El Heraldo de Cristo 1939, n. 354
(Bl ^eralóo
ie Crista

Año XXXI

ABRIL 1939

Núm. 354

I

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(Bl ^cralòo
Crista

Año XXXI

Palma de Mallorca, Abril 1939

Núm. 354

¡La guerra ka terminado! ¡Alleluya! ¡Alleluya!

C )N el nombre de Dios y del Caudillo de España, una, grande y libre, y ^— en el de nuestros muertos, ya ha llegado, españoles, la hora tan sus¬

pirada de la paz y la victoria. La guerra ha terminado. Y hemos ganado la victoria con la sangre de nuestros caídos, con el valor

de nuestros soldados, con la pericia de nuestros generales, brazos ejecutores

del genio del Generalísimo, con las lágrimas de nuestras madres y las oraciones
de nuestros religiosos y, sobre todo, con la omnipotencia de Dios, Señor de los

ejércitos y escudo y fortaleza de los que en El confían. Loado sea el Señor. Cantémosle con Fernando de Herrera por la victoria

de Lepante:

CANTEMOS al Señor, que en la llanura
venció del ancho mar al Trace fiero;

tú, Dios de las batallas, tú eres diestra

salud y gloria nuestra.

Tú rompiste las fuerzas y la dura

frente de Faraón, feroz guerrero;

sus escogidos príncipes cubrieron

los abismos del mar, y descendieron,

cual piedra, en el profundo, y tu ira luego

los tragó, como arista seca el fuego.''

Quebrantaste al cruel Dragón, cortando
las alas de su cuerpo temerosas
y sus brazos terribles no vencidos; que con hondos gemidos
se retira a su cueva, silbando
tiembla con sus culebras venenosas,
lleno de miedo, torpe sus entrañas,
de tu león temiendo las hazañas;

34

El Heraldo de Cristo

que, saliendo de España, dio un rugido que le dejó ahombrado y aturdido.
Bendita, Señor, sea tu grandeza; que después de los daños padecidos, después de nuestras culpas y castigo, rompiste al enemigo de la antigua soberbia la dureza. Adórente, Señor, tus escocidos,
confiese cuanto cerca el ancho cielo
tu nombre, ¡oh, nuestro Dios, nuestro consuelo! y la cerviz rebelde, condenada, perezca en bravas llamas abrasada.
La guerra ha terminado y ha llegado la hora, tan suspirada, de la paz. jQué dulce suena esta fausta nueva en nuestros oídos, encogidos y torturados, ya, por el estampido bravio del cañón! ¡Qué dulce suena en nuestros oídos en estos floridos días de primavera gentil, saturados por el perfume litúrgico del Alleluya pascual!
¡La guerra ha termimado, Alleluya, Alleluya! ¡Regocíjate, madre española, porque, pronto tus hijos salpicados de sangre, volverán al seno del hogar, blandiendo palmas de victoria, y los niños del pueblo-que tanto han orado con sus monjitas por la paz de España — , los recibirán al pié de la cruz de término, con ramos de olivo y entonando cánticos
de Hosanna!
¡Regocijaos Virgencitas lugareñas, Virgencitas solitarias de nuestros montes abruptos —efigies diversas de una sola Virgen, la Madre de Dios Inmaculada—, Virgencitas de Lluch, San Salvador de Felanitx y de Artá, Virgencita de Cura, que habéis sido el paño de lágrimts de tantas madres, esposas y novias, que os pedían por la tan deseada paz de España y el retorno de sus queridos! y pronto
subirán con banderas victoriosas a vuestros alcáceres, en devotas romerías de
promesas y de acción de gracias, las falanges interminables de vuestros devotos, que depositarán a vuestros pies flores de exquisita fragancia y encenderán sobre
vuestros altares velas de trémula llame. Flores en honor a los héroes que
volvieron y velas en sufragio de los que cayeron en la lid, envueltos en la bandera bicolor, y con los nombres de Jesús y de España en sus corazones y
en sus labios.
¡Honor a los caídos! ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco! ¡Viva España! ¡Arriba España!
Y ese grito que ahora atruena los espacios, y que alentó a los soldados en la guer.a, será la canción de paz que resonará en el campo y en las ciudades, en el trabajo fecundo de la reconstrucción de España, UNA, GRANDE, LIBRE, católica e imperial.
1." de Abril de 1939. Año de la victoria.

El Heraldo de Cristo

35

Las imágenes cle Slo. 1íomás Moro, Tei*€Íar¡o F.i raneis-

cano y S. Juan FisLer Yan a

JaJt

iglesias Je Ispana

A noticia de que los católicos ingleses preparan una magna pe¬ regrinación a Santiago de Compostela trayendo para las iglesias españolas que los rojos destruyeron, y nosotros reconstruimos, imágenes de Santo Tomás Moro y San Juan Fisher, primeros mártires de la Iglesia Ca¬ tólica en Inglaterra y los primeros ingleses elevados .al santoral después de cuatro siglos, despierta los ecos viejos de algunos de los capítulos más turbulen¬ tos de la historia británica, al propio tiempo que renueva una de sus más hermo¬
sas tradiciones.
Entre todas las peregrinaciones que, desde las comarcas más dispares de Europa llegaban a Compostela durante la alta Edad Media, las de ingleses fue¬ ron siempre de las más lucidas y fieles. En el Códice Calixtino y en las piedras codiciliarias de Compostela moran recuerdos múltiples, heroicos y tiernos de caballeros y menestrales a los que traía su fe, ora a pie, en caballo o barca, a la gruta del Apóstol, desde las orillas del Támesis, entonces todavía río agrario y
agreste.
¿Broma de las hadas?
Luego, las Indias hicieron olvidar los santuarios por los mercados. A la fe sucedió el lucro. Las peregrinaciones a Compostela cayeron en olvido. Sin embargo, en el mismo centro del más rico y poderoso templo de Mercurio, en la propia City, ha vivido como un milagro el recuerdo tenue de los grandes y antiguos éxodos hacia Compostela.
Todos los años, por las vísperas del Apóslol, los raros rapazuelos de la City salen a las calles, trazan sobre la acera con piedras una cruz de Santiago, ponen al lado la concha de una venera y, dirigiéndose a los que pasan, suplican unas perras, con la exclamación: «¡Remember the Grotter!».
El «Grotter» es el Apóstol, es decir, «el que está en la gruta». Y cuando hoy los chicuelos de la City se dirigen a los mercaderes que pasan lentamente con su paraguas al brazo y su bombín por las callejuelas pintorescas y viejas, pidiéndoles que se acuerden del que está en la gruta, inconscientemente, sin darse cuenta y obedeciendo sólo a la fuerza qne la costumbre tiene en Inglaterra, reviven por tradición lo que en la alta Edad Media era una necesidad. Chaucer cuenta que «los peregrinos se marchaban a cumplir sus promesas a Santiago Apóstol dejando solas las ciudades y las aldeas con los niños y los ancianos abandonados a la caridad pública, por lo cual salen a pedir en nombre del Apóstol con una
venera».

