El Heraldo de Cristo 1963, n. 636
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EL HERALDO
D E CRISTO
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«EV1STA MfNSUAl DE LOS P, f. FRANCISCANOS DE LA T. O. R.
MARZO 1963
Año LUI - Núm. 636
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REDACCIÓN Y ADMÓN: CONVENTO DE SAN FRANCISCO
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P. L. GARÍ-JAUME, T. O. R.
VICE-DIRECTOR; ?. JAIME TUGORES, T. O. R.
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DEPÓSITO LEGAL P. M. 340-1958

NUESTRA PORTADA

Dios Creador,
de Miguel Ángel

(Vaticano, t Capella Sixtina»),

Fotograbados LUIS

^

y

ea en
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esie numero:

San José, Patrono del Concilio, en el

Canon de la Misa .

.

.

.

3

En Hiroshima murieron los dioses del

Japón

5

Març (poesiaj

8

Nazaret, a paso de peregrino. . . 9

Jean Quitton, hombre ecuménico . 12

Al ritmo de los pequeños se levanta

"Mater Misericordiae" . . , 13

Festival pro "Mater Misericordiae" . 14

Cuestiones Lulianas

16

Ap untes para la historia de Artá .
Conciencia social

. 17
19

Punto y seguido

21

Preguntas y respuestas .... 23

Página del Terciario

25

Página de humor

27

IIRECTOR-PROPIETAKIO:
NELSON B. CRAMER

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vivil* el concilio
San José, Patrono del Concilio
Vaticano II9 en el Canon de la Misa
En él Concilio aquella mañana resonó uno de los más impresio¬ nantes aplausos. Se publicó que por decisión del Papa quedaba inclui¬ do el nombre de San José, Esposo de María Virgen, en el «Communi¬
cantes» de la Misa. Los Padres Conciliares en el estudio del esquema
de la Liturgia habían hecho notar esta laguna. Nada más dulce para él buen Juan XXllI que acceder a esta petición. Repetidas veces ha¬ bía manifestado una especialísima devoción al castísimo Esposo de la Virgen, al cual, juntamente con María, había confiado el Concilio Vati¬ cano IL Y entre el nombre de su inmaculada Esposa y el de los Após¬ toles quedó engastado, cual precioso diamante, el nombre de San José. El hecho recuerda una anécdota del Siervo de Dios el Papa Pío IX.
Quiso el Papa de la Inmaculada que se pintara un cuadro repre¬ sentando el triunfo de María en su Concepción sin mancha de pecado original. Al presentarle el boceto lo examina atentamente y pregunta al pintor: ¿Dónde ha colocado Vd. a San José? Helo allí, contesta el artista, presidiendo el grupo de los Patriarcas. Póngale, replica el Pa¬ pa, en el sitio que le corresponde, junto a María y a Jesús. Y en el ma¬ ravilloso cuadro de extraordinaria belleza y de colosales dimensiones, que se halla en el palacio vaticano, se puede contemplar envuelto en la apoteosis de María y junto a Jesús al humildísimo San José, muy por encima de todos los patriarcas y profetas, de apóstoles y mártires, de confesores y vírgenes, ocupando un sitio de privilegio, como lo fue el que ocupó durante su vida mortal al lado de Jesús y de María. En su humildad, tan altamente encumbrada en la Liturgia, es la figura de
San José una nueva edición viva del canto de María: «Hizo en mí cosas grandes el que es poderoso... Porque reparó en la humildad de su sier¬ vo, por esto me llamarán bienaventurado todas las generaciones». Pa¬
rece que hasta en la Liturgia se había esforzado el modesto San José pata permanecer oculto, sin figurar en la gloriosa lista de bienaventu¬ rados cuyos nombres repetimos cada día en el canon de la misa, y que son la guardia noble del gran Rey que diariamente se presenta a la
humanidad en el trono de la Cruz.
Quien se humilla será exaltado. San José es el santo de la humil¬ dad. Este pudoroso esconderse, este generoso separarse frente a María
y a Jesús, constituye el rasgo más característico del humilde Esposo de la Virgen. Y así como en la Sagrada Escritura casi sólo se habla de él cuando le necesitaba Dios para sus planes y como protector de Jesús y de María, y luego se pierde en la oscuridad del más absoluto silenlencio, así en la Liturgia ha estado callado hasta que una y otra vez ña sido llamado por la voz de Dios, a través del Vicario de Cristo, en cir¬ cunstancias en que era necesaria su valiosa protección y su ayuda. Y el que alimentó y cuidó y protegió el cuerpo físico de Jesús en la hui¬ da a Egipto, en el retorno a Palestina, y en el modesto pueblo de Nazjaret, ha sido igualmente llamado en el transcurso de los siglos a prch ieger el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, en momentos de grandes necesidades, en horas decisivas para la misma Iglesia de Dios.

Hs verdaderamente providencial que esta bella concesión de Juan XKIIJ haya sido hecha durante el Concilio. Ya hemos dicho que San José habla sido nombrado Protector del mismo Concilio. En definitú va, es Dios, es el Espíritu Santo quien habla y decide en los Concilios Ecuménicos. Por tanto 'la postura de los hijos de Dios no puede ser otra que la que Juan XXIII ha hecho pedir a toda la cristiandad en la oración por el Concilio Vaticano II: «la obediencia para que reciba¬
mos con sincera sumisión todas las decisiones del Concilio y las pon¬
gamos en práctica con entusiasmo». Obediencia. Y San José es el san¬
to de la obediencia silenciosa, sumisa, total. El supo escuchar siem¬
pre con oído atento la Palabra de Dios, y hacer de su vida entera un
servicio constante, absoluto, a esta Palabra: en Nazaret, en Belén, en
Egipto. Escucha y obedece. Sin discutir jamás, sin medir dificultades, de día y de noche; pobre de recursos, es el exacto y fiel cumplidor de tos planes que Dios le traza. Su vida es un tejido de idas y retornos, de trabajo y solicitudes para proteger, sostener y alimentar a María y a Jesús. Y la Palabra de Dios marca el ritmo de esta vida humilde,
callada, abnegada, oculta.
Esta disposición para escuchar, para obedecer, para vivir la vida según el divino querer, es, ha sido y será siempre el distintivo de los santos, la actitud de los auténticos hijos de Dios y de la Iglesia, y la que quiere de nosotros el Papa en esta hora grande del Concilio.
Y ahora permitidme, queridos lectores, un desahogo sentimental.
En un mes de marzo, mes de San José, murió mi santa madre. Tuvo el inmenso placer de ver a dos de sus hijos ungidos sacerdotes.
Recuerdo que al verme ya llegado a la meta de sus aspiraciones y de las mías, me dijo conmovida: Hijo mío, quiero decirte una cosa. Des¬ de pequeñito te consagré a San José, y ahora veo que aceptó aquella consagración, y que ha cuidado de ti. Y era fácil adivinar que en su
corazón de madre cristiana se elevaba, alado y feliz, el canto del «Nunc dimittis», «Ahora ya puedo partir». A fuerza de insistir ante el Párro¬ co de mi pueblo, había obtenido por fin aquella santa mujer que yo, su hijo menor, hiciera mi Primera Comunión —cosa rarísima enton¬ ces— a mis escasos cinco abriles, en forma totalmente privada. Co¬ munión inolvidable, junto a ella que me sugería las palabras de la ac¬ ción de gracias que tengo bien impresas en mi memoria y en mi cora¬ zón. Era el día ¿le San José.
Sean estas líneas de hoy, escritas lejos de mi Patria, una flor de gratitud dejada sobre el altar de San José, y un beso de inmenso ca¬ riño filial depositado sobre la tumba de mi madre. Quizás sólo ella y yo recordamos que hoy es el aniversario de mi ordenación sacerdo¬
tal.
P. Bartolomé NICOLAU, T.O.R.
Roma, 10 de febrero de 1963.

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Ch HIROSHIMA mur i er oh tos dioses
det
JAPÓN

Escribe: Ft. Adolfo Pérez,
T. O R.

