El Heraldo de Cristo 1943, n. 406
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EL HERALDO DE CRISTO

Año XXXVI

Palma de Mallorca Septiembre 1943

Núm. 406

Permííasenos insistir sobre el tema que esbozábamos en nuestro artículo

anterior. El renacimiento luliano está «n marcha. Pero ahora lo que más importa

es que no se malogre este doble movimiento religioso y científico, académico y popular hacia el Bto. Ramón Lull.

A reforzarlo viene en buen hora la cofradía luliana que se ha erigido en el
Santuario de Ntra. Sra. Cura. Y decimos «cofradía luliana» con toda intención.

Porque, efectivamente, lo es, aunque la Virgen María sea el primer titular. El

santuario de Randa, donde ha nacido, es por antonomasia un lugar luliano. En

la cima de este monte se obró el milagro de la iluminación, hecho de capital

importancia en la vida del Bienaventurado Maestro, ya que de él arrancó su

prodigiosa actividad apostólica y literaria. El penitente de Randa, en recuerdo

de aquel inapreciable don que allí le fué concedido, levantó una pequeña er¬

mita y la emplazó en el mismo sitio donde recibiera la celestial iluminación. Con

toda seguridad la consagraría a Nuestra Señora, y aquello fué ciertamente el

origen del santuario y escuela de Cura. Por consiguiente, si la Virgen de Cura

es una Virgen luliana, y es luliano el santuario,* si el monte todo, Tabor y Tebai¬

da del santo penitente y Doctor Iluminado, está henchido de su presencia, con

razón podemos afirmar que la nueva cofradía que allí se ha erigido es también

luliana, aunque el Bienaventurado Maestro figure como el segundo titular.

Siendo esto así, ningún mallorquín amante del Beato Ramón Lull puede fal¬

tar en las listas de la mencionada cofradía. Como sabéis por los estatutos, ella

se propone avivar la devoción al penitente de Randa y promover su culto y, mediante esto, obtener su tan deseada canonización que sería uno de los hechos

más gloriosos en la historia de Mallorca. Además, otro de los fines primordiales de la cofradía es restaurar y engrandecer el santuario luliano de Ntra. Sra. de

Cura. Cuando nosotros, ahora hace unos treinta años, nos hicimos cargo de él,

estaba todo en Tuinas y era en absoluto inhabitable. Durante estos treinta años,

es mucho lo que ha conseguido pero queda muchísimo más por hacer si quere¬ mos que el santuario deXIura sea centro de piedad mallorquina y de estudios

lulianos.

Una vez terminada la reconstrucción y engrandecimiento material del san¬

tuario, adaptándole a las necesidades de nuestros tiempos, entonces podrían
congregarse en el monte de Randa los amigos del Bto. Ramón Lull para celebrar cursos de verano, semanas lulianas, reuniones de la novísima Escuela Lulística
que dirige el Doctor Sureda Blanes, escuela llamada a ser la sucesora de nuestra antigua universidad que también tuvo por Patrono al Doctor Iluminado. Y ade, más, podrían organizarse frecuentes peregrinaciones a este sagrado lugar a fin de todos los mallorquines orientaran su piedad hacia nuestro grande apóstol y

raárlir.

.

.^

Fr. Rafael Ginard Bauçà, T. O. R.

IN EL AÑO SANTO COMPOSTELANO

la mno

m'i

NAVE ALA. VISTA
«Navim e.d iiíws», gritaba la voz del vi¬
gía que, en la desembocadura del Beíi(Guadalquivir), aíisbaba en lonrananza has
cia Oriente. Y la nave oneraria de porte
oriental, que había hecho esoala en Syra-
citsa (Sicilia) y Hippo o bien en Rusadir
(Melilla), según fuera los vientos, entró ma¬ jestuosa en las aguas del Belis, que comenzó a remontar, ¿Era tal vez la nave fletada por uno de aquellos gaditanos baibos, que, de generación en generación, eran grandes mercaderes y a la vez grandes servidores de los generales de la República y luego de los dc::i Imperio; o bien era una nave que por primera vez venía hacia el «Occidente de la tierra», trayendo las especies y perfu¬ mes, las joyas de oriente para ios ricos ro¬ manos asentados en la Bóíica, donde surgió la segunda tierra leíina e itálica?... Lo igno¬ ramos. Cierto que la nave venía de Oriente
que no había hecho escala en Italia, ni
abía remontado el Mar Tirreno.
Y la nave fue remontando el Beíis, hasta llegar cerca de Itálica, Más lejos, ya pasado, quedó el territorio, que mas tarde sería His¬ palis (Sevilla). Pero ahora era Itálica la flor
nata de la Bótica, cuna de grandes ispano-romanos, de donde pronto saldrían literatos y emperadores, y entre éstos el que «mayor hizo el Imperio». La nave quedó fijada y amarrada en el puerto. Los viajeros comenzaron a descen¬ der. No eran muchos. Las especias, las mer¬ caderías eran las que interesaban a los armadores. Pero también llegaban hombres raros, tipos y caras hasta entonces no vistos en las tierras hispanas. Fué descargada la
nave. Inmediatamente comenzó ds nuevo
la carga. En la panza de la nave se iban colocando ánforas cerradas, con signos ro¬ jizos, indicadores de cantidad y calidad de óleo y vino, que era preciso enviar a Ostia (Roma) con la nave primera que hiciera rumbo a Oriente. Eran las órdenes que ha¬ bía en Itálica, urgentes desde Roma.
EL JUDÍO DESCONOCIDO
Y mientras se realizaban la descarga y la
carga, un conocedor de naves de pescar, pues tal fuera antiguamente su oficio, anti¬ guo pescador, judío de cerca de Tiberíadas, que había descendido en medio de la

indiferencia o de la insaciada curiosidad de
los romanos que le dejaron tomar tierra y de los hispano-romanos que le toleraron, tomaba el camino que se le antojó primero, en realidad el que Dios le mostraba.
Algo habló con algunos en Itálica. No le entendían. El «espíritu» le llevaba más lejos. No era aquella su estación. Era preciso ca¬ minar. Se le abrían las vías imperiales. Dios le dirigiría por ellas. Era el «Hijo del True¬ no» que se ponía en contacto con el «pue¬ blo» que sería todo «luz, ardor y entusias¬ mo» hasta el morir por la nueva religión, de que él hablaba y que se empeñaban en no entender. Aun no había llegado el mo¬ mento de la gracia.
POR LAS VÍAS DEL IMPERIO
Aquel judío desconocido respondía por el nombre de Jacob. Pasó por Itálica des¬ preciado o incomprendido durante los días de descanso que allí hubo de tomarse, y se dirigió hacia Mérida, llegó a Braga y ascen¬ diendo toda la Lusitania visitó Iria, pasó por Lucus (Lugo), Asturias (Astorga), Paliantía, Ciunia (la nueva Numancia), entró en
el valle del Ebro—a donde sin cesar le con¬
ducía el «espíritu» ~, y oyó por fin hablar de Cesaraugusta (Zaragoza).
Su viaje fue tan rápido como bien apro¬ vechado. Observó, estudió y comprendió bien a los hispanos; en algunos sitios, casi en todos, logró formar pronto algunos nú¬ cleos que se apartaban en determinados
momentos o días de los demás ciudadanos.
Les predicaba nuevas ideas, jamás escucha¬ das antes. Anunciaba la luz y la salvación que de Oriente esperaban. No venía a mer¬ cadear como los fenicios y griegos, ni a imperar y explotar como los romanos. Y por todas partes, pero sobre todo en Numan¬ cia, vió Jacob cómo aquellos hombres sa¬ bían hacer las cosas, cómo sabían vivir, lo que les preocupaba-siempre insatisfechosy cómo sabían morir,- pero no sabían ni có¬ mo vivir bien, ni cómo, ni para quien de¬
bían morir.
JACOB Y PAULO
Jacob les predicaba un nuevo Dios, «1 único verdadéro, el desconocido, el que era, por su muerte, escándalo para los judíos estulticia para las naciones. Tal sería la de-

