El Heraldo de Cristo 1924, n. 178
!EI ^diíís £k mi tierra
-«In¬

L amor de Dios no maia ni

l’amortigua, sino que eieva y

^ ^

"santifica los otros el Creador mismo

amores que
ha sembra¬

do en el corazón del hombre.

El amor de la sangre, impuesto por la
misma ley divina; el amor-de gratitud, fuertemente exigido por la ley natural;
el amor de amistad, tan necesario al co¬

razón humano; el dulce y santo amor de la patria... todos estos amores son otros
tantos satélites que acompañan al amor de Dios recibiendo de él la luz y el calor.

* **

Una herida profunda y dolorosa aca¬
ba de recibir mi corazón... El mandato
es imperioso; abandona tu patria con cuanto en ella amas y vete atierras leja¬ nas: así lo quiere el Señor.
Dios mió! Si algún día habías de im¬ poner tal precepto al hombre, por qué
habías de sembrar en su corazón un
afecto tan tierno a la tierra donde ha

visto por primera vez la luz del día; a la
tierra que ha oído balbucear sus prime¬
ras palabras; a la tierra que vivificada por tu sol y fertilizada por tus lluvias le ha dado generosa el sostén de su vida; a
la tierra donde está la casita de sus en¬
cantos, y los árboles y las flores que
con tanto afán cuidaba; a la tierra que
guarda tal vez las cenizas de los seres más queridos y en cuyo seno pensaba también él reposar después de una vida llena de afanes y trabajos?
Dios mió! Si algún día habías de ha¬
cerme abandonar mi amada Mallorca,
por qué la hiciste tan bella y atractiva; por qué derramaste tan generoso sobre ella los mejores encantos que has espar¬ cido sobre el globo; por qué hiciste tan altas sus montañas y tanfértiles sus va¬ lles; tan frondosos sus bosques, tan her¬ mosos sus acantilados, tan azul su cielo
y el mar que la circunda? Por qué me obligas a no contemplar
más los brillos de esa perla del Medite-

210

El Heraldo de Cristo

rráneo que a nadie has confiado sino a tu misma Madre para que en ella more como Reina y Soberana?
Jamás el deseo de recorrer tierras
inexploradas, ni el ansia de buscar en otros lugares riquezas perecederas, habrian sido capaces de arrancarme de mi Roqueta querida.
Se de cierto que la pena habr'a secado mi corazón si por motivos humanos hubiera yo deiado algún día mi bella
tierra.
Solamente vos. Dios mío, podiais exigirme tal sacrificio. Hágase vuestra
divina voluntad!

* ♦*

Llega el momento doloroso. Olas de tristeza invaden mi espíritu. Mi pobre corazón late con fuerza a impulsos del
sentimiento. Es necesario abandonar mi

querida tierra! Se quedará mi corazón

pegado a ella?

.

,

Imposible! Las tierras donde me dirijo,

por más que lejanas, son tambjen tierras regadas con las gracias y la sangre del Señor. Hay allí también multitudes que esperan un corazón amigo que les ins¬
truya y derrame sobre ellas las influen¬
cias de su calor.

Que hacer pues? En este trance recuerdo que al cora¬ zón del hombre tan diminuto en aparien-, cia le habéis dado una capacidad inson¬ dable qúe le permite contener el mundo
de uno a otro confín. .

El corazón del hombre es bastante

grande para amar con su tierra al mun¬
do entero. Gracias Dios mío! La tran¬

quilidad renace en mi espíritu. Ahora

parto tranquilo.- .

**

y en adelante cuando en su velóz ca¬
rrera recorra el tren extensas campiñas,
desfilarán ante mi vista los campos sem¬
brados de almendros de un pueblo si¬ tuado en la llanura, al que vigila y pro¬ teje constantemente desde peñascosa gruta una Virgen a la que aprendí a amar
desde niño,
Y cuando desfilen ante mi espesos
bosques y mi vista pueda recrearse en bellos parajes recordaré los amenos sitios donde pasé años deliciosos en mi
juventud.

y al pasar por alguna ciudad me aso¬ maré a la ventanilla del tren para distin¬ guir entre las fábricas y altos edificios la fachada y los viejos muros de un con¬
vento donde mis hermanos rezan y en¬
señan... y al lado del atrevido gótico campanario contemplaré con gusto una alta y cuadrada torre rematada con cruz de hierro cuyos brazos se mueven al
impulso de los vientos...
y al distinguir en lontananza alguna alta montaña una blanquecina mancha de
su cima me hará rezar una Salve a una
Virgen boscana que sobre ella tiene pucsío su trono y me hará recordar a
aquel gigante de la santidad y del saber
humano que desde aquellas agrestes soledades se lanzó a la conquista del m.undo parq su Amado.
Todas las iglesias me parecerán una extensa nave gótica de pulcros perfiles y al prosternarme ante el Sagrario, mis oraciones serán más fervorosas, y más
sentidos mis afectos si hallan el Divino
Prisionero en un tabernáculo policroma¬ do de finas y delicadas lincas góticas cobijado por aureo dosclctc.
y cuando en los momentos difíciles de
la vida mi corazón tenga necesidad de consuelo y fortaleza; y cuando en medio
de la inmensidad del océano o en la so¬
ledad de un bosque mi alma sienta la necesidad de un refugio, ah! en ninguna otra parte lo hallaré sino en una humilde ysilvestre capilla demi tierra situada jun¬
to al mar desde donde mi Madre amada,
ante la cual rezan todos los días seres
queridos, vendrá a ayudarme, a fortale¬ cerme y consolarme.
*
Dulce y santo amor de la patria! Es Dios mismo quien lo ha sembrado en
nuestras almas. No es una debilidad el
sentirlo, antes bien espero que cuando llegue el momento de rendir a Dios cuenta de mi vida, para compensar el
grande cúmulo de mis deudas, uno de los ay! escasos méritos que podré presentar
será sin duda el de haber dejado sola¬ mente por amor de Dios a mi querida
tierra.
Fr. Silvestre

El Heraldo de Cristo

211

Estos golpes se oyen en In fábrica
Rogamos muy encarecidamente a los Sres. Corresi’^onsales 3^ suscriptores que se hallen en descubierto 3en el pago de las suscripciones atrasadas^ se sirvan
j^abonarlo lo antes posible^ avisando a esta Administra-
,jpión si lo hacen por Giro Postal.