El Heraldo de Cristo
Entre todos los recuerdos que las peregrinaciones compostelanas han dejado por los caminos de Europa, ninguno es tan enternecedor y vivo cf mo el de la City de Londres, el templo al dios Mercurio. ¿Una broma de las hadas al practi-
cismo mercantilista?
En la torre de Londres
Santo Tomás Moro y Sanjuan Fisher, los primeros ingleses que entran en el santoral desde hace cuatrocientos años, fueron ejecutados por el frenético y voraz Enrique VIII.
Habiéndose divorciado de la reina Catalina, el rey se dispuso a desobede¬ cer al Papa que se negaba a reconocer el divorcio, separar la Iglesia inglesa de la de Roma y convertirse él en su cabeza; e hizo a Tomás Moro Canciller, el más importante puesto de la administración pública, donde había sustituido a Wolsey escéptico, taimado y halagador, que había fomentado las concupiscen. cias y los bastardos apetitos del rey.
Nombrándole canciller a Tomás Moro, el rey prentendía atraérselo para su causa contra el Papa y conseguir así el beneplácito de los grandes pensadores y humanistas del tiempo en España, Italia, Francia y Holanda, entre los que Moro era muy apreciado. Pero el canciller no sólo trató de disuadir al rey inútilmente de sus heréticos proyectos, sino que, cuando llegó el momento, se negó a reconocerle como cabeza de la Iglesia, para la que le había «designado»
el Parlamento
Enrique VIH le destituyó y le mandó conducir a la tenebrosa Torre de Londres, el pudridero de la historia inglesa, de donde no salió sino para enfren¬ tarse con el tribunal que había de juzgarle. Ante las preguntas del procurador general Rich, Moro hizo una apología encendida del Catolicismo y denunció valerosamente la usurpación del monarca al nombrarse cabeza de la Iglesia.
«Así como, exclamó, el Parlamento no puede aprobar una ley diciendo que
Dios no es Dios, del mismo modo no puede hacer del rey cabeza de la Iglesia».
Ejecnción, martirio y gloria
Sir John Fisher, que era obispo de'Rochester, se negó, como Moro, a prestar juramento reconociendo la monstruosa ley aprobada por un Parlamento
grotesco. Como Santo Tomás Moro, San Juan Fisher era un teólogo, poeta,
filósofo y humanista. Ambos estaban considerados como las más brillantes
luminarias del Renacimiento en Inglaterra. Conducido también a la Torre de Londres, fué acusado dts actos de bru¬
jería y de ser discípulo de la «Virgen Sagrada de Kent», una impostora llamada Elisabeth Barton, que, aleccionada por algunos fanáticos mal aconsejados, aseveraba encontrarse en comunicación con la Divinidad y decía que «el Señor le había revelado que el rey estaba condenando su alma para siempre.»
Durante la ejecución, tanto Tomás Moro como Fisher (la de éste ocurrió un mes antes que la de aquél, que tuvo lugar en julio de 1535) hicieron alarde de
una generosidad impresionante. Moro, dirigiéndose al verdugo, le exhortó para que cumpliese su deber: «Mantón tu espíritu, hombre. No tengas miedo de tu misión. Mi cuello es muy delgado». Y luego, volviéndose al populacho reunido alrededor del patíbulo y sediento de emociones, gritó: «Muero por y para la Igle¬
sia Católica»,

El Heraldo de Cristo

37

Las cabezas de ambos fueron expuestas, por orden del rey, en las barandas del Puente de Londres, donde permanecieron durante un mes. Luego, la del Obispo fue arrojada al rio. La de Moro pudo ser rescatada por su devotísima hija Margarita, que la conservó embalsamada, siendo el hecho inmortalizado por un poema de Tennyson.
Moro y Erasmo
Así fueron Sir Thomas Moro y Sir John Fisher al martirio y hacíala gloria y el santoral, empujados por la avaricia y los apetitos de un rey monstruoso cuya lista do sacrificios a sus caprichos contiene 2 cardenales, 143 obispos, 18 arzobispos, 13 canónigos, 575 sacerdotes, 50 médicos. 12 duques, condes y marqueses, 29 barones, 335 nobles.
Hasta el momento del divorcio, este Tudor exuberante, apasionado, turbu¬ lento, se había mostrádo amante de las ciencias, de las letras y del arte. Fué
a partir del primer divorcio que su naturaleza impetuosa y cruel se desató en una carrera vesánica cuyo único rastro era la sangre. Durante su juventud había sido un gran ainigo de Tomás Moro, en cuya casa de Chelsea se pre¬ sentaba con frecuencia inopinadamente y, cogiendo del brazo al sabio, empren¬ día grandes paseos con el, discutiendo interminable y vivamente sobre teología y matemáticas.
Había sido amigo de Holbein y de Erasmo. Respecto a Erasmo, Sir Tho¬
mas Moro cuenta en cierto sitio una anécdota refiriéndose cómo se conocieron
por casualidad cuando los dos eran ya célebres. Fué en casa de otro filósofo de la época, John Colét, y durante una reunión literaria. Moro y Erasmo se encontraban presentes, pero sin saber uno del otro, empezaron a hablar sobre matemáticas!, De repente, cortándole uno de sus argumentos, Erasmo interrumpió a Moro: «Aut tu es Morus, aut nullus>. O eres tu Moro, o ninguno. A lo cual Moro, con la misma intuición, replicó: «Aut tu es Erasmus,
aut diabolus». O eres tu Erasmo, o el diablo.
A la vuelta de cuatro siglos, cuando Sir Thomas Moro ha sido elevado al santoral y su imagen va a ser venerada en las iglesias españolas que destruyeron los rojos y Franco manda reedificar, aquel retrueque de dos filósofos cuyo pen¬
samiento ilii ninaba entonces el mundo, encontrándose espontáneamente en
una reunión literaria de Londres, adquiere un impresionante poder. Tomas
Moro, el que murió por la Iglesia, sólo podía ser él o ninguno. Erasmo, el amigó de protestantes, que mientras hacía el viaje a Roma sólo se preocupaba
del vino de los mesones, sólo podía ser él o el diablo.

