EI Heraldo de Cristo Reuista mensual ilustrada Año X. Palma Agosto 1919 ^Vir31acd2a1 copcciai para Ornamentos, y.hábitos Talares Rosselló ? Monserrat ames JULIÁN ROSSELLÓ Plaza Santa Eulalia, esquina Calle S. Franciéco Y'wn DR ypsuros hiiaüucos Y PIEPRIIS iETIFini4LES = DE - Gran surtido en damascos y telas ricas para ' Ornamentos de Iglesia co>- taller para la con¬ fección — Sección especial de, telas para Hfibitos Talares y confección de los mismos —Ga¬ lones, flojas y puntillas.—EspecialFdad en la restauración de Ornamentos antiguos conser¬ vando su valor artístico y arqueológico. DEPÓSITO DE cemento PORLAND Y CALES HIDRÁULICAS . 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(En el primer centenari del (poesía).—Quadrado arqueólogo.—Los dos ho¬ naixement de D. Joseph M.® Quadrado).—Vi¬ gares.—A las mujeres cristianas. (Alocución gilia de la Assumpció de Nostra Senyora (poePastoral del Cardenal PrimadoL—Discurs so¬ s'a). -Noticias y Variedades.^—Necrología. LA APOTEOSIS DE UN FRAILE RASE que se era, en los comien¬ zos del siglo dieciocho, un po¬ bre chicuelo, baj'ito de estatura, enjuto de carnes y de facciones simpáti¬ cas, que le dió por renunciar a la pobre casita que le vió nacer y meterse a frai¬ le, encerrándose voluntariamente entre las sombrías paredes de un claustro. Puertas adentro y en humilde y soli¬ taria celda, se despoja hasta de su nom¬ bre de pila y se consagra por entero al estudio de la verdadera ciencia, cuyos adelantos y progresos en la misma, le valieron admiración y aplausos en el pul¬ pito y en la cátedra. Un día, pero, se le mete en la cabeza una empresa gigantesca, extraordinaria: la de abandonar el reducido espacio o círculo de acción en que se movía, cru¬ zar dilatados y turbulentos mares, fundar pueblos, cristianizar indios y enarbolar por do quiera písase su típica sandalia, la Cruz redentora forjada por su propia mano, rústica sí, pero majestuosa en¬ tre los vírgenes bosques del apartado Alaska. Y dicho y‘hecho. La tarde del 28 de agosto del año 1749, a bordo del Villasota, salía del puerto de Cádiz para el Colegio de San Fernando de México, para realizar sus incesantes planes y de¬ seos, con más alma de conquista que un guerrero y con el ardiente celo de un apóstol. Treinta y seis años contaba de edad el aguerrido frailecito, cuando puso su pie evangelizador sobre las arenas de Veracruz, punto de su desembarque, después de noventa días de negra y tur¬ bulenta travesía. Era todo un valiente. Sus veinte y un compañeros de cordón y de viaje, hacíanse lenguas de sus vir¬ tudes y proezas; hasta el Superior que presidía !a expedición fraciscana, consi¬ derábase tamañito ante la grandeza de miras e ideas de nuestro biografiado. El Heraldo de Cristo Nervioso e impaciente por ver reali¬ zados sus anhelos, cruza a pie la distan¬ cia de cien leguas que separa a San Fer¬ nando de Veracruz, y llega al punto de su destino, extenuado de fuerzas, ensan¬ grentados los piés y con una llaga que le acompaña, pertinaz y molesta, hasta el sepulcro. Y sonriente, como sonríe siempre el rostro del Apóstol, se presenta al Padre Guardián de S. Fernando, y fijando éste su atención en el recién llegado viajero, y sin antecedentes ni recomendaciones algunos que refrendasen la opinión for¬ mada, le nombra Jefe de un escuadrón de soldados de la fe. Presidente de las nuevas misiones septentrionales y cabeza y alma de la civilización de las mismas. Abrumado el frailecito por distinción tanta, que se esfuerza en renunciar sin conseguirlo, emprende su tasca con ar¬ dor y abnegación sumos, sin acobardarse ante los inconvenientes, ni amilanarse ante los peligros. Duerme sobre el duro suelo, lucha con los elementos y brega día y noche con la misma muerte que han jurado darle los mismos que, como pa¬ dre amoroso, ha llamado al redil de la Cruz salvadora. No se arredra por nada. Recorre afa¬ noso repetidas veces, desde uno a otro extremo, la Costa Pacífica, y cojeando siempre funda pueblos que son hoy em¬ porio del comercio y de la civilización; uno de éstos, Monterrey, guarda en her¬ moso mausoleo las cenizas venerandas de tan aguerrido conquistador. Treinta y cinco años, la mitad de su vida vivió entre infieles consagrado en cuerpo y alma a la propagación de la fe. Y ¡hermosa coincidencia! la tarde del 28 de Agosto de 1749, se despidió de nuestra España para el Nuevo Mundo; la tarde del mismo día del año 1784, se despidió de esta vida para el cielo, llora¬ do de sus indios que le daban el título de Santo. Cumplen, pues, en el presente mes, 170 y 135 años, respectivamente, transcurri¬ dos desde las fechas citadas, que el fraile franciscano abandonó su patria y esta vida deleznable, colmado de méritos y virtudes, dejando en la historia de aque¬ llos pueblos americanos y en las crónicas de su esclarecida Orden, un renombre inmortal. ~ ¿Para qué sirven los frailes?—lee¬ mos a todas horas y en todas latitudes sobre las columnas deesa prensa sin con¬ ciencia, que pone todo su afán y su garbo en desvirtuar el sayal religioso, inven¬ tando paparruchas de mal agüero y as¬ queroso talante. Sirven para fundar pueblos, catequizar indios y extender por do quier la civili¬ zación bajo todos y cualesquiera de sus aspectos. Saben hacer patria y morir por ella, antes que conculcar y malbaratar sus derechos y traicionarla. ¡Que mejor gobernadas estarían las naciones, si a su frente se destacaran fi¬ guras de relieve como el fraile de nuestro cuento! Junípero Serra, será siempre el fraile querido, el fundador y alma de la civili¬ zación Californiana. F. TORRENS, Pbro., T. Agosto de 1919. El Heraldo de Cristo no S) ® £ (£) ® SAETAS MÍSTICAS ífc ÓL' ffi ® ft) (EiS) ®1 ft) Si con tu amor llagado me pusiste, ¿Por qué, si gozo con acariciarte, Y, así que me heriste. Y mi vida es amarte. Solo dejaste a quien tanto