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PALMA DE MALLORCA 3 — — FOTOGRAFIA AMFR Quint, 19 - RALM A Es la preferida del público distinguido y visitando sus salones, se convencerá V. del buen gusto y perfecto acabado de todos sus trabajos. :LO MAS SELECTO Y DISTINGUIDO, de la sociedad mallorquina se RETRATA en la antigua y acreditada Fotografía DE Ernesto Guardia Quint, 19 H Teléfono, 310 Donde estaba instalada ontisuamente ia Cooperativa militar j. ^ 242 El Heraldo de Cristo Bu ^ai^^re ijo^oti^o^ y >^obi‘e i\\ue^tfo^ crítica y angustiosa era la situación en que se hallaba el Gobernador de Judea cuando los miembros del San¬ hedrin llevaron por segunda vez ante su tribunal a aquel hombre justo e inocente cuya muerte sin causa ni motivo razonable pedían. Tal fué la presión que los príncipes de los sacerdotes ejercieron sobre la debil y flaca voluntad de Pilato que éste, para desembara¬ zarse de tan enojoso negocio, mandó que Cristo fuera azotado, abri¬ gando la esperanza de que los judíos depondrían la ira y la rabia que en su pecho alimentaban contra jesús al verle tan cruelmente y sin piedad castigado. La orden injusta del Gobernador es al instante cumplida. Nervu¬ dos sayones descargaron con violencia y a porfía sangrientos azotes sobre el Cordero divino que venía a borrar los pecados del mundo visten al Salvador un traje irrisorio y ponen en su diestra una débil caña como cetro real una corona de agudas espinas punza aquella sagrada cabeza que, por mil partes agujereada, está chorreando sangre en tal abundancia que salpica las vestiduras y humedece la tieira Cuando los judíos pusieron los ojos en la muy lastimosa figura que presentaba Jesús después de la flagelación quedaron mudos a la vista de tan horripilante espectáculo; sintieron renacer en su pecho no¬ bles y generosos sentimientos de conmiseración > sin duda estarían prontos a conceder la libertad a la inocente víctima. Los muy taimados enemigos de Cristo al darse cuenta de esto, recelando no poder llevar a cabo su proyecto criminal, ponen en juego todos cuantos ardides, intrigas y amaños pudo inspirarles el odio a muerte con que odiaban a nuestro Salvador; y desgraciada¬ mente el éxito más completo corona sus esfuerzos. Tales acusaciones levantan contra el silencioso reo que el pueblo judaico rechaza al mansísimo Key que los profetas veces mil le hablan prometido, y proclama y reconoce por único soberano al Cesar cuyo pesado y férreo yugo duramente le oprimía; así concitan los ánimos de la siempre voluble muchedumbre que ésta pide a voz en grito la muerte de aquel a quien días antes habían aclamado Hijo de David y recibido como enviado por Dios para llevar a cabo la restauración del reino de Israel; de tal modo las pasiones nublaron la mente de los judios que éstos, en un momento de locura y ceguedad inaudita, excla- El Heraldo de Cristo 243 ^ marón «la sangre de este justo caiga sobre nosotros y so¬ bre nuestros hijos». * ** Con estas palabras la nación judaica acarreó sobre sí el más espantoso y terrible castigo que registra la histo¬ ria de la humanidad. Apenas habían transcurridos algunos lustros cuan¬ do el ejército romano, se presenta muy bien apercibido ante los muros de Jerusalén y pone cerco a aquella fortaleza al parecer inex¬ pugnable. Inútiles son los titánicos esfuerzos que realizan los sitiados para repeler los violentos ataques del enemigo las formidables legiones invasoras, a una señal de su experto jefe, escalan las eleva¬ das murallas, y penetran en la ciudad, pasan a cuchillo a millares de habitantes, y vencen y subyugan por completo aquella nación que muchísimas veces habíase alzado en armas para sacudir el yugo de Roma ' El espectáculo que presenciaron los judíos que sobrevivieron a tan horrorosa carnicería fué, sin duda, para ellos mucho más cruel y dolo¬ roso que la