StOi Tomás Moto, Canciller de Inálaterra, y S. Juan FisEer, Cardenal de la Santa Iglesia.

En el día de Koy, cautivo y desarmado el ejército rojo. Kan alcanzado las tropas nacionale/ su/ últimos objetivos militares. La éuerra Ka terminado. Burdos l.° de Abril de l939.llAño de la victoria
El Generalísimo, FRANCO

Viva
la
Marina
Ifpañcla
En el inmenso júbilo
<le la anhelada victoria, sean también nuestros loores por la intrépida Armada y la Marina mercante artillada de
España, tan beneméri^í tas de la Patria, y re^^ presentadas a^uí por el glorioso crucero BÁí« LEÀRES y el heroico MAR CANTÁBRI¬ CO, de cuyas dotacios* nes fueron capellanes
dos celosos Franciscas^
nos: el P. Cepeda y el P. Festón, úue^, desde el cielo, se asocian al regocijo de nuestra vic¬
toria triunfal. iHonor a la Marina
Española! ¡Honor a los caídos
en el mar!
Mar Cantábrico Fot. de
EL HERALDO DE CRISTO

Eco» Frente
I
Tarde de invierno
Hay municiones en abundancia cerca de las piezas. Les van poniendo la espoleta - centella de fuego —los artilleros, que miran con codicia hacia la al¬ tura de enfrente, que es todavía guaridas de rojos y tienen trincheras en la roca
viva y nidos de ametralladoras. Todos los artilleros en sus puestos. Empiezan los cañones a cantar su can¬
ción de muerte, abriendo sus fauces y vomitando fuego y metralla. Nada más se oye en aquella larde de invierno, si no es el rodar de camiones por la cercana carretera y el paso de algún infante que se atreve a decir: - ¡fuego!, aunque sabe que el cañón no obedece porque la que le habla n j es la voz de mando. Los
artilleros s nríen...
— ¡Aviación’ ¡Aviación!-, grita un soldado. Enmudecen los Leones j es¬ conden sus cuerpos de acero bajo unas ramas de olivo. Angustia. ¡Sí serán!... La voz de mando, a través del telefone, disipa los temores. Y, a poco: — ¡Car¬ guen! - ¡Fuego! Trepidan en lo alto motores de alas nacionales, buscando con ojo avizor el blanco que señala la artillería.
— ¡Batería!, ¡carguen!, ¡fuego!
Y, de nuevo:
- ¡Carguen!, ¡fuego! Y rajan lo3 aires los negros proyectiles, perdiéndose en el azul, cada vezraás diminutos. Y se enciende en las venas de los aitilleros la sangre española que es redención. Y se esconden, aterrados, los de allá, en las entrañas de la tierra, y ésta, airada, vomita sus cuerpos hechos pedazos, al par que, conju¬ rados los del aire, trituran la carne de Ls enemigos de España con dientes de plcmo dé seco crugir. Den.a polvareda cubre el herizonte, cortina extensa de color pajizo, triste ocaso de los pobres milicianos incapaces de ofrecer sus pechos, al fuego, y sus rostros a la luz. ¡Alto al fuego! Un momento de silencio. Calla la artillería y
empieza el crepitar de armas de fuego, duelo acerbo de plomo y metralla, repeti¬
do, seco, incesante,
tronchando vidas y
abriendo llagas.
Y la bandera tre¬
molando al viento
sube a lo alto, y
tras ella, los que la aman y bajo su am¬ paro quieren morir. Donde llega la ban¬ dera,- allí es España.
Al pie del cañón,
sudorosos todavía,
los artilleros reci¬
ben la noticia:
— «¡Ya se ocupó!» I«Ya es de España!>

IT

.iSon las salvas de honor!

Mañana algo fría, dis¬ puesta a acabar con lluvia.
Cielo cubierto. Cerca, el
•mar de plomo, inmóvil, sin un navio ni una barquichuela. Hoy el mar no es
cristal, es coraza. La carre¬

tera desierta,, humedecida,

serpenteando , y el coche
ganando la ciLicsta, con sor¬
do rumor, hasta la batería

que, en estos momentos,

ha obedecido la voz de su capitán; - (Batería, a las piezas!

Es el día de la Inmaculada, Patrona de España.

Se prepara el altar cerca del puesto del telefonista, junto <•.! emplazamiento

de las piezas. Ei mando, oteando el horizonte, concreta el o qetivo. Se trans¬

miten las órdenes oportunas y, a poco, retumban, en el espacio, reducido a

causa de las nubes, los primeros disparos, rugidos feroces, como de un león,

pero, acompasados, como las señales de horas de un reloj a altas horas de la no¬

che. Y en la cota de enfrente, la explosión, diluida, obscura, como el carro de

La misa - lo ha dicho la campanilla del acólito — , empieza. Los artilleros

Elias en lejanía.

desde sus piezas atienden al santo sacrificio. No se dispara. Calma. Silencio.

Más silencio, todavía, y, sobre la oblata, cao una ligera lluvia, lluvia como re¬

V

galo del cielo. Estamos en el tiempo del Adviento. Rorate coeli desuper que

vale tanto como decir: enviad, oh cielos, vuestro rocío... Y las nubes dejan caer

f

al Señor, Pero, entre nubes, baja la Hostia Santa, el Señor de cilios y tierra. Por la carretera, pasan algunos coches y sus ocupantes contemplan, admirados y

con santo recogimiento, el espectáculo déla cruz y la espada, unidas y jura¬

mentadas en una lucha santa.

A la voz de mando, otra vez alerta los soldados. De pronto se mueven los
cerrojos del cañón y se lanza al espacio el pesado proyectil. La misa se halla en la Coníunión, y, al mismo tiempo que llega a la hater a la débil voz de la campanilla, el artillero disparador, sentado en su sillón de hierro, azuza por última vez a su león domado, y, con serenidad, se vuelve al altar, i orno
diciendo:

(SON LAS SALVÁS DE HONOR!

Fr. Jorge Coll, T. O. R.
Capel'an-AIférez de Artillería

DE NUESTRO COLEGIO BEATO RAMÓN LULL

D05 Cñ(D05 Mñ5

•

Miguel Ro-seUó Goll: A la edad de 21 años,
y en el predio de «Son Gurí» del término de San Juan, falleció el 3 de Mayo de 1938, el distinguido joven cuyo nombre encabezan las presentes líneas.
Su carácter jovial atraía a cuantos le trataban; y su educación familiar, profundsmente cristiana, cuiada a su formación posterior en el Colegio del Beato Ramón Lull, de Inca, plasmaron en él al joven patriota y católico decidido, que, en pleno dominio del malhadado Frente Popular, preparaba entre la juventud de San Juan los prime¬
ros elementos del Movimiento Nacional.
Cuando los rojos invadieron nuestra roqueta, Miguel Rosselló, falangista de l.“ línea, voló a contenerlos, como tantos y tantos de sus compañeros. Entre las vicitudes de aquella lucha, se olvidó de comer, no pensó en descansar, y descuidó completamente su salud, siempre frágil a causa de la excesiva rapidez
de su crecimiento.