te adora; Te vas tan lejos... tan lejos de mi? ¿Cómo no quieres Tú que noche y día, ¿Has olvidado cuánto yo te quiero? Esta pobre alma mía. ¿No sabes que te espero, Esté penando aquí, hora tras hora? Y que vivir no puedo más sin Ti? ct) ft) ft; ft) ft)- ft) Si de tu siervo escuchas los gemidos, ¿Por qué se tornan ríos de amargura Y por los afligidos ^^ Tus fuentes de agua pura. Entrañas tienes de vera piedad; En que bebí consuelos a raudales? ¿Cómo se entiende puedas estar viendo ¿No soy ahora tu siervo querido, Me vaya consumiendo O no tengo en olvido. En esta amarga, triste soledad? Del mundo los placeres terrenales? í-b ft) ft) ft) ft) ft) ¿Por qué asi. Dios de mi vida, te alejas. Seca mi llanto, calma mis dolores, Que ya no oyes mis quejas. ¡Oh Rey de mis amores! Ni te condueles hoy de mi quebranto? Que por Ti más no puedo ya sufrir. ¿Demipobre alma,no eres tierno espo- Ven pronto... Ven, mi Dios... Ven que te ¿No me ves a mi ansioso [so?^ ^ El pecho que más te ama. [llama De contemplar tuFaz, de dulce encanto? Ven... de tu amor, anhelo yo morir. ft)p l® Fr. Francisco LLITERAS O. F. M. 12o El Heraldo de Cristo QCflDHfitiO flfiQÜEÓLiOGO I I3 S g^ran consuelo para el alma, en estas horas en que aun flota la amar- ífura universal, que es triste herencia de la guerra más feroz que el mundo vió, el recordar la fecha natalicia del que un día fué hombre firme y recto en Reli¬ gión, del ser que conquistó el título de genio de nuestra raza ilustre, del apelli¬ dado Varón óptimo que con su tosca pluma de ave, su inteligencia preclarísi¬ ma y nutrida de profundos pensamien¬ tos, supo magistralmcnte triunfar en cam¬ pos tan extensos como los de la contro¬ versia política y de la apologética reli¬ giosa; los de “historiador de alto vuelo,, y de arqueólogo y crítico de arte, hasta el punto de llegar a tal cumbre la fama de su númen, que, como se ha dicho, no queda ya en la patria de los Honde¬ ros, quien, después de Lull, reemplazarle pueda. Como puede preverse por el título que encabeza este escrito, no es mi in¬ tento el ponderar la obra de Quadrado en su grandioso conjunto, ante todo por haberlo ya hecho maestros que son águilas de nuestras letras y después por¬ que, a más de no conocer una buena parte de su intensa producción, resulta que son de una índole para mí de gran incompetencia. Tarea complegísima ya tiene quien loarle guste, ocupándose de Quadrado en su obra católico-periodís¬ tica, en la que aparece un maestro en la polémica; quien pondere y ensalce sus estudios religiosos, políticos y sociales, juntamente con sus literarios, desde el inimitable sello de sus libros de piedad, hasta las imitaciones y traducciones del inmortal Shakespeare; quien aplauda la intensidad y colorido de sus históricos escritos, empezando por sus “Forenses,, y acabando por la historia de nuestra gloriosa Conquista. ... en todas y cada una en especial, necesitan de amplio es¬ pacio y llevan aparejadas hondas ideas críticas que no alcanza un comentador vulgar. Bástale solo a mi deseo, rayano en osadía, el decir algo—aunque sea sin aquella destreza con que hacen sus es¬ critos los hombres que saben,—entre lo mucho que la materia ofrece, de la labor de Quadrado como escritor de arte, co¬ mo investigador arqueológico y por ende como juez crítico de las bellas formas de la estética, tan en su •siglo llevadas y traídas confusamente, por otros sabios escritores. Pero antes de entrar en materia, cabe el decir y repetir que muy poco de nue¬ vo puede perfilar ningún comentarista después de las conocidas, magistrales y definitivas palabras- que estampó el gran Menéndez y Pelayo, en la cabeza de los “Ensayos,, de Quadrado, ya que el in¬ superable polígrafo santanderino—como acontece con cuanto pasó por su tamiz —no dejó ni un juicio por decir, ni una sola parte por desglosar, ni tampoco a la vez excusó ningún caluroso aplauso, para nuestro ilustre y tenaz historiador^. Las líneas de Menéndez son tan justas y exactas, tan definidas y correctas, tan veraces y floreadas por el don sublime de la elocuencia y de la erudición, que casi, casi, podríamos transcribirlas aquí, intactas, en estas páginas, orlarlas con laurel de oro y sin el más leve comenta¬ rio evadirnos por el foro. Pero caben solo dos puntos de refle¬ xión y análisis, primeramente el ser pre¬ ciso ponderar, repetir y aplaudir el va¬ lor positivo de nuestro Quadrado, como supremo crítico del arte nacional de su siglo y hasta en parte del presente, ya que con verdad “él hizo resurgir de las ruinas las glorias de España,, y luego, cuando estemos compenetrados en su labor árdua y copiosa, y hayamos senti¬ do los deliciosos perfumes de su poética descriptiva, reparar el mérito de ello, moviendo su obra en su ambiente, y no abandonar ya la pluma hasta dejar bien ÈL Heraldo de Cristo I2I sentado el avance estético que la cultura artístico-hispana recibió gracias al sa¬ ber y los desvelos del ilustre archivero del Reino de Mallorca. No ignora el más frío amante de las letras, que-Quadrado desarrolló su ina¬ gotable filón artístico en la obra no jus¬ tamente Bellezas alabada, de de España,, los “Recuerdos y y por esto no pre¬ cisa, partiendo del culto supuesto, el his¬ toriar punto por punto, el arranque o partida de tal fruto bibliográfico. Con solo levantar el velo de su origen, o simplemente bosquejarlo, ya vemos ante nosotros al joven sabio Piferrer, con y acoplado sentimientos y tradiciones en los antepasados arraigadas, base todo para la construcción de la obra destina¬ da a perpetuar los olvidados y siempre amenazados monumentos de nuestro ar¬ tístico patrimonio. Pero apenas empieza a levantarse este nuevo monumento, de carácter biblio¬ gráfico, cuando nuestro inmortal Quadrado es invitado para entrar en la co¬ laboración del mismo, y del que—como se verá después—había de