212

El Heraldo de Cristo
RAPIDA
NOTAS DE VIAJE
En el tren.—París.—En el paquebot “París“

Los empleados, deseosos de cerrar los coches del tren, empujan a los viajeros en tropel avisando en todas las leng'uas: Viaje¬

ros para París. ¡Al coche!
treeeni

al tren! al

y arranca enseg'uida la pesada locomotora

adquiriendo desde los primeros momentos una velocidad vertiginosa

El tren vuela

vuela sin detenerse en las

estaciones. Desde las ventanillas del pasillo

se descubren grandes campiñas incultas y desiertas, después extensos viñedos, oliva¬ res en fruto y bosques de árboles sin hojas cubiertos de nieves, grandes manadas de bue¬

yes paciendo tranquilamente, rios caudalo¬ sos recorridos por ligeras embarcaciones y
cruzados de puentes enormes.
Por aquí y por allí pasan rápidamente po¬ blaciones pintorescas, risueños casorios, tran¬

quilos cementerios, hermosas colinas, lejanas

y vetustas ermitas, una flecha de iglesia destacando su perfil blanco sobre el cielo

azul

Súbitamente cesa toda vegetación y apa¬ recen las fábricas negruzcas, caminos de

talleres, grandes hileras de casas de obre¬

ros

Se aproximan las grandes ciudades

de Toulouse, Limoges, Brive Orleans

A medida que se acerca la capital pasan
delante del tren nuevas fábricas cada vez

más negruzcas, nuevos talleres cada vez más inmensos, nuevas líneas de bifurcación cada

vez más complicadas. El tren se hunde con

rapidez en el suelo y al salir a la superficie los empleados abren precipitadamente las ventanillas y gritan a todo pulmón: ¡París!... ¡París!...

y bajo el cobertizo inmenso se oyen ruidos de herraje, silbidos de pesadas locomotoras, rechinamientos de camiones, crugidos de

escalaras giratorias, chillidos de vendedores

ambulantes; los viajeros en medio de tanta confusión se dirigen en tropel hacía los gran¬

des portalones de salida de la gran estación
central.
¡París!... ¡París!... La gran ciudad!
♦ *♦
Se la ha llamado justa merecidamente, y lo es en realidad, la gran urbe de la ciencia, del arte, de la belleza, de la industria y del
movimiento.
La ciudad de París es una de las más y
mejor adornadas por jardines, y parques, y soberbios edificios, y palacios, y bulevares, y monumentos y plazas extensas. Y por esto no es extraño que sea constantemente visi¬ tada por elementos de las cinco partes del
mundo.
¡París ! ¡París! que es el Sena que se desliza tranquilamente, eterno testimonio y
continuo narrador de la historia de la ciu¬
dad y de la Nación. ¡París! que es la Catedral de Notre Dame
con su fachada de formas góticas purísimas y sus enormes rosetones policromados, y sus altas ojivas y caprichosos capiteles, y atrevidos arcos, y su bosque de columnas sosteniendo las naves del templo que trans-'
miten todavía el eco de las melifluas confe¬
rencias de Lacordaire y los enérgicos ser¬ mones de Masillón y la exposición de nuestro
credo de Monsabré...
y la Sainte-Chapelle con sus ventanales que adornan miniaturas del siglo XIII donde revive todo el Viejo y Nuevo Testamento, y
los reales asientos de San Luis nuestro Santo
Patrono y la Reina su santa esposa. y lo que fué fastuoso palacio de los Reyes
de Francia y hoy palacio de la Justicia con sus estatuas de marmol representando a los Reyes, y el patio llamado de la guillotina, y
el calabozo obscuro de María Antonieta
y la Sorbona que recuerda los grandes doctores de la Edad-Media Santo Tomás, nuestro dulcísimo S. Buenaventura, el gran
dialéctico Escoto...

El Heraldo de Cristo

213

y el Panteón donde descansan (?) los héroes de la Francia revolucionaria lugar frío, silencioso, solitario, donde pudieran esculpirse en cada uno de los pesados bloques de marmol las palabras de la Escritura: Periit memoria
eorum cum sonitu.
Y el museo de Cluny con los baños de Constancio Cloro y las carrozas regias del siglo XVII y estudios de las artes de todos los siglos.
y los Inválidos, verdadero palacio, cons¬ truido por Luis XIV, cruzado de interminables corredores con sus salones esbeltos y la gran capilla que guarda la fastuosa y magnífica tumba, de su real constructor y la urna fría y pesada que contiene las cenizas de Napoleón orlada con el nombre y banderas de otras tantas victorias alcanzadas por aquel Empe¬ rador francés; y luego las piezas de artillería
tomadas a los alemanes en la última guerra,
y el vagón del tren donde el Mariscal Foch firmó el armisticio en 1918 y el primer auto que atravesó las cálidas arenas del Sahara...
y el museo del Louvre, templo magnífico del arte y de la belleza, en cuyos corredores
de una soberbia decoración, se admiran
estatuas y cuadros de todos los artistas, des¬
tacándose entre todos la Inmaculada de
nuestro Murillo que en mal hora salió de la española tierra que la produjo.
y la torre de Eiffel que parece tocar el cielo con su aguja que se levanta a trecientos metros y muestra a la faz de todo el mundo la obra de un gran genio católico: Eiffel.
y las Tullerias, y los Campos Eliseos y e! bosque de Boulogne y el arco de Triunfo con
la tumba del soldado desconocido donde
cada día las manos piadosas de tantas ma¬ dres que perdieron sus hijos en los campos de batalla, depositan ramos de flores y rezan silenciosos por el eterno descanso del alma de aquél héroe desconocido.
y luego la Madeleine, templo magnífico, señorial, aristocrático con sus grandes gale¬ rías de columnas exteriores y situado, como centinela, de Dios en medio de los grandes
bulevares de París.
y por fin el Templo expiatorio del Sagrado
Corazón edificado en lo más alto de Mont¬
martre velando constantemente sobre la gran

ciudad. Aqu) se siente la paz del alma. Es el lugar del reposo, de la tranquilidad, del sosiego, de la quietud de la plegaria. El es¬ píritu lejos del mundanal ruido hastiado de la agitación, descansa en Dios y se alimenta con el pan dulcísimo de la plegaria y el cora¬ zón, presa de suave nostalgia con ansias de lo infinito, le dice a aquella gran imagen del Sagrado Corazón, que tiene extendidos los brazos como para abrazar a Francia y con ella al mundo entero: jAcércanos a tí. Dios mío! más cerca. Señor, más cereal
* **

