El Heraldo de Cristo 1963, n. 643 y 644
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la marca del tiempo nuevo

AV. CONDE DE SALLENT. 73 TELEFONO 1576»

PALMA DE MALLORCA

EL HERALDO
DE CRISTO
REVISTA MENSUAL DE LOS R. P. FRANCISCANOS DE LA T. O. R.

OCTUBRE-NOVIEMBRE 1963
Año Lili - Núm. 643-644
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REDACCIÓN Y ADMÓN:
CONVENTO DE SAN FRANCISCO
TELÉFONO 12695
PALMA DE MALLORCA
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P. L. GARÍ-JAUME, T. O. R.
VICE-DIRECTOR: P. JAIME TUGORES, T. O. R.
ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA: P. F. BATLE, T. O. R. Y GORO
IMPRESIÓN: ARTES GRÁFICAS GIMÉNEZ
PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN:
ORDINARIA. ... 40 PTAS. BIENHECHOR ... 75 PTAS. PROTECTOR ... 100 PTAS.
DEPÓSITO LEGAL P. M. 340-1958

NUESTRA PORTADA

Retrato de San Francisco de Asís,

pintado en 1260 por Berlinghieri, trein¬

ta y cuatro años después de la muerte del Santo. (Museo de San Francisco,

Asís).

V

>

en
/
numero:

Los ultracapitalistas de la fe . . . 3

Consigna del Domund 1963 ... 4

Jerusalén, una ciudad dividida . . 7

Reapertura del Concilio Vaticano II . 11

A un minyó qui me contava ronda¬

lles (poesia)

12

Curso nacional para revistas de la

Iglesia

13

Crisis racial en el Paraíso de la Liber¬

tad

14

Cuestiones Lulianas

16

A medio siglo de distancia, recorda¬

mos grandes fiestas juniperianas. 17

Eremitorios, monasterios y conventos

de la T. O. R. en España . . 18

Página del Terciario 19 ....

Nuevo pendón .

20 ....

Un segundo aniversario esperanzador. 21

Block de notas

23

Página de humor

27

—eSJiUtranaean t a

merimna

BIRECTOR-PROPIETARIO:
NELSON B. CRAMER

LAVADO EN SECO Y HUMEDO

NUESTROS TELÉFONOS:

TALLERES Y OFICINAS: Pasaje Co'n Faixína, 68-70 y 72 -15012 y 22273 TIENDA: Plaza Olivar, 22 -11104
SUCURSAL DEL TERRENO: Calvo Sotelo, 198 - 30221 SUCURSAL EN PALMA: Barón Santa M." Sepulcro, 20

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PALMA DE MALLORCA

ÍA R (Mallorca)
2

EDITORIAL
IjOíS ultracapitalÍNtas de la fe

oco a poco se va abriendo camino la idea de que la actual dis-

^

tribución de los efectivos apostólicos en el mundo es injus¬

ta. Hasta hoy, las declaraciones autorizadas sobre el problema mi¬

sionero de la Iglesia insistían en la insuficiencia del personal con¬

sagrado al apostolado de las misiones. Aparecía claro a todas luces

que 33.000 sacerdotes eran muy más que insuficientes para la sie¬

ga de una mies que anda rondando los 2.000 millones de no-cris¬

tianos y aún incluso para la atención pastoral de los 40 millones de

bautizados desparramados por todas las dilatadas cristiandades del

Africa, Asia, Oceania y algunas regiones de América.

Al presente, un nuevo factor ha venido a agravar la reflexión. Primero tímidamente, luego con mayor arranque y audacia, aquí y allá se levantan voces para denunciar que la comunidad apostóli¬ ca patrocina un trato dramáticamente discriminatorio respecto a los países de misión. Ultracapitalistas de la fe, acallamos nuestra conciencia con un puñado de bravos. Los desplazamos a las fron¬ teras más avanzadas de la Iglesia, en tierras de paganía, y este ren¬ dimiento nos ha permitido continuar apaciblemente instalados en nuestra seguridad católica.
Venturosamente este criterio está hoy en crisis.
Hoy nos resulta hiriente saber que cualquiera de nuestros co¬ legios acapara más sacerdotes que toda una ciudad de varios mi¬ llones del Congo o del Japón. Resulta desmesuradamente capita¬ lista y burgués que nuestra nación, por ejemplo, disponga de igual número de sacerdotes que todas las misiones del mundo y que una de nuestras diócesis —valga para el caso la de Pamplona—- se en¬ cuentra respaldada por unos efectivos clericales que son 45 veces más poderosos que los empeñados en la evangelización de todo el continente africano.
Una mayor atención a la empresa misionera tendrá la sin¬ gular ventaja de liberar a nuestro catolicismo del pecado de in¬ justicia que hoy pesa sobre él. En ese momento, vencido nues¬ tro egoísmo colectivo, la caridad de Dios irrumpirá en su Igle¬ sia. Y una Iglesia más preñada de caridad, será una Iglesia más santa, más fuerte, más según Dios. Decimos frecuentemente: «En nuestras parroquias se encuentra la salvación de las misiones». Es verdad. Pero también lo es que en las misiones se halla la salud y el renovado vigor de nuestras seculares comunidades cristianas. Nosotros aportamos a las misiones la vieja fe recibida de siglos atrás. Las misiones nos dan la joven profesión de fe de los recién nacidos para Dios.

3

CONSIGNA DEL DOMUND 63:
mm LA VOCACION MISIONERA
# Lo más admirable del misionero es la aventura so brenatural de su entrega.
* Dos graves problemas: más misioneros y mejor dis
tribución del clero.
Declaraciones de Mons Sagormínaga ante el DO'
MUND DE LA GRAN AVENTURA

r 1 DOMUND próximo, que se celebrará el día 20 de octubre, tiene un sugerente
apellido: LA GRAN AVENTURA. Con estas palabras el Día de las Misiones lanza su con¬ signa específica: la vocación misionera. Como todos los años, detrás de la gran máquina del DOMUND, que prepara sus armas para lanzar la gigantesca campaña misional de octubre, está Mons. Sagarmínaga al frente de su eficaz equi¬ po de colaboradores. Mons. Sagarminaga deja su título exclusivamente para las circunstancias protocolarias; fuera de ellas prefiere que le lla¬ memos como todo el mundo lo llama, simple y llanamente: Don Angel.
—¿La vocación misionera sigue siendo una gran aventura?
—Indudablemente. Yo creo que Vd., al ha¬ cerme esta pregunta, quiere sugerirme la idea de que hoy los misioneros, al partir a tierras de misión, no corren los riesgos de los que pu¬
diéramos llamar misioneros clásicos.
—Eso es.
—Es indudable que hay un aspecto de la vi¬ da misionera que tuvo antaño un aire de aven¬

tura mucho más acusado que en nuestros días. Por ejemplo, los viajes del misionero. Hoy pue¬ de decirse que casi absolutamente todos los pre¬ goneros del Evangelio en tierras de misión ha¬ cen el viaje desde su patria hasta las Misiones por vía aérea, confundidos con los turistas, que recorren el mundo por los caminos del aire. También es cierto que las condiciones de vida, de salubridad, de vivienda, de higiene, de cul¬ tura, de convivencia, han mejorado extraordi¬ nariamente en los últimos tiempos en la mayo¬
ría de los territorios misionales.
—Pero a pesar de ello ¿Vd. cree que la vo¬ cación misionera sigue siendo una aventura?
—Absolutamente. No hay que detenerse tan solo en el aspecto externo de la vida misione¬ ra: viajes, vivienda, comunicaciones, alimenta¬ ción, cultura, etc., etc. Existe una aventura so¬ terrada en el gesto y en la entrega de los mi¬ sioneros, que nosotros queremos destacar espe¬ cialmente. En primer lugar está la aventura de la pobreza, que no consiste tanto en renunciar a unas pesetas, a unos ingresos económicos, cuanto en el hondo y sangrante desprendimien¬ to de las personas y las cosas más queridas: la familia, el propio terruño, la propia patria, las costumbres, la lengua, la mentalidad...

—No hay misión sin pobreza...
—Exacto. Y la pobreza voluntaria, escogida libremente, la renuncia a lo económico, a lo sentimental, a lo sicológico, a lo que por la mis¬
ma naturaleza está más adherido a nuestro pro¬
pio ser, es una grande, una noble aventura del
4

hombre, ayudado por la gracia de Dios. Pero no termina aquí la gran aventura del misione¬ ro. El misionero abandona a los suyos y aban¬ dona lo suyo, no por una especie de sadismo ascético, de sufrir por sufrir, sino por un obje¬ tivo positivo. Deja para poder coger; se desarrai¬ ga, sangrando, para poder arraigarse, adaptarse, encarnarse en otros pueblos, en otros modos de vida, en otro lenguaje material y espiritual, en otras costumbres. Hoy más que nunca hay que subrayar este enorme sacrificio, que cada misio¬ nero debe hacer para que su acción apostólica sea auténticamente fecunda en los pueblos mi¬ sionados. Vd. comprenderá que aunque los via¬ jes se hagan en avión, aunque ya en muchas misiones haya carreteras y teléfonos y luz eléc¬ trica y tantos otros admirables y gratos recur¬
sos de la civilización, la vocación misionera si¬
gue siendo una generosa y ardua aventura. Es prolongar de la manera más perfecta la aven¬ tura de la encarnación por la que el Verbo de
Dios «se anonadó a Sí mismo» haciéndose hom¬
bre para que la Humanidad fuera promovida a la dignidad de los hijos de Dios.