1 2 de septiembre de 1945 y a bordo del acorazado yanqui «Missuri», se firmaba en aguas de Tokio la rendición del Japón. El general Mac Arthur, jefe supremo de los ejércitos aliados, ocupa¬ ba el país y se erigía en atribuciones so¬ bre el gobierno nipón. El mito nacional de un Emperador di¬ vino, la leyenda religiosa de unos «Kamikases» o seres supremos, protectores del país contra toda invasión enemiga, la afirmación del pueblo japonés de ser ra¬ za entroncada con la divinidad y de estar destinada, por superior, a la hegemonía mundial..., ardieron para siempre, hechas ascua, como otras víctimas más de la bomba de Hiroshima o Nagasaki. La gran víctima del Japón, en la segun¬ da guerra mundial, fue su leyenda reli¬ giosa, su mito nacional. Una víctima cu¬ yas cenizas se encargaba de airear por to¬ do el país un comunicado oficial del 1 de enero de 1946: «El Emperador no es un dios viviente, y tampoco es cierto que el pueblo japonés sea superior a las otras razas y esté destinado a gobernar el mun¬
do».
Caía para siempre una ideología mile¬ naria. Y el alma oriental, refinadamente sensible, del Japón quedaba con el vacío de un ideal patrio esfumado, y abría por la imperiosa fuerza de los hechos sus ojos legañosos a la realidad... En la gue¬ rra había vencido el enemigo, sencilla¬ mente, porque era más fuerte, porque disponía de mayor número de acorazados.

porque contaba de su parte el poder mor¬ tífero y trágicamente disuasivo de la bomba atómica... Y eso, a pesar de los
«Kamikases».
Una nación en pleno desarrollo
Del desastre político-económico que le supuso la firma del Pacto Tripartito con Alemania e Italia, el 27 de septiembre de 1940, y con el que quedaba enrolado en la aventura de imperialismo mundial que soñara Adolfo Hitler, el Japón ha sa^ bido sobreponerse para terminar salien¬
do airoso.
En la actualidad el ex-Imperio del «Sol Levante», por su fuerza de voluntad y su tesón a machamartillo, es una nación fh sicamente desarrollada, en medio de la anemia general del Extremo Oriente. Y el pueblo japonés, en su enorme genera¬ lidad, come cada día su plato de arroz con los típicos palillos, mientras sus ve¬ cinos de raza, los chinos, coreanos, in¬ dios... sufren el aspectro del hambre dia¬
ria.
Y eso a pesar de tener en contra el factor geográfico y la enorme explosión demográfica. Sus 95 millones de habitan¬ tes tienen que limitarse a vivir en una superficie reducidísima y, por insular y volcánica, infértil en su mayoría territo¬ rial. Los dos tercios de su extensión to^
tal son bosques. El país está azotado con¬ tinuamente o por el viento norte de in¬ vierno, o por el cálido de verano, resul¬ tando temperaturas extremas que dificul¬ tan la producción. Las condiciones geo-

5

Un sacerdote sintotsta en procesión
gráficas en que se encuentra se traducen en los tifones que anualmente suelen desolar las regiones del sur. Las grandes lluvias producen inundaciones todos los años. Tempestades de nieve. Grandes te¬
rremotos...
Pero su energía de carácter y su cons¬ tancia en el trabajo han hecho del Japón una nación desarrollada que dispone de la mejor técnica y que, del brazo de la cultura occidental, avanza por un camino de evidente* progreso material y cultural.
Sus numerosas universidades y escue¬
las técnicas de perfeccionamiento, de es¬ pecialidades, de artes y oficios, están aba¬ rrotadas. Su organización es actual. Su sistema de estudios parejo al nuestro. El Colegio Superior de Tokio es una verda¬

dera escuela politécnica con sus diversas Secciones de Ciencias y Letras.
Desde que la revolución de los «daimios» restituyó el poder al «Mikado» o emperador, recobrando éste todas las atribuciones imperiales, el esfuerzo de los gobiernos del Japón ha sido constante para que éste se instruya en la moderna educación occidental; el analfabetismo no cabe ya en el país de los 95 millones de habitantes. La enseñanza es gratuita y obligatoria en conformidad con lo esta¬ blecido en la Constitución el 11 de febre¬
ro de 1889.
Sus factorías industriales, por otra par¬ te, disponen de la mejor maquinaria. Y la presencia de sus productos en el mer¬ cado mundial supone una competencia iresistible por la calidad del material y la filigrana de su presentación.
Sus organizaciones benéficas, Cruz Ro¬ ja, Hospitales, Orfanatos, Casas de Mater¬ nidad..., se citan como modelos.
En el campo político, su sistema gu¬ bernamental es de proyección democráti¬ ca. Mientras que la unidad del país viene garantizada por la sucesión hereditaria del Emperador, las diversas tendencias del pueblo tienen su representación en los escaños de la Dieta Imperial...
El pueblo nipón, qué duda cabe, ha si¬ do un discípulo aventajado de la cultura
occidental.
Crisis religiosa
Sin embargo, en la guerra japonesa, hubo una víctima que jamás volverá a la vida. Ya lo hemos apuntado antes. En el incendio de Hiroshima y Nagasaki ardie¬ ron para siempre los dioses del Japón. Y con ellos la religión nacional. El sintoísmo y el budismo, las dos religiones preponderantes, han perdido todo su po¬ der de captación. Y el pueblo crece ateo. Todo Japón aprendió en los bancos de la escuela su origen divino y creyó ciega¬
mente en las atribuciones divinas del
Emperador. Las juventudes niponas fue¬ ron a la guerra con una sicosis tonta de victoria. Quizás por ello su fanatismo de
héroes o de locos. Pero los acorazados
yanquis demostraron lo contrario. Y las bombas atómicas no fueron regalo de los dioses, aunque cayeran del cielo. Es fᬠcil, pues, imaginar el desconcierto y des¬ orientación espiritual que reina en el Ja¬ pón. Con la derrota militar crujieron to¬ das sus creencias religiosais. Y porque los
dioses no les dieron la victoria no creen
ahora en sus dioses...
Por otra parte, el pueblo japonés no encontró en las potencias vencedoras ese algo que le llenase el vacío que dramati¬ zaba su desilusión postbélica. Del Occi¬ dente ha importado el progreso técnico

ó

y la cultura de su civilización, pero tam¬
bién el escándalo de los libros más inmo¬
rales, especialmente franceses, con Sar¬ tre a la cabeza, la revolución ideológica de los libros más explosivos, y, sobre to¬ do, las lacras anejas al progreso materia¬
lista.
Por eso, hoy, el Japón de la supertécnica, del espectacular desarrolla econó¬ mico, de las universidades florecientes, es el Japón del ateismo y del indiferen¬ tismo religioso más crónico del Extremo Oriente. En un pais donde las religiones proliferan al ritmo de su explosión hu¬
mana, —se calculan de 150 a 200 los nue¬
vos credos salvadores—, donde ayer se oía el silencio de una espiritualidad orien¬ tal, se desenvuelve hoy una sociedad pa¬ ganizada que recuerda a la Roma de los Césares donde había más dioses que ha¬ bitantes, pero donde sólo se rendía cul¬
to a la diosa Venus de la «libido».
La juventud nipona no cree y, en con¬ secuencia, no practica. Y una parte de ella crece envenenada por las drogas en las que busca el sosiego o «nirvana» que no les da la religión de «Sinto» o de «Buda». Según cifras oficiales cada año se venden más de 1.500 Kgs. de «heroí¬
na», procedente, en su mayor parte, de los países comunistas limítrofes.
El suicidio es tarea nacional que obstenta el mayor índice estadístico mun¬
dial.

