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Antonio.—Crónica Fran¬ ciscana — Necrología. -^Juventud Seráfica. -^Tiíptico.—Camino del Calyário, - Fl :ce Rex Vester. .....Miradle, es El; el Hijo de Dios, el resplandor de la gloria del Padre, ima¬ gen viva de su sustancia, que ofrece en el Gólgota el sacrificio de su vida por la salvación del hombre... Miradle clavado en un infame madero, alzado como señal de salvación en medio de la tierra A su vista se levanta Jerusalen, la ciu¬ dad nefanda y deícida, edificada sobre santas colínas y elegida por el mismo Cristo para su especial morada. A los rayos del sol de Palestina relumbran sus altos muros y torreones. Sus edificios, sus monumentos y palacios, levantan al cielo sus frentes altivas descollándo en¬ tre todos el magnífico templo, con sus pirámides y capileles, con sus a'eos y galerías, “revestidas de blancos mármo¬ les y planchas de oro y plata... Y en el Calvario sigue pendiente en el aire, y puesto entre dos ladrones, cual si fuera su capitán, el Redentor del mun¬ do; atravesadas con duros clavos sus ma¬ nos obradoras de tantas maravillas y ta¬ ladrados igualmente sus pies que no se habían movido sino para hacer el bien. Así permanece Jesús colgado del afren¬ toso madero, expuesto a las miradas del pueblo, objeto de la rabia de los judíos que le blasfeman y maldicen y le inju¬ rian con gestos y risotadas. Oye el Señor desde la cruz todas estas injurias, pero las olvida, y fijando su mirada amorosa sobre los infelices que le escarnecen y blasfeman y levantando al cielo su sa¬ grada cabeza, con voz alta y suave ex¬ clama: Padre, perdónalos porque no sa¬ ben lo que hacen. Así, mientras sus ene¬ migos, no contentos con haberle puesto en el ignominioso patíbulo, abren sobre El su boca llena de blasfemias e impro¬ perios, abre el Mártir divino también la suya para pedir a Dios perdón por los que tan en balde le injurian y escarne¬ cen Miradle, en aquel momento supremo, momento sublime, del que depende la salvación del universo, momento en que quedan asentadas las paces entre Dios y el hombre para jamás romperse, momen¬ to en que van a cumplirse los altos fines de la redención, del que depende la re¬ conciliación de los pecadores y la glori¬ ficación y santificación de los justos. Re¬ coge el Redentor divino todos los senti¬ dos del cuerpo y las facultades de su alma, levanta su e piritu al Eterno Padre y con voces lastimeras y preñadas de dolor exclama: Dios mío, Dios mió, por qué me has desamparado?... Los espiri- f ï--, ' Kt. Heraldo de Cristo tus celestiales se estremecen de dolor al oir semejantes lamentos y la naturaleza toda empieza a indignarse a la vista de tanta afrenta y de tanto tormento. El sol empieza a retirar los rayos de su luz. Sombras lívidas y siniestras envuelven la ciudad deicida, sus orgullosos ediñcios, la mole de su sagrado templo... Y JesucriSk), sigue en el Calvario pre¬ sidiendo este duelo universal, y mien¬ tras las sombras haciéndose cada vez mán densas y pavorosas extienden sobre la naturaleza inmenso sudario de luto y de horror, queda también su alma en¬ vuelta en una noche obscurísima de tris¬ tezas y amarguras... Se acerca la hora terrible, la hora suprema. Sus labios se marchitan y se secan, su pecho se abra^ sa en sed horrible y mortal, se enconan sus heridas y su cuerpo todo es entrega¬ do a tormentos y dolores de muerte y viendo perfeccionada del todo la obra que su Eterno Padre le ha encomendado «no faltándole nada que hácer sino en¬ tregar su vida al que se la había dado, bajó por última vez sus ojos a la tierra, enviando una mirada de amor infinitó a cada uno de los hombres presentes, pa¬ sados y por venir, y levantando la sagra¬ da cabeza, con grave y sonora voz excla ma: Todo está acabado; Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu... ¡Jesucristo ha muerto! ¡Misterio! ¡Mis¬ terio incomprensible! !Ya lo veis! Cristo ha muerto sobre la horca de los infames ¿por qué? por el pecado. Por el pecado el hombre ha ofendido a la infinita magostad de Dios; ha roto los lazos de gracia y de amor que le unían a su Criador, ha caído por este hecho en poder del espíritu maldito cuya ingratitud y rebelión desgraciada¬ mente imitaba... La humanidad no podía salvarse sino por una reparación igual a la ofénsa hecha a un Dios por el pecado; para esto se necesitaba la inmolación de una víctima de un valor infinito, como infinita, en cierto modo, era también la ofensa... Ah! y esa víctima es la misma que he mos visto expiar en la cruz en medió dé los más acerbos dolores, es Cristo Re¬ dentor. El solo puede salvarnos y El solo puede, en cambio de la gloria que el pe¬ cado arrebata a su Eterno Padre, tribu¬ tarle con su inmolación un homenaje que le da una gloria infinita... ¡Oh Mártir divino! nosotros te saluda¬ mos, y corriendo al pie de vuestra cruz, encorvada, bajo el peso de sus iniquida¬ des, nuestra alma temerosa, busca un re¬ fugio contra la justicia divina entre vues¬ tros brazos extendidos para estrechar¬ nos contra vuestro corazón. Que caiga una gota de esta sangre que corre de vuestras llagas sobre el nuestro rebel¬ de hasta ahora a vuestra gracia, y que lo purifique y sea germen de un verdadero arrepentimiento, ¡Salve Cruz sacrosanta! fuente inefa¬ ble de consuelo, haznos sentir siempre tu divina virtud y permite que abrazados a tus pies cante nos con nuestra madre la Iglesia: Crux fidelis, inter omnes Arbor una nobilis Nulla silva talem profert Fronde, flore, germine. • Dulce lignum, dulces clavos Dulce pondus sustinet. . Fr. G, T. A CRISTO CRUCIFICADO Pastor, que con tus silbos amorosos Me despertaste del profundo süeño. Desde la altura de ese infame leño En que tiendes los brazos poderosos. Vuelve tus ojos a mí piadosos, Pues te confieso por mi amor y dueño, Y la palabra de seguirte empeño Tus dulces silbos y tus pies hermosos. Oye, Pastor, que por amor mueres. No te espante el rigor de mis pecados. Pues tan amigo de rendidos eres; Espera, pues, y escucha mis cuidados. . ¿Pero cómo te digo que me esperes. Si estás por esperar los pies clavados? Lope de Vi ga Kl Heraldo de Cristo te' LA COMUNIÓN DE LOS APÓSTOLES 64 El Heraldo de Cristo üaehsts del Alma VI Es una verdad innegable que la carne y el mundo amistosamente se dan entre sí las manos y se entregan después in¬ condicionalmente al servicio del demo¬ nio, para así mejor crucificar a Cristo en nuestras almas. Se comprueba este aserto por la experiencia de todos los días, se¬ gún la cual, las personas mundanas, salvo rarísimas excepciones, están fuertemente dominadas por el espíritu de la carne; al entretanto que sienten las carnales, ge¬ neralmente hablando, tan hondas simpa¬ tías por el espíritu de este mundo, que pronto acaban por constituirse sus fran¬ cas y decididas esclavas. Nadie extrañará, sin embargo, que el mundo y la carne vayan siempre así del brazo, si se tiene en cuenta que no son dos enemigos