—¿Vd. considera que la aventura romántica
de los misioneros ha terminado en nuestros días?

—En modo alguno. A veces se escribe con excesiva facilidad desde nuestras posiciones con¬ fortables, ya que ha pasado el tiempo de aque¬ llas misiones, heroicas hasta en el aspecto fí¬
sico. Y esto no es cierto. Los misioneros en ge¬
neral, son los representantes vivientes del Cuer¬ po Místico de Cristo en los ambientes más di¬ fíciles, más pobres, más inhóspitos de la tierra. Hoy sigue habiendo misioneros en Alaska y en el gran Norte del Canadá, donde el clima medio suele ser de 25 a 30 grados bajo cero y en ocasiones rebasa los 50 grados. En las lepro¬ serías de Asia, Africa y Oceania están los mi¬ sioneros y las misioneras. En las zonas más tó¬ rridas, donde la temperatura sube más de 50 grados, están presentes los misioneros y las mi¬ sioneras. En aquellos puntos de la geografía hu¬ mana donde la ignorancia, la pobreza, el ham¬ bre, la enfermedad, la miseria moral y física son más extremas y repugnantes, sigue habien¬ do unos hombres y mujeres admirables llenos de generosidad, de sobrenatural alegría, de una casi imposible esperanza: son los misioneros. No hagamos una literatura fácil, totalmente ale¬

la ¡ornada ha sido dura: misa de campaña, cate¬ cismo. bautizos, enfermos, largas caminatas. . Al misio¬ nero le faltan brazos para tanta mies. Al final de la ¡ornada, la soledad acabará de rendirle en su choza de ¡uncos.—«Señor, ¿porqué no mandas más operarios a la
viña?»

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ó

jada de la realidad. Se habrán reducido, gra¬ cias a Dios, los límites de la incultura, la po breza, de la enfermedad en el mundo; pero, por desgracia, todavía hay millones de hombres ins¬ talados, por causa de la injusticia humana, en condiciones de vida infrahumanas. Y la Iglesia está presente ahí, gracias a la gran aventura de los misioneros y de las misioneras.
—¿Qué pretende el DOMUND de este año
en este sentido?
—El DOMUND, más que una gran colecta, trata de ser un impacto, una violenta sacudida
de las conciencias en torno al permanente pro¬
blema de la universalidad cristiana y a los di¬ versos aspectos de la Iglesia misionera en el mundo. Este año queremos, en primer lugar, promover un movimiento de auténtica admira¬ ción y gratitud a los misioneros por el servicio que prestan a los más necesitados de la tierra y por el gran servicio de ejemplaridad cristia¬ na, de testimonio, que nos prestan a nosotros.
—¿Y las nuevas vocaciones misioneras?
—A eso vamos. Sería casi un dilentantismo
inadmisible e hiriente despertar simplemente la admiración por estos gestos de generosidad. Esto no es suficiente ni justo. Entre los graví¬ simos problemas urgentes de la Iglesia está la apremiante necesidad de nuevos misioneros y de una mejor distribución del personal ecle¬ siástico, sacerdotes, religiosos, religiosas, segla res al servicio de la expansión misionera de la Iglesia. Yo creo que sobre todo, gracias al Con¬ cilio Ecuménico, estamos en vísperas de una gran revolución dentro de la Iglesia en este sen¬ tido. El DOMUND de este año, además de las plegarias, de los sacrificios, de las limosnas, quiere pedir con más insistencia que nunca la entrega de los más generosos para esta gran empresa. En el fondo le diré a Vd. que es la Iglesia entera la que, ante los tiempos que se avecinan, ha de embarcarse en la generosa aventura de la misión universal, superando to¬ dos los localismos, todas las permanentes insi¬ dias de los egoísmos «honorables», todas las vi¬ siones raquíticas de la esperitualidad y del apos¬ tolado, porque, en definitiva, la gran aventura es ser católico, o sea universal con todas sus
consecuencias.

JERUSALÉN ^

UNA CIUDAD DIVIDIDA

Impresiones del II Gran Itinerario de la Fe a TIERRA SANTA, organizado por «El Heraldo de Cristo».
Escribe: L GARI-JAUME, T. O. R.
II

Visión de paz... y de guerra
Cerré mi anterior escrito con la súplica del salmista que se entrega a la visión alborozada de Jerusalén: «...Por amor de mis hermanos
y compañeros, te deseo la paz». La misma sú¬ plica brota en los labios del peregrino, a poco de penetrar en la Ciudad Santa. Al otro lado de las murallas, por el oeste, pasa la línea di¬ visoria, trazada a toda prisa en 1949, al ser con¬ certado el armisticio entre Israel y Jordania. Y no lejos de una de sus puertas almenadas, está el único paso de una a la otra zona. Jerusalén, en contra de lo que sugiere su nombre de «vi¬ sión de paz», no conoce aún el bien que le hi¬ ciera el Dios que murió perdonando a sus ha¬
bitantes.
Desde la época de Omán —el jebuseo que trillaba su trigo allí donde David levantó el pri¬ mer altar y Salomón el primer templo a Yavé— hasta nuestros días, la paloma de la paz no tu¬ vo tiempo de anidar sobre las altas torres de Sión. Los años de Constantino y la aventura de las Cruzadas no son más que cortos parénte¬ sis entre largos capítulos de guerras, incendios, pillajes y matanzas. Egipcios y babilonios, grie¬ gos y romanos, sarracenos y turcos irrumpie¬
ron en bandada contra sus muros. Los hombres
que precedieron a Cristo no perdonaron a Je¬ rusalén el haber encerrado en su templo al Dios vivo, y los que le siguieron el que lo hiciera morir en una cruz patibularia. Y así, ¡ amarga ironía de la historia!, no ha dejado de estar
continuamente crucificada. Ya lo anunció Cris¬
to: «Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumplan los tiempos de las nacio¬ nes» (Le. 21, 24). Hoy, son los hijos de Mahoma y del judío errante los encargados de per¬ petuar el Viernes Santo de Jerusalén.
Las piedras gritan
A pesar de todo, Jerusalén es la única ciudad antigua que permanece en pie. En pie de gue¬ rra, sería más exacto decir. Menfis es un cam¬ po de palmeras. Tebas, la ciudad de las cien puertas, un montón de ruinas. Babilonia, con sus jardines colgantes, está sepultada bajo la arena. Sola, perdida en el desierto pedregoso, eon sus torres y cúpulas que eustodian un re¬ baño de casas, Jerusalén es el testigo perenne del paso de Dios sobre la tierra. Mejor que sus hombres, sus piedras —las piedras dispersas por la maldieión divina— pregonan, al margen de los siglos, el esfuerzo de Dios para salvar al hombre. Las piedras gritan, cumpliendo la pa¬ labra de Cristo (Le. 19, 40).

Pero los hombres se han empeñado en aho¬ gar el grito de las piedras. Y ahí está esa Babel de Jerusalén, encrucijada en el ansia de mu¬ chos pueblos. No, no es la «disparatada» línea que divide en dos la Ciudad Santa lo que más duele al peregrino, sino esa otra división de razas y credos diferentes que se da en torno a los Santos Lugares de la Pasión, Muerte y
Resurreceión de Nuestro Señor. Cinco confesio¬
nes cristianas, por ejemplo, se han repartido el Sepulcro del Señor. Han hecho lo que no osa ron hacer los verdugos del Calvario: se han re¬ partido la túnica inconsútil de Cristo, como bo¬ tín de rapiña. ¡Cristo partido en piezas! ¿Cabe escándalo mayor en esa hora ecuménica que vivimos? Apoyado sobre la losa que cubre el sepulcro vacío, partida adrede por temor a la codicia de los hombres, uno siente todo el es¬ tremecimiento de Cristo suspirando por la uní dad. ¡ Pobre Jerusalén de nuestros pecados!
El llanto se ha convertido en odio
A un tiro de fusil de los judíos está el cé¬
lebre «muro de las lamentaciones». Antes de
1948, solían éstos acudir aquí, todos los vier¬ nes del año, a llorar la desgracia de Jerusalén. «A causa del muro derruido, a causa de la ciu¬ dad devastada... estamos aquí solitarios, y lio ramos». El muro había recogido por centurias el dolor y las aspiraciones de un pueblo que ha conocido todos los destierros. Ahora, el muro
de bloques «herodianos» está en zona árabe, so¬ litario, sin que nadie lo llore. Ni siquiera el peregrino puede entregarse a la dulce evoca¬ ción del pasado, sin verse pronto asaltado por una chiquillería, sucia y famélica, que le lim¬ pia los bolsillos de piastras, si no le despide con piedras. «¡Jerusalén, que matas a los pro fetas y apedreas a los que vienen hacia ti!»
El «muro de las lamentaciones» se ha erigido en símbolo de la vergüenza de la última gue¬
rra de Palestina. Podría hablarse de un «muro
de la vergüenza», como en Berlín. Pero es más
exacto referirse al «muro de odio» que separa
a los moradores de la ciudad sobre la que Je¬
sús también lloró.
Los judíos habitan la parte nueva de Jerusa¬ lén, de grandes avenidas y edificios cortados a la europea, que se extiende, por el norte y el oeste, más allá de las murallas. Los árabes se amontonaron en el recinto de casas y de calles viejas, por las que no ha pasado el tiempo. Y, como espina clavada en su corazón, está el «muro de las lamentaciones», que no inspira lágrimas, sino odio contra los judíos.