Cuando, arrojados los marxistes, regresó a su casa con la satisfacción de

haber contribuido a la salvación de Mallorca, una calentura pertinaz le rindió.

El esfuerzo hecho habia superado su resistencia física, y en plena juventud, su¬

cumbía víctima de su entusiasmo por la causa de Dios y de la Patria.

Año y medio se luchó para salvarle; pero el Señor, que había ido purifican¬

do su alma, 7 la había favorecido con la gracia de una preparación esmerada y

^

diligente, quiso recogerla para Sí, cuando la primavera cubría de flores la tierra

y de abundantes mieses los campos. El, a pesar de sus cortos años, fué en la

v

presencia de Dios, fruto maduro que recogieron los ángeles del®cielo,

Rafael Rosselló Coli: Gin CO días después de su hermano menor, o sea

el 8 de Mayo del mismo 1938, falleció en el hospital de infecciosos de Zaragoza,

otro antiguo alumno del Colegio de Inca y otro hijo de la familia Rosselló: Rafael,

que contaba 22 años. Hasta que se unió con Miguel en la presencia de Dios, na

tuvo noticia de su muerte, ni aún de la gravedad de su dolencia: allá se encon¬

traron los dos, muertos por la misma santa causa, y casi de la misma manera.

Desde antes del Movimiento Nacional, Rafael había ofrecido a la Patria su

juventud y sus excelentes cualidades personales. Al iniciarse la gran cruzada,

transformado en héroe, se puso en primera línea para

todo lo difícil. Heridas graves recibidas en el frente

de León-Asturias, le obligaron a hospitalizarse pri¬

mero, y, luego, a someterse a una larga convalescèn¬

cia. Más esto no le arredró; sino que, cuanto antes

le fué posible, volvió a su puesto de honor.

Con orgullo ostentaba el grado de Teniente Pro¬

visional de Tiradores de Ifni; y al fin de tan brillante

carrera

¡qué designios tiene la Providencia! una

tifoidea maligna le clava en el lecho de muerte. Des¬

pués de dar a la causa de la Fé y de España cuanto

era y cuanto tenía, ofreció de un modo especial a

Dios aquellos sus últimos días, y se preparó devota¬

mente para volar a la presencia del Altísimo.

Miguel Tòriella Estrany
de Inca g

Miguel Torteila Es<rany
Natural de Inca. Entregó su alma al Señor día 15 del pasado febrero, en el Hospital del Sagrado Corazón de Zaragoza, a con¬
secuencia de las heridas recibidas en el frente de Cataluña,
pueblecito de Fraga, el 1 del mes anteiior. Hijo único, pío, amable y sencillo.
Nuestro pésame a suj inolvidables padres y demás familia, en especia' Sor Esperanza Religiosa de la Caridad y la señorita
Ma ría Torteila, Presidenta de coro de la V. Hermandad, de nuestro convento de Inca, ambas, hermanas del difunto.

José Oliver Oliver de San Juan

José Oliver] Oliver
Alférez del Rgto. Infantería Gerona, n.° 18, bueno y leal, natural de San Juan. Dió su vida por Dios y por España en Zaragoza, a la somb’a de la bendita Virgen del Pilar, Genera¬ lísima de los ejércitos de España.
Reciba su desconsolada firailia el testimonio de nuestro
pésame.
Jaime Mora Servera
Natu al de Porreras. Dió su sangre 'generosa por la rehabi¬ litación de España, querido y llorado de todos, a los 20 años
de edad.
A su desconsolada madre, suscriptora de nuestra revista, y demás familia envíanos nuestr.^' C' ndolencia.

Jorge Matas Mestre

Natural de Lloseta. Buen patriota y mejor cristiano , xhaló
su último a'ient) a los 20 años de edad en acto de servicio por
la Patria, sumienrlo a sus doloridos padres en un mar de des¬
consuelo.

Les acompañamos en prueba tan dolorosa.

Jaime Mora Servera de Porreras

Andrés Vidal Lladó -!

3

Natural de Santanyí, de 25 años

1

de edad, joven bondadoso y afa¬

i

ble, miembro de la Ac3Íófi Cató¬

lica, que encontró gloriosa muerte

en el frente de Cataluña a ¡os 25 f.

años de edad.

'i

Nuestro pésame a su afligida fa¬
milia.

Jorge Matas Mestre de Lloseta

Andrés Vidal Lladó de Santanyí

44

El Heraldo de Cristo

Arta.—Día 24 de diciembre del pasado año murió en el beso del Señor la piadosa madre de
familia D.“ Francisca-Ana Jaume Julia, natural
de Lluchmavor, una de las más antiguas y fer¬
vientes Terciarias dé la V. Hermandad de dicha
ciudad. Bajó al sepulcro a los 86 años de edad, ocupados todos en el santo servicio de Dios y en la religiosa instrucción y solícito cuidado de sus hijos uno de los cuales, el único varón, con gran desprendimiento y abnegación de su pia¬ dosa madre, vistió el hábito de nuestra Orden de Penitencia: el Rdo P. Antonio Mójer.
A él, hermanas, hermano político y demás
familia enviamos el testimonio de nuestra con¬
dolencia.

Santa Mcría.—Día 20 del pasado mes de fe¬ brero, durmióse plácidamente en la paz del Señor, nuestro suscriptor D Monserrate Bestard Vich, Secretario del Ayuntamiento de
Santa María del Camí, a los 68 años de edad y
50 de servicio en la Casa Consistorial.

Era el Sr. Bestard fiel cumplidor de sus de¬ beres religiosos y sociales; de carácter jovial y caritativo, se había granjeado el cariño de
cuantos le trataron. La numerosa asistencia a

la conducción del cadáver a su última morada, como a los solemnes funerales celebrados, 'en

sufragio de su alma, en la iglesia parroquial de su villa natal, fueron clara prueba del afecto
que todo el pueblo profesaba a su querido Se¬ cretario. El Señor cunceda a su alpia, el des¬

canso eterno.