El control de nacimientos, admitido por la ley, es otra prueba más del paga¬
nismo militante...
Presencia del catolicismo
El catolicismo, o por prejuicios de re¬ ligión importada, o por la rigurosidad de su doctrina y moral tajante en lo que se refiere a divorcio, control de nacimientos, suicidio, etc., no acaba de arraigar en el país. Cuando el gobierno americano, ter¬ minada la guerra del Atlántico, dio ple¬ na libertad de cultos en el Japón, las fuerzas católicas se desplegaron en la con¬ quista del país para el reino de la ver¬ dad. Las conversiones, empero, son redu¬
cidas. Sólo 10.000 anuales. En la actuali¬
dad no llegan a 300.000 los católicos ja¬ poneses. Y esa es una isla muy pequeña en el inmenso mar humano de los 95 mi¬
llones de habtiantes. Eso, sí, el católico japonés es activo. Se despliega en obras de apostolado y sociales que recuerdan a la heroína María Kitahara, la redentora de los traperos de la Ciudad de las Hor¬ migas. El hecho de ser una compañía ci¬ nematográfica no cristiana la productora de este film, de temática netamente cató¬ lica, demuestra la conciencia japonesa que ve en la fe cristiana una solución práctica a los problemas sociales.
Esperemos, pues, que amanezca pronto en el Imperio del Sol Levante el auténti¬ co sol de la verdad y de la vida.

Numerosas figuras de apóstoles surgen en los barrios más humildes En la foto (derecha} el P. Barat, llamado «l’Abbé Fierre» de Jopón por un obra entre los traperos; en el centro, el P. Spae, director del Instituto de Investi¬
gación Religiosa de Tokio.

Dins la gàbia pintada d'un vers, tot el desgavell de l'aire
(i esquinços per ací i plomes per allá).

S'ajeu a l'ull del sol, un sol tot verd
de cama-roges i espàrrecs
(cama-roges per act, verds espàrrecs per allà).

A la vitel·la del cel, els oronells
ja hi dibuixen paisatges abstractes ( i ratlles per ací i xiscles per allà).

I dins un gabió vermell, de carn,
estreta s'hi debatia sang esquiva
(sense rima per ací, sense ritme per allà).

El capvespre va perdut i sa veu perduda canta: *Tres grans núvols blancs al vent, tres grans veles sense barca dins el gran pèlag d'atzur, per dins d'alta mar sense aigua*.
P. Miquel COLOM, T. O R.
8

NAZARET, a paso de peregrino

Iniciamos con éste una serie de reportajes sobre el País de Jesús, en atención a varios de nuestros lectores que querrían prepararse debidamente para el II Gran Itinerario de la Fe a TIERRA SANTA, que nuestra Re-
vista realizará en el próximo verano.
Escribe: P. L GARI-JAUME, LO. H. Lie. en Sagrada escritura

Una tierra de nostalgia
azaret está escrito en mi diario de peregrino con palabras de luto. A Nazaret llegué una tarde caliente del ve¬ rano de 1953 con la Caravana del Institu¬
to Bíblico de Roma. Treinta y dos éramos al iniciar nuestro viaje de estudios por el Medio Oriente (el número es exacto, pues me suena todavía con la música de una canción que solíamos cantar). A Na¬ zaret llegamos, al final ya de nuestra an¬ dadura tras los pasos del Señor, tan sólo

treinta y uno: el joven jesuíta francés, P. Maurice Le Landais, había muerto en aguas de Tel-Aviv. Y a Nazaret lleva¬ mos su féretro para ser enterrado en el Cementerito de los Peregrinos. Allí se quedó, a la sombra de los cipreses, aguar¬ dando el Día del Señor. Desde entonces, las campanas del Angelus velan su sueño eterno. Yo sé que ahora cuando vuelva a Nazaret, diez años más tarde, el mismo son de las campanas me llevará a rezar
ante su tumba.
Ese triste recuerdo va unido en mi
mente con la dulce nostalgia de la tierra

Vista panorámica de NIZARET
9

paz entre olivares, cipreses y viñedos, al margen de la lucha que divide hoy al
País de Jesús.

La «sombra» de Dios
«¿De Nazaret puede salir algo bueno?» —preguntó un día Natanael, antes de ser traspasado por la mirada del Nazareno—. Puede que la frase suene a irónica en la¬ bios de un hombre de Caná. Con todo, Nazaret —«la flor de Galilea», al decir de San Jerónimo, o «la vigilante» puesta al borde de las tierras de pan llevar que es la llanura de Esdrelón, como quieren los modernos— es ignorada completamen¬ te en los libros sagrados. Ni siquiera en el Talmud, ni en Josefo, aparece su nom¬ bre. Pero, contra el hombre que leía la Escritura a la sombra de una higue¬
ra se levanta la historia para desmentir su despectiva frase. En Nazaret, llegada la plenitud de los tiempos, «el Verbo se
hizo carne». La «sombra» de Dios, es de¬ cir, la presencia de Yahvé simbolizada en la nube luminosa que envolvía el Ar¬ ca, penetró en una casita de Nazaret pa¬ ra proteger el rubor de una virgen y convertir su seno en tabernáculo vivien¬
te del Santo de los Santos. El toque del Angelus señala la hora de la nueva crea¬ ción empezada en Nazaret.

Interior de la suntuosa Basílica de la Anunciación que se está construyendo en Nazaret.
que acunó la infancia de Dios. Nazaret es uno de los lugares que no se olvidan ja¬ más. En otras partes el peregrino consta¬ ba el paso del tiempo; aquí, se abandona a revivir los días de una edad sin nombre, pues no puede abrir los ojos sin ver lo que El vio, caminar sin poner los pasos en sus pasos... la vida oculta de Jesús y María y de José está presente en todo: en sus pasos...La vida oculta de Jesús y tierra, en sus mujeres que van por agua a la misma fuente de la Virgen, en sus niños que juegan a ser Niño Jesús. Un mismo aire en la montaña y en el valle, el mismo que hace dos mil años respira¬ ba la Sagrada Familia.
Nazaret, hoy, es la única ciudad árabe en zona judia, donde la mayor parte de
sus 30.000 habitantes son cristianos. Es¬
condida en los repliegues de las estriba¬ ciones montañosas que cierran por el nor¬ te la llanura de Esdrelón, es un oasis de

A golpes de azada
A golpes de azada el arqueólogo de hoy nos ha revelado la Nazaret de los tiempos de Jesús. La desnuda roca de la casa donde la Virgen recibió al Angel de
la Anunciación habla mucho más al fer¬
vor del peregrino, que no esa piedad pro¬ liferante de las centurias, empeñada en transformar a su gusto la realidad peren¬ ne de los Santos Lugares.
En 1953, encontré todavía la pequeña iglesia levantada en 1720 a toda prisa por
los Franciscanos sobre las ruinas de otra mayor de tiempos de los cruzados. Aho¬ ra ha sido derribada para ceder su lugar
a una más espaciosa basílica, en vías ya de construcción, que conmemore digna-
m.ente el comienzo de nuestra salud. La
«gruta» de la Anunciación quedará intac¬ ta, formando la base de un esbelto balda¬ quino que se alzará bajo la suntuosa cú¬ pula de la rotonda central. (Véase foto adjunta).
Entre los restos cruzados el arqueólo¬ go ha podido identificar otros más anti¬ guos de época bizantina. De hecho, el anónimo peregrino de Piacenza, hacia el año 570, nos habla de una gran basílica

10

levantada sobre el mismísimo lugar de la Anunciación. La presencia, por otra par¬
te, de cruces en los mosaicos del pavi¬ mento, prohibidas por una ley de Teodorico en 427, nos hace suponer una fecha anterior: estamos a fines del siglo IV o principios del V. Pero, he aquí que una circunstancia fortuita obliga al arqueólo¬ go a penetrar bajo la nave central de esta iglesia bizantina y allí, ¡cosa inesperada!,
se encuentra con una pila bautismal ex¬ cavada en la roca y numerosos restos que testimonian un culto cristiano allá por el siglo II. Más sorprendente toda¬ vía: hace poco se pudo leer las palabras «XAIPE MAPIA» —Salve, María—, es¬ critas en griego por la mano torpe de un
peregrino sobre el muro de grafito del primer templo levantado a la Anuncia¬ ción. La desnuda piedra, ahondando si¬ lencios de siglos, ha hablado con la mis¬ ma voz del Angel.

