Ventas al por mayor y cietall DELEGACION PARA BALEARES ;v '' 'V .... Oorj.q.’u.ista.d.or, ,:T J Novedades para Señora y Caballero FIJARSE BIEN con los precios y calidades inmejorables de los artículos I de esta importante casa \\ Oa-lle Oolórx, : IE=*a.lr¿a. d.e ly£a.llQxca* S. S. Pío XI quien recibió solemnemente a los Reyes de España 194 El Heraldo de Cristo Discurso de 5. M. el Rey de España ante .el ¿olio Pontificio X SANTÍSIMO PADRE: Con vivas ansias He deseado. Santísimo Padre, que lleg-ara este instante feliz en que acompañado de la Reina, a quien poco ha concedisteis la distinción sing-ularísima de la Rosa de Oro, había de presentar ante el Solio Pontificio el homenaje de Mi sincero afecto, de Mi filial veneración, al que se unen, en compenetración íntima, la Familia Real, Mi Gobierno y Mi Pueblo. La acogida que en estos momentos Me dispensáis, más que bondadosa, paternal, con suntuosidad y esplendor nunca iguala¬ dos, por ser el primer Monarca español que en el decurso de las centurias visita al Vice¬ gerente de Dios en la tierra, conmueve hon¬ damente Mi alma, sin que acierten Mis labios a encontrar frases que dignamente expresen Mi fervorosa gratitud. Estas distinciones las recibe un Soberano, que juzga como su mayor timbre de honor llevar el título de católico, concedido por un antecesor vuestro a uno de Mis preclaros predecesores, un Soberano que se gloría en serlo del pueblo español; de ese pueblo que, sin que ninguno le hayo aventajado en grandeza en los fastos de la humanidad, por su adhesión nunca entibiada a la Santa Sede, es el primero en los anales de la Iglesia Católica. Circula a torrentes. Santísimo Padre, por la Historia española la savia de la fe; si la Cruz de Cristo dejara de sombrear nuestro territorio nacional, España dejaría de ser España. La predicación del Apóstol Santiago y la Aparición de la Virgen en el Pilar de Zaragoza, • hacen ya de Mi pueblo el predi¬ lecto de la Providencia; la fusión de todas las razas desparramadas por el solar hispa¬ no bajo el cetro de Recaredo, teñido en la sangre de un mártir, augura ya la misión que desempeñará Mi pueblo en la Historia: la de ser el soldado de la Religión, la de ser el defensor indefectible de la Iglesia Cató¬ lica. Por eso, cuando los sectarios de Mahoma se derraman por nuestra Península en bata¬ llas gigantes, en continuo jadeo de siete siglos, nuestros padres sirven de dique a aquel turbión ,de barbarie que amenazaba a Europa, y con Europa a la Iglesia de Cristo, arrojando de nuevo a los hijos del Islam a sus desiertos africanos. 7 no satisfechos to¬ davía con haber realizado «solos» la Recon¬ quista, la Cruzada de Occidente, nuestros guerreros cierran con broche de oro las Cruzadas Orientales, sepultando en las aguas de Lepante, allí donde flotan unidas las Ban¬ deras del Pontificado con las Banderas es¬ pañolas, la Media Luna, que amenazaba con¬ vertir el Mediterráneo en un lago musulmán. 7 en defensa de la Religión contra los sec¬ tarios de Lutero corren nuestros Tercios a las , dunas de Flandes y a las orillas del Elba, como antes contra los árabes habían ido a Alarcos, y a Las Navas, y al Salado y a Granada, aquellos caballeros de epopeya, corderos al tañido de la campana que llama a la oración, leones al sonido del clarín que convoca a la pelea, que constituyen las Orde¬ nes Religioso-Militares de Santiago, Cala¬ trava, Alcántara y Montesa, cuyas veneras, como Gran Maestre, por delegación Apos¬ tólica, ostento con ufanía sobre Mi pecho, como escapulario de Mis creencias, como pregón de Mi arraigada fe. Rehecha la unidad nacional bajo los Au¬ gustos Monarcas Católicos, Fernando e Isa¬ bel, Dios confía a España la misión de com¬ pletar con sus descubrimientos la geografía del Orbe; y las carabelas de Colón, en cu¬ yos mástiles ondea la enseña española, sur¬ can mares desconocidos y hacen surgir de entre las ondas el Continente americano; y un navio aprisiona por vez primera con es¬ tela de espuma, que es estela de gloria, al planeta, navio que sale de puertos españoles y por piloto lleva al legendario Elcano. 7 para gloria de la Religión y grandeza de la Patria, nuestras Universidades con sus en¬ señanzas, y nuestros artistas con su genio, y nuestros Códigos con sus cristianas dis¬ posiciones, y nuestros Misioneros llevando el Evangelio a las más apartadas latitudes, y nuestros teólogos, asombro en Trento por su ciencia, y nuestros místicos haciendo hablar a nuestro idioma el lenguaje de los ángeles, y nuestro pueblo con sus costum¬ bres y sus tradiciones de honda raigambre secular, están pregonando a través de los siglos, que todos los ideales, todas las gran¬ dezas, todas las glorias de España han bro¬ tado de la tierra bendita, integrada a la ve El Heraldo de Cristo 195 :'L-í* . T'V'á'^iíí^-ílf5^14^1 /• •-ty-'íí'-, ;:‘-’»v 'é'j jví^ ' Ü. ti4>. S. M. el Rey Don Alfonso IXIII •196 El Heraldo de Cristo por el patriotismo y por la Religión; porque lencia de la Santa Sede' en la designación de • nuestros soldados y nuestros Misioneras, y cargos y personas hecha por el Regio Pa¬ nuestros descubridores, y nuestros navegan» tronato, deseoso del bien de la Patria, pero tes, y nuestros Reyes, tan numerosos que promovedor celosísimo también del honor superan a las arenas del desierto, tan escla¬ de la Iglesia española. Y como ruego, -donde recidos que han dejado un reguero de luz pongo Mi corazón y con el cual creo recoger en los anales de la humanidad, jamás enar» los anhelos todos de la raza, a impetrar Me bolaron la Bandera de España sin que estu¬ atrevo de Vuestra Santidad que el mundo • viera rematada por la Cruz, y al descubrir americano que forma casi un tercio de los el Nuevo Mundo y crear veinte Naciones en Católicos del Orbe, tuviera representación el Continente americano, en el pecho de más numerosa en el Sacro Colegio; petición aquellas naciones encendieron la fe de Cristo, que hago. Santísimo Padre, en este lugar, aun antes de poner en sus labios la gallarda uno de los más augustos de la tierra, para lengua de Cervantes. proclamar la aspiración vehementísima de No se ha entibiado la fe