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AÑO XXIV.--2.” EPOCA.-NUM. 1179 r QPlT OL/J T iJ SABADO 2 OCTUBRE DE 1909 T7»T1 j r j »i, SEMANARIO INDEPENDIENTE FUNDADOR Y DIRECTOR-PROPIETARIO: D. Juan Marqués Arbona. REDACTOR-JEFE: D. Damián Mayol Alcover. REDACCIÓN y ADMINISTRACIÓN: calle de San Bartolomé n.° 17.-SÓLLER (Baleares) Sección Literaria Y con estas dudas dejaba pasar el comónsa á tornarló parlar), té uns senti- igualmente enojosas para España y pa¬ en veinte y siete dias. Aunque podía tiempo, sin atreverse á apoderarse de la ments pátris per f estil d’ ets meus. Es ra Francia, ¿ las que personalmente bus¬ descubrirse en él un tránsfuga español EFECTO DE^SOL Estás encantadora, Fanny—dijo la doncella dando la última mano á la toi¬ lette. de su señorita. Fanny, era la hija de la marquesa de prenda codiciada y sin dar tampoco un paso hacia su casa. Mientras tanto la rosa, al menor con¬ tacto del aire, seguía meciéndose, me¬ ciéndose, como burlándose de ella, como repitiéndola misma frase que Fanny de¬ cía á sus amigas enseñándoles alguna per aixó que, cóm jó mateix, sufreix quant á s’ extranger se desjécta ó se vól humiliá á 1’España, y réb consól quant se 1’ alaba ó se li fá ximplement justicia. Bóno ydó; aquest señó va sebrer tot quant jó vos vaitx comptá dissapte passat, y amb so doble desitx (que també doblement li agrehiesch) de ferme part d’ es qué, en vaijo, poner remedio en 1892, como ministro de Comercio. La indecisión no fué larga. En un abrir y cerrar de ojos I03 partidos políti¬ cos se impusieron el silencio y se junta¬ ron para acudir á la acción patriótica. Era cuestión de España, y liberales y ese Cornelias Balbus, especie de africa¬ no de Cádiz ingrato á los beneficios que Pompeyo le había prodigado) era verda¬ deramente el ejército de soldados ro¬ manos, de veteranos, que hacía quince años estaban siguiendo su triunfante ge¬ neral del uno al otro extremo de la Eu¬ Z. y se estaba preparando para asistir á cosa : balzam amb qu’ ell se vá curá sa ferida conservadores, republicanos y monár¬ ropa conocida. los exámenes de fin de curso. Orgullosa de si inistna. esperaba con fruición el anhelado momento en que, delante del tribunal, demostrara elocuentemente que no en vano su profesora la califica¬ ba la primera de la clase. Y aquella exclamación de la doncella no era una de esas zalamerías obligadas que tienen los criados para sus amos, no; aquella exclamación era justísima, pues Fanny. verdaderamente estaba bella. Se encontraba en esa edad en que todo se ve de color de rosa; en que los sueños hermosos y las ilusiones poéticas son los moradores de nuestra alma; en que la palabra menos intencionada hace cubrir -de púrpura nuestras mejillasy latir agi¬ tado nuestro corazón... Fanny no conocía tristezas; hija única de noble y linajuda familia, no tenía un capricho que no fuera satisfecho; no de¬ seaba una cosa que no le fuera entrega¬ da; no existía un juguete que ella no poseyera. Quizá este exceso de bienestar, la hizo •en extremo caprichosa, defecto que con¬ trastaba con todas las buenas cualidades en ella reunidas. Aquel año era el último de su carrera ■de colegiala. Con los exámenes de aquel día se despedia Fanny de sus*condiseípulas y de su profesora para dedicarse á otras cosas más serias; iba á despedirse de ser niña para empezar á ser mujer. Por eso, después de salir de su gabi¬ nete la doncella, su mente empezó á for¬ jar ilusiones para lo futuro. jQue porve¬ nir más brillante el que la esperaba! Hija única y heredera de uu gran patrimonio, ya se veía rodeada de enamorados don¬ celes. que son perfumados bouqaets de las más diversas flores, la obsequiaban para «Me verás, me verás, pero no me cojerás.» Y cada vez el capricho de poseerla se hacía más vehemente; cada segundo que pasaba se