enteramente distintos, sino tan sólo dos manifestaciones-diversas de un mismo enemigo; de aquel enemigo radical cuyo esbozo quedó trazado, en la segunda parte de estas luchas. La característica de este maligno es¬ píritu, no tanto se ha de buscar en el deseo constante de pasarlo bien sobre la tierra, cuanto en los esfuerzos supremos, que hacen los carnales y los mundanos, para luego conseguirlo. Si, como consecuencia necesaria de su ceguera innata, después del pecado lla¬ mado de origen, aprehende la razón de su bien apetecido, en los vanos honores, en las riquezas perecederas, en los ofi¬ cios distinguidos, en los puestos eleva¬ dos, en la amistad con los nobles, en las relaciones sociales de brillo externo y en la estima universal de las gentes cali¬ ficadas, entonces el espíritu humano, que es el único que cifra su satisfacción en cosas tan vanas como inconsistentes, re¬ cibe el pomposo nombre de mundo o de espíritu mundano. Mas, cuando cree ver esa felicidad terrena a que aspira, concentrada en el goce material de los cinco sentidos del cuerpo y de los apetitos desordenados que en ellos radican, el mismo espíritu de antes, es el que aquí se denomina es¬ píritu carnal. Por esto he dicho arriba que en rigor de verdad no son dos es¬ píritus completamente distintos el uno del otro, sino más bien dos caras, o dos fases, o dos tendencias diversas de un solo espíritu, que es el amor propio, el espíritu de soberbia o el espíritu humano, el cual se halla en el hombre y lo lleva muchas veces al retortero, si no lucha con él a brazo partido, hasta que venga la muerte a coronarle con la última de sus victorias. Pues si de este modo tan equivocado se representa el hombre los constitutivos verdaderos de su bien y de su felicidad, lo natural es que se esfuerce cuanto pue¬ da, mientras viva en esta carne de pe¬ cado, para adquirir a cualquier precio, las mil chucherías de las cosas criadas, que con tanto boato se expenden, en la averiada feria de este mundo. Natural es también que el demonio, astuto conocedor de estas inclinaciones perversas, en que nace el hombre, crece y se desarrolla sobre la tierra, excite más y más los apetitos desordenados de su carne y las concupicencias malas de su depravado espíritu; ora mostrándole ri¬ quezas, honores y dignidades; ora ofre¬ ciéndole los variados placeres de la vista, del oído, del olfato, del gusto y del tacto; según los diversos espíritus de que le vea actualmente poseído o las criaturas a que le note más fuertemente inclinado. A los lectores que saben todavía poco de estos achaques espirituales, y que ino¬ centemente se creen al resguardo abso¬ luto de estas tentaciones diabólicas; bien sea porque les parezca que el demonio no les hace ningún caso; bien porque hasta el presente no les haya molestado nunca, con las malignas sugestiones más propias de su carácter, altamente repul¬ sivo; les aconsejo de pronto una atenta mirada retrospectiva, que abarque de lleno toda su conducta moral y religiosa, desde que despuntó en ellos la luz na- El Heraldo de Cristo 61; tural de la razón, hasta el momentp pre¬ ciso de entrar en tan saludable examen. Los que acierten a mirarse de este modo y tengjn verdadero interés en co¬ nocerse a sí mismos, cual conviene a los discípulos del Salvador, tropezarán al instante con una larga serie de horroro¬ sos 6:tragos interiores, testigos irrecu¬ sables de que por allí pasó triunfalmenle el poderoso caballo de ese infernal Atila, que no ve la hora de aplastarlos y de acabar con ellos, por las prisas que le sugiere su maliciasatánicay furiosamente exterminadora. ¿Qué sería de estos bo¬ nachones, si después que tuvieron la inmensa desgracia de perder la flor can¬ dorosa de su primera inocencia, el espí¬ ritu diabólico los hubiera zarandeado, como a otros muchos cristianos que se mantuvieron siempre fieles a Dios y per¬ fectamente sumisos a la Iglesia católica? ¿En dónde estarían ahora, si el Señor no hubiera medido la pesada carga de las tentaciones, por la resultante absoluta de las fuerzas de cada uno, combinadas con las gracias sobrenaturales, que a to¬ dos misericordiosamente nos concede? ¿Y habrá todavía quien no tema ni abo¬ rrezca de muerte al espíritu humano y a los demás enemigos de nuestra pobre alma? Fr. Francisco Lliteras O. F. M. El Ermitaño Pacomío IV Con la muerte de Ricardo, María ha¬ bía esperimentado uno de esos golpes profundos que llenan el corazón y el al¬ ma de tristeza y melancolía, y que van minando hasta las mas robustas existen¬ cias. Para colmo de males, temía la po¬ bre viuda por la vida y porvenir de sus caros hijos; empezaba a faltarles el sus¬ tento necesario. El huerto y tierras de pan llevar que cultivaban, esperimentaban una espan¬ tosa sequía; el cielo se había convertido en una bóveda de hierro y la tierra en una masa de bronce. No llovía, y la tierra no podía sazonar sus frutos; los manantiales habían cerrado sus aguas al sediento. El hambre, fiera y despiadada, se cer¬ nía sobre aquel sinuoso valle. Ramón y José no perdonaban medio, ni sacrificio, para cumplir con el sagrado encargo de su padre, de socorrer a su madre cuando se hallara necesitada; mul¬ tiplicaban sus esfuerzos sin tregua, ni descanso; pero en vanó. En una de sus correrías por aquellos contornos buscando trabajo, llegó a su noticia que en un caserío, distante unas dos horas del valle, se había instalado una escuela, y que todos los que a ella asistían, además de los libros y de la instrucción que gratuitamente recibían, cobraban un real todas las noches que no faltaban a la lista. Era una escuela luterana. Instigados, no por la apostasia de la fe de sus mayores, ni por el deseo de afi¬ liarse a la malhadada reforma, sino por la cantidad, aunque exigua, que podían cobrar, habían acudido aquella noche, por vez primera, a dicha escuela, con el fin de comprar una libra de pan para distraer el hambre que tocaba sin com¬ pasión a las puertas de su miserable vivienda. Momentos después de haber tomado asiento el ermitaño sobre un rústico ban¬ co de roble, que con unos pocos más formaban el mueblaje de la casita, llega¬ ron Ramón y José, sudorosos y jadean¬ tes, a pesar de la fría estación en que se encontraban. Y sin fijarse de momento en el anciano cenobita, abalanzáronse a su madre besándola cariñosamente y diciéndole entre lagrimas de alegria y tristeza al mismo tiempo. —Madre, ya tenemos pan. Y ladeándose para buscar un asiento donde descansar de sus fatigas y corre¬ rías, quedaron sorprendidos agradable¬ mente al encontrarse con el ermitaño, el 66 El Heraldo de Cris i o amigo de su difunto padre y al que no habían visto desde el dia en qne, junta¬ mente con el autor de sus dias, habían subido a oir Misa en la ermita de la Con¬ cepción. Besáronle reverentes la mano, y Ramón, acordándose del encargo que su padre les había hecho antes de morir, le dijo: —Tengo que cumplir con V. un en¬ cargo