El tren, veloz, vertiginoso nos transporta
al muelle del Flavre. En el malecón 61 nos

espera tranquilo el paquebot «París» donde debemos embarcar para New-Tork. Es el
vapor más grande y más bello de la Compa¬ ñía General Trasatlántica francesa. Desplaza 36.000 toneladas y mide 242 m. de longitud desplegando una velocidad de 22 millas por
hora. Está dotado de todo el confort moderno

y sus salones no envidian en su lujo y deco¬ ración a los grandes salones aristocráticos. Todos los días se publica un periódico UAt¡antique con noticias recibidas por radio¬ telegrama y se asiste a conciertos y reunio¬ nes de la más rigurosa etiqueta. No falta tam¬ poco una Capilla en el gran salón donde se puede celebrar el Santo Sacrificio.

Es la hora de la partida. Roncan las sire¬

nas, crujen las hélices, la nave arranca pere¬

zosa, pesadamente y empieza a alejarse del

malecón Los pañuelos, blancos como ban¬

deras de paz, se agitan en adiós de despe¬

dida

Los nuestros enjugan una lágrima

furtiva que cae de nuestros ojos y se agitan

también presintiendo que allá lejos, muy

lejos, seres muy amados reciben nuestra

despedida y responden a ella cariñosa¬

mente.

Nada se ve ya sino es el azul del mar in¬ menso que rumorea a nuestros pies y el azul del cielo que nos sonrie y cobija dulcemente. La nave magestuosa sigue su ruta y las aguas ora quietas y apacibles, ora tumultuosas y embravecidas ceden y se abren al contacto y al peso enorme del gran trasatlántico fran¬
cés.

Las horas se deslizan monótonas, fastidio-

214

El Heraldo de Cristo

sas. Las más dulces para nosotros son las
pasadas sobre el puente sentados tranquila¬ mente y fijos los ojos en la línea del indefi¬ nido horizonte con el pensamiento en la Patria que dejamos. Nunca fueron con tanta emo¬
ción sentidas las delicadas estrofas del Emi¬
grant ni nunca sonó tan dulce al corazón la
melodia de E. Sureda. «¡Quina terra tan bella
que n'es Mallorca!> El murmullo de las ondas y el canto de estas composiciones nos trans¬ portan suavemente a la perla sin par del
Mediterráneo...
¡Dios mió! Si era tan bella la patria, y la la amábamos tanto, ¿porqué la abandonamos? Tu es Domine spes mea, portio mea.

La nave avanza, avanza siempre, tranquila,
soberbia, reina de las inmensidades del Océano. Vuelan rozando los mástiles las blan¬
cas g-aviotas eternas mensajeras de paz y tranquilidad y constantes compañeras del viaje. El mar está en calma, y allá lejos, en lontonanza, se divisan ya, envuelto todo en una neblina parda, la estatua de la libertad,
los altos rascacielos, las chimeneas negruz¬ cas de la gran urbe de Norteamérica: New-
York
Fr. G. Tous
A bordo del paquebot «París» 7 de Di¬
ciembre 1923.

A M E L - L E R S F L O R l 'F S

Amb gentil i blanca vesta s’ engalana 1’ lila d’ or quant alça el febrer sa testa
i r amel-ler esía amb flor.
Amb la flore'n novella del rumbos amel-lerar
joyosament s’ cmmantelia la plana y lo comellar.
Sobre eixa flor que a balquena
de matí lo sol desclou, vessa el cel a copa plena
les frescals goles de rou.
M’ evoca los íemps d’ enrera la florida virginal, r espléndida primavera del paradís terrenal.
Per entre 1’ alba bi’ancada
voleya 1’ aucell joliu, i cantant dolça tonada que enamora, aixís me diu:
«A dins cl verger no hi ha cap roser
que en les seves branques porti flors mes blanques que les d’ amel-ler.
Mes bella i gentil que les flors d’ abril, n’ es la flor senzilla que, com la nevada, cl temps d’ hivernada cobreix tota l’Illa.

Eixa fló argentina, mes flay rosa i fina
ne íc la sentor,
que la clavellina;
de la satalía
te la galania gracia i candor.»
'Par r estesa immaculada
gros estol de papallóns d’ ala blanca i argentada que 's junten a perfcllóns.
Quant la lluna concirosa s’ enlayra pel firmament
i la florida abundosa
besa amb sos raigs dolçament;
apar immensa ramada d’ anycllets immaculats que pasturen per la prada
tot sovint cncatifada
per la bruya dels sembrats.
jOh Senyor! si n’ es tant bella
la riolera Illa d’ or,
per tots els indrets masella de la blanca i grácil flor; que será lo Paradís,
on amb llum brillant i clara em mostraréu vostra cara
que 'm farà sempre felís?
Fr. j. Gelabert, T. O. R.

El Heraldo de Cristo

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^de una España nueva, grande y poderoso, de una España católica en cuerpo y alma, fiel y acabado transunto de la España de los Reyes Católicos y Felipe lí, en cuyo tiempo brillaron los hermosos y espléndidos
días llamados dorados: tal es el fervoroso
anhelo y dulce ensueño de todo buen español, en estos días, que corremos, de generación y nueva vida.