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Parte de nues¬
tro grupo de pe¬ regrinos en el Huerto do Get-
semanf.

El deseo de Jesús está aún sin cumplir: «¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos bajo sus alas, y no quisiste!»
Jerusalén, desde lo alto
Sobre Jerusalén no es la primera vez que es¬ cribo. Este mismo año y en estas mismas co¬ lumnas (número de abril) apareció un amplio reportaje sobre Jerusalén y sus santuarios, para que sirviera de preparación a los participantes en este II Gran Itinerario de la Fe. Lo escrito,
entonces, bien o mal escrito queda. No tengo por qué repetirme.
No voy, pues, a recorrer las calles de la Ciu¬ dad Santa, a paso del peregrino que se detie¬ ne a venerar cada piedra. Jerusalén es una in¬ mensa reliquia, y me faltaría tiempo y espacio para hacerlo. Ni voy tampoco a reseñar las múltiples impresiones que se agolpan en mi mente y pugnan por salir a flor de tinta. Tra¬ taré de revivirlas todas en una impresión de
conjunto. Para amar una ciudad hay que contemplar¬
la desde lo alto. A Roma aprendí a amarla desde el Giannicollo, y aún llevo en mi retina la visión fascinante, única, de Florencia con
templarla, de noche, desde el Piazzale de Mi¬ chelangelo. A Jerusalén la contemplé, solo, de noche, desde la terraza de la Casa-Nova,
y con el grupo, al filo del mediodía, desde el Monte de los Olivos. ¿Habré de decir que, salén no defrauda la idea de majestad y gran¬ deza con que la imaginamos desde niños? De noche, la ciudad nos entrega sus secretos; de día, nos da su verdadera estatura. Y siempre, desde lo alto, la ciudad se hace camino para
ganar su corazón.

Montes y valles
La Jerusalén actual se asienta, a unos 800 m.
de altura, sobre dos colinas separadas por el valle de Tiropeón o de los Queseros y bordea¬ das por los barrancos del Cedrón e Hinnón. Al este de la ciudad, como muralla que la prote¬ ge del desierto, está el monte de los Olivos u
Olivete, como se decía en la Edad Media, al
que los árabes llaman hoy Gebel-et-Tur (812 m.) —la Montaña por excelencia—, nombre que también dan al Sinaí, Garizim y Tabor.
La «montaña» está a una distancia de un ca¬
mino de sábado (cerda de un Km.), puntua¬ lizan los Hechos 1, 12. Forma tres cumbres: al norte, el «mons viri Galilaei» de los anti¬
guos peregrinos; en el centro, el actual monte de los Olivos o de la Ascensión; hacia el sur, el monte del Escándalo, llamado así porque Salomón levantó ídolos para sus mujeres ex¬ tranjeras. Más al sur, en la confluencia de los tres valles, se locabza el Hacéldama, el «cam¬ po de sangre» comprado por el Sanedrín con las treinta monedas que vendieron a Jesús. Só¬ lo me falta citar el monte del Mal Consejo, si¬ tuado también al mediodía, para tener ese ma¬ pa de relieve que todos hemos visto en alguna parte. En ese monte, según una tradición del s. XIV que nada tiene de verosímil, Caifás tendría su palacio y en él formaría el Gran Consejo —^mal consejo— que condenó al Ino¬
cente.
¿Dónde está el Calvario? El Calvario, como monte, decepciona profundamente al peregri no. Yo diría que no existe. A lo más, el Cal¬ vario Gólgota, en hebreo— podría justificar su nombre por esa ligera elevación que ofre¬ ce la parte de la ciudad donde está enclavado.

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y a la que los árabes llaman actualmente «ras» (cabeza). Sea como sea, no bay que pensar en ese monte alto, rocoso, ibiponente, que la exaltada imaginación de cerítenares de pintores ha divulgado. Se trataría, más bien, de una leve, protuberancia rocosa, calva (de ahí Calvario), fuera de las murallas y junto a una de las, puertas de la ciudad. Hoy se^encuentra,
revestida de mármol, dentro de la Basílica del
Santo Sepulcro. Y no deja de ser curioso el he¬ cho de que el peregrino tenga' que postrarse, para meter su mano en el agujero de la cruz,
como si el Calvario se encontrara en las entra¬
ñas mismas de la tierra.
Cuevas y tumbas
Hay que subir a la cima del monte de los
21.—LEalOlivosparagozardela«visióndepaz»deJe-
rusalén. Pero, ¡ cuántos recuerdos trágicos nos asaltan antes de llegar!
El monte de los Olivos es hoy una loma cal¬ cárea, casi desnuda de árboles y minada de cuevas y tumbas. En el arranque de su flanco ocidental se halla el Huerto de Getsemaní, cu¬
yo solo nombre hace estremecer el alma. A sus pies, el torrente Cedrón, cuyas aguas «turbias o negras», como sugiere el nombre en hebreo, yo nunca he visto correr. A excepción de un mes, en primavera, el Cedrón detiene su curso para imprimir mayor aridez al paraje. A cada lado del torrente se amontonan infinitas piedras funenarias, judías y musulmanas, algunas de las cuales, eomo las tres de Absalón, de Santia¬
go y de Zacarías, son verdaderos monumentos sepulcrales de época herodiana. A ese lugar de muerte se le llama desde el siglo IV, por una atrevida interpretación del texto de Joel (IV, 2), «valle de Josafat». Aquí también tiene la Virgen su sepulcro en una iglesia subterránea que despide olor de catacumba.
De las muchas cuevas que horadan esta co¬ lina cretácea, dos, especialmente, están ligadas al recuerdo de Jesús. Una, al pie, donde Jesús solía refugiarse para orar o pasar la noche con sus discípulos, en sus idas y venidas de Jerusalén a Betania (que está recostada al otro flan¬ co), y la otra, casi a la cima, donde se nos en¬ señó a rezar así: «Padre nuestro, que estás en los cielos...» Y entre una y otra, el lugar des¬ de donde Jesús lloró sobre la ciudad que no le supo corresponder. Lo testifica un gracioso y moderno edículo, al que Berluzzi, arquitecto titulado de los Santos Lugares, le ha dado for¬ ma de lágrima. Y ya no nos queda, después de haber saludado a los ocho viejos olivos, ator¬ mentados como los de Mallorca, y de haber pe¬ dido ayuda a la roca que recogió los sudores sanguinolentos de Jesús en agonía, que subir al monte y contemplar, de una sola mirada, la
ciudad de nuestro corazón.
Vicario General de la Diócesis de Mallorca, limo. Sr. D. Francisco Rayeras, orando ante el Santo Se¬ pulcro del Señor.
piedra que, según la tradición, tiene grabada la huella de los pies de Jesús antes de su Ascensión a
los cielos.

Cúpulas y minaretes
En la cumbre del Olívete, una pequeña ro¬ tonda octogonal, rematada en cúpula, señala el lugar tradicional de la Ascensión. ¡ Qué pena! Es propiedad de una familia árabe, que se en¬ riquece a costa de los devotos peregrinos. Poco queda de la magnífica iglesia levantada en el s. IX, a cielo abierto, por la virtuosa matrona Pomenia, a no ser el basamento de las colum¬ nas. Los árabes cubrieron la abertura central,
que indicaba el camino de Jesús en su Aseen sión a los cielos, con la pesada bóveda que oprime al visitante de hoy. En su interior, una roca encuadrada de mármol en el suelo, pre¬ tende conmover al peregrino con la huella im¬ presa de un pie del Señor. A mí, francamente, me desconcierta tanto atrevimiento. Salgamos de aquí. Una más honda emoción nos espera en la terraza contigua: ahí está, desplegada an¬ te nuestros ojos, como surgida por milagro, la ciudad que todos amamos desde nuestra infan¬
cia.
¡ Qué bella es Jerusalén bañada por el gran
sol de Oriente! Blanca, incandescente, se nos
entrega toda de un golpe en el más alucinante diorama. No hago más que apuntar. En pi-imer plano, por encima de la mancha de los Olivos, se yergue el muro con que Solimán II volvió a cercar Jerusalén. La vista recorre un gran
trecho de muro almenado en línea recta, se de¬
tiene para admirar la bella Puerta Dorada, hoy tapiada, y prosigue hasta el pináculo del Tem¬ plo, cortado a pico sobre la garganta profunda
del Cedrón. Detrás del muro se adivina la gran
explanada del Templo que arrasaron las legio¬ nes de Tito. En su lugar, desde el s. VII, cam¬ pea la suntuosa mezquita mal llamada de Omar (fue el quinto de los omeyas, Abd-el-Melik, quien lo construyó), convirtiéndose en el tercer lugar santo del Islam, después de la Meca y Medina. Su policromada cúpula octogonal encie rrra en penumbra la famosa Roca Sagrada que —dicen los árabes— quiso seguir a Mahoma en su ascensión ecuestre, quedándose desde enton¬ ces suspendida en el aire, cuando, muy proba¬ blemente, sirvió ya de base en tiempos de Da¬
vid al altar de los holocaustos.