El Heraldo de Cristo

16S

finitiva fórmula del otro predicador de Hispania, del Apóstol por excelencia, de Paulo, que unos años más tarde llegó a la Tarraconense, a cuya ciudad imperial se había dirigido con una nave que hizo direc¬ tamente el viaje desde Ostia Tiberina. Lue¬ go Paulo se corrió hacia la Hética y ordenó obispos, como Jacob en algunas de las «civitates» por donde pasó.
Pues Santiago —que es eJ nombre español ,del apóstol y santo Jacob (Sant Yago)—, el fHijo del Trueno», predicaba a los españo¬ les un Crucificado, Dios e Hijo de Dios—di¬ lema o conjunción difícil, luchante además
con la «tolerancia» del Panteón helónico-
romano-orieníal—, nacido hombre de una Virgen, para dar gloria a Dios y traer la paz a ios hombres de buena voluntad. Por donde quiera que pasaba, hacía discípulos, españoles convertidos a la nueva fe. De Clunia, ladeando el ingente Caunus, había pasado por Turiaso y en Tudela se asomó
al Ebro.
Pudo tomar tan gran vía fluvial, pues las embarcaciones, con maderas, descendían desde Varia (Logroño) y decían que admi¬ tían hombres hasta Caesaraugusta. Prefirió la vía de tierra, visitando Manlia y luego
Alabona. Su último descanso fuó «Ad Octa¬
vum lapidem» (Utebo). Desde allí veíase ya el lugar de Caesaraugusta, ciudad y colo¬ nia inmuno que asentó con nuevo orden Augusto, donde instaló a sus veteranos e hizo acampar sus legiones. A la salida de «Octavó», pronto encontró «stationes», avanzadas de la ciudad; en ellas había le¬ gionarios y algún oficial. Habló con ellos. No le entendían. Por fin le dejaron conti¬
nuar. Allá se verían con él los de civitas,
de la que, si era peligroso para el Imperio,
difícilmente saldría...
JACOB £N CAESARAUGUSTA
Difíciles los comienzos. Pero pronto la gracia condujo hacia él algunos hombres do buena voluntad, que no veían la «ver¬ dad» en lo que habían traído los romanos... Recelos de autoridades, dificultades en la
predicación. No mucho el fruto entre los que se acercaban. Algunos ya no volvían.
Permanecían otros fieles...
Y una noche, junto al Ebro, en el rigor del invierno, cuando la niebla se extendía por la ciudad y el valle, en la callada oscuridad

de las calendas de enero del año III del
Imperio y III consulado de Gaio Caligula (año 40 después de nacer Cristo Jesús en Belén, de la Judea), entre ángeles y celestes fulgores, se le apareció la Virgen, la Madre de Dios, la Madre de Jesús, la que con Juan había marchado, María...
MARÍA SOBRE LA COLUMNA
La Virgen apareció sobre una Columna. Le habló. Bendijo su apostolado. Le consoló en su labor, le prometió exuberaníes’frutos en Hispania. La fe duraría hasta el fin de los siglos. La Virgen hizo así con España lo que no hizo con otra nación y gente. Le dejó el Pilar (la Columna) como símbolo de fe, co¬ mo garantía de su promesa. Y el Apóstol comenzó a edificar, no una edícula a la moda romana, sino un templo, pequeño-no más hacía falla entonces—, y al día siguien¬ te el Pilar, la Columna, se tornaba ara, en que el Apóstol ofrecía el sacrificio nuevo y eterno, de la que se comulgaron los pri¬
mitivos cristianos caesaraugustanos en cena eucarística.
Desde entonces surge, filial e imperece¬ dera, la devoción a la Virgen. La Fe se alza, valiente e inconmovible como el Pilar, so¬ bre el que la Virgen apareció a Santiago. Sucedió esto a las orillas del Ebro, cabe los muros mismos de la ciudad, mientras los centinelas guardaban la Puerta de la Ciu¬ dad... El Ebro oyó la voz de la Virgen; el eco de sus aguas conserva para siempre el dulce rumor de sus palabras: «la fe en Espa¬ ña no faltará»... Zaragoza, Columna de la Virgen, relicario de la Fe... Mientras tanto la romana Zaragoza, la pagana, dormía... mientras comenzaba a perder su imperio en las ideas, luego totalmente... Allá cerca del Pretorio; más cerca aún la Puerta romana, el puente sobre el Ebro...
CRISTO REINA DOQUIER,..
Ya los españoles sabían para quien vivir, y para quien morir: para Cristo. Pronto Cris¬ to, adueñándose de todos los hispanos; Cristo habita en las plazas: Cristo solo en los templos: Cristo en las casas: Cristo do¬ quier. Ya reina Cristo en España.
Pascual Galindo Romero

EcrruDios lulianos

¿a Meditación univetóal de Matia en la economía de
la ^tacia, áe^ún el '^octot Ulaminado fJQ^amon ^ullj

7. Nuesira
dispensa

Señora Santa María, universalmente las

de hecho gracias

Soiamenta algunos texfos mds, tomados casi al azar áel Libro de Santa María.

«¡Gloriosa! Vos sois la única Señora

man: ¡Nuestra Señora,
las días os invocan en

Nuestra Señora!, y
sus necesidades. A

curáis, a los pobres enriquecéis, a aquellos que en vos confían» (41)

los que

dltoeoessdt¡oáuunsnstootesisennyaepyndeuecdpaápudieesosctaeadnlimosreupenisáf,eiesrys,m,peepydroaarendszeeoasso,eh,naatcoédvliooossss

os cla¬
y todos lisiados a todos

aue los pecadores tienen Nuestra gsmtdpydsyjvooerieeaiesoadavñsdñrplsdo,aoe,desoe,rsrluo«yyerean«tyNaeNno,ssNvriuaaudqaonatyaíeue;esua,silllnuessaeessyqygddtosstruhre,upetbalnavreaocnajaryuiesmaevlaSroSenrasiSrscfvbeseiinaincqeeítcñrñddrraosgeñuaoagoaaasttúsoerue,arasnarnarSznrnatjy;auaogeephpeylss,gñlsvsaeasoetro,aoarzpyNdracalrslnaiayoeeaanaeuqtbndyicesdumfleersiooaapseecesnpeenrtneazreñgptjsasabr,aoonocduleeao,ordyarueñSreítradvoaeodrbinedpsaaao»nlraofñliuarbearetlonre,ra(rlsrSresie4rdmsasefy,uad3ei,acste)oeñqmaonc.diayvssnouudia,au;ltarenapisvljayprgyeestaeeridhradrrvnasneleaaelaiaaaedsnagNyssd;ñlitdtireueaohuuo,oeecsssrureesrn^atzieaaistasvraañlvdtdeneierd,ouaelelatzesam erodlsmsatameaaam u,sSoqdusm nie,pnaeunentrepaáfpriñyetiddioosusrnuoyolaaspseo.enird;tdseassoodayype.ryeslayssehtsdvPancearstotiesvoidorczñoyebeairianoorybotrrñbqtosrernrsuoaaeaupeoda,dmrs,jinoloaeora,oeaársyqnnsdsyysetu;aaulsdbneacvsteyreauenisaoandnlrnyoslendlcgatecetdbooeasúoolzalelidisnanetldpnadaazatlzdoareosasluaearssrteeayvarsenlosyaeesirñarbhdelsaotmoodupvrusarrasbootdoipiéraa-rseo»speegrr,enñc,frusremaroroaeitypnaa(cnnroqni4dualoslouda2zdtaeesras)eayyeo,s¬¬,,,

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P. Miguel Caldentey T. O. R.

(41) (42)

Libre de Sancta María. Ibid. Ob. X, 122, n.4.

Ob,

X,

64,

n.

9

(43) Ibid. Ob. X, 134, n.3.