sacratísimo por ser él de un mori¬ bundo. Ricardo, su amigo y nuestro buen padre, nos encargó que le saludáramos y despidiéramos en su nombre. —¿Nada más os encargó con respecto a mí? contestó el cenobita. —Nada más, contestó Ramón. —¿De donde venís, añadió el ermi¬ taño, a estas horas de la noche, mientras vuestra madre gime solitaria en vuestro hogar?... ¿Por qué no habéis subido más a la ermita, despues de la muerte de vuestro padre y al menos hubiera sabido más a tiempo la pérdida irreparable que habéis esperimentado?... ¿Donde habéis ido a Misa los dias que manda la Iglesia?... A esta serie de preguntas del humilde anacoreta, contestó Ramón, con cierta timidez y cortedad, diciendo: —-Venimos de un caserío distante unas dos horas de aquí, en el que se ha ins¬ talado una escuela donde, además de la instrucción gratuita que reciben los que a ella asisten y de proporcionarles libros como éste, (entregando uno al ermitaño) dan un real todas las noches a cada uno de los asistentes. Desde la muerte de nuestro padre tenemos enferma a nuestra madre; la sequía azota nuestros campos y nuestra huerta, las cabras no encuen¬ tran una yerba que comer y rumiar. Va¬ gamos de uno a otro extremo de estos valles, buscando trabajo y no lo encon¬ tramos; trabajamos a destajo para ahuyen¬ tar el hambre que toca a nuestra puerta. Y si bien no nos interesa nuestra propia vida, en cambio tenemos en gran estima la de nuestra querida madre, porque nos encargó su amigo Ricardo, que no olvi¬ dáramos jamás el socorro que debemos a ser tan amado. No hemos subido a la ermita desde entonces a oir Misa y a participarle la desgracia esperimentada, porque desde entonces no nos preocupa otro cuidado y otro afán que la salud y la vida de la enferma, anteponiéndolo a otro cual¬ quiera y confiando en que la Virgen de la ermita y su buen ermitaño, nos lo per¬ donarán, —¿Y ese pan que habéis tráido, lo habéis comprado con el dinero recibido esta noche en la escuela del caserío?... respondió el ermitaño. —Con el mismo, contestaron a una los dos hermanos. —No saciéis vuestra hambre con ese pan maldito, contestó el buen Pacomio. No lleva la bendición de Dios, ni de vuestro buen padre, que os contempla desde el cielo. Es un pan comprado a precio de heregía; es un pan sin sustancia y sin vida. No queráis, hijos mios,. que vuestra madre lleve a su boca el fruto del engaño que habéis esperimentado. Venís ¿sabéis de donde? De una escue¬ la protestante, de uno de esos centros de enseñanza que los discípulos de un após¬ tata llamado Lutero, van fundando de pueblo en pueblo y de caserío en ca¬ serío, para inocular el virus de sus co¬ rruptoras doctrinas en el corazón de las familias y hacerlas desertar de las salva¬ doras enseñanzas de la Cruz. Bajo capa de amigos de la instrucción de la juven¬ tud y de caridad para con los necesita¬ dos, reparten libros y dinero a sus se¬ cuaces para hacer más atractiva su falsa religión y mas próselitos a su causa. Este libro es luterano; echadlo al fuego, para que sus llamas devoren ansiosas las blas¬ femias y negaciones que contienen sus páginas. Ese pan ha sido adquirido a precio de sangre, como el campo que se compró con el dinero del apóstol trai¬ dor; arrojadlo de vuestras manos. —Podríamos darlo a las cabras, dijo José, interrumpiendo al ermitaño. —Ni a las cabras, replicó el buen ana¬ coreta. Y continuando su dis cursito, aña¬ dió: El Heraldo de Cristo 6s Fi, Heraldo bE Cristo —Santo y bueno que a causa de la muerte de vuestro padre y de la enfer¬ medad de vuestra madre, no hayáis su¬ bido más a la ermita a oir Misa, ni a visitar al ermitaño Pacomio, aunque de¬ bo advertiros de paso, que nada hubie¬ rais perdido con hacerlo, ni de parte de aquella devota Imagen de María Purísima que vela siempre por sus devotos, ni de parte de este humilde siervo que os habla. anciano anacoreta. María, la pobre en¬ ferma, que hasta entonces no había he¬ cho más que llorar, sin pronunciar una palabra, por no interrumpir el curso cada vez más interesante d.e las consoladoras doctrinas que en el recinto de su hu¬ milde casita, pronunciaba e! enviado de Dios, parecía desembarazarse de la parᬠlisis que la tenía postrada; irguióse algún tanto reclinándose sobre la almohada y levantando sus manos y abriendo sus Sagrado, sacratísimo es el deber que labios, habló a sus hijos y al ermitaño en pesa sobre los hijos con respecto a sus estos términos: padres; pero, sabed, que'el mismo Dios —Hijos mios, lo ha dicho ya el ermi¬ ha dicho por boca de sus enviados: — taño Pacomio; arrojad al fondo del valle «Quien ama a su padre y asi m^dre ese pan que habéis comprado para nues¬ más que a mí, no es digno de mi»—No tro sustento. Vuestra madre agradece y os inquietéis por mi advertencia evan¬ bendice los buenos deseos y recta inten¬ gélica; la Virgen y el ermitaño de la ción con que habéis asistido a la escuela Concepción, al ver la inocencia y buena del Caserío para co apiario, pero no fe con cjue habéis procedido, os lo per¬ quiero probarlo, y es mi deseo que tam¬ donan de corazón. Mas, no os perdona¬ poco lo probéis vosotros. La Virgen de rían que volvierais otra vez a la escuela la ermita ya proveerá... Muchas gracias, del Caserío, ni a ninnún otro sitio donde ermitaño Pacomio, por la visita que os pueda peligrar vuestra salud temporal y habéis dignado hacer a esta pobre vivien eterna. Antes morir que apostatar de las da; habé s devuelto la salud a mi cuerpo, creencias de la ermita; antes morir que la co. fianza a mi corazón y la tranquili¬ aceptar un mendrugo de pan a cambio dad a mi alma... de negaciones y apostasias. Levantóse el humilde solitario, y con ¿Que el hambre toca a vuestra puer¬ la autoridad que le daban sus años, su ta?... No importa, Dios proveerá porque esperiencia y sus virtudes, sacó del bol¬ nunca abandona a sus seguidores. Si no sillo de su tosco sayal un' pequeño en¬ abandona al pajarito que t ina por estos voltorio que contenía algunas monedas, montes, alimentándole y vistiéndole en y entregándolo a aquellos hijos, les dijo: sequías y bonanzas; si viste los lirios y —Este dinero os pertenece. Ricardo, flores del campo y mantiene con su dies¬ a fuerza de ahorros y sacrificios, lo iba tra los animales e insectos que sobre la depositando en mis manos a modo de tierra crecen y se desarrollan... ¿por qué alcancía, moneda por moneda, todas las ha de olvidar a la familia de Ricardo, de veces que subía a la ermita, por si algun vuestro difunto padre, que nunca desfa¬ día tuviera, él o vosotros, necesidad ex¬ lleció ante las inconstancias de la for¬ trema. Comprendiendo yo que algo ha¬ tuna, sino que al contrario, se afianzó bía pasado en esta casa al ver que no más y más en la creencia de que Dios, y parecíais por aquellas alturas, determiné sólo Dios, es El que nos proporciona el bajar a enterarme personalmente del caso, pan que hemos de comer y el agua que y en previsión de todo, he