Entre los muchos minaretes que disparan al cielo de Jerusalén, hay que destacar el de la gran mezquita El Aqsa, al sur de la Cúpula de Ornar, dominando las dos los 500 metros de largo y los 300 de ancho de que consta la ex planada. Después, ya todo es un revoltijo de tejados y azoteas encombadas dentro del recin¬ to amurallado, que se quedó inmutable desde la Edad Media. ¿Existen calles en Jerusalén? El peregrino no se cansa de recorrer una: la Vía Dolorosa, con su típico arco Ecce Homo. La calle ha subido de 10 a 12 metros por las cons¬ tantes ruinas de la ciudad. No importa. El pe¬ regrino se conmoverá en el Lithostrotos ante el pavimento que dehió pisar Jesús durante la no¬
che de befas e insultos del Pretorio de Pilatos.
Hacia el oeste de la ciudad alta, entre la to¬
rre de campanas, que cantan cuando dan la ho¬ ra, del convento franciscano de San Salvador y la blanca torre de la iglesia del Redentor, de los luteranos alemanes, se ve la pesada cúpu¬ la de la basílica que encierra bajo un mismo techo el Calvario y el Sepulcro del Señor. Rui¬ nosa y sostenida por andamios está la basílica más venerada de la cristiandad, sin que se de¬
cidan a restaurarla los cuatro o cinco ritos que
se la disputan. Menos mal que el pope griego, que siempre está al lado, no estorba al peregri¬ no que besa y palpa con su mano el agujero de la cruz, y los otros ritos no le impiden desaho¬ garse a solas con el Señor en el edículo de su Santo Sepulcro.
Fuera de las murallas, a la sombra de la alta
torre y cúpula de la Basílica de la Dormición de la Virgen, hay que buscar el Cenáculo, la «cámara alta» donde Jesús celebró la Ultima
Cena con sus discípulos. Es el único santuario importante que la frontera dejó en zona judía. Antes, cuando el Cenáculo era mezquita, no se permitía rezar en voz alta; los judíos quieren ser más tolerantes. Nuestro guía en Israel, el gracioso Abrahám que no llegó a sernos sim¬ pático, olvidó por unos momentos que era ju¬ dío criado en Méjico y nos dejó cantar, a voz en grito, el «Cree en un Déu». Los sacerdotes agradecimos esa manifestación de fe en el lu-
(Sigue en pág. 12)

10

REAPERTURA
DEL
CONCILIO
VATICANO II
/ / ace casi un año. Con mano temblorosa aún por la emoción de aquella mañana,
11 de octubre de 1962, día de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, os transmitía, queridos lectores de «El Heraldo de Cristo», mis impresiones inolvidables. Cuando leáis estas líneas habré presenciado, si Dios quiere, la re¬ apertura de la imponente asamblea ecuménica. Me sentiré unido a vosotros, captaré las esce¬ nas grandiosas, únicas, que ofrece el magno acontecimiento, para ofrecéroslas en las páginas de nuestra querida revista, tras delicada e in¬
sistente invitación de su dinámico Director.
Ya están llegando cartas de nuestros Prela¬ dos de India y América Latina, anunciándonos su próxima partida hacia Roma. Su presencia dará de nuevo un no sé qué de solemne y gra¬ ve a nuestra casa. Les veremos partir cada ma¬ ñana, pronto, y regresar al mediodía, trayendo siempre noticias interesantes, que recibiremos con devota expectación.
Las calles de Roma volverán a contemplar los millares de Padres del Concilio, con sus solem¬ nes vestidos prelaticios, o sus simples hábitos religiosos. Las más eminentes celebridades en el campo de la Teotología y del Derecho apor¬ tarán su preclara doctrina y su valioso parecer. La gigantesca Basílica Vaticana, cual si se sin¬ tiera celosa de tanto tesoro, cerrará cada día sus puertas a las nueve de la mañana, y su bó¬ veda dorada, refulgente de luz, contemplará ex¬ tática aquellos escaños otra vez resplandecien¬ tes de púrpura y carmesí, y escuchará ávida
las sabias intervenciones de los Padres conci-
Rares... En el trono papal, que pocas veces ocupó el buen Juan XXIII, herido ya de muer¬ te, se sentará su sucesor, Pablo VI, que en su primer mensaje al mundo dijo, con inmenso jú¬ bilo de toda la cristiandad: «La parte preemi¬ nente de Nuestro Pontificado será ocupada por
la continuación del Concilio Ecuménico Vatica¬
no II, al cual miran los ojos de todos los hom¬ bres de buena voluntad. Esta es la obra prin¬ cipal, en la que pensamos gastar todas las ener¬ gías que el Señor Nos ha dado...»
11

Y se vocearán por calles y plazas de la Ciu¬ dad Eterna todos los periódicos, sea cual sea su credo, con las noticias del Concilio, que a todos parecen interesar enormemente. Y otra vez veremos caminar juntos, con encantadora hermandad. Obispos blancos y negros y amari¬ llos, protestantes y católicos, con el alma ilumi¬
nada de nueva luz...
Amados lectores, repetimos lo que hace un año os decíamos, que el Concilio es obra de to¬ dos, que interesa a todos, que si es «la parte preeminente» de la actividad del Papa, ha de ser también nuestra principal preocupación. Inocentes plegarias de niños, dolores de enfer¬ mos y atribulados, oraciones y sacrificios de todos, han de ser nuestra aportación diaria

ofrecida al Dador de todo bien para obtener la gracia del éxito del Concilio Vaticano II, es de cir, que «la Iglesia Católica, —son palabras de Pablo VI— que brilla en el mundo como la bandera en alto sobre todas las naciones leja¬ nas (Isaías, 5, 26), pueda atraer a sí todos los hombres, con la majestad de su organismo, con la juventud de su espíritu, con la renovación de sus estructuras, con la multiplicidad de sus
fuerzas».
j A vivir todo este acontecimiento, el más grande y trascendente de nuestro siglo!
Y hasta el próximo mes, si Dios quiere.
Roma, 10 de septiembre de 1963.
P. BARTOLOME NICOLAU, T.O.R.

JERUSALEM,...
(Viene de pág. 70)
gar donde Jesús instituyó para siempre el sa¬
cerdocio católico. Nó escuchamos al rabino se¬
fardita, de barba rizada, que quería convencer¬ nos, en un castellano del s. XVI, que la tum¬ ba de David se encuentra preeisamente debajo del Cenáculo. Toda la zona está hoy erizada de púas y alambradas, por encontrarse a pocos
metros de la frontera.
No muy lejos del Cenáculo, hacia el sur, se localiza San Pedro in Gallicantu, la única igle¬ sia del mundo levantada al pecado —las tres negaciones de San Pedro eonstatadas por el can¬ to del gallo—. A sus pies, y esto es mucho más impresionante, un viejo camino con gradas ha sido puesto al desnudo, tal como existía en tiempos de Jesús. Era el camino indicado para ir del Cenáculo a Getsemaní. ¿Lo emplearía Jesús la noche del Jueves Santo? Es lo más

probable. Desde luego, tiene mucha más proba¬ bilidad de ser pisado por Jesús que la «scala santa» que se venera en Roma. El monte en cuya falda se asienta San Pedro in Gallicantu es el llamado Monte del Mal Consejo, coronado hoy por el edificio de la O.N.U., la asociación internacional encargada de mantener el orden en esa tierra tan fuertemente dividida por las luchas de los hombres. Su sospechoso emplaza¬ miento me sugiere una reflexión final. ¿Qué puede esperarse de una entidad que no tiene en cuenta los intereses espirituales de millones y millones de cristianos? ¿No sería más justo y conveniente, señores de la ONU, deelarar la in¬ ternacionalización de Jerusalén y de los Santos Lugares de Palestina, y hacer de ellos un lu¬ gar de oración por la paz y reconciliación de to¬
dos los hombres?
L. GARI-JAUME, T. O. R.

un mínijó (^ui me contaifa
tondaLleò
P. Miquel Colom, T. O. R. Any 1926
12

Les roses gracioses de ta cara fan ganes de besar, mon bell minyó; als petals de tos llavis hi ha encara del pit matern la làctia dolçor.
Fulgeixen els teus ulls perquè fins ara no has vista d’aquest món altra foscor que la de dins ta cambra quan la mare, deixant-te al llit, apaga el llantió.
Amb ta veu repicant i argentina, tal com les t’ha contades la padrina, en contes les rondalles del temps vell.
I cada mot que de ta boca salta
té la suavitat melosa i alta
del refilet que fa al bosc l’aucell.