Las naciones son grandes a medida que se acogen a la saludable y divina sombra de la Religión del Crucificado del Gólgota. Y según esto, en tanto será España más grande y fuerte en cuanto se intensifique y cunda en la mente y corazón del individuo, y en el seno del hogar y de la sociedad la virtud vivificante y regeneradora de la Religión
Católica.
Atestigua y corrobora esta verdad, por

P.^LMA.—Fiesta de la Cruz Roja. Ei Obispo saliendo de la Iglesia de las Teresas después
de la Misa Solemne. Cliché {Baleares)

¿Brillará, en breve, para nuestra querida Patria el sol refulgente de la grandeza y esplendor?
A la verdad, no es dado a nuestro espíritu correr el velo del tiempo futuro, y predecir, a punto fijo, cual será la suerte, próspera o adversa, de España en el siglo XX.
Con todo, podemos muy bien barruntar, y, casi diría, descifrar esa incógnita miste¬ riosa que, oculta entre las sombras del por¬ venir, mantiene inquieto y ansioso nuestro
animo.

modo brillante, amén de la enseñanza de la historia, el testimonio de la humana razón.
El bienestar, la prosperidad y la grandeza de los pueblos, estriban y se apoyan, como
sobre su fundamento necesario en la uni¬
dad y la paz sin las cuales se dificulta e e impide todo progreso y adelanto.
Mas no cabe duda sino que tanto la paz
como la unidad no florecen ni brillan como
no sea bajo el influjo vital y fecundo de la Religión.
Pospuestos y deshechados los salvadores

216

El Heraldo de Cristo

principios de la doctrina católica y de la recta y sana conciencia, no faltarán nuevos principios y nuevas máximas que vengan a sustituir a aquellos y a ocupar su lugar en
el ánimo del hombre.
Estas máximas serán, en último término, o bien las del absurdo y funesto racionalismo, o bien las del aciago, rastrero y vil utilitarismo.
Examinemos, siquera sea breve y sucinta¬ mente, estos sistemas y diversas doctrinas, y veamos como bajo su perniciosa influencia.

vidual, y aun en cruel tiranía. La justicia y la equidad, el derecho y el deber, el bien y el mal ya no. vendrían a ser sino meras arbi¬ trariedades, y palabras huecas, sin sentido propio objetivo.
¿Caben mayores devaneos y chocheces? Fácil es hechar de ver a que espantoso abis¬ mo de males y calamidades sin cuento se vería reducida la sociedad, luego que, adoc¬ trinados e imbuidos los pueblos en las máxi¬ mas racionalistas, vinieran a ajustar sus

PALMA.—Fiesta de la reconquista. El cuadro de jaimc 1 en la tribuna de la Casa Consistorial

(Cliclie •■Baleares^)

primero, se disipa y desvanece toda concor¬ dia y bienestar social, y, luego, se desmo¬ ronan y derrumban las naciones y los impe¬
rios.
Dejando aparte la coesideración y examen del utilitarismo, para otro artículo, paremos mientes en la esencia y desastrosos efectos del racionalismo, considerado bajo el punto
de vista de la ética.
La doctrina racionalista enseña y defiende la autonomia omnímoda y absoluta indepen¬ dencia de la razón y voluntad humanas de toda ley moral, de forma que sean estas facultades la sola y única causa, fuente y
principio de la moralidad de las acciones
humanas.
De donde se sigue y resulta que la ley, sea divina, sea humana, eclesiástica o civil, care¬ ce de toda fuerza obligatoria, y viene a con¬ vertirse en atroz usurpación de la libertadindi-

actos y su vida a tales y tan grandes y espan¬ tosos delirios y sandeces.
Por cierto, al punto pondríanse a la orden del día ios atentados y asesinatos, los atra¬ cos, motines y' sublevaciones, y, en suma, el desorden universal y la anarquía y el caos y la muerte extendieran sus dominios de niar
a mar.
En hecho de verdad, basta y sobra lo dicho para probar, a ojos vistas, cuán perniciosa y
detestable cosa sea el racionalismo.
Ahora pues, del racionalismo derívase y nace, como de legítimo padre, la fatídica y mil veces vitanda peste del liberalismo que tantos y tan espantosos estragos y ruinas ha causado en nuestra Patria, con la cuml aca¬
baría definitivamente si antes no acabara con
el .España, desarraigándolo de cuajo de la Constitución y demás leyes.
Fr. Francisco

El Heraldo de Cristo

217

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Entrada al Monasterio de Fuensanta
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218

El Heraldo de Cristo

Mumareta, no siau així, excla¬ mava fenf sa plorinya, na
^ ““ ^ CaíalineladeSonTord-rosfií,
a dins sa posada de la vila,
perque sa mare no volía que anas an el ball; mumarela, que voleu que hi vagi?
digau que si! —He dit que no, respon sa mare, i
calla!
—Tirau, mumareta, deixaumhi anar.

—Jo íampoch no hi era estada may, contesta sa de Son Timba, pero no sa¬ beu que ses coses muden? i un día en l’any s’olla’s crema.
—No me sermonen, he dit que no; i no! —Madona, afegeix mado Riaya, avuy no es com altre temps, ses joves han de sortir de caseua, i en tenir s’edat les
han de veure, perque sino —A remavideta, i que vos pensau que

BALEARES - SÓLLER - VISTA DEL PUERTO

—T’iie dit que no, i foris!

—ja hu sou, que no, i que no; pareix

mentida, sense deixarmc anar en lloch

may, i un dia, que me conviden, no hu

voleu

tirau mumare, digau que si!

Quant na Catalineta acabava de par¬ lar, entren sa madona de Son Timba i

madó María Riaya acompanyant n’An¬ tonia de Son Panyo i sa fia de na Co¬

ronelía an el salón áz ca’n Bocaíorta,

i diuen:

—Catalineta, que ja estás preparada?

—No puch venir, respon, mumare no

hu vol.

—Tirau. madona, deixaula venir, diu

mado Riaya,

—No tengueu ansia d’ella, afegeix sa

de Son Timba.