bajado con el ha de fertilizar nuestros campos y nues¬ dinero para entregároslo. Con ese dineró tras huertas? comprad el pan para vuestro sustento, Escuchaban aquellos hijos con reli¬ giosa atención, las sabias y oportunas re¬ flexiones que salían de los labios del en la seguridad que lleva en sí las ben¬ diciones del cielo. La Providencia que vela por vosotros, ha querido subvenir a El Heraldo de Cristo rg vuestras necesidades, precisamente en la primera ocasión en que, por ellas, ha¬ béis puesto en peligro vuestra fé y vues¬ tra salvación. ella. Compartía con los PP. Restituto del Valle (único superviviente de los tres) y Francisco Blanco el magisterio de la cri¬ tica literaria en la misma, formando los No desconfiéis nunca de Dios; cuidad tres ese triunvi alo inteleclua', cuyos fa¬ vuestro huerto, vuestros campos y vues¬ llos tanto sorprenden y admiran hoy co¬ tras cabras. Subid a la ermita todos les mo ayer a los príncipes seglares de la domingos y demás días de precepto a oir misa, y a prostraros ante aquella ve¬ neranda Imagen de María Santísima y nada os faltará para vuestra subsistencia. Y despidiéndose de aquella pobre fa¬ milia, salió apoyándose en su bastón pa¬ ra la ermita de su residencia. La luna, crítica española. De mí sé decir que profesaba grande cariño al P. Conrado; me enamoran y engolosinan sus escritos que leía y leo con singular placer, pero C3n ser joyas de exquisito valor todos ello?, para no¬ sotros los mallorquines hay uno que res¬ brillando en el firmamento, le servía de faro y guia. Apenas en ella, envió al lego que con el vivía, con provisiones a la casita del valle, matando el hambre que plandece como en centellas la lumbre, robando Ijs ojos y cautivando el cora¬ zón: es el que dedicó a nuestro excelso conterráneo, el Beato Ramón Lull. despiadamente se iba introduciendo en 11 ella. F. Torren-!, Pb <o, T. Por encargo del Exemo. Ayuntamiento de Palma subió el P. Conrado al púlpito El l (oiiríiilo Miiiíios (le Id Inleii (le Upslín y el Bíat) Bamóii Lall I de San Francisco el día 3 de Julio de 1895. El discurso s ijrado que pronunció fué una maravilla de doctr na y arte lite¬ rario, que conviene más y más enaltecer y celebrar para honor y g oria del insig¬ ne filósofo mallorquín y mártir sublime de Cristo. Palma tu o la honra de cobijar un dia Gallarda muestra dió el P. Conrado de en su seno a tan docto hijo de San Agus¬ la alteza y profundidad de su crítica y de tín ¡Y cómo encadenaba los corazones la figura de tan amable y simpático religioso! Afable, discreto, expansivo, de¬ licado, culto, ejercía suave pero irresis¬ tible dominio en cuantos tenían la suerte de tratarle, y más si acontecía entablar con él plática sobre materias filosóficas y literaria?, porque era admirable la luci¬ dez, seguridad y aplomo de su juicio, lo escogido, vario y sólido de su instruc¬ ción, y la claridad, precisión y limpieza de su estilo. De ahí que varones eximios en ciencias y letras, así de España como fuera de ella, le rendían unánimes el tri¬ pensador severo y circunspe to, mesu¬ rado y discreto. Después de una elegante y sólida demostración en que hizo ver el orador la deficiencia déla razón humana para resolver los altos problemas que atañen al origen y destino del hombre y ia insustancia'idad d c los cacareados con¬ flictos entre la ciencia y la fe, cuán per¬ fectamente se auxi ian y casan éstas en los próceros de la humana inteligencia, como es, sin duda e! Beato mallorquín, cuya vasta sabiduría está penetrada toda de las luces de la fe, hizo un cumplido y discretísimo análisis del sistema luliano, buto de su veneración y simpatía y esti¬ maban sus juicios como de una autoridad literaria indiscutible. sistema armónico, ian sencillo como ar¬ monioso, el más or’ginal de que da cuen¬ ta la historia de la Fi osofía. Hizo ver Era el P. Conrado una de las mayores glorias literarias de la Orden, y, a mi humilde entender, el primer hablista de como el gran pensamiento de la unidad de la ciencia rige y señorea la vasta en¬ ciclopedia luliana, no esa unidad ontoló- LA ORACIÓN DEL HUERTO HkIíVI.DO Dii Crí.ví'u 71 gica que predican y ensalzan Hegel y esa turbamulta de filósofos panteístas, cuyo error, malamente atribuido a nuesstro Beato, dió ocasión al orador para mostrar la pureza y brillantez de la orto¬ doxia luliana. Sería prolijo hacer mérito de las con¬ sideraciones, todas muy eslabonadas y con gran acierto traídas, en que h'zo os¬ tensible el P. Conrado la realeza de la inteligencia y del corazón deRamón Lull, una y otro admirablemente harmoniza¬ dos para producir aquella peregrina y colosal labor literaria y científica, la cual analizó menudamente, quilatando con pericia suma el oro que contienen todas y cada una de las obras d •! gran polígrafo del siglo Xlil, e impulsanJo a los fieles a que por sí mismos lo extrajeran para adquirir el doble tesoro de la ciencia y de la fe. Encareció además el sabio agustino la necesidad de que, al par del sabio, se honrara al santo, lo cual advirtió se de¬ satendía al honrar a los san'os que fue¬ ron sabios, pues la santidad de Ramón Lull superó, si cabe, a su ciencia, y más cuando las excelsitudes de esta fueron debidas a los fervores de aquella. «Rai¬ mundo Lulio—dice—es un filósofo que en nada se parece a los de su tiempo; no es Santo Tomás escribiendo la Suma con un esfuerzo de su entendimicntosolo; es San Agustín reflejándose en su obra todo entero; pensamiento y corazón, in¬ teligencia y fe... Si su doctrina no ha sido recibida del cielo, el espíritu de Dios ha pasado por allí... La fe hizo a Raimundo Lulio gran filósofo; la medita¬ ción a los pies del Crucifijo le hizo con¬ cebir su Arte; Raimundo Lulio sin su penitente retiro de Randa hubiera sido un trovador, un alquimista, una especie de D. Enrique de Villena de la corte de Mallorca; pero no hubiera sido lo que es, el más grande de los filósofos espa¬ ñoles y uno de los más grandes filósofos del mundoj,. Consuela y regocija el ver cómo supo el P. Conrado interpretar a maravilla su honroso empeño, definiendo y aclarando la grandeza intelectual y moral del hijo más insigne de este suelo. ¡Gloria al Pa¬ dre Conrado Muiños y a la Orden agustiniana que le crió y educó con el calor de sus entrañas maternales, y gloria mil veces al Beato Ramón Lull, que por la¬ bio de tan pulcro y castizo hablista, va¬ rón de grandes letras y virtudes, logró en nuestra tierra tan cumplida y mere¬ cida alabanza! José L. Valentí -=0(^)0- Voló No os dé pena mi muerte, les decía, no lloréis Mi San José y la Virgen ya me llaman. hijos mios ¿los veis? Un paso más... la mano... no la alcanzo tengo ansias de llegar..... Un paso nada más... ¡Celeste encanto! ¡Por fin te he de alcanzar! La fé... la caridad... la Virgen Santa... Confía en San José Cuéntale siempre todjs tus pesares come yo le conté. Un paso más no puedo..., y sonriendo los brazos levantó. Su alma pura dió el paso