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LAB LETRAS
/^aóacalle
Los pueblos pequeños están en el campo. No así las grandes ciudades que lo ahuyentan y se lo tragan. En los pueblos pequeños se euii&n lo rústico y lo urbano, la obra de Dios y la obra de los hombres. Campo y pueblo viven en íntima compenetración y el solemne rodar del año agrícola preside todos loi acontecimientos. Aquello y lo otro y lo de más allá acaeció en tiempo de sem¬ brar, durante la siega o durante la trilla, en tiempo de brevas o dó higos chum¬ bos. En los pueblos pequeños todas las calles dan al campo y el campo se asoma
y lo invade por todas partes. Y de bosques y pastizales, huertas y tierras d© pan llevar les llegan aromas de resinas y de mieses, vaho de tierra blanda y acr©
incienso de hocmigueros. Así es mi lugarejo. Calles polvorientas y, a trechos, estercoladas, con perdón
sea dicho. Fachadas morenas, albardillas erizadas de vidrios, ventanicos con el derrama abierto hacia fuera. Los portales de medio punto,- las ventanas, esca¬ sas, Pero la naturaleza irrumpe a chorros por esta villa rústica y la exorna con
sus galas vivas. Del cinturón de piedra de muchos corrales emerge la masa
densa de las chumberas. Crece la hierba por las calles, ufanosa y libre. Paredes con un forro negruzco de yedra vivaz. Palmeras, granados, almendros, limone¬
ros y naranjos. Sin embargo, hay todavía pocas flores. Por lo que sea, se desco¬ noce aun la exquisita utilidad de las cosas que únicamente son bellas.
No hace más allá de unos cincuenta años que las calles de mi pueblo eran calles verdes, pampanosas. Había un gran número de casas con su correspon¬ diente parral que les daba grata sombra y uvas sabrosísimas. Estos parrales acostados sobre unos troncos de sabina, con la pompa de sus hojas y los precio¬ sos joyeles de sus racimos colgantes, eran en las noches de luna, un lugar d® cita donde charlaban las comadres, hilaban las abuelas y se requebraban los
enamorados.
Sigamos por las humildes callejas de mi pueblo. Las hay con nombres vege¬ tales y nombres de animal, sin que falten del sol y de la luna. En ningún sitio se descubre un detalle arquitectónico de un poco de importancia. A lo mejor os sorprende un aldabón enorme fijado en lo más alto de la puerta de una antigua casa señorial sobre cuyo uso corren versiones muy variadas. Alguno que otro montador y unas cuantas cruces en el vértice de los tejados más viejos. Vetustos aleros pintarrajeados de almagre. Y al rededor de la villa, una guirnal¬
da de molinos de viento con sus aspas quebradas y sus torres sin honor. El borne de mi pueblo lo forman cuatro de sus calles que se enlazan unas
con otras. Los domingos y dias de fiesta, a la media luz del crepúsculo vesperti¬ no, ellos y ellas giran por este borne, a la manera de los cangilones de una no¬ ria, bu.scando aventuras, exhibiendo sus vestidos, prodigando sonrisas y cas¬
cando avellanas,
A medida que lo recorréis, os dáis cuenta de que este lugar está como sumergido en un lago de silencio. Silencio que solamente se turba por las maña¬ nas y por las noches con el traqueteo de los carros, los gruñidos de las piaras de cerdos y el sordo patalear del ganado cabrío.
Y henos aquí ante la nueva iglesia, gallarda y grave como una basílica romana á cuya sombra se cobijan nuestras viviendas como los polluelos bajo las a^as de su madre. Unicamente echamos de menos aquel gigantesco almez que s« levantaba ante el portal de mediodía que era, en verdad, un árbol solo y pare¬
cía como un bosque...
Fr. Rafael Ginard Bauçà, T. O. t.

VII
En que se narra la primera rlsíón celesSe que tuvo el
Bienaventurado Raimundo en el monte de Randa
A segunda consideración versa sobre una visión celeste que tuvo el Biena¬
venturado Raimundo en el monte de Randa, y que me place, amigo lector, narrarte en los siguientes términos:
Es una tarde dulce y callada de primavera, y, muy probablemente de un viernes de Pasión, De hinojos sobre la desnuda roca, el Bienaventurado Rai¬ mundo, suspirando sin cesar, eleva al Señor esta plegaria; «¡Misericordioso SeñorI Lo primero que yo gusté en este mundo fué la leche, y lo último que yo gustaré será la muerte. Pluguiera a vos. Señor, que, así como mi boca gus¬ tó primeramente la leche que vivifica el cuerpo, así. Señor, lo último que yo venga a gustar sea la sangre que derrame mi cuerpo, muriendo por vuestro amor, en loor de vuestra bondad ¡Oh Rey de reyes, Dios gracioso sobre todas las gracias! Artistas vemos que adornan las cruces con oro, y con plata, y con bermejos colores, y piedras preciosas; mas no veo. Señor, a ningún ar¬ tista que adorne la cruz así como Vos la adornasteis, es a saber con su misma sangre y con sus mismas lágrimas, así como Vos adornasteis el bello árbol de la cruz. ¡Loada y bendecida siempre sea. Señor, vuestra divina grandeza y vuestra eterna misericordia!» Una aureola de luz celeste su rostro sobrehumano diviniza. De sus ojos, desmesuradamente abiertos, y encendidos de amor, irrumpen rojizas lágrimas desangre. Sus labios temblorosos se mue¬ ven en el misterio, como los del pobreciilo de Asís en el monte Alvernia, el día en que le fueron impresas las llagas del Señor. De repente un leve temblor despierta la montaña de su sueño de éxtasis. El hermano Sol frena su carro en su gloriosa carrera, presintiendo que va a ser testigo de una maravilla divina. Cabalgando sobre encendidas nubes de gloria, aquel que dijo: «Yo soy el Alfa y la Omega,» y sus ojos brillan como dos soles, y tiene escrito en sus muslos y en sus vestidos reales: «Rey de reyes y señor de los que señorean» se aparece al Bienaventurado Raimundo, ilustrándole con los siete dones del Paracleto, y dejándole en sus brazos una cruz, que el armado caballero de Cristo enarboiará por todas las tierras, y por todos los mares, triunfador has¬ ta en sus mismas derrotas, como bien d/ce de los verdaderos héroes del Evangelio. Cuando se apagó la luz de aquella sublime visión, empezaba a brillar en el firmamento la primera estrella.
Esto es cuanto atañe a la segunda consideración de este monte de Randa.
En Alabanza de Jesucristo. Amén.
Fr. M. Caldaníey V., T. O. R.
Fuentes: L. de Contemplació, c. 120 n. 4, y 129, n. 29 (Ob. IV^
110-11 y 176); R'otger, Historia del Santuario y Colegio deNtra, Sra. de Curo, Lluchmayor, I9l5, p. 6.

WN OTENTO MORAL PARA CADA MES

¿Quién tiene tu culpa?

-Estoy desesperada, Padre. Ya no puedo más...
—¿Qué pasa... Siéntese y desaho¬
gúese...
“Mi esposo es insoportable. Ya no puedo aguantarlo... Como que suele
venir a casa a las tantas de la noche...
o de la mañana, y bien bebido... Ya se puede imaginar las que me arma... |Que no pueda divorciarme!... Sí, créa¬ me: la Iglesia es demasiado dura en
estas cosas...
— ¿Con que la Iglesia es demasiado dura?... Tranquilícese un poco, señora. Vayamos al fondo de la cuestión.
No le negaré que Ud. está pasando las de Caín... que su esposo deja algo que desear...
—¿Algo?... Muchísimo. — ¿Conque la Iglesia es demasiado
dura?
— Sea así: «muchísimo». Y que Ud. es
una santa...
—Tanto cómo santa, no, pero...
— Ciertamente, si fuera santa, no su¬ friría tanto, aunque su esposo fuera un demonio, pues las santas de veras tie¬ nen habilidad para «lidiar» a los hom¬ bres por bravos que sean. Santa Mónica no me dejará raentir. En suma, Ud. quiere decir que' él tiene la culpa de todo, ¿no es verdad?
-La culpa la tiene la Iglesia, porque no me deja divorciarme.
-Poco a poco, señora. Deje en paz a la Iglesia. Si Uc'. tratara de hacer un viaje difícil a tre.vés de bosques impe¬ netrables, de barrancos y montañas, y tuviera a mano un buen guia, pero no
quisiera seguirlo sino que se empeñara en ir por donde se le antojara: ¿se atre¬ vería a echar la culpa al guía, sí Ud. «se metiera en honduras», quiero decir, en tales aprietos que no pudiera salir?
— Claro que no.
- Pues la Iglesia es ese buen «guía» que conoce de pea pa todas las intrin¬ cadas marañas del matrimonio. ¿Qué
c;ulpa tiene ella de que se encuentren perdidos y desesperados los que no quieren seguir sus instrucciones?
-Es que yo las he seguido. —Me alegro y le felicito por ello.