Un poco más al norte, el duro trabajo
de las excavaciones ha removido toda el
área sobre la que se levanta la moderna Iglesia de San José, construida sobre ruinas cruzadas. El pico del arqueólogo nos ha dado a conocer el rostro humilde
de aquella aldea agrícola que no valía gran cosa a juicio de Natanael. Junto al supuesto taller de San José se extienden subterráneos, excavados en la blanda ro¬ ca calcárea del país, para conservar el vino, el aceite y el grano. Numerosos fragmentos de lámparas y monedas «he-
rodianas» nos lo confirman: en uno de
esos rincones oscuros debió vivir la Sa¬ grada Familia —la -dulce Trinidad terre¬ na—. La «sombra» de Dios se hizo noche
en Nazaret por espacio de treinta años. ¿Cómo penetrar una noche semejante?
El «quinto» Evangelio
El «quinto» Evangelio que nos reco¬ mienda Renán para mejor entender los Evangelios, —refiriéndose al cuadro geo¬ gráfico y medio ambiente de Jesús—, es¬ tá casi todo él inspirado en el paisaje y
costumbres de Nazaret. El mundo que aflora a los labios de Jesús cuando pre¬
dica es el que aprendió a amar en los años de su vida oculta. En este sentido, cada página evangélica habla de Nazaret, de sus hombres y de sus cosas: labrado¬ res, pescadores, artesanos como El, que hablan de semillas y cosechas, de redes y barcas, de yugos y arados, de odres viejos y nuevos... En su casita había vis-

Mujer de Nazaret moliendo el grono «Las mujeres de Nazaret son las más bellas de Palestina, porque su be. Meza es un don de la Virgen!. * Así escribía el anóni¬
mo peregrino de Piacenza en el siglo VI.
to a SU madre medir el grano con el ce¬ lemín, amasar y preparar la levadura del pan, barrer la casa en busca de la drac¬ ma perdida, ir por agua a la fuente con
andar armonioso y el ánfora a la cabeza. Todo esto y mucho más está descrito con
infinita ternura en los Evangelios. El si¬ lencio de los treinta años no podía ser más fecundo en enseñanzas. Sobre todo, en el taller de Nazaret, el Creador del mundo aprenderá cómo de dos trozos de madera se puede hacer una cruz o un al¬ tar para redención de los hombres.

*}ean Çuiiion,
hombre ecuménico
Escribe: Fr. Gaspar MULET, T. O. R.

^ ^^eJaianr,

Guitton ha sido noticia conci-
La presencia del académico

francés en la asamblea de San Pedro se

ha comentado unánimamente como sím¬

bolo de la irrupción del seglar en la vi¬ da de una Iglesia marcadamente clerica-

iista.

Hombre de su siglo, testimonio fiel de

una Iglesia en marcha en un mundo de

contrastes, Jean Guitton es sin duda uno de los más brillantes representantes del laicado católico contemporáneo. Su per¬

sonalidad, simple y compleja al mismo

tiempo, se resiste a la caricatura fácil y a la catalogación ordinaria. Filósofo, teó¬

logo, exegeta, periodista, biógrafo, pin¬ tor... no hago más que enumerar algunas de las facetas luminosas que resplande¬ cen en el hombre que es Guitton.
Al articulista que se asoma al panora¬ ma de valores espirituales del católico

francés, le resulta dificil matizar los ras¬

gos distintivos de su fisonomia. Mas, por encima de todas las afirmaciones logradas de su polifacética personalidad, vivificán¬ dolas y simplificándolas todas, resulta el sentido ecuménico de su vida. Jean Guit¬

ton es un hombre ecuménico. Hace ya cuarenta años que Guitton cultiva la sem.illa que en 1922 sembró el Cardenal Mercier en su ánimo adolescente y abier¬ to a la verdad. La inquietud de ayer es hoy vocación en la vida de Jean Guitton. Sólo teniendo en cuenta esta realidad

podremos descubrir las profundas reso¬

nancias que ha tenido en su ánimo la lla¬
mada a concilio de Juan XXIII. Guitton
lo ha declarado llanamente: «Estoy satis¬ fecho de haber vivido lo suficiente para poder contemplar este acontecimiento tan extraordinario, que ya no esperaba, y que colma todas las esperanzas ecuméni¬
cas».
El concilio en su primera etapa ha mar¬ cado ya una dirección: abrirse al diálogo. «Estoy convencido —ha dicho Guitton—
que el concilio se va ha engastar en la larga serie de las renovadas Pentecostés, que han hecho séquito a la Pentecostés única y primordial». Y la primera Pente¬ costés, recordémoslo, fue un abrirse del
cristianismo al mundo. La meta está de¬
terminada, mas el camino debe roturar¬ se palmo a palmo».
El notable periodista italiano Vicente D’Agostino ha dialogado a menudo con Guitton en la casa que el observador con¬
ciliar habita en la vía Aurelia a la som¬
bra de la Basílica Vaticana, y en la in¬ timidad del diálogo le ha preguntado có¬ mo ve la cuestión ecuménica. Las pala¬
bras de Guitton son certeras: «En la cues¬
tión ecuménica deben tenerse en cuenta
dos verdades complementarias: la integri¬ dad de la doctrina y el amor. Si encon¬
trásemos la verdad sin el corazón ten¬
dríamos una verdad que no atraería a ninguno. Y si nos encontrásemos en un corazón sin verdad, terminaríamos en un sentimentalismo vacío. Nos abrazaríamos, m.as este abrazo no tendría un mañana, porque no estaría fundado en la verdad. El ecumenismo, sigue diciendo, nos invi¬
ta a reflexionar sobre la noción de verdad
y sus relaciones con la caridad. No se
puede dar un ecumenismo de un mínimo común. No podemos renunciar a la ver¬ dad. Mas debemos abandonar el inmobi-
lismo, que consiste en creerse definitiva¬ mente sistematizados en la verdad, y en
(Pasa a la póg 2?)

12

/73/ cle los i I*I m o

fj e cf u e n os

se levCl nia «Qhaiey l^hsencorclice»

Los niños están escribiendo la más su¬
gestiva página en la historia del Sanatorio
de Son Gotiéu. Ellos nos están gritando con
su ejemplo que la vida se embellece, precisa¬ mente, cuando se desvive uno por el bien de
los demás.
A porfía han tomado la construcción de ese Sanatorio, esperanza de tantas niñas desvalidas, y de todas partes surgen ejem¬

plos vivos que muestran la grandeza de las
almas infantiles.
A través de Radio Popular hemos cono¬ cido a Ramoncito Orfila, de Mercadal,—el
«pequeñín de Jesús», como él suele llamar¬ se—, el cual desde la cama, donde le retiene una prolija enfermedad,no ceja en su pro¬ pósito activo y eficaz de protección al Sa¬
natorio Escuela «Mater Misericordiae».

13

213...———BLLaalanca(Dearribaaabajo) Nievas, Srta. M. Gelabert con los siete enanitos: Bosch, Pal¬ mer, Mateu, Campos, P. de la Ca¬ lle, Amengua/ y Pons. Srta. J. Martínez, representan¬ do el Hada Buena. simpática Blanca Nieves con su Dama de Honor Srta. A. Lladó.
ff
MISERIGIRDIIE
Con la mayor lucidez resultaron los actos del Festival que las alumnas del cole¬ gio «San Francisco de Asís», de Sta. Catali¬ na, realizaron a beneficio del Sanatorio en construcción para niñas paralíticas y defi¬
cientes mentales.
El programa fue selecto y deleitó al numerosísimo público,que agotó en poco tiempo las localidades del Salón Parroquial, siendo preciso repetir la función hasta cua¬
tro veces.
Un grupo de alumnas de la Sección Ma¬ yor y otro de parvulitos pusieron en escena con arte y gracia la comedia titulada «Blan¬ ca Nieves y los siete enanitos»
A continuación, un grupo de niñas, vis¬ tiendo lujosos trajes de altas damas de la corte, danzaron con ritmo y elegancia «El Ri¬ godón» que fue muy aplaudido, igualmente el Vals de Straus, bailado por otro grupo de niñas vestidas de mariposas en torno y com¬
binación con el Hada Buena.