Nuestra sentida

condolencia a

toda su familia,

y, en particular,
a su esposa doña
Catalina Nicolau

y a ,ssus chico hi¬
jos don Andrés,
Oficial 1.® de Se¬

cretaría de dicho

Ayuntamiento,
Sor Isabel de la

Purísima, Her¬ mana de la Cari¬

dad, José, Her¬

mano, C. O., Ca¬

talina del predio

Son Fuster y Sor Antonia de la Virgen de Lluch,

también Hermana de la Caridad, y a sus hijos

políticos, Francisca Roselló y Juan Sans.

;

La Puebla.—Día 17 del pasado febrero en¬ tregó su alma al Señor, después de larga y do¬ lorosa enfermedad D.* Margarita Socías SocíaS,
de 77 años de edad. Terciaria de N. P. S, Fran¬
cisco, modelo de madres cristianas que puso

todo su cuidado
en educar cris-
lia men te a sus
hijos. Su esposo don
.luán Socías y sus
hijas Sor Ana Concepción, Re¬ ligiosa Francis¬ cana y sus nietas
Sor Jerónima de
.Jesús de la misma
Congregación,
Sor María de la
Encarnación, Ca- h puchina, y Sor
María de la So¬
ledad, Clarisa, y demás familia solicitan de nuestros lectores una oración por el eterno des^
canso del alma del finado.

Campos.—Día 9 del pasado febrero durmióse* en .la paz del
Señor la fervo¬

rosa y ejemplar
Terciaria de

N. P. S. Fran¬

cisco D* Fran¬

cisca Mas Mas, ¡a la edad de 69'
á ñ o s. Gomo

buena madre de

familia inculcó

á sus hijos uría. sólida piedad.
; Acompaña¬ mos en sji aflic¬
ción a todos sus

Jiijos y demás

familia;

¿

,

Lloseta. — Día 11 del pasado febrero bajó cris¬ tianamente al sepulcro nuestro suscriptor don Francisco Ripoll, pío y afable que legó a sus hi¬ jos una sólida instrucción religiosa.
Reciban éstos nuestra condolencia.

Pina.—Día 21 del pasado febrero durmióse plácidamente en el Señor la Religiosa Francis¬ cana Sor Verónica — Juliani Ribót, a los 64 años de edad y 47 de vida religiosa. Fué muy amante de la observancia de las Reglas y Cohstitúcioriés,
distinguiéndose por el exacto cumplimiento de
los oficios que leestaban encomendados. El Señor la haya acogido en la mansión de los justos.
Reiciba la Rdá. Comunidad de Fránciseanas-
de Pina el testimonio de nuestro pésame.

Elegía en la muerte de Pío XI *
Gruesa y cárdena nube, de pena y liante ardiente, comprime al orbe entero y le acosa con valor: el pan come de abrojos en su orfandad doliente la Esposa fiel de Cristo que añora el Padre ausente,
que añora a su Pastor.
Con gemidos bravios queréllanse y fatigan las campanas, llorando de nostalgia y pesar, y con ayes de bronce su propio afán hostigan: que si Pedro no habla ahora será bien que ellas sigan
llorando sin cesar.
Suspiros da la tierra turbándose, azorada, en tocando aquel cuerpo, despojo funeral, que fue augusto aposento de la voz revelada,
alcázar soberano de la verdad increada,
antorcha sideral.
* Aquella flor virgínea de almendro inmaculado
la nieve de tu armiño jPadre Santo, envidió!; y el fulgor de tus canas, puro aljófar hilado, enjuego con la muerte, con un beso acendrado,
alevosa te hurtó.
Clavigero celeste: tu rico y vago manto de perlas y corales raudo voló a adornar
la bóveda del cielo, do ardieron por encanto
falanges de luceros, que en corona de acanto
tu sien van a estrechar.
¡Oh Magno Sacerdote!, que el brazo poderoso fuiste de Dios inmenso: Depón ya sin temor el oro de tu tiara, que es un peso enojoso: y, dejando el destierro, penetra en el reposo
eterno del Señor.
Fr. Antonio Martorell, T. 0. R.
*
Por causas ajenas a nuestra voluntad no pudimos incluir en nuestro pasado número de Marzo esta bella elegía, consagrada a Pío XI, de nuestro dilecto colabora¬
dor Fr. A. Martorell.

ENSALADA MALLORQUINA

CASAMENT PER INTERES

II

A Qüí, una returada de sa padrina per cobrar un poc d’alè. Aquelles atlotes, bono! escoltaven cons

ensensades, amb sa boca oberta i un pans d’oreies. Ni pipelletjaven sois, I sa padrina, bro-

Hietjant, que bei torna:

— Res; sa contarella s’allarga i voltros frissau de sortir a rodar un poc per la vila...

I — com heu coneixeu?

\\

— Sa vostra cara no ment! Si heu trobau, posarem forqueta.
— «O que noli «I ara? Justament, ara, que som a lo millorli «No, padrineta; no mos n’anam!» «No mos heu plant es berenar i, ara, mos planyerieu aqueixa derreria tan saborosa?
Vaja!» Això és una petita mostra de ses moltes contestes i protestes que sortien, a bolics, d’aquell
remolí d’atlotes. Es mots s’enganxaven uns amb sos altres i feien un embui deliciós. 1 totes, riu que riu! Sa padrina, davant això, no espera que la preguin més, i posa, de bell nou, fil
a l’agüia. — Idò, veiau si és ver que, amb doblers tot sols, no se compra es benestar de s’alegria.
No duien encara un any de casats i ella, N’Aurora, ja no poria aguantar més. S’explaiava amb una amiga seva i meva, i jo heu sé d’aquesta amiga, i, com que erem tot ú, no tenia
secrets per mi. — M’he convençuda — li deia N’Aurora —que sa riquesa, sense amor, és fang i misèria. Una
cosa molt trista. En canvi, tú, ets pobre i vius alegre —I ets uis li roiaven. — No liei ha riquesa més grossa que s’alegria des cor. Empero, vaja! Penes amb pa són
bones de passar-li contestava s’amiga què he dit, per donar-li un poc de coratge. — Ai! no m’ho digues! Perque si es pa és necessari per viure, més fretura tenim encara
de s’amor, i com que jo visc sense aquest amor, me falta lo més precís de tot. S’amor és es pa de s’ànima, creu-me. Sense aquest pa de,llet i sucre, vols-me dir fluina cosa és de
profit? -Però, i com te junyires amb N’Aleix, sense cstimar-lo, i deixares N’Amador, plantat,..
tú que n’estaves enamorada fins a s’arrel des cabéis? — M’hi forçaren i jo que hei vaig consentir. De mala gana, pero hi vaig consentir. També
som culpable, emperò n’hi ha de més culpables que no jo. Tà m’entens. Tan encorralada
em vaig trobar, tantes passes donaren, tantes paraules digueren, tantes promeses hei hagué i tantes am’enaces, tant i tant m’ho ponderaren que no és de admirar si, a la fi, m’enlluer¬
naren una mica.