suspirado que con su Dios por siempre le reunió. Bartolomé Miralles, T. franeÍ3eano ¿ Que es la profesión en la Orden Ter¬ cera? He aquí la fórmula prescrita por el ce¬ remonial para la profesión de los Ter¬ ciarios: Yo N., en presencia de Dios Omnipo¬ tente, y a honra de la Inmaculada Vir¬ gen María y del bienaventurado Padre San Francisco y de todos los Santos, prometo observar todo el tiempo de mi vida los mandamientos de Dios y la Re¬ gla de la Tercera Orden instituida par el V- El Heraldo de Cristo mismo bienaventurado Padre San Fran¬ cisco y confirmada por los Sumos Pon¬ tífices Nicolás IVy León XIII; prometo además satisfacer, según la voluntad del Visitador, por las transgresiones come¬ tidas contra la misma Regla. Es pues la profesión un acto de reli¬ gión por el cual el cristiano se compro¬ mete a observar fielmente ese género de vida aprobado por la Iglesia. No es un voto, sino una simple pro¬ mesa que no obliga bajo culpa ni mortal ni venial. Es sin embargo una palabra que, a la presencia de Dios y de los Superiores de la Orden Tercera, empeña eí Tercia¬ rio de llevar una vida en todo ajustada a los preceptos evangélicos y a las normas de perfección cristiana que prescribe la Regla. Antes de pronunciar !a fórmula, el no¬ vicio pide humümente ser adm tido a la santa profesión. Realmente es santa por¬ que a más de hacerse a la presencia de Dios y en honra de la Inmaculada Vir¬ gen, del Bienaventurado P. S. Francisco y de todos ios Santos, en lugar sagrado y en medio de sagradas y expresivas ce¬ remonia®, lo que se promete es una cosa santa, altamente meritoria y digna de un pecho cristiano. El que profesa debidamente dispuesto, recibe del cielo singulares gracias e ilus¬ traciones; siente su corazón despegarse del mundo, y atraído hacia Dios con más fuertes cadenas de amor. pués de cara a los circunstantes, pre¬ gunta: que pide Hermano? A lo que con¬ testa el aspirante: «Padre, pido ser ad¬ mitido a la santa profesión de la Tercera Orden para se vir en ella a Dios hasta la muerte». Después de oportuna plática del Di¬ rector, pronuncia el aspirante la fórmula de la profesión. Cuando profesan muchos a la vez, pón¬ gase mucho cuidado en que todos pro¬ nuncien claramente las palabras de la fórmula para la profesión, pues esto es requisito esencial para la validez. ¿Por cuanto tiempo promete el Ter¬ ciario guardar la Regla?.—Lo dice cla¬ ramente en su profesión: prometo obser¬ var todo el tiempo de mi vida... No se señalan límites ni condición al¬ guna. El Terciario al profesar da a Dios público testimonio de que quiere ser¬ virle todos los dias de su vida con leal¬ tad y constancia. Es bueno sin embargo renovarla de vez en cuando, como siempre es bueno renovar a Dios los propósitos hechos en honor suyo.. A los que la renueven el 16 de Abril, dia en que la Orden Francis¬ cana celebra la fiesta de S. Rafael, y ani¬ versario de la profesión de N. S. Padre, si hubieran confesado y comulgado, hay concedida indulgencia plenaria- - -0(^)0- Pan de Hntonlo ¿Como debeJiacerse la profesión?.— Comunmente se hace estando reunida la Hermandad y adornado él altar con mo¬ desta pompa, según la expresión del Ce- remon al. El novicio, revestido exieriormente del santo hábito se presenta con recogimiento y compostura de-ante del altar. El Sa¬ cerdote entona el Veni Creator para im¬ plorar la gracia del Espíritu Santo, recita varias oraciones pidiendo al Señor auxi¬ lio para que el novicio lleve á feliz tér¬ mino la obra comenzada. Sentado des¬ Mes de Marzo Cepillo de la iglesia de S Francisco en Palma Limosnas recogidas . . 231 35 [)tas. PoróOOKgs. de pan . . 184’35 » Repartido én metálico. . 30’00 » Total repartido . . . 2J4’35 ptas. Remanente. . . 17 00 ptas. Él HeraLdO V Clísto EL DESCENDIMIENTO ^4 Kl Heralüò de Cristo f» CRONICA FRANCISCANA @1 ZIS] T £21^10 Palma.—Con motivo d^* li.iberse re¬ cibido oficialmente Ia noticia del nom- bramie to del I mo. Dr. D. Rigoberto Domènech para la Sede Mdlorquina, se expidió el siguiente telegrama; Discretorio Orden Tercera an Fran ci CO saluda efusñmmente vu.vo Prelado poniéndose nicondicionalmente a sus ór¬ denes. Company, Chantre, Visitador. El limo. Sr. Domènech contestó con este gratísimo telegrama; Company, Chantre. Partícipe discre i orio Orden ter¬ cera San Francisco gratitud pro Y\\3^V)k. — Rigoherto Domènech Reiteramos al Obispo Electo de Ma¬ llorca nuestra mas sincera adhe ión, y nuevamente, hjcemos vo‘os para que pronto puedr venir a regir D gr( y que la divina Providencia le ha cor fidd >. Campos. —Día 12 de Marz :> vistieron el Santo Habito 2 hombres y 29 muje¬ res y profesaron 5 novicios y 41 nov.cias. Que Nuestro Seráfico Patriarca de¬ rrame sobre sus h jos toda suerte de bend'cicnes. Artá.—La Hermandad de S. Francisco establecidaen Artá,deseo3ade contrares¬ tar la lectura de malos libros, que como peste se van extendiendo por todas par¬ tes y causan indecibles males en el que tiene la desgracia de leerlos, ha fundado una Biblioteca Circulante compuesta de libros de sana doctrina, de devoción, instrucción y recreo. Como los recursos con que cuenta pa¬ ra la formación de la Biblioteca son muy escasos, espera que esta obra tan bene¬ mérita será apoyada y protegida por las personas pudientes de este pueblo que podrán contribuir ya con libros que tal vez tengan arrinconados y .son pasto de la polilla, de ios cuales puedan des¬ prenderse sin gran sacrificio, ya en algu¬ na limosna con la que puedan adquirirse las obras que sean de mayor uti idad. Podrán aprovecharse de la lectura de estos libros no sólo los terciarios sino también todas las personas de este pue¬ blo de cualquier clase y condición. Pedirán los libros al bibliotecario ó bibliotecària nombrados al efecto y po¬ drán retenerlos en sus casas por un mes. Si al terndnar este plazo quieren tener¬ los por más tiempo deberán renovar el permiso. Para queje vea la buena acogida que ha tenido la idea de la formación de está Biblioteca, apenas lanzada al público, y sepan los lectores que libros puedan pe¬ dir, á continuación ponemos la lista de libros recibidos con el nombre de; las personas donantes. D.^ Remed os Baamonde Estelrich nos ha favorecido entregando para nues’ra Biblioteca las siguientes obras: Historia de la Religión, por G. Mazo 4 tomos. Cartas a Teófila, por el P. Valencina. Confesiones de S. Agustín, por Fr. E. Zeballos. 2 tomos. Mes de Mayo, por Quadrado. Mes del Rosario, por Morán. Documentos para tranquilizar las al¬ mas timoratas, por P. Quadrúpani. Tratado de la conformidad con la vo¬ luntad de Dios,—por el P. Rodriguez. Tratado de Moral, por Pujol. Combate espiritual, por Escúpolí. Avisos Espirituales, 2 tomos. La mujer cual debe ser, por Molina. Meditaciones para el Centro de igle¬ sias pobres, por D. Miguel Maura. Fl Heraido de Cristo 75 La imitación de Cristo meditada, 2 t. El libro de los afligidos. Fabiola, por el Cardenal Wiseman. Narraciones Bíblicas, por P. Berthe, 9 tomos, Adán, Moisés, Josué. Saul, Da¬ vid, Salomón, Jonás y Tobias, Gedeón y Sansón, Elias y Elíseo. Además los folletos siguientes: Horas de vacaciones, por el P. Con¬ rado Muiñoz. 