salir como el principal intérprete y en concepto de muchos, para llevarse la mejor parte de ella. “su faz ovalada, bigote caído y una bar¬ ba encrespada y primeriza...,, y sin fal¬ tarle “un abierto y doblado cuello blan¬ co,, como el de “Byron y Shelley,,. Y es Piferrer —1818-1848— el malo¬ grado historiador, el apasionado por las melodías de Rossini y Bellini, el em¬ prendedor muchacho que con solo 20 años y con la noble iniciativa que le in¬ dcuanlcafroarmPaaracelarisidae—a,1c8o0m3-o18b7u5e—noscraemaann¬y tes y propagadores del arte, y al llevar juntos a la práctica, allá por el año de 1839, la “gran empresa literaria,, cente¬ llean sus respectivos triunfos; Piferrer sacando, o mejor dicho arrancando de las piedras venerables sus méritos co¬ piosos, su vieja historia, su arte y hasta su romántica y pintoresca poesía; Parcerisa, litografiando, dibujando con su se¬ guro pulso nuestros tesoros incalcula¬ bles, o sea haciendo en forma gráfica, las imágenes que reflejaba la envidiable pluma de su coautor. El ideal estaba ya plasmado y el poe¬ ma, marchando guiado por el santo pa¬ triotismo, ya que de nada estorbaban las marejadas de la política de entonce^, ni el fragor de la fratricida guerra carlista Salía a luz en el último año citado, el primer tomo de Cataluña y otro de Ma¬ llorca no sin antes haberse consultado a los desiertos archivos, para así vestir la obra con materia prima, fundamental e ignota, leído inéditas crónicas viejas, descubierto polvorientos pergaminos, En el año de 1844, empieza Quadra- do su tarea que tanto había de honrarle en la posteridad, por el tomo dedicado a Aragón,., y causa verdadero asombro —especialmente hoy que gástanse las horas y otros tesoros en forma la más baladí—el que un joven de sólo vein¬ ticinco años, con ideales idénticos a los de su caro amigo c iniciador, vestido a la moda de aquel, sin pretcnsión alguna, au.)que lleno de nobles aspiraciones, y con aquel semblante fan serio y grave, con bigote y mosca según la época, y unos ojos vivos que eran reflejo de su bondad de alma y su saber, fuera digno de figurar—aunque se note su ausencia —en el famoso lienzo de Esquivel, el maestro que por este mismo tiempo su¬ po reunir a los más célebres literatos en su visitado estudio... Imposible parece, que un muchacho pudiera recoger tan compendioso arsenal de noticias históri- co-plásticas, tantos notables documentos y después su mente abarcarlos en su la¬ beríntica complegidad, poniéndolos co¬ mo apéndices al primer desempolvo y no olvidándolos en la nutrición de los párrafos de los “Recuerdos.,, Pero basta, no nos apresuremos de llegar presto a nuestro deseo, que antes de penetrar en el interior de los escritos de Quadrado, tan llenos de encantos y hechizos, cual si todo fuera una rima becqueriana, debemos poner el marco que a la “Obra,, rodeaba; respirar el aire en que moviéronse tan nobles tra- 122 El Heraldo de Cristo bajos que llevan ya diadema de inmor¬ talidad- Nadie ignora, casi, que era harto de¬ plorable al estado de la critica artística en España, ya que no alcanzaba los jus¬ tos grados del análisis y de la depura¬ ción, aunque llevase el ropaje de un clásico estilo literario. No existían más fuentes de información que el célebre “Viaje por España,, que en el siglo XVIIl, nos dejó D. Antonio Ponz (1787), estudio “descarnado,,, según juicio de Quadrado mismo, afectado de la deca¬ dencia artística de la época, y harto lleno de parciales opiniones, por el clasicismo de D. Ventura Rodríguez, entonces tan en boga. Si pecaba el criterio de Ponz, de desconsiderado y poco justo para con el gótico (o tudesco? como le lla¬ maba) no podía menos de azotar toda la traza y obra que informad > y dirigido había, el hoy ya reivindicado Churrigue¬ ra. No era ecuánime el apasionamiento por solo el arte clásico del siglo XVI, y al ser imposibles los estudios por falta de elogios imparciales en el románico y el gótico, queda el libro de Ponz, para guía relativa de la crítica y en absoluto con más valor bibliográfico que técnico o crítico. Pero no era aislado, el caso del ar¬ queólogo mentado. Hay que hojear y leer los juicios cont'^arios a estos, o de loa, sobre el arte medioevo, del ilus¬ tre Capmany (1742 1817),—el tertuliano quintanista que estudiado fué por nues¬ tro Forteza (1830 1873)—cuando publi¬ ca sus “Observaciones sobre la arquitec¬ tura gótica;,, y después, sobre todo, hay que saborear las interesantísimas memo¬ rias del sabio e ilustre Jovellanos, cuando con mayor destreza y pericia que sus abuelos, en el arte, coje su pluma críti¬ ca y ya en forma de cartas a su amigo Cean Bérmúdez—(1749-1819), que es legítima autoridad en las Bellas Artes, y publicista en 1800 de su “Diccionario Histórico,,'—ya en su brillante “Elogio de D. Ventura Rodríguez,, publicado en 1790, forman los elementos principales de juicio, los esbozos primeros de valor que para sentir, amar y conocer el arte patrio entonces podían consultarse. No hay duda que si quisiéramos ahon¬ dar en el copioso tema, no serían pocas las causas que hallaríamos de tales nue¬ vos crepúzculos de estudios ^rqueológico-hispanos concienzudos, ni mucho menos las censuras que de ello se pu¬ dieran derivar, poco ha de esforzarse la memoria para hallar .. que diré yo, ya a los Villanueva hermanos que en 1803 emprenden .su “Viaje literario por las Iglesias de España,, o a Llaguno con sus “Noticias,, délos arquitectos y arquitec¬ tura de España desde su restauración,, 1828 publicadas por Cean obras que en¬ tre otras de menor valor o de igual im¬ portancia, constituían las fuentes en don¬ de bebían los continuadores de la critica, incluso Quadrado mismo, pero que no siendo ni por asomo trabajos definitivos y desapasionados, tampoco podrían ser la cantera mejor e insuperable, de dón¬ de debía manar, surgir, brotar, el