—Per no tenir ánsia, respon sa ma¬

dona, lo mes net es que no’s moga

d’aqui, que a sa meva edat may he vists

aquest balls.

la tench tiradora? o vos eréis quelatench venal? a remavida penada, jo no la tench
de demes, i a ca nostra esta ben be i
acalá la pogués tenir tota la vida. Es
balls? bon ball mos cantaria en son
pare, que si una cosa du pes secorrat és, es ball, i bon ball tendriem!
—Res, madona, no vos desincomodeu, diu sa de Son Timba, cadescú co¬ manda a caseua.
—Noltros per més fer, afegix mado Riaya; no res, dispensan, adiós.
Com a picades de taranta s’en van a veure en Marsal que les havía d’acompanyar an es salón, li conten lo succeit, i com ell pretenia na Catalineta, sa be¬ gué es cop com sa figuera. Un poch mes tart, se topa amb el tio Toni de na Cata¬ lineta, li conta es disgust i el Senyor
Toni li contesta:
—Canario, saps que ha fet de be, sa

El Heraldo de Cristo

210

meva cunyada en no deixar anar na Ca-
talineía an es ball.
—1 perque Senyor Toni? tan de mal hi
veu vosíé?
—Anem a ca nostra i en parlarém un poch, canario.
A devant la casa toparen en Tofolet de Son Garriga i mestre Madú, el qual vegent en Marsal que acompanyava an cl Senyor Toni, diu.
—Marsal, que ja cercas s influrenci
del tio?
— Canario, sap, que, quien a bon ár¬
bol s'arrima bona ombra le cubica; en-
trau, tols, perque lo que’n de ventilà es

que fa, es pulissardo? inventa es ball i ja te armat per ses dones.
--Senyor Toni, vosté pereix un mes-
sioner!
— Canario, amb aquest invent des ball, ses dones, comcnsen pes luco, vanidat,
modes a cual mes dolentes, vestits
curis, escotats, clarins, i que se jo, cana¬ rio, i quant s’enpiulcn per anar an es ball. deixen l’Angcl de la Guarda tancat a dins sa cambra, diguení; esperem per¬ què allà a on jo vaitx tu no hi pots en¬ trar; i allá an es ball amb sos vestits
indecents, sa música encisadora, s’aímósfera calentíssima i mesclada gent de

Baleares

palma vista de portopI

de dominio público, tots ho poren sentir; se tracta, de que vos pensau? idó vos ho diré, des ball, a canario!
Entren tots i mestre Madú diu, jo he
sentit a dir quc’s bail, es lo més ignocent, que a Sivilla, sa baila devant el Bon Jesús patent.
—Recorantes, no importa anar tan en¬ fora, tenim es cossiers, es cavallets, i cts
indios, i que no bailen adins sa missa?
-—Ola, ola, i David ballava a devant
s’Arca; pero, recanario, no’s aixó, diu el Senyor Toni. Escoltan, voltros tots sou homos que per mes que no hagueu
estudiat a Muníissión o a s' Examinari
sabeu sa doctrina cristiana, i que los enemigos del alma son
—Si, Senyor, mon, carn i dimoni.
—Canario, molt be idó; el mon, com inimich de s’ánima, per pérdre ets ho¬ rnos tenía moltes guaridos, tavernes, cafés, canario, molts de xibius de tota
casta; peró per ses dones no’n tenía, i

tota casta, canario, hi ha tots es medís
per agafar i dur a perder tantes de dones, veyes i joves, i ignocents; i com si nobastas així, inventa s agarrao o de salón que aquest si que’s un filat fort y de maia espesa quc’s qui hi cau a dedins, difícilment en sortirà, canario. ¿Ball agarrao? az/n conciencia, i honor, i ho-
nestidat.
—Senyor Toni, vosté farà llarch, diu
mestre Madú.
—Llarch? canario, escoltan, mestre: vos teniu sa dona i una fia; tu, Tofolet, tens dues germanes; i tu, Marsal, sa germana, sa cosina i na Catalineta que vols que sia sa teva esposa; idó be, si diumenge en sortir de missa, es mitx de sa plassa, uns quants homos veys o joves, s’afarrassen a elles i aferrats
comensassen a voltar, que dirieu i que
faricu?
—Que diriem? remil carretades, jo no hu sé; lo que fariem seria posarhi ses

220

El Heraldo de Cristo

mans i amb quaíre cops de puny los rebeníariem, va respondre un.
—1 perque? canario.
—Perque? que no sería aixó un escàn¬ dol i una deshonra per tots? i qualsevol la permeí a caseva!
Recanario, ja caureu de s’ase, ja; ido,
que no es aixó maíeix, feí dins es salón, en so ball que diven agarrao? i per ven¬ tura lo que seria deshonra i escàndol es mitx de sa plassa, no hu es a dins es ball? Que trobes Marsal, canario, que no haf et be, sa cunyada en no deixar
anar na Catalina an es ball?
—Si, senyor, que hu trob; jo no hi havia pensat be en tot aixó.
— Canario, i encara vos puch dir mes coses; escoltan, encara que deixin tan¬ cat l’Angel de la Guarda per anar an es ball, ses al·lotes i ses dones, en tenen
un altre d’Angel i es s’empagaiment, sa
vergonya, aquella roseta que los surt a sa cara; idó be, a reca/7ar/o, aqueix pulissardo d’inimich, los roba aquestaltre Ant gel, posanílos una careta, en es balls des

carnaval i tapada sa cara, i no coneixentles, poren dir i fer, lo que no s’atre¬ virien amb sa cara destapada.
—Recorantes, Senyó Toni, ell vosté
cava fondo, i la tren be a sa reí des mal des ball.
—Canario, no i encara no vos dich es mal que dú i ses consequencies que ve¬ nen des balls; si no fos hora de sopa vos ne contaría de verdes i de madures, pero, anit ja s’es fet tart.
--Te raó, ja será un alíre día, respón mestre Madú, i aixecantse tots se des-
pedlren.
Lectors i voltros lectores d’Eu He¬
raldo DE Cristo, es aixó es concepte
que teniu des balls del día, invenció en¬ demoniada per dur a pendre ses dones fluxesdepern quevanatals devertiments? Ala ido, apreniu i posau en práctica aquets derrers dies i sempre, sa llisso, que pel vostro be material i espiritual
vos ensenya avuy.
Es Vev de Son Alegre

Sevilla.—Vista del Salón Murillo, donde se conserva la colección DE cuadros de Murillo que perteneció al Convento de Capuchinos

221
El Heraldo de Cristo

LA FELICIDAD

-s——

ADA hay en el mundo con tantas

veras apetecido, y con tantas

ansias y desvelos buscado co¬

mo la felicidad.