23.—EOstcreona(Dearribaaabajo)
I.—Srta. M. Amengual, encarnando el papel déla
Real Princesa,
detalle en escena; Blanca Nieves y sus Da¬ mas de Honor, Srtas. A. Lladó y M. Garí.

cómica de »Na Bet Mario», que arrancó

risas y aplausos del numerosísimo y complacido

público.

,

Los parvulítos, con aíre guerrero, al son de cornetas y tambores, presentaron la marcha militar «Los Voluntarios»,sien¬ do muy aplaudidos.
Estrepitosamente ovacionada fue la actuación de dos parvulitas, M° Josefa Fornés y Josefina Morillas, en el recital de un gracioso monólogo la primera, y la interpretación al acordeón de la pie¬ za «Santa Lucía», la segunda.
Finalmente cerró el programa el bo¬ ceto cómico «Na Bet Maria», recogien¬ do todas, pequeñas y mayores, el éxito justamente merecido por su artística ac¬ tuación y no menos por el espíritu cristia¬ no que las movió a la construcción del
Sanatorio - Escuela «Mater Misericor¬
diae», donde muchas niñas esperan hallar alivio y remedio en su dolor.
¡Bien, queridas alumnas de la barria¬ da de Santa Catalina! Que vuestro ejem¬ plo, bello y desinteresado, sea seguido por otros grupos escolares.
¡TODOS PARA TODOS, PARA QUE
TODOS SEAMOS UN POCO MAS
FELICES!
15

cnesítionesi lnlianai§í

« J O fA »
(Conclusión)
También en la etimología «Yafar», pa¬ ra «Jofá», me encontré con una seria di¬ ficultad fonética. No supe explicarme la pérdida de la r final en tiempos de Llull.
Entre los libros de mi uso hay los Tex¬ tos árabes en dialecto vulgar de Larache, de Alarcón (Madrid, 1913). No sé si es ^ que no terminé de leer la obra —^la ad- . Quirí hace ya bastantes años— o que no > me había fijado. Resulta que entre los textos figura uno cuya traducción caste¬ llana se titula así: «Historia de Chehá y
su madre». Y se da la curiosa circunstan¬
cia de que entre los sujetos que refirie¬ ron al autor el citado cuento está el nom¬ bre del moro (1) que me lo contaba a mí
en Tetuán.
Ahora bien; es el caso que el «Sajá» que escribía yo al hacer mis primeros pinitos en árabe, es la transcripción defectuo.sa del mismo nombre «Chehá», que acabamos de ver, transcripción a su vez defectuosa por no poseer el castellano, signo para el sonido de la j catalana, que es el de la primera letra de dicho nom¬ bre, ni tiene tampoco la h castellana la aspiración fuerte del ha árabe.
No pudiendo emplear en esa revista los signos árabes, debo decir que Alar¬ cón, en sus Textos, transcribe aquel nom¬ bre con las siguientes letras: alif, jim (j catalana) y ha (consonante laríngea sorda) En cambio Tedjini (Diccionnaire Marocain Français) presenta esa otra transcripción: jim, ha, alif.
Bien, pues; para mí es claro que el «Jo¬
fá» luliano ha de identificarse con el
«Chehá» (y con mi «Saja» (2) de los Textos de Alarcón. La explicación foné¬ tica no ofrece dificultad. El paso de la

primera vocal a o (si no era o dicha vo¬ cal en tiempos de Llull) puede ser debi¬
do a la infiuencia de muchos otros nom¬
bres propios que empiezan por la sílaba jo (Joan, Joaquim, Joel, Jonàs, Josep,
Josafat —tal vez a este último nombre se
deba la forma «Jofat» que se encuentra en la edición valenciana del Blanquerna de 1521), si bien no falta alguno que co¬ mienza por ja, como Jacob. El cambio del ha en f es normal en catalán, igual que en castellano. Ejemplos: Albufera, Banyalbufar, rafal, tafona, etc., palabras
cuya f corresponde a un ha en la pala¬ bra árabe de donde aquellas provienen.
Se puede pensar que Ramón Llull, en su aprendizaje del árabe con el moro que compró (del cual nos habla la Vida Coetᬠnea), seguiría un procedimiento parecido a aquel al que me sometí yo mismo en mis pocas clases con el moro de Tetuán: le iría dando, de viva voz, listas de pala¬ bras y luego le haría la aplicación prác¬ tica con la narración de alguna historie¬ ta o apólogo donde aparecería ya el nom¬ bre «Jofá». Como es natural, Llull hubo de profundizar bastante en dicho estudio para estar en condiciones de poder re¬
dactar en un árabe medianamente correc¬
to, los grandes volúmenes del L. de Con¬ templació y otros. Facilidades para prac¬ ticar aquella lengua las encontraría en los muchos moros que quedaban aún en Mallorca, después de su reciente conquis¬ ta por los catalanes.
No puedo de momento aportar otros datos sobre el nombre «Jofá». Tedjini pone simplemente «nom d’un bouffon». ¿Quién sería ese bufón? No lo sabemos.
No veo dicho nombre en los diccionarios
de Lerchundi ni de Belot que, con el de Tedjini, son los únicos que tengo a mano.
P. Miguel Colom, T. O. R.

(1) Se trata del Hach Mohamed ben Ahmed Ziuziu. Se da el título de Hach a los mahometanos que han hecho la pere¬ grinación a la Meca y a Medina. Recuer¬ do desde entonces que ziuziu significa es¬ párrago en árabe. La vida de dicho señor había sido bastante azarosa. Había estado en América española. Ocultaba su perso¬ nalidad mahometana llamándose D. Mi¬

guel (igual que V., me decía).
(2) No sé por qué clase de equivalen¬ cia acústica hube de oir s, cosa extraña en un mallorquín, por jim, lo mismo que
se ha hecho en castellano con bisutería
por el fr. bijouterie. Es posible que fuese defecto del maestro, no muy culto, que hubiese adaptado su pronunciación a la
de sus alumnos castellanos.

16

(RECORDANDO AL P. CERDA)
II y último
La falta de trabajo era en nuestra vi¬ lla cosa corriente y común y tan mí¬ nima su retribución que obligaba al pue¬
blo a vivir en un estado casi infrahumano.
A tal situación hay que agregar las con¬ diciones sanitarias en que vivían sus ha¬ bitantes, abandonados del poder público y alejados de todo conocimiento de las corrientes modernas de higiene y salud.
Esa situación producía un sinnúmero de tristes y epidémicas enfermedades, ya hoy superadas, que eran el mayor fantas¬ ma y la más honda preocupación de las gentes por su doble aspecto familiar y económico. A mayor dolor y pobreza más espiritualidad y amor, pero ante mayores gastos más grande desesperación.
Esto, en muchas ocasiones, obligaba a los afligidos y necesitados acercarse a los privilegiados y comerciantes, no en soli¬ citud de una limosna, sino en súplica de un préstamo pequeño para salir adelante en el trance o para la compra de burda
tela con aue cubrirse. Aquí eptí>ba 1a
tragedia callada y oculta del interesa¬ do, pero era de conocimiento público por ser generalmente sentida.
No vale la pena recargar el cuadro por¬ que son usuales y conocidas las palabras del prestamista: «no tengo dinero», «ten¬ dré que hacer un sacrificio», «lo busca¬ ré» etc.; y después por el miserable duro prestado vengan dos reales semanales de interés o algo por el estilo hasta la devo¬ lución y reembolso del duro. En algunas ocasiones era casi una realidad el dra¬ ma de Shakespeare «El mercader de Ve-
necia».
Deja de ser espectador el Padre Cerdá. Conocida esta situación, que fue el mo¬ tivo principal, dándose cuenta también que el jornalero tampoco podía comprar un pequeño cerdo, cordero o gallina, sin recurrir al préstamo usuario, convocó a los hombres del pueblo a una conferen¬
cia en el salón de la escuela. Concurrie¬
ron no sólo los padres de los niños esco¬ lares, sino también amigos y curiosos.