4 folletos, Caridad, Dos cielos. Ciento por uno y Las tonterías de Carlos. El milagro de 16 de Septiembre de 1877, por Lasserre. La confesión, por Monseñor de Segur. Vida de S.José, por Rivadeneira. Breve idea del angélico S. Luis, por Corominas. El amante de Jesucristo, por el Padre Clarct. Religiosas en sus casas, por el Padre Claret. D.^ juana Maria Servera Esteva, en sufragio del alma de una difunta, ha re¬ galado para nuestra Biblioteca las obras siguientes: Gran Catecismo, por el P. Deharbe 4 tomos. .í4ño Cristiano, por el P. Coisset, 12 tomos de vidas de santos y 6 de Domi¬ nicas. Avisos Espirituales, 1 tomo. Los Cuatro Evangelios, por el P Pe¬ tite. La devoción al Santísimo Rosario, por Fr. Jesús Estevez. EL año de la Inmaculada, por Nazario’ Perez. La presencia real de Jesucristo . eñ la Eucaristía, por Monseñor de Segur. Confesiones de S. Agustín, 1 tomo. Documentos para tranquilizar las al¬ mas timoratas, por Cuadrupani. Novena de la Virgen de la Merced, por D.j. Ignacio Valentí. Narraciones bíblicas, por el P. Berhe, 2 tomos Abraham y José. Manual de urbanidad, por A Carreño. María Terrasa Font ha regalado la obra titulada: La Virgen cristiana en la familia y en el mundo. D.“ Serafina Sancho Cantallops. La Perfecta casada, por Fr. Luis de León. D.“ Maria Sancho Lliteras, la preciosa obra’. Autobiografía de la B. Margarita M.^ de Alacoqae. D.® Maria Terrasa Sancho. El Robinson Suizo, por Wyss. y un discurso de D. Ramón Nocedal. D.^ Juana Ana S.ireda Sancho, Vida de Sta. Catalina de Sena, publicada por el Apostolado de la Prensa. Vida de S. Antonio Abad. Vida de S. Alejo. La Doncella Cristiana, y Fabiola, por el Cardenal Wisemán. D. Rafael Nicolau Blanes Pbro. Un tomo de Propaganda Católica de Sardá y Salvany. Desde estas columnas damos las mas expresivas gracias á todos (stos favore¬ cedores de nuestra Biblioteca y suplica¬ mos á N. P. S. Francisco Ies recompen¬ se una obra de caridad tan grande en bien del pueblo de Artá. Causa de beatificación El día 9 de Enero último, en sesión r.olemne presidida por el Santo Padre, y con asistencia ce los Cardenales Vico, Cassetta, Fa’conio, O. F. M, Giustini, proteo or de la O. Franciscana, del Re¬ verendísimo P. General, etc., el Sf=c*e t^rio de la S. Congregación de Ri os leyó el Decreto en el que se declaran heroi cas las virtudes del V. Juan Biuíista de Borgoña, sacerdote profeso de la i.® O. Seráfica. Terminada la lectura el P. Ge¬ neral pronunció un elocuente discurso de circunstancia.®, al que respondió el Santo Padre recordando con compla cencía que, elegido Obispo de Bolonia, el primer sacerdote que ordenó fué un religioso franciscano y ahora, elevado a la dignidad pontificia el primer decreto 7Ó Ki, Heraldo de Cristo que se propone a su ^probación es re¬ ferente a un hijo de la misma Orden. Príncipes Terciarios En la iglesia franci. cana de A baño (Italia) ha vestido el santo habito de la Tercera Orden de San Francisco el prin¬ cipe Luis y la princesa M ría Barberin'. También se inscribieron en I4 Tercera Orden, imitando el ejemplo de los prín¬ cipes, el Mvyordomo y el Preceptor de la Excelentísima Ca'^^a. La conducta alta¬ mente reí giosa y edificán e de Catos magnates, c ñrndo el cordón francisca no, es una mudi y elocjente respresión para todos aquellos que por fútiles ma- tivos no acaban d 1 resoWerse a abrí z ir esta admirable Orden de Penitencia, a la cual se han gloriado de pertenecer en todas las épocas los más insignes per sonajes. • Nuevos Cardenales Terciarios El Santo Padre Benedicto XV, en el último Consistorio celebrado en Roma, ha elevado a la d'gnidrd cardenalicia a dos ilustres Terciario i de San Franci; co; son éstos los Eramos Rafael Se pinelli. Nuncio Apos‘ó^ico de Viena y Jorge Giiraini, Aizobi^po de Bolonia. Arabos Purpurados son devotísimos y entusiás tas hijos del Seráfico Padre y perfectos observadores de la Regla de la Tercera Orden. ¡Así saben honrar los Príncipes de la Iglesia la humilde librea del Po brecito de Así^ dcjndo h rmoco cjem pío de amor a la gran Tercer. Orden de Penitencia a aquellos católicos que, a pesar de las eficaces exhortaciones de los Sobersnos Pontífices, todavía noaca han de decirse a ob azar un estad a de tanta perfección y piedadl Nuevo Prefecto de la Congregación de Religiosos Su Eminencia el Cardenal Diomedes Falconio, de la Orden de Frailes Me¬ nores, ha sido nombrado por Su San idad Bened cto XV, por medio de billete de la Secretaría de Estado de fecha 27 de Febrero último, PreLcto de la Sa¬ grada Congregación de Religiosos. Este eminente Purpurado franciscano celebró no ha mucho sui bodas de oro sacerdotales. A pejar de su avanzada edad, se ve que conserva todavía en estadó de gran lucidez sus facultades inte¬ lectuales y que goza una robustez y vi¬ gor corpora'ei nada comunes. Prueba de esto es el haber sido puesto reciente¬ mente por el Papa al frente de una Con gregación Ro nana tan importante como la llamada de Religiosos. Que Dios conserve por muchos años a este insigne y activísimo hijo de San Francisco, a fin dequepuedi propor¬ cionar días de gloria a la Tg’esii, celando y promoviendo el bien y progreso de las Ordenes religiosas. Nuestra más res¬ petuosa y fi'ial fcl ctfac.ón al Emmo. Car denal DiO nedes Falconio por la honrosa distinció 1 de que acaba de h cerle ob jeto el Sumo Pon ífice Benedicto XV. multos amiosï Necrología Artá. - Dia 7 dei pasado Febrero mu rió en la pí z del Señór, después de re¬ cibidos los Santos Sacramentos, la her mana terciaria, D.^ Ana Sureda Binime lis, á la avanz ida edad de 81 anos Des can.e en péz Campos.—Dia i; y 26 de Febrero fallecieron respectivamente las tercia rias D.^ Margarita Mas Ginart, de 89 ^ño^ y D.^ Juana Ana mas Barceló de 82, Ambas c ran cristianas ejemplares dcmostrándo'o su asistencia a la santa mis?, comunión diaria y visita al Santí simo.