegado del Sr. Obispo para la bendición, procedió a efectuarla. Ben¬ dijo igualmente un valioso obsequio de una fa¬ milia de Llubí: un impresionante Santo Cristo de talla. Desde aquel día, ocupa lugar muy des¬ tacado detrás del Altar Mayor.
Seguidamente se eantó solemne Misa, actuan¬
do brillantemente el Coro mixto de la parro¬
quia. El Rdo. Sr. Massanet pronunció muy ade¬ cuada plática de circunstancias: se congratuló por la notable mejora del Oratorio, exaltó la la¬ bor qeu realizan las RR. Franciscanas dentro de la parroquia y agradeció vivamente a los fe¬ ligreses toda la ayuda que habían prestado a aquellas Religiosas para que fuera realidad la Capilla que acababa de bendecir por encargo del Sr. Obispo, ausente en el Concilio.
Felicitamos a nuestras estimadas Hermanas
en S. Francisco y a los hijos de Llubí por la nueva Morada que han erigido para el Señor y pedimos a Este recompense con creces el amor que, con este motivo, le han demostrado.

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Demasiado ingenua
Una señora extremadamente fea pregun¬ ta a unos de los presentes:
— ¿Es verdad, como dicen, que el amores ciego?
-No lo sé, señora, pero su marido debe saberlo perfectamente.

Las causas de la risa
El ¡efe de oficina se encuentra al salir con un grupo de empleados, a los que cuenta un
chiste.
Todos los presentes acogen el chascarri¬ llo con grandes carcajadas, excepto uno, que permanece serio y silencioso.
— ¿No le ha hecho gracia? — pregunta el ¡efe —¿Por qué no se ríe?
— Es que yo he venido de visita. No soy empleado de la casa.
En Nueva York
El marido está afanado en la cocina la¬
vando los platos. La mujer lee una novela
cómoda sentada en un sillón. El niño da
vueltas en torno al padre. Y mamá dice: — ¿Por qué no vas a jugar con otros chi¬
cos? No me gusta verte todo el día cogido a los pantalones de tu padre.
En la playa
-¿Cómo te arreglas para estar tanto tiempo debajo del agua?
— Costumbre que tiene uno. El año pasa¬ do pasé mis vacaciones en la misma playa que mi sastre.

—Escuche, agente, sé a ciencia cierta que tiene
más de dieciséis años.
Nada extraño
El doctor examina a su cliente, le prescri¬ be una receta y se dispone a firmar una hoja para el seguro. Entonces dice:
— ¡Qué curioso! ¿Usted se llama William
Smith Borodinoff?
-Asíes. Me llamo así porque mi padre es americano y mi madre rusa.
— ¡Vamos, ahora caigo! No me extraña ya que tenga usted tensión.
Discurso oficial
Acaban de inaugurar un abrevadero en el pueblo. En el banquete oficial, levanta la copa el alcalde y lleno de euforia, dice:
-Señores, para festejar tan magno acon¬ tecimiento, esta magnífica inauguración, voy
ahora mismo a beber al abrevadero.

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