Pero veámoslo; y dispense si me met® en sus asuntos. Sólo así podré devol"
verle la paz que necesita, así como al
médico tiene que hacer ciertas pregun¬
tas antes de recetar la medicina. ''
-Puede hacerme todas las que quié¬
ra.
-Dígame: ¿conoció a su esposo antes
de entablar relaciones con él.
-No, Padre... Le diré como fué: Un día fui al baile. Al bailar con él, claro, comenzamos a bailar; me dijo cosas tan lindas que, vamos... me quedé como
una boba...
-Dice Ud. muy bien. Prosiga, - Aquella noche no pude dormir. No podía más que pensar en él, y le veía tan amable... tan simpático... tan no sé como que me parecía no poder vivir sin él. Y como él sabía corresponder, nos encariñamos tanto, que a toda pri¬
sa nos casamos.
~¿Y Ud. sabe lo que dice la Iglesia sobre esta primera parte de su drama matrimonial? Según Ud. comenzó la cosa «un día». ¿No sería «una noche»?
-Sí, era de noche, pero lo mismo da.
-No da lo mismo. Dice el refrán que
«de noche todos los gatos son pardos»; hasta los canallas se hacen «simpáti¬
cos».
Además la primera escena pasó en un baile y con persona desconocida. ¿A quién se le ocurre buscar un «palo¬
mo» en un ir.uladar?... «Muladares mo¬
rales» son ciertos centros públicos de esa clase. Lo más natural, es que allí sólo se encuentren «cuervos» por más que de noche parezcan «cándidos pa¬ lomos». ¿No sabe que hasta el mismí¬ simo demonio se transfigura en «ángel de luz» para seducir a los incautos y
más aún a las incautas?...
Añade que le dijo «cosas muy lin¬ das». Por esas cosas puede conocer una muchacha prudente si el sujeto que tiene delante es «cuervo» o «palomo». Al demonio se le conoce por lo que di'» ce y cuando dice «cosas bonitas», por el modo de decirlas y efectos que cau¬ sa-.. Un joven honesto es bastante cuer¬ do para no decir a una desconocida co¬ sas tan «lindas» que la engatusen sin

El Rdo. Padre Antonio Ripoll
Fundador de la Tercera Orden Regular de San Franeisoo en Mallorca y restaurador de la misma en España

VI
Terciarios Regulares
Juzgando por el cariz que había tomado el asunto, parecía que no queda¬ ban por entonces esperanzas de llevar a cabo la obra, sin embargo Dios, que todo lo dispone según sus inescrutables designios, hizo que en un momento cesa¬ sen las dificultades y oposiciones de los eclesiásticos, y así el mismo Obispo D. Jacinto- María Cervera comunicó en 21 de Febrero de 1893 al Muy Rdo. Pa¬ dre Jerónimo Aguillo que había dificultad en que pasase a Mallorca y proce¬ diese a la nueva fundación, pues los postulantes de Lluchmayor eran dignos de que se les atendiese en todo y por todo.
Obtenida, pues, la licencia del limo. Sr. Obispo de Mallorca, previa auto¬ rización del Rdmo. P. Comisario General, el 30 de Mayo de 1893 llegó a Palma el P. J. Aguillo, y seguidamente pasó a Lluchmayor donde erigió la Comunidad de Terciarios Regulares. Dejemos la palabra al mismo Padre Aguillo, quien en «Revista Franciscana», de la que era Director, expone como se llevó a cabo la gran obra y deja entrever los grandes obstáculos que tuvieron que superar nuestros héroes para conseguir su intento. «Hace tres años-dice-pasamos a di¬ cha población, Lluchmayor, para inspeccionar el local y explorar la voluntad de los jóvenes, y después de superados todos los obstáculos, vencidas todas las dificultades y previa autorización del Excmo. Sr?Obispo de la Diócesis y del Rdo. P. Comisario General, tuvimos la satisfacción de inaugurar en nuestra na¬ ción la Tercera Orden Regular, vistiendo el hábito a seis jóvenes, quienes, des¬ pués de muchos años de prueba y vencidas numerosas y grandes tribulaciones y persecuciones que el enemigo les ha ocasionado, han logrado dar principio a una obra tan grandiosa como benéfica».
«El día 11 de Junio, en medio de un numeroso pueblo, con toda la solemninad que requería el acto dieron sus nombres a la Tercera Orden Regular, los presbíteros, D. Antonio Ripoll, D. Bartolomé Salvá, y D. Agustín Puigserver y los legos Juan Garau, Bartolomé Ciar y Miguel Cañellas. Estos valerosos renun¬ ciando al mundo y a su porvenir, se han decidido a aceptar la locura de la Cruz arrastrando las iras de quienes a ello se oponían, y deciéndose a seguir la voz de Dios, que les ha llamado para dar ejemplo de virtud y fortaleza».
«Huelga decir y explicar las manifestaciones de gozo con que el pueblo de Lluchmayor recibió a los nuevos hijos de Sari Francisco, y los ancianos, que re¬ cordaban los tiempos en que los antiguos frailes del Patriarca de Asís habitaban el Convento de S. Buenaventura, antes de la exclaustración de 1835, ahora al ver aquestos aguerridos seguidores del Serafín de Umbría que venían a traerles la paz y el bien, exclamaban llenos de gozo: «Ya morimos contentos». «Al fin vuelven los tiempos felices que conocimos».

más ni más... No le preguntaré nada so¬ bra aquellos «cariños» o lo que fueran.
Es indicio suficiente la inconsiderada
precipitación en dar un paso tan serio. Lo repito: ¿Sabe Ud. lo que dice la

Iglesia sobre la preparación para el
matrimonio?
—¿También se mete en estas cosas?... Yo creía que con ir a casnrse a la pa¬ rroquia ya basta.
-Lo veremos otro día.

M. Rdo. P. Bartolomé Salvà, Definidor General, Delegado del Rdmo. P. General de nuestra Orden en la nueva Congre¬ gación Provincial que tuvo su primera sesión día 25 de agosto, fiesta de S. Luis, Rey de Francia, en el convento de San
Francisco de Palma.
M. Rdo. P. Rafael Ginard Amorós, Licenciado en Teología y Filoso¬ fía, reelegido Ministro Provincial de la Tercera Orden Regular de San Francisco en España.

Vistas de "Sa Calobra"
Y "Torrent de Paréis '
DE LA EXCURSIÓN ORGANIZADA POR LA JUVENTUD SERÁFICA DE
PALMA AL "TORRENT DE PAREIS"

El Petrolero Z-2 repleto
de entusiastas admira¬ dores de la Costa Brava.
I

I i
El Petrolero Z-2 anclado en las inmediaciones del
"Torrent de Paréis,, y ias canoas transpor¬
tando los excursionistas a tierra.
NECROLÓGICA
NOTA
D.* FRANCISCA ANA COLOM, vda. da Cerda,
de Buñola.

El Heraldo de Cristo

17%

la J^otciáncula

D« Tuelta
13.—Acabamos de llegar. Hemos pasado unos días con nuestros pa¬ dres, en nuestros respectivos pueblos. Y les hemos contado muctias Cosas, de exámenes y d® vacaciones: d® como fué muy favorable
el balance de final de curso, y nos apunta¬
mos unos «tontos» de gloria. ¿Quieres conven¬ certe de ello, amigo lector? Pues sabe que
este ha sido el resultado de este año:
30 Sobresalientes.
Ili Notables.
53 Aprobados. Y jes contamos también algo de vacaciones El programa de verano que dice así: Muchos baños: entrenamiento a fondo en mil juegos: futbol, baloncesto, las inolvidables «guerri¬ llas» (de propia invención) la «olla nocturna»
etc. etc.
Y para que no nos fastidiemos con tonto juego nos entretendremos algo también sn quitar e! polvo a los libros que van a servirRos de texto durant© el curso quo, allá por Septiembre, D. m.,.vamos a empezar.