—El 3 de Marzo, de; pués de reci¬ bidos los Santos Sacramentos, murió la terciaria D ^ Antonia Liad > Mesquida a la avanz .da edad de 94 años habiendo dado muy buenos ejemplares de pacien cia y conformidad. A. E. R. I. P. A. TI^IFTIOO Imagínate, lector, por un momento, que aparece ante tus ojos un gran tríp¬ tico-retablo de gigantescas proporcio¬ nes, en cuyo centro de fijeza e incon¬ movible situación, se admire representa¬ do el Supremo Sacrificio del Calvario, llevado a cabo por el Sumo Sacerdote Jesucristo Dios y Rey de todo el orbe, y en sus puertas movedizas laterales, como en forma de dos grandes hemisfe¬ rios, una historia mundial, que recoja desde el fiat del Dios Padre, hasta el término o el ocaso de los siglos. Al meditar el contenido de esta obra, haz que brille en tu alma buena, la luz clara de la fe que ha de salvarte, y verás nacer en consecuencia los deseos de cumplir perfectamente con los deberes que acá bajo se legislen, y un deseo o ansia viva de gozar perfectamente los deleites de allá arriba. I Un alto monte, todo yermo, aparece a nuestra vista, sosteniendo cual peana colosal, aquel trono de la gloria, que es el Arbol de la Cruz. Pende de él un cordero inmaculado, prometido desde Adán, y bajado del cielo a la tierra pa¬ ra redimir los pecados de los hombres. Contemplad por un momento su gran¬ deza, dirigiendo aquellos ojos, luz del mundo, una mirada magestuosa a su pa¬ sado y porvenir. Destrozados están sus piés, que sólo sirvieron para ir a derra¬ mar los tesoros de la gracia; horadadas sus dos manos, que a tantos pecadores perdonaron; y su cuerpo casi exámine, tiene ansias de morir por encauzar las almas todas que no sigan sus pisadas. Ya sus labios sólo expresan sentimien¬ tos de perdón para sus verdugos en¬ carnizados, y están próximos a ce¬ rrarse, después de haber predicado la verdad por todas partes. Nunca que¬ da más demostrada su Divinidad, que en tan trágico momento, pues colabora con su muerte todo cuanto se vislumbra en la creación. Espesas tinieblas ciernen el cielo, chocan mutuamente los sepul¬ cros, van resucitando los muertos, y el sol, como padeciendo un desmayo im¬ previsto, ha recogido todos sus haces luminosos. En conjunto todo el orbe ha sufrido con el padecer de su Autor. El Señor de cielos y tierra, ha consu¬ mado el sacrificio, y al instante se ha partido aquel velo misterioso que privó a tantos hijos de Israel el admirar las bellezas del tabernáculo. Ya están abier¬ tas de par en par las puertas eternales, y todo el género humano ha quedado redimido con la muerte del Hermoso Nazareno. II Fácilmente se vislumbra en primer término, un idilio paradisíaco, que con¬ templa entre celajes la promesa Reden¬ tora. A medida que se aparta nuestra vista de esta escena, van formándose fa¬ milias numerosas, hasta tejer generacio¬ nes incontables. Pueblos y tribus se han esparcido por la tierra entonces conoci¬ da, constituyéndose dinastías, con cau¬ dillos, Patriarcas y Profetas a su cabeza. Interminable caravana va formando el pueblo fiel, aplastando con su paso muí- 78 Jlvfntud Seráfica titud de ritos falsos y creencias arraiga¬ das, conmoviendo monumentos de Tebanos y Memfitas, idroláticos loros ala¬ dos de Caldea o de la Asiria, y sacu¬ diendo violentamente los cimientos del Areópago. Es que con la gracia dq Jehová tres veces santo, se ha de“extin¬ guir el fuego impuro que mantienen las vestales. Es que un gran Profeta que ha¬ bla con Dios cara a cara, con dos rayos en su frente, y unas tablas con Mandatos del Señor, dirige al pueblo de Israel, entonando himnos de victoria y alaban¬ za, hasta llegar a poseer una tierra pro¬ metida. Jueces, y Reyes se suceden sin cesar, mientras pasa fugazmente el explendor de Babilonia, Ninive, Atenas... cual si fuera todo ello, florecillas que al momento se marchitan. Todo pasa entre ruinas y catástrofes de pueblos, entre llantos y gemidos de profetas. Só¬ lo Dios permanece inmutabíey sólo per¬ dura el pueblo adicto, el cual sostiene las batallas del Señor, adorando al mis¬ mo tiempo el Arca Santa, que atesora un vasto templo, maravilla mundial, que un Rey Sabio ha levantado. Muy pronto aparecerá un soberano, que con cetro omnipotente juntará las potestades de la tierra, rescatando con su muerte a la humanidad del pecado original. III La humanidad redimida marcha en pos de la luz clara y explendente, que irradia la Iglesia militante, la Divina Institución de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero. El manantial de su amor inunda ya la tierra, y sacia en abundan¬ cia a millones de atraídos por el soplo de una fe tan singular, que traspasa las fronteras de los pueblos orientales, a la vez que las plegarias fervorosas se con¬ funden con crue'dades y tormentos inauditos, hasta llegar a derramar ríos de sangre, en presencia de los tiranos opresores mientras tanto se eclipsa un Imperio sensual y corruptor, agrie¬ tándose los templos, estadios y los arcos de triunfo, dedicados a los dioses. En el espacio de tres siglos, han conquista¬ do la gloria Bienaventurados sin cuento, sacudiendo aquellas palmas de victoria que conquistaron en el circo. El espíritu de la sociedad se ha transformado por completo, y el Pan de Eterna Vida, ya no tendrá por mansión una estrecha ga¬ lería subterranea. Al río caudaloso de los mártires, van a engrosar su caudal, ascetas sin número, místicos sin cuen¬ to, doctores, santos, atletas todos, que sostienen con tesón y valentía singular, las verdades por el Mesías reveladas. El mar inmenso de la cristiandad ya anega todo el orbe, y no es Roma, ni Rávena, ni Africa, ni Bizancio, ni España, ni la Galía sino todo cuanto el sol tañe con sus rayos, que recibe el calor del Evan¬ gelio. Monumentos incontables se han levantado en honor de Jesucristo, para ser perpetuamente un lugar de adora¬ ción a su grandeza, manifestada en el sacramento del amor. El triunfo ha si¬ do, es y será completamente decisivo y de nada han de servir cuantos proyec¬ tos del infierno intenten prevalecer. En carroza de gran gala, recorrerá todo el planeta, hasta la consumación de los siglos. Cuando llegue el día de cumplirse las palabras apocalípticas del Aguila de Patmos; cuando suene la hora de la catástrofe universal, anunciada por el Verbo; cuando venga el fin de los tiem¬ pos, después de haber subsistido la Iglesia nuestra Madre, predicando las eternas verdades del Evangelio por do¬ quier, y hollando las cabezas de los cis¬ mas y heregías levantadas, entonces ya veréis como se cerrarán estas dos alas del gran tríptico admirado, y se cumpli¬ rán las palabras del Maestro, de «que¬ dar todo atraído hacia El.» Abril de 1916. A. J. Juventud Seráfica. 79 Camino del Galvapio Ya se pone en movimiento el cortejo. Conforme a la ley romana, marcha de¬ lante un centurión mandando su compa¬ ñía, que lleva a Jesús entre filas cerradas. Un preg·onero toca, muy a menudo, una trompeta lúgubre y levanta en alto un cartelón en que se lee en hebreo, g·riego y latín esta incripción: «Jesús de Naza¬ reth rey de los judíos.