misma muerte el Sagrado Templo, cuya conservación ansiaban más que la de su propia vida, fué reducido a pavesas por el fuego destructor los edificios que hermoseaban la ciudad santa fueron desmoronados de tal modo que no quedó piedra sobre piedra... ¡Pueblo infeliz! así como el crimen que cometiste fué el más grande que perpetraron los hombres, así también el castigo que pesa sobre tí es el más grande que han visto los siglos. Por que derra¬ maste la sangre inocente e inmaculada del Unigenito del Padre anda¬ rás vagando, hasta la consumación de los tiempos, por toda la haz de la tierra sin Patria, sin Templo, sin altar, sin sacrificio, maldecido de Etios y despreciado de la humanidad * ** Veinte siglos han transcurrido ya desde que acaecieron los suce¬ sos que acabamos de relatar, y todavía no se ha extinguido la raza de los falaces y revolucionarios miembros del Sanhedrin. Doquiera se levantan hombres sin conciencia que, con fementidas palabras y halagüeñas promesas, seducen la incauta muchedumbre, la invitan a beber la dorada copa de los placeres, y a trueque de conci¬ tarla contra Jesucristo y la Iglesia no perdónan medio ni sacrificio alguno y el pueblo, siempre inconstante en sus quereres y más inclinado a lo malo que a lo bueno, obedece muchísimas veces y acata ciegamente, á imitación de los tornadizos judíos, los criminales mandatos qué le imponen los que le guían y manejan. Merced a la influencia perniciosa de estos emisarios de satán el hombre cae en una glacial indiferencia religiosa y conculca diaria¬ mente los divinos mandamientos; realiza continuos esfuerzos 244 El Heraldo de Cristo S ¡33DDDDnaaz:)DODnnaDDODDaaDDODDibaDaDDnaOSaDDODDoaDDODDaaDDODnáa BS NTRO. PADREIJESÜS DEL GRAN PODER OQ i bS para sacudir el suave yugo del Señor y no quiere doblegar su orgullosa cerviz ante Dios ni postrarse de hinojos ante el supremo Hacedor del universo para rendirle justo tributo de adoración. ss A seguir este camino nuestras ingratitudes irritarán la divina justicia y la diestra del Omnipotente fulminará terribles rayos sobre SS la moderna sociedad prevaricadora como lo hiciera en otro tiempo sobre la siempre desagradecida nación judaica. gpo Para conjurar el peligro que nos amenaza precisa ante todo D^o cerrar los oídos a los que pretendan extinguir la dulce llama de la □S fé que arde en nuestro pecho; y aclamar después Rey de nuestra alma, de nuestros hogares y de nuestra patria a Cristo Jesús, Jg§ bajo cuyo cetro augusto germinan, se desarrollan y florecen la paz, dS§ a bienandanza y la felicidad que tanto ansia nuestro corazón. Fr. R. Ginart Amorós, T. O, R. El Heraldo de Cristo A JESUS CRUCIFICAT * Tenebrae factae sunt dum cruci» fixissent Jesum judaei. Com un manteli funest, densa i palpable ha embolcallat el mon la tenebror, i porta entre sos plechs dol inefable per vostra mort. Senyor. Remull de sang que per cent traus us brolla no vos sabeu queixar com un anyell, i us aufega la set just una argolla restreta al carcanyell. Les mans omnipotents son trepanades i encare els pens; la testa es un embull de cabells i d’espines afuades que US va clavà l’orgulL Així US ne pren a Vos, oh vida mía, com a un mesell qui esta desfigurat: tot una nafra, sense fesomia ni rastre de beutat. Vos conten entre inichs, entre Tescória deis esquinsats i sou Deu vertade que devallant al mon de Falta gloria no fereu mes que bé. Es Fhora de morir. Amb veu potenta al Pare encomanau vostre e'sperit i tomba greu, augusta i sangonenta la testa sobre el pit. Tremeix la terra i moltes sepultures se van obrint; s‘esqueixa amb gemegor el vel del temple i fins les penyes dures s‘estellen de dolor. Blanquerna agCOagED 245 -« cl/aia Bffi W BS m fe É OS $ BS m §S m Sdq BS Sa BmF m Pao Ba BS m Ba BÉS Ba Bg §8 fe 246 El Heraldo de Cristo Jerusalén, Jerusalén IIii Jerusalem Jerusalem convertere