de Mi pueblo, España de fundirse en apretado abrazo de Santo Padre; no se ha disminuido ni un ápi¬ cariño con las que antes fueron sus colonias ce, la que desde Mi niñez, fruto de las ma¬ del Nuevo Mundo, para que unidos los es¬ ternas enseñanzas, arde en Mi corazón; pre¬ pañoles todos, los de allende, y los de gonándolo está la Consagración que en el aquende el Océano, la raza hispanoameri¬ Cerro de los Angeles, con aplauso de todos cana llegue al cénit de la grandeza que en Mis súbditos y la presencia de Mi Gobierno, el mundo le corresponde, por haber sido la Hice de España al Corazón Sacratísimo de propulsora de los más altos ideales de la Jesús. humanidad y por haber cobijado todas sus Al llegar hoy ante Vos, Santísimo Padre, glorias bajo los brazos redentores de la á rendirle el testimonio de Mi inquebrantable Crúz. adhesión, intérprete de los anhelos de Mi y al desear. Santísimo Padre, que mientras pueblo, vivamente deseo que esta visita sen seáis el Piloto de la nave de San Pedro, la piedra miliaria desde la cual se acentúe, si ^ Paz, hija del Cielo, reine en la tierra, y de¬ posible fuera, el amor de España para con saparezcan los obstáculos que la política, la Sede Apostólica, la bondad de la Sede la herejía y la incredulidad han opuesto al Apostólica para con España. A Vuestra San¬ avance triunfal de nuestra Religión, y se tidad acudo para que con su.> exhortaciones, dilaten las Jerarquías Eclesiásticas por toda de autoridad indiscutible y siempre acotadas la redondez del Planeta, y en el Mundo no por los católicos españoles, se logre, dentro haya sino un sólo rebaño y un Pastor sólo; al^·' del justo amor de cada uno a su región res¬ pedir con todo rendimiento, como Os pido. pectiva, el bien común de todas las regiones, Vuestra bendición paternal para España, Mi fundidas en unidad suprema de la Madre Real Familia y el valiente Ejército que en España; ante Vos He de hacer también me¬ Africa lucha por implantar la justicia y la^ moria de los títulos y privilegios que por civilización, solemnemente Os prometemos, sus servicios a la Iglesia recibieron de la Santo Padre, que si un día, en cumplimiento Santa Sede Mis predecesores en tierras de de la divisa que según San Malaquías co¬ infieles, especialmente en aquella comarca rresponde a Vuestro Pontificado, — «fides donde se cumplió la Redención del hombre intrepida»—la fe exigiera de los Católicos y nació y murió Nuestro Señor Jesucristo, los mayores sacrificios, no regatearían los y no He de omitir tampoco la satisfacción españoles ninguna clase de sacrificios; y si efusiva con que contemplaría, formando en la «Guardia noble» de Vuestra Santidad a en defensa de la fe perseguida, nuevo Ur¬ bano II, levantarais una Cruzada contra los caballeros españoles, nobles entre los no¬ enemigos de nuestra Sacrosanta Religión, bles, fieles entre los fieles; ni con qué gra¬ España y su rey, fidelísimos a Vuestros man¬ titud Me enorgullecería, si, cuando surjan datos, jamás desertarían del puesto de ho¬ intereses encontrados entre las Naciones, nor que sus gloriosas tradiciones les seña¬ ningún pueblo aventajara en la predilección lan, por el triunfo y por la gloria de la Cruz, de la Sede Apostólica al pueblo español; ni cómo había de agradecer que se extremara, si todavía pudiera extremarse, la benevo¬ qíie junto con ser Bandera de la Fe, es tam¬ bién Bandera de la Paz, de la Justicia, de la Civilización y del Progreso. El Heraldo de Cristo 197 Disciarso de Su Sasiiidad contesiaudo al Mey de España «Bien venidos seáis, augustos y amadísi¬ mos hijos nuestros. Nos es muy grato y muy gustoso dirigiros estas palabras aquí en Roma, cuando aún resuenan los ecos de los solemnes actos con que honramos el Centenario de aquellos gran¬ des santos vuestros, que responden a los nombres de Ignacio de Loyola, Francisco Ja¬ vier y Teresa de Jesús, y que ya por sí solos bastarían para honrar a un gran pueblo. Tam¬ bién por Nos, augusto y bien amado hijo, era vivamente deseada esta hora que ha so¬ nado tan dichosa y tan alegre como solemne. verdaderos para la defensa de la santa causa de Dios y de su Iglesia, todo esto nos con¬ mueve con una emoción tan sentida y profun¬ da como alegre y consoladora.. Ni un solo instante podemos tardar en responderos que Nos no nos gloriamos me¬ nos ni estamos menos orgullosos, paternal¬ mente orgullosos, de contar en la inmensa familia que Dios, en los benditos arcanos de su misericordia y su consejo, se dignaba confiar a nuestro corazón y a nuestra solici¬ tud, con un Soberano tan noble caballero de Dios y de su Iglesia y con un pueblo tan El Soberano Abriéndose poso pom poder peneiror en la Catedral (Cliché "'Baleares") Doble alegría sentimos al ver a vuestro lado, saludándola y bendiciéndola al mismo tiempo que a vos, a la augusta compañera vuestra, a la graciosa Reina, a quien enviamos nuestra Rosa de Oro, hecho que vuestra ma¬ jestad, con filial gentileza, ha querido recor¬ dar, y que venía a significar precisamente cuán especial benevolencia le reserva nuestro corazón de padre. El hecho de que vos, con sentimientos y palabras dignos de vuestro grande y santo predecesor Fernando el Católico, os preciéis de este título, verdaderamente glorioso, y os enorgullezcáis al ser Soberano de un pue¬ blo a quien ninguno ha superado, como es verdad que ninguno le superó en su adhesión a la fe católica y a esta Santa Sede, a quien vos, al mismo tiempo que vuestro pueblo, os ofrecéis con fe y con ardor, como cruzados constantemente, más aún, tan heroicamente fiel. A aquel pueblo que tan antiguo e innato heroismo desplegó ya en los días lejanos de Viriato, Numancia y Sagunto, que renovaba y consagraba con la sangre de Fructuoso, Paciano, Hermenegildo, Eulogio, Alvaro y tantos otros gloriosos mártires de la fe cató¬ lica: como más tarde en las santas batallas de la reconquista, y después de nuevo en las orillas del Elba y en Lepante, y también en la maravillosa epopeya de aquellas navega¬ ciones que tan vastos campos de benéficas y pacíficas conquistas abrían a la fe católica en el Nuevo Mundo y en muchas partes del mundo