* La calle es estrecha y empinada. Una calle oriental, donde toda suciedad y molestia tienen su asiento. Todo el pueblo asiste al trágico es¬ pectáculo. Nada les detiene, ni el gen¬ tío numeroso que se apretuja en los um¬ brales de las puertas y se extiende a lo largo del camino, empujándose mutua¬ mente en aquella marcha lenta y penosí¬ sima, ni el cansancio de las fiestas ante¬ riores. Todos hablan, ríen, gritan y vocife¬ ran, fundiendo en un solo clamor de ra¬ bia la ruindad del corazón sediento de la sangre del justo. Jesús va cargado con la cruz, sudoro¬ so, bañado en sangre que corre de su frente y enrojece su túnica. Marcha a empujones de ta soldadesca, entre escar¬ nios de palabray puñados de barro endu¬ recido que le arroja la canalla enloque¬ cida. Entre el cortejo, escondidos lo sufi¬ cientemente para no ser vistos, van, tras el rnaestro, algunos discípulos doloridos, no entendiendo, sin duda, como Jesús que tantos milagros ha obrado, no hace uno para librarse de sus verdugos. Van también dando las mayores ' ór¬ denes de excitación al populacho,contra esús, las autorklades de Israel, los ase¬ sores de Caifás, los escribas, sacerdotes y ancianos. Llega el cortejo a la cima del Calva¬ rio sobre esa cima de horror y confianza se levanta una cruz que es salvación pa¬ ra unos y ruina para otros, cruz en que ha de ser enclavada una Víctima inocen¬ te, ofrecida voluntariamente y que muere para redimir a los pecadores dé la per¬ dición. Sobre la pendiente del Gólgota, un poco más abajo de la reducida llanu¬ ra que la coronaba, los verdugos despo¬ jaban a la víctima; y allí, muy cerca, de pié en medio de las santas mujeres, Ma¬ rfa, la corredentora del humano linaje, contemplaba con agonía muda y el co¬ razón lacerado, los crueles martirios y últimos movimientos que el hijo de su alma padece en el cuerpo. Y en aquella cruz que se destaca en el fondo de aquella escena esperada por los siglos suben los ángeles llevando en sus manos blancas como la nieve y pu¬ ras como el ampo las capas de mirra de las generaciones pasadas. Con María nuestra Madre, como el discípulo amado de Jesús, Sanjuan, he¬ mos de ser testigos—todos los jóvenes que formamos la Juventud Seráfica—del testamento de amor de Jesús; hemos de custodiar en nuestra alma sus últimas pa¬ labras que son de enseñanzas perdura¬ bles, aceptando el honroso encargo de enseñarlas a las generaciones venideras; poique nosotros somos los llamados a ejercer el sublime encargo de dar a conoéer a los hombres la gracia de la re¬ dención ennoblecida por la cruz con el contacto del Salvador. Porque a través de veinte siglos ¿no os parece ver recorrer a Jesús la misma tormenta de la calle de la Amargura, con la misma mirada compasiva de unos, la misma injusticia de otros y la misma cobardía de muchos? Levantad pués, hijos del Serafín de Asís, vaestras cabezas y saludemos con entusiasmo aquella cruz de redención, mientras que nuestros hermanos com¬ partirán con nosotros la gloria y la vic¬ toria del sacrificio. Francisco Pons. 80 Juventud Seráfica tee? Í^?X V?5t?r Pilatos se esfuerza por librar a Jesús del furor de los Judíos; pero como los gritos del pueblo antes escogido y hoy prevaricador suben cada vez más, pidien¬ do la sangre del Justo, el Presidente manda al fin azotar cruelmente al que juzga y es en realidad Inocente. Inhumanos verdugos descargan a por¬ fía despiadados golpes sobre las carnes sacratísimas y delicadas del Salvador. Con casquete de punzantes espinas co¬ ronan su venerable cabeza; vístenlo de púrpura como a rey de burlas, y ponen en su mano cetro de caña. Así herido y ensangrentado es presen tado nuevamente al populacho. He aquí a vuestro Rey, exclama Pila- tos. Ecce rex vester! Más que palabras de Pilatos, es esto la voz del Padre Eterno que dirigiéndose no sólo al pueblo he¬ breo sino también a la gentilidad y a las generaciones todas futuras, les presenta a su Hijo Unigénito como Rey a quien deben servir y a dorar. Cristo es Rey; vestido está ya con las reales insignias y pronto va a tomar posesión de su real trono sobre la cima del Calvario. Guando fuere levantado de la tierra, todo lo atraeré hacía mi, había dicho el Salvador. Bien puede vociferar el pueblo deicida y con él los coros todos de la impiedad: nolumus hunc regnare super nos; :=io que¬ remos que éste reine sobre nosotros. Cristo, coronado de espinas, y clavado en la cruz, es el Rey eterno que ha atraí¬ do, atrae y atraerá hacía Sí las miradas todas de la humanidad. Pueden los judíos, cismáticos, herejes, incrédulos e impíos subir al Calvario para insultar y blasfemar al Crucificado. Apesar de verse en tan c íticos instantes abandonado hasta de casi todos los que hasta entonces habían sido sus amigos e inseparables compañeros, sin ayuda de soldados ni ejércitos, Jesús es el Rey su¬ premo a la sombra de cuyo trono van a reunirse las generaciones todas, pasadas, presentes y futuras. Y los que no quieran acogerse al manto protector de su misericordia, ex¬ perimentarán tarde o temprano el rigor de su justicia. Y los qne no quieran proclamar durante su vida la realeza de Cristo, se verán forzados a proclamarla después de muertos, no con himnos de gloria y bendición sino con cánticos de rabia y desesperación. Ecce Rex vester! Si Jesús, Salvador divino, aunque os veamos hecho rey de burlas para los gentiles y objeto de escarnio para los judíos, nosotros os reconocemos y os proclamamos por nuestro Rey. Griten enhorabuena los pecadores que no os quieren por tal. Nosotros os ofrecemos por trono el corazón, del cual arrancaremos cuantos cardos y espinas podrían lastimaros. Lo adornaremos con las virtudes de que Vos mismo nos dais ejemplo, y cerraremos sus puertas a los halagos del mundo y de la carne, para que jamás nos seduzcan y nos aparten de Vos. Sed, Señor, el Rey de nuestros hoga¬ res, y de nuestras familias. En el lugar preferente de nuestras casas colocare¬ mos vuestra Imagen sagrada y Vos ve¬ réis el lazo de unión de todos, padres e hijos, jóvenes y ancianos; y vuestra ley santa será la pauta que gobierne todos nuestros actos. Hoy se hacen esfuerzos inauditos pa¬ ra destruir vuestro imperio; quiere arran¬ carse a vuestro cetro el dominio de los pueblos y de las sociedades. Insensatos ios que tal pretenden! Como los judíos sufrirán también el castigo de su sacrile¬ ga rebeldía! Ante el mundo entero os proclama¬ mos solemnemente nuestro Rey. A pe¬ sar de todos los contratiempos y de to¬ das las persecuciones, queremos llevar desplegada vuestra bandera y a su som¬ bra pelear por Vos contra toda clase de enemigos. F. Tip. Ca.ólica de S. I’izá. Jardín de la Reina, 19 Muelas Harineras = de pedernal CPedra foguero) Estas muelas de pedra fo^uera^ hoy tan en uso para moler trigo como para moler cemento, por sus gran les ventajas sobre las catalanas, se construyen, con piedras de superior calillad y trabajo esmeradísimo, en la fábrica que, d í dicho género, posee en diail icor, calle (le Art;í Ilúm. 3, el maestro constructor y propietario Allloaia l’oCOVÍ y iSustrr*, a quien podéis dirigiros para toda clase de informes, Visitad dicha casa, y os convenceréis, pues aunque sea conocida ya del público mallorquín y extranjero, por contar con más de 30 años de existencia, hoy dispone de un material abundante y selecto como jamás había tenido y bastante número de operarios para poder servir a la mayor brevedad posible cualquier pedido. Hntígua panadería ^ Romo de la peletería DE Especialidad en los panecillos de aceite, salados, franceses, panes blancos, de trigo y de los ricos bizcochos y burregos. 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