arrepentía de no tenerla ya en su poder. Por fin se decidió; miró á todas partes, y al cerciorarse de que es¬ taba sola, de que nadie la veía, dirigió¬ se resueltamente hacia su presa y alargó la mano; pero entonces pasó una cosa imprevista que la llenó de espanto: un brazo y una mano negra avanzaban en la misma dirección que la suya, como pa¬ ra aprisionarla, y llena de miedo abandonósu tentativa parair á caer confusa y avergonzada en un banco del paseo. Poco á poco fué levantando la cabeza, después extendió la vista y... nadie, no había na¬ die. solo vió... su sombra. Lo que había pasado no podía ser más sencillo ni natural: el sol. que hasta en¬ tonces había estado oculto, rasgando las nubes en el preciso momento que Fanny iba á apoderarse de la rosa, proyectó su sombra, pues no era otra cosa el brazo y la mano queella vió; y que el miedo la hizo aumentar las proporciones. No intentó cojerla de nuevo; aquel efec¬ to de sol, la libró de cometer una acción reprobable. Urano. Yuyts y nóus Quantre ets sét pecáis mortals hey ha- sét virtuts. Y aixó es ben segú heu sab de memo¬ ria s’ actual geñeració sollerica amb molt pOques excepcions, desd’ aquells mes antichs qui ’u aprengueren de nins á ca' sa Méstra Esperanza, fins á ’n ets qui se ’n examinaren pe’ sa corema d’ enguañy per qu‘ á ’n es seu cór de bón españól havía obert es mateix qu' á ’n es meu havía puñit y de colaborá á ’n el Sóller per lo que li ha caygut en gracia quant 1’ ha conegut, vá traduí y m’ enviá per comensar s’ article abans citat, que jó pós dins es ma¬ teix sobre qu’ ha de dü aqüestes simólses meuas á sa Redacció acompañanthi sa súplica—qu’esper no será desatesa—de que se li don publicidat, lo mateix qu’ á ’n ets demés trabays, origináis y traduccions, amb que vulga honrá es nóstro setmanarid’aqui en devant. Vat-aquí per qu’ és que don cóm á fet que vóltros podreu teñí es gust de lletgir avuy s’ article qu’ á 1‘ España dedicá el señó Roche en ses circunstancies funestes que no fá molt ha atravessat. Es dir, que per mi foren de lo mes satisfactóries ses alabances que fan oló de sinceres y ses encorentjants apreciacions que dit article conté, sobre tot després de ses calumnioses de s’ altra, y, per no pérde sa costum, de sa meua satisfacció vos n’ he volgut fer part. Vat-ho-aquí tot. Jó Mateix POR DAMIAN FRAU Y ABRINES ESPAÑA Al leer, hace pocos días, las noticias trágicas que nos llegan de España, me quicos desaparecían, para que no que¬ daran más que españoles; reconociendo que los asuntos del Estado (todas las opiniones sobre la política interior per¬ maneciendo reservadas para cada uno de ellos) se hallaban en las manos de un jefe eminente, secundado por colabora¬ dores de un mérito indudable. Así, con una increíble rapidez los re¬ cursos financieros fueron allegados, las fuerzas militares concentradas, la expe¬ dición organizada y puesta en movi¬ miento. Todo esto sin ruido, sin aparato, con una decisión fría é implacable que revela la inestinguible energía de ese pueblo, tan digno de la admiración y del estudio de todo el que se siente capaz de pensar y de sentir. Las vicisitudes que han venido des¬ pués, el espectáculo al que asistimos con tanta simpatía y emoción, han puesto mas de relieve las virtudes superiores de la raza, y el espíritu se traslada, al con¬ templar tantos esfuerzos y sacrificios, á toda la historia de España, que esclarece coa su vivo resplandor los sucesos pre¬ sentes é inspira la mas firme confianza en su desenlace. He escrito «la raza»: la raza genuina celtibérica, que por sus extraordinarias cualidades de energía en la resistencia, es electivamente la gran fuerza y la carac¬ terística de España. Es ella la que ha per¬ severado fiel, profunda al través de los tiempos, los trastornos políticos, las mu¬ danzas, las invasiones