entero. y es este pueblo aquel en donde tanto es¬ plendor de cristiana santidad, de arte y de ciencia sacra encendieron Dámaso, Pruden¬ cio, Facundo, Ildefonso', Isidorcf, Leandro, 198 El Heraldo de Cristo Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Francis^ CO Javier, Juan de la Cruz, Juan de Dios, Pedro de Alcántara y otros innumerables; verdadera cohorte de gigantes del espíritu. Al enumerar, aunque fragmentaria y fugaz¬ mente, tantas magníficas cosas. Nos parece entender mejor cómo y por qué tan privile¬ giados y envidiables favores y sonrisas os ha concedido siempre y os concede aún la Reina del Cielo en Zaragoza, en Montserrat; cómo y por qué una veneranda tradición os une tan estrechamente en relaciones gloriosas el Apóstol Santiago; cómo y por que una pági¬ na, divinamente inspirada, revela con cuánto deseo anhelaba estar entre vosotros el Após¬ tol de las gentes, deseo que le ponía an los labios y el corazón el hermoso nombre de España, y que fué realizado, según nos ase¬ gura Clemente, mientras Inocencio I con toda seguridad atestigua que para fundar vuestras primeras iglesias, desde Roma envió sus misioneros el mismo Príncipe de los Após¬ toles. Deberíamos deciros con cuánta y con qué complacencia de nuestro corazón paternal os hemos seguido, mientras en un vuelo sublime pasabais rápida y fulgurante revista de las glorias católicas y,patrióticas de vuestro no¬ bilísimo pueblo, de vuestra, y también nues¬ tra, digamos mejora un tiempo vuestra y nuestra católica y fidelísima y magnífica España. Deberíamos deciros con cuánta cor¬ dialidad, con cuánto ardor, anhelamos veros posiblemente satisfecho, cosa extremadamen¬ te difícil en este mundo, en todos vuestros de¬ seos, y a este fin poder Nos mismo llevar el tributo de nuestra cooperación; y daremos gracias a Dios, como un favor especialísimo, por cualquier ocasión que quiera enviarnos en que tengamos posibilidad de manifestarlo. Deberíamos deciros..., pero con ninguna pa¬ labra podremos expresar todo lo que nos llena la mente y el corazón en vuestra augusta y piadosa presencia y ante vuestra cálida y alada palabra; aquello que una y otra evocan y representan a nuestro espíritu; la visión asombrosa de todo vuestro grande y nota¬ bilísimo pueblo; de toda su magnífica historia. Precisamente por esto, porque sentíamos que ninguna palabra podría bastar, os hemos dado una respuesta inmediata, que debía y debe decíroslo todo: un abrazo paternal. En vos y con vos hemos querido abrazar todos vuestros afectos más caros, todo vuestro pue¬ blo. Cuando el abrazo acercaba nuestros co¬ razones, hemos sentido que en vuestro cora¬ zón real estaba vuestro pueblo, como tam¬ bién estaba en el día no lejano, que vos ha béis tan vivamente recordado, en el que le ofrecisteis y consagrasteis al Corazón Divino de Jesús con un gesto inmortal de verdadera y verdaderamente soberana caballerosidad. digno en todo déla historia y de la hidalguía del pueblo castellano, caballeresco por ex¬ celencia. Diréis a vuestro pueblo que en aquel Divi¬ no Corazón, en el cual le habéis puesto vos, lo encontramos y lo encontraremos todos los días en nuestro cotidiano coloquio con el Sacramento; le diréis también que de aquel Corazón donde palpita la vida del universo pedimos y pediremos para él como también para su Rey y su real familia, toda gracia y todos los dones de paz, unidad, prosperidad y gloria. Si hay allí también pobres, pero siempre queridos hijos nuestros, que no quieren acer¬ carse al Corazón Divino, les diréis que no por esto Nos les excluimos de nuestras ple¬ garias y de nuestras bendiciones sino que por eso mismo volvemos a ellos con el más vivo sentimiento de piedad paternal nuestro pensamiento y nuestro afecto como ovejuelas lejanas a las que se volvía el Pastor Di¬ vino, suspirando por la unidad del rebaño. Paz, unidad, prosperidad y gloria, estos dones vendrán todos juntos, como el cortejo de una reina celeste, cuando se verifique la paz de Cristo en el reino de Cristo. Paz, uni¬ dad, prosperidad y gloria; ninguno de estos dones—nos lo dice un seguro presagio del corazón—faltará a vuestro pueblo, si, bajo vuestra guía, siguiendo vuestro ejemplo, permanece y continúa siempre por el camino de sus padres, señalado y sembrado con tanto esplendor de ejemplos inimitables; si, renaciendo siempre en los hijos la fe y la piedad de los padres, la santa Religión, ex¬ presión unida y completa del cristianismo y todas sus benéficas energías, continúa en las leyes y en la escuela; y por estos cami¬ nos únicos y verdaderamente conducentes al fin ejercitara su influjo saludable en la sociedad, la familia y la vida pública y pri¬ vada, llevándolos.a la santidad y la civiliza¬ ción verdadera, en la ciencia, el arte y la concordia de las mentes y los corazones. Por estos caminos nos encontraréis siem¬ pre prontos a la cooperación, y si es preciso a la ayuda, a Nos y a nuestros venerables hermanos del Episcopado español,' gloria de la Iglesia Católica; y con el Episcopado, bajo su guía y disciplina, al Clero secular y regular, que tantas hermosas páginas de caridad, ciencia, apostolado y patriotismo ha escrito. y ahora descienda nuestra bendición, como deseáis y pedís, sobre vos, vuestra graciosa reina, vuestros hijos, amor y esperanza de España, vuestra augusta madre, vuestros magistrados, vuestro valeroso Ejército, todo el pueblo español, toda España. Sobre vos descienda y permanezca siempre. El Heraldo de Cristo m COMPATIU-LÓ... A Betlém de Judá, dins l'Establia Ell és Jesús 1... á'. hi és nat un Minyonet encisador, V i un Infant qu' en vore'I tot extassía. un Nin que roba'l cor I li falta agombolí... í está glaçat de fretí... Ell que va encendrél sol ' N'és blanc i ros, escullit entre mil... tremola ajacedet ^ sobre'l pallús ! ^ Sa faç és molt mes bella Compatiu-^ló. que les roses qu'Abril cada matí esbadellt... Veniu, l'adorarém, gent de les encontiades; Qu'és de preciósí... veniu, l'escalfarém Al firmament hi penjà les estrelles eix Infantó tan bell; amb ardentes besades de pur arno. Llbó d'Iràn romplí de maravelles Janer de 1923. a fi ílesplandor...;n'es