fresco y delicioso elemento casi limpio de in¬ correcciones. Faltaba llegar a una completa depu¬ ración artística, la que ligada con los encantos literarios o por mejor decir, con los adornos, que como muestra ca¬ ligráfica sabían poner en sus obras los románticos, recojidos — como dice el gran Menéndez —en el sentir del WalterScott, en sus novelas, o de Chateau¬ briand en sus escritos... iniciar la co¬ rriente nueva, que llevaba gérmenes, ya de los anteriores descubrimientos ar¬ queológicos obrados en la volcánica Pompeya (1748) ya délas exploraciones llevadas a cabo en la culta Grecia, ex¬ cavaciones todo contemporáneas, ya laí publicaciones de “Astélica,, impresas por Baumgarten (1759) o sobre la arquitec¬ tura arcáica suscritas por Winckelman, (1761)... Con estos últimos antecedentes, lle¬ gados a España con el retraso de siem pre y con una atmósfera entremezclada de odios y amores, fruto aquellos de las crueles guerras y las sangrientas agita¬ ciones que eran rastro de los patíbulos ÉL Heraldo de Cristo 123 levantados en la vergonzosa revolución francesa, y éstos por la obra de la res¬ tauración religiosa y la propaganda de verdaderos atletas que nacían solo para luchar en la arena europea, para defen¬ der a Cristo y a su Iglesia, aparece en medio de ideales tan opuestos, el criterio serio, grave, sensato, firme y bien nutri¬ do de ciencia y de cristiano, de nuestro Quadrado, el crítico de arte, el hijo ex¬ celente nativo de la vecina Cindadela de Menorca; el estrecho amigo del alma. del grandioso Balmes, el vicense; el fe¬ licísimo continuador del “Discurso sobre la Historia Universal,, del gran Bossuet.. La obra artística por Quadrado dega- da,—escrita toda en castellano, como fiel discípulo de Milá y Fontanals, de la es¬ cuela regional literaria—y los comenta-, ríos de sus fervorosos seguidores, dan sobrado tema para desarrollar el artículo próximo. A. Jiménez VIDAL. 17-V1I-1.919. Tifir W -XÜT- -c^ -qyr qjs- -qyr ■ LOS DOS HOGARES I Yo vi, hace años, el hogar del po¬ bre, mi hermano. Tenía la apacible serenidad de una mañana de abril, el aroma de devoción de un santuario. Era escuela y temp’o, taller y reli¬ cario. / En aquel hogar se criaron .los pa¬ dres; aquellos padres que tenían el candor del niño y la bravura del león africano; austeros como anacoretas, cristianos a prueba de bomba, que ayunaban las cuaresmas a pan y agua, y trabajaban de sol. a sol como si tu¬ vieran músculos de hierro... Eran el Empecinado, el carbonero alcalde, los cincuenta mil campesinos que defen¬ dieron el altar de la Pilarica. En aquel hogar vivieron las ma¬ dres; aquellas madres que eran como la mujer fuerte de la Sagrada Escritu¬ ra; hacendosas, caseras, hones’ísimas; las que amanecían antes que el sol para ir'al rosario de la Aurora; las que encendidas en patrios amores, lanzaban a sus hijos al combate; las que iban descalzas al Pi ar; a Santia¬ go, a Guadalupe; las que, sin saber leer, tenían cátedra de Teología en todas las aldeas de España. En aquel ambiente se educaron los hijos; y los hijos aprendieron délos padres el temor de Dios, el amor a la Patria y la afición al trabajo. Eran aquellas falanges de hombres que lle¬ naban los templos el Jueves Santo para cumplir con la Iglesia...; los hé¬ roes de la batalla de lo-s Castillejos y de Wad Rás. Aquel hogar de mi hermano el po¬ bre era un pedazo de cielo. En él todo se reía: la imagen de la Virgen que presidía la casa, las flores del huerto, el agua de la acequia... ¡Un sol de gloria, el hermoso sol de fe, lo inun^ daba todo de alegría! II He vuelto a ver hoy el hogar del pobre, mi hermano, y ha sufrido la violenta sacudida de un terremoto. Los padres han dejado la azada, y reunidos en corrillos, comentan el discurso del mitin o el furibundo ar¬ tículo del periódico socialista. ¡Los padres han recibido los primeros ful¬ gores de la ilustración! Blasfeman, murmuran, juegan, beben. En aque¬ llos corazones, morada de heroicas virtudes, odios y rencores gruñen y braman. El toque de Angelus, en la inmensidad de los campos, es como una voz impregnada de lágrimas! Las madres no rezan. Las manos benditas que ponían sobre el pecho de los hijos el santo escapulario, que era el peto en las batallas, van tremolan do la bandera roja en esta guerra 124 El Heraldo de Cristo Curación del lunático salvaje; las bocas que cantaban las coplas del rosario gritan ahora muerte y exterminio.... ¡La Virgen déla Aurora va sola llo¬ rando por las calles! El aire esta envenenado. Los hijos vuelven del trabajo renegando del patrono. La huelga estremece los campos. La jornada de ocho horas se quedará pronto en cuatro. El jornal no es bastante para soste¬ ner las necesidades de la vida. Hay ansia de placeres; sed rabiosa de oro,,. ¡Ah, el lujo! ¿Será realmente el ham¬ bre la que va hacinando en el vientre de los transatlánticos a los hijos de los pobres.? El hogar de mi hermano está frío como la muerte. Apagada la lámpara que ardía ante la imagen de la Virgen del Carmen, secas las flores, y hasta el agua va gimiendo por la acequia.... El sol, el hermoso sol de la fe, se ha escondido entre negros nubarrones y el cielo amenaza tormenta. Hugo MORENO, Pero. El Heraldo de Cristo A HAS müJERES Ct^ISTIAflAS Alocución Pastoral del tardenal Primado La delicadeza del asunto que motiva este escrito lo ha retrasado con exceso. Nos referimos a la moda del vestido en la mujer. Hemos hablado de esto dife¬ rentes veces, pero jamás creimos vernos obligados a reprobar el daño, que se está produciendo, en esta forma más autorizada y solemne. Al escribir, la amargura inunda nuestro corazón, como ante una desgracia irreparable e inmen¬ sa; porque de nuestras meditaciones so¬ bre la materia hemos sacado la conclu¬ sión de que en el fondo hay una incons¬ ciencia aterradora por parte de la mujer de