ad Dominum Deum tuum. (Jer. tr.) RANDE era en aquellos días la afluencia de forasteros que acudían a la Ciudad Santa para celebrar la fiesta de la Pascua pres¬ crita por Moisés. A lo largo de los blancos caminos que serpenteaban 0 graciosamente por entre verdaderos jardines de cenicientos olivos, gallar- © das palmeras y copudos terebintos, como lineas trazadas por el dedo in- m cierto de un niño, veíanse numerosas ® caravanas que se acercaban poco a poco con paso lento por el cansancio ® del viaje. ^ Por el camino de Betania subía, ^ por entre las cuestas y sinuosidades % del camino, que se escondía a veces bajo una bóveda de corpulentos ár- g jbeorulessa,léjnesúas cedleebNraarzaproert úqlutiemaIbaveza (Ü en su vida mortal la fiesta de Pascua. ^ Venía acompañado de una inmensa © muchedumbre que incesantemente lo ® aclamaba como hijo de David que B viene en nombre del Señor. ® Vencida una empinada pendiente © y llegando a la cumbre de una colina, % apareció a la vista la Santa Ciudad © de jerusalén, majestuosa, sentada © sobre una elevada meseta como si temiese manchar sus pies en el in® mundo Cedrón que a su vera pasaba, 0 murmurando como un alma réproba. ^ iQué visión tan bella! A dos pasos ® se tenía la princesa de las naciones, ® la fortaleza de Dios, la gala de la Q Palestina, henchida de pueblo, alegre ^ risueña, encantadora. Recostada en una alfombra de verdura y levantada ® su frente en lo alto se coronaba con ® gracioso velo de nubes de gasa. Orgullosa de su sin par hermosura, decía al inmundo Cedrón, fe desprecio. QSytSSSQÉSQSSSSSQS y a las nubes con que se coronaba,® os alcanzo. ® Como ofuscada por su pasada gran-/fJ sus^ deza, con su portentosa historia, fidelísimos patriarcas, sus enérgicos® profetas, sus jueces salvadores, sus® reyes grandes, la magnificencia de su© templo santifiado por el mismo Dios,¡i| que era como el corazón de Israel® cuajado de oro, la sublimidad de su® sacerdocio, eterno según el orden de© Melchisedech, se miraba, se encon-® traba grande, magesíuosa, y ere-® yéndose eterna, olvidaba sus obli-® gaciones. © En lontananza veíase una faja blan-® ca, refulgente a los rayos del sol;® era el jordán que, plácido y alegre se® deslizaba, continuación de las blancas© la¡i| canas que perpetuamente coronan esbelta cabeza de las nobles y sa-!íi« gradas montañas del Líbano. Este espectáculo capaz de alegrar® el corazón de cualquier buen israelita,® llenó de tristeza el de jesús. Al verla® alegre, bella, risueña, despreocupada© como una niña caprichosa, sus ojos® dejaron caer dos gruesas lágrimas.® Preveía el Salvador su inminente rui-© na, a causa de sus abominaciones;© que aquellos sus muros inexpugna-® bles y gloriosos, caerían para no le-® vantarse jamás, que sus grandes© puertas serían echadas al suelo, que© de aquel templo, orgullo de Israel, no® quedaría piedra sobre piedra, que «la® princesa de las naciones ahora enchi-© da de pueblo y dominadora, sería© hecha tributaria, despojada de sus® galas, deshonrada y llorosa, no ha-® hiendo quien la consuele. Veia llorar© los caminos de Sión por no haber© quien acuda a las solemnidades, sus® sacerdotes gimiendo y sus vírgenes® desfallecidas de tanto llorar, sentados© sobre la tierra los ancianos de la© cabezasi| hija de Sión cubiertas sus El Heraldo de Cristo 247 3k3 5S3ií5k3?X}!^3E3?S3\\ï63 íSB0S30Eií3£353?3!9fe? S3k3S323^5©í35Sí3Sí0E: SQ í5Q^j i de ceniza, y las vírgenes de Jerusalén hundidas sus frentes en el polvo.