extranjeras, (Car¬ tagineses, Romanos. Vándalos, Visigo¬ dos, Sarracenos, Franceses,) expulsando de ella ó asimilándose todo elemento ex¬ terior, conservando al fin la virtud ori¬ ginal que le es peculiar: el valor «defor¬ ma única» que cubre las brechas y no retrocede jamás, cualesquiera que sean jQue terrible drama se desarrolla en¬ tonces entre estos dos ejércitos! jy como vive todavía sangriento y palpitante en las líneas escritas hace cerca de dos mil años por el mismo vencedor!: «Deunla»do y del otro se proferían extridentes «alaridos y los dardos arreciaban de «manera que nuestros soldados desespe«raban casi de vencer, porque todo lo que «sirve para espantar al enemigo: las im«preeaciones, las acometidas, eran las «mismas de ambas partes y el ardor «igual. El estruendo de las armas mez«clado con los clamores y gemidos bela»ba la sangre de los soldados; allí (como «dice Enius) los pies se sujetaban con los «piés, las armas se repelían con las ar- «mas.» Lo que no refiere Cesar y nos trasmite Florus, es que el Caudillo se vió obliga¬ do á tomar parte en la pelea. Viendo que los veteranos ceden «se apea del caballo «y corre furioso á las primeras líneas; «allí se para, reanima á los que huyen, «vuela de fila en fila para infundir el va- «lor á los soldados, con la mirada, con «el gesto, con la palabra.»; se afirma que en aquel instante quiso darse la muerte delante de ellos clavándose un puñal en el pecho; pero recobrando el ánimo se apodera de un escudo; grita á los tri¬ bunos de las legiones: «Yo voy á morir aquí» y se lanza á diez pasos de las li¬ neas españolas. Rápidas doscientas sae¬ tas le circundan; hay que abandonar á Cesar ó pelear con él; tribunos y sol¬ dados al fin se precipitan y la suerte de la batalla está echada!... Pero fué la última que dió Cesar, co¬ mo si este supremo esfuerzo hubiese agotado todas sus energías. Tal es la página incomparable que obtener una dulce sonrisa ó una palabra prender per primera vegada billét. parecía cada vez, estar oyendo como en los peligros y las pruebas. contiene la historia primitiva del pueblo de amor. Y asi hubiera continuado so¬ ñando si un reloj de bronce, colocado en la elegante consola, no la hubiera avisado que era hora de salir de casa. Abandonó su habitación, despidióse de sus papás y encaminóse radiante de ale¬ gría hacia el colegio, llena de confianza Lo qual vOl dir que si jó ’u pós en sólfa, parlant. de lo mateix que ’vuy fá vuit dies, no es amb pretensions d’ enseñarhó á ningú, sino sóls per añadirhí que, cóm aquests sét, n’ hi ha molts d’ altres de pecats, mes ó menos mortals, que tenen també una ó altre virtud que los serveix de quantre-pés, ó de quantre-veneno, lo estribillo los sonoros versos que el poeta de Os Lusiadas pone en boca del héroe de la epopeya, cuando éste cuenta la historia de su patria al Rey de Melinde: «...Eis-aqui se descubre a nobre Hespanha •Como cabeqa allí de Europa toda, •Em cujo senhorío, e gloria eatranha, •Muitas voltas tem dado a fatal roda: La España de 1909 es la España de 1808 y de 1812, de 1492 y de 718, de Fer¬ nando y de Pelayo; mejor aún: es la Es¬ paña mas de veinte veces secular de los asédios prodigiosos de Saguuto, de Nutnancia, que resistió catorce años con cuatro mil hombres á un ejército de cua¬ español. No es á nosotros á quien corres¬ ponde narrar la que escribió al principio del siglo diez y nueve luchando con el Cesar moderno, mas grande todavía y mas temible que el antiguo, aunque po¬ demos recordarla con serenidad y sin ru¬ bor: España luchó victoriosamente con¬ en obtener buena nota. que volgueu. Es d’ hispanofobia, per •Mas uunca poder a com forqa ou manha, renta mil romanos y que antes de abra¬ tra nosotros por su libertad; su gloria no Estaba este centro bastante distanciado exemple, que per tots