L U ^ut^ío ^ i morid i^df^d Ñfiltdí Je

íeJid

Del 3 al 11 de septiembre se celebró en Madrid el Primer Curso Nacional para revistas de la Iglesia, promovido y organi¬ zado por la Junta Nacional de Prensa Católica. Al curso asistie¬ ron más de un centenar de representantes —directores, en su ma¬ yoría— de las revistas y publicaciones religiosas de España, cuyos títulos rebasan el millar. Dirigió el curso D. Antonio Montero, Director de Ecclesia, y actuaron como profesores los señores Gon¬ zález y M. de Olaguibel, González Prado, Echevarría, Cunill, Orbegozo, Rioja, Fernández Pombo, Iribarren, Javierre, Monas¬ terio, Burgos Herrero, Pérez Lozano, Izquierdo, Sáiz y De Haro.
Las treinta lecciones del programa, a las que siguió siempre un interesante coloquio, versaron sobre temas de carácter infor¬ mativo, técnico y doctrinal. Se realizaron, además, visitas colec¬ tivas de estudio a la Agencia Efe, Editorial Católica y PPC,
En el acto de clausura, D. Antonio González Ruiz dio una magnífica conferencia sobre lo que debe ser el estilo periodístico.
Estas jornadas de estudio y convivencia han hecho ver a los dirigentes de la prensa religiosa la necesidad de coordinar y en¬ cauzar tanta fuerza dispersa en multiplicidad de publicaciones para un mejor servicio de la verdad católica en España. Este curso señala el primer paso para esa necesaria labor de conjunto que cabe esperar de futuros encuentros.
13

Crisis racial en el Paraíso de la Libertad

lAS pasados, recordando la guerra civil y la emancipación de los es¬ clavos, escribía el «Times» de Nueva York: «Un gran huracán azotó a Estados Unidos hace un siglo. Ahora, otro hura¬
cán está formándose». Pero la marcha
negra sobre Washington no tuvo, preci¬ samente, el aspecto de huracán tempes¬ tuoso, como barruntaron los «metereólogos» del «Times», ni significó, siquiera,
el más mínimo desbordamiento de madre
de ese río negro, espeso, infinitamente denso y humano, que formó la raza de color. Fue, cabalmente, todo lo contrario; y es ahí donde han dado la nota más aguda de madurez organizativa y social. Con buenos modales, sin tirar las cosas por la baranda, sin recurrir a la fuerza bruta y embrutecedora, el negro de Es¬
tados Unidos le ha enseñado a su her¬
mano blanco, su potente musculatura, su capacidad humana de raza unida, y ha
dado una muestra también de buena vo¬ luntad en su paso firme y decidido hacia la emancipación total.
Algunos han hablado de crisis social, otros de revolución... Una cosa es cierta, y es esa gran masa de color puesta en pie, para exigir la justicia de una liber¬ tad efectiva, de una ciudadanía de pri¬ mera clase y de una cabal proporción en tre los derechos y deberes sociales. Por¬ que el negro de América no comprende la participación de EE. UU. en la Alianza Atlántica que derrocó a un Hitler racista, cuando de hecho y de derecho rige el
racismo en los Estados Unidos.
Hemos esperado cien años
Se lo dijo, el otro día, a la cara un muchachote negro, de 15 años, al juez Ellis, de Birminghan, Estado de Alabama. Ha¬
bía sido detenido en manifestaciones ca¬
llejeras de tipo racial.
—^Vas a quedar en libertad... Piensa que la violencia en las calles no resolverá nada. Recuerda lo que dijo uno de los
fundadores de nuestra nación: No habrá
libertad si no hay moderación en em¬ plearla.

—Bueno. Pero usted usa la palabra li¬ bertad porque ustedes, los blancos, tienen libertad. Pero nosotros, los negros, hemos esperado pacientemente, con las manos cruzadas, durante cien años...
Y así ha sido, por triste paradoja, en la nación que exporta, como mercancía pro¬ pagandística, la igualdad de razas y el
derecho a la libertad individual.
Pero ya veremos dónde acaban las co¬ sas. Porque ahora el negro no parece contentarse, cual antaño, con desahogar su pena en trenos y elegías transidas de espiritualidad y de resignación. El «nuevo negro» acaba de descubrirse a sí mismo, acaba de conocer su número y, por ende, su poder social, y ha sentido disparársele
en el alma un resorte terrible: la osadía.
Ahora sigue recibiendo las bofetadas, pe¬
ro las devuelve. Le muerden los perros
de la policía, pero insiste. Le barren los chorros de agua a presión, pero se aga¬ rra desesperado al farol metálico o al pla¬ tanar de la avenida... Con tal de dejar muy alta su postura de protesta ante la
inculcación de sus derechos.
Era inevitable. Porque la gran masa de negros americanos vive mal. En las ciudades, en los barrios bajos, los horri¬ bles «tennements» de Harlem y del sur de Chicago y de Detroit y de Saint Louis. Ratas, insectos, miseria, suciedad y ven¬ tanas con periódicos por cristales. En el sur, todavía más humillante, tienen sus barrios propios, sus «ghettos», como un pueblo contagioso de la lepra. Y sus ca¬ sas de madera despintada, y unos muebles sórdidos, destartalados, con un cromo del Sagrado Corazón y quizás una rosa en una lata vacía de café o de sardinas... Y, des¬ pués, la humillación diaria de Templos especiales, como si Dios fuese más o me¬ nos Padre en relación al blancor de la
piel. Y Escuelas o Universidades Estata¬ les propias, como si la cultura fuese un patrimonio del hombre blanco. Y discri¬ minación en los oficios o empleos de Es¬ tado. Y discriminación en Hoteles y Pen-

14

siones... Verdaderamente era inevitable.
Aunque los negros hayan esperado cien
años.

Sublevación de televisión
Alguien lo ha dicho. La sublevación del negro americano ha sido una sublevación de televisión. Porque el negro no pide pan en la huelga. Ni siquiera una remu¬ neración ventajosa en su nómina de tra¬ bajo. Los veinte millones de color piden dignidad, que es un valor espiritual, pi¬ den justicia entre dos términos, el blanco y el negro, quieren, en definitiva, revalo¬ rizar la raza a la altura de su antagónica.
Una estadística reciente descubre que
más del noventa por ciento de las fami¬ lias negras tienen su aparato de televisión. Les gusta, por la noche, después de la tarea diaria, sentarse a la fresca, con el Whisky-Soda en la mano y ante la vista un mundo de colores en la pantalla de la te¬ levisión. El negro es soñador, imaginati¬ vo, hondamente afectivo y sentimental...
Pero, ¿qué ve el negro en la televisión? Sencillamente un mundo próspero y ale¬ gre, feliz, al menos en la fachada exte¬ rior, y atractivo, pero un mundo blanco,
de los blancos. Un mundo de cerveza y
cigarrillos, de automóviles último modelo, pero de los blancos. Unas mujeres rubias, caprichosas y elegantes, pero haciendo
el amor a los blancos. El negro rara vez
sale en la televisión y, cuando lo haga, quizá sea para recordarles a sus herma¬ nos de color que en Estados Unidos hay veinte millones como él que se han de contentar con vivir en la imaginación toda aquella tramoya del paraíso americano.

La Iglesia estuvo también presente en la marcha
negra sobre Washington. Aquí vemos a dos sacerdotes, uno blanco y otro negro, marchando ¡untos codo con codo, hacia el Capitolio.

La concentración
Tenía que ser así. El negro había espe¬ rado cien años, pero tenía que llegar un día en que dijese basta. Y el 28 de agosto tuvo lugar en Washington, la capital de los Estados Unidos, la magna concentra¬ ción, que fue la magna protesta de una raza oprimida. Prometieron 100.000 ma¬ nifestantes, y sobrepasaron los 200.000. Toda Norteamérica estaba allí. California, Florida, el Norte... Es buena señal. Hasta
ahora faltaba élite directora dentro del
mundo de color. Esta es la mejor señal de que la hay. Esta y el que la magna protesta se llevase por los cauces de la paz. Martín Luther King, Philip Randolph

y Roy Wilkins, sus verdaderos dirigentes, marchaban a la cabeza agarrados de las manos. Detrás, larga masa, con paso com¬ pacto e intercambiándose las pancartas. Pero nada más. Ningún tumulto. Ningu¬ na revuelta. Nada de sangre. Sólo 250 desvanecimientos, provocados por insola¬
ciones o debilidades.
«Un gran huracán azotó a Estados Uni¬ dos, hace un siglo. Ahora, otro huracán está formándose». Sólo que éste ha sido un huracán pacífico. Pero que dará mu¬ cho que pensar a la gente de la Casa
Blanca.
Fr. Adolfo Pérez, T.O.R.