> Todo esto contemplaba el Salva¬ Los discípulos ofuscados por una^\\ gloria futura que creían ver empezar,^ no comprendieron estas palabras y el® dor desde aquella colina no muy lejos Salvador continuó su camino por lasQ subiendo^ de la ciudad ingrata, pero querida^ estribaciones del Olívete, aquella tarde primaveral, en que la las últimas cuestas hasta llegar a® naturaleza se ataviaba de sus mejores Jerusalén, donde había de consumar® galas para mostrar la infinita gloria el augusto y cruento sacrificio. Q de Dios. Amargado su corazón con la idea de tantas calamidades, su dolor se manifestó con estos tristísimos acen¬ tos: «Ah, si conocieses, Jerusalén, a lo menos hoy lo que se te ha dado y lo que te puede traer la paz. Vendrá un tiempo, desgraciado para tí en que tüs enemigos te cercarán con trin¬ cheras y te pondrán cerco, estrechán¬ dote por todas partes. Te echarán por tierra a tí y a los hijos que están den¬ tro de tus muros, no dejando piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo en que Dios te visitó, para salvarte». Jerusalen, Jerusalén, con¬ * ** ® Veinte y cinco años más tarde, así© como fueron castigadas otras ciuda-M des populosas del Oriente, por ha-S berse apartado de Dios y seguido el® camino de la iniquidad, era castigada Jerusalén, cayendo hecha polvo por^ las armas de Tito, quedando así cum-S plida la funesta profecía del Salvador. En lo más recio del combate entre® los lloros, gritos y estruendo de los^ muros al caer, aún se oía la voz dulce pero enérgica del Salvador en aquellos cercanos valles: Jerusalén,® Jerusalén, conviérte al Señor tu Dios.P viértete al Señor tu Dios. Fr. Daniel reanimar^ Para meditar con fruto en Ja Pasión de N. S. Jesucristo debes ella^ dentro de tí una llama vivísima que es la llave de este misterio, pues sin tu entendimiento permanecerá obscurecido y como cerrado y no podrá reeP bir la luz que brota de ¡as Hagas de Cristo crucificado. Es preciso, pues, que con los ojos de la fe contemples, como si la tu¬ vieras presente, la divina escena del Calvario que asistas a ella, que te pon-l gas al pie de la cruz recogiendo la sangre divina que de ella gotea y cae) sobre el mundo, que te representes a ese amable y lastimoso Cordero su-% friendo actualmente todos los dolores y todos los oprobios de la cruz. tu% esto has de considerarlo, no como cosa pasada, sino como presente a ^ fe y a tu amor, y excitándote al dolor de tus culpas como si realmente vieras^ S a Cristo padecer y morir por ti y ante ti. a aún^ No de otro modo procedieron los Profetas y los Patriarcas, que cuando vivieron muchos años antes de la Pasión, la consideraron como z//7® nuestro^ acontecimiento que ellos mismos presenciaban. <¡^Abiaham—dice venida.^ Señor en el Evangelio—tuvo un deseo extremo de ver el día de mi y le vió y se estremeció de alegría^ a causa de la gloria que debía dar a® Dios y del bien que debía reportar de ella el género humano. ® P. Luis de la Puente ® El Heraldo de Cristo JCa Qorema de Sant pransesch La lluna es mira sa blanca cara a dins Ies aygiies de color biau, mentres navega nostre Sant Pare amb vent amb popa dins una nau. L'ona rodola afalagada per foratjol i lo navili, balandrejantse, emprèn el vol. Quant ja clareja la llum primera una illa ovira lo Patriarca, i a dins el llach el Sol rabeja sa cabellera emsemps que arriba a la vorera, lliscant, la barca. Francesch Ila vores salta a la plaja de pau eterna, després s'interna al fons recòndit d'aquell paratje de solà esprín; i una cabana dins el boseatge \\ en la Corema serà son niu. Son eos castiga amb durs suplicis dins f enramada, tot solitari; i ses delicis sempre posades te amb el Senyor, so vint endressa fervent pregari, que al Cel s'empuja com la sentor. Tomad y comed.., éste es mi Cuerpo El Heraldo de Cristo Casi acabada ja la Corema al vaxell puja lo Dijous Sant, dins el navili, rema que rema, de la ribera se va allunyant. Ben prest s' axeca maror feresta que Ies onades fa arrestellar, s'es congriada negre tempesta que lo navili vol enfonsar. EI Sant IIa vores amb confiansa a Deu endressa son prech fervent, reviu la calma i la bo nansa, llatina avansa la nau empesa pel suau vent. Demcntres laura papaJIoneja per la ribera i