— Jo mai hei hauria accedit!

— T’ho penses! Ell sabs que hei ha de ventatge de passar-ne a sentir-ho contar! Déu n’alliber tota criatura nada de trobar-se estreta, així com jo! Sense un consei bo de ningú!
— Perque no el cercares... -Es ver... i Déu mos guard d’un «ja està fet». Emperò, tú... No digues! En pensar-hi, m’és com un pa damunt sa boca des cor...
— Sé massa on vas: no tens raó. Aurora!

— Haver de veure amb sos meus ulls que N’Amador i tú vos entenguereu en dos mesos, si arriba, i, per més afronta i burla, vos casareu es mateix dia que joT De sa desgràcia de Judes... Però, i si jo mateixa heu vaig ésser un Judes amb N’Amador. N’estig com una
beneita!

— Bé; i què volies, .tú? Que no fos teu ni meu i que se consumís a un recó? No se va
perdre per ell, si no t’hi casares; massa heu sabs tú i massa heu sé jó. As principi, sempre
em parlava de N’Aurora, i prou sentida que jo n’estava i amb una gelosia que m’alçava en pes. I un vespre, ja cansada de tot, «bono, això de N’Aurora ja heu has remolcat qui basta. A veure si acabes aquest capítol i t’ocupes un poc més de mi». No, i mira que bé t’estimava!...
Per això, si tú l’has estimat gens mai, no li planguis s’alegria de viure pobre i content. Quin mal te ve de que N’Amador siga feliç?
— No tenc raó: ja heu sé, i, per això mateix, som més desgraciada. Emperò has de
considerar que, a una com jo, poques coses li eiimetzinen més sa vida que s alegria des¬ preocupada de tú i N’Amador, i veure que no som estada necessària perque N’Amador fos feliç. Això és s’enveja, fieta; heu confés, avergonyida. I s’enveja, quin sofrir més rabiós! I
ves-li tú amb raons!

O Déu meu! Tenia amor a balquena i he de viure sense amor, perque el vaig tirar com qui tira un manat d’herba an es camí! Jo qui n’estava tota gojosa i no m’hauria parescut res del altre món caminar set anys per damunt puntes de clau per alcançar-lo, jo mateixa el vaig rebutjar! N’Aleix no m’agradava gota; veia que, por molt que s’hi encarassen, si jo no me torcia, ningú m’encollaria amb ell; ses riqueses, tampoc, no m’embuiaven gaire sa vista;^^;

El Heraldo de Cristo

47

jo era tota de N’Amador, pobre tant com vulgues, empero s’or no necessita daurar... I, a pesar de tot, i amb consentiment meu, que és lo pitjor, m’embarcaren amb N’Aleix! Qui
heu entén?
— Jo no heu entenc, Aurora. Tan estimadora com eres tú, i aplegar-te amb un que no
estimaves!
— Ni jo tampoc! Estimadora? Ben ver que és! Emperò, es vi bo és tornat vinagre fort. S amor, ara, és odi. Me puja de dedins un fogaró de ràbia que m’ennegreix sa sang. Perque a N’Aleix i tots es qui s’bi varen entremesclar pes seu negoci, els avorresc de cor i me pareix que no hi ha cap gota de sang meva, ni cap bocinet des meu cos, ni cap potència de sa meva ànima que no els avorresca. Els avorresc de pensament, de paraula i obra. Creus, tú, que sa vida de matrimoni, així, és aguantadora? Creus, tú, que aqueixes penes amb pa són bones de passar?
— Jesús Senjor! No heu crec jo ell! Un qui avorreix, no \\iu. Sa ràbia castiga sobretot
an es qui la te. Aposta, vas malament, tú, amb aqueixa ràbia tan re-de-maleïda. Has de pensar que la terra és lloc de guerra, i, per «n cantó o per s’altre, sempre mos arriba es sofriment. A un, més molt, i a un, més poc, però, a tots, arriba. Si t’han robada s’alegria en aquest món, pren-ho com una desgràcia que Déu comporta i no vulguis afonarte dins l’infern amb aqueixes rabiades que t’emmalalteixen s’ànima i es cos. Sa paciència i sa conformidat t’endolciran sa creu i posarán a Déu de sa teva part. Ses teves penes són molt -grosses, emperò, que no heu veus? Encara, les t’augmentes si te poses furiosa.
Endemés, així com a un homo molt afectat d’alçar es colzo i ruar es clotell i que va
ben abeurat d’enrera, li basta un poc de suc per estar tèrbol altre pic, així tú, també, has arribada a tal punt de nirviosidat i de ràbia que sa més petita contradicció et tapa ets uis de fum, t’enterboleix es cervell i te posa com una gata. T’ho dic perque t’estim, no per ofrendre’t. Si no hei havia tanta de ràbia per mig, ses coses que’t succeeixen pendrien -un altre color, no t’impressionarien tant, ni te pareixerien tan espinoses. I viuries amb més pau.
N’Aurora esclafia en un plors que rompien es cor. Aquella amiga la deixava que s^explaiàs i, a poc a poc, s’aquietava. «Quan no hei ha altre consol, sempre hei ha es consol de plorar» assegurava sa padrina. I N’Aurora, amb qualque pantaix ara i suara, seguia an es tai:
— Lo que’m prediques, és s’Evangeli... No més que, és receptar, és més fàcil que pendre sa medicina. I sobretot, jo, ara, convers per explicar-me amb tu i treure’m sa verinada. En¬ cara que siguen desbarats, deus voler, supòs, que t’ho conti tal com heu sent, punt per punt!
— No’n faltaria més! I és clar, dona, que heu vui! Parla’m com si’t confesasses... que •jo, des que te veig tan desgraciada, t‘estim el doble. I a un que estima, res l’espanta ni l’escandalisa res. Heu compren tot i tot heu perdona.
I N’Aurora, sanglotetjant:
— Que’l Bon Jesús t’ho pagui! I, ara, escolta’m. Idò, qualcú se’n ve: «t’ho afiques massa dins es cap! Trafega, resa^ distreu-te!» Com si això dependis de sa meva voluntat! Que més voldria jo que escopir de dins sa meva memòria tots es records d’ell que són, per mi, pitjor que es fems i ses agranadures? Emperò, no puc! No és que heu tengui perque hi pensi, sinó que hi pens perque heu tenc. Què? Que m’engan, trobes?
— Si fa; t’enganes. Aurora. En gran part, heu tens perque hei penses. Tú mateixa ets es teu botxí. Tens es cor nafrat. Dius que sí, eb? Bé! No és ver, idò, que tot lo dia graponetges, i furgues dins sa nafra, i hei poses sa sal i es verí des teus records? Com vols que no s’emmaleiesca? Si tot lo dia mastegues aqueixes coses tan amargues, i t’hi atures, i heu medites, i li dónes mil voltes, què té d’estrany que sa teva vida s’abeuri d‘agror i sigui com el carrer de Pamargura? Tothom és així. Quan a un li ve un disgust, en lloc de malavetjar no pensar-hi més,-pareix que totes ses seves complacències són en pensar-hi molt.
Un disgust és un clau en es cor. Cada vegada que hei reflexiones, hei pegues una mar¬ tellada i s‘afica més. Que no heu saps, que, si a un bony el punyen, encara cobra més malícia? Pensar, ve esser punyir, i creu-ho, es pensar és bastant voluntari. Un pensa lo que vol i, sobretot, es pensaments involuntaris són fluixos i de poca durada. No és ver que tu mateixa t’hi dónes, i t‘hi entretens perque, en mig de tot, hei trobes un gust no sé quin en pensar que ets tan desgraciada? Si procures oblidar-ho i fas guerra a úiort an es pensaments que te mengen s‘alegria, ja veuràs com s‘oblidança serà un bàlsam que estancara i clourà ses teves ferides. Sa felicidat dependeix, en molta part, de noltros mateixos.
No donis tota sa culpa a N‘Aleix. Tú et fas més dissortada de lo que heu ets perque augmentes ses teves penes. Com? A força de tenir-les davant! T^encaminen bé es qui t‘àconseien que trafeguis, que resis, que te distreguis. Escolta-los, Aurora!
— Es sant que a tú m‘ha duita, beneit sia! Tú escampes oli damunt es mayagot des meus pensaments! Ses teves raons, calentes d‘amor d'amistat, me calmen un poc, i són com •un filet de llum per un qui està a les fosques i com un degotis d'alegria per un qui en viu eixut. Procuraré tenir-les present i si puc, (t'ho promet!) mudaré de procedir.
Emperò, saps que és de mal veure cada dia sa bubota, N'Aleix, qui t'ha afollada per ;a sempre i aguantar aquella veu de gangaia, cruixlda de tant de beure i fumar! I encara.