15

coesítionesí

ENFERMEDADES DE LA PIEL
(Continuado)
Como se sabe, en mallorquín la palabra mesell, porque la lepra suele llenar de manchas todo el cuerpo del enfermo, ha llegado a ser sinónima de lleno, repleto, al principio de eosa mala, como la lepra, pero después, de cual quier cosa.
Las manchas que la lepra produce en el cuerpo se llaman clapes: «De carroña de bes¬ tia ni de clapa de mesell ni de agua de sentina sale. Señor, tanto hedor como del alma del viejo lujurioso» (Contemplació III, pág. 167). «Ensuciado por hedores y por clapes y por floroncos» (Ib.). Pero no siempre las clapes son oeasionadas por la lepra: «Y luego miraba su precioso cuerpo... todo lleno de clapes rojas y azules» (L. de Sancta Maria, pág. 322).
La posterma (postema) es el absceso supura¬ do. Parece que la r, no etimológica, es un prés¬ tamo de la voz terme, sin que exista ninguna relación semántica entre una y otra palabra. No es Llull el único autor que emplea dicha
forma. Encontramos también en Llull la va¬
riante pusterma, influida tal vez por la palabra
pus.
«El hombre ha de morir por curso natural, sea por fiebre o por dolor o por enfermedad o por posterma» (Contemplació II, pág. 169). Demasiado comer y beber engendra posterma y mala sangre» (Blanquerna, pág. 99). «Por la posterma mueren muchos niños que vivi¬ rían» (Doctrina Pueril, pág. 176). «Por glo¬ tonía, Señor, se engendra pusterma (L. d In¬ tenció, pág. 368). «Como el pan y el vino y la carne y las otras viandas sean creaturas, y como éstas se perviertan en corrupción y como de ellas se engendren postermes y desazones y estiércol y otras cosas de las cuales sería

asqueroso hablar o eseribir...» (Contemplació VI, pág. 145). «Y por eso son los niños tiñosos y postermats cuando se les da comida por fuerza» (Doctrina Pueril, pág. 176). En el siguiente texto parece que posterma tiene el significado de moco o mucosidad: «Ella hizo un estornudo y salióle por la nariz y por la boca gran eantidad de posterma» (L. de Mera¬ velles IV, pág. 236).
Llull designa la úlcera eon el nombre menjadura: «En el hospital de Evast había un en¬ fermo que tenía menjadura en la pierna y no podía curarse» (Blanquerna, pág. 67).
Una de las enfermedades de la piel más característica, bien conoeida, menos frecuente desde que ha mejorado la higiene aun entre las elases más modestas, es la ronya (sarna). «Cer¬ car ronya per gratar» es un dicho que toda¬ vía se oye entre nuestro pueblo. Se trata de una enfermedad que puede tanto al hombre eomo a los animales. Véanse algunos textos
lulianos:
«Por glotonía. Señor, se engendra pusterma buhes ronya» (L. d Intenció, pág. 368). «Y
vio los cinco animales... todos llenos de ronya»
(Contemplació VII, pág. 501). A veces el significado no es el específico de la enferme¬ dad, sino de cualquier afección de la piel o suciedad que elimina el cuerpo: «Vemos que los niños, cuando han nacido, están siempre llenos de tiña y de ronya y de suciedad» (Con¬ templació III, pág. 4). «De los ojos nos salen légañas y de los oídos, ronya». (Ib. p6g. 31). Eneontramos también el adjetivo ronyós: «Y por eso son los niños ronyosos» (Blanquerna, pág. 13). «Un perro extraño, ronyós, viejo, flaco» (Contemplació III, pág. 35).
(Concluirá)
P. Miguel COLOM, T. O. R.

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Palma

16

medio siglo de distancia, recordamos grandes fiestas ¡uniperianas

I . INCUENTA años acaban de cumplirse de aquellas solemnísimas fiestas junipe-
rianas y de la grandiosa Peregrinación Francis¬ cana, procedente de todos los pueblos y de la Ciudad de Mallorca, al ser inaugurada, en la villa de Petra, la estatua-monumento al Vene¬ rable Junípero Serra, en el segundo centenario
del nacimiento del esclarecido Misionero.
De él había escrito, a fines del siglo pasado, el insigne D. José María Quadrado; «Entre ios misioneros procedentes del Convento de San Bernardino de Petra se inmortalizó Fray Juní¬ pero Serra, Apóstol de California, donde se le erigen estatuas, mientras en su patria es poco menos que ignorado».
Pero, gracias a un hombre lleno de entusias¬ mo, iba a quedar cancelada aquella ignorancia y desconocimiento. En el centro de nuestra plaza, se inauguraba y bendecía, el día 28 de septiembre de 1913, un monumento de finí¬ sima línea, cíneelado por el laureado escultor D. Guillermo Galmés, oriundo de Petra.
El Rdo. D. Francisco Torrens, hombre diná¬
mico, de verbo eálido y elocuente palabra, ha¬
bía entusiasmado la villa natal del Venerable
Serra y a Mallorca entera. A su iniciativa y celo incansable, se había erigido el Monumen to y se habían organizado aquellas solemnísi¬
mas fiestas. Todavía vive mucha gente que las reeuerda con fruición.
No nos es posible entrar en detalles, ya que no hacemos una crónica. Pero queremos hacer destacar que, aquel día, D. Francisco Torrens veía coronados una larga serie de titánicos es¬ fuerzos, llevados a cabo con todo entusiasmo,
para la glorificación del Hijo Mayor de nues¬
tra villa de Petra.
El Exemo. Sr. Gobernador Militar, D. Pin
rique Brualla y Gil, en representaeión de Su Majestad el Rey D. Alfonso XIII, descubre la estatua, recubierta hasta aquel momento con las banderas española y californiana. Suenan calurosos aplausos, se dan vivas al P. Juní¬ pero Serra, al Rey, a California y a España. El Sr. Obispo, Rdmo. Sr. Campins, procede a la bendición y pronuncia un bello y enjundioso discurso. Sigue solemnísima procesión eon la imagen de Ntra. Sra. de Bon-Any, procesión que se extravía en su itinerario, tanta es la aglomeración de gente en nuestras ealles, ador¬ nadas con banderas y follaje a más no poder. Solemne acto literario por la tarde ante el
Monumento.

Asisten a las fiestas: el Exemo. Sr. Capitán General, el Sr. Gobernador Civil, el Dr. Char¬ les Chapman en representaeión del Estado de California, Comisiones del Cabildo Catedral y del Seminario Conciliar, representaciones de la Diputación Provincial, del Ayuntamiento de Palma y del Instituto General y Técnico, y otras personalidades del Clero y del estamento militar y civil. Pero sobre todo, numerosísimos
Terciarios de las dos ramas franciscanas en

Mallorca, los Padres Capuchinos y los Tercia¬ rios Regulares, en número superior a los einco mil, amén de otra muchísima gente que se
juntaba a ellos para honrar al P. Junípero
Serra.

En «El Heraldo de Cristo» de octubre de

aquel año, su colaborador «Daniel» escribía es¬

tas

«Tothom cantava animadíssim;

els himnes franciscans, el rosari, el goigs de la Mare de Deu de Bon-Any, l’himne a Fr. Juní¬
pero, tot mesclat y confús amb una confusió grandiosa, se sentí casi tot lo sant dia pels ca¬ rrers de Petra. ¡Quina cosa més gran!».
Citemos algunos nombres; el M. Rdo. P. Bartolomé Salvà con el P. Pedro J. Cerdà, de

la Tereera Orden Regular; el P. Atanasio de Palafrugell, de los Padres Capuchinos; el P. Roberto Redal, Dominico con residencia en
Manacor; el Rdo. D. Lorenzo Riber, Pbro. poe¬ ta y autor del himno al Padre Serra; D. Anto¬ nio Jiménez, entusiasta eofundador de la Ju¬ ventud Seráfica de Palma; D. Manuel de Lete,

posteriormente P. Andrés de Palma, Capuehino; D. José Font y Arbós, Abogado y Coneejal del Ayuntamiento de Palma, actual Canó¬ nigo Magistral de la Catedral de Cindadela (Menorca), y tantos otros que podríamos citar.
Todos ellos eolaboraron con el Sr. Torrens y
contribuyeron al esplendor y solemnidad de las
fiestas.

El Rdmo. Sr. Campins decía al final de su discurso: «Regocijémonos en este día venturoso
y sea éste el precursor de otros en que las generaciones futuras puedan tributar honores más altos al ínclito apóstol mallorquín de Ca¬
lifornia».