del nou dia la llum clareja ia nau arriba a la vorera. Bons terciaris com no cercau com vostre Pare, la solitut que exhala efluvis de quietut i santa pau? Del Patriarca Franccsch d’Assís seguiu vosaltres 1 humil petjada de llum nimbrada que es la drecera del Paradís. Sil Fra. J. Gelabert, T. O. R, 250 El Heraldo de Cristo María al pié de la cruz Esús, nuestro Salvador, llegó ya con la cruz a cuestas a la cima del Calvario. Sonado ha la hora en que va a ofre¬ cerse el augusto y sublime sacrificio de la Víctima divina; sacrificio del cual no eran sino fi¬ gura y representación todos los otros sacrificios y holocaustos de la antigua Ley. El santo e inmaculado Cordero va a ser inmolado y muerto, por la redención y salva¬ ción de todo el mundo. El ara de la cruz está ya apareiada y a punto para recibir la augusta Víctima que debe sacrificarse a la divina Justicia irritada por los pecados de los mortales. Jesús, pues, obediente y sumiso hasta la muerte y muerte de cruz, se tiende en sus duros brazos. A la hora, aquellas santas y venerables manos de cuyos tres dedos pende la redondez de la tierra y aquellos sacratísimos piés.,—1? Mi cuyo estrado son la tierra y los cielos de los cielos, son cruel mente taladrados y cosidos, a fuerza de horribles martillazos, tosco y basto leño de la cruz. En esto, descoyuntanse los huesos, rompen los nervios y rásguense las venas. Extendida ya la sacrosanta Víctima sobre el altar del sacrifici es levantada en alto a vista de todo el mundo. Alcemos asimismo no sotros los ojos piadosos de nuestra efectuosa consideración contemplarla. Ahí está colgada de tres gruesos clavos; su sacritísima cabeza, coronada de agudas y punzantes espinas, no halla lugar donde reclinarse; sus preciosísimas llagas derraman, hilo a hilo, la última sangre de sus venas; su divina boca, seca y sedienta por ex¬ tremo, es amargada con hiel y vinagre; su deífico corazón experimen¬ ta y arrostra amorosamente todo el peso y rigor de la divina indigna¬ ción. A mayor abundamiento, es blanco de bajas y viles calumnias, y objeto de escarnio y vilipendio de parte de los hombres. Diríase, además, que Dios, a su vez, como que la haya abandonado. ¿Qué entrañas cristianas tan de acero o diamante podrían dejar de ablandarse y estremecerse de dolor y compasión a la vista de tan doloroso y nunca visto espectáculo? La naturaleza no puede menos de manifestar, a su manera, el vivo sentimiento e intensa amargura que la domina por la pasión y muerte de su divino Hacedor. El sol apaga la claridad de sus rayos para no alumbrar crimen tan atroz y sacrilego. El firmamento vístese, a mitad del día, con el fúnebre manto de la noche, como cubriéndose de riguroso luto; se extremece el seno de la tierra; se abren las funerarias moradas de los muertos; y, en fin, si^'. quebrantan y hacen pedazos las más duras penas. Y si esto es así, ¿qué sentiría, en aquella sazón, el amorosísimo \\ El Heraldo de Cristo 251 seno virginal de la santísima Madre de Jesús, cómo se extremecerían aquellas entrañas abrasadas con el fuego del amor maternal más ardiente y acendrado? ¿Qué entendimiento humano será bastante a concebir los pro¬ fundos abismos de dolor y congoja que oprimían y ahogaban el corazón de María? . ¿Ni que lengua de carne será parte a ponderar y exprimir las agitadas y amargas olas de trabajos y aflicciones que batían sin cesar aquel corazón maternal, a la manera que el deshecho oleaje de furiosa y bramadora tempestad azota la dura e inconmovible roca? Para sondear, a la perfección, los dilatados y profundos abismos que anegaban el alma de la Virgen, al pié de la cruz, menester fuera comprender los tesoros inapreciables de ternura y amor de su cora¬ zón de Madre de Dios. Lo cual, dado que excede con mucho la capa¬ cidad de nuestra torpe y tarda mente, podemos entrever, siquiera sea muy imperfecta