Vastíciósi «leí San£o Hábito

18.—Para ser repartidas enti^e nuestros

corísimos compañeros que hoy visten en Lluchmayor el Santo Hábito de nuestra Orden

Seráfica, ahi van 11 enhorabuenas, las más efusivas y cordiales... Voy a recordar sus
nombres:

Fr. Antonio Mas Berga, de María de la Salud. Fr. Rafael Sastre Servera, de Porreras.

Fr. Miguel Nicolao Ripoll, de Porreras.

Fr. Juan Garay Crespí, d® Santa Eugenia. Fr. Jorge Oliver Cañellas, de Inca. Fr. Jaime Fe Corró, de Irica.

Fr. Gabriel Fieras, de Inca.

Fr. Antonio Martí Pons, de Mercadal

(Menorca.)

Fr. Miguel Juan Font, de Porreras

Fr. Juan Barceló Oliver, de Inca.

Fr. Pedro Coll Ferragut, de Lloseta.

Alguien nos ha dicho que muchos ojos de

los presentes lloraban de alegría... Nosotros

solo de pensarlo «cosquilieos» en

hemos sentido también unos
los ojos, y un «no sé qué» en

el corazónl... Nuestra enhorabuena a todos.

Nisostra Fíesta-
2.—Al despertar encontramos el Colegio vestido de gran gala, por dentro y por fuera.
La bandera nacional izada en lo más alto del
Colegio anuncia a los cuatro vientos que hoy es nuestro día, nuestra fiesta.
De todas direcciones va afluyendo la gen¬ te para ganar el jubileo tradicional. Se cele¬
bra Misa de Comumión con motetes selec¬
tos.
La iglesia luce sus mejores galas. A las 8'30, seis llamadas de timbra nos anuncian que llega el M. R. P. Provincial para
realzar nuestra fiesta. Viene con él el pre¬ dicador de la fiesta: Rdo. P. Juan Ramón.
A las 11, solemne pontifical con todo el esplendor litúrgico de nuestro ceremonial
seráfico. Celebra el M. R. P. Provincial.
Asístele de presbítero asistente el Reveren¬ do P. Prior; y de Diácono y Subdiácono, los hermanos: P. Antonio Llabrés y Fr. Juan Llabrés, respectivamente.
Se interpreta una selección de autores contemporáneos, que resulta muy ajustada y de mucho efecto bajo la batuta del Director de la «Schola», Rdo., P. Bernardo Riutort.
Y estamos o mitad de la fiesta. El Colegio está ya que revienla por todos los poros, de alegria y entusiasmo. Va a darse comienzo a la segunda parte muy interesante y diverti-^ da: corridas, juegos de arco, la perra gorda al fondo de la aljofaina, y muchas cosas más. Todas muy del agrado de la gente joven.
Al mediodía el cocinero, que puso en esce¬
na muy acertadamente la su obra «arroces y merengues» mereció justamente los plácemes y un caluroso aplauso de aprobación de to¬
da la concurrencia.
A la noche hubo... la traca final: globos, castillos de fuegos artificiales, cohetes y otras cosas de las cuales ignoro los nombres y apellidos.
No faltaron losaue no podían faltar: el de
los cacahuetes, el de las avellanas y el hola-
dito final.
Para nuestros bienhechores
4.—Todos los alumnos del Colegio, con sumo gusto y muy agradecidos, ofrecemos la sagrada Comunión de hoy a intención d® nuestros muy queridos bienhechores.
Les pagamos como mejor podemos: rezan¬ do por ellos a Jesús. La Porciúncula 15 Agosto 1943.
UN COLEGIAL.

«Ad majora!»
22.—Hechos los trámites de ordenanza, son declarados «mayores», y en consecuencia pasan a la Sección Mayor los hasta el presen¬ te «pequeños»: Sabater, Rosselló, Coll, Genovart J., Morey, Pou, Gual, Genovard G., Pons, Darder, Dolç.
Les damos la bienvenida, y... «ad ”majora>.

ffueitionalio Keltúioóo

Pregunta 188: Oí misa en una Capi¬ lla particular del cementerio, en día de domingo. ¿Me sirvió para cumplir con el
Precepto? Respuesta: Sin duda que sí; pues lo
dice expresamente el c. 1249: Se cumple con la obligación de oír Misa... en las capillas privadas de los cementerios que se erigen para sepultura, por las perso¬ nas particulares. Y esto a pesar de que el c. 1190 considera a esas capillas como oratorios privados.
Pregunta 189: ¿Por qué entre gente bien educada se acostumbra llamar «Pa¬
dre» a los sacerdotes? Un estudiante.
Palma.
Respuesta: Es cierto que en algu¬ nos poises solamente llaman Padres a los religiosos que son sacerdotes; en otros paises llaman Padres a todos los
sacerdotes indistintamente.la razón de
esto es muy sencilla: el sacerdote es el ministro ordinario del bautismo, y por el
bautismo renacemos a la vida de la gra¬
cia, según dice San Juan en su Evange¬ lio, (111, 5).
Pregunta 190: Muy Reverendo y distin¬ guido Padre: En un círculo de estudios oí decir repetidamente que el matrimo¬
nio era el «sacramento de los legos».
¿No me diría por qué se llama así?—
M. J. Inca.
Respuesta: Sencillamente. Porque en
la celebración del matrimonio,—contra
lo que muchos creen-se administran
mútuamente el Sacramento las partes
contrayentes, el marido y la esposa. El sacerdote no es más que el testigo oficial
de la Iglesia, a la que representa, y tes¬
tigo también oficial, del Sacramento del matrimonio. Su presencia durante la ce¬ remonia es necesaria, y él es el que da
la bendición nupcial en la misa que ce¬ lebra por los esposos. Pero los ministros del matrimonio, repito, son los esposos.

Pregunta 191: Otra pregunta. ¿Por qué no se permite casarse durante el Adviento y la Cuaresma?—Idem. Inca. Respuesta: A cualquier católico le está permitido casarse cuando lo juzgue oportuno. Lo que se prohibe en Adviento y Cuaresma es solemnizar el matrimonio echando a vuelo las campanas, tocando el órgano, etc., etc. Estas ceremonias ex¬ teriores quedan prohibidas desde el pri¬ mer domingo de Adviento hasta el día de Navidad inclusive, y desde el miérco¬ les de ceniza hasta eí domingo de Pas¬ cua inclusive, (Canon 1.108), porque estos tiempos son en la Iglesia épocas de re-
cogimientp y penitencia. Sin embargo el Obispo puede permitir la bendición nup¬
cial.
Pregunta 192: Padre: Una oración u obra buena ofrecida por varios sirve lo mismo que ofrecida por uno?.- Tere¬
sa. Palma.
Respuesta: Ella vale lo mismo: pero su valor se distribuye entre aquellos por quien se ofrece.
Pregunta 193: Muchos días festivos, por evitar el ocio, suelo calcetar casi to¬ da la tarde ¿habrá en ello pecado?—
J. Oliver. Palma.
Respuesta. Todos los fieles instruidos
en sus deberes religiosos saben que los domingos y fiestas de guardar se prohí¬ ben las obras serviles, es decir, aquellas
que son propias de los siervos y criados y suponen ejercicio corporal y mecánico. ¿Se debe incluir entre estas ciertas obras
manuales ejecutadas por las mujeres, co¬ mo el calcetar, eacer calceta.
Creemos qué sí, y de este sentir es Noldin (De Praeceptis, n.°. 2óó), el cual afirma que el calcetar por sí es servil y que por consiguiente está prohibido.
P. Delgado

Atónica 7tanciócana

Curia Provincial de Damos a continua-

nuftstra Seráfica Pro- ción los nombres

Tincia de España *

de los componen-
tes de la nueva

Curia Provincial de la Tercera Orden

Regular de San Francisco en España cuya
publicación se hizo día 25 del pasado mes, fiesta de San Luis Rey de Francia, en la

primera sesión de la Congregación Provin¬ cial, celebrada en el convento de San Fran¬
cisco de Palma:

Ministro Provincial: M. Rdo. P. Rafael Gi-

nard Amorós; Custodio Provincial: M. Rao.

Pedro J. Cerdá Colom,-Definidores: Rdo. P.