los males que está causando. Y ¿có¬ mo se remediará un daño que no se siente, un mal que no se conoce, un vicio que a sus atractivos une las apariencias de lo lícito y honesto? Unicamente así podremos explicarnos que la mujer es¬ pañola, a quien es connatural la piedad cristiana, para quien ha sido santa y ama¬ ble la moral del cristianismo, se vea ex¬ puesta a perder en pocos días el rico tesoro de pudor, de modestia y de re¬ cato, que constituye desde largos siglos el principal ornamento de su excelsa dignidad dentro de nuestra santa Re¬ ligión. La mujer, fuente perenne de vida hu¬ mana, es manantial purísimo e inextin¬ guible fle vida sobrenatural por obra de María, nuestra Madre Inmaculada, en la Redención de Cristo. Desde que en los días de su niñez se consagra a la Santí¬ sima Virgen como hija suya, hasta los días postreros en que las nuevas gene¬ raciones oyen de sus labios trémulos las leyendas de nuestros Santos, hemos vis¬ to siempre a la mujer católica dedicada a la misión sublime de edificar a Cristo en las almas, en todas las obras de celo, en el hogar, en la enseñanza, en la Pren¬ sa, en las Asociaciones de caridad, en el culto esplendoroso, mediante sus ejem¬ plos de virtud, de abnegación y sacrifi¬ cio. Ellas son el consuelo de los que trabajan por la salud de las almas, de ellas hemos recibido todos, en momen¬ tos difíciles, ejemplos de fortaleza y alientos; y siendo toda esta nobleza es¬ piritual de la mujer, en medio del mun¬ do, pálido reflejo de una realidad cien veces más gloriosa, de suerte que con razón podemos decir que está asociada ala obra redentora de Cristo y de su Iglesia, ¿cómo pensar, ni por un mo¬ mento, que ella quisiera convertirse por una servidumbre degradante a la moda, en embajadora y emisaria de Satanás? Por eso llamamos la atención de nues¬ tras amadas hijas, las que por natural instinto comprenden lo que manda en cada caso la austera moral que profesan, para que ellas sean heraldos de nuestra voz paternal y dolorida cerca de las que se muestran más o menos indulgentes con la ola de sensualismo y provocacio¬ nes indecorosas, que amenaza invadirlo todo, sin respetar la misma santidad del templo. Las que por finura de tempera¬ mento o de educación conocen los peli¬ gros del mal, deben formar una cruzada, como un bloque, diríamos, de la modes¬ tia cristiana, y tomar ocasión de este mal que combatimos, para purificar el am¬ biente de tantas procacidades e inmun¬ dicias que lo corrompen en el teatro, en la novela, en el cine, en el trato social, de donde se las quiere trasladar a la ca¬ lle y a la plaza pública y a la vida co¬ rriente, mediante vestidos exóticos, por lo extravagantes e impúdicos, que son la apoteosis de la carne y el renacimiento de un paganismo, mayor, más execrable que el primero en pueblos cristianos. A la mujer católica Nos entregamos la predicación de la moral cristiana en este punto tan delicado, que sólo sus manos pueden tocar, pues el natural res¬ peto que Nos merece la mujer, obliga muchas veces al silencio. Considerada láó El Heraldo de Cristo la inmodestia en el vestir como un he¬ cho social, es altamente reprobable con independencia de la intención y el pro¬ pósito de la persona que así se conduce, salvo aquellos excesos que la natural ho¬ nestidad prohibe y a los que, por des¬ gracia, hemos llegado por tolerancia e indulgencias culpables, porque, en este caso, tal conducta es totalmente conde¬ nable, y no puede alegarse en su favor rectitud de intención, ignorancia o sen¬ cillez incomprensibles. Con este proceder, la dignidad de la mujer, preciosa conquista del Cristianis¬ mo, viene por los suelos; porque ¿cómo mantener la propia dignidad sin el res¬ peto de si misma, fundamento del que deben guardarse los demás? En su lugar reciben un homenaje que mancha, el de las miradas lascivas y los sentimientos inconfesables, frutos del culto de la car¬ ne, que rebajan por igual al ídolo y a sus idólatras. ¡Si al menos quedara aquí circunscri¬ to el mal...! pero ¡quién tendrá palabras de dolor y energía bastantes para conde¬ nar la rapidez, con que la relajación se dilata a todas las clases sociales, a la juventud de uno y otrosexo, arrancando, al brotar, en las niñas las flores del pu¬ dor y la modestia, despertando en los adolescentes prematuras pasiones, exci¬ tando en las muchedumbres ignaras emu¬ laciones torpes, instintos que se mani¬ fiestan sin disfraz y a gritos, como aulli¬ dos de fieras salvajes..! Así, por estos pasos, va descendiendo cada día más el nivel moral de las cos¬ tumbres públicas, se ahogan en ola de cieno los nobles ideaíe;, se apaga el es¬ píritu en la sociedad, se enervan y disi¬ pan las energías de la raza y se prepara ia sociedad del porvenir, corrompida y decadente, incapaz de mantener y pro¬ pulsar los bienes que recibimos de ge¬ neraciones austeras, virtuosas, castas. Es necesario que la mujer advierta la transcendencia decisiva de sus actos en la batalla que se está librando entre el bien y el mal. Hay una gran multitud que cifra todas sus aspiraciones en ios goces sensibles, en ios bienes materiales: salud placer y riquezas, son la concepción ma¬ terial de la vida de los que no creen en Dios ni esperan una vida de ultratumba. Si la mujer se inclina del lado de estas bajas aspiraciones, si no las corrige, sí de ella reciben estimulo, el orden moral, superior a la materia, la vida espiritual se extinguirá, y asistiremos a la forma¬ ción de una civilización muerta ai nacer, porque les faltarán nobleza y dignidad, ios principios de vida en obras humanas, que no se derivan de la carne, sino del espíritu, hasta que sucumba rápidamen¬ te, víctima de la ceguera de ia carne, y envuelta en la ira de Dios, que abrasó y consumió a los pueblos que caminaron en pos de semejantes abominaciones. Eso no puede ser, amadas