y confusamente, por algunas breves lazones. De considerar es como María profesaba a su divino Hijo un amor tal y tan grande y, de todo punto, extraordinario, que, según dicen los autores, amaba ella sola más a Jesús que no han amado a los hijos de sus entrañas todos los padres y madres en el discurso de los tiempos. Porque, lo primero, ella sola e.i el mundo vino a ser Madre sin concurso de padre; por lo cual es de creer que Dios in¬ flamaría su corazón con el más encendido y ardiente fuego de acen¬ drado amor paternal. Cuanto más, que la inmaculada Concepción de Jesús fué por obra amorosísima del Espíritu Santo, que es Es¬ píritu de amor. Lo segundo es de notar que Maria reconocía y adoraba en su divino Hijo, a la segunda Persona de la augusta y beatísima Trinidad, al Hijo increado y eterno de Dios, quién, queriendo vestirse de nuesf=- tra mísera mortalidad, se había dignado de tomarla por su dichosí-^^ sima y divina Madre; a su manificentísimo Bienhechor que la habífl??^^ amado y distinguido con amor de predilección sobre todas las puras criaturas; por cuya razón le había prodigado las inefables riquezas * de su larga y liberal mano, colmándola con la plenitud de gracia. Y pues es cosa cierta que los dones y beneficios recibidos son causa de amor ¿qué admirable incendio de amor no causarían en el cora- zón agradecido de la Virgen tantos y tan grandes beneficios y caris- ^ mas como había recibido de la liberalidad y largueza de su amantí- simo Hijo. Pues si tan grande e incomprensible era el fuego de amor que ardía en el abrasado pecho de la Madre de Jesús; y ello es así, que el amor es la medida del dolor ¿qué piélago de amargas aguas de tributación y congoja envolvería y penetraría, hasta lo más íntimo, el corazón de María. Añádese que la afligida Virgen conocía, a la perfección, todos los trabajos, angustias y dolores que arrostraba humilde y entrañable¬ mente nuestro divino Redentor. Ni ignoraba la congoja a par de muerte, que le causaba la vista y consideración de la inutilidad, para 252 El Heraldo de Cristo muchas almas endurecidas en el pecado, de aquella preciosísima sangre que a tanta costa era derramada para remedio y salvación de todo el mundo. De donde provino al alma de la serenísima Señora nuevo aumento de amargura y dolor. En verdad un cuchillo de dos filos de dolor atravesó el amantí- simo Corazón de María. Por donde pudo con razón exclamar y decir: ¡Oh vosotros, los que pasais por el camino, parad mientes y ved si hay dolor que iguale a mi dolor! Por esta causa la santa Iglesia proclámala, a boca llena. Capitana y Reyna de los Mártires. A cuyo propósito San Jerónimo nota muy al propio que los otros mártires murieron por Jesucristo, pero María murió con Jesucristo, por donde fué más mártir que todos ellos. Lo cual declara muy bien San Agustín por estas palabras: Verdaderamente atraviesa tu alma un cuchillo de dolor, y penetra tu corazón la lanza, y rompen tus entrañas los clavos y despedaza tu espíritu entristecido la vista del Hijo crucificado. Fr. Luis CRISTO CORONADO DE ESPINAS Coronadas de espinas rigurosas, De su reino burlado y de su estado. El gentil pueblo, pueblo airado. Tiene las sienes de mi Dios gloriosas. De la sangre las gotas presurosas Cubren el Manco rostro delicado. Sangriento, denegrido, abofeteado, Diciéndole palabras injuriosas. V aunque el ingrato pueblo descendiendo Ve la sangre correr el rostro abajo Que el perdón de las culpas Ies alcanza. Según la tela que le van urdiendo. Aún faltan por cumplir en sus trabajos Clavos, barrena, y cruz, martillo y lanza. Fr. Diego Murillo El Heraldo de Cristo 253 ¡Dios mío, Dios miol... ¿Por qué me has desamparado? María Magdalena al pié de la Cruz H Deshecha en sudor y llanto. Desmelenadas las hebras De su cabellera de oro y encendida su faz bella. Cual roja y linda amapola. En fiebre