Antonio Pericás Melis,- Rdo. P. Bartolomé

Nicolau Roig,- Rdo. P. Miguel Salom,Rdo. P. Miguel Tous Gayé,- Secretario Pro¬
vincial: Rdo. P. Antonio Barceló.

Nuestra más cordial felicitación a todos

los componentes de la Curia, en especial &1 Rdo. P. Antonio Barceló, que desde hace muchos años desempeña el cargo de Ad¬ ministrador de «EL HERALDO DÈ CRISTO».

Excursión organiza- La Juventud Seráda por la Juventud fies está de enho-
Seráfica de Palma al rabuena. La excur-

Torrent de Paréis

sien realizada el

pasado domingo
fué un verdadero éxito. El programa,
extenso y complicado, se cumplió sin el
menor desliz. La doble caravana de excur¬

sionistas, cuyo número ascendía a unos
quinientos, salió de Palma muy de mañana
una parte en tren exprofeso, hasta el Puer¬ to de Sóller, y la otra, en autocars, camino de Lluch. Campos y viñedos, olivares y
bosques, valles y montes, huertas, manza¬
nares Y jardines durante hora y media, saciando nuestros ojos con los bellos y va¬ riados panoramas que se divisan desde el
camino de Palma al Puerto do Sóller. Mo¬

mentos después, subimos al Petrolero Z-2, de nuestra gloriosa Armada, cedido galan¬ temente por la Base Naval. Sueltas las
amarras, saludamos con el canto tres veces
repetido del Ave-María a la Reina de los mares, y, en medio de intensa alegría, que trasluce en todos los rostros, empieza el
viaje marítimo. La brisa sopla suave. El mar, juguetón y rizado, centellea herido por los rayos del sol. El horizonte se ensan¬ cha a nuestros ojos y el azul del cielo y
del mar se besan amorosamente. La embar¬

cación henchida de excursionistas va

bordeando la costa. Peñascos de formas

caprichosas, unos con hendeduras oscu¬ ras cual madrigueras de titanes sobre el abismo, y otros con salientes amenaza¬ dores coronados do rojizos «taleiotsi; en¬ cinares y bosques de pinos encaramados sobre las roqueñas montañas, llenas de en¬

canto y de misterio. La caía de Tuent y el dulce recodo de la Calobra^ lechos de sua¬
ve musgo en medio de gigantesco roque¬
dal. Unos minutos mas y nos encontramos
ya ante la hendedura majestuosa y dantes¬
ca del Torrent de Paréis. Blancas canoas
trasladan los excursionistas a tierra,- y, bor¬ dón en mano, seguimos su cauce, inundado de luz, de poesía y de imponente teatrali¬
dad.
Entretanto han llegado los que fueron por Lluch. Hablan de un viaje espléndido y to¬ do son lenguas para alabar las multibles bellezas que les han sido dado conlemplar desde el Santuario de la Moreneta al Gorg Blau y ía Calobra.
Las inquietas canoas que no cesan de
prestarnos útiles servicios, nos llevan a le Calobra y bajo las sombras, que son busca¬ das con afán, y cabe la fuentecilla que
emerge a unos metros de la playa, repara¬
mos nuestras agotadas fuerzas. No ha pasa¬
do una hora cuando varios grupos ya
están jugando al compés de típicos canta¬ res. Los que deben hacer el regreso por carretera vuelven hacia el Gorg Blau, camino de Lluch. Les que deben distraer su camino por mar, al ronco sonido de la sirena se agolpan en la nave. Y con nostalgia, cuando más dulce era la Calo-
bra, protegida del sol y besada por la brisa marina, volvemos hacia el Puerto de Sóller
y después, en tren, hacia Palma sin el menor
tropiezo, llegando a esta última ciudad cuando las estrellas, con su titilante res¬ plandor, parecía que lloraban el eclipse que padecía su adorada reina.
Para que nada faltara y para secundar ios deseos del Papa, en la nueva Iglesia de S. Ramón de Penyafort del Puerfo de Sóller y en el Santuario de Ntra. Sia. de Lluch se celebraron misas, con pláticas y cánticos por la paz y, atendiendo a las indicaciones de nuestro Prelado, se organizó durante el viaje maiítimo, una colecta para las nue¬
vas parroquias de Palma, siendo pc.?lulantes las Srtas. Aserción Abril, y María Encarnación Ros, hija y sobrina' respec¬
tivamente del Sr. Secretario de la Coman¬
dancia de Marina de Baleares.
Fué un día alegre y feliz. El público que¬ dó altamente satisfecho por tan bella ex¬ cursión y por el acierto con que fué orga¬
nizada y con ansias de hacer otra cuanto
antes.

Ha muerto el Rdmo. No pocos de nues-
Pi Andrés de Ocerín tros más eruditos

-Jauregui O. F. M* lectores que tuvie-

(1863-1943)

ron ocasión da

conocer y leer con fruición los escritos del P. Ocerín, esparcí-

176 El Meiralds da Crista

t(casdErBouelosmiasnplbanafaprñedaoolalaon)ér,ccym tsiteosreuAndicceadmaorsints.éeloaprl;ioadcsneaeoírasceEetusavstraipcersiaitódbasñnaeusonblaeeifd,rrmlaesnaé1ec5rFsniistuotodcibrreatáiurrnnegJalaauisegllneiiuoodt©ne,¬al

pssppcdplrpeoeaioctueeloeaisSunnivviebllrrrluoimiDitadgadlcledaidasem ceioaal®oanaeasjf,dneaugcstrldecolvadujprealcreiedaeyinoaáiroi,ivdnrdaneltcnlfrecap,iaoilaicedtoPiaíusm,gcrnoe.s,nhce.ioo,dvooeOaeeydVrctiosadsncmebaecaayudlhiibreehsootcareaadól,íóam rcoeaeenílininna,doascjpceste-ebyuennaiinmrJdsrdmsieussouáenopíaes:emlprucadacplcagltrieaoeapqaatapcercunarancurlnciagoaóíeainedeousótluslbnsocmanoicafeimcirvsiitsóillacdoeróuaimdinaarh,tnin,etsoveesláóumtecsinsliemevqtdomascimaudafm ursiosrebnyicceee.qespnorrioíslssuónrdvodicnegótdetoueceaoieiddlzoocrlrinersadsaaaiaeit¬f¬nsyausca¬ías¬o¬¬l

fmbíicarse Pc.uaOncteor,ínq-uJeáuarlegouciuurrnir,tratebnaíjao

empezado el luliano para

Drudplsiian eagaoirnodñinehoooaicsdzMslltam«oo,ivasdelnaeroecniun.sceteellllamóaseegtsebinqreioruicdamnneoaPdtubis.ameerEDsoslAasstiPeprmrsa.enaadecñmGrM entoeobotlvaearsloiedusqraadrtíuanielspde,-rsJEipMcumeásoosnuaterouncrrreiddoalaaagiircnocguiShsaóJoioosuMpcnqfieuEraetuersa鬬¬¬e¬

Descanse en paz.

pr©md®gci@ioeeiaatDaziDDu ydvaíoínaaaínanar,ruíi3ga3aom P21r0s6'apeud.~ .lrr-me-ppaoLBEouasclLeeje,otesligubscdLraacclaenlodunihrcselcmeiojnoóvhldsusavomepmeyteEioaéMonness.yerradp.oosse®lisrlrusooiytfdyresluoaceasarRSVol,eLaadm iltrnenuegetdnEcueraAhmaosn-¬l¬¬us¬egEmsismtaotaysieroásnrsa,tondCt,oi.rssOigoe.nidjPeolairescsdicnpaiooodtrs,a.esslidlReisndtocin.iotPi,v. aJrseocrdgoe¬e
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NOTICIAIIIO
DE CURA
Julio

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• Día Gura y

20.-Visitan el Santuario la Cueva del Bto. Ramón

de
no

pocos mayor

romeros
Inca y la

de Algaida, Lluchcapiial de España.