“La busca el tierno niño así que des¬

punta y asoma en su razón; corre solícito

mente
en su

la luz de
demanda

la
el

mancebo en los hermosos días del abril

de su vida; la busca el hombre en su

edad perfecta y madura, y tras ella corre
presuroso al tiempo que el crecido nú¬
mero de sus luengos días cubre su ca¬
beza con la nieve de las canas, y el pe¬

so de sus muchos años le obliga a ca¬

minar encorvado.

A todos sonríe risueña y placentera
allá en lontananza: quién la divisa en las

riquezas y abundancia de bienesmateriales, perecederos y corruptibles; quién en
los recreos y divertimientos; éste en los baios y rastreros placeres y goces de los sentidos; aquel en los vanos y efí¬

meros honores y dignidades; unos en

las ciencias y artes; y otros, por último,

en la fama y aura popular.
Todos corren, a vela y remo, en de¬ manda del hechizo que ha de constituir su felicidad en esta tierra. A este fm se

enprenden largos y penosos viajes, se
atraviesan los mares procelosos y em-
brevecidos, se recorren los dilatados continentes, pónense a contribución las'

energías del alma y del cuerpo, trabája¬ se dia y noche, se salvan mil estorbos, riesgos y dificultades que salen al paso;

y, en fin, se sufren y arrostran todo lina¬
je de trabajos sinsabores y amargas

pesadumbres. En medio de eso, la felicidad que so¬
ñara nuestro corazón, las más veces,
viene a ser pura fición y ensueño dora¬ do de nuestro espíritu, y, cuando no, diría-
se que no se logra si no es para volver a perderla, según se disipa y desvanece

de pronto

Según esto, ¿habremos de concluir,

por ventura, que la feficidad en esta vida

no es sino una bella y hechicera, pero

falaz y crúel ilusión? No, por cierto. El

Espíritu Santo nos avisa por boca de

su Profeta Rey donde se encuentra la

verdadera paz y sólida felicidad que

puede disfrutarse
Bienaventurado

en el

esta tierra,
hombre que

diciendo:
teme al

Señor.

En la práctica de la virtud, en el san¬

to amor y temor de Dios, en la abnega¬

ción y sacrificio de sí mismos, en los

desprecios y humillaciones, en una pa¬

labra, en el santo servicio de Dios, es

donde se encuentra ese potente y mis¬

terioso embeleso que así atrae y subyu¬

ga nuestro corazón. Por
divinamente S. Agustín:

donde diio
nos hiciste.

Señor, para ti y nuestro corazón esta

desasosegado hasta tanto descanse en ti.

Por eslo no dan con la paz y felicidad

los rhundanos, porque nó la . buscan en

Dios, manantial perenne, fuente y origen

de toda felicidad.

Fr. Luis

C r \\n \\ c: Sí Fr3nciso3n3

CAPDEPERA

Con un explendor y lucidez extraor¬

dinaria se celebró el día veinte y seis de

Diciembre próximo pasado, en el Con¬

vento de las Hermanas Franciscanas de

este pueblo, una fiesta altamente simpá¬

tica, con motivo de la bendición de las

imágenes de la Inmaculada Concepción,

y de San Francisco
dicho Convento por

dedoAssíds,evreogtaasladfaamsi¬a

lias.
Estaba la capilla ricamente adornada con extraordinario gusto y suma exqui¬

sitez.

A las diez de la mañana se verificó la

bendición, ceremonia que efectuó nues¬

tro amado Sr. Vicario D. Lorenzo Pa¬

rera, siendo padrinos de la Inmaculada los encantadores niños José Nicolau

Bauzá y Antonia Melis Cursach, y de
San Francisco el exconcejal del Ayun¬

tamiento de Palma, nuestro amigo don

Mateo Garrió Amorós, y la joven María

Fiol Bauzá, cantándose seguidamente

por el
Deum

coro de hijas
a dos voces

de
de

María, el Te-
Singerberger,

empezando luego la misa mayor que celebró el dicho Sr. Vicario, asistido de

222

El Heraldo de Cristo

D. Juan Melis, y D. Francisco Fusíer, diácono y subdiácono respecíivamenfe,
cantándose la misa a coro deTassi.
Después del evangelio subió al púlpiío nuestro estimado y reverendo Sr. Curapárroco el cual con la suavidad y dul¬ zura que en el son características, pon¬ deró, las glorias de la Virgen.
Terminado dicho acto pasaron al sa¬ lón-escuela las autoridades y demás asistentes a dicho acto, en donde les fué servido expléndido refresco.
Por la tarde, a las cuatro hubo expo¬
sición menor en cuyo acto fué cantado por el coro de niñas el- trisagio del maestro Cabellas,
Tanto en la misa mayor, como en la
función de la tarde, estuvieron dichas
cantoras inspiradísimas.
Por remate de dicha fiesta fué cantado
por el Coro Davídico, un villancico a
tres voces, que cantaron magistralmente
cual ellos saben hacerlo.
Párrafo aparte merecen todos los ve¬
cinos de lo calle del Convento lo mismo
que los de la calle de la Luna, por el realce que supieron dar a dichos feste¬ jos. A la entrada de dicha calle del
Convento fué levantado un hermoso
arco, de elegantes proporciones, en cuyo
centro se destacaba un bien trazado
escudo, con las iniciales de María,
no habiendo casa de aquel barrio que no ostentara en su fachada, la ban¬
dera española, o la de la Inmaculada. Al dar por terminada esta reseña pe¬
dimos al Altísimo por mediación de la Inmaculada, y de S. Francisco, una bendición para todos los que directa o indirectamente ayudaron a dar esplen¬ dor a la fiesta; y que no sea la última vez que podamos asistir a fiestas de esta índole, tan tiernas y conmovedo¬
ras.