Ell l'Omnipotent, 4 % 1.0« ReyeSf con Primo de Rivern se dirigen ol pnlocio de la. Ex^ma. Sra. Marquesa -viuda de Vivol. (Cliché "Baleares") >r,p‘ 200 El Heraldo de Cristo El Heraldo de. Cristo 201, A S M. EL REY DON ALFONSO XIII ¡Rey augusto. Rey bueno, Rey glorioso! No soy yo ni poeta ni juglar; Oscuro rimador quiere, boy, cantar Tu fe ardiente y tu nombre esplendoroso. . . De Católico el título heredaste Del ínclito Fernando de Aragón; E intrépido ante el mundo proclamaste Ser este tu más fúlgido blasón. Cuando la hidalga y noble patria mía. La más constante, que, en la Fe, se ha visto. Quiso servir de trono a Jesucristo, Que prometió que en ella reinaría, y en la piedra esculpió su fe acendrada, Mientras, rendida Europa, lastimera Gemía al pie de Marte, desangrada; Tú, con piedad, con devoción sincera. Consagraste al Divino Corazón La nación que Jesús diote en herencia; La heroica España a quién su pro videncia Ama con singular predilección. Gesto sublime, rasgo de hidalguía. Que llenó de entusiasmo el pecho ardiente De tu pueblo español, bueno y creyente, ¡Oh Rey augusto de la patria mía!... y hoy mismo, cuando valles y montañas Aún repiten el viril acento Con que se desbordó tu sentimiento. Cantando nuestras épicas hazañas, Al confirmar a Rio tu adhesión. En nombre de esa España tan querida, ¿No oyes como de gozo estremecida. Te aclama tu católica nación?... Nunca Jamás, los españoles labios Supieron, como Tú, ensalzar su historia; Tu amor a España te dará la gloria Que Tú diste a sus héroes, santos, sabios. Paso de its Reyes por la calle de Palacio (Cliché "Baleares"') D. Alfonso en el palio del cuariel de Inca {Cliché "Baleares") Tu fe y tu patriotismo, de esperanza Llena nuestro anhelante corazón. Que suspira y añora la pujanza Que otro tiempo alcanzó nuestra nación. y al verte, Alfonso, tu obra cimentar Haciendo revivir la fe prístina De España, nuestra mente ya adivina Que presto su pujanza ha de tornar.. Que Jamás, nuestra España, patria amada. Más noble, más gloriosa y grande fué. Que cuando ella y su Rey, con mano armada. Luchaban en defensa de la fe.. Refiere, entonces, su dorada historia. Las más grandes, patrióticas proezas; y es luego Europa, tróno de su gloria, y América, pregón de sus grandezas. Por esto a Rio, Tú, con voz sonora. Dices, ¡oh Rey! <que tu nación católica <íFué siempre escudo e invicta defensora. <De la Iglesia Romana y Apostólica. < Que el intrépido ejército español *No ha tenido Jamás enarbolada <Su bandera teñida en sangre y sol, <-Sin que por la Cruz fuera rematada. <-Si levantares, como nuevo Urbano, *-La cruzada en defensa de la Fe, <A defenderla con mi pueblo iré, <-En el pecho la Cruz; y arma en la mano.-» ■ Por tal gesto, en el Arce Vaticana, De virtud, de piedad, de fe ardiente. Te aclama, Alfonso, la nación hispana. Rey augusto. Rey bueno. Rey valiente. Fr, J. Caldentey, T. o. R —— 202 El Heraldo de Cristo ¡LUZ! .¡LUZ! N el caos inmenso en que se agitan los pueblos .brilló una aurora! Los hombre* cansados de abrir sus ojos en las tinieblas, los vol¬ vieron ansiosos hacia ella, y sintieron pasar por sus almas un hálito, vivifi¬ cador. jBendito sea Dios! Ya se produce en todos los ordenes una saludable reacción. En el orden político se ha compren¬ dido que aquellas famosas libertades, exhibidas siglo y medio, como conquista de los tiempos modernos y resumen de los derechos del hombre, no eran en el fondo, sino recurso para que pudieran obrar sobre seguro ios malvados de todo género; amparo dé todos los crí¬ menes, y refugio de todas las malas doctrinas. Se ha visto que el parlamentarismo es fuente envenenada que mata toda inicia¬ tiva recta y noble; y hace crecer y de¬ sarrollarse las tendencias más insanas y las pretensiones más absurdas. Se ha experimentado que la claudica¬ ción de la autoridad ante el mal, es in¬ justicia que oprime y estrangula el bien; y que las debilidades en el gobierno y las contemporizaciones y tolerancias de los espíritus apocados e ineptos, no serán nunca medio para llevar a los pueblos por caminos de bienandanza y prosperidad. En el orden económico se parte ya del razonable principio de que el Erario Público tiene fines más levantados que sostener a miles de personas cuyos em¬ pleos se crearon para que les sirvieran a ellas; o alimentar francachelas de va¬ gos, o vicios de políticos más o menos famosos y renombrados. Y se ha des¬ cubierto que en la administración de la cosa pública la moralidad es una fuente de grandes beneficios, y la severidad en los gastos una necesidad ineludible. En el orden social, la repetición de los desengaños nos ha convencido de que el capital, y el trabajo no son enemigos, sino hermanos; no deben aborrecerse, sino apoyarse mutuamente; no despre¬ ciarse uno al otro sino abrazarse estre- chísimamente. Ya los obreros de buen sentido apren¬ dieron cuan poco valen y aprovechan las propagandas de tantos profesionales del obrerismo, que vivian y medraban pre¬ dicando huelgas, reivindicaciones utópi¬ cas y horrorosas venganzas. Ya se llegó a la perfecta comproba¬ ción de que el trabajo es ley inevitable a la cual en vano intentarán sustraerse los hombres; pues en las consecuencias mismas de su conducta hallarán dura sanción a tal desvario. Y hemos comprendido que no serán grandes ios pueblos, ni prósperas las naciones si’ el santo trabajo no vuelve a sus cauces naturales, rectificados por la fe y pulidos por el amor cristiano * Todo esto hemos' aprendido bien en 1923. ¿No es verdad que es bello? ¿No es verdad que es útil? ¿No es cierto que todo esto es verda¬ deramente restaurador? Y sin embargo no es nuevo. No tiene otra novedad que la que tiene despues de la tormenta el rayo de sol que anuncia su fin; o la que tiene des¬ pues de una noche oscura el amanecer de un día primaveral. Todo esto que tan penosamente, y tan a costa nuestra hemos aprendido noso¬ tros, lo sabían perfectamente nuestros abuelos, lo dicta el sentido común, y lo estuvo pregonando constantemente la Santa Iglesia. Pero Deslumbrados por el brillo de tantos descubrimientos científicos, embriagados por el endiosamiento