¿ílftOA A/ueifoá

Las luentes de la piedad pot el Canó¬ niga Beiaudenom. Traducción de la se¬ gunda edición francesa por el P . Antonio M." d® Barcelona, O. F. M. Cap.— Un volu¬
men de 17 X 10 cms. Pías. 7 en rústica y pe¬
setas 12 en tela.-Eugenio Subirana. Editorial Pontificia. Puertaferrisa, 14. Barcelona.
La benemérita casa editorial Eugenio Su¬ birana sigue, incansable, en su noble tarea de ofrecernos buenos iibros para levantar, en lo
posible, el nivel cristiano de nuestra sociedad. Este que tenemos la satisfacción de dar a co¬
nocer a nuestros lectores se recomienda por
sí sólo. El nombre de su autor, ilustre por
tantos conceptos, es una garantía insupera¬ ble de la excelencia de la obra. En efecto, po¬ cas habrá que traten de las fuentes de la pie¬ dad con más alteza de pensamiento y más perfecta diafanidad de lenguaje. Así que no vacilamos en afirmar que su contenido es
asequible a todo clase de lectores, aun a
aquellos que carecen de estudios eológicos. En estos tiempos de relajación y frivolidad,
hará mucho bién un libro como éste tan docto
sólido V bien pensando que abre, ante la mi¬ rada del lector, unos horizontes insospechachos y magníficos y, en relativamente pocas
páginas, encierra lo que constituye el meollo de la piedad cristiana. Por todo ello, conside ramos esta obra como muy merecedora de
larga difusión y la recomendamos con ver¬ dadero placer.
Jesucrfsio en nuestra vida y en nues¬
tro'espíritu por el P. Raúl Plus, S. J. Co¬ lección Amor, Matrimonio, Familia. Un volu¬
men de 19 por 13 cms. de 184 páginas. Pese¬ tas 8 en rústica y Ptas. 13 en tela. Eugenio Subirana. Editorial Pontificia. Puertaferisa, 14.
Barcelona.
Esie hermoso libro es el segundcT volumen de la serje «Cristo en el Hogar» y lo ha tra¬ ducido ágilmente en limpio castellano el Rdo. D. Cipriano Monserrat. Forma parte de la
ya famosa colección «Amor, Matrimonio, Fa¬ milia» que tanto se ha difundido entre los lec¬ tores de habla española y ojalá se difundie¬ ra más todavía. Porque estos libros son luz y alimento para los espíritus que desean seguir las huellas de Jesucristo y vivir según los im¬
prescriptibles preceptos ae la moral cristiana. Este libro de! P. Plus pone ante nuestros ojos
el ejemplo vivo del Salvador para llevarnos, con suavidad y al mismo tiempo con energía, a su imitación perfecta. El P. Plus se dirige al hombre integral: ilumina los entendimientos con los potentes rayos de la verdad religiosa y enciende los corazones con el fuego de la caridad, virtud que contiene en germen todas
las demás virtudes. A los numerosos lectores
de nuestra revista les recomendamos, con to¬
do encarecimiento, esta obra del P. Raúl
Plus.
Laociones Bíblicas o Curso de Sagra¬

da Escritura compendiado en cien lec¬ ciones por el R. P. Eduardo Cirera Prai, C. O. Dos tomos en 4°. de 400 págs. el prime¬ ro y 484 el segundo. Ptas. 44 en rústica y Ptas.
60 encuadernados en tela. Librería Subirana.
Puertaferisa, 14—Apartado 203. Barcelona. El estudio de las divinas Escrituras, tan re¬
comendado por la Iglesia, afortunadament®
se va generalizando noy más que nunca en¬ tre los fieles, y sin duda alguna no hay cien¬
cia que pueda compararse con la ciencia de
Dios, contenida principalmente eri las Sagra¬ das Letras del Antiguo y del Nuevo Testa¬
mento.
Pero para la generalidad de los fieles, este estudio es muy difícil, porque la mayor parte de los tratados de Sagrada Escritura están escritos en latífi. adaptados ordinaria¬ mente para los Seminarios y para el clero.
El Rdo. P. Cirera Prat, Prepósito de la Con¬
gregación del Oratorio de San Felipe Neri, de Gracia, Barcelona, ya conocido por otros luminosos trabajos, especialmente por su obra
RAZÓN DE LA LITÚRGIA CATÓLICA, que¬
riendo obviar aquella dificultad, ha escrito esta obra, compendiando en ella lo esencial de las enseñanzas que él mismo había dado a sus discípulos de Sagrada Escritura.
En cincuenta lecciones resumió todo el An¬
tiguo Testamento, y en otras cincuenta todo el Nuevo Testamento, dando de cada uno de los libros que forman el canon de las Escritu¬ ras inspiradas, y admitidas por la Iglesia, no¬ ticias históricas, críticas, analíticas y exegéticas; estudiando las principales cuestiones que se debaten en torno de dichos libros y de su contenido, y procurando poner al alcance de todos lo esencial de lo incluido en la Biblia,
avalorando todo ello con abundantes citas
de primera mano, para satisfacción de los
estudiosos.
Esta obra podría servir de texto no solo en los centros de enseñanza para seglares, sino aun en los mismos Seminarios, pues llena
cumplidamente las mayores exigencias en ta¬ les obras, excepto la de estar escrita en espa¬ ñol y no en latín, menos los textos. Pero cree¬ mos que esta obra del P. Cirera es la más adecuada para servir de texto en los demás
centros superiores de enseñanza en que no es corriente el uso de la lengua latina y en los cuales no debería faltar esta asignatura tan
importante. Pío XII y la Guerra.—Guillermo Vi-
víani Contreras, Consejero de la Embaja¬ da de Chile ante la Santa Sede. Un vol. en
8.°, Ptas. 8 en rústica. E. Subirana, S. A., Edi¬ torial Pontificia. Puertaferrisa, 14. Barcelona.
Con este tan sugestivo como actual epígra¬ fe, el Señor Viviani acaba de publicar, en se¬ gunda edición notablemente aumentada, unas bellísimas páginas llenas de tierno amor y devoción a la Santa Sede y, de una manera

178

El Heraldo de Cristo

especial, a la egregia y veneranda figura de Pío XII, el maestro y pastor de la humanidad
ue en estos álgidos momentos se encuentra estrozada en lucha fratricida, aguijoneada por la soberbia y presunción de doctrinas
abiertamente contrarias a la de Cristo.
El propósito que persigue el Sr. Viviani, co¬ mo indica en una nota prefacial, es el de po¬ ner en conocimiento del gran público, en for¬ ma sencilla, breve y sintética, el pensamiento del Pontífice sobre la guerra, la paz y el nue¬ vo orden social. Y, cierto, que lo ha conse¬ guido plenamente. Las luminosas y orientado¬ ras ideas, expuestas magnífica y paternalmen¬ te por Pío XII en diversas alocuciones, men¬
sajes y discursos, siempre muy adecuados a las circunstancias en que eran pronunciados, el Sr. Viviani las coordina y enlaza, glosán¬ dolas, si es preciso, con un sentido de pro¬ funda delicadeza que hacen del presente li¬ bro una interesante y justa exposición del pensamiento del Soberano Pontífice ante el
gravísimo y flagrante problema de la guerra, de sus causas y consecuencias.
Son unas páginas que se leen con verda¬ dero interés y fruición, y en las que la Edito¬ rial Pontificia E. Subirana ha puesto todo su
amor y cariño para ofrecerlas al público en
nítida edición.
Por todo ello aconsejamos, sin ningún rega¬ teo ni reserva,-la lectura de la presente obra.
Breviario de la doctrina Católica-Repa-
80 de los puntos fundamentales para los
hombres de Acción Católica. Por Mons. Luis
Vigna, Vicario General de la Diócesis de Cremona. Versión de la 5.° ed. italiana por el Dr. Antonio Sancho, Canónigo. —Un vol. de 11 X 16 cm., de 204 páginas. En rústina. Pese¬ tas 8. (Por correo, Ptas. 0,40 más; por correo, contra reembolso, Ptas. 1,05 )—Luis Gili, edi¬
tor, Córcega, 415, Barcelona. Publicación óportunísima, que será recibida
con albricias por los militantes de Acción Ca¬ tólica y por los catequistas.
Nos hacía falta un manualito que contuvie¬ ra en compendio la doctrina católica, y faci¬ litase en cualquier momento una consulta rᬠpida y segura sobre un punto determinado de nuestro Credo. El apóstol seglar debe cono¬ cer, entender y recordar con precisión la fór¬ mula exacta con que se expresa 1 a doctrina de la Iglesia. Y si na de esgrimir en su círculo el arma apologética, es imprescindible que
tenga idees ciaras. Enseñar los puntos fundamentales de la
doctrina católica y hacer que ésta se conser¬ ve siempre fresca en la memoria de los miembros de Acción Católica, sin que ello su¬
ponga gran pérdida de tiempo, es lo que se propone este manualito.
Al mismo tiempo es un precioso auxiliar pa¬ ra los catequistas; consultándolo podrán tener siempre viva y a punto toda la materia cate¬
quística. Influye no poco en la eficacia de este ma-
nwalito su claro método. En cada capítulo se
expone primero con rapidez la Doctrina. Si¬