Día 14 del pa'-iado Diciembre murió el ter¬
ciario D. Jaime Contó Casellas, abuelo de nuestro hermano en relio'ión Fr. Rafael Nadal, confortado con los auxilios espirituales a la
edad de 81 años.
Reciba su familia, en especial Fr. Rafael nuestro más sentido pésame.
D.® Concepción Baamonde Fstelrich
Día 16 del mismo mes falleció también la
hermana terciaria D.® Concepción Baamonde
Estelrich a la edad de 73 años.
La muerte inesperada de esta fervorosa terciaria y devotísima de N. P. S. Fran¬ cisco dejó consternado todo el pueblo, prueba manifiesta de las muchas simpatías de que
gozaba. Su carácter afable, su virtud no vulgar y su
delicadeza extremada por no ofender a nadie hacian que la amasen cuantos la trataban y
conocían. Nunca abandonaba sus devociones
prej)arándose todos los días para la muerte la que seguramente no la encontró descui¬
dada aunque fué repentina. Por muchos años desempeñó el cargo de
Presidenta general de las Hijas de María apreciándola todas muchísimo por el interés que se tomaba para esta Congregación. Tuvo en gran estima el titulo de terciaria que ostentaba, y se manifestó siempre gran pro¬ tectora de la Orden Franciscana en especial de nuestra Comunidad de Artá. Ingresó en la Tercera Orden vistiendo el escapulario día I de Julio de 1902 y fué admitida ó la profesión día 22 de Septiembre del año siguiente. Per¬ teneció por mucho tiempo al Discretorio de¬ sempeñando actualmente el cargo de Maes¬
tra de Novicias.
Descanse en la paz del Señor la ilustre fi¬
nada.
Al mismo tiempo que nos unimos al justo dolor que embarga el corazón de su hermana D.“ Remedios, Ministra de la T. O. supli¬ camos una oración por el alma de la difunta.

Día 1 de Enero murió en la paz del Señor
la hermana terciaria D.“ Micaela Carrió Mas-
sanet a la edad de 74 años.

El Heraldo de Cristo

223

Selva
Día 13 del pasado Noviembre falleció en el convento de Relig-iosas Franciscanas de Selva Sor Margarita de Alacoque Nadal Frau
iiatural de Manacor a los 19 años de edad y
2 de profesión religiosa.
Era la finada de carácter bondadoso y jodal. Desde hacía dos meses venia padecien¬ do una enfermedad en la garganta que iba poco a poco minando su existencia. Durante ;u larga dolencia edificó a todos por su pa:iencia, resignación, silencio y ardiente de¬ seo de unirse con su Amado Esposo por quien deseaba padecer mucho.
Su muerte fué santa como lo había sido su
s'ida.
Manacor
Sor Margarita de la Inmaculada Estarellas y
^ascual natural de Buñola falleció en el con-
■enío de Religiosas Franciscanas de Manacor |1 27 del pasado Noviembre, a las 3 de la arde, a los 30 años de edad y 5 de profesión eligióse.
Después de su profesión estuvo dedicada ^la enseñanza y educación de las niñas hasa que una penosa enfermedad le impidió jercer este oficio; pero no por eso dejó de •abajar cuanto pudo, pues su carácter activo o le deja! a perder ni un momcr.to de tiem-
o hasta ios últimos días de su vida.
Fué siempre observantísima; no permiti^ unca que la hermana enfermera le prestas® srvicio alguno durante los actos de comu~
idad.
Era muy caritativa, siempre alegre, silenosa y fiel cumplidora de sus obligaciones. Sufrió con heroica resignación los dolores s su enfermedad y su muerte ha sido la de ia santa diciendo algunos minutos antes de orir, que estaba muy contenta y tranquila. Dios la haya acogido en su seno.
Palma
Día 14 del próximo pasado diciembre y a ta edad muy avanzada durmióse plácida-
ente en el Señor la fervorosa terciana doña
isefa M.® Penya. La finada cumplió con suma fidelidad los iberes de piadosa y cristiana madre, y irante toda su vida y especialmente durante
última enfermedad dió múltiples y evi¡ntes pruebas de su fe viva y piedad acen¬ ada. Con frecuencia hablaba de Dios y de os quería que le hablaran, y las largas hos que pasaba en santas y espirituales confsaciones eran para ella los momentos más
Ices de su vida.
pl recuerdo de la extinta permanecerá por impre grabado en el corazón de cuantos la

conocieron, y su familia jamás olvidará los muy sentidos y santos consejos que su madre adorada les dejara.
La piadosa señora y fervorosa terciaria D.® María Valls Forteza, tras breve enfer¬ medad y confortada con los Santos Sacra¬ mentos, entregó su alma al Creador día 7 del próximo pasado Enero.
El carácter franco y bondadoso y las acri¬ soladas virtudes de la finada le grangearon el afecto y la estima de cuantos tuvieron oca¬ sión de hablar y tratar con ella.
La finada, como verdadera amante e hija de San Francisco, practicaba todas las virtu¬ des cristianas y de una manera especial la limosna y la oración.
Con rigurosa puntualidad asistía diaria¬ mente al santo sacrificio de la misa y se ali¬
mentaba con el Pan de los fuertes, y su mano
generosa siempre estaba abierta para soco¬ rrer las necesidades del prójimo.
La Hermandad de Terciarios, la Cofradía
de la Purísima y del Beato Ramón Lull, esta¬ blecidas en nuestra iglesia de S. Francisco pierde uno de los miembros más asiduos y exactos en el cumplimiento de sus obligacio¬
nes.
Galonee
Día 4 de Enero falleció el hermano don
Antonio Adrover Adrover a la edad de 75
años.
Fué muy ejemplar por su modestia en el templo y por su caridad que nunca le permi¬ tía hablar mal del prójimo.
Descanse en paz el piadoso terciario.
R. 1. P.
Biloliog'ra.fía,
Consagración a Makív Reina de los cora¬
zones. Dremita en tres actos por el Padre Fr. Buenaventura Botella, O. F. M.
Con verdadero placer y vivo interés hemos leido y saboreado las amenas y piadosas páginas de este dramita destinado a fomen¬ tar y difundir la santa y nunca bastantemente recomendada devoción para con la Reina de los Angeles y Madre nuestra María Santí¬
sima.
No dudamos, sino que contribuirá, en gran manera, a extender la provechosísima prác¬ tica de la Santa Esclavitud de María, prác¬ tica muy grata a los ojos de esta celestial Señora y que reporta a sus dichosos esclavos copiosas lluvias de gracias y bendiciones.
El brillante y feliz éxito con que se ha re¬ presentado en muchas ciudades de España
y América constituye su mejor y más hala¬
güeño elogio, a la vez que su más eficaz re¬
comendación.