INCOMPARABLE POR SU CALIDAD
17

Eran unos 300 hombres. Les pintó a grandes rasgos y en forma general el pa¬
norama de la vida artanense en su estado
de pobreza y falta de medios para com¬ batirla. La impresión causada en el au¬ ditorio fue enorme. Era la primera vez que oían la palabra de un fraile tocando asuntos que solían ser aludidos por les políticos de entonces, al ofrecerles a cam¬
bio de su voto el camino de la felicidad
y gloria. Les citó a nueva conferencia para la siguiente semana.
La concurencia era tan grande que el salón fue insuficiente. Se estaba de pie en todos los pasillos y enracimadas las ven¬ tanas. La cifra pasaba de 400 hombres. Ahondó más en la materia particulari¬ zando los males principales y especial¬ mente la falta de crédito personal y el extenso desarrollo de la usura, cáncer que lentamente destruía la vida de ese pueblo. Nueva fecha para otra conferen¬
cia sobre el remedio de tal mal.
Ya estaba echada la suerte. No había
habido acontecimiento en 'Madrid que
conmoviera tanto la paz de la villa como las conferencias del Padre Cerdá. Basta
con imaginarse el comentario a baja voz, primero, para convertirse pronto en con¬ fesión pública de los sacrificios y apuros que cada cual había sufrido, y luego ya corrieron apodos y nombres con y sin re¬
ticencia.
El mal defiende siempre sus posiciones con mayor coraje y ardor que el bien. Se
movilizaron en la sombra los afectados y ante las amenazas de desamparo o de co¬ bro violento a sus deudores consiguieron
que en la próxima conferencia se notara
la ausencia de un buen número de aco¬
bardados y amenazados.
Dióse cuenta el Padre Cerdá, aparte de la información que ya poseía, y sin re¬ to ni alusión directa al aspecto personal propuso, como solución a los males, la creación de una «Caja Rural de Ahorros y Préstamos» dentro del sistema «Raifessen», que tanto éxito había alcanzado en Alemania y Centro de Europa. Explicó

detalladamente su funcionamiento y sus fines. Sus métodos de operación y los múl¬
tiples beneficios que se derivarían de su establecimiento especialmente para la gente pobre, para los agricultores y para los pequeños propietarios también. Sur¬ gió la esperanza en medio de un entusias¬
mo desbordante.
Se convocó á nueva ásamblea para el nombramiento y constitución de una jun¬ ta directiva, redacción y aprobación del reglamento etc. Así se hizo y así quedó constituida la «Caja Rural de Ahorros y Préstamos de Artá», piedra milenaria en el progreso y bienestar del pueblo y mo¬ mento histórico en la gesta del P. Cerdá.
Sin entrar en detalles de los sinsabores
que le costó al Padre este movimiento de redención material y moral, al ser acusa¬
do de entrometerse en cosas que no eran
de la Iglesia, y hasta de semi-revolucionario, se le negó por algunos la sal y el agua y los tales trataron de poner el con¬ vento en cuarentena alejándose de él, y hasta hubo burdas amenazas que, ocul¬ tas, quisieron sacar cabeza en los días de la semana trágica. Había que echar al
Padre Cerdá al foso de los leones. De
aquí salió el nuevo «Daniel», seudónimo que usó después en sus escritos de «EL
HERALDO DE CRISTO».
El transcurrir de los tiempos y la fuei'-
za de la costumbre borran muchos deta¬
lles que fueron el brillo y la viveza de la imagen y así, una vez difusa, las genera¬ ciones futuras pasan a lo largo sin ren¬
dir todo el tributo de admiración a aque¬
lla obra que fue ingente en sus días, re¬ dentora en su época y precursora de la nueva entidad que hoy enaltece al pueblo.
No deben olvidarse los nombres de los
primeros cooperadores, ni la habilidad del primer Secretario y mucho menos el sudor, los sinsabores y los desvelos del Padre Fr. Pedro Juan Cerdá. Hay en Ar¬ tá alguna calle, plaza o placa, mármol o bronce que le recuerden? «Sic transit gloria hujus mundi».
B. R. G.

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18

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ORACIÓN PARA HOY
Millones de cruces, Cristo. Millones de pasos tambaleantes que se debaten en tinieblas. Que no quieren abrir los ojos. Millones de bofetadas. Zan¬ cadillas. Y unos pocos Cirineos.
Eso es la sociedad de hoy. Nuestra sociedad, Cristo. La tuya. Porque Tú lo quisiste. Porque has vivido muchos años con nosotros, los hombres.
Te pedimos. Cristo, por el pobre obrero que cu¬ bre horas extraordinarias, para alimentar ocho bo¬ cas hambrientas. Sí, Cristo, ocho bocas abiertas por el hambre de justicia^ Por millones de Cristos que pasan hambre. Por los sin techo. Por los que lo tie¬ nen de barro y los que viven bajo tapizadas bóvedas, con opulentas mesas.
Por los encarcelados. Por los que soportan el yugo comunista. O están al borde de caer, atraídos por falsas promesas: —Mira, Cristo, no queremos pan sin libertad. Ni la libertad sin el pan. Tú nos prometistes las dos cosas—.
Por la pareja que ha encontrado pisito. Por tan¬ tos pisitos que tienen sitios vacíos en la mesa. Por esa legión de ((invisibles» que no nacerán jamás. ¿No te das cuenta. Cristo?. Estamos presenciando la «gran matanza de los inocentes».
Vas camino de la fábrica. Cristo. Te he visto en el taller. Estás apretando tuercas hasta la noche des¬ de el amanecer. Me das lástima. Cristo, con esa cruz
sobre tus hombros.
Te pido. Cristo, por los amos poderosos. Por los grandes empresarios. Por los que quieren tener más, y te roban lo poco que tienes. —Es que tú no sabes. Cristo, que el negocio es el negocio. Que nos¬ otros somos de los que dirigimos. Ellos los que tra¬ bajan. Nosotros los poderosos. Ellos unos cualquie¬
ra—.
Por el mundo del suburbio. Por los hombres
sucios, por fuera. Y por dentro. Por los que duer¬ men en el suelo, o... se hunden en un flex. Por toda la humanidad. Cristo. Toda. Todos necesitamos de ti. Incluso los que no lo saben. Por éstos, sobre to¬
do, se levantan mis manos en oración.

Por qué?,,,
¿Por qué se han gastaiio
doce millones con esto de
las «Misses», mientras hay gente que se muere de ham¬
bre?.
•
¿Por qué las personas de
instituciones estatales co¬
bran holgadamente cuando
se retiran, mientras otras
personas apenas reciben 200 pesetas?.
•
¿Por qué tanto se embe¬ llece y espacia el centro de las ciudades, mientras en los
suburbios la gente vive
amontonada y sucia?.
•
¿Por qué un simple peón cobra 1.500 ptas. mensuales y algunos profesionales 40.000 en el mismo tiempo?.
•
¿Por qué hay personas que
cobran en un mes tanto co¬ mo otras en dos años?.
•
¿Por qué tantos pisos va¬ cíos, mientras mucha gente
vive sin techo?.
•
¿Por qué se inventó el di¬ nero, cuando media humani¬
dad no lo usa?.
•
¿Por qué tanto trigo los
hambre, tienen aue no cuan- o tanta hambre los que no
tienen trigo?.
Poderoso caballero es Don Dinero ...
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SIETECLAVOS
11
Era jueves y por suerte no llovía. Aquella tarde, después de hacer algunos encargos de mi padre, me interné en el bosque. Allí aguardaba todos los días a Margarita. Esta, lejos de ser una señorita fofa y ligerita de cascos, era todo un ca¬ rácter. Sobrina de la Marquesa, pertene¬ cía a la clase alta; yo, en cambio, me
confundía con esa masa incolora llamada
«populacho»; mas pese a ello, nuestras relaciones habían sido toleradas hasta que
Nicol las enturbió.
La Marquesa, herida en su amor propio y viendo que mi padre se había cruzado de brazos, ordenó a Margarita que rom¬ piese conmigo. Aunque nuestro amor fue siempre virgen, nos vimos abligados a reunirnos de contrabando, temerosos de que las aduanas de la tía de Margarita
confiscasen toda nuestra ilusión.
El sitio era romántico y muy acoge¬ dor. Siete ranas croaban dentro del agua,
tal vez, pidiendo más agua. Un paisaje fascinante, propio para el escenario de una película «apta para menores». Mar¬ garita no se hizo esperar; llegó triste, co¬ mo si sus ojos intentaran disimular la tragedia en que estábamos sumergidos.
—No sé... te encuentro cambiada... Me
da la sensación de que no me quieres
tanto como antes.
—No seas tonto —^i*eplicó algo cursi— —¿No te encuentras bien?, —pregunté mientras le acariciaba sus cabellos color
chocolate—.
— ¡Sí! —repuso con sequedad—. ¿Por qué lo preguntas? yo no soy tan variable como tú.
De pronto me acordé de una escena de un film italiano; imité su misma cursi¬
lería.
—¿Qué pretendes insinuar? Sabes muy bien que solamente tú cuentas en mi vida, que por ti sería capaz de todo.
—¿Hasta de atravesar el Atlántico a
nado?
—¿Por qué no? —¿O de recorrer una cordillera con los pies descalzos?