hijas nues¬ tras; a eso ni debiérais ni querríais pres¬ taros jamás, pues sería aceptar el des¬ graciado papel de instrumentos ciegos de destrucción y de piedra de escánda¬ lo para el prójimo; antes oponiéndose resuelta y dononadamente a esa invasión de ia ola cenagosa de deshonestidad, que intenta arrollar y envilecer vuestro ho¬ nor y decoro, absteneos, pero on em¬ peño firme e incontrastable, di con¬ descender con las corrientes de esas ex¬ trañas y deshonribles novelados, tan contrarias a ’& genlilezi y dignidad pro¬ verbiales de la cristiana mujer española, como ofensivas de la decencia propia y necesaria para el convivir social. Pero, sobre todo, sería merecedor de ia execración más terminante y absolu¬ ta el que la impudicia descocada o en¬ cubierta os acompañare a la casa de Dios y a los actos más excelsos y augus¬ tos de nuestra santa Religión... Vigilad, pues, vosotras mismas para que así no sea, porque Dios también nos ha de pedir a todos estrecha cuenta de los pecados ajenos, a los que dimos oca¬ sión o que no evitamos pudiendo. Aba tid con vuestro ejemplo y con vuestras exhortaciones esa muralla de inconscien¬ cia o de vituperable tolerancia, tras ia que se escudan muchas personas buenas y hasta piadosas, que justamente se cree El Heraldo de Cristo 127 128 El Heraldo de Crispo rían ofendidas si se dudaba de su hones¬ tidad y, sobre todo, mírense en el clarírimo y divino espejo de modestia y pu¬ reza, en el que el mismo Dios se miró complacido: la Santísima Virgen María fuente de santidad. Ella es la Mujer de quien se deriva a todas las mujeres la gracia, la belleza moral y el honor, que las constituye reina dentro de la universal familia cristiana. Miradla como vuestro corazón. Nos ponemos en sus manos purísimas todos nuestros cuidados, que hondamen¬ te amargan nuestra alma, y por ella es¬ peramos que la sociedad sanará pronto de esa llaga, que amenaza gangrenar sus mismas entrañas. Merézcanlo de su corazón maternal las oraciones de todas sus hijas, a quienes bendecimos afectuo¬ samente en el nombre del Padre *f* y del Hijo -f* y del Espíritu Santo i* Amén. En Toledo, a 15 de Junio, fiesta de la Santísima Trinidad de 1919.— VIC¬ TORIANO Cardenal GUISSASOLA, Arzobispo de Toledo. DISCURS SOBRE ART POÉTICA (En el primer centenari del naixement de Don Joseph M.* Quadrado) 0 Y E N TS Íí«|Ay será per demés parlar noble- It ment de coses nobles. Y molt menys ara que la mo¬ derna sociedat viu tan aplé y a gust dins aqueixes corrents modernes del més re¬ finat materialisme; y basta y sobra que sia convenient p’els interessos propris de mitja dotzena d’homcs aplegats a l’om¬ bra de la més insignificant y ridícola fulla impresa, per expedir y aplicar a qualsevol d’ells el títol de poeta, fins y tot afegintli el sonor y pompós adjectiu de divino;... per axò creim qu’ha d’esser bò y sabrós que venguem nosaltres, els més petits de tots, a parlar bé y hones¬ tament d’aqueix hàbit o facultat del en¬ teniment, y de l’Art qui l’endressa y regeix, y li dona regles y avisos per com¬ pondre millor y ab més facilidat els ver¬ sos, y darlos més harmonia y bellesa, tenguent present que el mestre de tots els mestres, n’Aristóteles, no posà cap inconvenient én deixà dit que: Ars poe¬ tica est ars rationalis. Y beu mirat, oyents amables, no dei¬ xeu de fer una falta ben grossa, aquei¬ xes regles y avisos, avuy que son tanta y tants els homos que pretenen gosar d’aqueix dó de Deu, tot descoueguent o fent de descoueixer per complet l’us ver¬ tader d’una sinalefa o d’una dièresis. ¡Oh les graus aberracions del genre humá!... Diuen que tot axò de regles no’s més qu’un estorb a la naturalesa de l’art. Anem per parts, donchs val la pena. Si bé’s veritat que lo primer de tot foren els homos poetes naturals, y for¬ maren rimes, y les cantareu al sò de la cítara, també es cert, certíssim, que des¬ prés anaren fent reflexió respecte d’elles, y observant la música que produíeu a l’orella, y contant el número de silabas, y sercant la més cabal y convenient combinació dels vocables, arribaren a la fi a donar un tò solemnial y una plahent energia y l’escaeut consonancia a les es¬ trofes que feyen, cosa que abans no’s poría conseguir,,y qu’a les hores fou una bellesa dins l’altra, donchs que la músi¬ ca y el metre, segons el meteix Aristóte¬ les, son el goig natural del ser humá: Homo naturaliter delectatur simphonia et metro. Germans, y ¡quina diferencia de lo que passa avuy en dial... Sois el considerarho aborrona, ¡Y a tot lo d’avuy se li dona el mot de progrés y de cultura! El Heraldo de Cristo 129 ¡Deu nos benehesca! Segons Horaei y Virgili, dos poetes de cap de brot, (com no n’hi ha hagut d’altres) els primers poetes del raón foren Orfeo y Amfión, qui ab la suavidat deis seus versos y ab l’energía deis seus con¬ ceptes reduí ren a la vida civil y política ais hornos casi seuvatjes del séu temps... ¡Oh el temps de Toscurantisme!.., ¡Oh, el temps que correm avuy en día!... Donchs, avuy, ja ho sabem, abunden qu’es un encant els poetes il lustres que pretenen viure y escriure fora de l’Art poètica, divorgiats de tots aquells bons preceptes que nos legaren els grans mestres; y volen fer passar per bona tota aqueixa producció tan diferent de lo qu’es la vertadera obra de vena, de cabal inspiració y de gran trascenden¬ cia artística. AhI, dirá algú, es que ja hem arribat a la plenitut del goig de totes les lliber¬ tats; hem arribats ja al temps immarcesible de que no’s parla ni’s fa res abso¬ lutament sino en nom de la patria. ¡Oh, crudèl escarni!... Ah! dirá un altre, peró si l’homo ja no compon un vers, ni escriu una. sola coma, que no sia en profit propri... ¿sa¬ beu?... ¡Oh, els fruits del modern civisme!.. Mes, tornant a lo dels grans preceptistes de la poesia, y si bé es ver que hi ha qui, lluny dels preceptes, ha sa