Así lo deseamos también nosotros y espera¬
mos «honores más altos» para el P. Junípero Serra: su glorificación por la Iglesia, y por ello

cantamos una y otra vez:
«¡Que el Papa prest vos coroni
amb aureola de Sant!»

Miguel RAMIS

Sto Domingo, 11

Q¡Uas Queiglas PALMA DE MALLORCA

17

EREIIIITORIOS. MONAnERIOS Y EONVENTOS DE LA T.O.R. EH ESPAÑA

(1325 - 1835)

Seguramente será alguno de los maliciosillos preguntones, aludidos en nuestro artículo ante¬ rior (1), quien nos escribe diciendo haber que¬ dado sorprendido por la secular antigüedad de la T.O.R. en España; pero, no dando su brazo a torcer y manifestando cierta prevención con¬ tra dicha T. O., añade: «¿Verdad P. que, a pesar de su bien nutrida botonera, le pondría¬ mos en un molesto apurillo, si le pidiéramos nos señalara algunos nombres más de Monaste¬
rios o Conventos?».
Pues, no, desconfiado amigo. Y si bien sen¬ timos su animadversión hacia nuestra Orden, hemos de agradecerle la ocasión que nos brinda de poner en los ojos públicos la siguiente lis¬ ta de Eremitorios, Monasterios y Conventos, de los que hasta ahora tenemos noticia; advirtiendo que nos limitamos a citar sólo los de Religiosos, para no hacer interminable nuestro
silabo.

Santa María Magdalena, Ramaga (2), Avila. Santa María de Sancelles, Avila. San Esteban de Huermeces, Huermeces, Bur¬

gos.
Santa María de los Valles, Burgos. Santa Lucía, Plasència, Càceres.

Santiago de Montcalvo. Acebo, Cáceres. Ntra. Sra. de la Moheda, Grimaldo, Cáceres. Santa Veracruz, Jerez de la Frontera, Cádiz. Ntra. Sra. de Caños Santos, Alcalá del Valle.

Olvera, Cádiz.

Madre de Dios y San Rafael, Córdoba. Sancti Spiritus, Mellid, Coruña. Santa María a Nova, Santiago, Coruña. Santa Catalina de Montefaro (Chanteiro),
Ferrol, Coruña.

San Adrián, Vilariño, Coruña.

San Saturnino, S. Saturnino, Coruña. Santísima Trinidad, Anargia ¿Barcia?, Co¬
ruña.

San Antonio Abad, Granada.

Ntra. Sra. de Aránzazu, Oñate, Guipúzcoa. San Juan de Moraniña o Morañina, Bollullos
del Condado, Huelva.

Ntra. Sra. de la Esperanza, Huelva. Stos. Nicasio y Ascasio, Ubeda, Jaén. Ntra. Sra. de Consolación, Alcalá la
Jaén.

Real,

Santa María Magdalena, Cerezal, León. San Julián del Monte, Valdeores, León. San Fructuoso y Santa Inés, Labaniego,
León.

San Martín de Villaoriente (Los Picos), Mondoñedo, Lugo.
San Miguel de Chaos Terrae, Obispado

(1) V. El Heraldo de Cristo, Mayo 1963, pág. 17.
(2) Modernamente, es Rágama.

Mondoñedo, Lugo. Santa Catalina, Colmenar de Oreja, Madrid. Ntra. Sra. de los Remedios, Antequera, Má¬
laga. Santa María de Jesús, (Colegio) Antequera,
Málaga. Ntra. Sra. de la Cabeza, Canillas del Acei¬
tuno, Málaga. La Concepción, Estepona, Málaga. Santa Marta, Ribadávia, Orense. San Cristóbal de Regodéigon, Regodéigon,
Orense.
Santiago de Alén, Orense. B. V. María, Valparaíso, Orense. Santisteban, Islas Cies, Pontevedra. San Luis (Colegio), Salamanca. Sancti Spiritus del Monte, Burguillos, Se¬
villa.
Ntra. Sra. de las Cuevas, Triana, Sevilla. San Juan de Aznalfarache, Extramuros, Se¬
villa.
Ntra. Sra. del Valle, Sevilla. Ntra. Sra. de Consolación (Terceros), Sevi-
Ua.
Cuevas y Bastidas, Carmona, Sevilla. Casaforti, Sevilla. Santa María de Jesús, Lebrija, Sevilla. Ntra. Sra. de Consolación, Osuna, Sevilla. Santa Ana, Ecija, Sevilla. Terceros de Gerena, Gerena, Sevilla. Ntra. Sra. de la Mejorada, Olmedo, Valla¬
dolid.
Ntra. Sra. de las Fuentes, Aguilar del Cam¬ po, Valladolid.
Sancti Spiritus, Astorga, Zamora. Ntra. Sra. del Valle, S. Román del Valle, Za¬
mora.
Ntra. Sra. del Soto, Villanueva de Campeán,
Zamora.
De estos Eremitorios, Monasterios y Con¬ ventos (algunos de los cuales aún no hemos conseguido localizar), unos tuvieron pocos años de existencia; otros, en las diversas reformas de
religiones, pasaron a la Observancia; pero 22 subsistieron hasta la aciaga supresión general de Ordenes Religiosas en España, el año de
1835.
Además, es de notar que, en .¿pdo el antiguo Reino de Aragón, no aparece ningún Convento o Monasterio de la T.O.R.; y precisamente en uno de sus estados miembros, Mallorca, se obra la Restauración de dicha Orden en España. ¡Designios de Dios!
Ojalá, en las tierras donde antiguamente floreció tan abundosa y estimada nuestra Ter¬ cera Orden Regular, puedan de nuevo gozar del ministerio y enseñanza de nuestros Religiosos, y ser testigos de sus ivrtudes y de sus trabajos apostólicos. ¡Faxit Deus!
P. F. AMENGUAL, T. O. R.

18

agina del ^X^erciario
Asamblea de PP. Comisarios Nacionales y Provinciales de la T. O. F.

UE el Rdo. P. Casiano Sáez, O.F.M., Comisario Nacional, el que habló con mucho acierto acerca del problema económico en las Hermandades, Comisa¬
rias y Discretorio Nacional Interobediencial. La cuestión, verdaderamente com¬ pleja, motivó un diálogo extenso y con abundancia de opiniones. Se recalcó la necesidad de que todas las Hermandades ayuden cada año con alguna cuota a la Comisaría Provincial y al Discretorio Na¬
cional Interobediencial.
Seguidamente se acuerda que las nue¬ ve lecciones que se han preparado sobre el tema general «Retorno al Evangelio»
—lecciones destinadas a todas las Her¬
mandades de España— se editen en fo¬ lleto de las dimensiones del Boletín Nacio¬
nal, con una presentación nítida y ele¬ gante.
Al día siguiente, el Rdo. P. Buenaven¬ tura de Santa María, O.F.M. Cap., expo¬ nía con mucho tino lo que debería ser la «Casa del Terciario» o la «Casa Francis¬
cana», plan que ambiciona el «Montepío
de Previsión Social San Francisco de
Asís». Se recabará la ayuda de técnicos
en la materia.
De gran interés asimismo la ponencia del P. Daniel de Palència, O.F.M. Cap.,
Comisario Provincial de Andalucía: «For¬
mación de las Juntas Diocesanas de la

T.O.F.» Se recalca que han de tener ca¬ rácter interobediencial, siempre que sea
posible. El ya citado P. Buenaventura de Santa
María aporta una nueva e interesante co¬
laboración a la Asamblea: «Cómo llevar a
la práctica el Secretariado y los Equipos Técnicos para la organización y dirección de Cursillos y otras actividades».
Porque hace tiempo que en España se hace sentir la necesidad de oportunos manuales para los Directores de Tercia¬ rios, Maestros de novicios. Novicios y Terciarios profesos, todos los asistentes presentan las ideas que estiman más opor¬ tunas para que pronto sean confecciona¬ dos dichos manuales. Tras no pocas deli¬ beraciones, se nombra otra Comisión para que estudie detenidamente esta cuestión y prepare la impresión de cuatro direc¬ torios, manuales o guías. El P. Emilio de Sollana, O.F.M. Cap., Comisario Provin¬ cial de Valencia, es el Presidente de di¬
cha Comisión. Tendrá la colaboración de
los siguientes vocales: PP. José María Navarro, José María Isorna, Joaquín Ri¬ bes, Bernardino Rotllan y Buenaventura
de Santa María.
Acto seguido, recordando el P. Presi¬ dente la buena idea que había lanzado ayer el P. Daniel de Palència acerca de la necesidad de que sea confeccionado un

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PALMA DE MALLORCA
19

21.^—HFaocmerntarmapa de la T.O.F. en España, se nombra
al citado P. Daniel, Presidente de la Junta que confeccionará dicho mapa.
Fueron tratados algunos otros asuntos de sumo interés para nuestros Terciarios y, finalmente, quedaron muy concretadas estas dos consignas para todos los Comi¬
sarios:
por todos los medios los
Cursillos de formación franciscana.
llegar a todas las Herman¬ dades las nueve lecciones que se han preparado para el curso 1963-64.
Rezadas las preces del Ritual Seráfico, se dio fin a esta Asamblea.
C. V., T. F.
Tesoro espiritual del Terciario
Absolución General — Octubre: Día 4.