nóltros deu havé d’ •A fortuna inquieta por-lhe noda, sarse en el incendio y sepultarse eu sus desmerece en nada la nuestra. de su casa, siendo preciso para llegar á él atravesar un paseo con hermosos par ierres, en uno de los cuales, meciéndose al iuflujo Je la suave brisa, se encontra¬ ba una rosa grande, de color vivo, que llamó la atención de Fanny y que hizo nacer en ella el deseo de poseerla. Durante el trayecto, y una vez en el colegio mientras la llegaba el turno de examinarse, no cesó de forjar planes pa¬ ra apoderarse de la condiciada flor, y ob¬ sesionada por esta idea, al presentarse an¬ te el tribunal dudó, perdió su habitual serenidad y acabó por contestar equivo¬ cadamente á varias preguntas. Gracias á que en el tiempo que medió de uno á otro ejercicio pudo rehacerse, terminó los exámenes con éxito, aunque esser considerat cóm un d’ ets mes lletjos y quins efóctes son de lo mes fatals, puis que deixa mes aspror qu’ una serva verda quant se mésela, amb totes ses formes que póden prender sa calumnia y sa difamació, á ’n es menjá intelectual qu’ es periodisme serveix diariament á ’n es póble, té... «sa sinceridat d’ets hispanófilos» que, escampada per dins ses mateixes poblacions y en sa mateixa llengo, es medi¬ cina de lo mes eficás per curá es mal d' inconsideració de qu’ están comesos per lo menos tots ets qui de difamacions, de calumnies, y fins y tot de ximples exageracions se varen atapir. A France, ahont tant abunden ets escritors y ets periódichs hispanófobos, no ’n manquen d' aquests altres per fortuna: son en grand nombre també ets qui coneguentmos mes á fondo, mos jutjen millo, ó • Que la náo tire ó esforqo, e ousadia •Dos bellicosos peitos que era si cria.» (1). Hay que confesarlo, el lenguaje atri¬ buido por Luis Camoens á Vasco de Ga¬ ma sobre la altiva nación que nos aveci¬ na en el otro lado de los Pirineos es pro¬ pio y verdadero, y en ninguna ocasión, desde hace un siglo, nos lo traen los acontecimientos á la memoria con tanta oportunidad como al presente. Todos los que conocen España y por consiguiente la quieren, siguen con un vivo interés las peripecias que atraviesa desde el levautamiento de los rífenos, complicado con la sedición anárquico-socialista de Barcelona, y los esfuerzos que está haciendo para triunfar de las difi¬ cultades con que tropieza. Ya en 1895 tuve ocasión de ver de cer¬ ruinas les abrumó con tan frecuentes y tan duros descalabros que estos no osa¬ ban (según el testimonio de su mismo historiador) sostener la mirada, ni repli¬ car á la voz de un Ntiraantino. Es la Es¬ paña del alzamiento de Viriato, ese pas¬ tor lusitano delante de quien tembló Ro¬ ma, no menos quizá, que enfrente de Cartago. Es la España cuyos hijos, al mismo tiempo que los galos, enviaron á Aníbal esa intrépida caballería que acuchilló al ejército romano en Canas y esa infantería que, vestida de camisas rojas, puso (según Políbio) el espanto en las almas de los hasta entonces invenci- 'bles legionarios. Es, en una palabra, el único pueblo que puede decir: «Yo be ««parado á Cesar. Yo he detenido óNapo- La raza indomable que ha escrito es¬ tos anales con su sangre nada tiene que temer de las nuevas pruebas á que está resistiendo; ella sigue siendo lo que siempre fué; lo que aparece al primer golpe de vista del viajero moderno, co¬ mo se mostró á los geógrafos y los his¬ toriadores de la antigüedad, (Estrabon, Diodoro y otros) que la han descrito con rasgos tan vivaces que parecen de ac¬ tualidad. Allí están á nuestra vista, (desde los Pirineos á Cádiz, de Valencia y Málaga á la Coruña) esos íberos, esos celtíberos á la vez humanos y generosos, rivalizan¬ do en la hospitalidad para los extranje¬ ros, acogiéndoles como favorecidos de los dioses; y cuando es preciso combatir, no logró la nota de sobresaliente