but rimar, no direm d’un modo perfet, donchs que no n’hi ha hagut cap, en- car’ara, de poeta del tot perfet, però ab bastanta perfecció, no per aiò hem de donar per cosa certa y hem de treure a rotlo allò tan vell y conegut, que solen lluí a cada passa els detractors de TArt de que parlam, de qu’es la naturalesa la que fa els poetes, com afirma l’antich aforisme llatí: Foeta nascitur, orator fit; volent donar a comprendre que per I’eloqiiencia es necessaria l’Art, però que per la poesía basten y sobren les dots natu¬ rals...; mes, a pesar de tot, hem de con¬ venir en qu’es una gran veritat que’ls bons preceptes y les bones regles enlai¬ ren y fan millors els poetes, y sois ells» els avisos y regles, poren ab certesa su¬ plir o corretgir els defectes de la natu¬ ralesa, com diu molt bé el gran filòsof: Ars suplet dejectum natures. Axò sí, lo primer de tot es que hi ha ja vena, puis sens inspiració, es per demés voler passar un per poeta; però, un petit geni bé’s podrá desarrollar y creixer, y perfeccionarse y ferse amunt ab l’ajuda d’una bona y sana doctrina, ab l’ensenyansa deis grans mestres de la poesía, lo qual no podrá conseguir jamay, per més vena y bones disposicions que ten¬ ga, ni podrá passar de produir obres... solsament ben dignes d’ell meteix; per lot lo qual diu Horaci que l’Art sens la vena ni la vena sens l’Art aprofiten, sino que abdues s'han de juntar y respectar una a l’altra perque un s’alsi poeta y sia deis bons poetes, per allò meteix de que la naturalesa es el corqplement de l’Art, y l’Art es el complement de la natu¬ ralesa. Mes, ay!, ¿se pot dir en veritat que lo que’s fa avuy en dia es axí?... No, y rnil vegades no... ¡Si avuy gosa de fama, d’una gran fama, precisament aquell qui més s ha sabut fer el rotlo de sa coua totsol, des¬ trossant y malmenant d’una manera es¬ candalosa tot allò que tant val y tanta pena ha costat de replegar, tot allò qu’es el fruit de molts d’anys d’estudi y cavilacions, que condueix pe’ls bons camips a la consecució del millor perfec¬ cionament de l’obra poètica en sí me- teixa! ¡Senyor, y quin temps, y quins homos els del nostre temps!... ¡Tot fum, tot vapors, tot no-res!... ¡Y tot en nom del patriotisme!... Perque, es ben cert y segu, tal com avuy corren totes les coses, y molt prin¬ cipalment totes aqueixes coses de I’intelecte, que’s fa de tot punt impossible ferse una sana crítica de cap obra poèti¬ ca, ni literaria, pèr la senzilla raó de que tots els crítichs se trobeu feruDiats de cap a péus per emitir un cabal juici, puis 130 El Heraldo de Cristo s’eeposaríen tot d'uua a ¡^erdre es hossí de pá que los sol donar sa seua ben trem- pada ploma. ¡Oh, la gran independencia!... ¡Axó es la pura veritat! Aquí meteix podríem estámpame un enfilay ben llarch, de versos, que la crí¬ tica té admesos com a bons, y que real¬ ment son vituperables, tan per la seua forma com per lo funest y calamitós del séu fondo, si s’ha de tenir en conte allò del meteix gran Aristóteles, de. que la forma de qualsevol Art se pren del fi que’l meteix Art ordena, y com l’Art poètica no deu haver may d’ordenar coses lletges, o malsanes, vet’aquí’t com queden atrofiats els dos estrems d’aquei¬ xa font de la bellesa, el valor intrínsech, y el valor extrínsech: el gust pe’l poeta de fer versos, però bous versos, y el fa¬ vor 0 crèdit, digamho axí, que reb aquei¬ xa Art en sí, din§ la grau república de les lletres, o sia els beneficis que disfru¬ ta la patria del bon poeta per medi de la seua obra ajustada a les més altes con¬ veniències morals, polítiques y socials. jAxí se deu haver de fer patria! Deixant a un recó de ca-seua tots els interessos particulars, y posant desinte¬ ressadament al servey de la cosa públi¬ ca, voluntat y inteligencia, autoridat y prestigi, cada qual desde el seu lloch que li pertoca; y no adulterant y envi- lint tota obra literaria, o casi tota, per rendir culte exclussivament al més abo¬ minable de tots els vicis de la moderna sociedat: una tan alta y profonda y ser¬ vil adoració al vadéll d'or, eclipsant la prudent emulació en vers de totes les virtuts y de tot allò que fa llambretjar y engrandeix el bell edifici de la nostra so¬ ciedat contemporània. ¡Per axò tot va... com va!... Y... he dit.,. EN PRESSA A vos solsament, oh gran m'estre y creador de la revista escel·lent La Palma, desd’ahont enflocàreu tantes y tantes satgetes a tot lo dolent del vostre temps y del temps vostre pretèrit, a vos solsa¬ ment va dirigit aqueix petit discurs so¬ bre Art poètica, ja que tan desinteres¬ sadament y ab graus sacrificis de tota casta sabéreu lluitar per la conservació de les bones formes de bellesa y per la restauració dins la vi^a nacional de tot lo que parla a l’esperit y adorm els sen¬ tits. A. Garoía ROVER. Agost, 1919. <oi9S 8c5g SÍS9 =m I Vigilia ie la AssnaiDcló ie Ntra, Sen?ora pfg- ¿Qui es aquexa que puja y s'arbora del desert de la terra sortida, del Altíssim al braç recolzada, gloriosa y vessant de delicies^ ¿Qui es aquexa que puja pèls ayres com laurora que munta al mitg dia, de la lluna crexenta calçada, y ab lo sol per real mantellina, com se eleva en gentil fumarola lo perfum del encens y la mirra? ¿Qui es aquexa? preguntan los .í4n^e/s, ¿Qui es aquexa? la Verge María. Jacinto VERDAGUER El Heraldo de Cristo pié dei cadalso De un periódico colombiano, La Au¬ rora de Quebda, tomamos el relato si¬ guiente: «En una chidad importante cuyo nombre se omite por causa muy cono¬ cida, fué condenado a la última pena el hijo mayor de una noble y opulenta fa¬ milia. Hállándose ya el desventurado joven en capilla, pidió confesarse y lo verificó, lleno de arrepentimiento y sincero do¬ lor, con un Padre de la Compañía de Jesús. Terminada la confesión le suplicó el reo que hiciese venir a su padre a la cárcel para que le perdonase y le traje¬ ra al propio tiempo el perdón de su madre. Hízolo el Padre, costándole no poco trabajo que el padre de aquel infeliz acudiera a los deseos de su hijo; al fin fué a la cárcel. Apenas le yió aquel joven, se echó a los piés del padre y le pidió le perdo¬ nase y que lo hiciese asimismo en nom¬ bre de su madre. Conmovido profundamen'e el padre, concedió ambos perdones al hijo, abra¬ zándole con ternura: entonces levantán¬ dose éste, dijo: —Ahora, padre, le perdono el mal que usted me ha hecho. —¿Qué mal te he hecho, hijo mío?