calenturienta Del dolor y la amargura. De la angustia y de la pena Que despedazaba su alma, María la Magdalena Asida está de la cruz Que entre sus brazos sustenta El cuerpo muerto de Cristo; y con doloridas quejas Que a cualquiera corazón y a cualquier pecho rompieran. Bien que uno fuera de aceio y el otro fuera de piedra. Vuelta su vista espantada A la cara cadavérica De su adorado Jesús, Dice ella de esta manera: ¡Desventurada de mil... ¿Como no muero de pena. Viendo como está mi Bien Muerto y cubierto de afrenta? ¡Oh cielos!... Qué, es lo que veo?... ¿Qué estos mis ojos contemplan?... Aquella cara divina Tan perfectísima y bella Que, ante su extrema hermosura. Palidecía la angélica; Aquella faz sobrehumana Que espejo del Dios Padre era. De sangre y de moraduras ¡Ay dolor!... está cubierta... Aquellos divinos ojos Que iluminaban la tierra. Cual soles mucho más fúlgidos Que la luna y las estrellas. Con luz vivificadora. Con luz infinita, eterna; Aquella vista en que siempre Mirarse mi alma quisiera. Tan grande era la dulzura Que sentía al verse en ella. Que, abrasándose en amor. Se fundía toda entera, ¡ya está apagada y cerrada!... ¡ya no está, no, a mi alma abierta!... ¡Oh! Aquella sapientísima. Sagrada, augusta cabeza Que concibiendo los mundos. Con su infinita potencia Hizo surgir de ía nada La hermosa Naturaleza; Aquella frente divina Que coronarse debiera De estrellas esplendorosas. Ciñe, por sola diadema. Una corona de espinas Puivzadoras y:'sangrientas... Aquellas manos sagradas Que de tierra polvorienta Hicieron al primer hombre. En ese leño sujetas Con clavos ¡cielos! están... ¡Ay que angustia! ¡Ay que pena! Aquellos piés sacratísimos Que, henchida de gran vergüenza. De mis enormes delitos. Lavé, un día, de ardor llena. En el amargado mar De las mis lágrimas tiernas; Estos piés que enjugué luego. Con esta mi cabellera. Perfumándolos con bálsamo Que si valía una hacienda. Era para tales plantas Divinas, casi una méngua; Estos piés que otra vez mi alma En llanto lavar quisiera. Clavados en esa cruz. Mis tristes ojos contemplan... ¡Oh espinas, clavos y heridas! Lacerad mis carnes, que eran Dadas, un día, a placeres Que de rubor, hoy, me llenan. Matad, verdugos infames. Enclavad la Magdalena; No es justo que el inocente Por mí, la culpable, muera... ¡Oh Jesús, mi luz, mi vida. Mi dicha, mi amor, mi prenda! ¿Como tú para salvarme Has muerto de esa manera?... Rómpase de dolor mi alma y estos ojos se conviertan En fuentes... y lloren, siempre, ya que nada más les queda... ¡Acábanse ya mis días!... ¡Esta mi vida fenezca!... Que ya se rompió el espejo Do, verme siempre, quisiera...— Así, abrazada a la cruz. Gemía la Magdalena, En lágrimas y sudor Ardiente, toda deshecha; y más dijera, sin duda. La afligida, con su lengua, A no caer desmayada. Por la fuerza de la pena y el ímpetu del dolor. Encima la dura tierra... Mientras que también de angustia. Ante la muerte y afrentas Del Hombre~Dios, su Criador, Quebrábanse hasta las peñas; y para esconder sus lágrimas. Cubría, con nubes negras. El sol, su rostro abrasado; Quedando Naturaleza, Toda triste y alterada. En pavorosas tinieblas... Fr. J. Caldentey T. o. R. nu nj n rüj fOJ El Heraldo de Cristo 255 ='33215= NTRA. SRA. DE LA AMARGURA. ^DDDDlToO^ El Heraldo de Cristo La lla^a del cosiaá de Cristo I en aquella hora, que era 1’ hora de nona, la Ierra írcmolá en convulsions formidables, i les roques lopaní-se amb gran brugií se varen espolírir. 1 el sol se apaga i les tenebres cobriren 1’ univers. 1 les boques que fins llavors cridaren, llavors restaren closes, i fou fet gros silenci, gros.i imponent... 1 Jesucrist, que havía feta jornada molt penosa, va tombar e¡ seu capen somni delitos... 1 fou llavor-s, llavors que Cristo somniava d’ amors, que en son costat hi brolla una font: una font de dolçures, una font de tendreses, una font de amors... I la font ratja encara. Sempre ratjará. 