de nuestra razón, cegados por nuestro orgullo, enloque¬ cidos por el desbordamiento de las pa¬ siones, vuelta con desden la espalda a El Heraldo de Cristo 203 todo lo sobrenatural, ¿cómo habíamos de hacer caso de las antiguallas de nues¬ tros abuelos, o de las enseñanzas de la Iglesia? Más Dios, que hizo sanables a las naciones, si por nuestros pecados nos había abandonados a nosotros mismos, al ver los extremos de desdicha a que ha¬ bíamos llegado por su misericordia sin límites se compadeció de nosotros, y dijo una palabra...,,fy/5 luz fue hecha... los EstadosUnidos, políticos y educado¬ res reclaman la instrucción religiosa co¬ mo base indispensable del edificio social. América del Sur se estremece de entu¬ siasmo a la presencia de un cardenal español. Alemania eleva cada vez'más el catolicismo en el gobierno como me¬ dio único de salvarse,— Italia ordena terminantemente la formación religiosa de sus niños, y manda poner el Crucifi¬ jo en las escuelas. El Rey ei» el palacio de "Vivo! {Cliché "Baleares") jCuán bellos, y cuán provechosos y cuán puestos en su punto nos parecen ahora aquellos principios y aquellas doctrinas y enseñanzas que antes ha¬ bíamos despreciado! ¡Cuán extravagantes y desatentadas vemos ahora que son tantas teorías y tantas doctrinas que se habían procla¬ mado a los cuatro vientos como una gran conquista de la razón humana! *** ¿Y la fé? ¿No lo veis? En Inglatera se afirma la necesidad de volver a los principios cristianos. En ¿No veis como se levanta esplendo¬ roso el sol de la fé, iluminando con sus rayos las naciones todas? No veis como baña los pueblos la luz del Evangelio? «* * Pero este sol y esta luz dan de lleno sobre nuestra querida España. En un momento la hemos visto cam¬ biarse en rumbo político, económico y social; y emprender caminos de regene¬ ración y de engrandecimiento. Ya el ciudadano español se siente dueño de si mismo; ya el obrero honra¬ do trabaja cuando y como le conviene: 204 El Heraldo de Cristo ya la industria abre confiada sus talleres y la ciencia sus centros y la religión sus templos. Ya nuestro pueblo, al cual nos pinta¬ ban como enamorado de la ficticia obra liberalesca, ha demostrado bien con que indiferencia, mejor diré,, con que entu¬ siasmo ha visto su desaparición. y yo no sé lo que Dios nos reserva para el porvenir. No se si seremos una nación de gran potencia económica, que posee fuertes escuadras y numerosos aviones. No sé si tendremos recursos para hacer llegar hasta el último pueblo y el último ciudadano las comodidades de la vida moderna. No sé si nos aventajarán en riquezas y adelantos materiales las demás nacio¬ nes del mundo. Pero sé lo que enseña nuestra histo¬ ria, y lo que veo y estamos viendo todos. La historia nos enseña que España es como aquellos genios admirables, co¬ losos de la ciencia y del arte, que en medio de estrechez y de pobreza, produ¬ jeron sus obras inmortales. Pobrisima era cuando aprestó las na¬ ves que descubrieron el nuevo mundo; pobre cuando esparció por todo el orbe sus misioneros y sus conquistadores; y no sobrada de recursos cuando regia con su cetro los destinos de la tierra. Y es que España, que lleva la grande¬ za en el corazón y en el alma, no nece¬ sita ser engrandecida a fuerza de medios materiales; basta con que no la sujeten y empequeñezcan hijos espúreos o go¬ bernantes ineptos. Y jlo que estamos viendo! Hemos visto la bella compenetración entre nuestro pueblo y nuestro Rey! Hemos visto crecer la figura demues¬ tro Monarca, a medida que, libre de convencionalismos políticos, pudo dar salida a los sentimientos de su alma tan cristiana y tan española. La hemos visto tomar proporciones gigantescas cuando,- postrado- ante el Papa, ha hecho su profesión de fe y de piedad, y ha dicho que España será nuevamente el heraldo de la Religión y el sostén de la Santa Iglesia ■ Ya no parecen mayores las figuras de nuestros grandes Reyes, que forjaron un día con su alma y con su espada el espíritu y los límites de España. Y ¿hemos de creer que esta nación tan bendita de Dios no será grande? Mejor dicho: ¿no podemos afirmar a la hora presente que España es hoy por muchos conceptos la nación más envi¬ diable de la tierra? Un día memorable a presencia de una multitud inmensa, y a la faz del mundo, nuestro Monarca postrado ante la ima¬ gen del Sagrado Corazón de Jesús, le consagró fervorosamente nuestra Patria: y el Señor que aceptó la consagración, quiso tener escrito a sus pies lo que es de cada día mayor verdad: Reino en España, Y este es el secreto de nuestra gran¬ deza presente y futura. Fr. P. i. C. Merinos® ^itiorear SELLA y risueña sobremanera I rompe y asoma para España ^ la aurora del nuevo año, que viene a sumarse a los mil nuevecientos veinte y tres que han trans¬ currido desde aquel primero, en que alumbró al mundo el Sol de justicia y santidad, Cristo jesús. Rey inmortal de los siglos. Principio y fin de todas las cosas. Pasado ha y desvanecídose la aciaga noche secular del liberalismo: la noche de la inacción, la inercia y la apatía para todo lo bueno y grande, para todo lo bello y sublime; la noche del desacierto, del desorden y de la revolución; la noche de los grandes infortunios, quebrantos y calamidades; la noche en que vagaban, por doquier, y reinaban a sus auchuras las densas y siniestras sombras de la El Heraldo de Cristo 205 .ignorancia, del error, la indiferencia y la irreligiosidad; la noche, en fin, de la miseria, del olvido y de los síntomas de la muerte. En tan funestos como desastrados pa¬ sos iba España caminando, en esa no¬ che más que centenaria, a su total y completa ruina, despeñándose, de grado en grado, en la honda y negra sima de la anarquia y del caos social, cuando, de improviso, una clara, apacible y sor¬ prendente luz vino a rasgar tan negras y espantosas sombras de muerte. Suscitado por Dios, aparece, de re¬ pente, en la escena de la política, un hombre singular y estraordinario; empu¬ ña, en aras de su ardoroso y acendrado patriotismo, las riendas del gobierno; da, con destreza y brio, el golpe de gra¬ cia al caduco y funestísimo sistema libe¬ ral, y corta a maravilla, y hace mil añi¬ cos la larga, pesada y ominosa cadena que ignominiosamente tiene aherrojada a su patria. Desvanécese, incontinenti, la negra cerrazón que, amenezadora y terrible, cerníase sobre los destinos nacionales, y España logra, al fin, respirar libre y hol¬ gadamente, a la manera que se huelga y salta de gozo el hombre que acierta a librar sus molidos hombros de onerosa y abrumadora carga’ A cuento de esto, bien será levante¬ mos los ojos a admirar y engrandecer la sabia, justa y misericordiosa Provi¬ dencia de Dios, que, árbitro supremo y absoluto Señor de los destinos de los pueblos, ya humilla y abate, ya levanta y engrandece a las naciones, según que se desvien y aparten sus pasos del sen¬ dero de su santa ley, o que corran por el real y suave camino de sus manda-mientos. Porque, en verdad, esta es la causa primera y fundamental así de la prosperidad y grandeza, como de la de¬ cadencia y ruina de los pueblos. Buen testimonio de esta verdad nos suministran ios fastos de la historia es¬ pañola. Fracciónase, un día, nuestro dila¬ tado e inmenso imperio colonial, desga¬ jándose de la magnífica y preciosa coro¬ na de nuestra patria, cual otras tantas ricas joyas y preseas, multitud de bellas y fértiles colonias. Llueven, otro día, a graneL acerbos infortunios y desastres atroces, de forma que no restan ya sino ruinas y escombros de nuestra fenecida pujanza y grandeza. Pues todo ello, a ojos vistas, no es sino por obra y amor de la indiferencia religiosa, de la irreligión y de la impie¬ dad que, a paso, fueron tomando carta de naturaleza^,entre nosotros; que por al¬ go esta escrito, contra el pueblo que no observa la divina ley: haga el Señor que caigas a vista de tus enemigos. Y en ei medio día andes a tientas, como sue¬ le andar un ciego en tinieblas, y no aciertes en tus caminos (1) Por el contrario, también iluminó el sol de la grandeza y magnificencia, con sus dorados rayos, la patria hispana; y entonces, brillaron aquellos venturosos días, que con razón llaman dorados, de gloria y explendor; días venturosos en que eran sin par nuestra agricultura e industria, y en que pasaba de vuelo a todo otro del mundo nuestro comercio. A la par, esplendoreaban las letras y las artes, en tanto que nuestros invic¬ tos tercios recorrian, coronados de glo¬ ria, la Europa, contando por el número de sus batallas los laureles de sus bri- llanres vistorias. Ni iban en zaga nues¬ tros marinos y aventureros que, con la fama de sus hechos llenaban la Europa, y daban gloria inmarcesible y eterna a la afortunada Patria, cuyo nombre reso¬ naba bendecido y glorioso de. un confin a otro del mundo. Días dorados y, por todo extremo, fe¬ lices eran aquellos; mas tengamos abi¬ erto ante los ojos que tan rara y extra¬ ordinaria grandeza y magnificencia ha¬ llábase esmaltada, a maravilla, y realza¬ da en tercio y quinto por la hermosura sobrenatural y divina de la virtud y san¬ tidad que brillaban, a la sazón, en nues¬ tra patria, cual refulgente y explendo- roso sol. Por esto no se hartaba el cielo de prodigarnos, a manos llenas, los tesoros de sus bendiciones. Afortunadamente, tan bellos y placen¬ teros días no han pasado y fenecido pa¬ ra siempre, como quiera que no se ha apagado y extingido todavia la luz de la religión y de la piedad que alumbra nu¬ estro pueblo. Vislúmbranse, de nuevo, allá, en lontananza, y asoma y sonrie ya su rosada aurora, mensajera feliz del esplendoroso día. (1) Deut. '2S-25 (2) Deut. 28-29. 206 El Heraldo de Cristo Desde el punto, por siempre feliz y glorioso, en que nuestro pueblo, presi¬ dido, digna y caballerosamente, por su católico y fervoroso rey, con gesto su¬ blime y encantador, cayó de hinojos, reverente y conmovido, al pie del gran¬ dioso y magnífico monumento, erigido, allá en el Cerro de los Angeles, al Co¬ razón Sacratísimo de jesús, y, de lo ín¬ timo y profundo de su corazón, exhaló aquel sublime acento y fervorosa plega¬ ria: Venga, pues, a nosotros tu santísi¬ mo Reyno, que es reino de Justicia y de amor. Reina en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la ciencia y de las letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias: (1) desde aquel punto, fácil era de ver que volverían a brillar para España, a la corta o a la larga, nuevos días y nuevos tiempos de gloria y felicidad. Por ahora, cosa es, en verdad, de admiración, como avanza, a velas tendi¬ das, nuestra patria, camino de la paz, prosperidad y esplendor. Enderrocada yace ya en la sima del pasado (por lo menos así es de creer y esperar que suceda) la institución funesta del parla¬ mentarismo, causa de infinitos males; trabada y cohibida se halla la absurda manifestación y proganda de las talsas ideas y principios disolventes: acabóse con los motines, revueltas y asesinatos; funcionan exentos de coacción y veja¬ men político los tribunales de justicia; persíguese el juego; es reprimida y mul¬ tada, con arreglo a las leyes, la blasfe¬ mia soez, y encuentran su digna y me¬ recida sanción la pornografía, el liber¬ tinaje y todo género de corrupción social. Tales y tan bellas y halagüeñas son las vías por donde, a la hora de esta, camina y corre, a grandes pasos, y a más andar, la católica España, camino de su completa y cabal regeneración. Mas, sobre todo esto y muchas otras cosas que pasamos en claro, en gracia de la brevedad, causa, mantiene y radi¬ ca en mi ánimo la viva fe y dulce espe¬ ranza en el próximo porvenir glorioso y magnífico de España, la grandiosa, sor- (1) Acto de Consagración de España al Sagrado Conzón de Jesús, leído por S. M. el Dev D. Alfon¬ so Xill. prendente y espléndida profesión de fq católica, sin par en los tiempos moder¬ nos, que, por boca de su augusto y ca-i tólico monarca, ha hecho, a la faz dea mundo entero, el pueblo español. De hoy más, la bandera sacro-sante, de Jesucristo ondeará triunfante y glo-j riosa, donde se ice la bandera de Esé paña, enarbolada por la bendita mane del eximio e inclito Rey Alfonso Xjlj^^ que, con arrestos de apóstol y cual de^ nodado adalid y campeón de la fé, pre-> gonado ha, a boca llena, que tan