11 'precio

Ptai.

L¡

|í LABORATORIO "MIRÓ" /

Colón, 18-P ALMA DE MALLORCA 1|:,

Noviembre: Días 1, 19, 21 y 25. Indulgencia Plenaria. — Octubre: Días
8 y 17. Noviembre: Dias 13, 14, 16, 19, 26, 28 y 29.

EL· IVIJEVO PEIVDOTV
De la Hermandad de Lluchmayor
El día 8 de septiembre, festividad del Nacimiento de nuestra Señora, con motivo de celebrar los Terciarios su comunión mensual y visita reglamentaria, el Rdo. P. An¬ tonio Fiol Borras, T.O.R., Superior del Convento de S. Buenaventura y celoso Director de la Hermandad, bendi¬ jo el nuevo pendón o bandera, magnífica joya de que pue¬ den con razón gloriarse los Terciarios Lluchmayorenses.
La bendición tuvo lugar a las 8’30 de la mañana, an¬ tes de la misa de comunión, que celebró el Rdo. P. Di¬ rector, asistiendo casi la totalidad de los terciarios, par¬ ticularmente los Discretorios, apadrinándola los distingui¬ dos señores. Ministro y Ministra de la Tercera Orden.
El pendón mide 1’40 por 1’30 m. las ricas telas, igua¬ les el anverso que el reverso, son de hermoso raso verde, respetando así el color del tradicional pendón que tuvo la Hermandad de Terciarios desde el año 1906, sin duda alguna el más antiguo de la Provincia Franciscana de la
Inmaculada.
En su parte anterior campea, en el centro del dibujo, el escudo de la Hermandad: El brazo de Cristo, el de Francisco de Asís y la Cruz están artísticamente bordados
en seda. Cierra el escudo un círculo del que arrancan
cuatro bellísimas palmas que enlazan el dibujo bordado todo en oro, de alto relieve y ejecutado con singular
maestría.
En los cuatro ángulos sendos gruesos anillos recamados de piedras preciosas aúnan el centro con el contorno que llena por completo el campo del pendón.
La parte posterior, ostenta, bordado también en oro, el nombre de Lluchmayor y la fecha 1963.
Amhas telas, anverso y reverso, se unen en un ileso de
oro fino de 7 cm. de ancho.
El pendón va sostenido por una asta de metal cromado rematada por la cruz patriarcal.
El valor material ha sido costeado integramente por una devota familia amante del Serafín de Asís y de su Orden
Tercera.
¡ Que Dios Nuestro Señor y el Padre San Francisco re¬ muneren a la devota familia y bendigan a la Orden Ter¬
cera!
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«MATER MISERICORDIAE»
Uh segundo anioersario
esperanstador
«Quien no se cansa, alcanza». Esto pa¬ recen decirnos humildemente las Religio¬ sas Franciscanas al asomarse ya el 8 de octubre, fecha en la que, en una mañana radiante de fe y esperanza, nuestro Excmo. Sr. Obispo bendecía solemne¬ mente la primera piedra simbólica del Sanatorio «Mater Misericordiae», en los terrenos de Sont Gotléu. Hace ya de esto
dos años. Dos años de actividad en la
construcción de un Sanatorio, en el que las niñas paralíticas y subnormales han de encontrar fácil recuperación.
A la primera piedra cimentada con
tanto simbolismo se han ido añadiendo
otras y otras, y son ya hoy tres los pabe¬ llones nacidos a la luz del día. El pri¬ mero, terminado ya en todo su perfecto retocado, se le destinará a la Comunidad Rectora del Sanatorio. Y de los otros, queda destinado el primero para clínica, solarium y estancia de niñas paralíticas, y para Sala de intervenciones, clases y
estancia de retrasadas mentales el se¬
gundo. Quedan, también, perfectamente acabados el comedor y cocina. Unica¬ mente, incompleto aún, se levanta, enla¬ zando los tres pabellones antedichos, el edificio Capilla asentado sobre el llamado
Salón de Actos. Lector amable: Uniéndonos sería fácil
dar un decisivo empuje a este Sanatorio destinado a nuestras niñas que sufren física y moralmente. ¡Todos a una, pues, construyamos su Sanatorio!
NUESTROS DIFUNTOS
Corral de Almaguer (Toledo).—Don Manuel Capitán Lozano, fallecido día 7 de agosto de 1963, victima de un acci¬
dente, a los 59 años de edad. Nuestra condolencia a su esposa e hijos, espe¬ cialmente o Sor Francisca del Espíritu Santo, religiosa franciscana.
Inca.—Dia 25 de agosto entregó su alma a Dios D. Juan Llinás Quetglas. —Día 26 del mismo mes, durmióse en la paz del Señor 0. Bartolomé Estrany Llabrés, a los 93 años.
Petra.—Falleció cristianamente, día 23 de abril de 1963, D. Pedro Ribot Ma¬ tas, suscriptor de nuestra revista
PARA NUESTRAS MISIONES.—
Maria Ramis, Maria Salas y Paquita Arroyo, alumnas del Colegio <San Francisco de Asís» (La Real), entregan, con motivo de su Primera Comunión, 45 ptas. para los bautizos de un Jaime, de una Margarita y de una Marla Rosa respectivamente. — De una devota per¬ sona de Establiments recibimos 200 ptas. para fines misionales.

CABO SAN ROOUL
CABO SAN VICENTE
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¡ Ay, qué bueno! El otro día llega mi chi¬ co, el más mócete, y me pregunta si es verdad lo que dice el señor Gómez. Eso de que cada día sale en el telediario algún Obispo.
—Anda, niño, vete a jugar, y no te metas
en cosas de mayores.
De todos modos tiene gracia la cosa.

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Estoy admirado por la fama de los astilleros españoles. Primeramente, vienen los ingleses y construyen varias unidades. Luego, los de No¬ ruega. 0 los noruegos, da lo mismo. Y ahora los nipones.
¡ Claro! No es porque nosotros los constru¬ yamos mejor que ellos —dice el señor Gó¬ mez—, sino porque les cuesta muy poco pagar
la mano de obra.
¡ Ya decía yo! No son tontos. No.

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—¿Qué es eso de la libertad de prensa? Pues una cosa que les sobra a las demás naciones y nos hace mucha falta a nosotros, mujer. (Es que, la pobre, está ya tan escarmentada con tantas promesas...).
Pero es igual, porque se dicen las mismas
mentiras en los discursos.

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He oído decir en el bar de enfrente que
se oyen rumores sobre una posible ampliación de horario en las oficinas municipales. Yo me alegro de ello. Aunque ahora estarán más tiempo sin hacer nada.
La cosa, claro, no les habrá sentado bien a
estos diligentes empleados. Es natural. Pero el público estará muy contento. Vamos, digo yo.

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Estoy muy optimista porque vamos a la de¬ mocracia, como dijeron en un discurso hace mucho tiempo. Yo, es verdad, no entiendo mu¬ cho de esto, pero me lo creo. Aunque mi ami¬ go Gómez dice que soy más cándido que no sé

qué. Allá él. Al fin y al cabo nada pierdo si es mentira. Además, en parte ya lo hemos conseguido: Elecciones Sindicales, elecciones de Miss España, elecciones de Concejales... Lo digo, porque yo soy de esos de ir poco a poco. Que si no, después vienen los líos, las riñas y los comunistas.
Sin embargo, a mí me ponen negro sobre todo las injusticias, y ciertas personas. Y otras
cosas también.
En serio, no lo puedo remediar, señor Gó¬
mez.

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No lo entiendo. Primero va un bonzo y se
quema vivo. Después va otro y también. Hasta
tres.
Luego la prensa mundial y la televisión tam¬ bién, van y empiezan a hablar.
Pero ahora resulta que no. Que fueron los otros. Y que era para protestar. No de los ca¬ tólicos, sino de su Presidente «católico», así, entre comillas. Porque me parece a mí que ese Diem tiene más de mandarín que de católico. No, Sr. Presidente, no está bien servirse del catolicismo para hacer política de esta clase.

Esto sí que no hay quien lo comprenda. Dar más de tres millones y medio a la Keeler por escribir sus memorias, todas esas cosas tan es¬
candalosas que ha hecho durante su cochina vida. Y a mí, hombre honrado y trabajador, que cada día me estrujo el cerebro para escri¬ bir estas líneas en bien de la sociedad (al me¬ nos esa es mi intención), no me dan nada. Un mísero sueldo. Sigo sin comprender.

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Y no comprenderé nunca que en los Esta¬ dos Unidos, país hecho de importaciones de todo género, no se quiera a los negros, cuando Dios los quiere por igual en el cielo.

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