— respondió confuso. —¿Se acuerda usted, padre, de aquel día en que al salir de la iglesia me arran¬ có usted del cuello la medalla, diciéndo- me: «Deja esas cosas que son beaterías de tu madre?» ¿No recuerda usted—añadió—cuando por primera vez me impacienté con los criados, que me dijo: «Haces bien tú, que eres el amo y puedes tratarlos como quieras?» ¿Acaso se ha olvidado usted que por las primeras malas notas que traje del colegio fui reprendido por mi madre, y usted le dijo: cDéjale, es rico; y no necesita trabajar?» ¿Se acuerda de aquel día que por vez primera le quité a usted un franco para jugar, lo supo mi madre, me encerró por castigo y usted me sacó, y ponién¬ dome en la mano una onza de oro, me dijo: «Toma, hijo mío, que el dinero es para gastar?» Pero cuando perdí la fe, aborrecí el trabajo; de resultas me faltó el dinero, y jugué para adquirirlo; perdí y robé para jugar; y luego asesiné; y mañana subo al patíbulo manchando la nobleza de nuestro apellido con indeleble borrón. Dios le perdone, ¡oh padre! como yo le perdono. Al oir tan terrible relato, cayó el pa¬ dre al suelo, desmayado de dolor, ex¬ clamando: —¡Que horror! ¡que horror! ¡Ser yo mismo el asesino moral de mi hijo!» 132 El Heraldo de Cristo Nuestros santos En el mes de Abril terminó el proceso apostólico sobre las virtudes y milagros, en particular de la venerable sierva de Dios Bernardita Subirous, Cordíjera de N. S. P. S. Francisco. Conforme a las prescripciones de la Congregación de Ritos, el Tribunal Ecle¬ siástico presidido por Mons. Chatelus, Obispo de Nerves, realizó la visita a la tumba de la Venerable. El cuerpo de ésta se encontró íntegro aun rígido y en alguna parte momifica¬ do. Las condiciones en que fué nueva¬ mente inhumado en 1.909 explican que no se le haya encontrado ahora en tan perfecto estado de conscrilación como hace diez años. Con todo, los médicos existentes de¬ clararon ser muy raro, después de 40 años de su muerte, la conservación del cadáver en tan buen estado. El cuerpo de la Venerable Bernardita fué nuevamente inhumado, en espera del día de su canonización. Honroso acuerdo Merece todos los elogios el acuerdo tomado recientemente por un grupo nu¬ meroso de médicos madrileños, en oca¬ sión de una tentativa de duelo o desaíío, bárbara cóstumbre condenada por la Iglesia y las leyes civiles. He aquí la re¬ solución tomada por aquellos beneméri¬ tos médicos: «Que siendo bien conoci¬ dos de todos el origen y finalidad de esas cuestiones mal llamadas de honor, que con notoria injusticia han tenido también que sufrir algunos prestigiosos compañeros, los médicos aquí reunidos solicitamos de la Junta Directiva del Colegio, como representación oficial de la clase, se tome el acuerdo que procu íará recabar de los demás Colegios Mé¬ dicos de España, de negarnos en abso luto a concurrir como tales médicos a los ya demasiado frecuentes lances de honor.» —*—*— NECROLOGÍA CflinpOS. —En este pueblo falleció el día 13 del próximo pasado julio, el ejemplar terciario D. Francisco Garcías Vadell a la edad de 83 años confortado con los Santos sacramentos. Toda su vi¬ da ha sido modelo de fervorosos tercia ríos y de buenos padres de familia; pa¬ dre de D. Sebastián Garcías, maestro de Novicios en la V. O. T. de este pueblo, ha ejercido durante mucho tiempo el cargo de Vice-maestro de Novicios. Ejercitaba la virtud en cuantas oca¬ siones se le presentaban; asistía a todas las reuniones, comuniones y demás ac¬ tos de la Hermandad; obedecía a cuan¬ tas indicaciones le hacían referentes a su cargo; oía cuantas misas podía> reza¬ ba cada día las 15 decenas del rosario y las 24 avemarias. La O. T. ha perdido un fervoroso ter¬ ciario, un amado hermano y un verda¬ dero modelo Darnos a su familia el más sentido pé¬ same y rogamos por el eterno descanso del alma del finado. jyianacor.—El 30 del pasado Julio, murió en dicha ciudad la religiosa Sor Fernanda Sureda, Terciaria Franciscana. Entró en la Congregación de las Hijas de la Misericordia a la edad de 20 años; vivió en ella 63 siendo muy caritativa con los pobres enfermos y quedando muy agradecidos de sus servicios. ' Fué muy devota y puntual en asistir a la Hora Santa, hasta que se lo impi¬ dió la larga enfermedad que la llevó al sepulcro. Una de las virtudes en que se distin¬ guió fué la de la gratitud, pues cual¬ quier favor que recibiese era recompen sado por ella con gracias acompañadas de alguna súplica„oración o comunión a favor de la que la había favorecido. Acabó su vida con una santa muerte después de recibidos los auxilios de nuestra santa Religión a la edad de 83 años, Descanse en paz. A. E. R. I. P. Hntigua panadería ^ T)orno de la peletería de ^ Especialidad en los panecillos de aceite, salados, franceses, panes blancos, de trigo y de los ricos bizcochos y borregos. Se sirye todo h domicilio tanto los panecillos de la mañana como ios de la tarde. VINOS DEL — Exento. Sefior Marqués de Viuot Se venden Calle de la Campana n.® 5.—PALMA DE MALLORCA Almacén de cafés, azúca· reSf -ïof- cacaos, ^ canelas, ^ harinas, salvados, arro¬ ces y legumbres, BARTOLOMÉ BOSCH PÉREZ = Ventas al pormayor. —Herrería, 22 y al detall.—Fideos, 9 y 11. PALMA DE MALLORCA MERCERIA COLON DE — -T Mercería, Paquetería, Novedades. 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