48

El Heraldo de Cristo

això, és lo de manco. Sino que inai he conegut que se preocupas de complaure‘m ni aixuxí. (I amb s‘ungla des dit polç senyalava un bocinet de un altre dit). Mai, una ditada de mel!
Dinarem. (1 menja com un trabuc!) Serà un dia que m‘hi he mirada i remirada a^ veure si, a sa seva cara de bacallà sec, hei afinaria un mitja riaia de satisfacció, que prou jo heu necessit. Idò, res!... I es meus ossos se crivellen amb tanta sed d‘amor i no‘n puc beure ni un glop! I com romanç, llavors, d‘bumiliada!
I si vols, pot passar i tot que no moti. Es que, si obri sa boca, és per retraure tares, i, si no n'hi ha, n‘hi posa. Sa qüestió és retrpiire‘n, com si això li donas molta d'impor¬ tància. «Cuinat, avui? Justament!» «T'és sortit i.ua mica salat!» «Si heu haguesses passat per sa pella!» «Aquestes sopes, quin olor de fum!» «Es pa cruix» o «es pa se floreix». «Aquest oli sap a ranci!» «S'arròs té gust de cremat!». «S'aguiat no me agrada!». A sa taula, sem¬ pre coses així. Un mot d'alabança, mai! I, fora de sa taule, lo mateix. Oh! Si allò, en tot temps i en tot lloc, és el sen Nomagrada!
D-ençà que som casats, i de boca seva, només sé això: que ses meves coses no li agraden. I, si acàs, qualcuna li entra per s‘ui dret, s'ho estotja. Estrenaré un vestit, compraré unea sabates, li mostraré un brodat, li parlaré des jardí: o calla o heu desjecta.
Es temps des festeig (Déu meu!) me prometia es sol, sa lluna, i ets estels, i més coses hei hagués hagudes. M'assegurava que no me deixaria tocar amb sos peus en terra, que seria es meu braç dret! Per pintar-la i emblanquinar-me més • fàcilment, qualque pic, me parlava
i tot de Déu (se coneixia, çerò, que hei tenia sa llengo mala de girar) i, llavors, el veien
molt per Pesglèsia. Empero, ara?’ El gran farsant, com que no la necessita, ja va sense
careta. Ni Déu, ni Santa Maria, ni rosari, ni missa, ni braç dret ni braç esquerre! Res
nat d'aquest món!
Es un homo buid, amb un cor més sec que un terròs de cal viva; és un homo que
no surt mai a camí; que no ofereix res mai, i, així, igual d'un que viu de captiri, cèntim per cèntim, he d'anar a demanar-li es doblers per totes ses coses. Mai, una carícia! En no esser a gent externa! Ah, sí! Amb gent externa i més amb segons qui, (m'entens, eh?) se treu una veu molla i complacent, i tot son mitges riaies, i capadetes, i torçudes de coll, i espants i miraclets, i mirades amables, i una conversa fina, fina, amb una filigrana de brometes, d'oferiments, de preguntes i respostes que embafen de tanta mel! Quin òi! En veure-hu, jo m'hi fonc!
Però, per mi, no hi ha res! Jo patesc de mal de caixal i, a vegades, pareix que he d'esclatar, de tan rabiós com és. Si se'n tem, me pregunta, aiximateix, però amb tanta d'indiferència, que sols ja ni espera sa resposta. Això, quan heu pregunta. I ja n'hi pot haver de feines; totes són per mi!
— Pobreta! Te compatesc de veres. Aurora! De dalt sa trona heu haurien dc publicar que «qui se casa per interés, trobarà espines i no més». Aquests pares, que quan un jove de bé s'acosta a- una fia seva, el morretgen i le hi decanten perque és pobre, com si sa pobresa, entre cristians, no fos un estament de més dignidat i de més honor que sa riquesa! No són pares, s'ón botxins!
.Emperò, tú, per no desesperar-te, heu/has de pendre com una penitència, suposat que, aiximateix, éts un poc culpable. No el miris amb tan mal ui, i et pareixerà més bon horno. A vegadas, feim ses persones més dolentes de lo que són i, llavors, les avorrim com si fossin tàn carronyes com lo que imaginam. I això, tú heu comprens, és una injustícia. I una calúmnia. Esser injusts amb sos que són injusts amb noltros és esser dolents com ells, i empenyer-los, i casi obligar-los, a que continuin essent-ho.
S'amor crida s'amor, però sa ràbia no congria més que ràbia. Es peix no s'agafa a garrotadas; s'agafa amb púu. N'escampes, tú? Que no saps com l'has d'escampar? Idò, així: amb bona cara, amb paraules de pau, amb moixonies, amb paciència, amb delicadeses, amb amor. No recapitoletgis: tant si heu mereix com si no heu mereix! Si esperes que heu meresca, no començaràs mai i sempre estareu a lo mateix; com es ca i es gat. Ja arribariem bé d'hora si no volgqessem complir ses nostres obligacions fins i tant que es qui mos enrevolten fossin uns santets! No éts cristiana, tú? Idò, cap a Déu, s’ha dit! Acosta-t’hi. posa't a ses seves ójdes (i una d'aquestes ordes és sa d'estimar es nostres inimics i es qui mos fan mal) i sa somada no't serà tan carregosa.
N'Aurora, deia sa padrineta, amb sos consells d'aquesta amiga, entrava un poc en re¬ flexió i anava tirant. Feliç, no; però, sí, una mica més aconhortada. Només que s'efecte d'aquests conseis, lo mateix que un calmant, no durava massa, tampoc, i N'Aurora acudia,
eada punt, an aquesta bona amiga perque els hi tornàs repetir. I, de cada pic, li obria es-
eor més de pinta en ample.
En Tià de Sa Real