— ¡Sí! —Entonces... ¿Por qué no acudiste ayer tarde a nuestra cita? —Sabes muy bien que estaba lloviendo. ¿Acaso deseabas que me mojase? Margarita dibujó una sonrisa a lo Gio¬ conda y continuó: —¿Y tú eres el que por mí andaría to¬ do un desierto? Es igual, lo importante es que yo sigo queriéndote. Luego bajamos hacia el río. Se arrodi¬ lló junto a una roca y miró por entre las aguas como si buscara una solución a nuestro problema, pero el río sólo tenía truchas y Margarita se volvió otra vez hacia mí, todavía más triste: — ¡Ernesto no podemos seguir viéndo¬
nos a solas!
— ¡Dios es testigo de nuestro compor¬
tamiento!
—Pero los humanos no perdonarían nuestras entrevistas clandestinas; es su regla i>ensar mal.
—¿Qué quieres que hagamos entonces? La mirada de Margarita se perdió en el azul infinito. Hizo una pausa antes de responder: —Tal vez sea mejor pensar que lo
nuestro ha sido tan sólo un bonito sue¬
ño... nada más.
—¿Con qué tan sólo un bonito sueño? — espetóme llevándome las manos a las
caderas.
—^Es por el bien de los dos.
—Nuestro único bien consiste en se¬
guir amándonos; no conozco otro. —Algo imposible mientras dure la ti¬
rantez entre nuesti-os mayores. Han con¬ vertido una tontería en una cuestión de
honor. Mi tía odia a muerte a Nicol...
— ¡Ella odia a todo el mundo!— inte¬ rrumpí, sin poder contenerme—; a los

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22

malos porque son malos y a los buenos

porque ella nunca podrá serlo. — ¡No insultes a mi tia! — ¡Y ella que deje en paz a Nicol!
El viento silbó entre dos castaños. Le¬

jos se oyó el vuelo mortal de unas hojas secas. Margarita se acercó a mí y tocó mi

rodilla.

—

—Ernesto, no va a ser discutiendo co¬

mo arreglemos lo nuestro. Yo pensé que

lo mejor sería estar unos meses sin ver-

nos.
— ¡Bonita solución! —He decidido marcharme de Sietecla-

vos.
—¿Lo dices en serio? ¿Dónde irás? —Lejos; quizás a una colonia españo¬ la. Mientras dure todo esto, terminaría¬
mos odiándonos.
—Es posible que estés en lo cierto,

pero...

—No, no intefntes diisuadirime..., sólo

estaremos separados el tiempo necesario

para comprender...; debemos estar segu¬

ros que lo nuestro no se trata de un sen¬

timiento fugaz. A mi regreso, nada ni na¬

die podrá detenernos. Ni siquiera Nicol.

¡Lucharemos!

(Continuará)

(Viene de la póg. 12) no sentir ninguna obligación de dialogar. La verdad es algo vivo que implica comu¬ nicación. Desde este punto de vista el ecumenismo supone lo siguiente: no pue¬ de darse un esfuerzo de simpatía en sen¬
tido único. No se puede pedir al otro que realize todo el trabajo. La sangre debe ser deramada por ambas partes. Pablo se dirigió a Damasco porque Esteban había sido lapidado en Jerusalén».
Guitton no ha renunciado a la esperan¬
za. Como sus grandes amigos el Card. Mercier, el Padre Portal y Lord Halifax, cree en la unidad. «Una unidad —expli¬
ca— compuesta de dos direcciones, una vertical y otra horizontal, formando una especie de cruz mística. La dimensión vertical es la de la unidad; una unidad
que no sería perfecta si no respetase la diversidad que veo simbolizada en los
brazos extendidos de la Cruz. El cora¬
zón de la catolicidad está transverberado
por una doble inquietud: la inquietud de la diversidad que reclama que toda oveja sea ella misma, esto es, diferente de su
vecina».
Guitton habla de amor, de verdad, de renuncia, de cruz, de respeto al vecino... Hace ya cuarenta años que el atleta del ecumenismo va curtiendo su espíritu en este sentido. Ahora, desde su pequeña atalaya de observador, contempla y medi¬ ta. En su corazón anidan la paz y la es¬
peranza.

preguntas ■ respuestas

Sobre la Bula de la Cruzada
Reverendo Padre; Con motivo de la pu¬ blicación de la Bula de Cruzada han sur-
ggido entre nosotros varias discusiones a este respecto. Desaria que en esta sec¬ ción de la Revista contestara a las si¬
guientes preguntas sobre el tema.
En primer lugar, ¿qué privilegios con¬
tiene la Bula? Se determina municiosa-
mente la limosna que hay que entregar según los ingresos de cada uno. Ahora bien, ¿qué se entiende por ingresos? ¿Se comprenden también los ingresos even¬ tuales? Caso de tomar una Bula de clase inferior a sus posibilidades económicas, ¿se puede afirmar con toda seguridad que son nulos los privilegios concedidos? Es¬ perando su contestación le saluda atentainnete. J. M. — Palma.
La carta que hoy nos ocupa propone va¬
rias cuestiones a las que vamos a respon¬
der ordenadamente y con la mayor cla¬ ridad posible.
Ante todo creo oportuno advertir que la Bula es un privilegio, por tanto nadie está obligado a tomarla, sino únicamente aquel que quiera usar los favores conce¬
didos mediante ella. Entre éstos los de
reducción de los días de ayuno y absti¬ nencia son los más conocidos por ser los más usuales, pero no son los únicos. Hay, además, en virtud del sumario general, concedidas varias indulgencias: dos ple¬
narias al año en dos días distintos ele¬
gidos libremente por el indultarlo, confe¬ sando y comulgando; plenaria en la muer¬ te confesando y comulgando o, no pudiendo, invocando con el corazón contrito el nombre de Jesús de palabra si pueden, si no, al menos con el corazón y acep¬ tando resignadamente la muerte. Parcial de quince años ayunando y rezando por las intenciones del Papa.
Además la persona que tiene el suma¬ rio puede ser absuelta una sola vez du¬ rante el año fuera del peligro de muer¬ te y otra en peligro de muerte (o dos, tomando dos sumarios) de todos los pe¬ cados y censuras reservadas aún de espe¬