1 r homo és tan cegó, 1’homo és tan... huiná que, sentint ses entranyes abrasades de set, fuig d’aquell iiyal. El seu cor nit i dia, sense parar may, li demana difxa, li de¬ mana amor... I 1’homo, insensat! creu assaciarlo en correnls del mon, en corrents d’aigues fclides. 1 per omplirlo cerca les rique¬ ses, li procura honors, li umpl copes de piers... 1 tot inútilment. El vest amb ropatges, fins, de seda, i d’or; li aixeca morades, n aixeca palaus ont hi sobra el fauste, bells palaus i grans...; i li dona sirvents, cantors i cantores, i sports, i balls... Mes res el de¬ lita; alió no 1’ aconhorta; no está assaciat. I vol assaciar-lo!... I 1’ homo s’ afanya, i tresca, i pregunta; i pensa, i cabila com ho ha de fer... Pobre homo!... insensat!... Ha fuit del camí que dú allá on cerca. I s’ áfanya debades; tresca inútilment... I, si ho anás a trobar en aquella llaga del costat de Cristo!... si hi anás a xupar!... sentiría infiltrar-se per les seves venes unes coses molí belles, unes coses molí tendres, molí consoladores; que se va obrir estant jesucrist somniant d’amors, puis que aquella llaga, és font de dolçures, es font de tendreses, i es font d’amors... Abril de 1924 Lleó d’Irán ~g- Uldríerns flrtístícns- -Hosníios Peneclnnosx Para iglesias, oratorios, edificios públicos y casas particulares MAUMÉJEIAIM H. = 64-Paseo de la Castellana, MADRID Entre los trabajos más importantes recientemente ejecutados o en ejecución, merecen citarse los siguientes; VIDRIERAS de las Catedrales de Burgos, de Nuestra Señora de la Almudena (Madrid), de Vitoria (España), de Bayona y de Tarbes (Francia), Nueva Catedral de Oran (Argelia), de Fernando Póo (Guinea Española), parroquias de Sta. Eugenia, de S. Martín de Santiago en Biarritz y Pau (Francia), Templo votivo del Sagrado Corazón de Bogotá (Colombia), de los Reverendos Padres Dominicos de Chin, Quinquirá (Colombia), de los Rdos, Padres Pasio" nistas de Toluca (México), de los Rdos. Padres Escolapios de Buenos Aires (República Argentina), del Colegio de Belén de la Compañía de Jesús en la Habana (Isla de Cuba), Nuevo Seminario de Bayona (Francia), nueva iglesia parroquia, de Melilla (Marruecos), Portuguesse Missión Church de Malacca (Estrechos), Iglesia de Orsay, Paris (Francia); Palacio de Justicia de Barcelona, Casas Ayuntamientos de Málaga, Sevilla, Madrid y Biarritz; Nuevas estaciones de Biarritz, de Toledo, de Valencia, Club Español de Buenos Aires, Nuevo edificio del Banco Español del Río de la Plata en Madrid, etc., etc. MOSAICOS de la Catedral de Sevilla, déla Mesquita de Córdoba, de la Residencia de los RR. PP. Jesuítas de S. Sebastián, de la Sta. Casa de Loyola, de la Sta. Cueva de Manresa, iglesia de S. Manuel y S. Benito, de los Rdos. Padres Agustinos de Madrid, Obispado de Pasto (Colombia), de Bayona (Francia), Cinema de Saint Paul de Paris, etc. PARA MAS INFORMES PIDANSE PROSPECTOS NOTA: Con sumo gusto remitiremos a quien lo solicite nuestro álbum, bocetos e inme¬ jorables referencias, con la sola condición de que se nos indique para que clase de obras se designan, dándonos algunos detalles de ella. Contamos con toda clase de elementos para hacerle a usted una obra verdaderamente artística. instGlQCiones Eléctricas s Dfl i /Antonio España'. go Si bo Plaza Santa Eulalia, 9 (esquina calle morey) ' PALMA DE MALLORCA RflFñEL FELIU BLñNES ALMACENES MATONS Sastrería, Trajes Talares, Merinos, Extameñas y toda clase artículos negros y blancos PRECIO FIJO Jaime II, 39 al 47 v 5. Bartolomé, 24 al 28 Palma de Mallorca 5— Antigua Panadería - Horno de la Peletería -DE- JUAN FRAU Especialidad en los panecillos de aceite, salados, franceses, panes blancos, de trigo y de los ricos bizcochos y burregos. 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