Página

DESPUES DE ABRIL VIENE
Así me lo contaron.
San Felipe Neri ha sido uno de los corazones que más tiernamente han amado a Jesús. Un día, platicaba de las maravillas del amor de Dios con un joven sacerdote. Se encendió su rostro y sus palabras saliau entrecortadas de los labios.
— Padre mío—le preguntó el sacerdote—¿qué te¬ néis? ¿qué os pasa?
Hijo mío —le contestó el santo —pon la mano aquí, sobre mi corazón.
El joven sacerdote, con el niaj^or respeto, puso la mano sobre el pecho, y sintió que latía con violentísimas pulsaciones, como si allá dentro lle¬ vara una tempestad de amor.
Acercaos con gran respeto a ese divino Niño, que descansa en brazos de la Virgen, meted, como Santo Tomás, vuestra mano sobre su Sagrado Co¬ razón, y veréis que late de amor a todas las criaduras. Pero el latido más fuerte, el latido que do¬
mina todos los demás latidos, es el latido de amor
a su Madre benditísima. ■
Y si vosotros tenéis la obligación gravísima de se¬
guir las huellas de ese Maestro del cielo y copiar en vuestra vida sus excelsas virtudes, ¿cómo podéis decir que le imitáis, si no tenéis para con la Virgen el amor más grande y fervoroso, después del amor de Dios?
Después de abril viene... el mes de Mayo. Pre¬ paraos para honrar a María, eñ ese mes de las flores, de la mejor manera que sepáis.

JO

Adivinanza

¿Qué flor pondremos entre dos Tócales para que resulte un nombre de mujer?

11 ¿Con qué nota musical, acompañaremos la R para que
dé el nombre de un ave?

12 AZR

(Continuación) Jeroglífic»
lOC 10
Nombre común

Añadir una sola letra de modo
que resulte el infinitivo de un
verbo.
Soioeíones al número de Enero Febrero
1) El cero 0 2) La cortina

3) No sabemos cual es la mejor de las soluciones presen¬ tadas. He ahí algunas.
En qué el Capitán lucha por España y los niños de la Página infantil también (con las ora¬ ciones).
En qué da gusto a los niños,,
etc. etc. etc.
4) Soles claros son Tus ojuelos bellos Qro los cabellos Fuego el coraron. Rayos celestiales Echan tus mejillas Son tus lagrimillas
Perlas orientales
Tus labios corales
Tu llanto canción
Oro los cabellos
Fuego el corazón.
Números obtenidos Pedro Fiol, 4 Guido, 4
Miguel Galmés, 4
Francisca Fuster, 4 Gerónimo Genovart, 4 Bartolomé Miralles, 4 Bartolomé Barceló, 3
Anhelo
Mi único anhelo es amor,
por eso envidio la flor que, al borde del Sagrario, perfuma al Presidario ' Divino, y allí se marchii a... ¡Oh! si en estancia infinita
mi corazón estuviera
llevando vida austera,
deshojándose a su vera y muriendo de amor!
JUAN BONAFÉ
A mi querida Madre
Vuelve a nosotros tu mirada
Telo piden tus hijos con fervor, a tus pies, donde lirios florecen,
y del seno del aíma te ofrecen
un suspiro, un deseo, una flor.
ISABEL LLOMPART

5G

Heraldo de Cristo

Nuestra Correspondencia
Guido. — Aunque sea la primera vez que he reci¬
bido carta de Guido, tu letra, tu nombre mismo
me dice que vas a ser un
buen chico y por lo tanto no tengo inconveniente alguno en contarte entre mis amigos, o en contar¬ me entre los tuyos. Saluda a tus compañeros y pro¬ cura cumplir siempre los buenos propósitos que me
dices haber hecho en los
ejercicios. Tu amigo.
Jarsido.
Isabel Llompart, Selva. — Me dispensarás que hasta hoy no haya salido tu poesía. Se escondió no

sé por qué, debajo de un libro, y no salió hasta hace muy poco de su es¬
condite.
Saludos a tus papás.
Tu afmo.
7 arsido.
Pedro Fiol, Inca. —
Amadísimo Pedrito. No
puedes imaginarte lo mu¬ cho que me gustó tu car-
tita con las buenas noti¬
cias que me das. Estoy
conforme en todo lo que me dices y veo que no
tienes mal gusto. Siempre bueno, aplicado, amiguito de Jesús, hijito de María, ¿Verdad?
Tu amigo,
Tarsido.

Juan Bonafé, Binia-
mar. - Siento mucho que-
hayas crecido tanto {Lás¬ tima que no puedas ser siempre niño! Si no lo puedes ser en años, pues no hay quien les ponga trabas, sélo siempre en
virtudes, obediencia, pu¬
reza etc. etc.
¿Has visto tu poesía? ¡Y decías que tenías pe¬ queña tu cabezal La he¬ mos puesto tal cual la en¬ viaste para que todo eL mundo sepa que en Biniamar hay un genio es¬
condido.
Saludos a la tía Teresa.
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