gue después una explicación de vocablos, clara y muy provechosa. En otra sección, intitulaaa «Breve explanación,» se ilustra la doc¬ trina expuesta, y se hacen después aplicacio¬ nes prácticas de la misma, señalando los de¬ beres que de ahí se derivan para el miembro
de Acción Católica. El Cuestionario con que
termina cada capítulo hace de esta publica¬ ción un excelente libro de texto pára cursillos
cortos- de instrucción o de repaso—que se
den a cualquier sector del público. Mons. Vigna redactó este Breviario acosa¬
do por la necesidad que se sentía de tal pu¬
blicación entre los hombres de Acción Católi¬
ca en Italia. Abrigamos la esperanzo de cjue
tambi in los miembros de la Acción Católica
Española—sin distinción de ramas— sacarán
gran provecho de esta traducción castellana, que les ayudará en gran manera a cumplir su misión de apostolado.
Sigamos la Santa Misa,—Por el Dr. Pío
Parsch. Traducción de la 2 ° ed. alemana por
el Dr. Antonio Sancho, Canónigo. 3.° ed.—Un vol. de 11 X 16 cm., de 158 págs., con ilustra¬ ciones. En rústica, Ptas. 2,50. (Por correo. Pe¬
setas 0,40 más; por correo, contra reembolso, Ptas. 0,75.)— Luis Gili, editor, Córcega, 415,
Barcelona.

En plena «primavera litúrgica» de las tie¬
rras austríacas, publicóse esta obrita del in¬
signe Dr. Pío Parsch. Alboreaba la «primave¬
ra litúrgica» en tierras de España/cuando sa¬ lió a luz la primera edición de la versión cas¬ tellana. Tan halagüeño como en el país de
origen fué su éxito en España y en la Amé¬ rica hispana. La obrita corrió de mano en ma¬
no, cosechando los más vivos aplausos, así en el sector eclesiástico como en el seglar. Y lo que vale más, llegó a despertar en muchas almas .un profundo fervor litúrgico.

Si por una parte esta explicac ón de la

santa Misa es manjar sabroso para todos los

fieles, por la otra tiene una base bastant»

sólida aún para los sacerdotes que se encuen¬

tran en ei compromiso detener que tratar da

la santa Misa en cursillos y conferencias.

La segunda edición española siguió de cer¬

ca a la primera, aunque ya no garse debido al malhadado

dpoumdoinioproropajo¬.

Una vez libre España de aquella terrible pe¬

sadilla, «Sigamos la Santa Misa» ha reanuda¬

do su carrera triunfa!. Y se ha tenido que

proceder a una nueva edición.

Rasgo característico de esta publicación, que la distingue de otras similares y que ex¬ plica en parte su éxito, es que juntamente con una gran abundancia de pormenores no pier¬ de nunca de vista la visión del conjunto. Es
toda la estructuración déla santa Misa la qua se destaca constantemnnte, todos los detalles
aparecen siempre en su íntima trabazón or¬
gánica.
Entre las obras de vulgarización no hay otra que —con toda sencillez y verdadera un¬ ción—dé una visión tan integral y elevada da
la santa Misa.

]^¿^ína I/ njkantíL

£l nomíte da Matía

Los demonios, afirma Tomás de Kempis, temen de tal suerte a la Reina del Cielo, que cuando se la nombra hu¬ yen de quien la nombra como de un fuego que abrasa. La misma bienaventurada Virgen reveló a Sta. Brígida que
todos los demonios de tal suerte veneran y temen su nom¬
bre, que al oirle resonar, luego dejan el alma de las uñas con que la tenían encadenada.
Y así como se alejan los ángeles rebeldes de los pecado¬ res que invocan el nombre de María, también los ángeles buenos se acercan mucho más a las almas que devotamen¬
te lo nombran.
Llega a decir S. Efrén, que el nombre de María es la lla¬ ve de la puerta del cielo para quien devotamente le invo¬
ca. Por esto mismo la llama S. Buenaventura salud de todos
los que la invocan, como si fuera lo mismo invocar el nombre de María que alcanzar la salud eterna
Invoquemos pues, tan dulce nombre, prenda segura de
salvación.

Concurso de Septiembre Un premio cada mes-
1. ¿En que se parece un ma¬ pa a un escribano?
2. ¿Cual sería la huelga de los brazos caídos que más desgracias ocasionaría?
3. ¿Quien fué el mejor nego¬
ciante del mundo?
4. Agua bebo
porque agua no tengo;
si agua tuviera
vino bebiera.
5. ¿Cuál es la cosa que por
más baja que se diga la pueden oir todos los sor¬
dos?
Soluciones de Julio
1. El mar,
2. El ciego. 5. El murciélago. 4. En que lo poco que co¬
men lo conservan en al¬
cohol.
5. Noveno.
6. Horizontales
A. Santiago.—B. Ola, nos.— C. Lío, aro.—José.-—E. Anat (al rev.)~-F. lea. Mes (al rev.) —G. Mis, a, ti.—H. Ea, en¬
trad*
Verticales
1. Lol, Jaime. -2. AIí CIA.— 5. Nao, Ase. - 4 Ton, n.—5 Is (al rev.) Al (al rev.)—6 Ana-

mar- 7 Goleta.—8 oso. Diste
(al rev.) ^
Premiado
Juanito Oliver
Correspondencia
Juanita Oliver. Tienes ra¬
zón que te sobra Verdadera¬ mente hay un lapsus en el crucigrama de Julio que
tanto te ha hecho sudar.
Gomo voy acumulando años sobre años, y se me va con
los cabellos la vista me pa¬
reció una r, lo que vertical¬ mente me había parecido
una 1. He ahí el busíblis de las lineas C. y 7.
Con todo, el tribunal ha juzgado concederte el pre¬
mio.
Gotas de buen humor
El coronel Velázquez pre¬ guntaba un día al capitán Aguirre los años que tenía;
—A fe mía-contestó el capitán—que no lo sé a pun¬ to fijo, aunque me parece podré tener de treinta y nueve a cuarenta y nueve años.
— ¿Y como es posible que ignore usted su edad?
—Perfectamente. Yo, se-

Fíjate bien en ese dibu¬ jo. Míralo durante un minu¬ to y después, miraxido a la pared, verás quien es.
ñor, cuento mis rentas, mil ganados y mi dinero: pero no cuento mis años, porque se muy bien que ni los he de perder, ni habrá persona que me los robe.
En la tumba de su perrito
No llegaríamos a creer ta¬
maña estupidez, si no hu¬ biese dado que hacer a loi
Tribunales de París la de¬
nuncia de una riquísima da¬
ma. Esta señora llevaba ca¬
da día fiambres exquisitos a la tumba de su perrito, creyendo seguramente que aparecía éste por la noche con sutiles alas de ángel y
comía las viandas. Pero en cierta ocasión la dama olvi¬
dó el paraguas cerca de la tumba Y volvió por él ¡Qué
horroroso descubrimiento!
El guarda del cementerio comía junto a la tumba, a grandes bocados, los fiam¬
bres. La señora denunció al
guarda... ¿Qué es esto, sino un paganismo sin ejemplo?
Epigvamtt Por una cuesta Juan Mola
iba en un mulo subiendo
Y el pobre se iba escurrien[do
hasta tocar en la cola. Temiendo bajar redando
gritó ya sin disimulo: —Que me traigan otro mulo que éste se me va acabando.

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