que es¬ peraba. Esta contrariedad la hizo salir del co¬ legio cabizbaja, pensativa y encaminarse hacia su casa más triste que cuando de ella salió. Pero esta adversidad la duró poco; el per lo manco no estant ofuscats per cap passió política, no vólen fé es jóch amb sos seus judiéis á cap partit determinat. El Sóller de ’vuy vos ne dü, pens, d’ aixó mateix un botonét per móstra. ¡Llástima que no hajeu pogut iletgí s’ escrit aquell... qu’ á mi ’m fé escriurer, per comparar! ¿Y no sebeu perqu’ és que publica 'vuy ca las primeras disposiciones tomadas para la expedición de Cuba y me deja¬ ron verdaderamente sorprendido. Las circunstancias parecía que eran todo lo mas desfavorables posible para empren¬ der una acción metódica y vigorosa. El ministerio Cánovas del Castillo acababa »león.» tan intrépidos, tan implacables en sus Se tiene que leer en Cesar mismo, en luchas nunca interrumpidas, sostenidas Plutarco, en Florus, esa extraordinaria con un vigor y un aliento inquebran¬ batalla de Munda en la que el héroe ro¬ tables. mano (según su propio decir) «después 1 Una nación como esta puede aparecer »de haber peleado en todas partes por la alguna vez como si fuera bajando en la »victoria tuvo que batirse allí, la prirae- rueda de la fortuna; pero se la ha visto encontrarse nuevamente frente aquella tan hermosa rosa, cuyos balanceos en el Sóller s’ article titulat «España», qu' un publicista tan illustrat cóm el señó apenas de ser constituido. Conservador, se encontraba enfrente de unas Cortes »ra vez, por su vida.» Ciertamente en el ejército de Gaeo Pompeyo, en sus trece yá, y se la verá siempre, elevarse de nuevo á su zénit. la débil rama parecían acrecentar más los deseos de apropiársela, la hizo olvidar , todo para ocuparse solamente en la mane¬ ra de poseer la anhelada flor. Nada más fácil que separarla de su ar¬ bolito, pensabi, no hay masque alargar el brazo; está tan á la orilla que no hay que hacer ningún esfuerzo para alcan¬ zarla; pero ¿y si me vé*el guarda? ¿y si algún transeu nte me sorprende cometien¬ do esta mala acción? ¿que diría yo para Jules Roche, ex-ministre de Comórs, escrigué per Le Fígaro? Jó ’us ho diré: Un amich meu, español y... mallorquí per mes señes, D. Damiá Frau y Abrines, resident á París desde fá més de trent’ añys, qu' es un filológ maldament no ’n tenga pretensions, puis que, endemés d’ un parey de Uengos mórtes, coneix á la perfecció s’ inglés, es francés, es portu¬ gués y s’ italiá (tenía já olvidat es mallor¬ quí, y ara, amb aquets »vuyts y nóus»— que, dit sia entre nóltros, pareix li han cuya mayoría, elegida como liberal, le era enteramente opuesta. La hacien¬ da pública pasaba una crisis agrava¬ da por las condiciones económicas, (1). «Vé de acá erguir la noble España, • Como jefe allí de Europa entera; •Cuyo señorío y gloria extraña •Fatal muchas veces, se vino á tierra; •Mas nunca logrará con fuerza ó maña, •La suerte inconstante que la encierra, •Agotar el esfuerzo y osadía legiones de infantería ligera y caballe¬ ría, se encontraban soldados romanos; pero en su mayor parte estaban forma¬ das de españoles, á quienes el gran Pom¬ peyo había hecho otorgar el derecho de ciudadanía; que le permanecieron fieles en la desgracia, después de la derrota de Farsalia, como autes le habían sido adic¬ tos en la victoria, que acudían en masa al lado de su hijo. Muy distinto era en el ejército que Ce¬ En Francia seguimos con simpatía los esfuerzos de la «noble España», y si nues¬ tros votos tuvieran algún peso en la ba¬ lanza del destino, no esperaría mucho tiempo el feliz resultado que merecen su constancia y su patriotismo,— Juuo Roche. (De x\_»o Fígaro, Paris), disculparme? entrat pe’ s‘ uy drét—el vá recordant y •De loe belicosos pechos que en sí cría» sar había conducido de Roma á España