luega como el Romano Pontífice, nuevo Urba-, no segundo, levantara, en defensa de le. fé perseguida, una Cruzada, contra lo& enemigos de Nuestra Religión, España, y su Rey, fidelísimos a los mandatos del Vicario de Cristo, Jamás disertarían^ del puesto de honor, que sus gloriosas, tradiciones les señalan: por el triunfo y, por la gloria de la Cruz, que Junto con\\ ser bandera de la fe, es también bande-, ra de la paz, de la Justicia de la civili-zación y del progreso: conforme divi¬ namente se expresa en su áureo, garbo-, so, estupendo y luminosísimo discurso del Vaticano, con cuya publicación, gus¬ tosísimos, honramos, altamente, las hu¬ mildes páginas franciscanas de El He¬ raldo DE Cristo. Fr. Francisco 55. IVIiVI. D. fliíonso XIII y D.» Victoria Eugenia en Maiiorca L día 30 del pasado Noviembre, tu¬ vo Mallorca el alto honor y 1» honda satisfacción de recibir la vi¬ sita de nuestros amados Reyes. Doblemente puede sentir esta honra y este gozo, porque fué Mallorca el primer punto de España que pisaron Sus Majestades después de un viaje tan fausto como el que acababan de realizar al centro del orbe católico y cuna de nuestra raza latina. La fecha del 30 de Noviembre es digna dequedar grabada áureamente en los anales de esta tierra. Cuando aún dura la resonancia de la cristiana salutación pronunciada por nuestro Soberano ante el Papa, dando con ello edificantísimo ejemplo a la faz de todos los pueblos y las naciones; cuando aún no se ha extinguido el eco de los entusiastas vítores que estallaron a su paso por el fraterno país de Italia, nuestros Soberanos encuentran aquí El Heraldo de Cristo 207 las primeras demostraciones de fervorosa adhesión y cálido afecto con que su pueblo exterioriza el íntimo regocijo con que ha visto que sus más caros sentimientos hayan sido t*n fielmente interpretados por la arr- gusta voz de su Monarca. La acogida que le dispensó el pueblo ma¬ llorquín fué calurosa; todos los trenes, así ordinariós como extraordinarios, venían aba¬ rrotados de pasajeros; numerosos camiones hacían constantes viajes trayendo gente de los pueblos. Los Reyes debían desembarcar en Palma; mas por la madrugada se recibió en los cen¬ tros oficiales un radiograma anunciando que debido al mal tiempo, la escuadra española se dirigía a la bahía de Alcudia, a donde se proponía llegar entre nueve y diez de la mañana. En vista de lo cual, el Capitán ge¬ neral, el Gobernador civil y otras persona¬ lidades salieron para Alcudia con objeto de esperar la llegada de los Reyes. A las io‘30 desembarcaron los Monarcas; enseguida emprendieron la marcha.hacia Inca, atravesando la histórica ciudad de Alcudia, el Obispo, revestido de pontifical; las comu¬ nidades parroquiales, representaciones mili¬ tares de gran gala. Poco después llegaron a la vasta plaza de la Seo, que se hallaba sen¬ cillamente atestada, viéndose, la fuerza armada en grandes apuros para contener las dos mu¬ rallas de gente. Seguidamente entraron los Monarcas en el amplísimo templo que estaba totalfnente ocu¬ pado por la multitud. El entusiasmo llegó a tal grado, que sin atender a la santidad del templo, se prorrumpió en vivas y aplausos a los Reyes. SS, MM. tomaron asiento en el presbiterio bajo dosel. El Obispo entonó el «Te-Deum>. La escena era magnífica y so¬ brecogía el ánimo. El esplendor propio de la Realeza, la polícroma iluminación del áb¬ side, el brillo y el oro de los ornamentos daba una impresión de grandeza y esplendor que arrebataba y conmovía. Después del «Te-Deum,» los Reyes visi¬ taron las reliquias, marchándose luego al palacio de la Marquesa Vda. de Vivot. Du¬ rante el trayecto, recibieron grandes muestras de entusiasmo popular, llenándose el coche que aparecía adornada con sus mejores galas; el pueblo todo al pasar los Reyes, prorrumpió en vítores y aplausos, A las ii‘4o SS. MM. llegaron a Inca, donde les recibió el pueblo en masa. El Alcalde en¬ tregó un ramo de ñores a la Reina. Allí los Reyes visitaron la parroquia y el cuartel. Enorme público, que no cesaba de aclamar a los Reyes y a Primo de Rivera, estaba esta¬ cionado en las vias del tránsito. La ciudad estaba de fiesta, engalanada con colgaduras y arcos de triunfo. A la 1-30 de la tarde llegaron los Reyes a Palma. Les recibió el Ayuntamiento con el Alcalde señor Salas; el Cuerpo consular, el Presidente de la Cruz Roja; la Escuela de Comercio; el Delegado de Hacienda, señor Soldevila; el Marqués de la Cenia y otras distinguidas personalidades. El Alcalde habló con el Rey y luego pasó a ocupar juntamente con los Monarcas un <landeau.> No había fuerza - pública—a excepción de unos’ poquísimos policías—que- custodiase a los Reyes, y, realmente, no era necesario; el pueblo, compenetrado con sus Soberanos, era su mejor guardián. La aglomeración era enorme. Los vítores y aplausos aumentaban por instantes. El coche regio apenas podía andar, tan numeroso era el gentío que se apretujaba en las calles, las que estaban en¬ galanadas y totalmente ocupadas. El entu¬ siasmo era enorme, indescriptible. Se aclamó también, y mucho, a Primo de Rivera. De esta manera, siempre entre las aclama¬ ciones delirantes del pueblo, llegó la regia comitiva a la plaza de Cort, siguiendo luego hacia la Catedral. En la Diputación, les es¬ peraban el Cabildo Catedral, presidido por regio de ñores. Al llegar los Monarcas al señorial palacio de Vivot, fueron recibidos por la Marquesa de Vivot, acompañada de su noble familia. Allí se sirvió a los Reyes un espléndido ban¬ quete. En el salón biblioteca se instaló otra mesa para los personajes del séquito real y miembros de la familia Sureda. En el come¬ dor de los Reyes tomaron asiento la Marquesa de Vivot, el Conde de Peralada que formaba parte del séquito, el general Primo de Rivera, Capitán General, Marqués de la Cenia, Duque de Miranda, el general Miláns de Bosch y otras distinguidas personalidades. Terminada la comida, ios niños Juan Roten Sureda y Catalina Morell y Fortuny vestidos con trajes del siglo XVI, entregaron a SS. MM. el obse¬ quio que los escolares de primera enseñanza les dedicaban, que consistía en un ramo de flo¬ res y artística bandeja de plata. Luego se despidieron los Reyes de la Mar¬ quesa de Vivot, marchando la Reina al cas¬ tillo de Bellver y el Rey a Capitanía general, donde revistó la compañía que le rendía ho¬ nores, y seguidamente, acompañado del Pre¬ sidente del Directorio general Primo de Ri¬ vera, subió al Palacio de la Capitanía general donde se celebró brillante recepción. Desfi¬ laron ante el Rey, los Presidentes de la Au¬ diencia territorial y provincial. Fiscal de la Audiencia, Gobernador civil. Presidente de la Diputación, Alcalde y concejales de Palma, Grandes Cruces, limo. Sr. Obispo, Títulos de Castilla, Reales Maestranzas, Cuerpo consu¬ lar, Registrador de la Propiedad, Jueces de primera Instancia, Jueces Municipales, el Cabildo, curas-párrocos, las órdenes reli¬ giosas, Delegado de Hacienda, Administrado •208 El Heraldo de Cristo de aduanas, Colegio de médicos Director del Instituto de Baleares, representaciones de todos los cuerpos del ejército y otros dis¬ tinguidos personajes. RivAelrasalmir adneifeCstaaproitnaníaq,ueel seRnetyíany Primo de no poder retrasar su viaje a Barcelona, permaneciendo más tiempo en esta de estar en Aladrid metieron volver a isla, pues tenían precisión el día 4. No obstante pro¬ Mallorca por los meses de Febrero o Marzo de este año. funciones de la noche, que revistió especial brillantez y solemnidad. deQlaueEsDpieorsannzuaesbterondsigeañnorlay la Vír familia empresa del Sr. Enseñat, y hagan cundo» los esfuerzos de quien, come sabe unir un gran conocimiento de industria y talento comercial, a une viva y a una sólida piedad cristiana. lCaaMsCtiaeilplnoittradanesíaBteuglvlevoneerlr,uagsle,ardlailraigRireóeincaea,plcaviiósmnitaaodnfioscióiaynladeeenl los señores de Torrella; allí impuso los braza¬ les a las nuevas enfermeras. El asistió también a la ceremonia. señor Obispo A las cinco y media, en el «Círculo Mallor¬ quín» se sirvió a los Reyes un té. Por la noche los Reyes con su séquito charon hacia Alcudia, para embarcar en el mar¬ aco¬ razado «Jaime l» que debía salir en dirección a Barcelona. Los Reyes y el general Primo de Rivera al atravesar la ciudad, to de nuevas aclamaciones. fueron obje¬ PI Día 21 de pasado Octubre, fiesta las Santas Vírgenes, en la Casa-Nc ciado de las Religiosas Franciscan el M. litre..Sr. D. Antonio Sancho, ( nónigo, impuso el santo hábito a s postulantes que tomaron los siguier nombres: Sor Antonia de la Inmaculada L1 natural de Son Servera; Sor Antonia San Miguel Puigros, de Son Can Sor Francisca de Santa Teresa Ferr a Quiera Dios que la visita Mallorca quede marcada de Sus Majestades al andar del tiem¬ po, como el Mallorca comienzo deunaera solar de realeza y regeneradora. suelo donde el Catolicismo tiene honda y jugosa j aigambre. acogió con toda la efusión de su entusiasmo de su corazón a Sus Católicas, que acababan de vivificar alma y el Majestades este título tradicional, pañola. el más alto de la Monarquía es¬ El Heraldo de Cristo se une cordlalmentc a ttorilbapusutemódaaennl ipfevuosetlavbecloiromanepasilsloadrreqnuauínecasyttradameasiemenaatqdouaectjiupeerrorlnae¬s. de Manacor; Sor Leonor de la Trinidí de Manacor; Sor Micaela de la Ene; nación Arróm, de Costitx; Sor María ( Sagrado Corazón Gelabert, y Sor In de la Eucaristia González las dos Inca. Día 23 del mismo mes de Oclub ante el Rdo. D. Sebastián Liberas, P, rroco de Pina, hicieron la profesión c ' votos trienales las Novicias siguiente Sor Catalina de la Esperanza Pon; natural de los Angeles Lloseta: Sor Magdalena ( Vidal, de Marratxí; Sor Ci CrónicA Fr^nciscdna. talina de la Merced Balaguer, d Arrabal de Santa Catalina; Sor Jerón ma de Gracia Pastor, de Biniali; S( INCA Jerónima de Lourdes Mesquida, de P( rreras; Sor Margarita de la Asunció Los días 16, 17 y 18 de Diciembre se celebraron en el Convenio de S. Fran¬ cisco, de esta ciudad, las solemnísimas cuarenra horas que lodos los años dedica a Nlra. Sra. de la Esperanza, Paírona de los íejidores, el distinguido y cristiano fabricante de tejidos D. Vi¬ Quetglas, de Muro; Sor Ana Tereí Arbós, de Palma, y Sor Rosa de Jesí Vaquer, de Porreras. La enhorabuena más completa a le recien novicias y a las que han emitid sus primeros votos y que Dios Ies cor ceda la santa perseverancia. cente Enseña!. Los sermones del triduo corrieron a ^p^ÉCROlOGIA cargo del Rdo. P. Fr. Jaime Rosselló, Prior de nuestro convento de Lluchmayor; y la parte musical a cargo de la Capilla Seráfica de Inca, Fue muy numeroso el concurso a todos los actos, principalmente a las Lluchmayoi Día 30 de Noviembre falleció la herman pndDeui.e®edosaF7trdraaayntñecoerisscxceaarcqatuoBeOascrrdecueemhnlóap.b—liímMaAoie.dnnEisst.eotirnRrdga.eut1i.ldaaPorl.aepgoleardads Tip. Nueva Balear 'Vjv'l·l'K'ííí ' Éiï: |f;íSW i;.-.i ,‘;Vr.:Í':': . ■ffs/'V ■ ' . "í £ i è; />' ? ¥■ i■ DE ORFEBRERIAII S§ ';··.y?.‘·.u\_í;'í 'í-iS.,•.■ ■;«,■ ■'‘ ''«■;·f**,T:rtí.*·i·'·-"Tííï'••-i..-v■'■ ■■.•■-- -;•■ ^.., & rl » .S4 SI Bolsillos y ymosneros en oro y platOíJ i Servicios, completos y vàriados de 'mesa; en vajilla y para rS vrS el culto religiosOv^Cáííces-'Vinajeras-Custodias-Crü-' ' W . ces parroquiales-RelLcaríos-Medallas, etc.,, etc.' ' 1% > ' gi ;{ |pi{ Gran surtido ,en artículos de fantasía 11 ' ■'' 'c ■•''' parà:,'regalos , a il Si Si il Ii®tó f/ gos de Café - Tocador y Lavabo - Centros de mesa ^ : Bandejas de todas clases, etc., etc. •: : ii ir ññ I gTodd close de troboios especióles; se hocen por encorio fj I Si Marina, 7 Ii »H ifti fS »fl Palma de Mallorca ^ TI .^AAlPJgvg3?^a^ggg?A«»a?gsriggg/a\\S5asa\\aa?Aag^ .\\aaí:!^*^«s:svv.wAT»sa?/i?tBas3S'^ : A lo's pocos dias de tÒhiar este íarnosò tónico regepe', rador, la desgana se convierte en apeiiio devorador, ’el decaímienio en energía y la debilidad en robustez. Si está usted débil, inapetente, desnutrido, íalió de energía mental, tome desde hoy mismo el Conocido '-'JAR, A B 'e'':,D.E' ' ¿'í vi;'.-' Más ¿9 30 3ftos de éxito creciente.—Aprobado por tá Rea! Academia de Medrcina. ■ » Recriace u»teci todo frasco donde no se tea en la eiiquftia ÍIJIÍHjLJ extenor HipofOStUdi 5 » I U ,mpreso en finta roH»