224

El Heraldo de Cristo

Guía del alma devota o lecturas piadosas
para ioda clase de personas especialmente
Terciario Franciscanas, que deseen orde¬
nar bien su vida y alcanzar la perfección
cristiana, escritas por el P. Fr. Buenaven¬
tura Botella, O. F. M.
Muy útil y provechosa conceptuamos la obrita, que nos ocupa, en orden a fomentar y nutrir en el ánimo de los terciarios el santo y fecundo espíritu franciscano.
Asentado y probado con el testimonio irre¬
cusable de Benedicto XIII como la Tercera
Orden de S. Francisco es real y propia¬ mente una verdadera Orden, e indicado como,,
seg'ún expresión de León XIII, «es el remedio más eficaz para curar los malés presentes» pasa, luego, el autor a discurrir, de un modo breve y sencillo, acerca de las diversas re¬ glas conforme a las cuales debe el buen ter¬ ciario ordenar sus ocupaciones piadosas y prácticas de devoción.
Trata del buen uso del tiempo, de la ora¬ ción vocal y mental, de la comunión euca¬ rística y espiritual, del santo sacrificio de la Misa, del Director espiritual, de la caridad y de otras varias virtudes.
Es para notar, singularmente, el capítulo
XVI donde el autor trae a colación las santas
y loables costumbres que debieran sostenerse y fomentarse entre las personas piadosas.
No pocos grados y quilates añaden al mé¬ rito de la obra los apéndices que van inser¬ tados al final del libro, mayormente el pri¬ mero, por donde échase de ver, a ojos vistas, cuán copiosos y espléndidos sean los tesoros de gracias privilegios e indulgencias con que
han tenido a bien los Sumos Pontífices hon¬
rar y magnificar la Venerable Orden Tercera
de San Francisco.
En medio de eso, para complemento y ma¬ yor provecho y utilidad del libro, a nuestro humilde entender, debiera habérsele añadido
un esbozo siquiera de la vida y poderoso
valimiento de nuestro seráfico Padre, y una encarecida recomendación de la devoción
del Sagrado Corazón de Jesús y del glorio¬
so Patriarca San José.
Con todo, no por eso deja de ser la obra muy útil especialmente a las almos piadosas. Por lo demás, está harto bien presentada.
Conforme a esto, pues, no podemos me¬ nos de recomendarla muy de veras a cuantas personas deseen aprovechar en el camino de la. perfección; en tanto que damos a su piadoso autor mil plácemes por la devota obrita con que ha venido a enriquecer la ya
nutrida biblioteca de la ascética franciscana.

Enterraments y Obits del Real Convent de
Sant Domingo de la Ciutat de Mallorca.
Copia de un manuscrito del Donado Ra¬
món Cñlafüt. Año de 1787. Continuado
con un apéndice que contiene copia de las partidas originales desde 21 de Julio de
1788 hasta 31 de Julio de 1835. Por Jai¬
me de Oleza y de España.
Sabida es la religiosa costumbre, (la cual se remontaba a los primeros tiempos de la Iglesia) que tenían los fieles cristianos de dar digna y honrosa sepultura a sus mortales despojos en los templos del Señor.
No -hay que decir que nuestro religioso pue¬ blo mallorquín tuvo y practicó tan devota
costumbre. Nos dan testimonio de ello, a
más de los libros de testamentos, los pavi¬ mentos de las iglesias que tode'da no se han
enladrillado.
y en particular, por lo que hace a la real y magnífica iglesia de Santo Domingo de Palma, demolida allá a mediados del siglo
pasado por la piqueta revolucionaria, consta, de una manera brillante, por el libro a cuyo propósito escribimos estas breves lineas.
Lo compuso, en su mayor parte el Donato Ramón Calafat, sacristán que fué del real
Convento de San Francisco de Palma. Con¬
tiene unas sucintas noticias de las más prin¬
cipales familias enterradas en Santo Domin¬ go, sacadas puntualmente de los libros de defunciones que se guardaban en el archivo
del Convento de este nombre.
El autoi, a su muerte, hizo donación del manuscrito a D. Jorge de Oleza, según se lee en la parte interior de su primera cubierta. Desde aquel día la noble y distinguida fami¬ lia de Oleza lo ha conservado con singular cuidado y esmero en su notable archivo.
Al efecto de dar a conocer tan curioso e
interesante libro lo ha copiado y dado a la estompa, en buena hora, nuestro ilustre amigo y entusiasta arqueólogo, el Coman¬
dante de Infantería D. Jaime de Oleza y
España. A más, como el manuscrito de Calafat no
comprendiese sino hasta el día 21 de Julio de 1788, felizmente ha tenido por bien proseguirlo el fervoroso arqueólogo hasta
el día 31 de Julio de 1835, día en que se terminaron los enterramientos en el real
Convento de Santo Domingo, sirviéndose al efecto de las partidas originales.
De esta manera D. Jaime de Oleza y Es¬ paña, una ijez más, se ha hecho acreedor a ia gratitud de las gentes ilustradas, mayor¬ mente de los amigos de antigüedades.
Gustosos, desde estas humildes columnas,
le damos nuestro más sincero y entusiasta parabién.

Tip. Nueva Balear