cial modo a la Santa Sede. Puede tam¬
bién cualquier confesor elegido por el indultarlo, dispensando conmutar los vo¬ tos privados, esto es, no aceptados por la autoridad de la Iglesia y que no hayan
sido emitidos en favor de tercera perso¬
na y aceptados por ésta. Se exceptúan los votos de perfecta castidad y de en¬ trar en religión de votos solemnes he¬ chos absolutamente y cumplidos los die¬ ciocho años. Hasta aquí la primera pre¬ gunta.
Por ingresos se entiende lo que se embolsa una vez pagados impuestos y demás gravámenes a que están sujetos los bienes y productos, además de las expensas necesarias para la percepción
de los frutos. No han de descontarse de
los ingresos los gastos del sustento pro¬ pio de suerte que los ingresos líquidos se reduzcan a los ahorros, en cuyo caso muy pocos estarían obligados a tomar la Bula. Deben contarse también los ingre¬ sos eventuales. Si por la experiencia del pasado se prevé prudentemente para el futuro que estos ingresos no faltarán hay que incluirlos como ingresos fijos.
Respecto a la última cuestión plantea¬ da por el consultante referente a la va¬ lidez de un sumario inferior a las posi¬ bilidades de cada uno hay que responder que los autores que trataron hace años la cuestión respondieron negativamente. Pero he aquí que la Sagrada Congrega¬
ción de Asuntos Extraordinarios ai Ar¬
zobispo de Toledo el 3 de septiembre de 158 se pronunció en sentido más. benig¬ no. «Para que pueda hacerse uso del in¬ dulto y gracias de la Bula requiérese que se hayan obtenido los relativos su¬ marios, mediante la aportación de las li¬
mosnas establecidas. Se deberá exhortar
a los fieles a prestar lo debido en pro¬ porción de los ingresos propios. Sin em¬ bargo, el hecho de que alguno entregue una cantidad inferior, aunque es de des¬ aprobar, no parece que pueda ser consi¬ derado motivo de invalidez para la con¬ cesión y por lo tanto, para el uso de los privilegios».
FRAY MARCELINO

Algaida.— D.° María Vich Salvà, terciaria franciscana, fallecida día 31 de enero. Palma.— D.° Maria del Carmen Cortés, Vda. de Cortés, terciaria franciscona, pasó
a mejor vida el día 7 de febrero del año en curso. Nuestro mós sentido pésame a su hijo, D. Ga¬ briel Cortés, estimodo colaborador de nuestra revista.
Lloseta.— D. Miguel Bestard Bestard, fallecido el 11-XII-19Ó2. D.° Barbara Villalónga, terciaria franciscana, (3 11-1963). Rdo. Sr. D. José Morey Cirer, Cura-Ecónomo, a los 53
años, pasó a recibir el premio de sus virtudes (12-11-1953).
Llucmajor.— Ó.° María Montserrat suscriptoro, fallecida el (4-X-1962). Religiosas franciscanas.—Sor María de la Fe Riera (Ariany, 15-X-1962', Sor Isidora Dolç (Son Sunyer, 7-1-1963), Sor María del Sagrario Matamalas (La Puebla, Casa-Cuna.lS-l1963), Sor Benigna Alzamora (ValldemosQ, 22-1-1963] y Sor Margarita del Sagrado Corazón
(Es Llombars, 30-1-1963).

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En esta página destinada a nuestros Terciarios, reproducimos con mucho gus¬ to un interesante artículo que ha publi¬
cado el «Boletín Nacional de la Tercera
Orden Franciscana en España». Dice así: «La Unión Nacional de Apostolado Se¬
glar ha adoptado como suya, en la reu¬ nión conjunta de representantes de aso¬ ciaciones celebrada el 20 de septiembre de 1962, la CONSIGNA de la Conferen¬ cia de Metropolitanos para la Acción Ca¬
tólica: «PREPARAR LOS CAMINOS DEL CONCILIO».
En su consecuencia, la Comisión Per¬
manente de la misma U.N.A.S. comunica
a la dirección general de cada una de las asociaciones el plan a seguir mientras
dure el Concilio.
Es necesario no desfallecer en la acti¬ tud de oración y de sacrificio, conforme a los deseos de Su Santidad el Papa, ya
que las oraciones y los sacrificios de los
cristianos han de infiuir ante el Señor pa¬
ra la concesión de gracias a su Iglesia
reunida en Concilio.
No es para la Jerarquía el Concilio, es para la Iglesia. No se reúnen ’os Padres para deliberar sobre sí mismos o sus co¬ sas, sino sobre los diversos- problemas que al mejoramiento de la Igleia puedan
interesar.
A todos, pues, nos afecta esa magna asamblea y todos debemos pedir al Se¬ ñor que sea para bien de su Iglesia y para la unión de los que le confiesan y le siguen.
La Tercera Oi’den Franciscana está in¬
corporada a la Unión Nacional de Apos¬ tolado Seglar y acepta también la CON¬ SIGNA, haciéndola suya, para colaborar
en la «PREPARACION DEL CONCI¬
LIO».
La Junta Nacional Interobediencial, en su reunión del 18 de diciembre próximo pasado, acordó señalar algunos actos y orientaciones que puedan servir de base a esta colaboración en la oración y sa¬

crificio que ofrezcan los Terciarios por
el Concilio.
Invita la Junta Nacional a los Comisa¬
rios y Directores de la Tercera Orden a que organicen en sus Comisarías y Her¬ mandades actos especiales que respondan
a la CONSIGNA.
Propone como más propios y asequi¬ bles los siguientes:
1.^ Los cultos mensuales que realiza la Hermandad aplicados imr el Concilio. Recítese la oración compuesta por Su Santidad el Papa.
2.9 El rezo del OFICIO DIVINO de
los Terciarios hágase en íntima unión con Su Santidad el Papa y, si es posi¬ ble, precedido de la oración, compuesta por él mismo, antes del Oficio.
3.9 Los «GRUPOS DE ORACION»
adopten esta intención «pro Concilio» en sus preces especiales.
4.9 La «Unión de Enfermos Tercia¬
rios», creada en muchas Comisarías, y los enfermo,s particulares addpten tam¬ bién el Concilio como objeto de sus ple¬ garias y sufrimientos.
5.9 Háganse VIA-CRUCIS penitencia¬ les, tan propios de la Orden Tercera.
6.9 A los niños Heralditos o Cordígeros propónganseles las preces y ejerci¬ cios preparados por la Hermandad de Inspectores de Enseñanza Primaria.
7.9 Organícense actos extraordinarios, como Horas Santas Eucarísticas, Vigilias Nocturnas etc., etc.
Tesoro espiritual del Terciario:
Absolución General: Día 1 (primer viernes) y día 19 marzo 1963.
Indulgencia plenaria: Días 1, 5, 6, 9, 18, 19. 22, 25, 26, 27, 28, 29, 33 y 31 mar¬
zo 1963.
A petición de muchos Terciarios, cada mes publicaremos en esta misma página las fechas en las cuales nuestro Herma¬
nos en S. Francisco pueden recibir la Absolución General o pueden lucrar in¬ dulgencia plenaria.
Fr. Jaime Tugores Mestre, T. O. R-, Comisario de la V.O.T. en Baleares

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Paleto
Un campesino asiste por primera vez a un partido de fútbol, y se coloca al lado de la portería. A poco de empezar le dan un
fuerte balonazo en la cabeza.
Oyendo a la gente gritar: "Ha sido pe¬ nalty, ha sido penalty", se abalanza furioso entre los jugadores diciendo:
— ¿Dónde está ese penalty, que le rom¬ po la cara?

Charada
¿-Qué sucedería sí al salir un preso de la cárcel pisara una cerilla?
-Una catástrofe, porque chocaría un
ex-preso con un mixto.
— Allá voy yo, con la^gracia de Dios.

¡Ahora comprendo por qué te llaman una bestia

de carga!

♦

*

Cierto vendedor llamó por teléfono a un presunto cliente y contestó la voz incon¬
fundible de un niño de pocos años.
— ¿Está tu papá, o tu mamá? — No, contestó el niño.
— Entonces, ¿hay ahí alguna otra per¬
sona?
— Sí, mi hermana.
— ¿Quieres hacerla pasar al teléfono? Hubo silencio por largo rato. Al cabo, el vendedor volvió a oir la voz del chiquillo: — No la puedo sacar de la cuna.

Un tío fresco
Cierto señor fue a visitar a un amigo y le encontró comiendo en compañía de la fa¬ milia. Después de hablar de varias cosas sin
importancia, le dijo: — Tendría mucho gusto en que comiera
toda la familia conmigo. — Somos muchoSj pero, en fin, queda
aceptado. ¿Dónde?
-Aquí mismo. Me hacen sitio en la mesa
y encantado.

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